¿La Libertad es una
Ley Natural ?.-
Mucho
se podría hablar de este asunto que a veces parece un tópico
inalcanzable para el Ser humano.
Se ha dicho, con
razón, que la Libertad es un atributo del Alma, y conforma una ley
natural que se halla presente en las aspiraciones naturales e íntimas
de cada ser humano. La libertad tiene un valor irrenunciable y
es una necesidad constante e ineludible en todas las personas.
El sentido de la libertad o la aspiración de ser y de sentirse libre
es natural y común en todas las personas, con independencia del
rango, cultura o clase social a que pertenezcan, lo cual demuestra
que es , en efecto, una Ley Natural.
Sin libertad
de pensamiento, no sería posible la búsqueda
de la verdad, ni el avance científico, ni se podría
desenvolver en la mente humana la filosofía y la racionalidad.
Sin ella no podría haber progreso de ninguna clase. Los Seres
humanos sentimos el derecho y la necesidad de gozar de una Libertad ,
pero esta siempre es relativa, porque siempre comienza y termina en
donde lo hacen las libertades y derechos de los demás.
La auténtica
libertad no reside en la sociedad humana, al menos en su plenitud, ni
en el ser humano integral, pues los seres humanos tenemos
limitaciones naturales dentro del desenvolvimiento social, que nos
impiden sentirla en su total expresión . La auténtica libertad está
en el alma, porque el Ser humano, solamente
por el Espíritu puede gozar mediante el pensamiento, de una
libertad total e ilimitada que nadie puede acotar ni destruir.
Los
Seres humanos, hasta cierto punto, somos libres respecto a nuestro
modo de actuar y respecto a nuestras decisiones, por lo que también
en esa misma proporción, siempre somos directamente responsables de
sus resultados.
- José Luis Martín -
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“
La libertad es el derecho a hacer lo que no
perjudique a los demás”.
-
Lacordaire -
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Páblo Neruda |
INTERCAMBIO DE JUGUETES
Preciosa narrativa de Neruda coronada con un pensamiento que forman parte de su inspiración como poeta.
Las cosas más simples nos ofrecen ese toque mágico que necesita la vida.
Esta curiosa historia sugiere que al ofrecer nuestra amistad a alguien que no conocemos, fortalecemos nuestro vínculo fraterno con toda la humanidad. Una vez buscando los pequeños objetos y los minúsculos seres de mi mundo en el fondo de mi casa en Temuco, encontré un agujero en una tabla del cercado. Miré a través del hueco y vi un terreno igual al de mi casa, baldío y silvestre. Me retiré unos pasos, porque vagamente supe que iba a pasar algo.
De pronto apareció una mano. Era la mano pequeñita de un niño de mi misma edad. Cuando acudí no estaba la mano porque en lugar de ella había una maravillosa oveja blanca. Era una oveja de lana desteñida. Las ruedas se habían escapado. Todo esto lo hacía más verdadera. Nunca había visto yo una oveja tan linda. Miré por el agujero, pero el niño había desaparecido. Fui a mi casa y volví con un tesoro que le dejé en el mismo sitio: una piña de pino, entreabierta, olorosa y balsámica, que yo adoraba. La dejé en el mismo sitio y me fui con la oveja. Nunca más vi la mano ni el niño.
Nunca tampoco he vuelto a ver una ovejita como aquélla. La perdí en un incendio. Y aún ahora en este 1954, muy cerca de los cincuenta años, cuando paso por una juguetería, miro aún furtivamente a las ventanas. Pero es inútil. Nunca más se hizo una oveja como aquélla. Yo he sido un hombre afortunado. Conocer la fraternidad de nuestros hermanos es una maravillosa acción de la vida. Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida. Pero sentir el cariño de los que no conocemos, de los desconocidos que están velando nuestro sueño y nuestra soledad, nuestros peligros o nuestros desfallecimientos, es una sensación aún más grande y más bella porque extiende nuestro ser y abarca todas las vidas. Aquella ofrenda traía por primera vez a mi vida un tesoro que me acompañó más tarde: la solidaridad humana. La vida iba a ponerla en mi camino más tarde, destacándola contra la adversidad y la persecución.
No sorprenderá entonces que yo haya tratado de pagar con algo balsámico, oloroso y terrestre la fraternidad humana. Así como dejé allí aquella piña de pino, he dejado en la puerta de muchos desconocidos, de muchos prisioneros, de muchos solitarios, de muchos perseguidos, mis palabras. Esta es la gran lección que recogí en el patio de una casa solitaria, en mi infancia. Tal vez sólo fue un juego de dos niños que no se conocen y que quisieron comunicarse los dones de la vida. Pero este pequeño intercambio misterioso se quedó tal vez depositado como un sedimento indestructible en mi corazón, encendiendo mi poesía.
Pablo Neruda, Isla Negra, 1954
Comentario del autor:
En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir.
El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.
Pablo Neruda, poeta chileno (1904-1973)
( Aportación de Merchita )
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INCONVENIENTES Y PELIGROS DE LA MEDIUMNIDAD
Influencia del ejercicio de la mediumnidad sobre la salud. –
Ídem sobre el cerebro. – Ídem sobre los niños
¿La facultad mediúmnica es indicio de un estado patológico cualquiera o simplemente anómalo?
Anómalo algunas veces, pero no patológico; hay mediums de una salud robusta; los que están enfermos lo están por otras causas.
2. ¿El ejercicio de la facultad mediúmnica puede ocasionar fatiga?
El ejercicio demasiado prolongado de cualquiera facultad causa fatiga; la mediumnidad está en el mismo caso principalmente la que se aplica a los efectos físicos; ocasiona necesariamente un gasto de fluido que produce la fatiga y se repara con el descanso.
3. ¿El ejercicio de la mediumnidad puede tener inconvenientes para sí mismo desde el punto de vista higiénico, abstracción hecha del abuso?
Hay casos en que es prudente y aun necesario el abstenerse de ese ejercicio, o al menos moderarlo; eso depende del estado físico y moral del médium. Por otra parte el médium lo conoce generalmente: cuando se fatiga debe abstenerse.
4. ¿Hay personas para las cuales este ejercicio tiene más inconvenientes que para otras?
He dicho que esto depende del estado físico y moral del médium. Hay personas que deben evitar toda causa de sobreexcitación, y esta es una de ella. (Números 188 y 194).
5. ¿La mediumnidad podría producir la locura?
Menos que cualquiera otra cosa, cuando no hay\ predisposición por la debilidad del cerebro. La mediumnidad no producirá la locura cuando el principio no existe; pero si el principio existe, lo que es fácil reconocer en el estado moral, el buen sentido dice que es menester usar de miramientos bajo todos los aspectos, porque toda causa de conmoción puede ser dañosa.
6. ¿Hay inconveniente en desarrollar la mediumnidad en los niños?
Ciertamente, y sostengo que es muy peligroso; porque estas organizaciones tiernas y delicadas se conmoverían demasiado y su joven imaginación se sobreexcitaría; por lo mismo los padres discretos les alejarán de estas ideas o al menos solo les hablarán desde el punto de vista de las consecuencias morales.
7. Sin embargo, hay niños que son médiums naturalmente, ya sea para los efectos físicos, ya para la escritura y las visiones, ¿tiene esto el mismo inconveniente?
No; cuando la facultad es espontánea en un niño, es que\ está en su naturaleza y que su constitución se presta a ella; eso no es lo mismo que cuando es provocado y sobreexcitado. Observad que el niño que tiene visiones, se impresiona generalmente poco por ellas; le parece una cosa muy natural, en la cual solo se fija débilmente, y a menudo olvida; más tarde el hecho se le presenta en la memoria y se lo explica fácilmente si conoce el Espiritismo.
8. ¿Cuál es la edad en la cual se puede, sin inconveniente, ocuparse de la mediumnidad?
No hay edad precisa; eso depende enteramente del desarrollo físico y aún más del moral; hay niños de doce años que se afectarán menos que ciertas personas adultas. Hablo de la mediumnidad en general, pero la que se aplica a los efectos físicos fatiga más corporalmente; la escritura tiene otro inconveniente que se refiere a la inexperiencia del niño, en el caso que quisiera ocuparse a solas y hacer de ello un juego.
Libro de los Médiums – Allan Kardec
CAPÍTULO XVIII
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CAPÍTULO XVIII
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