¿El infierno es contemplado en todas las religiones ?
Esta idea está
presente en casi todas, aunque con distintas acepciones y con
diferentes conceptos de eternidad y castigo.
Los pueblos
paganos le llamaban el Tártaro
y su contrapuesto equivalente al Cielo, Campos
Elíseos.
La civilización
griega lo llamó Hádes
y la hebrea Seol .
El Hades, según las Escuelas de Sabiduría
Pitagórica u Orfica, era un lugar de
sufrimiento en donde el Alma impura se
purificaba, y su oponente
situado en las regiones superiores y equivalente al Cielo, era el
Olimpo, mansión de
los dioses y de los hombres divinizados
Orígenes de
Alejandría, San
Ambrosio, San Jerónimo y otros de los
llamados Primeros Padres de la Iglesia,
consideraron que el Infierno no podía ser un
estado eterno sino un periodo de transición mas o menos duradero.
Los pueblos
paganos tenían a Plutón
como al rey del Infierno, y entre los cristianos surgió
paralelamente la figura del Demonio o Satanás,
que aún superó a Plutón en malignidad, porque según los conceptos
religiosos de las civilizaciones que mantenían
estos criterios,
Plutón solamente se limitaba a guardar las almas de los condenados,
mientras que Satán
además también las inducía a caer en el mal con engaños y
sugestiones para que se condenasen.
Como es notorio,
el cristianismo también adoptó esta idea y la ha utilizado siempre
como medida de amenaza para obligar a los cristianos a seguir y
aceptar ciegamente unas normas evangélicas y eclesiales. Según los
Evangelios cristianos, Jesús descendió a los infiernos , situados
en los lugares bajos, para sacar de allí a las almas que esperaban
su venida. En las diversas religiones cristianas estos conceptos
difieren mas o menos así:
Los
católicos admiten un cielo de gloria y eterna beatitud y felicidad,
en donde solo ingresan directamente unos pocos católicos que han
tenido una vida pura y de gran santidad. La mayoría van al
purgatorio que es como el infierno pero no es para siempre, sino un
lugar o estado de castigo que no es eterno y puede ser acortado por
la intercesión de las oraciones que por ellos hagan los vivos. Los
no católicos, salvo raras excepciones , van directamente al infierno
de fuego eterno.
Los
evangélicos en general, creen que se va directamente al cielo o al
infierno. El día del juicio resucitarán todos con sus cuerpos
carnales que tuvieron y después volverán al lugar o estado que
estaban con un cuerpo incorruptible.
Los
ortodoxos afirman que todos van al Hades donde pueden permanecer
con felicidad o con sufrimiento, según hayan sido las vidas de cada
cual y como un anticipo del juicio final. Pero después del juicio
final encuentran la reconciliación total con Dios y todos quedan en
el Hades en estado de felicidad.
Para
los adventistas del 7º día, tras la muerte todos duermen y en el
juicio final los justos resucitarán y serán felices, y los inícuos
serán aniquilados. Niegan el cielo y el infierno.
Los
mormones admiten tres cielos: en el primero ,que es el mejor y más
feliz, van los mormones justos que han tenido hijos. En el segundo
los mormones sin hijos y en el tercero los mormones que hayan sido
injustos y servirán para siempre a los de los dos cielos anteriores.
Los mormones apóstatas irán al infierno.
Y por último, los
testigos de Jehová creen que tras la muerte dejarán de existir y en
el juicio final todos resucitarán ( si no existen ¿cómo podrían
resucitar?). Afirman que los buenos testigos de Jehová quedarán en
el paraíso que será la Tierra pero solamente por un número
predeterminado por su Bíblia, y los demás dejarán de existir. ¿Qué
pasaría si los buenos al final fuesen más que ese número limitado
que sostienen?; ¿ Se salvarían rompiendo ese famoso número,o se
condenarían igualmente por no caber ya en ese cielo que aguarda a
los que forman el número prefijado y donde parece que ya no cabrán
más?.Para caber o no caber en un lugar cerrado, es necesario que ese
recinto sea material o físico y que los que caben o no caben fuesen
también físicos o materiales, pero si hablamos de almas que se
salvan o no se salvan... y sabemos que las almas no son físicas ni
materiales, ¿Entonces?... .
Ellos también niegan
el infierno tal como lo entienden las demás religiones, por lo que a
los no salvos parece ser que los ven condenados a dejar de existir,
como si nunca hubiesen existido...... De todos modos es mejor dejar
de existir y quedar en la nada, que existir eternamente en un fuego
eterno y sin remisión. Llegados a estos galimatías filosóficos,
es mejor no profundizar más en estas cuestiones que no conducen
sino a nadar en lo absurdo y en el sin sentido.
Según
la Revelación Espírita, el Cielo y el Infierno no son lugares
materiales, sino estados del espíritu desencarnado, con arreglo al
nivel vibratorio alcanzado durante su vida humana, que viene dado por
del bagaje de buenas o malas acciones que haya podido cometer con
arreglo a la Justicia Divina, Perfecta, que, mediante la Ley de
Consecuencias actúa sobre ellos tras la muerte, situándolos en un
plano vibratorio de existencia acorde a su propia vibración, y esto
puede suponer estar agrupados en mundos inmateriales de Luz, llenos
de Paz, Belleza y Armonía, o en zonas de oscuridad situadas
vibratoriamente a nivel de la corteza terrestre o incluso en un nivel
inferior a la misma. Pero tras un tiempo de preparación y evolución
de unos y de sufrimiento y purga en otros, estos últimos Seres
espirituales son finalmente rescatados de esas zonas purgatoriales, y
llevados a zonas de recuperación y aprendizaje, prosiguiendo así su
evolución hasta que comprendan, pidan o les sea dispuesta una nueva
encarnación para proseguir el camino de su evolución espiritual.
Comprendemos
así que nadie es condenado a ningún sufrimiento eterno y sí a una
felicidad que Dios permite que TODOS alcancemos, por el mérito de
nuestro esfuerzo y la ayuda espiritual que recibimos en Su nombre,
por parte de Espíritus cuya misión es precisamente la de
inspirarnos en el bien para dejarnos la libertad de elegir entre el
camino correcto y el equivocado que nos sugieren los otros seres
espirituales oscurecidos y negativos, que por envidia nos pretenden
atrasar y equivocar para que no estemos mejor que ellos cuando
dejemos la Tierra.
- José Luis Martín-
***********************
" A cada uno se le dará según sus obras "
- Jesús Cristo -
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“Dios, que está en todas partes y lo ve todo, debe ver los tormentos de los condenados. Si es insensible a sus gemidos durante la eternidad, eternamemnte está falto de piedad. Si no tiene piedad, no es infinitamente bueno.”
- Allan Kardec
(El Cielo y el Infierno)
Hay revelaciones apócrifas y mentirosas, pero también las hay serias y verdaderas. El
carácter esencial de la revelación divina es el de verdad eterna. Toda revelación factible de error o
sujeta a modificaciones no emana de Dios. Es por eso que el Decálogo presenta los caracteres de su
origen, mientras que las otras leyes mosaicas de índole transitoria, a menudo contradictorias con la
ley del Sinaí, son la obra personal y política del legislador hebreo. Al dulcificarse las costumbres
del pueblo, las leyes cayeron en desuso, mientras que el Decálogo, faro de la Humanidad, siguió en
pie. Cristo construyó el edificio de sus enseñanzas basándolo en el Decálogo, mientras que abolió
las otras leyes. Si éstas hubiesen sido obra de Dios, no las hubiera tocado. Cristo y Moisés son los
dos grandes reveladores que cambiaron la faz del mundo, y en ello reside la prueba de la misión
divina de ambos. Una obra puramente humana no hubiera poseído tanta fuerza...
Allan Kardec-
*************
NUESTRAS RAZONES ÍNTIMAS
Los espíritas, por algún motivo especial parece que estamos inclinados a “complicarnos la existencia”. Me refiero al hecho de que cuanto más nos metemos y profundizamos en el aprendizaje y las experiencias del Espiritismo y todo lo que le rodea, cuanto más ahondamos en él, más nos seduce, como quien descubre un increíble tesoro, solo queremos compartirlo con los demás, porque lo que se comparte adquiere un valor que de otro modo queda oculto y es como si no existiese. Entonces vamos adquiriendo compromisos personales y con otros hermanos espíritas, que a veces van más allá de nuestras posibilidades reales para poder afrontarlo con constancia en toda su extensión.
Los motivos que nos impulsan suelen ser justificados ante nosotros mismos como “el impulso irrefrenable de aprender cada vez más y más”. Cuando este motivo ,es realmente cierto, nos cabría preguntar, ¿ para qué ?; ¿ tal vez, para ayudar más a alguien?; ¿ porque así podemos contribuir mejor al desarrollo y expansión de una doctrina o de un conocimiento?. Sabemos que este conocimiento cuando se popularice más, gracias a la difusión que cada uno pueda hacer, este es el mejor aporte que podemos hacer a esta gran doctrina de los Espíritus, esto puede ser un factor para mejorar eficazmente a la humanidad para que alcancemos niveles éticos y morales nunca antes vividos, de solidaridad, de paz y de amor entre todos los seres humanos, además de redundar en un avance social notable, de modo que las sociedades del mundo se sentirán más solidarias y fraternas entre sí de lo que lo fueron antes nunca .
Cuando realmente los motivos que nos impulsan a “complicarnos más la vida”, son los enumerados anteriormente, la justificación es noble y muy loable, pero ,¿ realmente en todos los casos son estos los motivos que nos impulsan a todos?.
Yo me planteo si no será también en algunos casos un afán de saber más y conocer más, para afianzar nuestra propia seguridad interior, porque en el fondo, necesitamos a cada paso que nos convenzan de lo que decimos creer o mantener.
También puede ser que , sencillamente, haya algunos casos de mera curiosidad, para ver si por fin, caminando por los misterios del intercambio mediúmnico, presenciamos algún fenómeno relacionado con la existencia del Más Allá, o de caracter paranormal que dé mas solidez a nuestra fe y a los argumentos de cara a los demás, en un afán de hacer proselitismo, buscando la admiración, y la credulidad de esos que nos admiran porque creen que sabemos tanto y cuanto o que somos tan virtuosos, pero en el fondo a veces solo queremos lograr un convencimiento y una seguridad en nuestros planteamientos y testimonios.
Asimismo es posible que este afán de saber cuanto sea posible, en ciertos casos sea un modo de sentirnos superiores y admirados por los demás, como evidencia de otros defectos que aun portamos, como son el orgullo y la vanidad.
En el fondo, creo que es posible que muchos, tal vez puede ser que lo que persigan sea la admiración y el cariño de los demás, de lo cual no pueden prescindir, sintiéndose queridos y un poco “ por encima ” al común de los mortales, gracias a sus reconocidos conocimientos, saberes y experiencias; y lo peor de todo: dando una imagen de virtud o de madurez moral, de las que en el fondo carecen en realidad .
Hay quien ha leído muchos libros espíritas, y gracias a su buena memorización creen por ello saber mucho; otros tienen una larga experiencia de años por su permanencia en el seno de grupos o sociedades espíritas, y eso les hace sentir con cierta autoridad en el campo espírita, con respecto a los “advenedizos” llegados hace menos tiempo, y en el fondo recuerdan eso de que " la veteranía es un grado "; otros han acudido además a tantos y tantos congresos y han escuchado tantas y tantas conferencias brillantes o magistrales, e incluso, las han impartido...., pero, ¿ eso es suficiente?; ¿ con todas las cosas reseñadas, han colmado el tope de lo que se puede lograr, asegurando un lugar de privilegio después, en el mundo espiritual, cuando les llegue la hora de regresar a él?; ¿ es posible que piensen de verdad, que el cariño y las alabanzas de los hombres aquí, les van a situar en el mismo nivel, después en el más allá?.
Todo lo reseñado, sobre la formación intelectual y espírita está muy bien y es necesario como formación necesaria que todo espírita, como cristiano portador y partícipe en la tercera revelación, debe conocer para con este conocimiento, iluminar su vida, dando luz a las vidas de los demás, pero lo que no se nos puede olvidar a nadie, es la necesidad individual de cada uno, que todos tenemos en cuanto a la práctica de lo sabido, para que no se quede solamente en una hermosa teoría. Y no me refiero ya a la práctica mediúmnica o en la de aplicar pases magnéticos o espíritas; me refiero a la práctica de la caridad con los demás; a la práctica del mejoramiento íntimo, luchando contra nuestros defectos morales y nuestras inclinaciones negativas en el día a día, tratando conscientemente de eliminarlas y reeducándonos como cristianos de verdad, con la base sólida, no ya del conocimiento teórico de la Codificación, del Evangelio o de otras elevadas obras espíritas, sino con la verdadera base del ejemplo a los demás, de nuestra entrega y nuestra caridad en tantas facetas y oportunidades como nos ofrece la vida.
No olvidemos nunca que, como dijo Kardec, al verdadero espírita se le conocerá por su transformación moral, y esta se produce no con la exposición hueca de una bella teoría doctrinal, sino con esa práctica diaria de la caridad y esa transformación moral, que es el verdadero fruto de los espíritas, y que como imagen evidente, esto siempre habla más que mil palabras.
Vamos a comenzar a aplicarnos la máxima de Kardec, cuando afirmó que “fuera de la Caridad no hay salvación”. Y no se trata de dar limosnas, sino de ser tolerante, bueno, compasivo, misericordioso y paciente con nuestros semejantes, respetando y amando la Naturaleza y los seres creados por Dios, que habitan en nuestro mundo.
Por supuesto, es ineludible que debemos formarnos a fondo en la doctrina que amamos y sustentamos, la Doctrina Espírita, en todas sus facetas y aspectos basados a partir de las obras codificadas por Kardec: ciencia, filosofía y moral, así como de tantos buenos autores espíritas, que con sus obras, unas de autoría directa y otras mediúmnicas, han iluminado y allanado el camino del conocimiento espiritual, y más concretamente, del conocimiento espírita, pero sobre todo refrendemos estos conocimientos con la necesaria transformación moral, ejemplo evidente para los demás que conociéndonos desde un antes, nos puedan comparar indeleblemente con un después que es el ahora de nuestro día a día actual, y que ese cambio moral, en una introspección íntima,también pueda ser sentido por nosotros mismos, como indicativo de que vamos por el buen camino. Este propósito que actúa como motor que empuja y funciona en nuestras vidas, justificando el por qué y el para qué estamos aquí, y el por qué y el para qué hemos conocido y aceptado la doctrina espírita, será en efecto, el acicate que dé sentido a nuestro paso por esta existencia en la que ya tanto tiempo hemos malgastado.
Que cada cual, en conciencia, nos pongamos ya y seriamente manos a la obra, comenzando por mirar nuestras posibilidades reales de hacer algo por los demás, y por nosotros mismos, sin olvidar nunca que nuestro prójimo más inmediato es, por lógica, a quien primero debemos atender y ayudar, y este no es otro que nuestros familiares directos, y por supuesto nosotros mismos, porque si no depuramos antes nuestro interior, con nuestra voluntad y nuestro conocimiento avalado por la vivencia y la experiencia, no podremos ser esa herramienta valiosa , necesaria y precisa que deberá servir para ayuda en el caminar evolutivo de los demás.
Jose Luis Martín -
carácter esencial de la revelación divina es el de verdad eterna. Toda revelación factible de error o
sujeta a modificaciones no emana de Dios. Es por eso que el Decálogo presenta los caracteres de su
origen, mientras que las otras leyes mosaicas de índole transitoria, a menudo contradictorias con la
ley del Sinaí, son la obra personal y política del legislador hebreo. Al dulcificarse las costumbres
del pueblo, las leyes cayeron en desuso, mientras que el Decálogo, faro de la Humanidad, siguió en
pie. Cristo construyó el edificio de sus enseñanzas basándolo en el Decálogo, mientras que abolió
las otras leyes. Si éstas hubiesen sido obra de Dios, no las hubiera tocado. Cristo y Moisés son los
dos grandes reveladores que cambiaron la faz del mundo, y en ello reside la prueba de la misión
divina de ambos. Una obra puramente humana no hubiera poseído tanta fuerza...
Allan Kardec-
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NUESTRAS RAZONES ÍNTIMAS
Los espíritas, por algún motivo especial parece que estamos inclinados a “complicarnos la existencia”. Me refiero al hecho de que cuanto más nos metemos y profundizamos en el aprendizaje y las experiencias del Espiritismo y todo lo que le rodea, cuanto más ahondamos en él, más nos seduce, como quien descubre un increíble tesoro, solo queremos compartirlo con los demás, porque lo que se comparte adquiere un valor que de otro modo queda oculto y es como si no existiese. Entonces vamos adquiriendo compromisos personales y con otros hermanos espíritas, que a veces van más allá de nuestras posibilidades reales para poder afrontarlo con constancia en toda su extensión.
Los motivos que nos impulsan suelen ser justificados ante nosotros mismos como “el impulso irrefrenable de aprender cada vez más y más”. Cuando este motivo ,es realmente cierto, nos cabría preguntar, ¿ para qué ?; ¿ tal vez, para ayudar más a alguien?; ¿ porque así podemos contribuir mejor al desarrollo y expansión de una doctrina o de un conocimiento?. Sabemos que este conocimiento cuando se popularice más, gracias a la difusión que cada uno pueda hacer, este es el mejor aporte que podemos hacer a esta gran doctrina de los Espíritus, esto puede ser un factor para mejorar eficazmente a la humanidad para que alcancemos niveles éticos y morales nunca antes vividos, de solidaridad, de paz y de amor entre todos los seres humanos, además de redundar en un avance social notable, de modo que las sociedades del mundo se sentirán más solidarias y fraternas entre sí de lo que lo fueron antes nunca .
Cuando realmente los motivos que nos impulsan a “complicarnos más la vida”, son los enumerados anteriormente, la justificación es noble y muy loable, pero ,¿ realmente en todos los casos son estos los motivos que nos impulsan a todos?.
Yo me planteo si no será también en algunos casos un afán de saber más y conocer más, para afianzar nuestra propia seguridad interior, porque en el fondo, necesitamos a cada paso que nos convenzan de lo que decimos creer o mantener.
También puede ser que , sencillamente, haya algunos casos de mera curiosidad, para ver si por fin, caminando por los misterios del intercambio mediúmnico, presenciamos algún fenómeno relacionado con la existencia del Más Allá, o de caracter paranormal que dé mas solidez a nuestra fe y a los argumentos de cara a los demás, en un afán de hacer proselitismo, buscando la admiración, y la credulidad de esos que nos admiran porque creen que sabemos tanto y cuanto o que somos tan virtuosos, pero en el fondo a veces solo queremos lograr un convencimiento y una seguridad en nuestros planteamientos y testimonios.
Asimismo es posible que este afán de saber cuanto sea posible, en ciertos casos sea un modo de sentirnos superiores y admirados por los demás, como evidencia de otros defectos que aun portamos, como son el orgullo y la vanidad.
En el fondo, creo que es posible que muchos, tal vez puede ser que lo que persigan sea la admiración y el cariño de los demás, de lo cual no pueden prescindir, sintiéndose queridos y un poco “ por encima ” al común de los mortales, gracias a sus reconocidos conocimientos, saberes y experiencias; y lo peor de todo: dando una imagen de virtud o de madurez moral, de las que en el fondo carecen en realidad .
Hay quien ha leído muchos libros espíritas, y gracias a su buena memorización creen por ello saber mucho; otros tienen una larga experiencia de años por su permanencia en el seno de grupos o sociedades espíritas, y eso les hace sentir con cierta autoridad en el campo espírita, con respecto a los “advenedizos” llegados hace menos tiempo, y en el fondo recuerdan eso de que " la veteranía es un grado "; otros han acudido además a tantos y tantos congresos y han escuchado tantas y tantas conferencias brillantes o magistrales, e incluso, las han impartido...., pero, ¿ eso es suficiente?; ¿ con todas las cosas reseñadas, han colmado el tope de lo que se puede lograr, asegurando un lugar de privilegio después, en el mundo espiritual, cuando les llegue la hora de regresar a él?; ¿ es posible que piensen de verdad, que el cariño y las alabanzas de los hombres aquí, les van a situar en el mismo nivel, después en el más allá?.
Todo lo reseñado, sobre la formación intelectual y espírita está muy bien y es necesario como formación necesaria que todo espírita, como cristiano portador y partícipe en la tercera revelación, debe conocer para con este conocimiento, iluminar su vida, dando luz a las vidas de los demás, pero lo que no se nos puede olvidar a nadie, es la necesidad individual de cada uno, que todos tenemos en cuanto a la práctica de lo sabido, para que no se quede solamente en una hermosa teoría. Y no me refiero ya a la práctica mediúmnica o en la de aplicar pases magnéticos o espíritas; me refiero a la práctica de la caridad con los demás; a la práctica del mejoramiento íntimo, luchando contra nuestros defectos morales y nuestras inclinaciones negativas en el día a día, tratando conscientemente de eliminarlas y reeducándonos como cristianos de verdad, con la base sólida, no ya del conocimiento teórico de la Codificación, del Evangelio o de otras elevadas obras espíritas, sino con la verdadera base del ejemplo a los demás, de nuestra entrega y nuestra caridad en tantas facetas y oportunidades como nos ofrece la vida.
No olvidemos nunca que, como dijo Kardec, al verdadero espírita se le conocerá por su transformación moral, y esta se produce no con la exposición hueca de una bella teoría doctrinal, sino con esa práctica diaria de la caridad y esa transformación moral, que es el verdadero fruto de los espíritas, y que como imagen evidente, esto siempre habla más que mil palabras.
Vamos a comenzar a aplicarnos la máxima de Kardec, cuando afirmó que “fuera de la Caridad no hay salvación”. Y no se trata de dar limosnas, sino de ser tolerante, bueno, compasivo, misericordioso y paciente con nuestros semejantes, respetando y amando la Naturaleza y los seres creados por Dios, que habitan en nuestro mundo.
Por supuesto, es ineludible que debemos formarnos a fondo en la doctrina que amamos y sustentamos, la Doctrina Espírita, en todas sus facetas y aspectos basados a partir de las obras codificadas por Kardec: ciencia, filosofía y moral, así como de tantos buenos autores espíritas, que con sus obras, unas de autoría directa y otras mediúmnicas, han iluminado y allanado el camino del conocimiento espiritual, y más concretamente, del conocimiento espírita, pero sobre todo refrendemos estos conocimientos con la necesaria transformación moral, ejemplo evidente para los demás que conociéndonos desde un antes, nos puedan comparar indeleblemente con un después que es el ahora de nuestro día a día actual, y que ese cambio moral, en una introspección íntima,también pueda ser sentido por nosotros mismos, como indicativo de que vamos por el buen camino. Este propósito que actúa como motor que empuja y funciona en nuestras vidas, justificando el por qué y el para qué estamos aquí, y el por qué y el para qué hemos conocido y aceptado la doctrina espírita, será en efecto, el acicate que dé sentido a nuestro paso por esta existencia en la que ya tanto tiempo hemos malgastado.
Que cada cual, en conciencia, nos pongamos ya y seriamente manos a la obra, comenzando por mirar nuestras posibilidades reales de hacer algo por los demás, y por nosotros mismos, sin olvidar nunca que nuestro prójimo más inmediato es, por lógica, a quien primero debemos atender y ayudar, y este no es otro que nuestros familiares directos, y por supuesto nosotros mismos, porque si no depuramos antes nuestro interior, con nuestra voluntad y nuestro conocimiento avalado por la vivencia y la experiencia, no podremos ser esa herramienta valiosa , necesaria y precisa que deberá servir para ayuda en el caminar evolutivo de los demás.
Jose Luis Martín -
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