MUNDOS FELICES
Con los datos obtenidos por los Espíritus hemos visitado las regiones inmensas del espacio. El panorama esplendido de la armonía cósmica se desplegó delante de nuestros pasos.
Hemos recibido un anticipo de la idea del infinito, más lo comprenderemos en su magnitud total, conforme vallamos perfeccionándonos en el futuro.
Los misterios del éter revelaron su enigma, hasta hoy indescifrable, y hoy tenemos al menos, la noción de la universalidad de las cosas. Ahora es necesario detenernos y reflexionar. Haber reconocido la pequeñez de la tierra y su mediocridad en la jerarquía de los mundos es un adelanto.
En los mundos felices, las relaciones de los pueblos son siempre amistosas, nunca se turban por alcanzar las pertenencias ajenas. La superioridad moral y la inteligencia es la que establece la diferencia de condición y supremacía. La autoridad siempre la da el merito, que siempre se ejerce con justicia.
Allí todas las virtudes y sentimientos nobles adquieren un sentido más elevado, que en la tierra, pus aquí el amor nunca podremos sentirlo en el grado de excelsitud que se expresa en los mundos felices.
Allí la necesidad no existe, tienen conforme han adquirido, por su esfuerzo en el bien, y por su inteligencia y si desean algo más se esfuerzan en conseguirlo, pues nadie está allí por expiación.
Se vive como en un paraíso, donde se puede acceder a todo lo que lo comprende, lugares hermosos, estancias de estudio, de recreo, músicas sublimes que emocionan y llenan el alma de bienestar y felicidad, como define André Luiz, allí todo es positivo, lleno de cometidos, nobles. Para que nos podamos hacer una idea, es como un paraíso donde el llanto y el crujir de dientes no existe, es como vivir en una gran ciudad donde se puede caminar por todas sus calles, visitar todos los lugares sin ningún temor, sin ninguna preocupación por no tener dinero para poder conseguirlo, tu elevación y tus merecimientos te hacen accesibles esas estancias. Y gozar en esa ciudad de una morada exquisita con todos los accesorios necesarios para desarrollar una vida digna y feliz. Sin envidias, sin rencores, sin celos, sin egoísmos ni orgullos, sin susceptibilidades, solo un afán domina el corazón de los espíritus que allí moran, el de hacer el bien, y el deseo de progresar más cada día. Allí el sufrimiento no existe.
Estos mundos están al alcance de todos, Dios soberanamente justo, no tiene preferencias entre sus hijos, para El todos somos iguales, partimos desde un mismo punto y vamos hacia el mismo lugar la perfección de nuestras almas. Todos podemos acceder un día a esas estancias de felicidad, y morar allí, perfeccionémonos y llegaremos a habitar esas estancias de luz, paz y felicidad, el tiempo que tardemos en conseguirlo depende de la prisa que nos demos en alcanzar la pre disponibilidad para habitarlos.
Todos debemos trabajar con celo y animo en la gran obra de nuestra regeneración, porque así recogeremos centuplicado el grano que hayamos sembrado. Y seremos infelices si cerramos los ojos a esta luz pues estaremos muchos siglos en tinieblas y desengaños; procuremos no fijar nuestros ojos en los bienes de este mundo, pues sufriremos más privaciones que goces hayamos tenido.
Para eso nuestro esfuerzo ha de ser constante, sin olvidarnos que ya desde aquí si trabajamos en el bien podemos sentir bosquejos de esa felicidad, de esos mundos, pues sabemos todos muy bien que tanto el cielo como el infierno lo llevamos dentro de nosotros, son estados de la propia conciencia. El alma pura y limpia, ya siente dentro de sí una felicidad y una concepción muy distinta de la vida y de las cosas.
Trabajo realizado por Merchita.
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CAUSALIDAD FAMILIAR SU PROGRAMACIÓN ESPIRITUAL
El desenvolvimiento humano en las distintas edades cronológicas, conformaron distintos modos de vida y en cada una fue variando la forma y el criterio imperante. Así para cada época en que al hombre le tocó vivir, distintas fueron las experiencias y distintos fueron los aprendizajes.
Pero sin lugar a dudas cada momento de la humanidad está ligado a los anteriores y perfila los que vendrán, en un perpetuo movimiento sin discontinuidad, cada vez más perfeccionados, de lo simple a lo complejo, de lo ignorante a lo ilustrado, de lo individual a lo colectivo, de la agresividad a la comprensión y tolerancia.
Las característica de cada época va generando distintos elementos en los seres que participan de ella y para contrarrestar la adversidad, el hombre se adaptó ante lo que le tocó vivir, fortaleció su cuerpo por el trabajomaterial, agudizó el intelecto, y dio cause a su creatividad, así se hizo más fuerte, más capaz y más creativo.
Este es un plan preconcebido por la ley natural, aunque a veces los hombres no llegamos a verlo con claridad, donde nada es casualidad, y las circunstancias en el ámbito social, familiar o individual existen en virtud a una ley que impulsa a aprendizajes y esfuerzos hacia un fin cada vez más elevado.
Orígenes de la familia
La formación de las familias, no escapa de esta condición y también podemos decir que las necesidades materiales y espirituales, ambas en forma equilibrada, son el alimento o sustento necesario para la familia.
En el origen de su formación, el instinto fue el móvil primario que llevó al hombre a buscar su pareja, y naturalmente llego la descendencia. La condición física y sexual más el impulso determinado por la ley de sociedad, lo condujo a ser gregario y compartir con otro su cueva y su alimento. Aquí el egoísmo le dio pertenencia y paso a ser “mi familia”. Apareció el esfuerzo, la lucha, y la dedicación para protegerla y proveer la subsistencia, el cobijo y la alimentación.
Paralelamente a lo material se fueron gestando, a partir del orgullo y del egoísmo, el desarrollo de la naturaleza gregaria que produjo la aglutinación de la familia y más tarde la gestación de las más nobles virtudes.
En distintos lugares y épocas, la pareja, eje donde se inicia y gira la familia, tuvo características de supremacía de un género sobre el otro, definiéndose matriarcados o patriarcados. A través de generaciones se fueron suavizando y equilibrando los poderes y más tarde complementando la función de uno y otro. De esta forma, la génesis de la historia, nos demuestra que la familia es la célula de la sociedad y el mejor ámbito de promoción a los cambios.
Trascendencia y objetivo
Por estas razones consideramos a la familia como trascendente a partir de los vínculos que se generan y las posibles transformaciones. El espíritu necesita del ámbito de relación intensa para poder expresar la realidad de sus sentimientos. Es dentro del ámbito familiar donde se manifiestan los estados más bellos y los más feroces de la personalidad espiritual. Se entiende por ferocidad la condición egoísta, propia de su nivel, por la cual solo se ve a sí mismo y sus intereses.
Es a partir de la relación cotidiana, cuando el ser se manifiesta con mayor realismo, aflora la realidad de su sentimiento y con ello el caudal de sus tendencias, donde deja de lado el lustre intelectual y surgen una gama de hechos que tal vez ni el mismo conocía, esta es la diaria prueba en la convivencia familiar.
Aquel que desea su mejoramiento, aquel que es consciente de su necesidad espiritual, puede a través de la familia descubrir sus estados individuales: ¿ante quién o qué se rebela?, ¿qué le produce enojo?. La familia es el ámbito de manifestación más espontánea y puede descubrir el efecto que sus actitudes producen en los seres que lo rodean. Este puede ser el inicio de comprender la necesidad de cambio, la búsqueda de su realidad y el deseo de ser mejor.
Por otro lado, el ser que es inconsciente del objetivo evolutivo de la vida comienza a sensibilizarse ante el afecto de su pareja y de sus hijos, o ante la enfermedad o el dolor de esos seres con los que ha generado lazos.
El otro estado valorativo se encuentra a partir de la llegada de los hijos. Nuevamente la providencia nos prueba poniendo en nuestras manos la responsabilidad de espíritus con variadas condiciones evolutivas. Van a requerir de los padres, además de las necesidades de subsistencia básicas, la atención, dedicación, conducción y estado de afecto para marcarle el rumbo del bien en su niñez y a medida que van creciendo darle la posibilidad de responsabilizarse para que, llegado el momento permitirles independizarse responsablemente. Los lazos que son posible generar dentro de la familia tienen persistencia y trascendencia más allá de la distancia y del tiempo.
De aquí podemos derivar la importancia trascendente que tiene la familia en el proceso evolutivo.
La familia es un grupo de personas que conviven y que está unida por lazos, a los que hay que alimentar en el plano material y en el espiritual. En algunos seres, la familia representa la oportunidad de aprender a formar vínculos, y por su falta de experiencia estos son en principio defectuosos o condicionados por intereses egoístas. Otros ya los traen de otras vidas y pueden ser de afecto y afinidad en el bien o de rencor y enfrentamiento.
Planificación de la familia en el plano espiritual
En el plano espiritual se programa la composición de los integrantes, condiciones sociales, económicas, culturales o de raza y circunstancias, donde la familia va a tener su desarrollo. Al hablar de planificación espiritual nos referimos a la realizada a partir de cierto nivel evolutivo, y como espíritus desencarnados y con la anuencia y colaboración de espíritus protectores y guías.
Así se proyectará un programa dentro de un ámbito social, cultural, moral o religioso, con situaciones de salud o de enfermedad, y los seres que integran el grupo familiar.
Se determina cada uno de los integrantes, con un estado de equilibrio, lo que puede brindar cada uno y lo que puede necesitar los otros.
Así, afinidad y necesidad, son las dos condiciones de aprendizaje espiritual en el ámbito familiar. Necesidad a partir del compromiso de saldar deudas morales de otras vidas, esto explica la relación de enemistad o enfrentamiento entre padres e hijos o entre hermanos que en algunas familias ocurre. O tenemos que aprender distintas facetas, algo que tal vez los otros integrantes la poseen como conquista. acá surge la posibilidad de amar al enemigo.
Afinidad, cuando dentro de una familia existen tendencias, gustos, formas de pensar, inclinaciones religiosas, artísticas o del tipo que sean.
Comprender la finalidad de la familia, nos habla de causalidad, donde las variadas circunstancias están programadas y se teje desde vidas anteriores. Esto no significa determinismo o fatalismo, porque la acción del hombre con su libre albedrío puede dejar de lado esa programación o variarla con su accionar. Estas familias tendrán en forma individual y en forma grupal, el objetivo de crear las condiciones para producir aceptación, valoración, tolerancia, y respeto, para llegar por este camino a generar vínculos de afecto y unión.
La mayoría de las familias en nuestros niveles tienen por necesidad evolutiva, trabajar en el desarrollo de los sentimientos de unión y armonía familiar, por ello representa un verdadero esfuerzo cotidiano los vínculos y la convivencia en el hogar.
Puede suceder, sin embargo, al espíritu encarnado, que por distintas razones se frustre un proyecto original, proyecto con objetivos precisos y con los seres adecuados a tal fin. La flexibilidad de la Ley de Dios, le permite recurrir a una segunda instancia, determinada por otros objetivos y necesidades y con distinta relación entre las individualidades. La primera planificación es precisa y determina familias que desarrollan el estado de solidaridad ya que cada uno puede ser el promotor del crecimiento necesario de los otros. La segunda instancia no ocupan el primer lugar del objetivo, pero si es posible el crecimiento.
En algunos casos los vínculos de ayer están presentes hoy, aunque en distinto rol y la necesidad pasa por las uniones espirituales y su proyección en la evolución.
Existen familias donde los vínculos se desarrollan en un ámbito de armonía y afecto. En estos casos el objetivo de encarnar en familia, ya no significa el trabajo para aprender la unión entre ellos, porque ya está consolidado y obedece a la necesidad de realizar trabajos de solidaridad en el ámbito social. Dentro de esta programación espiritual, intervienen cada uno de los integrantes que serán parte del grupo definiéndose los roles que deberán ocupar para que se pueda cumplir la más ajustada posibilidad de crecimiento.
Podemos ver así de que forma maravillosa la Ley de Dios permite, a partir de las necesidades y afinidades, que cada integrante en su función encaje en forma perfecta y dar así cumplimiento al progreso individual y colectivo.
El rol gravitante de la pareja
Dentro de la familia la unión de la pareja, del matrimonio, es la que determina el tipo de familia. La pareja es la encargada de generar un aglutinamiento o una familia dispersa de seres que viven bajo el mismo techo pero con pocos vínculos de afecto y con sentimientos de estados de desapego. Por eso el matrimonio es el eje de la familia y es el que posibilita que la casa donde conviven se transforme en un hogar.
Cada miembro de la familia, a los padres y a los hijos, le caben funciones específicas y en conjunto. Estas últimas se basan a partir del cumplimiento de las individuales, del rol de cada uno de los integrantes y del fortalecimiento a partir de la preocupación del matrimonio. Pero son estériles o limitados los estados conductivos cuando parte solamente de uno ya sea padre o madre.
La familia debe velar por respetar y cumplir con los roles asignados a todos los integrantes, y cumplir con el objetivo de soporte a los otros seres con los cuales comparten la vida, sean espíritus encarnados con lazos con sanguíneos o no. Por ello, el hombre y la mujer vienen a aprender el rol que le corresponde, vienen a aprender a establecer vínculos de comprensión, afecto y fidelidad entre marido y mujer, que le asegure equilibrio emocional.
La familia se alimenta con una parte material y otra espiritual, ambas deben ser tenida en cuenta en forma equilibrada, determinan esfuerzos y trabajo. Antes el sustento, era llevado solo por el hombre; hoy necesita de la mujer para fortalecer el sustento material con el trabajo que realiza fuera del hogar. Pero vemos como se va creando una cooperación entre ambos donde cada uno, cualquiera sea su rol, colabora con el otro.
Como siempre las dificultades que la vida nos presentan tienen un objetivo: generar estados de aprendizaje y colaboración; y si bien esto es cierto, todo cambio lleva tiempo. La necesidad de sustento y cobijo, en cumplimiento de la ley de trabajo, el espíritu encarnado dignifica su condición, orientación y amparo espiritual, mostrándose ante sus ojos, el camino del bien.
La familia de la nueva humanidad
La familia es en estos tiempos es el gran amortiguador de la sociedad. Es el refugio de un mundo áspero e individualista donde cada uno mira por si. Es el primer lugar de trabajo espiritual, a pesar de los conflictos que se suscitan, es donde todos aspiramos encontrar la armonía y la seguridad, al saber como son cada uno de los integrantes.
En la sociedad moderna el hombre se relaciona en forma transitoria, por breves plazos. El comportamiento se vuelve superficial, poco espontáneo y de acuerdo a lo que corresponde. Y si bien la tecnología ha promovido mejores condiciones de vida, también ha desvirtuado la relación humana de ser a ser, profundizando y agravando el aislamiento.
La familia cumple un rol fundamental para impedir la deshumanización de los seres y posibilita el acercamiento a la espiritualidad. La unión consolidada en el plano terrenal genera las condiciones de trascendencia espiritual. Esta trascendencia es la unión como el lazo que lleva al diálogo para conocerse, para comprender, para valorizar, para perdonar. Y si es necesario sacrificarse por el otro, renunciando al yo imperfecto que lleve a la cristalización del amor.
Muchas veces los hombres no alcanzamos a evaluar la riqueza que significa el esfuerzo de este tipo y dejamos correr la vida sin tratar de transitar el camino de crecimiento mutuo. Pero la ley provee elementos o circunstancias que nos despiertan. El dolor o la enfermedad nos hace brotar estados de humildad y de entrega para ser brindados a nuestros seres queridos. Este aprendizaje se realiza en la práctica diaria y nos puede llevar varias vidas concretarlo y requiere de la determinación y el esfuerzo de cada uno de los integrantes, por ello el que posee más conocimiento es mas responsable y guía.
Quisiera tener un último párrafo para la afectividad. La afectividad es la expresión de los sentimientos y la falta de ella no siempre significa carencia de afecto, muchas veces son problemas de manifestación. En una familia la afectividad tiene un papel importante dentro de un marco de autenticidad. Decirle al otro lo que siento por él, como me alegran sus logros, lo importante que es para mi vida, son a veces gestos pequeños que enriquecen las relaciones y hacen de sustento a la armonía.
La dulzura de la vida familiar, es el camino a construir amores duraderos; genera alegría y paz espiritual a pesar de las dificultades que se puedan presentar, porque enfrentar los avatares unidos le da a cada uno una fuerza mayor y un punto de apoyo. El hombre que realiza su vida en solitario, con nadie choca ni se rosa, ni se enfrenta, y así como las piedras se pulen con el roce, el hombre crece en la relación con los demás seres.
Publicación de la F.E.E.
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Los principios básicos de la Doctrina Espírita
¿Qué nos transmiten los Espíritus a través de los médiums? ¿Cuál es el contenido de estas enseñanzas que aparecen en El Libro de los Espíritus y el resto de las obras de Kardec? ¿Cuáles son los principios básicos de la doctrina espírita? ¿Cómo se establecen estos principios?
La parte filosófica de la doctrina espírita recoge el conocimiento del mundo espiritual que nos han transmitido los Espíritus. Gracias a sus testimonios y a las enseñanzas que nos hacen llegar podemos saber más sobre la realidad espiritual. La base de estos conocimientos está en que son numerosos los Espíritus que nos explican lo mismo a través de diferentes médiums. Los principios de la Doctrina Espírita se deducen de las enseñanzas comunes y de los testimonios que concuerdan por parte de la mayoría de los Espíritus.
A pesar de la intervención humana en la elaboración de esta Doctrina, la iniciativa pertenece a los Espíritus, pero no a uno en especial, ya que es el resultado de la enseñanza colectiva y concordante de muchos espíritus, puesto que si se basara en la doctrina de un espíritu no tendría otro valor que el de una opinión personal. El carácter esencial de la Doctrina y su existencia misma se basan en la uniformidad y la concordancia de la enseñanza. Por tanto, todo principio no general no puede considerarse parte integrante de la Doctrina, sino una simple opinión aislada de la cual el Espiritismo no se responsabiliza.
Es esa concordancia colectiva de opiniones, sometidas a la prueba de la lógica, la que otorga fuerza a la Doctrina Espírita y asegura su vigencia. (Allan Kardec, El Génesis)
Esta es la base sobre la que se apoya el Espiritismo para formular sus principios. Y los Espíritus que participaron en la formulación de estos principios fundamentales nos ofrecen sus consejos para la creación de estas bases doctrinales:
“(…) Desde que aparezca una opinión nueva, por poco que la creáis dudosa,pasadla por el tamiz de la razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido reprueban, rechazadlo con vigor; más vale rechazar diez verdades que admitir una sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, sobre esta teoría podéis edificar todo un sistema que se derrumbaría al primer soplo de la verdad como un monumento construido sobre la arena movediza, mientras que si hoy rechazáis ciertas verdades porque no se os demuestran lógica y claramente, muy pronto un hecho brusco o una demostración irrefutable vendrá a afirmaros en la autenticidad.” (Espíritu Erasto, Libro de los Médiums).
Podemos tener la confianza de que los principios básicos se han constituidos basándose en la mayor concordancia de las testimonios espirituales.
La única garantía seria de la enseñanza de los espíritus reside en la concordancia existente entre las revelaciones hechas en forma espontánea, con el concurso de un gran número de médiums que sean extraños entre sí y operen en diversos lugares. (Allan Kardec, El Evangelio según el Espiritismo).
La importancia de comprender
Todos los principios que la doctrina espírita expone no son dogmas, no son postulados que debemos creer y aceptar mecánicamente. Debemos acercarnos a estos principios con nuestra razón y con ánimo crítico. Debemos estudiarlo con sinceridad, buscando comprender los contenidos de la doctrina. La comprensión es la base para profundizar en el Espiritismo.
Hemos de convenir, sin embargo, en que la resistencia del incrédulo muchas veces se debe menos a él mismo que a la forma en que le son presentadas las cosas. La fe requiere una base, y esa base es la comprensión acabada de lo que se debe creer. Para creer no basta ver, sino sobre todo comprender. La fe ciega no es ya de este siglo. Precisamente, el dogma de la fe ciega es el que produce en la hora actual mayor número de incrédulos. Porque quiere imponerse y exige al hombre que renuncie a una de sus más valiosas prerrogativas: el razonamiento y el libre albedrío. A esa clase de fe, sobre todo, se resiste el incrédulo, lo que pone una vez más de relieve la verdad de que la fe no se ordena. Puesto que tal fe no acepta presentar pruebas, deja en el Espíritu un vacío del que nace la duda. Contrariamente, la fe razonada, aquella que se apoya en los hechos y en la lógica, no deja tras de sí ninguna oscuridad: en determinado caso se cree porque se está seguro, y sólo se tiene esa seguridad cuando se ha comprendido. He aquí por qué la fe razonada no cede. Porque sólo es inquebrantable aquella fe que pueda mirar frente a frente a la razón en todas las edades de la Humanidad. (Allan Kardec, El Evangelio según el Espiritismo).
Si no compartimos algún principio, porque no lo comprendemos bien o porque no nos sentimos identificados con ese principio, debemos seguir estudiando y profundizando en toda la doctrina, y aprovechar los otros contenidos que nos puedan ayudar en nuestra vida. Esos contenidos nos serán útiles para continuar nuestro camino en este momento.
¿Cuáles son estos principios básicos de la Doctrina Espírita?
Dios.- Los Espíritus nos hablan de Dios. Nos dicen que todavía no podemos comprenderlo, pero nos explican que es nuestro Padre, que nos ama y nos cuida.
No nos está permitido adentrarnos en la naturaleza íntima de Dios. Para comprender a Dios nos falta el sentido que sólo se adquiere con la completa depuración del espíritu. (Allan Kardec, El Génesis).
Nuestra razón se empequeñece forzosamente ante estos problemas insondables. Dios existe. No dudamos un solo instante de ello. Es infinitamente justo y bueno: ésa es su esencia. Su acción todo lo abarca, lo comprendemos. No desea más que nuestro bien, por eso debemos confiar en Él: eso es lo principal. El resto puede esperar hasta que seamos dignos de comprenderlo. (Allan Kardec, El Génesis).
La inmortalidad del alma.- Nuestra verdadera naturaleza es espiritual. Somos Espíritus Inmortales, creados por Dios. Tras nuestra experiencia en la Tierra, volveremos al mundo espiritual, que es nuestro verdadero hogar. Los Espíritus nos desvelan cómo es su día a día y nos describen cómo es la vida para ellos.
El libre albedrío y la ley de causa y efecto
A través de sus testimonios vemos cuáles son sus circunstancias personales tras su muerte y aprendemos que nuestro futuro espiritual depende de lo que hayamos sembrado y construido aquí en nuestras vidas en la Tierra. Nos explican que somos libres para tomar nuestras decisiones, pero también tendremos que asumir las consecuencias del camino que hayamos elegido, tanto en esta vida como cuando regresemos al mundo espiritual o en vidas posteriores.
Al estudiar a los espíritus, el hombre sabe que la felicidad o la desdicha en la vida espiritual son estados inherentes al grado de perfección o imperfección. Que cada cual sufre las consecuencias directas y naturales de sus errores, o, expresado de otra manera, que somos castigados por donde pecamos. Que las consecuencias duran tanto como la causa que las produjo y que el culpable sufriría eternamente si persistiese en el mal, pero que el sufrimiento cesa con el arrepentimiento y la reparación, y como depende de cada uno mejorar, todos pueden, en virtud de su albedrío, prolongar o abreviar sus sufrimientos, como el enfermo sufre por sus excesos hasta tanto no les ponga término.
La razón rechaza, como incompatible con la bondad divina, la idea de las penas irremisibles, perpetuas y absolutas, a menudo infligidas como castigo por una única falta, así como aquella otra que nos dice que ni siquiera el arrepentimiento más sincero y ardiente puede suavizar los suplicios del infierno. Pero se inclina ante la justicia distributiva e imparcial que todo lo considera, que nunca cierra la puerta al que desea entrar y que tiende siempre las manos al náufrago en vez de empujarlo al abismo. (Allan Kardec, El Génesis).
La Reencarnación.- Los Espíritus nos enseñan que el ser humano va atravesando numerosas existencias que le sirven de aprendizaje y de medio de perfeccionamiento moral y espiritual. La evolución que cada uno de nosotros tenemos que realizar para conseguir la evolución moral e intelectual no es posible en una vida, sino que se realiza en múltiples vidas.
La vida es un camino de evolución, una escuela en la que aprendemos gracias a las dificultades y a los retos que se nos presentan para que podamos progresar. En cada existencia recogemos el fruto de nuestras vidas pasadas, y vamos sembrando las semillas para nuestras próximas vidas. Solo así podemos entender la diversidad de situaciones por las que el ser humano atraviesa: de salud o enfermedad, de riqueza o pobreza, situaciones de alegría o de dolor… Con todas estas experiencias aprendemos y seguimos nuestro camino de progreso espiritual.
Mediante esta ley, el hombre se explica todas las anomalías aparentes que presenta la vida humana: las diferentes de posición social, las muertes prematuras que, sin la reencarnación, convertirían una vida abreviada en algo inútil para el alma. La desigualdad de aptitudes intelectuales y morales se resuelve también, si entendemos que todos los espíritus no tienen la misma antigüedad, que algunos han aprendido y progresado más, razón por la cual, al nacer, traen lo adquirido en existencias anteriores. (Allan Kardec, El Génesis).
La comunicación con el mundo espiritual
Pasamos de la vida terrena a la espiritual y regresamos a la terrena. En un ciclo de aprendizaje constante hacia la luz y la perfección espiritual.
La humanidad encarnada en la Tierra y la Humanidad Espiritual es una única humanidad que camina junta. Los que ahora nos encontramos en la Tierra y los que ahora se encuentran en el mundo espiritual somos hermanos de camino y quizá pronto nos encontremos en la situación opuesta: nosotros ya de regreso al mundo espiritual y ellos de regreso a la vida terrena. Juntos nos ayudamos y acompañamos en nuestro camino.
Mediante esta ley, el hombre se explica todas las anomalías aparentes que presenta la vida humana: las diferentes de posición social, las muertes prematuras que, sin la reencarnación, convertirían una vida abreviada en algo inútil para el alma. La desigualdad de aptitudes intelectuales y morales se resuelve también, si entendemos que todos los espíritus no tienen la misma antigüedad, que algunos han aprendido y progresado más, razón por la cual, al nacer, traen lo adquirido en existencias anteriores. (Allan Kardec, El Génesis).
La comunicación con el mundo espiritual
Pasamos de la vida terrena a la espiritual y regresamos a la terrena. En un ciclo de aprendizaje constante hacia la luz y la perfección espiritual.
La humanidad encarnada en la Tierra y la Humanidad Espiritual es una única humanidad que camina junta. Los que ahora nos encontramos en la Tierra y los que ahora se encuentran en el mundo espiritual somos hermanos de camino y quizá pronto nos encontremos en la situación opuesta: nosotros ya de regreso al mundo espiritual y ellos de regreso a la vida terrena. Juntos nos ayudamos y acompañamos en nuestro camino.
La comunicación entre los dos planos hace más presente para nosotros esta unión. Nuestros hermanos espirituales vienen hasta nosotros para poder hablarnos, nos guían y ayudan y podemos sentir más viva su presencia en nuestras vidas hasta que pronto nos unamos a ellos de nuevo.
Los Espíritus nos muestran la realidad de la comunicación entre los dos planos y además, nos explican cómo es posible la comunicación, cómo funciona la mediumnidad y cómo practicarla para que sea un camino de evolución espiritual y de ayuda a los demás.
La pluralidad de mundos habitados
Nuestro planeta no es una excepción en el Universo. La humanidad no está sola en su camino. Otros orbes también están habitados al igual que la Tierra, tanto en el plano físico como en el plano espiritual. En todos los planetas seguimos el mismo camino de evolución espiritual, aunque cada uno de ellos tiene un nivel evolutivo diferente. Algunos apenas acaban de empezar su proceso evolutivo y están más atrasados que la Tierra y otros están habitados por Espíritus altamente evolucionados.
Todos formamos una misma familia espiritual universal, hijos de un mismo Dios, y hermanos en la evolución.
Por las comunicaciones que el hombre puede establecer ahora con los seres que han abandonado la Tierra, el hombre tiene no solamente la prueba material de la existencia e individualidad del alma, sino que comprende la solidaridad que une a los vivos con los muertos de este planeta, y a los seres de este mundo con los habitantes de otros globos. Conoce la situación de los desencarnados en el mundo espiritual. Los sigue en sus migraciones, es testigo de sus alegrías y penas, y sabe por qué son felices o desgraciados y la suerte que les espera, según hayan hecho bien o mal. Esos contactos lo inician en la vida futura, puede observarla en todas sus fases y peripecias, el futuro ya no es una vaga esperanza, sino un hecho positivo, una certeza matemática. La muerte ya no tiene nada de terrorífico, es una liberación, la puerta que conduce a la verdadera vida. (Allan Kardec, El Génesis).
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