domingo, 12 de mayo de 2024

En esto conoceremos

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Memorias de Amalia Domingo Soler

2.- Interior iluminado

3.- Intuición de las penas y goces futuros

4.- En esto conoceremos

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MEMORIAS DE AMALIA DOMINGO SOLER

Yo bien comprendo que el tener hijos y no poderles dar pan, ha de ser el infierno más horroroso que puede sufrir un Espíritu, y por eso cuando a mí se dirigía una de esas madres para hacerme confidente de sus desdichas, procuraba, por todos los medios posibles, favorecerla, y cuando me quedaba sola, daba gracias a Dios por no haberme dado   hijos, lo cual proporcionaba a mi Espíritu gran dicha y tranquilidad.

Yo no tenía a nadie que me pidiera pan, pero en cambio, tenía muchos amigos que procuraban de que yo no careciera de nada.

Más de una vez me habían sucedido escenas como la que acabo de relatar, y de momento, si una mano protectora se cuidara de mí, yo encontraba mi óbolo centuplicado; entonces yo, sin creer en los milagros, exclamaba:              -¡Padre!... ¡Ahora sí que me han dado una prueba de que todo lo ves!...

Otras veces, cuando estaba más triste, venía alguna de mis amigas a contarme sus alegrías, y aquello me dejaba muy satisfecha, dando también gracias a Dios al ver que no todos sufren en la Tierra, que también hay quien goza; que también hay hogares donde brilla el sol de la felicidad.

Si la felicidad existe en la Tierra, ahora lo he visto mejor que antes, y esto depende de la misión que cada uno escoge al descender a la Tierra.

Como quiera que yo hubiera sido la nota discordante de muchos hogares, era más que justo que me sucediera todo lo que aconteció en mi última existencia.

Es inútil pedir a Dios hijos, si no hay espíritus dispuestos a descender entre vosotros, o bien que no seáis acreedores a tanta dicha, por motivos ignorados de momento, porque, cuando estamos en la Tierra, un velo nos oculta todo lo del espacio, siendo la causa de que siempre pidamos que se nos concedan los mayores imposibles.

MEMORIAS
AMALIA DOMINGO SOLER

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                INTERIOR ILUMINADO


                                                                






Sin duda, una de las etapas de mayor desarrollo de la conciencia es cuando el alma alcanza la iluminación. Son pocos, muy pocos, los espíritus encarnados que alcanzan tal grado de esclarecimiento. No obstante, esto no quiere decir que sea imposible. Algunos ejemplos a lo largo de la historia lo ponen de manifiesto. Buda, Krishna, Antulio, Orfeo, Zoroastro, Moises, Sócrates, Pablo de Tarso, Teresa de Ávila, Francisco de Asís, Ramakrishna y otros, son algunos de aquellos que alcanzaron la máxima elevación espiritual a la que se puede aspirar teniendo un cuerpo físico en la Tierra.

Dejamos fuera de esta lista al más elevado de todos ellos, el espíritu angélico y perfecto de Jesús de Nazareth, cuyo parangón de iluminación no es compartido con nadie en la historia de la humanidad. El único personaje capaz de dividir la historia en dos. El mayor psicoterapeuta que vieron los tiempos. El paradigma del amor y la verdad divina de mayor expresión sobre la Tierra que nunca hubo.

Dicho esto, la ley de progreso y evolución permite a todos los hombres sin excepción alcanzar el estado de iluminación para su alma, incluso encarnado en una materia. Esto es lo que aconteció con el príncipe Sidharta (Buda), cuando después de vivir sus primeros años bajo una situación acomodada, renunció a su cómoda existencia para iluminarse a través de la comprensión del sufrimiento y la meditación.

Sin duda, poco podemos comprender ese estado superior del alma en el que nos conectamos con el pensamiento cósmico, el pensamiento divino. Es un estado de conciencia superior que permite al alma dirigirse bajo las premisas del amor y la verdad de las leyes superiores del espíritu a la que está permanentemente conectada. Muchos de los personajes que a lo largo de la historia alcanzaron ese estado superior lo definieron de forma muy clara. Pablo de Tarso hablaba de “No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. Teresa de Ávila lo expresó así: “Guíe su Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos”.

Es necesario matizar que la auto-iluminación no es el final de la etapa, sino el comienzo, el principio del recorrido consciente del alma por alcanzar su unión con Dios. Es el término “religare”, o si se quiere definirlo en otros términos,“la unión con la consciencia y el pensamiento cósmico”. Esto es lo que define la futura integración del alma humana ya purificada con la fuente de la que salió simple e ignorante y a la que retorna llena de luz, sabiduría, amor y plenitud. Pero es conveniente explicar los términos del reencuentro e integración con la “unidad divina”.

En primer lugar, el retorno se produce con plena consciencia y total individualidad, es decir, no hay dilución ni integración que suponga la desaparición de la conciencia individual, sino al contrario: el alma purificada y perfecta se integra plenamente en el pensamiento divino y conciencia cósmica para ampliar y consolidar su propia capacidad individual al convertirse en un colaborador, un constructor de la obra divina que, interpretando a la perfección las decisiones del Creador, las lleva a efecto colaborando en la grandeza del universo físico y espiritual. Trabajando para sus hermanos más atrasados, dirigiendo los procesos físicos y espirituales que dotan de infinitud, orden, perfección y armonía las leyes que construyen y dirigen el desarrollo de la evolución de las almas creadas por Dios y que se encuentran en el camino hacia su propia dicha y plenitud espiritual.

Por ello, la iluminación constituye el punto de inflexión a partir del que el alma nunca puede retroceder, es la línea de salida que nos permite contemplar la obra divina con un mayor esplendor y discernimiento. Hasta que no llega ese momento en la evolución de nuestra alma sólo somos capaces de vislumbrar la realidad de forma distorsionada o parcial, atendiendo únicamente a los aspectos coyunturales que nuestro estado nos impone, a saber:

“Si estamos encarnados, con todas las limitaciones que el cuerpo físico restringe la comprensión de la realidad espiritual al estar sumergidos en la cárcel de la materia que obstaculiza las impresiones y percepciones más sutiles de nuestra alma; y si estamos desencarnados y en los planos espirituales, nos encontramos igualmente limitados por nuestro grado de adelanto evolutivo, restringidos al lugar o nivel en el espacio en el que nos desenvolvemos sin poder ascender a otros planos de mayor luz y elevación que nuestro escaso adelanto moral nos impide”.

De esta forma, la auto-iluminación debe ser la meta que alcanzar para, a partir de ese momento, ascender en la escala de la perfección y la felicidad que nos aguarda y que comienza a desarrollarse mediante la conciencia plena de nuestra realidad inmortal al servicio de “la fuente suprema del amor”, que es Dios, y que vamos conociéndola mejor a medida que vamos conquistando etapa tras etapa los niveles y grados de adelanto que la iluminación nos va permitiendo.

Iluminar nuestro interior es caminar hacia Dios más rápidamente, conscientemente, sintiéndonos parte de su obra, colaborando con ella, estableciendo las más altas metas de las virtudes y valores superiores del espíritu que el Creador colocó de forma latente en nuestra consciencia.

Es por ello que no se puede llegar a Dios sin habernos auto-iluminado previamente. Sólo podemos ser conscientes de la magnitud de la obra divina cuando alcanzamos la iluminación, y por ello el Creador designó al hombre como la única especie que puede conocerle tan pronto abandona los estadios primitivos de “animalidad” y “racionalidad” para entrar en el “estado luminoso que le permite avanzar hacia la perfección”.

Conquistemos nuestra iluminación mediante el desarrollo de las virtudes, el abandono de las tendencias primitivas que nos atan y esclavizan al mundo de la materia, procurando mejorar día a día, superando nuestras malas inclinaciones con el ejercicio de la voluntad, alcanzando la iluminación mediante la introspección y el dominio de nuestro vehículo físico y mental y desarrollando en plenitud el “amor al prójimo como a nosotros mismos”, ya que este es, en palabras del mayor Psicoterapeuta del Alma que nunca ha existido (Jesús de Nazareth), el camino más rápido y más certero para alcanzar la iluminación de nuestra alma y la comprensión plena de nuestro destino inmortal.

 Benet De Canfield -                                                                                          Psicografiado por Antonio Lledó- Amor, Paz y Caridad

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     INTUICIÓN DE LAS PENAS Y GOCES

                         FUTUROS
 

– ¿De dónde procede la creencia que se encuentra en todos 
los pueblos, de las penas y recompensas futuras? 
– Siempre es lo mismo: presentimiento de la realidad dado al hombre por el Espíritu encarnado en él; porque, sabedlo, no en vano os habla una voz interior. Vuestro error está en no escucharla lo suficiente. Si pensaseis en ella más a menudo, os tornaríais mejores. 

961 – En el momento de la muerte, ¿cuál es el sentimiento que predomina en la mayoría de los hombres: la duda, el miedo o la esperanza? 
– La duda en los escépticos endurecidos, el temor en los culpables y la esperanza en el hombre de bien. 

962 – ¿Por qué hay escépticos, siendo así que el alma da al hombre el sentimiento de las cosas espirituales? 
– Hay menos de los que se creen: muchos se hacen los despreocupados por orgullo durante la vida, pero en el momento de la muerte, no son tan fanfarrones. 

La consecuencia de la vida futura es la responsabilidad de nuestros actos. 


La razón y la justicia nos dicen que, en el reparto de la felicidad a la que aspira 
todo hombre, los buenos y los malos no pueden ser confundidos. Dios no puede querer que los unos gocen sin trabajo de los bienes a que sólo con esfuerzo y perseverancia llegan los otros. 
La idea que Dios nos da de su justicia y de su bondad por la sabiduría de sus leyes, no nos permite creer que el justo y el malvado estén en un mismo nivel ante sus ojos, ni dudar que reciban un día, aquél la recompensa y éste el castigo del bien o del mal que haya hecho. Y por esto los sentimientos innatos que tenemos de la justicia nos dan la intuición de las penas y recompensas futuras. 

El Libro de los Espíritus. Allan Kardec.


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     EN ESTO CONOCEREMOS

“En esto conoceremos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.” – (I Juan, 4:6) 

Cuando sepamos conservar la unión con la Paz Divina, a pesar de todas las perturbaciones humanas, perdonando cuantas veces fuesen necesarias al compañero que nos disgusta; olvidando el mal para construir el bien; amparando con sinceridad a los que nos aborrecen; cooperando espiritualmente, a través de la acción y de la oración, a beneficio de los que nos persiguen y calumnian; olvidando nuestros deseos particulares para servir a favor de todos; guardando la fe en el Supremo Poder como luz inapagable en el corazón; perseverando en la bondad constructiva, aunque mil golpes de la maldad nos asedien; negándonos para que la bendición divina resplandezca en torno de nuestros pasos; cargando nuestras dificultades como dádivas celestes; recibiendo adversarios como instructores; bendiciendo las luchas que nos perfeccionan el alma, al frente de la Esfera Mayor; convirtiendo la experiencia terrena en graneros de alegría para la Eternidad; descubriendo ocasiones de servir en todas partes; comprendiendo y auxiliando siempre, sin la preocupación de ser entendidos y ayudados; amando a nuestros semejantes como hemos sido amados por el Señor, sin expectativa de recompensa; entonces, conoceremos el espíritu de la verdad en nosotros, iluminándonos el camino para la redención divina. 

Espíritu Emmanuel 
Médium Francisco Cándido Xavier 
Del libro “Viña de luz”
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