INQUIETUDES ESPÌRITAS
1.-Si crees en Dios
2.- Espiritismos
3.- Aprensión a la muerte
4.- Principios fundamentales del Espiritismo
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SI CREES EN DIOS
Si crees en Dios, por grandes que sean las amenazas de anuncios pesimistas, en relación a probables calamidades futuras, conservarás el corazón tranquilo en la convicción de que la Sabiduría Divina sustenta y sustentará el equilibrio de la Vida, por encima de toda perturbación reinante.
Si crees en Dios, en lugar alguno experimentarás soledad o tristeza, porque te hallarás en constante unión con todo el Universo, reconociendo que los lazos de Amor y Esperanza, te identifican con todos los seres.
Si crees en Dios, nunca te perderás en el laberinto oscuro de la sublevación o de la desesperación frente a los golpes y las injurias que encontrarás en el camino, porque considerarás a los ofensores y delincuentes, en su condición de hermanos desdichados, mucho más necesitados de bondad y protección que de odio y censura.
Si crees en Dios, recorrerás la Tierra sin adversarios, pues por más que se multipliquen en la senda quienes te agredan o menosprecien, aceptarás a enemigos y adversarios como hermanos nuestros ubicados en puntos de vista diferentes.
Si crees en Dios, jamás te faltarán la confianza y el trabajo, porque te levantarás cada día con la absoluta certeza de que dispones de la bendita oportunidad de comunicación con los demás, disfrutando del incesante privilegio de ayudar y bendecir, comprender y servir.
Si crees en Dios caminarás sin aflicción y sin temor en los caminos del mundo, por graves que fuesen los peligros y los riesgos que oscurezcan tu senda, porque aun frente a la muerte percibirás que estás con Dios al mismo tiempo que Dios está siempre contigo, más allá de las pruebas y las sombras, las limitaciones y los cambios.
Por este motivo, permanece siempre fiel al bien, en la enseñanza de que Nuestro Amado Padre Celestial, estará por toda la eternidad a tu lado y vive confiante, ya que es Voluntad Divina que la Luz domine a las tinieblas y amparándote en Su Divina protección, refúgiate en Él.
Alborada Espírita-
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ESPIRITISMOS
Jon Aizpúrua.- Ex-presidente de CEPA (1993/2000) y actual Asesor de Relaciones Internacionales
Los espíritas estamos acostumbrados a hablar de“espiritismo” en singular, cuando nos estamos refiriendo a la doctrina fundada, sistematizada o codificada por Allan Kardec en el siglo XIX. De manera reiterada se suele decir que “el espiritismo es uno solo” y que la causa de las divergencias que suelen aparecer y reaparecer en distintas épocas hay que ubicarla en las particulares condiciones espirituales, intelectuales o morales, de cada uno de sus seguidores, ya se trate de encarnados o desencarnados, médiums o no, atribuyéndose también un peso significativo a la influencia de tendencias negativas derivadas del orgullo, los prejuicios, o las creencias derivadas del dogmatismo o del fanatismo.
Sin embargo, estamos convencidos de que sería mucho más apropiado utilizar este vocablo en plural, “espiritismos”, si deseamos abrir los ojos a lo que es ya una realidad acerca de lo que ha sucedido y está ocurriendo con la propuesta kardecista, en vez de sucumbir a nuestros deseos. Dejaremos a un lado ahora para el propósito de nuestra exposición los sincretismos, en los que se amalgaman creencias católicas y tradiciones africanas e indoamericanas con exuberantes y heterogéneas prácticas mediúmnicas cuyos participantes no vacilan en presentarse como espiritistas, tal cual lo hacen también los integrantes de agrupaciones que se han constituido alrededor de las opiniones o enseñanzas de pretendidos Maestros o entidades espirituales superiores y que de manera explícita rechazan o subestiman la orientación kardecista. Y no nos ocuparemos tampoco del denominado “moderno espiritualismo”, muchas veces impropiamente denominado “espiritismo anglosajón”, uno de cuyos rasgos distintivos es el rechazo a la tesis reencarnacionista.
Ya de por sí, las anteriores menciones abonan mucho a favor de esa pluralidad de espiritismos sobre la cual estamos comentando, pero nuestra reflexión no va principalmente en esa línea, y sí en la de llamar la atención acerca de las numerosas y variopintas modalidades que se aprecian en el movimiento espírita mundial, sea en los grupos, sociedades, fraternidades, federaciones de ámbito nacional e internacional; también en los congresos o en las publicaciones o en las declaraciones y exposiciones de los líderes, escritores, oradores o médiums, por no mencionar las prácticas mediúmnicas en cuyo ámbito prosperan distintos criterios u ocurrencias y las diferencias se tornan abismales. La realidad objetiva es que instituciones y personas que, matices aparte, reconocen la obra de Kardec como su referencia esencial, hacen lecturas bastante dispares y en ocasiones antagónicas del mismo espiritismo y del pensamiento de su fundador.
En nuestra opinión, reconocer y asumir esta pluralidad ya es un asunto de sentido común porque los hechos la señalan con claridad. Y nos parece del mayor interés reflexionar acerca de las causas y las claves de las divergencias que separan a los espíritas. Es evidente que no hay diferencias sustanciales en lo que concierne al reconocimiento y proclamación de los postulados básicos que definen al espiritismo: Dios, espíritu, supervivencia, evolución, reencarnación, causalidad espiritual, mediumnidad, vida universal. Sin embargo, sí las hay, y muy profundas, en lo que se refiere a las concepciones, explicaciones o interpretaciones de esos principios y de sus derivaciones o aplicaciones.
Lo primero que se impone es analizar si las enseñanzas de Kardec, fruto de sus investigaciones y las orientaciones dictadas por los espíritus que le asesoraron, fueron suficientemente claras y explícitas como para haber dejado resueltas todas las cuestiones filosóficas, científicas, éticas, de orden material o espiritual, que se dispusieron a examinar siguiendo un admirable trazado metodológico. En este punto crucial podemos encontrar la raíz de las divergencias que han dado origen a varios espiritismos.
Conviene recordar que de manera insistente Kardec advirtió que el espiritismo debía avanzar con el progreso y rectificar en lo que estuviese errado, y eso es lo que procede cuando se trata de una doctrina filosófica y científica de consecuencias morales, sobre la cual sentenció que “su verdadero carácter es el de una ciencia y no el de una religión”. Acerca de muy diversas materias aclaró que había formulado algunas teorías con carácter hipotético y que por lo tanto debían esperar su confirmación en el porvenir o de lo contrario ser desechadas. Infelizmente, estas definiciones, que nos lucen claras y precisas, son sin embargo ignoradas, o interpretadas capciosamente, sometidas a un proceso de resemantización para que no digan lo que dicen y no signifiquen lo que realmente significan.
Aun así, hay que admitir que sobre determinados puntos el ilustre pensador francés no fue suficientemente explícito, incurrió en ambigüedades y contradicciones, y no consiguió rebasar los moldes de la teología cristiana ni de las nociones científicas imperantes en su tiempo. De aquí que algunos espíritas se sirven de sus opiniones para respaldar las propias, mientras que otros, con esas mismas citas, sostienen conceptos muy diferentes.
Muchos espíritas, la mayoría a decir verdad, en contradicción con el proyecto kardecista, asumen el espiritismo como una religión, o incluso como LA religión. Suponen que en las obras básicas de la codificación está dicho todo y que todo lo que está dicho allí es absolutamente cierto, indiscutible e intocable. Consideran que la misión del espiritismo es el restablecimiento del “cristianismo primitivo u original” y en consecuencia la evangelización representa la síntesis de la tarea por cumplir en el mundo. Y si al lenguaje que emplean vamos, es tan místico, edulcorado, melindroso y conservador, que supera al de cualquiera de las tantas congregaciones evangélicas que compiten por ganar adeptos en todas partes. Cuántas veces leemos o escuchamos, para nuestro asombro, que los representantes del espiritismo cristiano se presentan como “los trabajadores de Jesús” y que su labor consiste en “llevar más ovejas al rebaño del Señor”! De paso, cada día cobra más fuerza en ese movimiento una concepción desnaturalizada de Jesús, de quien dicen que no fue “ni hombre ni Dios”, ratificando así que han adoptado la tesis roustainguista del Jesús fluídico y se han apartado de la enseñanza kardecista respecto a la condición humana, enteramente natural de Jesús.
Quienes nos definimos como espíritas laicos, librepensadores, arreligiosos, humanistas, universalistas, racionalistas, plurales, progresivos y progresistas, pensamos de otra manera, nos expresamos con un lenguaje muy diferente, concebimos distintos caminos y metas para el proyecto kardecista, y por eso, estamos ubicados en otro espiritismo. No pretendemos tener la verdad, la cual por definición es imposible de asir o de aprehender en términos definitivos o absolutos. A lo sumo sería nuestra verdad. Con humildad reconocemos nuestras limitaciones, apenas compensadas por la vocación que nos impulsa hacia el estudio, al uso de la razón, a la duda y a la búsqueda del saber antes que de la creencia, y al ejercicio del irrenunciable derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de expresión, libres de ideas supersticiosas provenientes de la cultura del pecado o de las culpas. No tenemos vocación de ovejas, preferimos sentirnos como águilas que despliegan sus alas majestuosas para volar libres hasta las alturas y divisar nuevos y más amplios horizontes.
Hacer estas precisiones en cuanto a los linderos que nos separan dentro del movimiento espírita, no solo implica reconocer una realidad por todos sabida, sino que ella puede ser asumida con espíritu sereno, con ánimo para el diálogo y disposición para el establecimiento y consolidación de un clima fraterno en las relaciones que han de primar entre los espíritas, respetando lo que cada uno, conforme a su libre albedrío, entienda o acepte. Con frecuencia se suele apuntar que “entre los espíritas es más lo que nos une que lo que nos separa” y eso es cierto si estamos haciendo referencia a los postulados centrales de la doctrina espírita, los que constituyen su núcleo duro, pero, como hemos anotado, no lo es tanto cuando se trata de definir al espiritismo y de abordar en todas sus implicaciones el análisis de cada uno de esos principios y la complejidad de sus consecuencias.
Hay espacios y momentos apropiados para que los diversos espiritismos se comuniquen, dialoguen y compartan conocimientos y experiencias. Un diálogo sin descalificaciones y al margen de la pretensión de querer convertir a nadie. Quién sabe si un diálogo así practicado, pueda redundar en un significativo beneficio para la comprensión y difusión del Espiritismo, éste sí, en singular y con mayúscula.
- Jon Aizpúrua- ( CEPA)
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APRENSIÓN A LA MUERTE
El temor a la muerte es para muchas personas un motivo de incertidumbre.- ¿A qué se debe tal aprensión, ya que tiene ante ellas el porvenir?
- Es un temor equivocado. Pero ¡qué quieres! Tratan de persuadirlas, desde sus primeros años, de que hay un infierno y un paraíso, pero que lo más seguro es que irán al infierno, porque les afirman que aquello que está en la Naturaleza es para el alma un pecado mortal. Así pues, al avanzar en edad, si tienen algo de juicio no pueden ya seguir admitiendo eso y se tornan ateas o materialistas. Así se les lleva a creer que aparte de la vida actual no existe otra cosa. En cuanto a los otros, los que han persistido en sus creencias infantiles, temen ese fuego eterno que ha de quemarlos sin consumirlos.
La muerte no inspira al justo temor alguno. Porque con la fe tiene certeza del futuro. La esperanza le hace aguardar una vida mejor. Y la caridad, cuya ley ha puesto en práctica, le otorga la certidumbre de que en el mundo al que va a ingresar no encontrará ningún Ser cuya mirada deba temer.
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El hombre carnal, más apegado a la vida corpórea que a la espiritual, tiene en la Tierra penas y placeres materiales. Su dicha reside en la satisfacción efímera de todos sus deseos. Su alma, preocupada de continuo y afectada por las vicisitudes de la vida, se halla en una ansiedad y una tortura perpetuas. La muerte le espanta, pues duda de su porvenir y cree que dejará en este mundo todos sus afectos y esperanzas.
El hombre moral, en cambio, que se ha elevado por sobre las necesidades ficticias que las pasiones crean, obtiene ya en la Tierra disfrutes que el hombre material desconoce.. La moderación de sus deseos confiere a su Espíritu calma y serenidad. Feliz con el bien que realiza, no hay para él desilusiones, y las contrariedades resbalan sobre su alma sin dejar en ésta huellas dolorosas.
EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC
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PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL ESPIRITISMO
1. Existencia de Dios.
2. Inmortalidad del alma.
...3. Comunicación con los espíritus. ( Sin Rituales, Talismanes, Hechizos, Limpias, Adivinanzas, velas, imagenes ) etc.
4. Pluralidad de mundos habitados.
5. Reencarnación.
6. Ley de causa y efecto.
7. Fe razonada.
8. Evolución y progreso del espíritu.
9. Moral de Jesús: Amor, caridad, Luz y Paz
( Aportación de Ángeles Calatayud Martinez)
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