miércoles, 16 de noviembre de 2022

Conciencia clara, avance seguro

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Aspectos mediúmnicos de la terapia de desobsesión

2.-Conocerse a sí mismo

3.-  El espacio y el tiempo

4.-  Conciencia clara, avance seguro


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ASPECTOS MEDIÚMNICOS LA TERAPIA                    DE LA DESOBSESIÓN 

      “Entre los escollos con que tropieza la práctica del espiritismo hay que incluir, en primera línea, a la obsesión, vale decir, el dominio que algunos espíritus suelen ejercer sobre ciertas personas… Y si logran dominar a alguien, se identifican con el espíritu de esa persona, conduciéndola como si se tratara realmente de un niño.” (Libro de los médiums; Capítulo XXIII, 237)

     Cuando hablamos de la desobsesión, pensamos en los casos motivados por enemigos del pasado, en pesadas deudas kármicas; sin embargo, la obsesión es un problema que abarca diferentes grados y matices. Sin duda, todos estamos sometidos a influencias de todo tipo. Vivimos en una verdadera atmósfera psíquica, producto de la suma de todos los pensamientos que interactúan unos sobre otros; tanto de encarnados sobre encarnados como de espíritus desencarnados sobre quienes tenemos una materia física. Por ley de afinidad vamos atrayendo compañías espirituales sin darnos cuenta, en función a como pensamos  y actuamos, incentivando y potenciando esas mismas ideas bien positivas o negativas; generándonos paz y armonía o, en los otros casos, desequilibrio y confusión. Los más preocupantes son aquellos catalogados por Kardec como de fascinación, definiéndolo como “Una ilusión producida por la acción directa del espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su juicio…”.

       A veces, resulta complicado saber si nos encontramos ante un caso de obsesión; no obstante, existen indicios que nos pueden poner en alerta. Es bastante común, cuando se organizan conferencias, charlas, reuniones, e incluso cuando acuden al centro espirita personas para resolver dudas o problemas, el encontrarse algunas de ellas con una desorientación y desequilibrio bastante claros. Son aquellas que exponen sus conflictos o dudas y preguntan pero, en algunos casos, apenas dejan hablar porque interrumpen las respuestas; que creen saber porque han oído o leído algo, pero mezclan fantasía con medias verdades. Todo ello puede ser un síntoma de las “malas compañías espirituales” que poseen sin darse cuenta. Algunos de los síntomas que se pueden percibir al hablar con estas personas pueden ser los siguientes: Ideas erróneas. Fantasía, medias verdades, mezcla de ideas inconexas. Falta de atención. Dispersión mental. Fijaciones mentales. Bucle de ideas repetitivas. Autocompasión. Falta de confianza en uno mismo. Ideas negativas. Rebeldía. La culpa de los otros. Injusticias. Resentimiento. Otros directamente, cuando acuden buscando consejo y orientación, ya son conscientes de que algo no va bien, sienten la presencia y la influencia clara de seres invisibles que les inducen a transitar por caminos tortuosos, con entorpecimientos y dificultades en la vida que el afectado no considera normales. También con manifestaciones mediúmnicas espontáneas que dejan patente el problema sin ningún género de dudas.

      La mejor psicoterapia para estos casos consiste en atender a estas personas fraternalmente, con bondad, con paciencia, pero con firmeza, indicando que la principal premisa para comenzar a resolver su conflicto consiste, una vez ha expuesto su problema, en escuchar atentamente las aclaraciones que se le van a dar y poner los medios necesarios para resolver su conflicto. Hacerle ver que su problema no se soluciona con fórmulas mágicas, ni con pases, ni con trabajos especiales o milagrosos. La llave y la puerta de salida la tiene el paciente. Nosotros podremos orientar, pero el esfuerzo le compete exclusivamente a él, salvo en los casos más graves. Con las palabras del orientador inspiradas por los buenos espíritus, aclarando dudas y conceptos, ofreciéndole nuevas ideas que le den otra visión del problema, se busca modificar la estructura psíquica de la persona perturbada, siendo esto la mejor forma de iniciar su recuperación.

     La clave se encuentra en las palabras de Joanna de Ângelis: “Todo empieza en el pensamiento. Toda vez que un pensamiento fuera perturbador, sustitúyalo por otro que sea positivo”. Si son capaces de salir de esa espiral negativa, sustituyendo los pensamientos perniciosos por otros más saludables y optimistas, el proceso de autocura, de desobsesión, estará en marcha favorablemente. Pero para ello se requiere constancia; esto se traduce, por ejemplo, en acudir regularmente al centro espírita para escuchar y participar de las actividades, aunque sea como oyente. Durante su estancia, el mundo espiritual aprovecha para trabajar la parte psíquica y espiritual del obsesado, así como también a los obsesores. La oración juega un papel fundamental. Como reza el evangelio: “Pedid y se os dará”. De esta forma, se puede establecer un puente que rompa los lazos perniciosos con estas entidades malévolas, entrando en contacto con la fuente divina de amor a través de sus mensajeros; restableciendo poco a poco el equilibrio, adquiriendo fuerzas para rechazar sus embestidas, retomando el control sobre uno mismo amparado por la confianza absoluta en lo Alto.

     Son variadas las tareas que realizan las entidades positivas, o equipo espiritual, sobre el recinto de reunión que es el centro espírita. También en los lugares en que ocasionalmente se pudiera celebrar una actividad doctrinaria y de estudio, esto es, acudiendo previamente al recinto, para higienizar psíquicamente y magnéticamente el lugar donde se va a celebrar. Allí se crea un “cordón de seguridad” que las entidades negativas y obsesoras no pueden traspasar. Al quedarse fuera, tratarán de controlar a distancia, mentalmente, a su víctima; y si no les es posible, entonces aguardan su salida para retomar la influencia nociva.

     En lo que respecta sobre la terapia de desobsesión, se puede decir que existen dos procesos simultáneos muy importantes. Por un lado, el atendimiento fraterno, las palabras que se le puedan trasladar a la persona con problemas; y por otro, la gran labor por parte de las entidades benefactoras que estudian el caso, siendo ellos mismos generalmente los inductores de dicha visita para aportarle la solución adecuada. Toman nota de los perseguidores del paciente para que, cuando sea posible, recogerlos y llevarlos a trabajos específicos de desobsesión, sea en ese mismo centro o en otro que ellos consideren apto para dichas sesiones mediúmnicas.

      Para conseguir el éxito en esta empresa, es imprescindible la implicación de todos los trabajadores espíritas; esto se traduce en un trabajo diario, tanto a nivel personal, de reforma intima, de la adquisición de los conocimientos básicos, como también de un esfuerzo común para convertir el centro espírita en un remanso de paz y de fraternidad mutua. El trabajo especializado de las entidades superiores, si se encuentra dinamitada por pensamientos desequilibrados de los propios componentes del grupo, si existen rencillas, rencores, resentimientos, desconfianza o incluso cualquier modalidad de fanatismo, complica sobremanera el trabajo de las entidades benefactoras.

     Podemos tener grandes proyectos para ayudar en las tareas de auxilio espiritual; sin embargo, la principal premisa, la más ingrata y que menos gusta por el sacrificio que representa, es la renuncia a los egos, a los personalismos; el esfuerzo por conseguir la unión de todos, trabajando para que se puedan dar las condiciones adecuadas para poder ayudar con eficacia a nuestros semejantes
     De esta manera, y sin apenas darse cuenta, los trabajadores espíritas pueden hacer una gran labor sin ningún tipo de protagonismo innecesario, puesto que al comprender la mecánica del trabajo que realiza el mundo espiritual con los problemas de obsesión, se despeja cualquier duda y traslada un mensaje de seguridad. Es decir, actuar con sencillez y deseos de ayudar al prójimo, además de una buena base de conocimientos, es más que suficiente para realizar un trabajo de desobsesión de calidad. La clave consiste en convertirse en instrumentos dóciles y sin afán de protagonismo, conscientes de que la verdadera labor, como ya hemos comentado en otras ocasiones, le pertenece a ellos, que son los que saben de la verdadera dimensión de los problemas actuales y pasados de las personas que acuden a nosotros pidiendo ayuda.

     En resumen, el bien siempre sobrepuja al mal, pero hay que buscar los medios para conseguirlo. Alimentando la razón con el conocimiento espiritual, la unión y el trabajo interior de cada uno, se estará contribuyendo a que la parte espiritual positiva encuentre el marco ideal donde poder atraer a todas aquellas almas perdidas, desorientadas, que necesitan de la luz del amor y del conocimiento clarificador. Esta es la tarea importante que nos atañe y ese es el compromiso que firmamos antes de encarnar.

 José Manuel Meseguer
- Amor, Paz y Caridad


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              CONOCERSE A SÍ MISMO

Sociedad Espiritista de Sens, 9 de marzo de 1863

El que se opone, frecuentemente, a que os corrijáis de un defecto, de un vicio, seguramente, es porque no os percibís mismo que lo tenéis. Al paso que veis los menores defectos de vuestro vecino, de vuestro hermano, no desconfiáis mismo que tenéis los mismos defectos, tal vez cien veces mayores de lo que los de ellos.
Esto no es sino una consecuencia del orgullo que os lleva, como a todos los seres imperfectos, a no encontrar nada de bien sino en vosotros.
Deberíais consideraros un poco como si eso no fuese vosotros.
Figuraos, por ejemplo, que lo que hicisteis a vuestro hermano, fue vuestro hermano quien os hizo; colocaos en su lugar, ¿qué haríais? Responded sin disimulo, porque creo que queréis la verdad.
Haciendo esto, estoy seguro que encontraréis, frecuentemente, los defectos que no os percibisteis antes. Sed francos con vosotros mismos; dad un poco de conocimiento a vuestro carácter, pero no lo malogréis, porque las criaturas que se malogran se tornan, frecuentemente, mucho más, y aquellos que las malograron son los primeros a sentirles el efecto.
Retornad un poco a la alforja donde están colocados vuestros defectos y los de los otros; colocad vuestro adelante y los de los otros para atrás, y mirad bien si eso no os hace bajar la cabeza, cuando tuviereis esa carga al frente.
LA FONTAINE.

Allan Kardec. Revista Espiritista – Periódico de Estudios Psicológicos nº 6 – Año VI

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                        EL ESPACIO Y EL TIEMPO


.. Se han dado muchas definiciones del espacio.- Mas, sin duda, la más difundida es la que
dice que espacio es la extensión que separa a dos cuerpos. De ella se han servido ciertos sofistas para establecer que donde no hay cuerpos, no hay espacio. Sobre esta premisa basaron sus estudios ciertos doctores en Teología para establecer que el espacio es necesariamente finito, alegando que si los cuerpos son limitados en número no pueden conformar una cadena infinita, pues donde éstos terminan allí también termina el espacio. Recordemos otras definiciones del espacio: el lugar donde se mueven los mundos. El vacío donde se agita la materia, etc. Dejemos de lado estas definiciones que nada definen.

El espacio es una palabra que representa una idea primitiva y axiomática, evidente por sí
sola. Las diversas definiciones sólo sirven para oscurecer su sentido. Todos sabemos lo que es el espacio, sólo quiero establecer su infinitud para que nuestros estudios ulteriores no opongan dificultades a las investigaciones. El espacio es infinito, razón por la cual es imposible suponerle un límite. A pesar de nuestra dificultad para concebir lo infinito, nos resulta más fácil concebir la idea de espacio eterno y sin límites que detenernos en un sitio después del cual no habría ya más extensión por recorrer.

Para darnos una idea de la infinitud del espacio, valiéndonos de nuestras facultades
limitadas, supongamos que partimos de la Tierra, punto perdido en el Universo, hacia un sitio
cualquiera del infinito, y todo ello a la prodigiosa velocidad de la luz, que recorre millares de
kilómetros por segundo. Recién abandonado el planeta y habiendo ya recorrido millones de
kilómetros, nos encontramos en un sitio desde donde vemos a la Tierra como una pálida estrella. Un instante después, siempre siguiendo la misma dirección, llegamos a lejanas estrellas apenas visibles desde la Tierra, y desde allí, no sólo la Tierra ya no se ve, sino que aun el esplendor de vuestro Sol ha sido eclipsado por la extensión que nos separa de él. Siempre animados por la misma velocidad del rayo, atravesamos sistemas planetarios a cada paso, islas de luz etérea, vías lácteas, parajes suntuosos en los que Dios sembró mundos con la misma generosidad con que sembró plantas en las praderas de la Tierra.

Hace sólo algunos minutos que marchamos y ya nos separan de la Tierra cientos de millones
de millones de kilómetros, miles de mundos pasan delante de nuestros ojos y, sin embargo,
¡escuchen esto!, no hemos avanzado ni un paso en el Universo.

Si continuamos avanzando durante años, siglos, miles de siglos, millones de períodos cien
veces seculares y siempre a la misma velocidad de rayo, tampoco habremos avanzado más, sin importar la dirección que elijamos, o hacia donde vayamos a partir de ese punto invisible que hemos dejado y que se llama Tierra. ¡Eso es el espacio!

 - ALLAN KARDEC-

.. Este capítulo está extraído textualmente de una serie de comunicaciones dictadas en la
Sociedad Parisiense de Estudio Espíritas en los años 1862 y 1863, bajo el título de “Estudios uranográficos”, firmados por Galileo; el médium fue el señor C. F. [N. de A. Kardec.]


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  CONCIENCIA CLARA, AVANCE SEGURO

 

          La conciencia es el instrumento que Dios ha dispuesto en el interior del hombre para que este pueda distinguir entre el bien y el mal, entre lo acorde a la legislación divina que le permite progresar y lo que le aleja de ella empujándole al estancamiento. Para que nadie tuviera dudas, las leyes de Dios se hallan inscritas en la misma conciencia del ser humano, proporcionando a este la posibilidad de actuar de forma libre en su camino de perfeccionamiento  (cuestiones  621 y 630 del “Libro de los espíritus”).

         Sin embargo, como todas las herramientas puestas a nuestro servicio como el organismo o la inteligencia, es necesario cultivarlas a fin de que operen de la mejor manera posible, todo ello con miras a nuestro sempiterno avance. En otras palabras, no basta con tener un cuerpo para moverse o una mente para pensar sino que hay que cuidar del primero y entrenar a la segunda para aprovechar de este modo todos los recursos que el Creador ha puesto a nuestra disposición, ya que como todos sabemos, una vez separados del envoltorio carnal y llegada la hora de valorar nuestro paso por la dimensión física, se nos van a pedir cuentas conforme a los mecanismos que han sido puestos en nuestras manos. En este artículo, vamos a centrarnos únicamente en el adiestramiento de la conciencia, al tratarse del elemento primordial que nos va a permitir acelerar o enlentecer la marcha perenne de nuestro vehículo a través del sendero evolutivo.

         Aproximémonos a la cuestión. Cuando deseas leer un libro de tu interés, procuras buscar un buen sitio, con luz, silencio y agradable temperatura, de forma que puedas disfrutar del mismo al máximo. Tampoco en casa uno come en cualquier lugar, sino en el espacio en el que se siente más cómodo para saborear bien lo que previamente ha cocinado. Pues lo mismo debe ocurrir con el cultivo de la conciencia. Aunque estamos hablando de una acción que compete al plano psicológico o del pensamiento, lo cierto es que hay que buscar la coyuntura más conveniente a nuestra intención.

         Aunque cada individuo conoce más que nadie el instante idóneo para efectuar su propio examen (pudiendo realizarse a cualquier hora siempre y cuando las circunstancias acompañen), lo cierto es que existen dos momentos al día que podemos catalogar como ideales. Estos son: por un lado, los minutos que transcurren desde que nos hemos introducido en la cama hasta que nos dormimos y por otro, los instantes que pasan desde que nos despertamos hasta que recuperamos completamente la condición de lucidez.

         Sin duda, cualquier observador puede advertir rápidamente cómo existe un punto en común muy importante en ambos tiempos. En efecto, se trata de estados de transición tanto de la vigilia al sueño como del sueño a la vigilia. Mientras que la primera fase se conoce como estado hipnagógico, a la segunda se la denomina hipnopómpica. Lejos de abundar en tecnicismos, lo usual de estas breves etapas por las que atravesamos a diario es que el sujeto se halla en situación de semiinconsciencia, justo el factor que necesitamos para proceder con nuestro análisis. Acercándonos un poco más a la filosofía espírita, caemos en la cuenta de que nos encontramos con las condiciones ideales para tal ejercicio. ¿Por qué?

     Justo antes de dormirnos pero aun conservando un mínimo de claridad, el espíritu puede reflexionar perfectamente sobre lo sucedido durante la jornada. Es el punto apropiado de convergencia entre una conciencia que se debate entre el adiós temporal a la dimensión física y su entrada al plano espiritual. Por la mañana, recién despiertos, sucede ciertamente el fenómeno opuesto. Acabamos de salir del paraje espiritual y poco a poco, aunque no de golpe, volvemos a la franja material.

    Muchas personas no se percatan de la importancia que ambos períodos tienen para abordar dicha reflexión, aquel ejercicio que diariamente debe efectuar la conciencia para delimitar y sobre todo actualizar el estado en el que se halla. Aunque permanezcamos como almas unidas a un cuerpo a lo largo de toda la existencia, curiosamente y siguiendo el plan divino, en todas las ocasiones en las que caemos en el sueño, aflojamos los lazos de la carne. Así, nos desprendemos de los mismos a fin de ofrecerle una “tregua” al espíritu, de modo que cada noche compruebe que su “encarcelamiento” es tan solo temporal, que el organismo se constituye únicamente en un vehículo de expresión aunque necesario para nuestro desarrollo y que estamos en disposición de conectar con el otro plano y con sus habitantes todos los días de nuestra vida.

         En esos ciclos intermedios que ejercen labores de frontera entre las dos caras de la realidad, es cuando podemos cumplir con el trabajo propiamente asignado a la conciencia. Son los instantes nocturnos en los que todavía tenemos frescos los recuerdos de la jornada vivida en la “carne”, pero por otra parte, nuestra alma se asoma ya a la vista de lo inmaterial. Por la mañana, invertimos los términos de la ecuación; comienzan a brotar las primeras señales de vivencia en lo físico como la alarma del reloj que oímos, el tacto de los pies en el suelo o simplemente el agua que humedece nuestro rostro al asearnos, pero todavía el pensamiento conserva el recuerdo agradable de la libertad de movimientos que implica la etapa del sueño.

         Una vez establecidas estas consideraciones teóricas pero necesarias, vayamos a lo práctico. Veamos algunas de las preguntas más importantes que podemos hacernos durante la hipnagogia:

·        ¿Cuáles han sido los hechos más relevantes acaecidos durante el día?

·        ¿Qué parte de responsabilidad he tenido en los mismos?

·        ¿Cuál ha sido mi reacción ante esos eventos?

·        ¿Ha resultado mi acción conforme a los dictados de mi conciencia? 

·        ¿Qué sentimientos he percibido con respecto a lo que ha ocurrido?

·        ¿Podría haber actuado de diferente forma a como he respondido?

·        ¿En qué manera ha afectado mi reacción a las personas involucradas?

·        ¿Qué aspectos cambiaría de los mismos para sentirme mejor?

·        ¿Qué aprendizaje o qué lecciones he extraído de lo ocurrido durante el día?

·        En definitiva ¿he actuado conforme a los preceptos de mi conciencia o me he dejado llevar por otros impulsos ajenos a esa voz interior que me hace distinguir lo apropiado de lo inadecuado, lo correcto de lo erróneo?

Fijémonos bien: son estos minutos hipnagógicos los más oportunos para introducir el debate sobre lo acontecido, a través de la conciencia, en el mundo onírico, el de los sueños, fiel reflejo de nuestro componente espiritual. Expresándolo de otra manera: se trata de la mejor coyuntura para traer a colación temas o ideas (como los sucedidos durante la jornada) que en breves instantes pueden ser analizados en profundidad por el alma, pero ahora separada por unas horas del aturdimiento propio que sobre ella ejerce el armazón orgánico durante la vigilia. Las diferencias entre efectuar este estudio ahora, en la penumbra del espíritu, con hacerlo en  estado plenamente consciente distan tanto como el día de la noche (nunca mejor dicho).

Vayamos ahora al otro momento: el hipnopómpico. Con los ojos todavía medio cerrados y el espíritu pendiente aún de acoplarse completamente a la estructura orgánica, es la ocasión ideal para “programar” la conciencia para toda la tarea del día que tenemos por delante. Consideremos algunas de las cuestiones que podemos realizarnos en tan esenciales momentos:  

          ¿Cuáles son mis planes para esta jornada?

·        ¿Responden dichos planes a la buena fe de mi conciencia?

·        ¿Qué personas se van a ver afectadas por mis actos a lo largo del día?

·        En función de lo que haga ¿ qué efectos se producirán sobre ellos?

·        ¿Servirá mi actuación para atraer el bien, para progresar, o por el contrario me sumirá en el estancamiento?

·        ¿Qué consecuencias a medio y largo plazo se derivarán de lo que yo actúe?

·        Si las condiciones que yo espero no se dan ¿ qué otro tipo de intervención tengo prevista?

·        En definitiva ¿resultan mis propósitos acordes a la ley natural o me estoy dejando arrastrar por tendencias que separan en vez de unir, que persisten en el error en lugar de abogar por el avance moral? 

La trascendencia de lo que “programemos” en esos instantes es seguro que marcará el desarrollo de la jornada. Como muestra de ejemplo, pruebe el lector a introducir en su mente una simple melodía tarareada a esa hora. Os aseguro que tendréis la música en vuestra cabeza buena parte del día. La explicación es muy sencilla: en esos momentos y tras el descanso onírico, el pensamiento está en calma y receptivo. Por eso, cualquier instrucción o mensaje que introduzcamos en esa fase nos seguirá durante horas, como si fuera la huella de nuestra mano marcada sobre el barro fresco.  Ahí reside la importancia de plantar semillas de buenas intenciones al iniciarse el alba, de modo que germinen en generosas actuaciones conforme recorra el sol el horizonte. Sembremos pues designios de optimismo y recojamos frutos de ilusión.

¿Por qué no probar? Ningún efecto negativo puede derivarse del examen de la conciencia, máxime si lo hacemos en las etapas del día que se han propuesto. Es más, dicha labor se conforma como tarea fundamental en la rutina cotidiana del espírita. Sin embargo, ningún resultado se apreciará si no seguimos un orden, si no insistimos en la praxis de esta habilidad.

Recordemos las doctas palabras que dirigió André Luiz a Chico Xavier en sus comienzos: “disciplina, disciplina, disciplina”. La mejor forma de apreciar el impacto de la ley divina de causa y efecto así como la del progreso sobre nosotros mismos, es permanecer en silenciosa soledad, buscando la disposición idónea tal y como se ha mostrado y practicar aquella cualidad de la que Dios dotó con su sabiduría al ser humano: la inteligencia de su espíritu, revelada en su conciencia.

         Por  JOSE MANUEL FERNANDEZ


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CONCIENCIA Y PLENITUD
...Cuida de vivir con intensidad y sin cansancio las
horas de la existencia, dejándolas pasar con verdadero
aprovechamiento, de modo que el recordarlas no te cause
remordimiento ni lamentación.
Algunas veces, breves minutos en el cuerpo son
definitorios para un futuro auspicioso, en virtud de la claridad
de conciencia para identificar los errores practicados y
asimilar las realizaciones portadoras de plenitud
CONCIENCIA Y PLENITUD
...Cuida de vivir con intensidad y sin cansancio las
horas de la existencia, dejándolas pasar con verdadero
aprovechamiento, de modo que el recordarlas no te cause
remordimiento ni lamentación.
Algunas veces, breves minutos en el cuerpo son
definitorios para un futuro auspicioso, en virtud de la claridad
de conciencia para identificar los errores practicados y
asimilar las realizaciones portadoras de plenitud

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