jueves, 30 de mayo de 2024

Socorro y solución

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Somos librepensadores

2.- De la crisis al cambio

3.- Reuniones espíritas serias

4.- Socorro y solución

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                    SOMOS LIBREPENSADORES

El otro día reflexionábamos un amigo y yo ante la importancia de ser librepensadores. Así se definían a menudo Amalia D. Soler y los grandes pioneros del s. XIX, aunque hoy (nos da la impresión), que los espíritas hemos medio olvidado que lo somos… y esto tiene más trascendencia de lo que pudiera parecer. 

Los evangelistas no son librepensadores, los testigos de Jeová tampoco, simplemente no figura en su sistema de creencias. Pero no ocurre igual en el Espiritismo, donde, por más que pertenezcamos a la misma filosofía, cada uno es libre de razonar y de sentir. Ni el Espiritismo es un sistema cerrado, ni los espíritas hablan, sienten y razonan de la misma manera (o no debieran…). Ni todos utilizamos la misma línea de argumentación, ni los mismos giros o los mismos filtros, ni sería edificante que lo hiciésemos. Una cosa es mantener viva la llama de la unión y otra estar adiestrados, automatizados y sin criterio propio. No es así como funciona el Espiritismo, porque este no es una lección aprendida, sino una vivencia transformadora que se hace particular en cada uno.  ¡No tengamos miedo a opinar, aunque sea diferente a la mayoría! (o lo que supongamos que sea la mayoría). 

Si el respeto a Kardec y el amor al mensaje del Espíritu de Verdad late en nuestro pecho, toda opinión será lícita y bienvenida. Debemos superar tanto las trampas del personalismo infantil y ególatra que tiende a separar, como las del adoctrinamiento que anula nuestro espíritu libre.

 No se es menos espírita porque se piense de manera diferente a un colectivo mayoritario (sobretodo si, además de librepensadores somos respetuosos y fraternos). Debemos marchar superando obstáculos y construyendo progreso, y para eso es imprescindible caminar juntos, pero también con distintos filtros que canalicen diferentes propuestas. Ser librepensadores (y además percibirnos así) aporta frescura, dinamismo y credibilidad. De otra manera, difícilmente escaparíamos del sectarismo. Debemos adquirir criterio y valentía. La verdad es más grande e importante que agradar oídos ajenos acomodados. 

Blog de Lumen en Zona Espírita 

Escrito por Lumen

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         DE LA CRISIS AL CAMBIO

  El equilibrio entre las leyes de la conservación y del progreso  

miltón

No hay cambio sin crisis. 

El hombre y las instituciones, aunque  aunque                                      tienden al progreso, tardan en superar las                                       etapas alcanzadas.

Así como existe una ley de progreso,  también                                 existe  una ley de conservación. Ambos juegan                             papeles importantes. Si el primero impulsa al                                  hombre hacia adelante, el segundo consolida                                       sus logros. Si el primero describe la fascinante                             aventura del hombre en la Tierra, el segundo                                refuerza los valores que ha acumulado. Si el                                   primero se arriesga, el segundo recomienda                                             precaución.

Pero es inevitable, en la historia de cada individuo                                    y de cada una de sus instituciones, el momento del                                  choque entre ambas tendencias.

La crisis resultante del shock también es inevitable.                              Sin él, los cambios no pueden tener lugar.

Un movimiento de ideas de las dimensiones del                                        espiritismo no es inmune al choque de pensamientos,                              ni a las crisis, ni a los cambios.

Es cierto que en la base del pensamiento espírita se                               encuentran principios sólidos que guían e identifican su filosofía. Pero los principios, aunque básicos,                              no pueden ceder ante el estancamiento en el proceso de ampliar la comprensión y aplicabilidad de                              esos  postulados.

La inmortalidad del espíritu, la comunicabilidad, la evolución a través de vidas sucesivas son principios                                generales, de carácter permanente, grabados en nuestra conciencia y a los que llegamos a través de                                  la racionalidad. Su comprensión, sin embargo, y su respectiva aplicación a la vida pueden servir tanto                          para la cristalización de ideas y procedimientos como para el constante progreso y actualización.

En la antigüedad, estos mismos principios eran conceptos compartidos privilegiadamente por unos                            pocos  iniciados que los mantenían bajo llave. Su vulgarización es obra de religiones que, sin embargo                              se  apropiaron de ellos arbitrariamente, rodeándolos del misterio de lo sagrado y de lo sobrenatural.

La propuesta espírita es insertar a Dios, la inmortalidad y la idea de vida futura en un mismo concepto                              de naturalidad y vida. Sólo así estos principios podrán dinamizarse y producir el efecto que persigue                                  el espiritismo: el mejoramiento del hombre y del mundo.

A pesar de la claridad de esta propuesta, el movimiento que institucionalizó el espiritismo lo hizo                          fascinado por una visión religiosa de sus principios.

Visto religiosamente, el espiritismo se disocia de la vida, que no es religiosa, sino natural.

Considerada como una ley natural, ilumina la vida en todas sus manifestaciones, haciéndola  dinámica                                como ella misma.

Está claro que esta visión natural de los dogmas que han sido aprisionados por las religiones  durante                                siglos como bienes de su exclusiva propiedad y administración genera una crisis: La crisis del cambio.                        Sobre todo porque también se ha dogmatizado la idea de que el bien y la virtud son valores religiosos,                              cuando, en realidad, son logros resultantes de la comprensión de la vida misma, en su dinamismo  e                                   integralidad.

Al cristalizar la visión religiosa del espiritismo, el movimiento dio lugar a un desequilibrio entre la ley                                de  la conservación y la del progreso .

La reacción de algunos de sus sectores, entre los cuales, y con fuerza, la CEPA, a lo largo del camino                                  del espiritismo, siempre dio lugar a crisis. Por regla general, estas crisis han producido y siguen                            produciendo cambios.

En el movimiento espírita contemporáneo vivimos un típico momento de cambio. CEPA – Asociación                                   Espírita Internacional, como parte de este proceso dialéctico, se siente inmensamente gratificado de                                presenciar y vivir este momento. Indica el logro de una síntesis o, usando la terminología                                  kardeciana, apunta a la reconciliación entre la ley de conservación y la ley del progreso.

Milton R. Medrán Moreira

Asesor de Relaciones Internacionales CEPA

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                            REUNIONES ESPÍRITAS SERIAS                                    


"Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"     ( San Mateo, 18:20).

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Prefacio. Para estar reunidos en nombre de Jesús no basta hallarse juntos físicamente, sino que es preciso estarlo también en lo espiritual, por la comunión de intenciones y pensamientos dirigidos hacia el bien.- Entonces sí se encuentra Jesús en medio de la reunión: Él, o los espíritus puros que lo representan. El Espiritismo nos permite comprender de qué manera pueden los espíritus hallarse entre nosotros. Están ahí con su cuerpo fluídico o espiritual, y con la apariencia que nos permitiría reconocerlos si se hicieran visibles. Cuanto más elevados se hallan en la jerarquía espírita, tanto mayor es su poder de irradiación. Así poseen el don de ubicuidad y pueden encontrarse en varios lugares simultáneamente. Basta, para ello, un rayo de su pensamiento.

Con las palabras citadas en el parágrafo anterior quiso Jesús mostrar el efecto de la unión y la fraternidad. No es la mayor o menor cantidad de personas la que le atrae, puesto que en lugar de dos o tres hubiera podido decir diez o veinte, sino el sentimiento de caridad mutua que a esas personas anima. Ahora bien, para esto es suficiente que haya dos. Pero si esas dos oran cada cual por su lado, aunque ambas se dirijan a Jesús, no habrá entre ellas comunión de pensamientos, sobre todo si no son movidas por un sentimiento de benevolencia recíproca. Y si se miran con malos ojos, con aborrecimiento, envidia o celos, entonces las corrientes fluídicas de sus pensamientos se rechazan en vez de unirse por un común impulso de simpatía, y en tal caso, no están reunidas en nombre de Jesús, el cual no es más que el pretexto de la reunión y no su verdadero motivo.....

Esto no implica, en modo alguno, que Él permanezca sordo a la voz de una sola persona. Si no dice que acudirá a cualquiera que le llame, es porque ante todo exige amor al prójimo, del cual podemos dar mayores pruebas cuando estamos en compañía de otros, que encontrándonos solos, y también a causa de que todo sentimiento de tipo personal lo aleja. De ello se sigue que sí, en medio de una nutrida asamblea, sólo dos o tres personas se unen de corazón mediante el sentimiento de una auténtica caridad, en tanto el resto de los asistentes se aíslan y se concentran en pensamientos egoístas o de carácter mundano, Jesús estará con aquéllas y no con estos otros.

Así pues, no es la simultaneidad de los presentes en las palabras, en los cánticos o en los actos litúrgicos lo que constituye una reunión en nombre de Jesús, sino la comunión de pensamientos acordes con el espíritu de caridad personificado en Él..

Tal debe ser el carácter de las reuniones espíritas serias, de aquellas en que se desea con sinceridad el concurso de los buenos espíritus.


El Evangelio según el Espiritismo.
Allan kardec

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Socorro y solución

 

¡Aflicciones, crisis, pruebas, tentaciones!...

¡Cuántas veces habrás procurado ansiosamente el primero y seguro paso para salir de ellas!

Entretanto, una palanca mental existe, capaz de levantarte de cualquier postración, desde que dispongas a manejarla.

Ante todo, sin embargo, es forzoso que te libres de cualquier pensamiento de derrotismo e inconformidad.

No importa que hayas atravesado penosos desengaños, donde se te concentraban todas las esperanzas…

No importa que te veas al margen de los mejores amigos, de Espíritu relegado a la incomprensión…

No importa que ciclones de sufrimientos te hayan barrido lo íntimo del alma, arrebatándote temporalmente el incentivo de trabajo y la alegría de vivir…

No importa que estés bajo las consecuencias amargas de errores cometidos…

No importa que altos perjuicios te impongan espinoso recomenzar…

No importa que múltiples dificultades se acumulen alrededor de tus pasos, impulsándote el corazón en complicados laberintos…

Importa que te levantes en Espíritu, que aceptes el impositivo del propio reajuste para el equilibrio perfecto, que te olvides del mal, consagrándote al servicio del bien, y que bendigas todas las circunstancias de la Vida… Hecho eso, por más escabroso que sea el problema o más dolorosa la prueba, si accionas la palanca de la Fe viva en el sabio y amoroso poder que dirige el Universo, percibirás, de inesperado, que Dios siempre te ofrece socorro y solución.

Todos somos hijos de Dios y, en esa condición, de un modo o de otro, necesitamos todos nosotros del amparo Divino.

Meditando en eso, no tendremos ninguna dificultad para reconocer el imperativo del apoyo mutuo, en todos nuestros procesos de vivencia, ya que no comprendemos en Dios justicia sin bondad y no bondad sin justicia.

Por esa misma razón, es fácil observar la necesidad del ajustamiento entre socorro y cooperación.

A fin de que el mecanismo del auxilio funcione con seguridad, entre aquel que necesita el amparo y aquel que puede ayudar, es indispensable que venga a surgir y fijarse el auxilio de aquellos otros que puedan ayudar más aún. El enfermo no prescinde del tacto y del entendimiento de quien lo asiste, a fin de que el médico disponga de campo adecuado a la actuación curativa.

Así ocurre en cuanto al socorro espiritual.

                                                                                                         Emmanuel. Espíritu


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