SONAMBULISMO
Abordaremos en este artículo, la diferencia entre el sueño y el sonambulismo, la manifestación física de éste y su origen.
Durante las diferentes fases del sueño, sucede que una persona se levanta y se ocupa de sus asuntos o se desplaza de un lugar a otro.
Se habla entonces de sonambulismo. Muchos de nosotros conocemos o hemos oído hablar de las personas sonámbulas.
Se trata del “sonambulismo natural”.
Este estado ya suscitaba el interés de Allan Kardec en su tiempo, y lo pregunta en El Libro de los Espíritus.
Veamos las respuestas proporcionadas por los espíritus: “Es una independencia del alma más completa que en el sueño y entonces sus facultades están más desarrolladas; tiene las percepciones que no tiene en el sueño que es un estado imperfecto de sonambulismo”. He aquí un comienzo de respuesta interesante que nos presenta el sonambulismo como una manifestación más avanzada que el sueño.
En este caso se impone una reflexión, pues, en el sueño el espíritu recupera cierta libertad. Utilizar un cuerpo dormido no es sinónimo de libertad ni de independencia. Veamos la continuación de la respuesta: “En el sonambulismo, el espíritu se pertenece completamente a sí mismo: los órganos materiales que en cierta forma están en catalepsia, ya no reciben las impresiones externas.
Cuando se producen los hechos de sonambulismo, es porque el espíritu, preocupado por una cosa u otra, se entrega a una acción cualquiera que necesita el empleo de su cuerpo del cual se sirve entonces de manera análoga al empleo que hace de una mesa o de cualquier otro objeto material”.
Es preciso entonces comprender esto: el ser humano está compuesto por tres elementos: el espíritu, es decir el ser espiritual inmaterial, inteligente, dotado de reflexión y de razonamiento; el periespíritu, cuerpo energético, vehículo del espíritu; y el cuerpo físico, hecho de la materia del medio donde el espíritu encarna. Cada noche, durante unas dos horas, el espíritu deja su envoltura carnal para unirse a los éteres y regenerarse. Es entonces cuando el espíritu vive el más allá y puede acordarse al despertar, bajo la forma de ensueños, de sus encuentros y sensaciones, durante la libertad encontrada temporalmente. Sin embargo, el espíritu no utiliza la totalidad de sus facultades en esta desincorporación donde ya no hay interacción con el cuerpo. Por la respuesta referida en El Libro de los Espíritus, se comprende que el estado de sonambulismo es la suma de la desincorporación del espíritu y de la capacidad de las fuerzas de éste para actuar sobre su cuerpo a fin de realizar las acciones que le preocupan.
Para ilustrar estas palabras, he aquí un ejemplo de sonambulismo natural observado por el profesor Soave quien enseñaba filosofía e historia natural en la universidad de Padua, ejemplo extraído del libro de Gabriel Delanne El Espiritismo ante la Ciencia:
“Un farmacéutico de Pavía, versado en química, a quien se deben importantes descubrimientos, se levantaba todas las noches durante su sueño e iba a su laboratorio para retomar allí sus trabajos inacabados.
Encendía los hornos, colocaba los alambiques, retortas, matraces, etc. y proseguía sus experimentos con una prudencia y una agilidad que no hubiera podido tener estando despierto; manejaba las sustancias más peligrosas y los venenos más violentos sin que le ocurriera el menor accidente.
Cuando le había faltado tiempo en el día para preparar las recetas que le entregaban los médicos, las tomaba del cajón donde estaban guardadas, las abría, las colocaba una al lado de otra sobre la mesa y procedía a su preparación con todo el cuidado y todas las precauciones deseables.
Era verdaderamente extraordinario verlo tomar la balanza, elegir los gramos, decigramos y centigramos, pesar con precisión farmacéutica, las dosis más mínimas de las sustancias de las que estaban compuestas las recetas, triturarlas, mezclarlas, revisarlas, luego ponerlas en frascos o paquetes según la naturaleza de los remedios, pegar las etiquetas y finalmente almacenarlos en orden sobre los estantes de la farmacia, listos para ser entregados cuando fueran a recogerlos. Terminados los trabajos, apagaba los hornos, volvía a poner en su sitio los objetos utilizados y retornaba a su cama donde dormía tranquilamente hasta el momento de despertar”.
El profesor Soave hacía notar que este farmacéutico sonámbulo tenía los ojos cerrados durante esos trabajos nocturnos y que la simple memorización de los lugares, no era suficiente para la realización de los trabajos y que la preparación de las recetas cuyo contenido desconocía, seguía siendo inexplicable.
He aquí la explicación espírita de este fenómeno. Si un sonámbulo puede movilizarse en un apartamento, escribir o trabajar con los ojos cerrados, es porque existe en él una fuerza que lo dirige con seguridad fuera de los sentidos utilizados habitualmente en estado de vigilia, puede decirse entonces con certeza, que es el alma o el espíritu lo que predomina sobre los órganos utilizados en estado de conciencia.
He aquí otro ejemplo para argumentar el hecho de que el espíritu es capaz de ver a través de la materia. Se ha extraído de la enciclopedia del artículo “sonambulismo”.
Relata el hecho siguiente: “Un joven abad se levantaba cada noche, iba a su despacho, componía los sermones y se acostaba. Unos amigos suyos, deseosos de saber si verdaderamente dormía, lo espiaron; y una noche en que escribía como de costumbre, interpusieron un gran cartón entre sus ojos y el papel. No se interrumpió en absoluto, continuó su redacción, y en cuanto la hubo terminado se acostó como tenía por costumbre hacer, sin sospechar la prueba a la que acababa de ser sometido. El autor del artículo agrega: cuando había acabado una página, la leía en voz alta, de un extremo al otro (esta acción la realizaba sin el concurso de los ojos). Entonces si alguna cosa le desagradaba, la retocaba y escribía encima las correcciones con gran exactitud. He visto el comienzo de uno de sus sermones que había escrito dormido; me pareció bastante bien hecho y correctamente escrito. Pero hizo una corrección sorprendente: habiendo escrito en un lugar ‘ce divin enfant’, creyó, al releerlo, que debía sustituir la palabra ‘divin’ por ‘adorable’; pero vio que el ‘ce’, colocado delante de divin, no podía ir con adorable; de manera que añadió muy hábilmente una ‘t’ al lado de las letras anteriores, para que se leyera ‘cet adorable enfant’.
El sonámbulo ve pues a través de los cuerpos opacos que no son obstáculos sino para nuestros órganos todavía rudimentarios, pero no para el espíritu que atraviesa libremente la materia”. Estas observaciones alentaron a Allan Kardec a hacer a los espíritus la siguiente pregunta:
¿Cómo puede el sonámbulo ver a través de los cuerpos opacos?
Respuesta: No hay cuerpos opacos más que para vuestros órganos rudimentarios; ¿no os hemos dicho que, para el espíritu, la materia no es en absoluto un obstáculo, pues la atraviesa libremente?
Ciertos sonámbulos, como para ver mejor, aplican los objetos sobre el epigastrio o sobre la nuca. Ve entonces por todas las partes de su cuerpo. Está fuera de su cuerpo al que ve. Ve pues con toda su alma. Al no estar la vista del alma o del espíritu circunscrita ni tener sede determinada, se explica por qué los sonámbulos no pueden asignarle un órgano particular. He aquí un punto importante aclarado. Sin embargo, quedan muchos otros y en particular, este razonamiento:
¿El sonámbulo actúa de manera mecánica o razona de manera inteligente?
He aquí otro ejemplo extraído del libro de Gabriel Delanne “El Espiritismo ante la Ciencia”.
Es referido por el doctor Esquirol que cuenta que un farmacéutico se levantaba todas las noches y preparaba las pociones cuyas fórmulas encontraba sobre la mesa.
Para saber si el juicio actuaba en este farmacéutico sonámbulo o si no había más que movimientos automáticos, un médico puso sobre el mostrador de la farmacia la nota siguiente: “Sublimado corrosivo: 2 dracmas, agua destilada: 4 onzas a tragar de una vez”.
Habiéndose levantado el farmacéutico durante su sueño, bajó como siempre a su laboratorio, tomó la receta, la leyó varias veces, pareció muy asombrado y comenzó el monólogo siguiente que el autor del relato, oculto en el laboratorio, escribió palabra por palabra: sin duda el doctor se ha equivocado. Me niego a preparar esta poción”.El sonámbulo tomó luego diversas recetas que estaban sobre la mesa, las preparó, las etiquetó y las ordenó en fila para ser entregadas al día siguiente. Este ejemplo prueba que sí hay una reflexión y un razonamiento. Hay allí una prueba suplementaria de la existencia del espíritu que trasciende la materia y que nuestros sentidos son considerablemente exacerbados bajo la influencia del espíritu. Para comprender nos hace falta todavía admitir la existencia de un principio espiritual.
Esto nos lleva a otra forma de sonambulismo, que se acompaña con la visión a distancia. En efecto, la persona sujeta al sonambulismo, puede practicar a veces la visión a distancia, no como si se mirara un objeto desde lejos, como podría hacerse con un catalejo o con un par de prismáticos, pues no es el objeto que se acerca sino es el espíritu que se desplaza.
En el sueño, el espíritu, la parte inmaterial de nuestro ser, se traslada instantáneamente por el espacio, conducido por el pensamiento y la voluntad. Se desarraiga entonces de su envoltura carnal durante un tiempo más o menos largo.
Durante ese período, el cuerpo parece anonadado y la palabra es más sorda, al estar la vida espiritual entera en el lugar donde su pensamiento la ha transportado.
Sin embargo, el sujeto puede experimentar físicamente impresiones de calor o frío, o bien otras sensaciones del lugar donde se encuentra su espíritu pues siempre se halla unido a su cuerpo por una atadura fluídica que sigue siendo la conductora de las sensaciones.
Esta separación puede engendrar también cansancio para el cuerpo, sobre todo cuando el espíritu se entrega a un trabajo activo.
La clarividencia del sonámbulo, la fuente de las ideas innatas, el hecho de que pueda hablar con soltura y exactitud de cosas desconocidas en estado de vigilia, que a veces pueden estar por encima de sus capacidades intelectuales, hay que relacionarlo con el hecho de que el sujeto dispone de muchos más conocimientos que los que sabe, que están registrados en el periespíritu y por tanto no están disponibles en estado de vigilia.
Finalmente, concluiremos este artículo, precisando que el sonambulismo puede ser provocado por medio de pases magnéticos. Hablamos entonces de sueño magnético que ya ha sido objeto de varias disertaciones en nuestro Jornal Spirite(N°62 y N°64) que les invitamos a leer o a reeler
CHRISTOPHE CHEVALIER
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
Los espíritus del Señor que son las virtudes de los cielos, se esparcen por toda
la superficie de la tierra como un ejército inmenso, apenas han recibido la orden;
parecidos a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los
ojos a los ciegos.
En verdad os digo, que han llegado los tiempos en que todas las cosas deben
ser restablecidas en su verdadero sentido, para disipar las tinieblas, confundir a los
orgullosos y glorificar a los justos.
Las grandes voces del cielo retumban como el sonido de la trompeta, y se
reunen los coros de ángeles. Hombres, os convidamos a este divino concierto; que
vuestras manos pulsen la lira; que vuestras voces se unan y que en himno sagrado se
extiendan y vibren de una a otra parte del Universo.
Hombres, hermanos a quienes amamos, estamos a vuestro lado: amáos
también unos a otros, y decid desde el fondo de vuestro corazón, haciendo la
voluntad del Padre que está en el cielo: ¡Señor! ¡Señor! y podréis entrar en el reino
de los cielos.
EL ESPÍRITU DE VERDAD.
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En el suicidio intencional, sin las atenuantes de la molestia o de la ignorancia, hay que considerar no solamente el problema de la infracción ante las Leyes Divinas, pero también el acto de violencia que la criatura comete contra si misma, a través de la premeditación más profunda, con remordimiento más amplio.
Atormentado de dolor, la conciencia despierta en el nivel de sombra en cuestión y precipitó, soportando forzosamente las compañías que eligió para si mismo, por el tiempo indispensable a la justa renovación.
Con todo, los resultados no se circunscriben a los fenómenos de sufrimiento íntimo, porque sugieren los desequilibrios consecuentes en las sinergias del cuerpo espiritual, con impositivos de reajuste en existencias próximas.
Es así que después de determinado tiempo de reeducación, en los círculos de trabajo fronterizos de la Tierra, los suicidas son habitualmente reinternados en el plano carnal, en régimen de hospitalización en la celda física, que les refleja las penas y angustias en la forma de enfermedades e inhibiciones.
Nos será fácil, de ese modo, identificarlo, en la cuna en que repuntan, entre mostrando la expiación a que se acogen.
Los que se envenenaron, conforme los tóxicos de que se valieron, renacen trayendo las afecciones valvulares, los achaques del aparato digestivo, las enfermedades de la sangre y as dificultades endocrinas, tanto cuanto otros males de etiología oscura; los que incendiaron la propia carne amargan las agruras de la ictiosis o del pénfigo; los que se asfixiaron, sea en el lecho de las aguas o en las aguas corrientes del gas, exhiben los procesos mórbidos de las vías respiratorias, como en el caso del enfisema o de los quistes pulmonares; los que se ahorcaron cargan consigo los dolorosos disturbios del sistema nervioso, como sean las neoplasias diversas y la parálisis cerebral infantil; los que despedazaron el cráneo o acostaron la propia cabeza bajo ruedas destructivas, experimentarán desarmonías de la misma especie, notadamente las que se relacionan con el cretinismo, y los que se tiraron de gran altura reaparecen portando los padecimientos de la distrofia muscular progresiva o de la osteítis difusa.
Los que se envenenaron, conforme los tóxicos de que se valieron, renacen trayendo las afecciones valvulares, los achaques del aparato digestivo, las enfermedades de la sangre y as dificultades endocrinas, tanto cuanto otros males de etiología oscura; los que incendiaron la propia carne amargan las agruras de la ictiosis o del pénfigo; los que se asfixiaron, sea en el lecho de las aguas o en las aguas corrientes del gas, exhiben los procesos mórbidos de las vías respiratorias, como en el caso del enfisema o de los quistes pulmonares; los que se ahorcaron cargan consigo los dolorosos disturbios del sistema nervioso, como sean las neoplasias diversas y la parálisis cerebral infantil; los que despedazaron el cráneo o acostaron la propia cabeza bajo ruedas destructivas, experimentarán desarmonías de la misma especie, notadamente las que se relacionan con el cretinismo, y los que se tiraron de gran altura reaparecen portando los padecimientos de la distrofia muscular progresiva o de la osteítis difusa.
Según el tipo de suicidio, directo o indirecto, surgen las distonías orgánicas derivadas, que corresponden a diversas calamidades congénitas, inclusive la mutilación y el cáncer, la sordez y la mudez, la ceguera y la locura, que representan una terapéutica providencial en la cura del alma.
Junto de semejantes cuadros de probación regenerativa, funciona la ciencia médica por misionaria de la redención, consiguiendo ayudar y mejorar los enfermos de conformidad con los créditos morales que alcanzaron o según el merecimiento que dispongan.
Guarda, pues, la existencia como don inefable, porque tu cuerpo es siempre instrumento divino, para que en él aprenda a crecer para la luz y a vivir para el amor, ante la floración de Dios.
Libro "Religión de los Espíritus" -
Psicografia Francisco C. Xavier, Espíritu: Emmanuel.
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EL CAMINO DEL HOMBRE
¿Por qué existimos?
¿Qué cometido tiene la existencia del hombre?
¿Quién nos ha creado?
¿Por qué sufrimos?...
Estas y muchas más preguntas se las hace el hombre, y solo aquellos que meditan y profundizan consiguen respuestas, que de momento les pueden convencer, pero muchos hay que van más allá, no se conforman y gracias a ellos aparecen día a día nuevas respuestas y así el hombre va modificando sus errores y obteniendo respuestas más lógicas y acertadas de su existir y de todo lo creado.
Con el espiritismo hemos encontrado nuestra renovación mental, con el fenómeno medí único hemos modificado las convicciones, con las conclusiones filosóficas hemos alterado la visión del mundo, ahora admitimos la inmortalidad del ser y sentimos la excelsitud de nuestro propio destino.
Pero si esa transformación de la inteligencia no eleva nuestros corazones mediante el perfeccionamiento íntimo, si los principios que abrazamos no nos ayudan a que mejoremos el comportamiento en relación con nuestros hermanos de la humanidad, ¿para qué nos sirve el conocimiento?
Si una fuerza superior no educa nuestras emociones, si la cultura no nos conduce hacia la sublimación del carácter y del sentimiento, ¿qué hacemos con el tesoro intelectual que la vida nos confía?
El intercambio con los habitantes del mundo espiritual no tiene valor si solamente satisfacemos nuestro capricho.
Si buscamos tomar contacto con el plano espiritual recordemos que la muerte del cuerpo no nos transforma en santos. Mas allá de la tumba hay también sabios e ignorantes, justos e injustos; corazones en el cielo y conciencias en el purgatorio, dependencia del infierno...
Las incursiones en lo desconocido requieren conductores.
Cristo es nuestro Guía Divino para la conquista santificante del Mas Allá.
No nos apartemos de Él.
Solamente con Jesús mediante el Evangelio bien vivido, corregiremos la estructura de nuestra personalidad ara la sublime ascensión hacia la alborada de nuevos milenios, los que más han madurado en su capacidad de razonar y superan las fronteras de la inteligencia común, en su interior despiertan ciertos interrogantes, encienden su corazón.
¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?
¿Dónde está la estación terminal de nuestros destinos?
En lo más profundo de nuestro ser anhelamos una vida superior, analizamos y fascinados nos damos cuenta de que no existe el vació, que la vida es patrimonio del agua, así como también es la esencia de los inmensurables sistemas siderales. Y asombrados ante el esplendor del Universo, emprendemos la difícil tarea de descubrirnos a nosotros mismos, volvemos el pensamiento hacia el suelo al que estamos imantados y reclamamos el amor, para que responda a la soberanía cósmica vibrando dentro de la misma nota de grandeza, aunque en el ambiente en el que vivimos, el amor es como una planta milagrosa en la que están asomando tiernos brotes.
Vemos que cuando tomamos parte en un equipo de intereses comunes pasajeros en el que provisoriamente nos incluimos, padeciendo las zozobras de la envidia, la codicia, el egoísmo, el dolor... No sabemos dar si no recibimos, no logramos ayudar sin protestar y al mostrarnos exigentes para con los demás, soportamos de parte de ellos golpes siempre renovados de la incomprensión y de la discordia, con escasas posibilidades de auxiliar y auxiliarnos.
Hemos vislumbrado a la Majestad Divina en los Cielos y reconocemos la pobreza infinita de la tierra.
Tenemos el cerebro inflamado de gloria y el corazón invadido por las sombras.
Nos enorgullecemos ante los espectáculos magníficos de lo Alto y padecemos las miserias de aquí abajo.
Deseamos comunicar a los demás cuanto hemos aprendido y comprendido al contemplar la vida ilimitada, pero no encontramos oídos que lo entiendan.
Advertimos que en la tierra, el Amor es aún tan escaso como la alegría que pueden proporcionar los oasis cercados, y cuando se corta el eslabón que nos sujeta a la miserable familia humana, el hombre que abre los ojos a la grandeza de la Creación deambula por el mundo como un viajero incomprendido y desubicado, como un peregrino que no tiene patria ni hogar, sintiéndose como un diminuto grano de polvo dentro de los Dominios Celestiales.
Sin embargo, nos estamos ampliando la acústica del alma y a pesar de los sufrimientos que nos afligen, las inteligencias Superiores están edificando sobre nosotros los cimientos espirituales de la Humanidad Nueva.
Estamos reducidos en las percepciones en lo que es necesario.
Los hábitos adquiridos y los conocimientos a través de los siglos yacen en el cuerpo, bajo la apariencia estática de intuiciones y tendencias.
Fuerzas inexplicables, e infinitos recursos duermen en el, a la espera de la palanca de la voluntad para exteriorizarse rumbo a la conciencia.
Nuestra alma permanece provisoriamente encerrada, en el olvido temporario pero no absoluto de su pasado, no obstante recibimos gloriosas ocasiones de trabajo en la tarea de nuestra propia superación.
En la existencia carnal encontramos multiplicados medios de ejercicio y lucha, para adquirir y consolidad las aptitudes que nos son necesarios para vivir en regiones más elevada, crecemos con el dolor que nos corrige y con el trabajo que lo santifica.
Las facultades sensoriales son insignificante haces de claridad, que nos brindan escasas noticias del prodigioso reino de la Luz y si sabemos aprovechar las sombras del palacio corporal que nos aprisiona temporariamente, para que desarrollemos las facultades divinas, si meditamos y obramos en función del bien, poco a poco vamos tejiendo las alas del amor y la sabiduría con las que más tarde, levantaremos el vuelo sublime y supremo en dirección a la Eternidad.
En el cuerpo humano, la tierra tiene el más sublime santuario y una de las más grandes maravillas de la Obra Divina.
El cuerpo humano es una magnifica ciudad estructurada con vidas microscópicas, casi inmensurables, por medio de la cual la mente se desenvuelve y purifica, mientras se entrena en las luchas habituales y en los servicios regulares del mundo, para importante cometidos en los círculos superiores.
Aunque sea mutilado o deforme, un cuerpo es una bendición, porque nos da en la tierra, una preciosa oportunidad de perfeccionarnos espiritualmente. En realidad, el cuerpo es el mayor de los presentes que nuestro Planeta puede ofrecernos.
Hasta ahora el hombre no ha sabido colaborar en la preservación y sublimación del castillo físico. Sin embargo llega el día, en que el hombre reconoce la importancia del templo vivo en el que habita en este mundo, y suplica retornar a el cual trabajador, que ávido de renovación necesita el instrumento adecuado para conquistar el salario bendito del progreso para la anhelada ascensión a las Esferas Divinas.
La vida en el planeta se subdivide en la obra maestra del trabajo selectivo de todos los reinos. Desde la sensación a la excitabilidad al instinto, del instinto a la inteligencia y de la inteligencia al razonamiento, han transcurrido incesantes siglos y siglos. La evolución es fruto del tiempo infinito.
Para las conciencias primarias, el desprendimiento de la envoltura corporal es algo así, como la entrada en un periodo de hibernación. Aves sin halas no pueden ganar altura. Aguardan el momento de un nuevo regreso al nido carnal para obtener los recursos que les permitan realizar grandes vuelos. Para tales inteligencias, la muerte es como una parada obligatoria, por cierto tiempo, frente a los escalones más altos de la escala evolutiva que todavía no están preparados para transponer.
El hombre es un genio divino en proceso de perfeccionamiento, dentro del gran imperio de las existencias microscópicas, o un ángel por nacer, y en ese ámbito es esclavo natural de los ordenamientos superiores y legitimo amo de las potencias menores.
En torno del todo es movimiento, transformación y renovación.
Somos lo que determinamos, poseemos lo que deseamos, estamos donde preferimos y encontramos la victoria, la derrota o el estancamiento, según imaginamos.
Los acontecimientos obedecen a nuestras intenciones o provocaciones sean manifiestas u ocultas. Habremos de encontrar lo que merecemos porque merecemos lo que buscamos. La existencia será pues para nosotros, en cualquier parte, invariablemente según pensamos.
La tierra es una universidad sublime que funciona en varios cursos y disciplinas con aproximadamente dos mil millones de alumnos matriculados en las diferentes razas y naciones.
Más de veinte mil millones de almas conscientes, liberadas de los lazos corporales, rodean el domicilio terrestre y permanecen en otras fajas evolutivas y muchos miles de millones de inteligencias sub.-humanas son aprovechados en el progreso planetario en múltiples servicios.
La reencarnación para la mayoría de estas criaturas, necesitadas de más amplia experiencia no es una imposición natural sino también un premio, porque constituye la oportunidad de aprender.
Cada pueblo es una sección preparatoria de la Humanidad en relación con el porvenir. Cada nación posee una tarea específica que cumplir como contribución al mejoramiento del mundo, y aunque los bloques raciales desvariados, se lanzan a la guerra, están impulsados por el deseo de conseguir nuevos valores para su propio engrandecimiento.
En los círculos del Planeta, vemos a las más primitivas comunidades encaminarse hacia las grandes adquisiciones culturales, no olvidemos que poseemos millones de hermanos que están infinitamente distantes del mundo moral, y que diferenciándose poco o nada de los irracionales, no han logrado todavía consolidar la mas mínima noción de responsabilidad.
Los enanos Dokos de Abisinia desnudos y profiriendo gritos extraños a manera de lenguaje se asemejan mucho a los monos.
Los negros de Kythes pasan los días tendidos en el suelo a la espera de ratones con los que puedan mitigar su hambre.
Entre gran parte de los africanos orientales no existen los lazos morales entre padres e hijos.
En el interior de África, los Latucas, no conocen los sentimientos de compasión o de obligación.
En el inmenso colegio hay múltiples y urgentes tareas para todos los que aprenden que la vida es movimiento, progreso, ascensión y la individualidad encuentra vastísimas posibilidades de acción y amplios recursos para expresarse.
El trabajo es la escalera divina de acceso a los lauréelos inaccesibles del espíritu. Nadie precisa pedir traslado a Júpiter o Saturno para colaborar en la creación de nuevos Cielos. La tierra es nuestra casa y nuestro taller en medio del paisaje cósmico, nos espera para que la convirtamos en glorioso paraíso.
La religión es la fuerza que amplía las potencialidades del sentimiento. Por eso en el corazón reside el centro de la vida. No hay que despreciar la actividad religiosa porque en la prédica de la fe santificante encontraremos las reglas de conducta y perfección que necesitamos para desarrollar nuestra vida mental en dirección a las conquistas divinas.
La religión es la fuerza que está edificando a la Humanidad. Es la fábrica invisible del carácter y del sentimiento. Solamente la religión consigue limar las más recónditas aristas del ser. Ella altera paulatinamente las características del alma y eleva su patrón vibratorio, a través de la creciente mejoría de sus relaciones con el mundo y con sus semejantes.
Nacida en la ruda cuna del temor, la fe inicio su apostolado enseñando a las tribus primitivas que el Divino Poder tiene las riendas de la justicia suprema e infunde respeto a la vida y perfecciona el intercambio entre las almas. Es la religión la escuela soberana de la formación moral del pueblo, que dota al espíritu de poderes y conocimientos para que pueda realizar el viaje de la sublimación.
La ciencia construirá el clima de confort y lo enriquecerá con los blasones de la cultura superior, la filosofía la ayudara con valiosas interpretaciones de los fenómenos con los que la Eterna Sabiduría se manifiesta, pero solamente la Fe, con sus estatutos de perfección intima, consigue preparar a nuestro espíritu imperecedero para ascender a la gloria universal.
En todos los tiempos el hombre sueña con la patria celestial.
Los conceptos de cielo e infierno yacen en el pensamiento de todos los pueblos.
El cuerpo es una casa temporaria en la que se recoge nuestra alma en aprendizaje. Por eso mismo cuando es alcanzada por los dardos de la disolución y del cansancio el espíritu humano recuerda instintivamente algo impreciso, que se presenta en su pensamiento angustiado como el paraíso perdido. Desequilibrado en la tierra, pide al Mas Allá un mensaje de consuelo y armonía.
Semejante momento es, altamente significativo en el destino del ser, porque si el corazón que pide es portador de buena voluntad, la respuesta de la vida no se hace esperar y se abre un nuevo camino ante el alma oprimida y fatigada, que se vuelve hacia el Mas Allá llena de Amor, sufrimiento y esperanza.
Con Jesús surgió en el mundo el coronamiento victorioso de la fe.
Con el Cristianismo recibimos las gloriosas simientes de la fraternidad que habrán de dominar los siglos. El Divino Fundador de la Buena Nueva entra en contacto con la multitud y el santuario del Amor Universal se abre, iluminado y sublime para la santificación de toda la Humanidad.
La enseñanza de Jesús no se reviste de formas complicadas y no exige que los hombres se hagan héroes o santos de un día para otro. No pide que el hombre haga milagros ni reclama imposibles. Su palabra está dirigida a la vida común, a los niveles más simples del sentimiento, a la lucha ordinaria y a las experiencias de cada día.
La criatura que registra las notas consoladoras del Evangelio empieza a contemplar el mundo y la vida a través de un prisma diferente.
Madurada la comprensión al llegar a la mayoría mental, el hombre percibe su propia insignificancia ante el infinito. Y cuando escucha las sagradas llamadas de lo Alto, el corazón que despierta a la vida superior comprende, al fin, que Dios es la Verdad Soberana que el trabajo, es su bendición, que el Amor y la sabiduría representan su finalidad y que su alma es inmortal.
Las instrucciones de los Espíritus son en verdad las voces del Cielo que vienen a iluminar a los hombres y a invitarles a la práctica del Evangelio”.
En la actualidad, destacados científicos y pensadores de todas las latitudes, en prestigiosas Universidades, sostienen- aunque con otros términos- los principios de la Doctrina Espirita, ante un mundo diferente que deja morir de hambre a cientos de niños diariamente.
Entre tanto, Jesús espera.
Cuando su mensaje de Amor sea vivido, un nuevo Sol despuntara en el horizonte espiritual de la Tierra, pues la moral evangélica, como dice Kardec... constituye, en fin, y por encima de todo, el camino infalible de la felicidad futura...
Existen caminos en todas direcciones.
Hay caminos cortos que conducen a la locura y al suicidio, al crimen a la desesperación. También los hay largos y anchos, que facilitan la embriaguez de los sentidos, el desorden de la emoción en los compromisos infelices.
Surgen callejones sin salida y rutas que parecen no tener fin...
La vida, en sí misma, es un camino que cada criatura recorre en su existencia inmortal, con éxito o fracaso, conforme con la opción hecha.
Todos avanzamos por caminos diferentes, ignorando muchas veces hasta donde nos llevan.
Los insensatos cambian de dirección de acuerdo con la variedad de las sensaciones agotadoras a que se entregan.
Los egoístas eligen las vías solitarias en las que se perturban tras una larga marcha.
Los precipitados se lanzan por las rutas escarpadas y ruedan en abismos de sufrimientos inenarrables.
Los perversos siguen por los senderos de la inquietud y se pierden en sombras espesas.
Los luchadores del bien avanzan por los caminos de la esperanza y se iluminan.
Los servidores de la caridad se mueven en las sendas del sacrificio y llegan a los puertos de la paz.
Los apóstoles del amor eligen los derroteros de la acción dignificante y reposan en los climas de la ventura que alcanzan.
En la diversidad de caminos, los hombres se perturban o se liberan...
Sin embargo, quien siga por los caminos de Jesús, nunca dejara de alcanzar la meta que persigue: la felicidad integral.
El apostolado de Jesús, en la tierra, mantiene su actualidad en estos días tumultuosos, atrayendo a las vidas que se pierden en otros rumbos.
Pavimentados con humildad y renuncia, dan seguridad y proporcionan júbilo y bienestar.
Pasan los siglos, y las lecciones por El suministradas irradian armonía y alegría de vivir.
Nunca, como ocurre en estos tiempos, Jesús fue tan necesario y oportuno.
La tecnología, que obtuvo logros relevantes y respetables, no libero al hombre de sus innumerables problemas.
Las “ciencias del alma” con múltiples escuelas y enriquecidas con valiosos conceptos, no han podido conducir las mentes con seguridad, por carecer de objetivos firmes y legítimos.
La ética parece haber enloquecido, en una civilización donde la maquina pretende sustituir al hombre, aunque parezca ayudarlo.
La violencia gana las calles del mundo y la cultura se hipertrofia en modelos y equívocos lamentables, manteniéndose en la superficie de la información, destituida de profundidad de conceptos y de dignificación para el hombre.
En todas partes están presentes, las semillas del miedo, de la perturbación, de la agresividad...
Sin pesimismo de nuestra parte, no podemos negar los trágicos engaños de algunas conquistas contemporáneas, junto a las cuales hay otras que, ciertamente, glorifican a este siglo y a los que viven en el.
Es imperioso detenerse en la carrera desmedida de la “falta de tiempo” para revisar, reconsiderar, repensar a Jesús.
Volver a sus caminos y recorrerlos nuevamente, con reflexión y ternura, es una tarea impostergable. Al hacerlo, cada individuo experimentara, sin duda, el calor de Su presencia y la inmanencia de Su amor impregnando su existencia.
Nadie que pueda prescindir de El es realmente feliz.
La Propuesta aquí se queda, en estas páginas empapadas de cariño, escritas con la más elevada emoción espiritual, como una contribución, aunque insignificante, para todo aquel que se encuentre insatisfecho, inquieto o aturdido, o que conserve el deseo de conquistar el reino de Dios que, en última instancia, existe en el propio corazón, aguardándolo.
Merchita
AMELIA RODRÍGUEZ--EXTRAÍDO del libro “Por los caminos de Jesús “y de “Derrotero “ambos de Divaldo Pereira Franco.
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