ESCLAVITUD ENTRE LOS HOMBRES Y LA DE LA PROPIA ALMA
La vida en el mundo está llena de diferencias sociales y de la preservación por los bienes; olvidando el hombre que lo que tiene es apenas un préstamo de la misericordia de Dios, pues por Su voluntad los espíritus que animan el cuerpo de señores podrían estar ahora, en la carne de un negro humillado y explotado que solo recibe, a cambio de su sudor, nada más que una choza infectada y el látigo impiadoso.
Los caminos de los hombres son extraños e insondables. Cuando la criatura vive en un clima mental donde caben todas las virtudes y con el espíritu abierto al entendimiento de todas las situaciones, es la disposición idónea tanto en la tierra como en el plano espiritual para que su espíritu sirva bien.
El ser esclavo, no prohíbe a la criatura vivir en un clima mental superior; por el contrario, por la contingencia de la subalternidad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, de la comprensión y del deber. Le basta no asilar al monstruo de la revuelta, ni entregarse a la hoguera de la envidia para que la existencia le sea sumamente provechosa. De la misma forma, privado de todos los recursos materiales y morales sabe, más fácilmente, entender las dificultades ajenas y no existe nadie tan pobre que no tenga algo de si mismo para dar, sea una palabra de cariño, o un gesto de compasión.
Nunca debemos olvidar que el Sol baña y vivifica el lirio del campo, también atiende a las necesidades del pantano, y la misma vida de Dios que anima a los hombres, anima, también, a las serpientes más temidas.
El alma es esclava siempre de sus debilidades. Por eso no hay labor más eficaz para esto, que combatirlas hasta lograr hacerlas desaparecer.
Cuando sufrimos y aceptamos con humildad ese sufrimiento, estamos también, con el espíritu preparado para las más duras realidades y con la mente abierta a la comprensión de todos los problemas. La continuidad, como se puede percibir, dice respecto a nuestras disposiciones espirituales y no a nuestra situación en el mundo material.
Negro o blanco, el hombre que se siente respetado y reconocido, jamás se revolverá contra sus bienhechores. Cada ser tiene la existencia que le es necesaria. Ningún ser, ante los dictámenes de la providencia podría surcar otros caminos que no sean, lo que la vida, espontáneamente le ofrece. Aunque el hombre no busque a Dios, siempre que no abrigue la rebeldía y venza, paso a paso, su caminata, aprovechara su existencia íntegramente.
La búsqueda de Dios es un objetivo de la filosofía que no hace falta a la realidad, pues Dios está dentro de nosotros mismos, con nuestro consentimiento o sin el. Dios es la vida y la vida es luz.
Todos tenemos nuestro libre albedrio y nadie recibe pruebas del Señor para las cuales no este preparado. Todos podemos recibir ayuda en la lucha, pero no es licito el que les perdamos nuestro concurso, debemos andar con nuestros propios pies y escoger el propio camino.
Cualquier situación que enfrentemos, la solución que intentemos en ella, será desastrosa si no podemos comandar la lucha. Si permitimos, en nuestro propio barco, a cada viajante que entre, comandar el timón imprimiendo la ruta, que mejor le parece, tengamos por seguro que no llegaremos a ninguna parte. Somos capitanes y debemos enfrentar los rigores de la tempestad. De la misma forma que el armador no entrega el barco a cualquier marinero, la Providencia Divina, con más justa razón, no coloca a sus hijos bajo la tutela de Espíritus inhabilitados. Como el buen capitán consulta sus propias cartas de navegación para conducir el barco.
Donde nos vemos incapaces, somos espíritus inmortales que, de experiencia en experiencia, tenemos juntados grandes recursos. No sabemos solo lo que nos han enseñado en esta vida, sabemos todo lo que ya vivimos, actuando cada uno en una misma cosa de forma diferente, debido a que somos diferentes.
Todos debemos aprender a aceptar las cosas que nos llegan y contra las cuales somos impotentes. El hombre negligente y que se entrega a la indisciplina mental, es foco permanente de complicaciones. Es muy difícil que nos ajustemos al deber y a la disciplina, los dos imperativos, mayores para garantizarnos la tranquilidad del Espíritu.
Generalmente, los corazones generosos no se saben defender del mal porque no cogitaron acerca de el. Acostumbrados a vivir espontáneamente, junto a la sinceridad, relajan la vigilancia que, aparentemente, no se torna necesaria. Aprenden a confiar en los otros y solo descubren que los otros mienten cuando caen en una gran desilusión. Aunque esto es peligroso, hay que admitir, que es preferible vivir confiando, pues la desconfianza en los que nos rodean genera inquietud constante. Los más complicados procesos patológicos de la mente tienen su etiología en la desconfianza habitual. El hombre desconfiado vive como un animal acorralado, divisando cazadores imaginarios que lo quieren abatir y, en el delirio de la persecución, crea un mundo de angustias e inseguridades.
La duda es un acido destructivo que ataca al espíritu, consumiendo sus energías superiores. Es un polarizador de todas las energías negativas que nos circundan, es como una fabrica de inquietudes, liberando poderosas corrientes de antipatía y de perturbación. Las fuerzas de la vida no funcionan como nuestra cabeza; ellas son eternas y justas y cada uno de nosotros recorre caminos recogiendo el resultado de su siembra.
Cundo vemos un acontecimiento como deplorable e injusto, este puede ser un auge de suprema felicidad para la redención del espíritu que en esos pasos tiene la oportunidad de resarcir deudas del pasado. Lo que es bueno y lo que es malo nosotros podemos definirlo con los viejos patrones de la tierra, de acuerdo con la alegría o el sufrimiento que nos acusan, sin embargo, lo que es justo o injusto, son definiciones que nos escapan al entendimiento por desconocer los autos del proceso cósmico.
El hombre considerado más insignificante puede ayudar al considerado como más poderoso. Tenemos necesidad de no interferir, en las vidas de nuestros hermanos, hurtándoles la oportunidad de la experiencia. Las decisiones son de cada uno, porque ellas representan el momento en que el espíritu extravasará sus propios problemas y resolverá sus complicadas necesidades interiores. Las personas que nos rodean son personajes de un mismo drama y nos inclinamos hacia cada una de acuerdo con las reminiscencias de experiencias pretéritas que están archivadas en nuestro inconsciente. En razón de eso, nuestras decisiones tienen vinculación con una realidad que no nos es dado percibir.
El amor no es flor pasajera que la primavera pone encanto; es como el carbón de la tierra que precisa de siglos para transformarse en joya. De la misma forma, la gestación del odio es larga y se funda en realidad del ayer.
Todo el Universo obedece a leyes precisas e inmutables, y no es el destino de los hombres las criaturas superiores de la tierra, los que están a merced de las fuerzas del acaso. Todo viene y va, en la vida, a su tiempo. Debemos aprender a aceptar las cosas como contingencias necesarias, incluso cuando no podemos entenderlas, confiando en el Conductor Celeste que no está distante de ellas.
Acordémonos del Sermón de la Montaña cuando Jesús aseguró que los humillados serán exaltados y los que padecen por causa de los hombres serán aliviados. Debemos siempre ante acontecimientos desagradables tener paciencia sin asilar nuestro corazón con conclusiones angustiantes, muchas veces indebidas.
Todos sabemos qué sin el Sol la vida fenecería y bendecimos su presencia vivificante en el Universo, sin por eso conocer su intimidad e indagarle los secretos. Sabemos, también, como saben los propios salvajes, que existe un Ente Superior que todo lo creó y a todo prevé, que como incomparable Maestro rige la armonía de la vida Universal, sin por eso haberle visto, imaginándole de mil formas. Son certezas que no discutimos y que nos sustentan el ánimo, aunque no podamos entenderlas en su plenitud. Mientras somos ignorantes, esa fuerza interior deberá animar nuestro raciocinio, a medida que evolucionamos vamos entendiéndola, sustituyendo nuestro impulso místico por el conocimiento de las causas y de los fenómenos. El hombre teje por si mismo su propio futuro, preparando su propio camino, el contenido del mañana es la evolución constante. Las escenas de hoy continúan una historia pasada.
La experiencia reencarnatoria es para extinguir el mal y no para perpetuarlo.
La venganza no forma parte de la Justicia Divina, esta funciona en el tribunal de la propia conciencia de cada uno y mientras no sobrevenga una sentencia de absolución, seremos reos ante nosotros mismos. Fue por ese motivo que Jesús nos enseño que Dios está dentro e nosotros.
Antes de reencarnar, llevamos la memoria espiritual activada en los acontecimientos anteriores que nos generaron los conflictos, también somos preparados para los momentos de decisión. En la hora de elección, los impulsos son equivalentes, porque si ellos conocen el problema en el inconsciente, en ese mismo depósito inconsciente existen, contenidos morales para contornarle. Por eso las decisiones son los instantes supremos del espíritu y no es lícito interferir en ellos.
Cuando volvemos al otro lado y no nos acordamos de existencias pasadas y no sabemos los males que hemos cometido y nuestra conciencia está tranquila. Muchas veces nos preguntamos ¿Cómo vamos a pensar en una nueva encarnación? Eso sucede porque acabamos de ingresar en el plano espiritual, porque aun estamos impregnados de energías groseras del plano terrestre. A medida que nos adaptemos a la esfera en que estamos, con el pasar del tiempo, esa influencia decaerá y podremos enseñorearnos de una vasta faja del pasado, identificaremos con ello nuevas experiencias, con el beneplácito de nuestros Mentores que organizaran las tareas y acentuaran los detalles de la reencarnación.
Cuando el espíritu no puede fruir de esa facultad, los instructores Mayores deciden por el, programándole la experiencia en el grupo que le corresponde y activándoles la memoria en el momento preciso para que pueda integrarse en ese grupo. Los que ganaron ya muchos valores, deciden hasta donde pueden, y los que permanecen en la retaguardia aceptan las decisiones que no alcanzan. Con todo, ninguno de nosotros permanecerá estacionado por no tener y no poder, siempre que coopere en querer, aceptando las imposiciones de la realidad.
Existen, los espíritus incapaces, cuyo consentimiento es suprimido, por aquellos que les tutelan la evolución. Ahí ocurren las reencarnaciones compulsorias cuando el reencarnante ingresa en un grupo que lo acepta y corre el riesgo de su presencia. Se sujeta a las programaciones del grupo en hipótesis, con el cual, naturalmente, tiene ligaciones afectivas y, como no se preparó previamente, los frutos que podrá recoger serán limitados.
Los hechos surgen y desaparecen al paso de los días que los cubre con el polvo del olvido para la gran mayoría de los espectadores. Sin embargo, los protagonistas son marcados por ellos. Principalmente para aquel que los causo, sin soportar las consecuencias. La conciencia es un tribunal permanente y hace que el espíritu se juzgue, natural y automáticamente, sin necesidad de interferencias exteriores. Cuando el espíritu se siente culpable, por un hecho infeliz, ese sentimiento de culpa pasa a ser una sentencia condenatoria que nos va a exigir reparaciones permanente, hasta que en la conciencia, la contabilidad de nuestro mal cometido de el pago de la pena por resarcido. No hay culpa que no tenga un precio dentro de nosotros mismos, y que no carguemos indefinidamente hasta pagarla. Nadie lesiona a nadie, impunemente. La Justicia Divina colocó en cada mente humana una especie de condensador de sustratos emocionales, donde quedan retenidas todas las imágenes y vibraciones, historia y consecuencias de cada acto responsable del ser humano, ese condensador de vez en cuando, o de una sola vez, descarga energías diferentes, de emociones diversas, que llevan a los deudores a cierto tipo de angustia exacerbada, y a los vencedores de si mismo a la exaltación de ideales cada vez más nobles. Debemos procurar no apartarnos jamás de las líneas de justicia y de bondad, de tolerancia y del perdón, a fin de tener siempre la conciencia tranquila y el corazón des nublado del panorama doloroso de las angustias.
El secreto de la felicidad es vivir de tal forma que nuestra conciencia no registre culpas que puedan suscitarnos problemas de reparación.
Cada Espíritu es un mundo y gravita en torno de otros mundos que le son afines; nosotros conocemos de cada uno, apenas algunos detalles insignificantes en el cómputo general de cada individualidad.
Todo guarda una enseñanza, incluso las cosas peores y, por eso, nuestros ojos deben mirar para aprender. Quien conoce el olor del estiércol del corral, sabe dar mayor valor al perfume del jardín, aunque no deje de ir al corral donde precisa coger la leche que sirve a la mesa, ni deje de ir al jardín porque las flores no alimentan. Tenemos en la vida duras realidades y tiernas bellezas, necesidades y placeres y debemos transitar entre ellas con el mismo espíritu de elevación, conscientes de que, por muchos siglos aun, nos serán inseparables.
El hombre para discernir precisa conocer lo cierto y lo errado, precisa conocer el lado bueno y el lado malo de las cosas, precisa, en fin, conocer la vida, porque es la vida que contiene cosas buenas y cosas consideradas malas. Lo que no precisa y no debe, es vivir el lado malo de las cosas, porque es eso lo que lo contamina y le pierde.
Llegará un día, en la faz de la Tierra, en que las ciencias del Espíritu catalogaran como enfermedades el orgullo y el egoísmo, la vanidad y la ambición y el orden social les obligará a severo tratamiento, una vez que son fuentes permanentes del mal y de la intranquilidad que reinan en el globo. El hombre que rebasa los límites de la normalidad, camina hacia la locura declarada, y es una fuente generadora de desequilibrio, en potencial.
El mal del mundo nace en el corazón del hombre egoísta y orgulloso, que no sabe perdonar, ceder u obedecer, comprender y ayudar, guardando las debidas proporciones de si mismo como frágil criatura, necesitada de todo y de todos.
Lo malo es que la Humanidad sabe eso hace milenios y continúa siendo la misma. El mensaje de Jesús no tuvo otro sentido sino el de convocar a los hombres hacia la humildad y la caridad, a fin de que pudiesen amarse los unos a los otros. El Maestro incitó a los buenos a tolerar y ayudar a los débiles, para que las pruebas de los hombres se abreviasen con la extinción del mal sobre la Tierra.
¿Y que es lo que hicimos hasta ahora? Estamos lejos muy lejos del Paraíso terrestre para cuando los tiempos sean llegados.
Los actos humanos deben ser juzgados por la intención que los motiva, no por los efectos que puedan llegar a tener, por fuerza de las cosas. El mal se elimina a si mismo, sin que nadie se erija en justificador. Va creando gérmenes de la propia destrucción, hasta que no puede contenerlos más. Cada uno responde por sus actos, a pesar de que el mal que genere, pueda resultar beneficios para centenares de personas. La vida es una escuela en que contra más se vive, más se aprende. No podemos responsabilizarnos por lo que los otros hacen más allá de los límites de nuestras decisiones, cada hombre siembra, con sus pensamientos y actos siendo la cosecha fruto del tiempo y de la vida.
Es te mundo no está a la deriva, ni la propia Naturaleza esta abandonada: cuando sus fuerzas naturales llegan a un punto de desequilibrio, ella se autocorrige.
La felicidad no es tener poder, ni vagabundear, ni gozar los placeres de este mundo: La felicidad es tener la conciencia tranquila por el deber cumplido con amor. Solo el amor importa mientras el more en nuestros corazones, ni dolores ni tinieblas perturbaran nuestra paz, porque el es caritativo y perdona, ayuda, soporta, comprende y por encima de todo, nos hace cada vez mejores ante la vida y ante Dios.
Ninguna comunidad puede progresar y vivir en paz cuando las personas que la componen no se respetan mutuamente. Cuando se vive feliz y con respeto, la vergüenza nos ayuda a no violar las reglas de la comunidad. Todo ser humano debe observar rigurosamente el deber y la disciplina, el respeto y la solidaridad. Cualquier función que realicemos hagámosla con amor y aremos brotar de ella nuestro reconocimiento. Debemos respetar las reglas, cumpliéndolas con ese amor y con toda nuestra responsabilidad como hijos de Dios.
Cuando consigamos vencer todos los escrúpulos y perjuicios y nos abracemos con amor, encontraremos al fin del sendero nuestros corazones modificados, pues el amor genera amor y cubre la multitud de nuestros pecados. Cuando el hombre en la Tierra conozca el verdadero potencial de una vibración de amor, de un gesto de fraternidad, de una palabra de consuelo y de perdón, movilizará esa energía, que está dentro de si mismo, para transformarse a si mismo y el mundo que lo rodea pues el amor es la única semilla que produce eternamente.
El amor, el respeto la verdadera fraternidad es la única cosa de valor en este mundo porque nunca mueren y siempre aumentan nuestras riquezas espirituales, nuestra felicidad todo en la vida tiene su razón de ser y cuando podamos penetrar en los recuerdos de nuestro propio pasado, encontraremos muchas explicaciones para las cosas aparentemente inexplicables.
Nuestras vidas están entrelazadas. Convivimos en la vida con mucha gente, tenemos muchos lazos afectivos, y cada lazo afectivo tiene su historia, buena o mala, porque los sentimientos se estructuran en los siglos. Amor y odio, solo en los cuentos de fantasía nacen a primera vista. Ellos nacen y se fortalecen o se rompen en el transcurso de los siglos. Convivimos con acreedores y deudores del pasado, teniendo que pagar y recibir de los que comparten con nosotros la existencia. Por esa razón, quien sabe amar siempre, dando y perdonando va resolviendo todos sus problemas Cármicos dentro de la mayor naturalidad, al mismo tiempo que va facilitando, a los que le deben, saldar sus deudas con menores humillaciones y mayores alegrías.
Jesús dijo que el amor cubre la mayoría de los pecados; las pruebas están ahí a nuestro frente, y en las historias de nuestros compañeros. Cuando los hombres comprendamos eso, veremos que el pedido de Jesús , para que nos amasemos los unos a los otros, mucho más que un consejo religioso, es una ley a la que no podemos dar la espalda, ante la vida, para así ser felices.
Este trabajo ha sido extraído del Libro, Esclavitud de Salvador Gentile.
Realizado por Merchita
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Analizando la Materia y al ser en su radio de acción
La Naturaleza, en sus diversos aspectos, nos ofrece un eterno encanto.
La materia es tan solo el agente de que se sirve el espíritu para realizar sus objetivos. A través de una serie de fenómenos, esa materia puede purificarse y llegar a un estado que permite confundirla con el principio primordial de la vida. Se podría creer que la materia se convierte en espíritu, porque ella es animada, pero nunca posee, por sí misma, un principio propio de vida.
La materia vive por reflejo, sigue la evolución de la vida y le sirve de soporte. La chispa emanada del foco divino evoluciona en la materia, recorriendo el Espacio y vuelve a su punto de partida, más pura y más luminosa.
El materialismo ha quitado a la Ciencia el carácter de grandeza y de elevación moral que la haría digna de recibir la revelación suprema, de recoger el depósito sagrado. El espíritu materialista, ensoberbecido con una conquista tal, se levantaría contra Dios. Pero el día en que, impregnado de un espíritu nuevo, el sabio haya asimilado esas radiaciones superiores que sintetizan toda la vida universal, reverenciará la obra Divina.
Es así como, en los planos superiores de la vida espiritual, el pensamiento, la voluntad y la fuerza se unen para realizar la obra sublime del cosmos, esa obra cuyo concierto encanta y arrebata a todos cuantos descubren sus leyes.
Desde la Tierra, solo podemos percibir algunos detalles, pero en el Más Allá las perspectivas aumentan y permiten que nuestros amigos invisibles conversen con nosotros con más competencia y amplitud sobre este magno asunto. Son ellos los que nos inician en las grandes obras que se elaboran en lo invisible y en los progresos que se preparan para la Ciencia humana en el conocimiento de las fuerzas universales.
“Desde el Más Allá, – nos dicen ellos – se emanan haces fluidicos de grupos de espíritus desencarnados y muy evolucionados que procuran siempre traspasar las nubes hechas de materia que envuelven la Tierra. Nosotros ya hemos producido algunas fisuras y por esas grietas o salidas esperamos despertar las chispas divinas que adormecen en el ser humano.”
“En el transcurso de los siglos, muchas existencias se han desarrollado sobre vuestro globo, un complejo de pasiones, de esperanzas y de fe, cuyas radiaciones constituyen una atmósfera fluídica que, frecuentemente, es como una barrera en torno a la Tierra. Cuando el aire se rarifica o se degrada en vuestro mundo, la vida se hace inestable y, a veces, se parte. Una correlación debe partir del Espacio, pero cuando la vida invisible no puede entrar en contacto con la vida material, el equilibrio se rompe, pueden ocurrir perturbaciones, sucesos trágicos, en el sentido de una evolución puramente material.”
León Denis nos dice que desearía abrir una ventana para hacernos comprender la marcha de los acontecimientos sobre la Tierra, para ello es preciso un impulso del alma, la plegaria, la fe que ilumina el camino y destruye los fluidos materiales que forman una barrera.”
“El Espiritismo es el gran inspirador de la fe. Es preciso utilizarlo con sinceridad. Habiendo más núcleos espíritas, más adeptos serán convencidos y de ese modo, hallarán en sí facilidades para la proyección de los fluidos vitales y regeneradores, bajo el punto de vista moral. Cada centro espírita, cada alma ardiente auxiliará con una fe viva, a atraer haces radiantes. De ese modo, podremos traspasar la capa material que os envuelve y purificar un ambiente aún tan cargado de elementos impuros”.
“Hasta el momento se han producido grietas, pues hay algunos focos iluminados; hay, por otro lado, regiones bastante sombrías. Mientras la obra de destrucción prosigue, los lugares sombríos se iluminan poco a poco. Tenemos la esperanza de que, si las perturbaciones se vuelven mayores, una nueva orientación se produzca en el espíritu de aquellos que dirigen los destinos de las naciones.”
A medida que el hombre vence las rampas difíciles que conducen a las cumbres de la Ciencia y del conocimiento, él ve la majestad del cosmos, y el esplendor de sus leyes se le aparece bajo aspectos cada vez más imponentes. Llega a comprender que el espíritu domina y rige el mundo, que la Naturaleza es su esclava. Las fuerzas son solamente agentes que sirven para realizar sus vastos planes y alcanzar el objetivo pretendido.
Él comprende que su alma no es más que un reflejo de la
Inteligencia Suprema que gobierna el Universo y que, a ejemplo suyo, él puede comandar la materia, las fuerzas radiantes y, evolucionando él mismo, trabajar para hacer progresar, para espiritualizar todo lo que le rodea, para elevar seres y cosas en dirección a estados siempre más perfectos.
Entonces, ya no es en las cosas exteriores, pasajeras e inciertas donde coloca su objetivo esencial, la finalidad de su vida. Él se dedica a accionar, por un desarrollo constante de sus facultades y de sus cualidades morales, las potencias y los recursos que adormecen en la médula de su ser.
Las instituciones políticas y sociales, las formas de los gobiernos y de las sociedades permanecerán vacías durante mucho tiempo, mientras el hombre no se perfeccione. Esto no está fuera de nosotros, sino que es dentro de nosotros donde reside el secreto de la felicidad. Como dice la sabiduría antigua: “Sabrás que los males que devoran a los hombres son fruto de su elección y que esos infelices buscan, lejos de sí, los bienes cuya fuente poseen.”
Estudiemos, pues, con persistencia, las leyes del Universo y las fuerzas prodigiosas que encierra; es penetrando el secreto de esas leyes y comprendiendo el control de esas fuerzas como el hombre podrá entrar en la gran comunión universal, cuyo principio está en Dios y fuera de la cual no hay felicidad.
Sin embargo, hay todavía pocos hombres que conocen la verdadera finalidad de la existencia y la ley de su destino. La gran masa humana, en vez de reaccionar contra la materia, sufre, servilmente, su yugo. Inmersa en las tinieblas, está sometida al imperio de los sentidos y solamente busca los placeres físicos. Y es que, para vencer las influencias groseras, para entrever el futuro del alma, enjuiciar su papel y su objetivo, es preciso enterarse de la vida en el Más Allá, haber entrado en relaciones profundas con el mundo invisible, haber recibido las enseñanzas de las grandes almas que han alcanzado las cumbres de la sabiduría y de la luz.
Ahora bien, solamente un pequeño número de estudiosos reúnen esas convicciones. Éstos han adquirido la certidumbre y la confianza, que son las fuerzas, por excelencia, para los momentos de luchas y de probaciones.
Todos los días, observamos a hombres que el laico califica como sabios y que, cuando quieren tratar de las cosas espirituales y de la vida en el Más Allá, demuestran una vacilación que asombra.
Y es que para abordar, con competencia, esas cuestiones profundas, es preciso haber madurado en el dolor.
El sufrimiento – despertador de consciencia – es la llave que abre nuestro entendimiento a la comprensión de las leyes eternas que rigen la vida y la muerte.
Poco a poco, a medida que el hombre avanza en la vía sagrada, la superioridad de su espíritu sobre la materia se afirma, al mismo tiempo que la fuerza creadora, de la cual Dios ha depositado una parcela en el hombre. En la evolución grandiosa de sus facultades y de sus cualidades morales, él llegará a realizar, dentro de sí, y a su alrededor, el reino de la justicia, de la sabiduría y del amor, que es el objetivo final, en función del cual todas las cosas han sido formadas.
Trabajo realizado por M. C. R.Extraído del libro de “León Denis” El Espiritismo y las Fuerzas Radiantes.
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" Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; dad de gracia lo que de gracia recibisteis" ( San Mateo, 10: 8)
Manifiesta Jesús a sus discípulos: " Dad de gracia lo que de gracia recibisteis." Con esta expresión prescribe que no se debe cobrar por aquello que se ha obtenido sin pagar.
Ahora bien, lo que los apóstoles habían recibido gratuitamente era era su facultad de sanar enfermos y expulsar demonios esto es, malos espíritus. Ese don les había sido concedido de gracia por Dios, para alivio de los sufrientes y para cooperar a la difusión de la fe, por eso les dice que no han de convertirlo en un comercio, ni en un objeto de especulaciones, ni en un medio de vida.
El Evangelio según el Espiritismo
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EL MAL HUMOR
En la vida siempre tenemos que tomar decisiones y depende de lo que hagamos así viviremos; bien o mal.
Todos podemos tener nuestros momentos de mal humor que se consideran totalmente normales, siempre y cuando no sea una conducta habitual.
Si el mal humor se instala en forma permanente en nuestra conducta y comienza a ser algo más que circunstancial, deberíamos conocer las causas y hacer algo al respecto.
Sepamos que mantener el buen humor nos hace un bien enorme a la salud física y mental. En diversos estudios médicos realizados se han comprobado que vivir de forma positiva frente a las situaciones favorece la liberación de la endorfina, sustancia que causa bienestar.
El estado de ánimo malhumorado se caracteriza por ver el lado negativo que suelen tener las cosas, por ejemplo viendo siempre el vaso medio vacío en lugar de medio lleno.
Aquel que vive de forma tensa, irritado, pesimista y malhumorado libera adrenalina, no adrenalina y corticoide, sustancias esas que provocan la caída en la inmunidad, teniendo en vista que la descarga de esos elementos en el organismo causa una disminución en la producción de glóbulos blancos.
Esta forma de ser puede tener o no motivos que la generan. Si los hubiera, lo mejor es intentar descubrirlos para modificar las consecuencias que puede provocar en las relaciones interpersonales y en el propio desarrollo.
Por otro lado, nos está señalando una personalidad con cierta tendencia depresiva, agravada por determinadas situaciones de la vida que por alguna razón no puede resolver.
Es un hecho que casi todos tengamos que atravesar por problemas que nos producen sufrimiento. La cuestión no es tanto resolverlos como conocerlos y aprender a vivir con ellos lo mejor posible.
Cualquier problema puede tener solución pero a veces esa solución se convierte posteriormente en otro problema aún más grave; por lo tanto, es necesario aceptar que eventualmente tendremos que enfrentar los contratiempos y disgustos que esas situaciones no puedan deparar.
Tengamos la certeza de que el mal humor nos cierra muchas puertas. La persona mal humorada está permanentemente con la expresión cargada, de amargura, tiene siempre una respuesta agresiva o de desdén para con los otros.
Esa actitud hace que las personas que viven a su alrededor pasen a evitarla. El mal humor aleja de nosotros todo lo que es bueno, más en compensación atrae todo lo que es negativo. El que vive malhumorado, su vida para él es un peso, un trastorno donde nada es cierto, todo se le torna oscuro y sombrío a su alrededor.
Algunas veces llamamos problemas a ciertos desafíos que la vida nos impone y que no son más que oportunidades para evolucionar y no quedarnos estancados.
Otras veces, llamamos problemas a situaciones comunes de la vida, dándoles una connotación trágica que no se merecería si aceptáramos que son inevitables.
No hagamos de las dificultades motivos de sufrimiento, más saquemos de todo una lección, un aprendizaje. El dolor es muchas veces inevitable, más el sufrimiento es opcional.
La mayoría de las veces los malhumorados no tienen mayores motivos para su estado de ánimo. Les molesta la compañía pero por otro lado se quejan porque están solos, se aburren pero no tienen ninguna iniciativa, viven contando sus problemas pero son incapaces de escuchar a los demás, critican a todos porque ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio; están desconformes con el gobierno, con su familia, con su trabajo y por supuesto ven todo negro.
Se trata por lo general de personas eternamente desconformes, intolerantes e individualistas que no pueden ser felices de ninguna manera y que con su mal humor canalizan sus energías negativas provocadas por sus desequilibrios emocionales y lo han convertido en un hábito.
Estas personas son muy difíciles de tratar porque creen tener siempre la razón. Poseen una visión pesimista del mundo y están convencidas plenamente que estamos todos al borde del abismo, que se aproxima el Apocalipsis y que es inútil cualquier intento para evitarlo.
Para ellas todo está a punto de estallar y sólo es cuestión de esperar que alguien apriete el detonador.
Sigmund Freud diría que el mal humor es un síntoma de represión de la libido sexual, que no necesariamente siempre se refiere a lo genital, sino a toda la sexualidad entendida como instinto de vida, al no lograr expresarse para participar creativamente en un medio social. El Psicoanálisis podría permitir revelar el trauma, que una vez consciente ayudaría a canalizar lo reprimido adecuadamente.
Otras fuentes lo llamarían vacío existencial o discapacidad para adaptarse a los cambios y para crecer y la terapia desde este enfoque podría ayudar a cambiar la percepción y ver la realidad desde una perspectiva más amplia.
En tanto que para los conductistas sería un condicionamiento adquirido que es necesario desaprender para adquirir otros nuevos más adaptativos.
El mal humor es un defecto de carácter que produce conflictos de relación, discordia familiar e infelicidad, y lo más grave de este modo de ser, es que es contagioso.
Hay personas que se complacen en cultivar el mal humor, es una característica de su personalidad, pues con el mal humor, tratan de imponerse a los otros con su rispidez, prepotencia y empatía, pensando que actuando así conseguirán el respeto y el temor de aquellos que con él conviven. Esas personas no perciben que acaban siendo víctimas de su mal humor, pues además de atraer para si todo lo que es negativo viven enfermas física y psíquicamente. Sienten dolores por todo el cuerpo, el hígado funciona mal, la digestión es pésima, tienen dolores de cabeza terribles, además de una baja inmunidad, están sujetas a varias dolencias e infecciones.
Generalmente son solitarias también, pues apartan a todos de sí.
Busquemos actuar y tener pensamientos volcados para la paz, la alegría, la confianza, la amistad, la solidaridad. Seamos simpáticos con nuestro prójimo, usando siempre la empatía, o sea, coloquémonos en su lugar y hagamos por nuestro prójimo todo aquello que nosotros desearíamos que ellos hiciesen con nosotros.
Con pensamientos y actitud de alegría, deseos de ser útiles, con la práctica de la caridad con nuestro prójimo, sentiremos un bienestar tan grande, que solo tendremos razones para sentirnos saludables física y mentalmente.
Confiando siempre en el amparo Divino que jamás nos faltará. Nuestro Padre Celestial nos creo para que vivamos con alegría. Por eso no debemos dejarnos contaminar por el mal humor, pues los más perjudicados seremos nosotros mismos. Ya que crearemos dolencias, a veces de difícil cura.
No olvidemos que las dificultades son transitorias, y que forman parte de nuestro aprendizaje para el cual venimos a ejercitarnos en la Tierra.
Mantengamos el buen humor en todas partes, en cualquier situación, no dejándonos envolver por sentimientos inferiores y nuestro cuerpo físico lo agradecerá inmensamente.
Actuando así, nuestro cuerpo se tornará leve y una inmensa paz inundará nuestro ser, creando el cielo dentro de nosotros.
Enviado por Merchita
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EL REMEDIO DE LA ORACIÓN
Cierta vez pregunté a Chico como era el mecanismo de la Espiritualidad para la atención y socorro a las personas cuyos nombres constaban en el cuaderno de plegarias, pues inmediatamente se constataba la mejoría de estas personas.
Él me respondió:
Él me respondió:
“Existe un aparato como si fuera un ordenador y que, en el instante que se coloca el nombre de las personas en el cuaderno de plegarias, él es tecleado para el mundo espiritual superior y cuando se hace la plegaria de aquí de la Tierra, los Espíritus, en la espiritualidad, cogen las fichas de las personas y van a atenderla en nombre de Dios. Esto así, desde que la casa de amor sea seria".
Ahí, yo comprendí como es que las personas, a través de las oraciones, mejoran.
Libro: Chico Xavier, Pequeñas Historias: Un Gran Hombre
Mensaje traducido por Isabel González-España
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