miércoles, 26 de noviembre de 2014

El valor de la mujer




La recriminación y 

el suicidio


El suicidio es un acto grave para el que debemos tener una amplitud de espíritu y una actitud de comprensión y tolerancia. Sabemos que poner fin a sus días, es interrumpir una evolución que de todos modos tendrá que continuar. Sabemos el riesgo de encontrarse después de esta desencarnación en un estado de turbación más o menos profundo; resumiendo, sabemos que el suicidio no arregla nada, pero al mismo tiempo conocemos la dificultad y el dolor de vivir ciertas existencias.

El suicidio es un acto grave para el que debemos tener una amplitud de espíritu y una actitud de comprensión y tolerancia. Sabemos que poner fin a sus días, es interrumpir una evolución que de todos modos tendrá que continuar. Sabemos el riesgo de encontrarse después de esta desencarnación en un estado de turbación más o menos profundo; resumiendo, sabemos que el suicidio no arregla nada, pero al mismo tiempo conocemos la dificultad y el dolor de vivir ciertas existencias.

Los espíritus no han dejado de llamar nuestra atención respecto a las verdaderas causas del suicidio. León Denis, en un mensaje de 1989, viene a establecer un diagnóstico espirita sobre este asunto. He aquí sus palabras: “Estamos frente a un problema real que no puede resumirse en una respuesta moral simplista. Dios no prohíbe el suicidio, pues solamente el hombre es responsable ante su muerte, el suicidio no es pues un acto inmoral y no debe ser considerado como una falta. El suicidio es un estado de desamparo enfermizo cuyas causas son a menudo extrañas al sujeto que va a cometer ese acto.
Las principales causas del suicidio son las siguientes: la falta de amor procedente esencialmente de la familia, de los amigos cercanos que no lo son o que ya no lo son más; el decaimiento en el trabajo si el trabajo es envilecedor, repetitivo y vuelve al espíritu esclavo; el sentimiento de inutilidad en una sociedad no igualitaria que no reconoce el valor de un hombre sino su éxito financiero, tratando al otro de «fracasado»: este adjetivo hace mucho mal y mata ; el sentimiento de inferioridad, marcado por el odio social y la negativa de las diferencias, y por último el despertar repentino de una vida anterior ya suicida podría llevar a una neurosis obsesiva que conduce al acto. En realidad, y en la mayoría de los casos, el suicidio es un crimen familiar, social y político. Es pues tiempo de considerar la desesperación como un llamado a la esperanza, es pues tiempo de considerar el suicidio como una enfermedad del alma que se ahoga en el cuerpo social. No comprometáis nunca vuestro porvenir en este campo, pues la ausencia de amor es una enfermedad que acecha a todos los hombres”.
No maltratéis a aquellos que se equivocan, que no aciertan en su forma de comportarse, están los que siendo padres fracasan en su función educadora, están los que en su misión de amigos, defraudan la amistad con la traición despiadada, están los que en su función de médicos por su poca dedicación a la tarea de curar y sanar, se equivocan por no prestar la debida medicación, enfermando aun más a los que acudieron para que los cure, todos tenemos una labor y una tarea que no siempre efectuamos debidamente, y lejos de emitir la reprobación es un deber el tratar con la dulzura reparadora y animadora, desechando el látigo de la reprimenda rígida, que hace al enfermo lanzarse muchas veces a la desesperación, al suicidio, sin apenas hacer ruido.

Procuremos aliviar a los que enferman, o no cumplen bien su cometido, acordémonos del Padre que apiadado de sus criaturas no deja a nadie desamparados dejados a su suerte.

El reproche a la ingratitud es una animación para la caída incontrolada en la desesperación, en cambio el amor hace el milagro de animar al enfermo para que de nuevo recobre la salud, y la esperanza en un mañana más esclarecedor y más luminoso. Nadie debe entregarse a la desesperación ella es mala consejera, ni tampoco ofrecer la recriminación a los hermanos desafortunados, siempre hemos de emitir un hilo de esperanza, de luz para que el enfermo se anime y deje de verse como un vicho raro, que no merece la conmiseración.

El suicidio es un acto de cobardía, y no debemos reflejarlo como solución a nuestros problemas, el por el contrario los agrava, nos encierra en la cárcel de la amargura, del fracaso, de la desesperación, lejos de encontrar la muerte el fin con todo, nos pone frente al verdugo de nuestra conciencia haciéndonos sentir de nuevo el mismo mal, más acentuado, menos fácil de solución, agravado por nuestra actitud que nos hace revivir el instante de la muerte y sus efectos dañinos en nuestro organismos periespiritual, que los siente y manifiesta con más intensidad.

Amemos la vida, hasta el punto de que si ella no nos serie, nosotros si lo hagamos, ofreciéndole luz y coraje para enfrentarla en toda sus manifestaciones, porque debemos recordar que Dios no nos da una cruz que no podamos portar sobre nuestros hombros, eso nos debe animar a estudiar todas las oportunidades bajo un prisma de ánimo y esperanza, sin creer que todo está perdido, por nuestro mal actuar, todo lo que tenga que ser será, y mucho más si está escrito en el libro de nuestra vida, aquel que comenzamos a escribir y en el cual anotamos nuevos datos conforme la vida se desarrolla sea de luz o de sombras, todo queda escrito y nada se perderá, no esperemos a ser más adultos para comenzar la tarea de nuestra redención la vida pasa deprisa y no podemos esperar a que el tiempo pase sin productividad positiva que nos pueda vivificar el espíritu, que en fin es el que permanece siempre pese a que no nos guste. Nadie muere, solo por esa gran verdad, debemos ser fieles a nuestro organismo físico, tratándolo como es debido, para que al volver al otro lado de la vida, cuando miremos nuestro comportamiento sobre la verdad de la vida, podamos sentir que fuimos fuerte y que pese a todas las contrariedades supimos mantenernos en pie, intentando por todos los medios llegar hasta el fin, no el fin marcado por nosotros, y si el fin que Dios nos señalo para volver a la patria del espíritu.

Si tu estas perdido, despreciado por los que te rodean, no dudes en consolarte con Jesús, El, fiel cumplidor de Su tarea Redentora, en su Evangelio de Amor, te da la oportunidad de esclarecerte y de proporcionarte una respuesta acertada para tus pesares, perdona sin dudarlo a aquellos que no te comprenden, piensa que un día tendrán la oportunidad de comprender que los que se equivocan y caen deben ser levantados y nunca recriminados. La recriminación en un mal que muchos sufren y a través del cual se arrojan a la desesperación una puerta farsa, por la que entramos al foso de las lamentaciones, donde la comprensión de nuestra cobardía, nos lleva a desesperarnos aun más.

Frente a la imperfección de aquellos que te rodean, ofrece el ejemplo oportuno, la palabra edificante, la llamada de atención en tu gesto amable, de amor y de ternura, y sentirás un día la alegría y el bienestar de haber servido a la causa de Cristo, con amor y dedicación, y no con el látigo de reproche que puede siempre agravar y generar un mal mayor, del cual aunque tú no lo hayas cometido, influenciado por ti, arrojaste al desespero a tu atribulado hermano, que no supo soportar tu descaro tu recriminación. Es como tratar al enfermo en vez de con la medicina que cura, con el analgésico severo que lo puede empeorar aun más.

Acordémonos de la conducta de Jesús ante los pecadores, que era siempre de amor y luz, frente a la pecadora el se dirigió a los que la acusaban, diciéndoles que los que estuviesen libres de culpas le lanzasen la primera piedra. Todos portamos la imperfección, y si queremos comprensión, hemos de ofrecerla, por eso amemos a los débiles y ayudémosles, no desechándoles de nuestro lado, Dios nos ha puesto en la Tierra a todos juntos, para conseguir el mismo fin, que es llegar a El, ofreciéndonos el libre albedrio, para que nunca podamos echar a nadie la culpa de nuestros pesares y desequilibrios. Solo en la amonestación severa, encontraremos el látigo de la desesperación que nos acusará de haber causado males mayores y del cual sentiremos nuestras culpas.

- Merchita -

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NOTA : Os recomiendo que entreis en la dirección de you tube que sigue, para ver vídeos muy bellos basados en enseñanzas de la Codificación Espírita, sobre el tema de la "Perdida de Seres queridos" y de las "Muertes prematuras".

http://www.youtube.com/watch?v=AonVrMvtssM#t=14

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LA CARIDAD ES EL ALMA DEL ESPIRITISMO

¿Cual es, pues, el lazo que debe existir entre los espiritas? Ellos no están unidos entre sí por ningún contrato material, por ninguna práctica obligatoria. ¿Cuál es el sentimiento en el cual se debe confundir todos los pensamientos?
Es un sentimiento todo moral, todo espiritual, todo humanitario: el de la caridad para con todos o, en otras palabras: el amor al prójimo, que comprende a los vivos y a los muertos, pues sabemos que los muertos siempre forman parte de la Humanidad.
La caridad es el alma del espiritismo; ella resume todos los deberes del hombre para consigo mismo y para con sus semejantes, razón por lo que se puede decir que no hay verdadero espirita sin caridad.

Mas la caridad es aun una de esas palabras de múltiple sentido, cuyo entero alcance debe ser bien comprendido; y si los Espíritus no cesan de predicarla y definirla, es que, probablemente, reconocen que esto es aun necesario.
El campo de la caridad es muy vasto; comprende dos grandes divisiones que, en falta de términos especiales, pueden designarse por las expresiones Caridad beneficiosa y caridad benevolente. Se comprende fácilmente la primera, que es naturalmente proporcional a los recursos materiales de que se dispone; más la segunda está al alcance de todos, del más pobre como la del más rico. Si la beneficencia es forzosamente limitada, nada más allá de la voluntad podría establecer límites a la benevolencia.

¿Que es preciso, entonces, para practicar la caridad benevolente? Amar al prójimo como a sí mismo. Ahora si se ama al prójimo tanto como a si, el amarse a sí mismo es actuar con el otro como se quiere que los otros actúen contigo.

Amar al prójimo es, pues, abjurar todo sentimiento de odio, de animosidad, de rencor, de envidia, de celos, de venganza, en una palabra, todo deseo y todo pensamiento de perjudicar; es perdonar a los enemigos y retribuir el mal con el bien; es ser indulgente para las imperfecciones de sus semejantes y no procurar la paja en el ojo del vecino, en vez de complacerse en ponerlas de relieve, por espíritu de maledicencia; es no hacerse valer a costa de los otros; no procurar hacer de menos a nadie bajo el peso de su superioridad; no despreciar a nadie por el orgullo.

Es la verdadera caridad benevolente, la caridad práctica, sin la cual la caridad es vana palabra; es la caridad del verdadero espirita, como la del verdadero cristiano; aquella sin la cual aquel que dice: Fuera de la caridad no hay salvación, pronuncia su condenación, tanto en este como en el otro mundo.

¡Cuántas cosas habría que decir sobre este asunto! ¡Qué bellas instrucciones nos dan los Espíritus incesantemente! No deseo alargarme mucho y abusar de vuestra paciencia, señores, sería fácil demostrar que, colocándose en el punto de vista del interés personal, egoísta, si se quiere , porque no todos los hombres están aun maduros para una completa abnegación, para hacer el bien únicamente por amor al bien, digo que sería fácil demostrar que tiene todo a ganar en actuar de ese modo, y todo que perder actuando diversamente, aun mismo en sus relaciones sociales; después, el bien atrae el bien y la protección de los Espíritus buenos; el mal atrae al mal y abre la puerta a la malevolencia de los malos.

Más temprano o más tarde el orgulloso será castigado por la humillación, el ambicioso por las decepciones, el egoísta por la ruina de sus esperanzas, el hipócrita por la vergüenza de ser desenmascarado; aquel que abandona a los espíritus buenos es abandonado por estos, de caída en caída, finalmente se ve en el fondo del abismo, al paso que los Espíritus buenos yerguen amparan a aquel que, en las mayores pruebas, no deja de confiar en la Providencia y jamás se desvía del camino recto; aquel, en fin, cuyos secretos sentimientos no disimulan ningún pensamiento oculto de vanidad o interés personal.

Siendo así, por un lado, ganancia asegurada; por otro, perdida cierta; cada uno, en virtud de su libre albedrio, puede elegir la suerte que quiere correr, más no podrá quejarse sino a si mismo por las consecuencias de su elección.

Creer en un Dios Todo Poderoso, soberanamente justo y bueno; creer en el alma y en su inmortalidad; en la preexistencia del alma como única justificación del presente; en la pluralidad de las existencias como medio de expiación, de reparación y de adelantamiento intelectual y moral; en la perfectibilidad de los seres más imperfectos; en la felicidad creciente con la perfección; en la equitativa remuneración del bien y del mal, según el principio: a cada uno según sus obras; en la igualdad de la justicia para todos, sin excepciones, favores ni privilegios para ninguna criatura; en la duración de la expiación limitada a la de la perfección; en el libre albedrio del hombre, que le deja siempre la elección entre el bien y el mal; creer en la continuidad de las relaciones entre el mundo visible y el mundo invisible; en la solidaridad de las relaciones entre el mundo visible y el mundo invisible; en la solidaridad que religa a todos los seres pasados, presentes y futuros, encarnados y desencarnados;
Considerar la vida terrestre como transitoria es una de las fases de la vida del Espíritu, que es eterno; aceptar corajosamente las pruebas, en vista de un futuro más envidiable que el actual; practicar la caridad en pensamientos, en palabras y en obras en la más larga acepción del término;

Esforzarse cada día para ser mejor que en la víspera, extirpando toda imperfección de su alma; someter odas las creencias al control del libre examen y de la razón, y no aceptar nada por la fe ciega; respetar todas las creencias sinceras, por más irracionales que nos parezcan, y no violentar la conciencia de nadie; ver, en fin, en los descubrimientos de la Ciencia, la revelación de las leyes de la Naturaleza, que son las leyes de Dios: es el Credo, la religión del espiritismo, religión que puede conciliarse con todos los cultos, esto es, con todas las maneras de adorar a Dios.

Es el lazo que debe unir a todos los espiritas en una santa comunión de pensamientos, esperando que ligue a todos los hombres bajo la bandera de la fraternidad universal.

Con la fraternidad, hija de la caridad, los hombres vivirán en paz y se ahorraran innumerables males, que nacen de la discordia que a su vez es hija del orgullo, del egoísmo, de la ambición, de la envidia y de todas las imperfecciones de la humanidad.

El espiritismo da a los hombres todo lo que es preciso para su felicidad aquí en la Tierra, porque les enseña a contentarse con lo que tiene. Que los espiritas sean, pues, los primeros en aprovechar los beneficios que el trae, y que inauguren entre si el reino de la harmonía, que resplandecerá en las generaciones futuras.
Los Espíritus que nos rodean aquí son innumerables, atraídos por el objetivo que nos propusimos al reunirnos, a fin de dar a nuestros pensamientos la fuerza que nace de la unión. Ofrezcamos a los que nos son queridos un buen recuerdo y el compromiso de nuestro afecto, aliento y consuelo a los que de ellos necesitan.
Hagamos que cada uno recoja su parte de los sentimientos de caridad benevolente, de que estuviéramos animados, y que esta reunión de los frutos que todos tienen derecho de esperar.

-Allan Kardec.-   Revista Espírita 

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                               EL VALOR DE LA MUJER


  La mujer en los tiempos actuales suele ser la víctima, lo confirman las noticias y los medios de comunicación delatando los crímenes que  se cometen en el día a día. Algunos  hombres cuando no son correspondidos en el amor que sienten por la mujer,  suele ser un mal perdedor y la forma de demostrarlo es quitándoles  la vida, maltratándola psicológicamente, o físicamente, cosa que lo animaliza y embrutece.
Francisco Cándido Xavier   nos dice que “El equipo familiar en el mundo no siempre es un jardín de flores. A veces, es una espina de preocupaciones y de angustias, reclamándonos sacrificio. Con todo, aunque necesitemos de firmeza en las actitudes  para la temperancia de la afectividad que nos es propia, jamás conseguiremos sanar las heridas de nuestro ambiente particular con el látigo de la violencia o con el emplasto de la dejadez.
En todas las épocas y pueblos, la mujer siempre tuvo su posición atormentada por las dificultades del no reconocimiento de su valor y de su papel.
Ella se esfuerza, rompe barreras, pero continúa asombrada por un cierto desprecio, nacido de la aparente fragilidad que tienen.
En algunos lugares el estigma es fuerte, y bien visible, porque se la  oprime,  se la hiere, y se la  humilla.
Si nos cabe reconocer en el hombre el conductor de la Civilización y el administrador de los patrimonios materiales, en la Tierra, no podemos olvidar de identificar en la mujer el ángel de la esperanza, ternura y amor.
La misión femenina es espinosa. Pero, efectivamente, sólo la mujer tiene bastante poder para transformar las espinas en flores.
El hombre y la mujer han nacido para desempeñar deberes distintos, pero complementarios bajo el punto de vista de la acción social. La lucha por el respeto a los derechos  humanos es deber de todos.
El espiritualismo moderno, con sus prácticas y sus doctrinas, todas de ideal, de amor, devuelve á la mujer su verdadero lugar en la familia y en la obra social, mostrándole el sublime cargo que le corresponde en educación y en el adelanto de la humanidad. Hace más aún. Por el espiritualismo vuelve ella á ser  mediadora  predestinado, el lazo de unión entre las sociedades de la tierra y las del espacio.
La gran sensibilidad de la mujer hace de ella e médium por excelencia, capaz de expresar, de traducir, los pensamientos, las emociones los padecimientos de las almas, las divinas enseñanzas de los espíritus celestes. En la aplicación de sus facultades encuentra goces profundos, una fuente viva de consuelos. La parte religiosa del Espiritismo la atrae y satisface las aspiraciones de su corazón, su necesidad de ternura que se extiende más allá de la tumba sobre los seres desaparecidos. El escollo para ella, lo mismo que para el hombre, es el orgullo de los poderes adquiridos, es la excesiva susceptibilidad. Los celos, al suscitar rivalidades entre los médium, son á menudo una causa de desagregación en los grupos.
 Con el espiritualismo, la mujer levanta de nuevo su frente inspirada. Se asocia estrechamente á la obra de armonía social, al movimiento general de las ideas. El cuerpo no es más que una forma prestada, la esencia de la vida es el espíritu, y bajo este respeto, el hombre y la mujer son iguales. De esta manera, el espiritualismo moderno vuelve á las ideas de nuestro Padre, los celtas, establecen la igualdad de los sexos sobre la identidad de la naturaleza psíquica y el carácter imperecedero del ser humano. Les señala un puesto igual en los grupos de estudios.
Por el espiritualismo, la mujer se desprende del abismo de los sentidos y se remonta hacia la vida superior. Una luz más pura ilumina su alma, su corazón es un foco de tiernos sentimientos y de nobles pasiones. Recobra en el hogar su misión toda de gracia, de piedad, de abnegación, su grande y divino cargo de madre, de hermana, de educadora, de tierna consejera.
Desde entonces termina la lucha entre los dos sexos. Las dos mitades de la humanidad se unen, se equilibran en el amor para cooperar, reunidas, al plan providencial, á las obras de la inteligencia divina.
La sensibilidad de la mujer, su ternura, feminidad, y su gran sentimentalismo, la permiten siempre adentrarse en los dramas de la vida, donde ella siempre elabora trabajos, ensaya métodos, y derrama esplendor, cuando la experiencia la hace ganadora de galardones imperecederos. Con el amor, todas las puertas le son accesibles, porque ella sabe muy bien habilitarse para toda ocasión, como femenina y delicada, ella se adorna según las circunstancias, con el fin, de procurar siempre ejecutar  bien su papel. Instalemos el amor en nuestros corazones,  y tendremos en el futuro un gran tesoro, de donde sacaremos el material necesario, para elaborar un trabajo digno en nuestro cometido, en el área de servicio que nos toca elaborar en esta vida. 
Amigos os deseo un feliz  Día, como siempre con mucho amor y cariño :  Merchita 

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