La envidia
Disertación moral dictada por el Espíritu san Luis al Sr. D… Para una de las sesiones de la Sociedad, san Luis nos había prometido una disertación sobre la envidia.
El Sr. D…, que comenzaba a desarrollar la mediumnidad y que aún dudaba un poco, no de la Doctrina de la cual es uno de los más fervorosos adeptos – comprendiéndola en su esencia, es decir, desde el punto de vista moral –, sino de la facultad que se revelaba en él, evocó a san Luis en su nombre particular y le dirigió la siguiente pregunta:
– ¿Quisierais disipar mis dudas, mis inquietudes, sobre mi fuerza medianímica, al escribir por mi intermedio la disertación que habéis prometido a la Sociedad para el martes 1º de junio?
– Resp. Sí; para tranquilizarte, lo consiento.
Ha sido entonces que el siguiente trozo le fue dictado. Haremos notar que el Sr. D… se dirigía a san Luis con un corazón puro y sincero, sin segundas intenciones, condición indispensable para toda buena comunicación. No era una prueba que hacía: él no dudaba sino de sí mismo, y Dios ha permitido que fuese atendido para darle los medios de volverse útil.
El Sr. D… es hoy uno de los médiums más completos, no solamente por una gran facilidad de ejecución, sino por su aptitud en servir de intérprete a todos los Espíritus, incluso a aquellos del orden más elevado que se expresan fácilmente y de buen grado por su intermedio. Éstas son, sobre todo, las cualidades que se deben buscar en un médium, y que el mismo siempre puede adquirir con la paciencia, la voluntad y el ejercicio.
El Sr. D… no ha tenido necesidad de mucha paciencia; tenía en sí la voluntad y el fervor unidos a una aptitud natural. Algunos días han sido suficientes para llevar su facultad al más alto grado. He aquí el dictado que le ha sido dado sobre la envidia:
«Ved a este hombre: su Espíritu está inquieto, su desdicha terrestre ha llegado al colmo; envidia el oro, el lujo, la felicidad aparente o ficticia de sus semejantes; su corazón está devastado, su alma sordamente consumida por esta lucha incesante del orgullo, de la vanidad no satisfecha; lleva consigo, en todos los instantes de su miserable existencia, una serpiente que lo aviva, que sin cesar le sugiere los más fatales pensamientos: «¿Tendré esta voluptuosidad, esta felicidad? Por tanto, esto me es debido al igual que aquéllos; soy un hombre como ellos; ¿por qué sería yo desheredado?» Y se debate en su impotencia, presa del horrible suplicio de la envidia. Feliz aún si estas ideas funestas no lo llevan al borde de un abismo.
Al entrar en este camino, se pregunta si no debe obtener por la violencia lo que cree que se le es debido; si no irá a mostrar a los ojos de todos el horroroso mal que lo devora. Si ese desdichado hubiera sólo observado por debajo de su posición, habría visto el número de los que sufren sin quejarse y que incluso bendicen al Creador; porque la desdicha es un beneficio del cual Dios se sirve para hacer avanzar a la pobre criatura hacia su trono eterno.
Haced vuestra felicidad y vuestro verdadero tesoro en la Tierra de las obras de caridad y de sumisión: las únicas que os permite ser admitidos en el seno de Dios. Estas obras del bien harán vuestra alegría y vuestra dicha eternas; la envidia es una de las más feas y de las más tristes miserias de vuestro globo; la caridad y la constante emisión de la fe harán desaparecer todos esos males, que se irán uno a uno a medida que los hombres de buena voluntad – que vendrán después de vosotros – se multipliquen. Así sea.»
Allan Kardec
Revista Espirita 1858
El Sr. D…, que comenzaba a desarrollar la mediumnidad y que aún dudaba un poco, no de la Doctrina de la cual es uno de los más fervorosos adeptos – comprendiéndola en su esencia, es decir, desde el punto de vista moral –, sino de la facultad que se revelaba en él, evocó a san Luis en su nombre particular y le dirigió la siguiente pregunta:
– ¿Quisierais disipar mis dudas, mis inquietudes, sobre mi fuerza medianímica, al escribir por mi intermedio la disertación que habéis prometido a la Sociedad para el martes 1º de junio?
– Resp. Sí; para tranquilizarte, lo consiento.
Ha sido entonces que el siguiente trozo le fue dictado. Haremos notar que el Sr. D… se dirigía a san Luis con un corazón puro y sincero, sin segundas intenciones, condición indispensable para toda buena comunicación. No era una prueba que hacía: él no dudaba sino de sí mismo, y Dios ha permitido que fuese atendido para darle los medios de volverse útil.
El Sr. D… es hoy uno de los médiums más completos, no solamente por una gran facilidad de ejecución, sino por su aptitud en servir de intérprete a todos los Espíritus, incluso a aquellos del orden más elevado que se expresan fácilmente y de buen grado por su intermedio. Éstas son, sobre todo, las cualidades que se deben buscar en un médium, y que el mismo siempre puede adquirir con la paciencia, la voluntad y el ejercicio.
El Sr. D… no ha tenido necesidad de mucha paciencia; tenía en sí la voluntad y el fervor unidos a una aptitud natural. Algunos días han sido suficientes para llevar su facultad al más alto grado. He aquí el dictado que le ha sido dado sobre la envidia:
«Ved a este hombre: su Espíritu está inquieto, su desdicha terrestre ha llegado al colmo; envidia el oro, el lujo, la felicidad aparente o ficticia de sus semejantes; su corazón está devastado, su alma sordamente consumida por esta lucha incesante del orgullo, de la vanidad no satisfecha; lleva consigo, en todos los instantes de su miserable existencia, una serpiente que lo aviva, que sin cesar le sugiere los más fatales pensamientos: «¿Tendré esta voluptuosidad, esta felicidad? Por tanto, esto me es debido al igual que aquéllos; soy un hombre como ellos; ¿por qué sería yo desheredado?» Y se debate en su impotencia, presa del horrible suplicio de la envidia. Feliz aún si estas ideas funestas no lo llevan al borde de un abismo.
Al entrar en este camino, se pregunta si no debe obtener por la violencia lo que cree que se le es debido; si no irá a mostrar a los ojos de todos el horroroso mal que lo devora. Si ese desdichado hubiera sólo observado por debajo de su posición, habría visto el número de los que sufren sin quejarse y que incluso bendicen al Creador; porque la desdicha es un beneficio del cual Dios se sirve para hacer avanzar a la pobre criatura hacia su trono eterno.
Haced vuestra felicidad y vuestro verdadero tesoro en la Tierra de las obras de caridad y de sumisión: las únicas que os permite ser admitidos en el seno de Dios. Estas obras del bien harán vuestra alegría y vuestra dicha eternas; la envidia es una de las más feas y de las más tristes miserias de vuestro globo; la caridad y la constante emisión de la fe harán desaparecer todos esos males, que se irán uno a uno a medida que los hombres de buena voluntad – que vendrán después de vosotros – se multipliquen. Así sea.»
Allan Kardec
Revista Espirita 1858
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Cada uno tiene su mundo, su propio clima de fuerzas buenas o malas, y su propio circulo de entidades desencarnadas.
Estando la sociedad del Mundo Espiritual constituida por aquellos que vivieron en la Tierra, aquí como allí, no faltan los ociosos, las mentes viciadas, los parásitos, los perseguidores inveterados, los crueles obsesores, los infelices de todas clases, que deambulan solitarios o en grupos, aislados en sí mismos o en colonias perniciosas, buscando presas irresponsables e inconscientes para efectuar el comercio de la vampirización.
En todas las circunstancias de la vida en que las expresiones antagónicas del desorden íntimo provocan tormentos, vínculos psíquicos con los desencarnados, conscientes o turbados por el trance de la muerte, generalmente, promueven largos procesos obsesivos y causan infelices estados de perturbación que son capaces de llevar a la delincuencia a la locura. La esfera de los llamados muertos siempre ha influido poderosamente en la actividad mental de los llamados vivos. Al penetrarse recíprocamente los dos continentes de la vida: el físico y el espiritual, es muy difícil establecer el marco divisorio, capaz de definir con precisión donde uno empieza y otro termina. Por eso, muerte es vida, y vida en el cuerpo no deja de ser muerte…
Los malos espíritus, pululan en la Tierra, por la inferioridad moral de sus habitantes. La acción maléfica de esos Espíritus es parte integrante de los flagelos con que la Humanidad se ve abrazada en este mundo. La obsesión que es uno de los efectos de semejante acción, así como las enfermedades y todas las tribulaciones de la vida, debe ser considerada como probación o expiación, y aceptada como tal.
Allan Kardec con los elocuentes testimonios de la inmortalidad del alma, de la comunicabilidad de los Espíritus, de la reencarnación y de las obsesiones, fue el que presento una terapéutica conveniente para ser aplicada en las influencias malignas de los espíritus ignorantes. A partir de la publicación de “El Libro de los Médiums” en enero de 1861, en Paris, se presenta todo un conjunto de reglas un notable esquema de las facultades mediúmnicos, y un seguro estudio del Espíritu en sus diversas facetas, que culmina con el examen de las manifestaciones espiritas, de la organización de Sociedades y de conferencias de los Espíritus Elevados, que trazaron rutas de seguridad para los que ingresen en la investigación racional de los fenómenos mediúmnicos.
La Codificación Kardeciana, monumento granítico levantado para los siglos venideros no resolvió el “problema del hombre”, puesto que solo al hombre le corresponde hacerlo. Sin embargo, le ofrece bases y direcciones seguras para que tenga una vida feliz, ética y socialmente armoniosa en la familia y en la comunidad donde fue llamado a vivir.
La misión primordial de la Doctrina Espirita es el despertar al hombre para su naturaleza especialmente espiritual, ayudándolo a convivir con su mundo de apariencias y el de los seres del mundo invisible, que ejercen sobre nosotros una acción muy fuerte capaz de influir profundamente en nuestra vitalidad, en nuestro libre albedrio y hasta en nuestro destino, próximo o remoto.
El Espiritismo está destinado a liberar al hombre encarnado de la acción del medio que lo rodea, de modo que pueda determinarse, concientizarse de sí mismo y actuar bajo el comando de su libre albedrio. En una palabra, a mejorarse interiormente.
En el plano físico, el hombre se mueve oprimido por los intereses de sus semejantes, desde el núcleo familiar, que le exige renuncias constantes de sí mismo para que pueda convivir razonablemente con las personas que lo rodean.
Aquí en el plano físico el hombre domina la situación, pudiendo aceptar o no hacer las cosas. El proceso es abierto, las personas pueden ser analizadas, detectadas, incluso sentidas en su acción y puede decirse que nada ocurre, con su desconocimiento cuando se trata de una acción directa sobre su persona.
Sin embargo en el plano invisible o espiritual la cosa es bien diferente, nuestros sentidos no penetran en ese mundo esencial, y todo lo que pasa en él, no pasa por nuestro conocimiento. La acción de los Espíritus sobre los encarnados, en el diario vivir del ser humano, es desconocido por este, porque no puede ver, ni oír, ni sentir a los seres despojados del envoltorio carnal que nos aísla del mundo normal y primitivo.
Los malos espíritus explotan a los encarnados, pues tienen acceso, en todos los sentidos. Es muy importante la organización de una defensa para impedir la acción de esas mentes ocultas y perversas, para no caer bajo su dominio, lo cual es mucho más fácil de lo que se piensa.
Allan Kardec, en la cuestión 459 de El Libro de los Espíritus pregunto: ¿Influyen los Espíritus en los pensamientos y acciones de los encarnados? Y los Espíritus contestaron que su influencia es mayor de lo que pensamos, pues la mayoría de las veces son ellos los que nos dirigen.
El interés que mueve a los Espíritus inferiores a dominar la mente de los encarnados y conducirlos por los caminos que ellos desean llevarlos es a semejanza de la de los hombres, su interés es la satisfacción de sus instintos y de su orgullo.
Los espíritus ignorantes, situados en los planos inferiores de la otra vida, en cavernas, absorben las energías de los encarnados y les vampirizan la vida como si fuesen lampreas insaciables en el océano del oxigeno terrestre. Suspiran por el retorno al cuerpo físico, y persiguen las emociones del campo carnal con el desvarío de los sedientos en el desierto, absorbiendo reservas de fuerza de los seres encarnados que les dan calor, desprevenidos del conocimiento superior. Pues en el fondo, las bases económicas de toda esa gente, residen, aun, en la esfera de los hombres comunes, y por esto, defienden apasionadamente, el sistema de robo psíquico dentro del cual se sustenta, junto a las comunidades en la Tierra.
Es conveniente tomar conciencia de ese flagelo que atormenta a la humanidad, para encontrar métodos adecuados con el fin de despertarlas sobre el peligro que corren cuando tienen la mente desprevenida y el corazón cerrado dentro de sí mismos, cuando se dejan atrapar en esas trampas de las sombras.
Sin asustar a las personas, es necesario mostrar con las tintas de la realidad, cuantas y cuantas vampirizaciones y agresiones brutales son usadas en esas acciones nefastas de las sombras.
Pero, si el conocimiento de la materia está con nosotros, si el Espiritismo desde el inicio, se confiesa consciente de ese intercambio indeseable, si tenemos más de 150 años de estudios e investigaciones ¿Qué nos falta para enseñar a las personas, como analizar su pensamiento para identificarlo, y como defenderse de cualquier intromisión indebida de los seres desencarnados?
Sabemos que todos los viciados, toxicómanos, alcohólatras, etc., etc., son víctimas de ese asedio, sin excepción. Si tuviesen conocimiento anterior de ese intercambio, tal vez resistiesen y usasen la razón para rechazar una profundidad mayor de la dependencia, la subyugación impuesta por los Espíritus viciosos que comparten sus emociones y sensaciones groseras.
¡Cuántos hogares se desintegran bajo la intriga mental de Espíritus malhechores entre los familiares incautos!
Cuantas persona enferman e incluso desencarnan, bajo la acción magnética de mentes perversas, que ejecutan venganzas, o actúan para su propia satisfacción!
Ha llegado la hora de una cruzada esclarecedora en cuanto al intercambio entre los mundos visible e invisible, y son los espiritas los que pueden hacerla.
La Doctrina Espirita posee antídotos, terapias especiales para tan calamitoso mal de la obsesión. Repitiendo las enseñanzas de Jesús, distiende lecciones y rumbos para aquellos que se acercan a sus fuentes vitales.
El mundo de los encarnados y desencarnados se interpenetran, ya que entre ambos no hay barreras que los separen ni fronteras reales definidas.
Las orientaciones y socorros en su gran mayoría proceden del Mundo espiritual, obtenidos en sesiones realizadas con la participación de diversos miembros de la Unión Espírita Bahiana, presidida por José Petitinga, el amigo incondicional de Cristo. Es gracias a él que en el plano físico, se consiguió en cierto modo, acompañar las disposiciones socorristas dedicadas a miembros envueltos en tramas de la obsesión, y es estudiando esta laboriosa tarea, que intentaremos extraer los conocimientos, para desarrollar el tema de esta conferencia, que no es otra, que desarrollar la protección que podemos utilizar para preservarnos de las influencias negativas.
Todos los apuntes necesarios, se obtuvieron, con la valiosa cooperación de Petitinga y de las Entidades Superiores que ayudaron en aquel intento, que fue un coronado éxito merced a la Divina Misericordia.
Los nobles luchadores de la mediúmnidad, los infatigables servidores de las tareas de desobsesión, se dedican a los trabajos de socorro a los hermanos atribulados de ambos lados de la vida, cooperando con Cristo en la implantación de un Mundo Mejor al que todos aspiramos.
Incesantemente los Espíritus ejercen su acción sobre el mundo moral y físico, actúan sobre la materia y sobre el pensamiento y constituyen una de las potencias de la naturaleza, con ello una multitud de fenómenos se efectúan que son explicados racionalmente por el Espiritismo. Constantemente los hombres nos relacionan con los espíritus, los buenos nos impulsan hacia el bien, nos sustentan en las pruebas de la vida y nos ayudan a soportarlas con coraje y resignación. Los malos nos incentivan al mal: les produce gozo vernos sucumbir y asemejarnos a ellos.
Allan Kardec invitado a participar en la lid de la cultura y de la información, empuñando el bisturí de la investigación, esclareció, con una Filosofía Científica – El Espiritismo -, extraída de hechos debidamente comprobados, los misterios del oscurantismo, ofreciendo una terapéutica segura para las alineaciones torturantes, repitiendo las experiencias de Jesucristo junto a los endemoniados y enfermos de todo orden.
Clasificó como obsesión, a la gran mayoría de los disturbios psíquicos y elaboró procesos de recuperación del obsesado, estudiando a la luz de las reencarnaciones las causas anteriores de las aflicciones, valiéndose de un lenguaje condicente con la razón y experimentalmente demostrable.
La Codificación Kardeciano, monumento granítico levantado por los siglos venideros no resolvió el “problema del hombre”, puesto que solo al hombre le corresponde hacerlo. Sin embargo si ofrece las bases y direcciones seguras para que tenga una vida feliz, ética y socialmente armoniosa en la familia, en la comunidad donde fue llamado a vivir.
Con el advenimiento de la moderna Parapsicología, nuevos sucedáneos han sido creados para el espíritu inmortal y mientras los investigadores se demoran ante el problema de la designación nominativa que inspira debates y controversias, la Doctrina Espirita, aleccionando el amor y la fraternidad, el estudio y el conocimiento de la vida bajo la inspiración de los Inmortales, dilata los brazos y libera de los tejidos vigorosos de la obsesión, a aquellos que por imprevisión o probación, se dejaron arrastrar a los oscuros precipicios de la anarquía mental, perturbados o subyugados por fuerzas vengativas de la Erraticidad, prescribiendo las mismas directrices morales insertas en el Evangelio de Jesucristo, vivido en espíritu y Verdad.
EL Codificador afirmó que “el conocimiento del Espiritismo”, lejos de facilitar el predominio de los malos Espíritus, tendrá como resultado, a más corto u largo tiempo, cuando sea conocido por toda la Humanidad, el destruimiento de ese predominio, el de la obsesión, dando los medios de ponerse en guardia de las sugestiones de ellos. El se valió en innumerables veces, pese a ser un conocedor del Magnetismo, de diversos métodos de la Doctrina espirita para liberarlos con seguridad, a través de la moralización del Espíritu perturbador y del sensitivo perturbado.
La Obsesión según Allan Kardec, es el dominio que algunos Espíritus logran adquirir sobre ciertas personas. Es practicado siempre por espíritus inferiores que tratan de dominar, pues los buenos espíritus no infligen ningún constreñimiento, estos aconsejan, combaten las influencias de los malos espíritus y si no son escuchados, se retiran.
Los Espíritus son las almas de los hombres, y desde todos los tiempos ellos ejercieron influencia saludable o perniciosa sobre la Humanidad. La facultad mediúmnica no es más que el medio para manifestarse. A falta de esa facultad, lo hacen por otras mil maneras más o menos ocultas”.
“Los medios de combatir la obsesión, aclara Allan Kardec, varían de acuerdo con el carácter que ella reviste”. Y elucida: “Las imperfecciones morales del obsesado constituyen frecuentemente, un obstáculo para su liberación”.
Aun hoy en día, la obsesión continúa siendo un escollo terrible para la paz y serenidad de la criatura humana. Los orígenes de la obsesión están en los pliegues del espíritu encarnado, hay obsesiones en escala infinita, y los obsesados consecuentemente, son de variedad infinita. La etiopatogenia de tales disturbios mentales, es más amplia que la clásicamente presentada, mereciéndose destacarse la denominación de causa carmica.
Viajero de la Eternidad, el espíritu conduce los gérmenes cármicos que posibilitan la convivencia con los desafectos del pasado, ofreciendo una nefasta comunión.
El odio no es solo el factor causante de la obsesión, ni tampoco es solo en la Tierra donde se localiza la obsesión, más allá de la sepultura, en las regiones dolorosas y aflictivas de imperioso reajustes , de impostergables despertar de conciencias, se enfrentan muchos verdugos y víctimas, donde comienzan las prosecuciones y subyugaciones psíquicas.
La obsesión bajo cualquier modalidad que se presente, es una enfermedad de largo curso que exige una terapia especializada de segura aplicación y de resultados que no es posible lograr apresuradamente.
Po tanto, los tratamientos de la obsesión son complejos, imponiendo una elevada dosis de renunciación y abnegación por parte de aquellos que se ofrecen o se dedican a tal menester.
Existe una fuerza capaz de producir resultados junto a los perseguidos encarnados o desencarnados, conscientes o inconscientes: la que deriva de la conducta moral al principio el obsesor no se da cuenta de ella; sin embargo al correr del tiempo, los testimonios de elevación moral que ofrece, confirmando la nobleza de la fe que procesa el servidor de Cristo, termina por convencer al verdugo de la elevación de principios de que se revisten los actos de su adoctrinador, acabando muchas veces, por dejar libre a aquel que lo afligía. Además de la ejemplificación cristiana, la oración consigue colmar las ulceras morales de los asistidos, conduciendo bendiciones de armonía que apaciguan al desequilibrado, calmando en él la sed y la necesidad de paz.
No siempre se obtienen los resultados deseados, el tiempo, para la mayoría de los Espíritus, tiene poca significación. Persisten obstinados y con tenacidad implacable en los propósitos a los que se entregaron durante años, siguiendo es sus propósitos hasta después de la muerte, esto es, porque en los tratamientos de obsesión, el resultado depende del paciente. Este debe esforzarse de inmediato, desde el principio del tratamiento de desobsesión, a modificar radicalmente su comportamiento, procurando ejercitar la práctica de las virtudes cristianas, y principalmente, moralizándose. La moralización del enfermo es esencial, considerando que al moralizarse, demuestra a su enemigo la eficiencia de las mejoras que ofrecen tal cambio de actitud para conseguir la felicidad.
Esta asistencia a veces es prolongada, pero siempre los Espíritus Superiores interesados en el progreso de la Humanidad, ofrecen también, valiosos recursos que constituyen elementos saludables y preciosos.
Sin tal amparo, toda incursión que se intente en el ministerio de la desobsesión, será improductiva y también peligrosa, por los resultados negativos que presenta.
Un espíritu luchador, debidamente preparado para efectuar la experiencia socorrista a los obsesados, es una dinamo potente que genera energía electromagnética, que al ser aplicada mediante los pases produce distonía y desequilibrios en el huésped indeseable, apartándolo y facultando en el enfermo la liberación mental necesaria para lograr una asepsia de carácter moral, reeducando la voluntad y meditando en oración un verdadero programa evangélico bien disciplinado, que en forma lenta pero segura, edifique una ciudadela moral de defensa en torno así.
Jesús frente a determinados perseguidores desencarnados afirmo: “contra esta clase de espíritus, solo la oración y el ayuno”, y después de atender las aflicciones de cada atormentado que Lo buscaba, prescribía, invariable e incisivo: “No vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor”
Generalmente desatendiendo los valores morales y espirituales, el obsesado pierde valiosas defensas en el alma un baluarte de difícil transposición. El Espiritismo, dedicándose al estudio de “naturaleza de los Espíritus” posee los anticuerpos y sucedáneos eficaces para operar la liberación del enfermo, aunque sabemos que depende esta liberación del propio enfermo, como en todos los procesos patológicos atendidos por las diversas terapéuticas médicas.
Siendo el obsesado un transgresor, un deudor, es imprescindible que se predisponga a la labor edificante para concretar su rescate frente a la Conciencia Universal, actuando de manera positiva, para atender a las sagradas imposiciones de la armonía establecida por el Excelso Legislador.
A pesar de los deseos de resarcirse moralmente el paciente, es imperioso que la renovación intima con sincera devoción hacia el bien, le confieran los títulos de amor y del trabajo, de forma a poder testimoniar su real modificación en relación a su conducta pasada, ofreciendo al acompañante desencarnado, su propia iluminación.
En este sentido, la intervención del auxilio fraterno efectuada por otros corazones dedicados a la práctica de la caridad, es muy valiosa, puesto que ofrece al desencarnado la oportunidad de adquirir conocimientos a través de la psicofonía atormentada, de la cual puede extraer fuerzas para aprender, meditar, perdonar, olvidar…
Sin embargo, no es fácil, tal emprendimiento, dentro de los moldes necesarios. Son pocos los núcleos que se encuentran en condiciones, para atender la desobsesión, si tenemos en cuenta la tarea a desarrollar dentro de sus cuadros complejos….
En la desobsesión, la cirugía espiritual es necesaria, cuando no imprescindible, para alcanzar los resultados requeridos. Además de estos trabajos, existen otros que exigen abnegación y sacrificio por parte de los cooperadores encarnados, con entrega natural de amplia escala del valioso esfuerzo moral, para poder manipular las mínimas condiciones psicoterápicas en el recinto de socorro, a favor de los desvariados que hay que atender…
En este particular, la oración igualmente, y tal como la preconiza Allan Kardec “es el más poderoso medio de que se dispone para remover de sus propósitos maléficos al obsesor”. No siempre la oración es requerimiento, petición. Es también, lenitivo, renovación. No siempre tiene el objetivo de atenuar el dolor, y si comprenderlo, consecuentemente, lenificando el alma, además es vehiculo, interfono para la comunión con Dios…
Por eso, cualquier operación socorrista a la que seamos llamados, observemos la disposición moral de nuestro propio espíritu y oremos, elevando el pensamiento en busca de Jesús, para pedirle que nos facilite el concurso de los Buenos Espíritus, por medio de los cuales y solamente así, podremos ofrecer algo a favor de unos y otros: Obsesores y obsesados.
Examinando y sondeando el mundo interior constantemente, el enfermo, no se sorprenderá de un momento para otro con la mente en desaliño, atendiendo a las solicitudes de los desencarnados que le siguen desde el ayer, perturbados e infelices, procurando enloquecidos “hacer justicia con sus propias manos” transformados en verdugos de su serenidad.
Trabajando en el bien con esfuerzo y perseverancia, para que el ejemplo propio y la lucha cancele la deuda – enfermedad que te martiriza_ se liberara de la dura prueba, antes de que deba continuar afligido, por la senda dolorosa… y purificadora.
En cualquier circunstancia, corresponde al noble ejercicio de la mediúmnidad bajo la advocación de Jesús, y a la sublime labor desarrollada en las sesiones serias de desobsesión, el indeclinable menester de auxiliar a los que padecen obsesión, en el sentido de modificar las expresiones de dolor y angustia que están en vigencia en la Tierra atormentada de nuestros días.
El intercambio entre los Espíritus y los seres de la Tierra en actitud persecutoria es paralelo al vigente entre los hombres y los que perdieron la indumentaria física.
También existe el mal ocasionado de encarnado a encarnado.
El pensamiento es siempre dinamo vigorosa que emite ondas y que registra vibraciones, en permuta ininterrumpida que se lleva a cabo en las diversas bandas que circundan la Tierra.
Hay mente viciadas y atormentadas, esclavas de la mono idea obsesiva que muchas veces, sincronizan con otras mentes desprevenidas y ociosas, generando una presión devastadora.
Es necesario observar los diversos problemas que nos afligen, a fin de seleccionar los que proceden de parte del alma encarnada y los que se vinculan a los cuadros aflictivos del mundo espiritual.
Tanto el odio como el amor desvariado, constituyen los elementos generadores de esas enfermedades especiales, de esas obsesiones. El odio, por la fijación prolongada de la idea de venganza, crea un acondicionamiento psíquico que emite ondas en línea recta hacia el ser generador de ese sentimiento, si no se encuentra debidamente amparado en los principios superiores de la vida capaces de destruir las ondas invasoras, termina por dejarse encadenar. Y el amor desequilibrado que se convierte en pasión cruel, debido al tormento impuesto, por la posesión fija del objeto deseado, conduce al espíritu atormentado a visitar el alma del atormentador durante los periodos del sueño reparador.
En cualquier hipótesis, las directivas clarificadoras de Jesús, son rutas y vehículos de luz libertadora para ofrecer a unos y a otros, obsesos y obsesores, los medios de superación.
La exhortación de Allan Kardec en torno al trabajo es de una eficiencia nada común, porque el trabajo edificante es un mecanismo de la oración trascendental y la mente que trabaja, se sitúa a la defensiva. La solidaridad es como una usina que produce fuerza positiva de amor y como el amor es causa motriz del Universo, aquel que se vincula al proceso de la solidaridad, sintoniza con los instructores del orden que dirigen el Orbe. Y la tolerancia, que es la manifestación de ese amor en forma de piedad edificante, se transforma en coraza de luz, vigorosa y maleable, capaz de destruir los dardos del odio pertinaz a los proyectiles del deseo desordenado, por cuanto, en la tolerancia fraterna, se anulan las vibraciones negativas de esta o aquella procedencia.
Es así que la trilogía recomendada por el Insigne Codificador, refleja la acción, la oración y la vigilancia preconizada por Jesús. Procesos edificantes de salud espiritual y puente que eleva al viajero sufriente de la Tierra a las planicies redentoras de las Esferas Espirituales, libres de toda constricción y angustia.
Para que alcanzar la plenitud de la armonía intima, es menester la oración con el cariño y la devoción con que la madre atiende el sagrado deber de amamantar al hijo.
La oración es una lámpara encendida en el corazón, clarificando la intimidad del alma.
El Espíritu encarcelado en la indumentaria carnal tiene necesidad de la comunión con Dios, por medio de la oración, tanto como el cuerpo necesita del aire puro Para proseguir la jornada.
Atribulado por las imperiosas necesidades diarias, el hombre desatento se deja llevar por la inestabilidad emocional, debilitando las resistencias fisiopsiquicas a las arremetidas de la perturbación espiritual.
En la Tierra, vivimos cercados por aquellos que nos procedieron en la gran jornada de la desencarnación.
En razón de eso, somos lo que pensamos, permutando vibraciones que se armonizan con otras vibraciones afines. Debido a las imposiciones del renacimiento, el hombre es llevado a la depresión, a la exaltación, vinculándose a los pensamientos vulgares compatibles con las circunstancias del medio, situación y progreso.
Por tanto se hace necesario, e imprescindible el ejercicio habitual de la oración mental para fortalecer las fulguraciones psíquicas que llegan al cerebro, haciendo de nuestra vida normal un vehículo para la propagación de pensamientos superiores.
Mientras el hombre descuida la preservación del patrimonio divino dentro de si mismo, los verdugos de la paz rodean su residencia carnal, amenazando su felicidad.
Estando endeudados con ellos, es necesario ayudarlos con los recursos valiosos de la virtud, marchando por sendas honestas, aun cuando las zarzas y espinas del camino hagan sangrar los pies.
Es necesario el ejercicio de la oración, meditando sobre las impostergables necesidades de liberación y progreso.
El cultivo de la bondad, extendiendo los brazos con indulgencia a fin de guiar a los que prosiguen desatentos e infelices, esparciendo animadversión y diseminando la locura.
Renovación de disposiciones intimas, y cuando se tenga la oportunidad de hablar con esos seres que nos perturban de mente desequilibrada, ungirse de amor y comprensión, ayudándoles cuanto sea posible, con humildad y renunciamiento.
El Maestro antes de ser visitado por los verdugos espirituales de las Zonas Tenebrosas, se recogía en la oración, recibiéndolos con caridad fraternal.
Trabajando infatigablemente por el bien de todos, con el corazón dispuesto a auxiliar y con la mente puesta en Jesús, comulgando con las Esferas Elevadas absorberás las fuerzas necesarias para vencer todas las agresiones de que puedas ser víctima, y sentirás que orando y ayudando, la paz continua contigo.
Utilice siempre la Doctrina Espirita como medida profiláctica, aplique la paciencia y la comprensión, la caridad de la buena palabra y del pase, el gesto de simpatía y de cordialidad; sin embargo, y con el pretexto de la bondad, no concuerde con el error al que él se aferra, con la pereza mental, en que se mantiene, ni con la rebeldía constante en la que pueda encerrarse.
Las relaciones con los espíritus inferiores exigen cierta seguridad de ideas, tacto y firmeza. Todos los hombres no son aptos para obtener de estas relaciones los buenos efectos que se desean esperar. Hay que poseer una verdadera superioridad moral para dominar a estos espíritus, reprimir sus desvíos y dirigirles por el buen camino del bien. Esta superioridad solo se obtiene con una vida exenta de pasiones materiales.
Se necesita un conocimiento práctico del mundo invisible, con el fin de poderse guiar con seguridad en medio de las contradicciones y de los errores de estos espíritus ligeros.
Solo aquellos que saben perseverar sin postergar el trabajo de edificación interior, se hacen acreedores de la asistencia de los Espíritus interesados en la siembra de la esperanza y de la felicidad en la Tierra – programa sublime presidido por Jesús, desde las Altas Esferas.
Solo hay un remedio infalible para prescribir a los atacados por crueles obsesiones y males punzantes, es la fe, la invocación al Cielo. Si, en el auge de los más crueles sufrimientos, se entonan himnos al Señor, el ángel de la guarda, indicará con su mano la señal de salvación
Vigilando y saneando constantemente el propio mundo individual creamos autodefensa, y frecuentando reuniones de carácter elevado nos beneficiamos de las influencias que allí predominan, ya que son más poderosas que las individuales. Purificándonos moralmente e instruyéndonos iremos obteniendo cada vez resultados más favorables y perfectos, puesto que iremos vibrando en planos cada vez más altos del Mundo Espiritual y obteniendo la afinidad con Espíritus más elevados en la jerarquía.
El culto del Evangelio en el hogar es también una medida preventiva, ya que con ello atraemos la presencia del Maestro que con su luz nos ilumina, y gracias a su socorro, las entidades perversas que pululan a nuestro alrededor, se espantan, se alejan, y al mismo tiempo esas energías y efluvios emanados por las entidades socorristas en visita a nuestro hogar para traer la asistencia proveniente de Cristo, también influencia en ellos, haciéndoles desistir de sus acciones macabras, cuando la luz entra por una rendija de una puerta, a una sala totalmente oscura, siempre el recinto se esclarece algo, modifica su color. Y todos aquellos que están a nuestro alrededor, encarnados o desencarnados se benefician o perjudican con lo que sucede.
En conclusión: hemos de aprender a respetar el derecho ajeno, y ante el sufrimiento, no olvidar nunca al Maestro en la Cruz, olvidando todo mal y ejerciendo el ministerio del perdón. Y sobre todo cuando dijo: “Id y reconciliaos con vuestro hermano, antes de depositar vuestra ofrenda en el altar”. Jesús enseña que el sacrificio más agradable al Señor es el que el hombre haga de su propio resentimiento; que antes de presentarse para ser por El perdonado, el hombre precisa haber perdonado y reparado el agravio que haya hecho a alguno de sus hermanos”.
“no hay corazón tan perverso, que aun a su pesar, no se muestre sensible al buen proceder. Mediante al buen proceder, se elimina al menos, todo pretexto de represalias, pudiendo hacer de un enemigo un amigo, antes y después de su muerte. Con un mal proceder, el hombre irrita a su enemigo, que se constituye entonces en un instrumento del que la Justicia de Dios se sirve para punir a aquel que no perdono”
Amemos al enemigo, hasta el punto de cambiar para mejor servirle de ejemplo y así poder incitarle a seguir nuestro ejemplo. Y hacerles reflexionar, sobre el mal que hacen, para que tomen conciencia, de su error, cambiando para mejor.
Encendamos nuestras lámparas y procuremos que se ilumine todo a nuestro alrededor con las claridades de la misma llama. Proclamando la verdad espiritual con valentía y humildad, porque aquel que huya de la luz, y de las palabras bien dichas, aquellos que ensordecen, que sus corazones quedan fríos ante nuestros sentimientos de amor, la oportunidad pasará, y las tinieblas será presa de él.
Realizado por Merchita
Trabajo extraído del libro “Entretelones de la obsesión” de Divaldo Pereira Franco
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DE LA APRENSIÓN A LA
MUERTEALLAN KARDEC
Revista Espírita, febrero 1865
El hombre, sea cual fuere el grado de la escala al que pertenezca, desde el estado salvaje, tiene el sentimiento innato del futuro. Le dice la intuición que la muerte no es la última palabra de la existencia y que aquellos que lamentamos no están perdidos sin retorno. La creencia en el futuro es intuitiva y infinitamente, más general que la de la nada. ¿Cómo es pues, que, entre los que creen en la inmortalidad del alma, aun se encuentra tanto apego a la cosas de la Tierra, y tan grande aprensión a la muerte?
La aprensión a la muerte es el efecto de la sabiduría de la providencia, y una consecuencia del instinto de conservación común a todos los seres vivos. Ella es necesaria en tanto el hombre no esté bastante esclarecido en cuanto a las condiciones de la vida futura, como contra peso a la tendencia que, sin ese freno, lo llevaría a dejar prematuramente la ida terrestre, a menospreciar el trabajo de aquí, que debe servirle para su adelantamiento.
En por seso que, en los pueblos primitivos, el futuro no pasa una vaga intuición, más tardes simple esperanza; en fin, más tarde una certeza, pero aún contrabalanceada por un secreto apego a la vida corporal.
A medida que el hombre comprende mejor la vida futura, disminuye la aprensión a la muerte; pero al mismo tiempo, comprendiendo mejor si misión en la Tierra, espera si fin con más calma, resignación y sin miedo. La certeza de la vida futura da otro curso a sus ideas, otro objetivo a sus trabajos; antes de tener certeza, solo trabaja para el presente; con esta certeza trabaja con vistas al futura, sin descuidar el presente, porque sabe que su futuro depende de la dirección, más o menos buena que de al presente. La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de continuar las relaciones que tuvo en la Tierra, de no perder el fruto de ningún trabajo, de crecer incesantemente en inteligencia y perfección, le da paciencia para esperar y coraje para soportar la momentánea fatiga de la vida terrena. La solidaridad que ve establecerse entre los muertos y los vivos, le hace comprender la que debe existir entre los vivos; desde entonces la fraternidad tiene su razón de ser y la caridad un objetivo en el presente y en el futuro.
Para liberarse de las aprensiones a la muerte, debe poder encararla bajo su verdadero punto de vista, esto es penetrar por el pensamiento en el mundo invisible y tener hecha una idea de él tan exacta cuando es posible, lo que denota en el Espíritu encarnado un cierto desarrollo y una cierta aptitud para desprenderse de la materia. En los que no son suficientemente avanzados, la vida material aún predomina sobre la vida espiritual, ligándose a lo exterior, el hombre sólo ve vida en el cuerpo, al paso que la vida real está en el alma; estando el
cuerpo privado de vida, a sus ojos todo está perdido y se desespera. Si, en vez de concentrar el pensamiento en la vestimenta externa, la volviese para la fuente misma de la vida, sobre el alma, que es el ser real, sobreviviente a todo, lamentaría menos el cuerpo, fuente de tantas miserias y de tantos dolores. Pero para eso es preciso una fuerza que el Espíritu solo adquiere con la madurez.La aprensión a la muerte es el efecto de la sabiduría de la providencia, y una consecuencia del instinto de conservación común a todos los seres vivos. Ella es necesaria en tanto el hombre no esté bastante esclarecido en cuanto a las condiciones de la vida futura, como contra peso a la tendencia que, sin ese freno, lo llevaría a dejar prematuramente la ida terrestre, a menospreciar el trabajo de aquí, que debe servirle para su adelantamiento.
En por seso que, en los pueblos primitivos, el futuro no pasa una vaga intuición, más tardes simple esperanza; en fin, más tarde una certeza, pero aún contrabalanceada por un secreto apego a la vida corporal.
A medida que el hombre comprende mejor la vida futura, disminuye la aprensión a la muerte; pero al mismo tiempo, comprendiendo mejor si misión en la Tierra, espera si fin con más calma, resignación y sin miedo. La certeza de la vida futura da otro curso a sus ideas, otro objetivo a sus trabajos; antes de tener certeza, solo trabaja para el presente; con esta certeza trabaja con vistas al futura, sin descuidar el presente, porque sabe que su futuro depende de la dirección, más o menos buena que de al presente. La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de continuar las relaciones que tuvo en la Tierra, de no perder el fruto de ningún trabajo, de crecer incesantemente en inteligencia y perfección, le da paciencia para esperar y coraje para soportar la momentánea fatiga de la vida terrena. La solidaridad que ve establecerse entre los muertos y los vivos, le hace comprender la que debe existir entre los vivos; desde entonces la fraternidad tiene su razón de ser y la caridad un objetivo en el presente y en el futuro.
Para liberarse de las aprensiones a la muerte, debe poder encararla bajo su verdadero punto de vista, esto es penetrar por el pensamiento en el mundo invisible y tener hecha una idea de él tan exacta cuando es posible, lo que denota en el Espíritu encarnado un cierto desarrollo y una cierta aptitud para desprenderse de la materia. En los que no son suficientemente avanzados, la vida material aún predomina sobre la vida espiritual, ligándose a lo exterior, el hombre sólo ve vida en el cuerpo, al paso que la vida real está en el alma; estando el
La aprensión a la muerte depende, pues, de la insuficiencia de las nociones sobre la vida futura; pero denota la necesidad de vivir, y el miedo que la destrucción del cuerpo sea el fin de todo. Es, así, provocada por el secreto deseo de sobrevivencia del alma, aún velada por la incertidumbre.
La aprensión se debilita a medida que se adquiere la certeza; desaparece cuando la certeza es completa.
Extraído de la Revista “La Idea” N° 614
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El
autoconocimiento es el comienzo de la sabiduría, en cuya
tranquilidad y silencio se encuentra lo Inmensurable.(Krishnamurti)
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Saludos de Merchita
Queridos amigos, en la trayectoria humana a favor del desarrollo moral, el Espíritu, no pocas veces enfrenta trampas bien urdidas, en las cuales cae de manera irreversible comprometiéndose por largo periodo de tiempo.
Sin duda se acumulan los sufrimientos aplicados, en la sociedad moderna, llevando al desespero al individuo y colectividades que se curvan al peso de las íntimas aflicciones que se expanden en todas direcciones.
Pruebas colectivas, provenientes de la gran transición que se opera en el planeta, amplían su rayo de acción, y las tragedias se multiplican, asustando a los gobiernos y a los pueblos en las naciones victimadas que procuran con avidez recursos monetarios para la restauración del orden y del bienestar.
Amenazas de continuos desastres sísmicos, sociales y psicológicos, provenientes de la falencia de valores morales aceptados y aplicados, en la conducta humana, son presentadas por especialistas que igualmente acompañan al calentamiento global, que se responsabilizará por trastornos colosales, sin que sean encontrados los recursos hábiles para impedirlos.
Sin embargo, no obstante los enunciados sobre los acontecimientos desastrosos, los seres humanos en su mayoría prosiguen desatentos, corriendo con codicia en busca del placer exhaustivo, en una fuga espectacular de la responsabilidad, procurando evitar el enfrentamiento con su conciencia.
Se torna indispensable el trabajo personal del despertar de la conciencia para alcanzar la felicidad, que es el objetivo básico de todas las búsquedas filosóficas y espirituales que forman parten del proceso evolutivo.
Ninguna solución, sin embargo, existe en carácter milagroso para la solución de las graves problemáticas que atienden la población de la Tierra.
Ciertamente nuevos y continuos cataclismos ocurrirán, por supuesto de la estructura física del planeta, que prosigue acomodando sus placas tectónicas, solidificando los metales en ebullición, corrigiendo la inclinación de su eje, adaptándose a un nuevo orden cósmico…
Ese programa hace parte del proceso de su evolución y nadie puede modificarlo, aunque consiga, muchas veces, detectar los sucesos…
La cuestión de naturaleza moral es que debe ser alterada, a fin de que la sensatez y el equilibrio norteen las existencias en el rumbo de la inmortalidad.
El entusiasmo espiritual, es uno de los mecanismos pedagógicos para los enfrentamientos y superación de las aflicciones.
La destrucción es necesaria para que haya renovación.
La muerte es el tránsito para la vida.
Lo que ahora se destruye, después se convierte en resurgimiento rico de la vida.
En todas las épocas, esos fenómenos geológicos y climáticos han ocurrido para la adaptación del mundo terrestre al programa que le es destinado, como siendo un mundo de regeneración.
De ese modo, despierta para la realidad y déjate impregnar por el entusiasmo del amor y de la caridad, alterando el país de los sentimientos ultrapasados.
No te permitas el desencanto en relación a la vida, ni te precipites en los abismos de las fugas psicológicas, porque la encontrarás donde quieras que vallas, tal vez más complicada que las que deparas hoy en este momento.
Adopta una conducta recta, edúcate mediante las lecciones iluminativas del Evangelio de Jesús, despertando para nuevos comportamientos.
Eres el autor de tu futuro, que escribes con tus acciones actuales así como delineaste antaño las ocurrencias de hoy.
No te permitas el anestésico de la ilusión, siempre temporal, porque despertarás inevitablemente…
Las Soberanas Leyes establecieron códigos de equilibrio y de sabiduría que se encuentran al alcance de todos aquellos que se deciden por la adquisición de la plenitud.
Descubrirlas en lo cotidiano constituye la gran conquista para vivenciarlas con entusiasmo y perfecta integración. Con entusiasmo confía y sirve, lucha y ama, alégrate y mantente en paz. Con entusiasmo ayuda a tu prójimo, intentando comprender su posición, cuando se te haga inamistoso, agresivo, perturbador…
Tórnate en ejemplo de paz y tu entusiasmo se transformará en una sinfonía que sensibilizará a otros corazones en expectativa y en inseguridad a respecto de la vida.
Canta con entusiasmo la sublime balada que se encuentra en la fe de Dios, y las corrientes funestas serán transformadas en bendiciones de harmonía por tu recurso de crecimiento espiritual.
Os deseo una linda semana con mucho amor y cariño, vuestra hermana Merchita
Trabajo extraído del libro de Divaldo Pereira Franco “Entrégate a Dios"
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