CARICIAS ANTIDROGAS
Las caricias maternas (o paternas) durante la infancia ayudan a los niños de hoy a “resistir” la tentación de consumir drogas y otras sustancias adictivas cuando alcancen la edad adulta. Es un estudio realizado por la Universidad de Duke (EEUU) y la Universidad de Adelaida (Australia) publicado en The Journal of Neuroscience.
Staci Bilbo, neurocientífica, coautora del trabajo, dice que en experimentos con ratas han comprobado que tener mucho contacto físico con la madre aumenta la producción de una molécula del sistema inmune llamada Interleucina-10 (IL-10) que es capaz de modificar la respuesta del cerebro ante sustancias que crean adicción.
Bilbo y sus colegas han comprobado que los cerebros de los animales que habían recibido más caricias maternas tras nacer tenían más genes activos destinados a producir esta sustancia. Tras consumir una droga como la morfina, en el cerebro de los mamíferos se activan células de la glía que producen moléculas inflamatorias que mandan señales a un centro de recompensa llamado núcleo accumbens. Sin embargo, cuando entra en juego la molécula IL-10 contrarresta esta inflamación y reduce la señal de recompensa, lo que evita que se cree una adicción.
Sorprendentemente, cuantos más arrumacos maternos se han recibido en edades tempranas, mayor es la capacidad de producir esta sustancia.
Sabemos por el espiritismo que solo el amor salva al humano.
-Pedro Echevarría-
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EVOCACIÓN DE LOS ESPÍRITUS.
Conviene en un principio no obstinarse en evocar a un Espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque acontece muchas v...eces que con aquél no se establecen las
relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga por él. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre todo a su ángel guardián.
En esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque los Espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la puede hacer en los términos siguientes o parecido: Ruego a Dios Todopoderoso permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme escribir; ruego también a mi ángel guardián tenga la bondad de asistirme y apartar a los malos. Se espera entonces que un Espíritu se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente el que se desea, así como puede ser un espíritu desconocido o el ángel guardián; de todos modos, generalmente, se da a conocer escribiendo su nombre; pero entonces se presenta la cuestión de la identidad, una de las que requieren más experiencia, pues hay pocos principiantes que no estén expuestos a ser engañados.
Cuando quieran evocarse Espíritus determinados es muy esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y simpáticos y que pueden tener un motivo para venir como son los
parientes o amigos. En ese caso la evocación puede formularse de este modo: En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu de tal que se comunique conmigo; o bien: Ruego a Dios
Todopoderoso permita al Espíritu de N. el comunicarse conmigo; o cualquiera otra fórmula respondiendo al mismo pensamiento.
No deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan de tal modo que simplemente requieran la respuesta de sí o no, como por ejemplo: ¿Estás aquí? ¿Quieres responderme?
Más tarde esta precaución viene a ser inútil; en un principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas de interés privado y, sobre todo, que sea la expresión de un sentimiento benévolo y simpático para el Espíritu al cual se dirige.
(Véase más adelante el capítulo especial sobre las “Las Evocaciones”).
Conviene en un principio no obstinarse en evocar a un Espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque acontece muchas v...eces que con aquél no se establecen las
relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga por él. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre todo a su ángel guardián.
En esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque los Espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la puede hacer en los términos siguientes o parecido: Ruego a Dios Todopoderoso permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme escribir; ruego también a mi ángel guardián tenga la bondad de asistirme y apartar a los malos. Se espera entonces que un Espíritu se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente el que se desea, así como puede ser un espíritu desconocido o el ángel guardián; de todos modos, generalmente, se da a conocer escribiendo su nombre; pero entonces se presenta la cuestión de la identidad, una de las que requieren más experiencia, pues hay pocos principiantes que no estén expuestos a ser engañados.
Cuando quieran evocarse Espíritus determinados es muy esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y simpáticos y que pueden tener un motivo para venir como son los
parientes o amigos. En ese caso la evocación puede formularse de este modo: En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu de tal que se comunique conmigo; o bien: Ruego a Dios
Todopoderoso permita al Espíritu de N. el comunicarse conmigo; o cualquiera otra fórmula respondiendo al mismo pensamiento.
No deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan de tal modo que simplemente requieran la respuesta de sí o no, como por ejemplo: ¿Estás aquí? ¿Quieres responderme?
Más tarde esta precaución viene a ser inútil; en un principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas de interés privado y, sobre todo, que sea la expresión de un sentimiento benévolo y simpático para el Espíritu al cual se dirige.
(Véase más adelante el capítulo especial sobre las “Las Evocaciones”).
204. Todavía debe tenerse presente otra cosa más importante que el modo de hacer la evocación, y es la calma y el recogimiento unidos a un deseo ardiente y a una firme voluntad de obtener buen éxito, y no queremos hablar aquí de una voluntad efímera que tiene intervalos, interrumpiéndose a cada minuto por otras preocupaciones, sino la voluntad formal, perseverante, sostenida,sin impaciencia ni deseo febril. La soledad, el silencio y el alejamiento de todo lo que puede causar distracciones favorece el recogimiento.También es preciso tomar en cuenta la naturaleza del Espíritu a quien se pregunta, pues los hay tan ligeros e ignorantes que responden a tontas y a locas como verdaderos calaveras atolondrados; por esto aconsejamos dirigirse a los Espíritus ilustrados, que generalmente contestan gustosos a estas preguntas e indican la mejor marcha que debe seguirse si ven posibilidad de tener buen resultado.
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC
EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC
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EL ALMA ES
INMORTAL
La envoltura del alma ha sido objeto de estudios perseverantes por parte de Allan Kardec. Confiesa él mismo no haber tenido jamás, antes de conocer el Espiritismo, ideas particulares sobre este asunto.
Son sus conversaciones con los espíritus lo que le han hecho conocer el cuerpo fluídico, y le han permitido comprender su papel y su utilidad.
Invitamos a los que quieran asistir a la génesis de este descubrimiento, a leer la Revue Spirite de 1858 a 1869. Verán cómo poco a poco ha sido reunida en esta enseñanza, datos para suministrar una teoría racional, que explica todos los hechos con una irreprochable lógica.
No pudiendo extendernos demasiado sobre este punto, nos limitaremos a citar una evocación que podrá servir de modelo a todos los investigadores deseosos de comprobar por sí mismos estas enseñanzas.
EVOCACIÓN DEL DR. GLAS
Las preguntas son hechas por Allan Kardec, las respuestas son dadas por un médium escribiente.
“P. —Haga usted una distinción entre su espíritu y su periespíritu; ¿qué diferencia establece entre los dos?
“R. —Yo pienso, luego existo, tengo un alma como ha dicho un filósofo: no sé más que él, acerca de este punto. En cuanto al periespíritu, es una forma, como sabe usted, fluídica y natural; pero buscar el alma, es querer buscar lo absoluto, lo espiritual.
“P. — ¿Cree usted que la facultad de pensar reside en el periespíritu? En una palabra, ¿que el alma y el periespíritu son una sola y misma cosa?
“R. —Es como si usted me preguntase si el pensamiento reside en nuestro cuerpo: el uno se ve, el otro se siente y se concibe.
“P. — ¡Así es usted no un ser vago e indefinido, sino un ser limitado y circunscrito?
“R. —Limitado, sí, pero rápido como el pensamiento.
“P. — ¿Puede usted precisar el sitio en que se halla en esta sala?
“R. —A su izquierda y a la derecha del médium.
“P. — ¿Ha estado usted obligado a dejar su sitio para cedérmelo?
“R. —En modo alguno; nosotros pasamos a través de todo, como todo pasa a través de nosotros; es el cuerpo espiritual.
“P. — ¿Estoy pues, colocado en usted?
“R. —Sí.
“P. — ¿Por qué no le siento?
“R. —Porque los fluidos que componen el periespíritu son demasiado etéreos, no son lo bastante materiales para usted; pero, por la oración, la voluntad, la fe en una palabra, los fluidos pueden llegar a ser más ponderables, más materiales, y llegar hasta el todo material; que es lo que ocurre en las manifestaciones físicas.
Observación. Supongamos un rayo luminoso penetrando en un sitio oscuro; se le puede atravesar, sumirse en él, sin alterar su forma ni su naturaleza. Aunque este rayo sea una especie de materia, está tan rarificada, que no opone obstáculo alguno al paso de la materia más compacta.
Era evidente que la mejor manera de saber si los espíritus tienen cuerpo, es preguntándoselo. Pues bien, jamás, desde que se evoca, se ha observado que los desencarnados, hayan dado una respuesta negativa.
Todos afirman que su envoltura periespiritual, tiene tanta realidad para ellos, como nuestro cuerpo físico la tiene para nosotros. Es, pues, un punto establecido por las aseveraciones unánimes de todos los que han sido interrogados.
Esto explica y confirma las visiones de los sonámbulos y de los médiums. Hemos llegado a los testimonios, que hacen salir completamente al periespíritu, de las concepciones puramente filosóficas, para darle una existencia positiva.
Gabriel Delanne
ADAPTACIÓN: Oswaldo E. Porras Dorta
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¿A usted le importa la opinión que los otros tienen a su respecto?
Si su respuesta fuera no, entonces usted es una persona que sabe de si misma. Que se conoce. Es autosuficiente.
No en tanto, si la opinión de los otros sobre usted es decisiva, vamos a pensar un poco sobre como eso puede ser perjudicial.
El primer síntoma de que alguien está bajo el yugo de la opinión ajena, es la dependencia de elogios.
Si nadie dice que su cabello, su ropa, u otro detalle cualquiera están bien, la persona se siente segura.
Si alguien le dice que tiene cara de enferma, la persona se siente enfermiza y enseguida procura un médico.
Si hubo alguien que le dijo que esta gorda, desesperadamente intenta disminuir el peso.
Mas si le dijeran que es bonita, inteligente, despierta, ella también lo cree.
Si le dicen que es fea, la persona se desespera. Principalmente si no tiene condiciones de reparar la supuesta fealdad con una cirugía plástica.
Existen personas que quedan todo el tiempo a la procura de alguien les diga algo que las haga sentirse seguras, aun mismo que ese alguien no las conozca bien.
Hay personas que dependen de la opinión ajena y se esfuerzan intentando agradar siempre.
Son mujeres que aumentan o disminuyen senos, labios, mejillas, nariz, para agradar a su novio. Como si eso fuese a garantizar su amor.
Son hombres que hacen implante en el cabello, modifican dientes, cejas, nariz, trabajan hasta el agotamiento, para impresionar a su elegida.
Y, cuando esas personas, inseguras y dependientes, no encuentran a nadie que las elogie, que les diga lo que desean oír, se disgustan y, no raro, caen en la depresión.
No se dan cuenta de que la opinión de los otros es superficial y liviana, pues generalmente no conocen a las personas de las cuales hablan.
Para que usted sea realmente feliz, aprenda a conocerse y a aceptarse como usted es.
No crea en todo lo que dicen a su respecto. No se deje impresionar con falsos elogios, ni con infundadas criticas.
Sea usted mismo. Descubra lo que tiene de bueno en su intimidad y valorícese. Nadie mejor que usted para saber lo que pasa en su alma.
Procure estar bien con su conciencia, sin neurosis de querer agradar a los otros, pues los otros no siempre dan valor a sus esfuerzos.
La meditación es excelente herramienta de autoayuda. Sumergirnos en las profundidades de la propia alma en busca de sí mismo es arte que merece atención y dedicación.
Cuando la persona se conoce, puede emitir de ella las opiniones más contradictorias que ella no se deja impresionar, ni eludir, pues sabe de su realidad.
En esos días en que las noticias intentan crear prototipos de belleza física, y enaltecer a la juventud del cuerpo como único bien que merece investimento, no se deje iludir.
Usted vale por lo que es, y no por lo que tiene o aparenta ser. La verdadera belleza es la del alma. La eterna juventud es atributo del Espíritu inmortal.
Lo importante es que usted se guste. Que usted se respete. Que se cuide y se sienta bien.
La opinión de alguien solo debe tener sentido y tener peso, si ese alguien estuviera realmente interesado en su felicidad y en su bienestar.
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Ninguna opinión que emitan sobre usted, debe provocar tristeza o alegría en demasía.
Los elogios livianos no aumentan nada más allá de lo que usted es, y las críticas negativas no lo tornaran a usted peor.
Busque el autoconocimiento y aprenda a desenvolver la autoestima.
Más recuerde: sea exigente para consigo, e indulgente para con los otros.
Es una formula segura para que usted encuentre la autoconfianza y la seguridad necesaria para su bienestar efectivo.
Y jamás olvide que la verdadera elegancia es la del carácter, que procede del alma justa y noble.
Piense en eso, y libérese del yugo de la opinión de los otros.
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