EL AMOR LA FUENTE MÁS PODEROSA DE ENERGÍA
“El equipo familiar en el mundo no siempre es un jardín de flores. A veces, es una espina de preocupaciones y de angustias, reclamándonos sacrificio. Con todo, aunque necesitemos de firmeza en las actitudes para la temperancia de la afectividad que nos es propia, jamás conseguiremos sanar las heridas de nuestro ambiente particular con el látigo de la violencia o con el emplasto de la dejadez.
El amor en el nido doméstico es un bálsamo reparador para todas las heridas, para aliviar todos los dolores, para armonizar todas las circunstancias que se puedan dar, es la fuerza que lo puede todo. Solo por el amor se salvará el hombre.
El amor fortalece y perfecciona.
El conocimiento puede muy poco, comparado con lo mucho que el amor pude siempre.
El fundamento de la obra divina es de amor inconmensurable.
Debemos aprender a amar, para adquirir el poder de transformar almas. El Señor nos enseño que la verdadera libertad es la que nace de la perfecta obediencia a Sus leyes sublimes, y que solo el amor tiene suficiente poder para salvar, elevar y redimir.
El dolor expande la vida, el sacrificio la libera. El martirio es problema de origen divino. Intentando resolverlo, el espíritu puede elevarse al pináculo resplandeciente o precipitarse en el abismo tenebroso, al retirar del sufrimiento el óleo de la paciencia, con la que se enciende la luz para vencer las tinieblas, otros extraen piedras y espinas revueltas, con las que se despeñan en las sombras de los precipicios.
El corazón que ama está lleno de poder renovador.
El conocimiento no basta, el hombre ha de estar animado por la fuerza divina, que fluye del ayuno por la renuncia, y de la luz de la oración que nace del amor universal.
Las palabras que dirigimos pueden ser frías y no llegar a ninguna parte, pero cuando, le ponemos sentimiento, de amor y de cariño, de paz y buenos deseos, ellas siempre emocionan, conmueven, sensibilizan, porque el amor es la fuerza de Dios en los hombres.
Es la chispa que prende al hombre a sus hermanos, y lo devuelve al foco inmensurable y divino, al seno de Dios, que es el manantial de donde parten las sublimes emanaciones para fortalecer al hombre. El amor del Padre es la fuerza que nos impulsa en este mundo a procurar crecer para llegar a El.
No hay fortuna más grande que la conciencia tranquila. Solamente cuando nos sumergimos en el total eclipse del amor y de la razón, huyendo deliberadamente de los procesos del socorro divino, manteniéndonos en las tinieblas competas del odio y de la negación, nos enfrentamos con absoluta dificultad de recibir influencias salvadoras; entonces, deberemos esperar los atritos crueles del tiempo, aliados a las fuerzas, de carácter impulsivo, de las leyes universales.
El amor y la confianza no constituyen obras de improviso, nacen bajo la bendición divina, crecen con la lucha y se consolidan con los siglos. Es más noble dar que recibir, más bello amar que ser amado, más divino sacrificarse que arrancar sacrificios ajenos.
El amor conduce a nuevos caminos, ennoblece y fortalece; hace del hombre un guerrero que lucha sin tregua por su objetivo; es la mayor fuerza que el hombre puede poseer en sí; por eso ir en su búsqueda, instalarlo en el corazón es el mayor bien que podemos procurar para nuestro “yo”, la mejor medicina, el mejor antídoto.
El amor es la fuerza que nos despierta todos los días y hace percibir que la vida es bella a pesar de pesares, la fuerza que nos hace vivir y contagiar el día de quien se ama.
Mercedes Cruz Reyes
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"Un ser humano es parte de un todo, llamado por nosotros universo, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto... algo así como una ilusión óptica de su conciencia.
Esta falsa ilusión es para nosotros, como una prisión que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto que profesamos a las pocas personas que nos rodean.
Nuestra tarea debe ser el liberarnos de esta cárcel ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivas y a la naturaleza en conjunto en toda su belleza."
- Albert Einstein -
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EL MEJOR MÉDIUM
En el comienzo del proceso disciplinario de las facultades mediúmnicas, es común que el médium sienta dudas y vacilaciones, juzgando, muchas veces, que las ideas y pensamientos que visitan su mente, sean nada más que productos de su propio cerebro. La paciencia y la perseverancia son imprescindibles en esa tapa. La disciplina en el cumplimiento de sus deberes, en el estudio y en el análisis consciente, apoyado en la razón, con sinceridad y responsabilidad, ayudará al médium a conquistar el apoyo de los buenos mentores, apoyo ese imprescindible para que el trabajo sea productivo.
El mejor médium es aquel que sirve de instrumento a los buenos espíritus , sin dejarse engañar por los mixtificadores. Eso no significa que los médiums no deben ser instrumentos de las manifestaciones de entidades sufridoras, necesitadas y obsesoras en los trabajos mediúmnicos.
Con el propósito de establecer contacto con nosotros, los espìritus superiores hacen un esfuerzo para bajar su vibración y los médiums el de elevarse para que se establezca la sintonía. Porque pide la caridad que el superior tienda sus manos para apoyar aquellos que se encuentran en peldaños más bajos de la escala evolutiva.
En el caso de los espíritus menos evolucionados, el médium, para favorecer la comunicación, hará el esfuerzo de bajar su tonus vibratorio, permitiendo la momentánea sintonía con aquel a quien desea ayudar. No pensará como el espìritu, no dirá ni hará todo lo que el desea. Lo va a envolver en vibraciones fraternales de amor y comprensión, dándole ánimo y reavivando sus fuerzas para que acepte, con coraje, la propuesta de renovación que le es presentada. Terminada la comunicación, el médium buscará el reequilibrio a través de la elevación de su patrón vibratorio por la oración y la meditación, confiando en el amparo de los mentores amigos que aprovechan su concurso para la atención a los necesitados, equivocados y desviados, que sienten dificultad para encontrar el rumbo de la paz y de la confianza en el Poder Divino.
Carlos Campetti
En el comienzo del proceso disciplinario de las facultades mediúmnicas, es común que el médium sienta dudas y vacilaciones, juzgando, muchas veces, que las ideas y pensamientos que visitan su mente, sean nada más que productos de su propio cerebro. La paciencia y la perseverancia son imprescindibles en esa tapa. La disciplina en el cumplimiento de sus deberes, en el estudio y en el análisis consciente, apoyado en la razón, con sinceridad y responsabilidad, ayudará al médium a conquistar el apoyo de los buenos mentores, apoyo ese imprescindible para que el trabajo sea productivo.
El mejor médium es aquel que sirve de instrumento a los buenos espíritus , sin dejarse engañar por los mixtificadores. Eso no significa que los médiums no deben ser instrumentos de las manifestaciones de entidades sufridoras, necesitadas y obsesoras en los trabajos mediúmnicos.
Con el propósito de establecer contacto con nosotros, los espìritus superiores hacen un esfuerzo para bajar su vibración y los médiums el de elevarse para que se establezca la sintonía. Porque pide la caridad que el superior tienda sus manos para apoyar aquellos que se encuentran en peldaños más bajos de la escala evolutiva.
En el caso de los espíritus menos evolucionados, el médium, para favorecer la comunicación, hará el esfuerzo de bajar su tonus vibratorio, permitiendo la momentánea sintonía con aquel a quien desea ayudar. No pensará como el espìritu, no dirá ni hará todo lo que el desea. Lo va a envolver en vibraciones fraternales de amor y comprensión, dándole ánimo y reavivando sus fuerzas para que acepte, con coraje, la propuesta de renovación que le es presentada. Terminada la comunicación, el médium buscará el reequilibrio a través de la elevación de su patrón vibratorio por la oración y la meditación, confiando en el amparo de los mentores amigos que aprovechan su concurso para la atención a los necesitados, equivocados y desviados, que sienten dificultad para encontrar el rumbo de la paz y de la confianza en el Poder Divino.
Carlos Campetti
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PORTAL PARA EL TRIUNFO
La muerte siempre detestada, especialmente cuando llega interrumpiendo la infancia y la juventud, o mismo cuando se encarga de arrebatar a los afectos que constituyen estímulos para la lucha y ejemplos de coraje y dignidad, prosigue incomprendida y malsinada.
Anhelada por los desesperados, que esperan con su concurso terminar con la existencia que se les presenta como desfavorable o castigo, es evitada, a todo costo, por los que disfrutan de las alegrías y de los placeres, transfiriéndola para un futuro que esperan no sea alcanzada rápidamente.
Fruto del materialismo ambos comportamientos, o de la pobreza religiosa que no dispone de recursos para asegurar la confianza en la inmortalidad, la desencarnación permanece como un gran enigma para los viandantes de la esfera carnal.
Envuelta en misterio por la tradición cultural de muchos pueblos, o significando un gesto de estoicismo y de valor, en la expectativa de recompensas en el Más Allá, surge, en el suicidio, como un recurso valioso para la gloria de aquel que se permite la cobarde fuga de los elevados compromisos, especialmente cuando ese gesto tiene carácter religioso o político, segando otras vidas…
El terrorismo internacional encontró en ese terrible engaño, el gatillo, para destruir existencias locas, estimulando el crimen hediondo, mediante falsas promesas de júbilos y de placeres insuperables en el mundo espiritual, como si el suicidio ampliado en homicidio mereciese recompensa en vez de punición.
La muerte, sin embargo, es el cierre del mandato biológico, en sus sucesivas transformaciones, colocando en una fase del proceso de la vida, al tiempo que facultará la abertura de un portal para el triunfo en la inmortalidad.
Es comprensible que se busque aprovechar al máximo la oportunidad carnal ampliando el tiempo y las condiciones favorables de la existencia planetaria, teniéndose sin embargo, en la mente que, por más que se prolongue ese periodo, surgirá el momento en que será naturalmente interrumpido, gracias a los males de diferentes factores que le sean la causalidad.
La vida ciertamente no gastaría más de dos billones de años para organizar las moléculas desde las más primarias hasta los complejos mecanismos cerebrales como los de otros órganos, para, en un determinismo trágico, luego destruirlas, aniquilándolas en sus transformaciones químicas y biológicas.
De ese modo, la muerte es un portal de acceso a otra dimensión de donde la vida se origino, a fin de ser realizado un objetivo adrede establecido que es el perfeccionamiento intelecto moral del Espíritu, en la búsqueda de la plenitud.
De desagregan las partículas y se organizan, incesantemente, obedeciendo a leyes desconocidas que le trabajan la esencia dentro de una programación clara y lógica denominada vida.
¿Por qué el ser humano debería aniquilarse, cuando los hechos comprueban a menudo la sobrevivencia?
Para aquellos que solamente ven el lado hedonista de la existencia, lo ideal sería que la muerte significase el término de todos los esfuerzos y luchas, anulándolos en la nada. Como, sin embargo, la nada no existe, no pasa de una concepción existencialista sin cualquier fundamento científico…
La muerte, por tanto, es el proseguimiento de la vida.
* * * * * * *
La angustia provocada por la muerte de un ser querido es comprensible y justa, en razón de la ruptura de los lazos de afectividad fortalecidos en la convivencia, en el contacto físico, en la estructuración del grupo social. No, pocas veces, se transforma en desaliento, pérdida de sentido existencial de aquel que queda en el cuerpo, empujándolo hacia los trastornos graves de la depresión…
No obstante, cultivada la certeza del proseguimiento de la vida, el pesar es sustituido por la esperanza del reencuentro, de las evocaciones felices que deben llenar los espacios vacios y la ternura de todos los momentos dichosos, transformándose en estimulo para las acciones dignificantes en memoria de aquel que viajó anticipadamente…
La muerte es, un fenómeno natural y bendecido que encierra largos procesos de sufrimiento, de desvitalización, de perturbaciones emocionales y mentales de enfermedades degenerativas y dolorosas, alargando los horizontes de la vida en nuevos mecanismos antes adormecidos.
Viviéndose en un Universo donde todo se transforma en incesantes mecanismos de energía vigorosa, el ser humano es el resultado de la más avanzada tecnología transcendental, elaborado por Dios por Sus excelsos programadores de la vida, a fin de que alcance el nivel de luminosidad, en un retorno a la Causa que lo origino.
Lo esencial es vivir en el cuerpo con todo el respeto por su organización y por los mecanismos emocionales y mentales, intelectualizando la materia, que se tornará menos densa y penosa en el proceso de evolución.
Todos los desafíos e incertezas, dificultades y problemas constituyen instrumentos pedagógicos que promueven el progreso, propiciando el conocimiento libertador de la ignorancia, al mismo tiempo facultando la edificación de los sentimientos superiores en dirección a todas las criaturas.
Una existencia humana es gran investimento de la Divinidad que la elaboró, teniendo por meta su crecimiento moral y espiritual, en la superación de los atavismos del comportamiento inicial, para alcanzar los niveles sublimes de la perfección relativa que le está destinada desde el comienzo.
Los instintos que son una forma de inteligencia embrionaria, alcanzaran el nivel de sentimientos edificantes, dejando, al margen, las pasiones primitivas y defensivas para permitir que el amor reine soberano en todos sus pensamientos y actos.
Vivir, pues, en el cuerpo, es apenas experimentarles las sensaciones básicas y primarias; sobre todo, es vivenciar los sublimes sentimientos de la paz y de la fraternidad que deben regir a todos los seres humanos.
Tarea ingente e ineludible esa, convocando todos los esfuerzos de la transformación moral para mejor, en un infatigable trabajo de auto iluminación.
Es porque el Espiritismo propone el sentido de la existencia humana, que puede ser reducido los tres factores esenciales: el amor en todos sus aspectos, el trabajo de dignificación personal y de la sociedad, y, por fin, la transformación de cualquier tragedia – muertes prematuras, procesos de injusticias, dolencias irreversibles, dificultades económicas y acontecimientos infelices – en triunfo personal en la larga jornada por las sinuosos caminos físicos, como prescribía el admirable psiquiatra austriaco Viktor Frankl.
De ese modo, cuando ocurre la muerte, de ninguna manera será interrumpido el proceso de crecimiento del espíritu, tornándose un renacimiento en otra dimensión, como sucede con la reencarnación que puede ser considerada como una forma de muerte de la estructura material.
* * * * * * *
No te desesperes ante el fallecimiento de un ser querido, que parece haberte abandonado…
El viajó de retorno al Gran Hogar, donde te aguarda con ternura y gratitud.
Si fuiste feliz a su lado, acuérdate de todos los momentos de júbilo y envuélvelo en evocaciones afectuosas y de gratitud. No obstante, si fue causa de muchos padecimientos, agradece a Dios la felicidad de haber rescatado tus débitos para con el, y prosigue adelante afirmado en valores positivos de homenaje a la vida.
Todo vibra, todo vive, y el ser humano jamás muere.
Joanna de Ángelis.
Psicografia de Divaldo Pereira Franco, el día 7 de junio del 2011, en la residencia de Josef Jackulak, en Viena, Austria.
La muerte siempre detestada, especialmente cuando llega interrumpiendo la infancia y la juventud, o mismo cuando se encarga de arrebatar a los afectos que constituyen estímulos para la lucha y ejemplos de coraje y dignidad, prosigue incomprendida y malsinada.
Anhelada por los desesperados, que esperan con su concurso terminar con la existencia que se les presenta como desfavorable o castigo, es evitada, a todo costo, por los que disfrutan de las alegrías y de los placeres, transfiriéndola para un futuro que esperan no sea alcanzada rápidamente.
Fruto del materialismo ambos comportamientos, o de la pobreza religiosa que no dispone de recursos para asegurar la confianza en la inmortalidad, la desencarnación permanece como un gran enigma para los viandantes de la esfera carnal.
Envuelta en misterio por la tradición cultural de muchos pueblos, o significando un gesto de estoicismo y de valor, en la expectativa de recompensas en el Más Allá, surge, en el suicidio, como un recurso valioso para la gloria de aquel que se permite la cobarde fuga de los elevados compromisos, especialmente cuando ese gesto tiene carácter religioso o político, segando otras vidas…
El terrorismo internacional encontró en ese terrible engaño, el gatillo, para destruir existencias locas, estimulando el crimen hediondo, mediante falsas promesas de júbilos y de placeres insuperables en el mundo espiritual, como si el suicidio ampliado en homicidio mereciese recompensa en vez de punición.
La muerte, sin embargo, es el cierre del mandato biológico, en sus sucesivas transformaciones, colocando en una fase del proceso de la vida, al tiempo que facultará la abertura de un portal para el triunfo en la inmortalidad.
Es comprensible que se busque aprovechar al máximo la oportunidad carnal ampliando el tiempo y las condiciones favorables de la existencia planetaria, teniéndose sin embargo, en la mente que, por más que se prolongue ese periodo, surgirá el momento en que será naturalmente interrumpido, gracias a los males de diferentes factores que le sean la causalidad.
La vida ciertamente no gastaría más de dos billones de años para organizar las moléculas desde las más primarias hasta los complejos mecanismos cerebrales como los de otros órganos, para, en un determinismo trágico, luego destruirlas, aniquilándolas en sus transformaciones químicas y biológicas.
De ese modo, la muerte es un portal de acceso a otra dimensión de donde la vida se origino, a fin de ser realizado un objetivo adrede establecido que es el perfeccionamiento intelecto moral del Espíritu, en la búsqueda de la plenitud.
De desagregan las partículas y se organizan, incesantemente, obedeciendo a leyes desconocidas que le trabajan la esencia dentro de una programación clara y lógica denominada vida.
¿Por qué el ser humano debería aniquilarse, cuando los hechos comprueban a menudo la sobrevivencia?
Para aquellos que solamente ven el lado hedonista de la existencia, lo ideal sería que la muerte significase el término de todos los esfuerzos y luchas, anulándolos en la nada. Como, sin embargo, la nada no existe, no pasa de una concepción existencialista sin cualquier fundamento científico…
La muerte, por tanto, es el proseguimiento de la vida.
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La angustia provocada por la muerte de un ser querido es comprensible y justa, en razón de la ruptura de los lazos de afectividad fortalecidos en la convivencia, en el contacto físico, en la estructuración del grupo social. No, pocas veces, se transforma en desaliento, pérdida de sentido existencial de aquel que queda en el cuerpo, empujándolo hacia los trastornos graves de la depresión…
No obstante, cultivada la certeza del proseguimiento de la vida, el pesar es sustituido por la esperanza del reencuentro, de las evocaciones felices que deben llenar los espacios vacios y la ternura de todos los momentos dichosos, transformándose en estimulo para las acciones dignificantes en memoria de aquel que viajó anticipadamente…
La muerte es, un fenómeno natural y bendecido que encierra largos procesos de sufrimiento, de desvitalización, de perturbaciones emocionales y mentales de enfermedades degenerativas y dolorosas, alargando los horizontes de la vida en nuevos mecanismos antes adormecidos.
Viviéndose en un Universo donde todo se transforma en incesantes mecanismos de energía vigorosa, el ser humano es el resultado de la más avanzada tecnología transcendental, elaborado por Dios por Sus excelsos programadores de la vida, a fin de que alcance el nivel de luminosidad, en un retorno a la Causa que lo origino.
Lo esencial es vivir en el cuerpo con todo el respeto por su organización y por los mecanismos emocionales y mentales, intelectualizando la materia, que se tornará menos densa y penosa en el proceso de evolución.
Todos los desafíos e incertezas, dificultades y problemas constituyen instrumentos pedagógicos que promueven el progreso, propiciando el conocimiento libertador de la ignorancia, al mismo tiempo facultando la edificación de los sentimientos superiores en dirección a todas las criaturas.
Una existencia humana es gran investimento de la Divinidad que la elaboró, teniendo por meta su crecimiento moral y espiritual, en la superación de los atavismos del comportamiento inicial, para alcanzar los niveles sublimes de la perfección relativa que le está destinada desde el comienzo.
Los instintos que son una forma de inteligencia embrionaria, alcanzaran el nivel de sentimientos edificantes, dejando, al margen, las pasiones primitivas y defensivas para permitir que el amor reine soberano en todos sus pensamientos y actos.
Vivir, pues, en el cuerpo, es apenas experimentarles las sensaciones básicas y primarias; sobre todo, es vivenciar los sublimes sentimientos de la paz y de la fraternidad que deben regir a todos los seres humanos.
Tarea ingente e ineludible esa, convocando todos los esfuerzos de la transformación moral para mejor, en un infatigable trabajo de auto iluminación.
Es porque el Espiritismo propone el sentido de la existencia humana, que puede ser reducido los tres factores esenciales: el amor en todos sus aspectos, el trabajo de dignificación personal y de la sociedad, y, por fin, la transformación de cualquier tragedia – muertes prematuras, procesos de injusticias, dolencias irreversibles, dificultades económicas y acontecimientos infelices – en triunfo personal en la larga jornada por las sinuosos caminos físicos, como prescribía el admirable psiquiatra austriaco Viktor Frankl.
De ese modo, cuando ocurre la muerte, de ninguna manera será interrumpido el proceso de crecimiento del espíritu, tornándose un renacimiento en otra dimensión, como sucede con la reencarnación que puede ser considerada como una forma de muerte de la estructura material.
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No te desesperes ante el fallecimiento de un ser querido, que parece haberte abandonado…
El viajó de retorno al Gran Hogar, donde te aguarda con ternura y gratitud.
Si fuiste feliz a su lado, acuérdate de todos los momentos de júbilo y envuélvelo en evocaciones afectuosas y de gratitud. No obstante, si fue causa de muchos padecimientos, agradece a Dios la felicidad de haber rescatado tus débitos para con el, y prosigue adelante afirmado en valores positivos de homenaje a la vida.
Todo vibra, todo vive, y el ser humano jamás muere.
Joanna de Ángelis.
Psicografia de Divaldo Pereira Franco, el día 7 de junio del 2011, en la residencia de Josef Jackulak, en Viena, Austria.
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