domingo, 16 de marzo de 2014

Amor Propio, orgullo y Vanidad

   
    Amor Propio, orgullo y Vanidad.-

El Amor Propio, es un defecto espiritual, que  puede ocasionar grandes problemas tanto a quien lo protagoniza , como a quien lo soporta en otras personas.
Al “Amor Propio”, a veces se le confunde con la Dignidad y la Autoestima ; sin embargo mientras que estas son factores positivos , el amor propio en realidad solo es una forma de egoísmo que se muestra en personas que solamente son capaces de amarse a sí mismas sin amar a los demás ni importarles nada. Supone una forma más de egoismo y es un serio causante de vibraciones negativas que afectan a nuestra vida emocional.
Este defecto está bastante ligado al Orgullo y a la Vanidad, por lo que al que lo tiene , su propio orgullo hace que le cueste mucho admitir y reconocer sus debilidades y la responsabilidad por sus errores, encontrando siempre buenas disculpas para justificarse .
Quien tiene este defecto moral, se muestra obcecado, intransigente y caprichoso, censurando en los demás ciertos defectos que son precisamente los que él mismo tiene; sin embargo , precisamente por su estrecha relacción con el orgullo o la vanidad, suelen presumir de unas virtudes y valores de los que en realidad carecen.
Las personas con amor propio creen que lo merecen todo porque son de mejor nivel o clase que los demás, y al no obtener todo aquello que creen merecer, terminan padeciendo problemas emocionales, depresiones, etc.
Popularmente se suele tratar este defecto espiritual, como si fuese un factor positivo, dando culto por ello a la cabezonería, la soberbia, etc, a las que llega a considerar como virtudes.
El amor propio suele ser el mayor obstáculo para el progreso espiritual , porque a partir de él aparecen toda clase de aspectos morales negativos y defectos a los que confunde con valores positivos. Suele originar vanidad, orgullo, odio, etc, y conduce a un aislamiento de las demás personas que les rodean. Este defecto les lleva a quienes lo tienen, a creerse por encima de los demás, y piensan que estos deben ir tras ellos, por lo que provocan una mala relación con los demás que termina por dejarles aislados .
El mejor antídoto para protegernos de este defecto moral que dá paso a tantos otros con los que se mezcla y confunde, es la humildad que nos hace ver con mayor claridad nuestros defectos , pudiendo así cerrar las puertas a sufrimientos innecesarios.

- José Luis Martín -
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Cuando eres sencillo y humilde porque no te crees por encima de nadie y aceptas tu verdad, entonces estás mas cerca de la sabiduría de Dios”
- Toni de Mello-“Testigo de la Luz”

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                  SUICIDIO

El suicidio es un acto grave para el que debemos tener una amplitud de espíritu y una actitud de comprensión y tolerancia. Sabemos que poner fin a sus días, es interrumpir una evolución que de todos modos tendrá que continuar. Sabemos el riesgo de encontrarse después de esta desencarnación en un estado de turbación más o menos profundo; resumiendo, sabemos que el suicidio no arregla nada, pero al mismo tiempo conocemos la dificultad y el dolor de vivir ciertas existencias.
Los espíritus no han dejado de llamar nuestra atención respecto a las verdaderas causas del suicidio. León Denis, en un mensaje de 1989, viene a establecer un diagnóstico espirita sobre este asunto. He aquí sus palabras: “Estamos frente a un problema real que no puede resumirse en una respuesta moral simplista. Dios no prohíbe el suicidio, pues solamente el hombre es responsable ante su muerte, el suicidio no es pues un acto inmoral y no debe ser considerado como una falta. El suicidio es un estado de desamparo enfermizo cuyas causas son a menudo extrañas al sujeto que va a cometer ese acto.
Las principales causas del suicidio son las siguientes: la falta de amor procedente esencialmente de la familia, de los amigos cercanos que no lo son o que ya no lo son más; el decaimiento en el trabajo si el trabajo es envilecedor, repetitivo y vuelve al espíritu esclavo; el sentimiento de inutilidad en una sociedad no igualitaria que no reconoce el valor de un hombre sino su éxito financiero, tratando al otro de «fracasado»: este adjetivo hace mucho mal y mata ; el sentimiento de inferioridad, marcado por el odio social y la negativa de las diferencias, y por último el despertar repentino de una vida anterior ya suicida podría llevar a una neurosis obsesiva que conduce al acto. En realidad, y en la mayoría de los casos, el suicidio es un crimen familiar, social y político. Es pues tiempo de considerar la desesperación como un llamado a la esperanza, es pues tiempo de considerar el suicidio como una enfermedad del alma que se ahoga en el cuerpo social. No comprometáis nunca vuestro porvenir en este campo, pues la ausencia de amor es una enfermedad que acecha a todos los hombres”.
No maltratéis aquellos que se equivocan, que no aciertan en su forma de comportarse, están los que siendo padres fracasan en su función educadora, están los que en su misión de amigos, defraudan la amistad con la traición despiadada, están los que en su función de médicos por su poca dedicación a la tarea de curar y sanar, se equivocan por no prestar la debida medicación, enfermando aun más a los que acudieron para que los cure, todos tenemos una labor y una tarea que no siempre efectuamos debidamente, y lejos de emitir la reprobación es un deber el tratar con la dulzura reparadora y animadora, desechando el látigo de la reprimenda rígida, que hace al enfermo lanzarse muchas veces a la desesperación, al suicidio, sin apenas hacer ruido.
Procuremos aliviar a los que enferman, o no cumplen bien su cometido, acordémonos del Padre que apiadado de sus criaturas no deja a nadie desamparados dejados a su suerte.
El reproche a la ingratitud es una animación para la caída incontrolada en la desesperación, en cambio el amor hace el milagro de animar al enfermo para que de nuevo recobre la salud, y la esperanza en un mañana más esclarecedor y más luminoso. Nadie debe entregarse a la desesperación ella es mala consejera, ni tampoco ofrecer la recriminación a los hermanos desafortunados, siempre hemos de emitir un hilo de esperanza, de luz para que el enfermo se anime y deje de verse como un vicho raro, que no merece la conmiseración.
El suicidio es un acto de cobardía, y no debemos reflejarlo como solución a nuestros problemas, el por el contrario los agrava, nos encierra en la cárcel de la amargura, del fracaso, de la desesperación, lejos de encontrar la muerte el fin con todo, nos pone frente al verdugo de nuestra conciencia haciéndonos sentir de nuevo el mismo mal, más acentuado, menos fácil de solución, agravado por nuestra actitud que nos hace revivir el instante de la muerte y sus efectos dañinos en nuestro organismos periespiritual, que los siente y manifiesta con más intensidad.
Amemos la vida, hasta el punto de que si ella no nos serie, nosotros si lo hagamos, ofreciéndole luz y coraje para enfrentarla en toda sus manifestaciones, porque debemos recordar que Dios no nos da una cruz que no podamos portar sobre nuestros hombros, eso nos debe animar a estudiar todas las oportunidades bajo un prisma de ánimo y esperanza, sin creer que todo está perdido, por nuestro mal actuar, todo lo que tenga que ser será, y mucho más si está escrito en el libro de nuestra vida, aquel que comenzamos a escribir y en el cual anotamos nuevos datos conforme la vida se desarrolla sea de luz o de sombras, todo queda escrito y nada se perderá, no esperemos a ser más adultos para comenzar la tarea de nuestra redención la vida pasa deprisa y no podemos esperar a que el tiempo pase sin productividad positiva que nos pueda vivificar el espíritu, que en fin es el que permanece siempre pese a que no nos guste. Nadie muere, solo por esa gran verdad, debemos ser fieles a nuestro organismo físico, tratándolo como es debido, para que al volver al otro lado de la vida, cuando miremos nuestro comportamiento sobre la verdad de la vida, podamos sentir que fuimos fuerte y que pese a todas las contrariedades supimos mantenernos en pie, intentando por todos los medios llegar hasta el fin, no el fin marcado por nosotros, y si el fin que Dios nos señalo para volver a la patria del espíritu.
Si tu estas perdido, despreciado por los que te rodean, no dudes en consolarte con Jesús, El, fiel cumplidor de Su tarea Redentora, en su Evangelio de Amor, te da la oportunidad de esclarecerte y de proporcionarte una respuesta acertada para tus pesares, perdona sin dudarlo a aquellos que no te comprenden, piensa que un día tendrán la oportunidad de comprender que los que se equivocan y caen deben ser levantados y nunca recriminados. La recriminación en un mal que muchos sufren y a través del cual se arrojan a la desesperación una puerta farsa, por la que entramos al foso de las lamentaciones, donde la comprensión de nuestra cobardía, nos lleva a desesperarnos aun más.
Frente a la imperfección de aquellos que te rodean, ofrece el ejemplo oportuno, la palabra edificante, la llamada de atención en tu gesto amable, de amor y de ternura, y sentirás un día la alegría y el bienestar de haber servido a la causa de Cristo, con amor y dedicación, y no con el látigo de reproche que puede siempre agravar y generar un mal mayor, del cual aunque tú no lo hayas cometido, influenciado por ti, arrojaste al desespero a tu atribulado hermano, que no supo soportar tu descaro tu recriminación. Es como tratar al enfermo en vez de con la medicina que cura, con el analgésico severo que lo puede empeorar aun más.
Acordémonos de la conducta de Jesús ante los pecadores, que era siempre de amor y luz, frente a la pecadora el se dirigió a los que la acusaban, diciéndoles que los que estuviesen libres de culpas le lanzasen la primera piedra. Todos portamos la imperfección, y si queremos comprensión, hemos de ofrecerla, por eso amemos a los débiles y ayudémosles, no desechándoles de nuestro lado, Dios nos ha puesto en la Tierra a todos juntos, para conseguir el mismo fin, que es llegar a El, ofreciéndonos el libre albedrio, para que nunca podamos echar a nadie la culpa de nuestros pesares y desequilibrios. Solo en la amonestación severa, encontraremos el látigo de la desesperación que nos acusará de haber causado males mayores y del cual sentiremos nuestras culpas.
- Merchita -
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            PSICOLOGIA DE LA ORACIÓN
Se corroboro, a lo largo del tiempo, que la oración es un recurso emocional y psíquico para rogar y recibir beneficios de la Divinidad, transformándola en instrumento de ambición personal, realmente distante de su alto significado psicológico.
La oración es un precioso recurso que faculta la adquisición del auto conciencia, de la reflexión, del examen de los valores emocionales y espirituales que dicen respecto a la criatura humana.
Tornándose delicado el campo de vibraciones especiales, faculta la sintonía con las fuerzas del Universo, constituye vehículo de excelente calidad para la vinculación de la criatura con su Creador.
Todos los seres transitan vibratoriamente en fajas especiales que corresponden a su nivel evolutivo, al estado intelecto moral en que se encuentran, a sus aspiraciones y a sus actos, en los cuales se alimentan y construyen la existencia.
La oración es el mecanismo sublime que permite el cambio de onda para campos más sensibles y elevados del Cosmo.
Orar es ascender en la escala vibratoria de la sinfonía cósmica.
Cara a ese mecanismo, se torna indispensable que se comprenda el significado de la oración, su finalidad y la manera más eficaz por la cual se puede alcanzar el objetivo deseado.
Inicialmente, orar es abrirse al amor, ampliar el círculo de pensamientos y de emociones, liberándose de los hábitos y vicios, con el fin de crearse nuevos campos de harmonía interior, de forma que todo el ser se beneficie de las energías emanadas durante el momento especial.
La mejor manera de alcanzar ese parámetro es RACIONALMENTE ALABAR A LA Divinidad, considerando la grandeza de la Creación, permitiéndose vibrar en su conjunto, como su hijo, asimilando las incomparables concesiones que constituyen la existencia.
   Considerarse miembro de la familia universal, teniendo en vista la magnanimidad del Padre y Su inefable misericordia, implica a aquel que ora el bienestar que propicia la captación de las energías saludables de la vida.
Luego después, ampliar el campo del raciocinio en torno de los propios límites y necesidades inmensas, predisponiéndose a aceptar todas los hechos que dicen respecto a su proceso evolutivo, más rogando compasión y ayuda, a fin de errar menos, acertar más, y de manera edificante, con buen paso.
En ese clima emocional, evitar la queja enfermiza, la morbidez de los conflictos y exterioridades ante la magnitud de las bendiciones que son haurido, presentándose desprovisto de las apariencias y circunloquios de la personalidad convencional.
No es necesario relacionar sufrimientos, ni explicitar deseos de la mente y del corazón, porque el Señor conoce a todos Sus hijos, que son autores de los propios destinos y ocurrencias, mediante el comportamiento mantenido en las múltiples experiencias de la evolución.
Por fin, iluminado por el conocimiento de la propia pequeñez ante la grandeza del Amor, exteriorizar el sentimiento de gratitud, la sumisión jubilosa a las leyes que mantiene el archipiélago de las estrellas y la infinidad de vidas.
Todo ora en el Cosmo, desde la sinfonía interminable de los astros en su órbita, manteniendo la harmonía de las galaxias hasta los seres infinitesimales en el mecanismo automático de reproducción, haciendo parte del conjunto y de orden establecidos.
En todas partes vibra la vida en los aspectos más complejos y simples, variados y uniformes.
Sin cualquier esfuerzo de conciencia, circula la sangre por más de 150 mil kilómetros de venas, vasos, arterias, a un ritmo propio para la manutención del organismo humano tanto como la de todos los animales.
Otras funciones mantenidas por el sistema nervioso autónomo obedecen a equilibrado ritmo que las preserva en actividad  armónica.
Las estaciones del tiempo se alternan facultando las variadas manifestaciones de los organismos vivos dentro de delicadas ondas de luz y de calor que les posibilitan la existencia, la manifestación, el desabrochar, el adormecimiento, la espera.
El ser humano, enriquecido por la facultad de pensar y dotado del libre albedrio, que le propicia escoger, atado a las herencias del primarismo de la escala animal ascentral por la cual transito, experiencia más las sensaciones de lo inmediato de lo que las emociones de la belleza, de la harmonía, de la salud integral.
Reconoce el valor incalculable del equilibrio, no en tanto, estigmatizado por la herencia del placer hedonista, se le entrega a la exorbitancia por la rebeldía en los trastornos de conducta, como forma de imposición grotesca.
Al descubrir la oración, luego se permite exaltar falsas o reales necesidades, deseando respuestas inmediatas, soluciones mágicas para atenderlas, distantes del esfuerzo personal de crecimiento y de rehabilitación.
Es claro que aquel que así procede no alcanza las metas propuestas, pues ellas aun no pueden presentarse por faltar en ella los requisitos básicos para el establecimiento de la harmonía interior.
La oración es campo en el cual se expande la conciencia y el espíritu se eleva a los páramos de la luz inmarcesible del inefable amor.
Quien ora se ilumina desde dentro para fuera, tornándose una onda de superior vibración en perfecta consonancia con el orden universal.
El egoísmo, los sentimientos perversos no encuentran lugar en la partitura de la oración.
Se torna necesario deshacerse de esos acordes perturbadores, para que haya sincronización del pensamiento con las dulces notas de la musicalidad divina.
La psicología de la oración es el vasto campo de los sentimientos que se engrandecen el compás de las aspiraciones dignificadora, que dan sentido y significado a la existencia en la Tierra.
Inútilmente, gritará el alma en desespero, rogando soluciones para los problemas que le compete ecuacionar, aun mismo atrayendo a los nombres tutelares siempre compadecidos de la pequeñez humana.
Desde que no ocurra sintonía entre el orante y la Fuente exuberante de vida, las respuestas, aun mismo que sean ofrecidas, no son captadas por el trastorno de la mente exacerbada.
Cuando desees orar, calma el corazón y sus emociones, asumiendo una actitud de humildad y de aceptación, con el fin de que puedas hablar a aquel que es el Padre de misericordia, que siempre providencia todos los recursos necesarios para la adquisición humana de su plenitud.
Convidado a enseñar a sus discípulos la mejor manera de expresar la oración, Jesús fue taxativo y gentil, proponiendo la exaltación al Padre en primer lugar, luego después los ruegos y la gratitud, diciendo:
-Padre Nuestro, que estás en los Cielos…
Entrégate, pues a Dios, y nada te faltara, por lo menos todo aquello que sea importante para la conquista de la harmonía mediante la adquisición de la salud integral.

Por el espíritu Joanna de Angelis, Psicografia de Divaldo Pereira Franco, en la mañana del 29 de octubre del 2012en Sídney, Australia.
Traducido por Mercedes Cruz Reyes
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