En el excelente libro Obras Póstumas, aunque no sea un libro básico del Espiritismo, nos ha enseñado Allan Kardec que nosotros tenemos tan solamente cinco sendas después de la muerte, como vamos a ver más adelante...
Por lo tanto, nuestro propósito en este estudio es hacer un viaje a través de esas cinco posibilidades a ver cual de ellas podríamos elegir para nuestra gran caminata rumbo a la destinación espiritual asignada por Dios para Sus hijos creados sencillos e ignorantes.. .
Muy pocos hombres hay que vivan sin ocuparse del mañana. Si, pues, nos desvelamos por lo que seremos después de un día de veinticuatro horas, con mayor razón es natural que nos desvelemos por lo que será de nosotros después del último día de nuestra Vida, puesto que no se trata de algunos instantes sino de la Eternidad.
¡Viviremos o no viviremos!
No hay término medio. Ésta es una cuestión de Vida o muerte. ¡La suprema alternativa! ...
Si se interroga el sentimiento íntimo de todos los hombres, responderán: ¡Viviremos!, y esta esperanza es para ellos un consuelo. Una insignificante minoría se esfuerza, sin embargo, y especialmente de algún tiempo a esta parte, en probarles que no vivirán.
Es preciso confesar que esta escuela ha hecho prosélitos, principalmente entre los que, temiendo la responsabilidad del porvenir, encuentran más cómodo usar del presente sin limitación alguna, sin sentirse perturbados por la perspectiva de las consecuencias. Pero no pasa de ser ésta la opinión del menor número.
Si vivimos, ¿Cómo viviremos? ¿Qué condiciones nos rodearán? En este punto varían los sistemas con las creencias religiosas o filosóficas.
En la primera parte del libro básico del Espiritismo El Cielo y el Infierno,
Capítulo I, ítem 1, Allan Kardec pregunta y enseña al mismo tiempo:
Existimos, pensamos, obramos; esto es positivo. Pero también morimos; lo que no es menos cierto. ¿Adónde vamos? ¿En qué nos convertimos al dejar la Tierra? ¿Nos encontraremos mejor o peor? ¿Seguiremos siendo o ya no seremos? Ser o no ser, ésta es la alternativa; el siempre o el nunca más, el todo o la nada. O se vive por toda la Eternidad o con la muerte todo acaba. Vale la pena reflexionar en ello.
Todos los hombres, sin excepción, sienten la necesidad de gozar de la Vida, del amor y de ser felices. ¡Mirad, si no! Si a un hombre que sabe que su hora está cercana, le decís que no es así y que, por el contrario, será más feliz de lo que nunca fue, veréis como todo su ser palpita de gozo. Pero, ¿de qué servirán semejantes aspiraciones si un soplo bastase para hacerlas desaparecer?
¿Existe acaso un pensamiento más desesperante que el de la aniquilación absoluta? Los sentimientos nobles, la inteligencia, el progreso, el saber trabajosamente adquirido, todo estaría perdido. ¿Para qué esforzarse por ser mejor, por reprimir las pasiones, para qué fatigarnos en ornar nuestro Espíritu de bellas cualidades si no se ha de recoger ningún fruto y, sobre todo, si se cree que mañana ya todo será inútil? Si no hubiera mañana, la suerte del hombre sería cien veces peor que la de la bestia, pues ésta vive en el presente para la sola satisfacción de sus apetitos materiales sin aspiraciones futuras. Algo, una especie de secreta intuición, le dice que tal cosa no es posible?.
Todas las opiniones sobre el porvenir del hombre pueden reducirse a cinco alternativas principales, que pasamos a resumir sumariamente, con el fin de que la comparación entre ellas sea más fácil, y de que cada uno pueda escoger, con conocimiento de causa, la que le parezca más racional y mejor responda a sus aspiraciones personales y a las necesidades de la sociedad.
Esas cinco alternativas son las que resultan de las doctrinas materialista, panteísta, deísta, dogmática y espiritista.
DOCTRINA MATERIALISTA
Asevera la doctrina materialista: La inteligencia del hombre es una propiedad de la materia. Nace y muere el organismo. El hombre no es nada antes ni nada después de la Vida corporal.
Consecuencias: No siendo más que materia el hombre, sólo son reales y envidiables los goces materiales. Los afectos morales carecen de porvenir; con la muerte quedan rotos para siempre los lazos morales. Las miserias de la Vida no tienen compensación. El suicidio viene a ser el fin racional y lógico de la existencia cuando no hay esperanza de alivio en los sufrimientos, inútil es contrariarse para vencer las malas inclinaciones. Mientras estamos en la Tierra, debe vivirse para sí lo mejor posible. Es una estupidez molestarse y sacrificar su reposo, su bienestar por otros, es decir, por seres que a su vez serán anonadados y que jamás volverán a verse. Los deberes sociales quedan sin base. El bien y el mal son cosas convencionales y el freno social se reduce a la fuerza material de la ley civil.
Ciertamente las ideas espiritualistas del pasado son insuficientes en nuestro siglo; pero, por el hecho de que un principio sea mal o falsamente aplicado, ¿se sigue que debemos rechazarlo? Con las cosas espirituales sucede como con la legislación y todas las instituciones sociales que para que no perezcan, es preciso acondicionarlas a los tiempos actuales. Pero, en vez de presentar algo mejor que el caduco espiritualismo, el materialismo ha preferido suprimirlo todo, lo que le dispensaba de la investigación, y parecía más cómodo a aquellos a quienes importuna la idea de Dios y del porvenir. ¿Qué se diría de un médico, que notando que el régimen seguido por el convaleciente no es bastante sustancial para su tratamiento, le ordenase que no comiese nada?
Lo que más destaca y sorprende en la mayor parte de los materialistas de la escuela moderna, es el espíritu de intolerancia llevado a sus últimos límites. ¡Ellos, que reivindican sin cesar el derecho de libertad de conciencia!.
Hay en este momento y por parte de cierto partido, una conjura contra las ideas espiritualistas en general, entre las que se halla naturalmente comprendido el Espiritismo.
Lo que busca el materialismo no es un Dios más justo y mejor, sino el dios-materia, menos molesto, porque no se le han de rendir cuentas. Nadie niega a semejante partido el derecho de tener su opinión y de discutir las contrarias, pero lo que no se le puede conceder es la pretensión singular, por lo menos en hombres que se erigen en apóstoles de la libertad, de impedir a los otros que crean a su manera y discutan las doctrinas que no aceptan. Intolerancia por intolerancia, no es mejor la una que la otra.
DOCTRINA PANTEISTA
Según la doctrina panteísta el principio inteligente o Alma, independiente de la materia, es tomado al nacer en el todo universal. Se individualiza en cada ser durante la Vida, y a la muerte vuelve a la masa común como las gotas del agua al océano.
Consecuencias: Sin individualidad y sin conciencia de sí mismo, el ser es como si no existiese. Las consecuencias morales de esta doctrina son exactamente las mismas que las de la materialista.
Observación: Cierto número de panteístas admite que el alma, tomada al nacer en el todo universal, conserva su individualidad durante un tiempo indefinido y que no vuelve a la masa común sino después de haber llegado a los últimos grados de la perfección. Las consecuencias de esta variedad de creencia son absolutamente las mismas que las de la doctrina panteísta propiamente dicha, porque es completamente inútil tomarse el trabajo de adquirir algunos conocimientos, cuya conciencia ha de perderse, anonadándose después de un tiempo relativamente corto. Justo en el momento en que llegase al conocimiento y a la perfección suprema el Alma sería condenada a perder el fruto de todos sus trabajos, perdiendo su individualidad.
DOCTRINA DEISTA
El deísmo comprende dos tipos o categorías distintas de creyentes:los deístas independientes y los deístas providenciales.
Los deístas independientes creen en Dios y admiten todos Sus atributos como Creador. Dios, dicen, ha establecido las leyes generales que rigen el Universo, pero creadas estas leyes, funcionan por sí solas, y Su autor no Se ocupa más de ellas. Las criaturas hacen lo que quieren o lo que pueden sin que Dios Se preocupe con ellos. No hay providencia, y no ocupándose Dios de nosotros, ni debemos darle gracias, ni pedirle nada.
Esta creencia es resultado del orgullo, y que la idea de verse sometido a un Poder Superior, del cual procuran emanciparse, es lo que lastima su amor propio. Mientras unos recusan semejante poder, otros reconocen su existencia, pero condenándole a la nulidad.
Existe una diferencia esencial entre el deísta independiente del cual acabamos de hablar, y del deísta providencial. En efecto, este último cree, no sólo en la existencia y virtud creadora de Dios desde el origen de las cosas, sino también en Su intervención incesante en la creación y Le dirige súplicas, pero no admite el culto externo ni el actual dogmatismo.
DOCTRINA DOGMATICA
Según la Doctrina Dogmática, el Alma, independiente de la materia, es creada al nacimiento de cada ser. Sobrevive y conserva su individualidad después de la muerte. Desde ese momento, su suerte queda irrevocablemente fijada. Sus progresos ulteriores son nulos, y por consecuencia, intelectual y moralmente es para toda la Eternidad lo que era durante la Vida. Siendo los malos condenados a castigos perpetuos e irremisibles en el infierno, resulta que el arrepentimiento les es completamente inútil, pareciendo que Dios Se niega a concederles la posibilidad de reparar el mal que han hecho. Los buenos son recompensados con la visión y contemplación perpetua de Dios en el Cielo. Los casos en que pueden merecerse eternamente el Cielo o el Infierno, dependen de la decisión y juicio de hombres falibles, a quienes es dado absolver o condenar.
Hay, entonces, la separación definitiva de los condenados y de los elegidos. Inutilidad, respecto de los condenados, de los socorros morales y consuelos. Creación de ángeles o Almas privilegiadas, exentas de todo trabajo para llegar a la perfección.
Consecuencias: La doctrina dogmática deja sin solución los graves problemas siguientes:
1. - ¿De dónde proceden las disposiciones innatas, intelectuales y morales, que hace que los hombres nazcan buenos o malos, inteligentes o idiotas?
2. - ¿Cuál es la suerte de los niños que mueren en edad temprana? ¿Por qué entran en la bienaventuranza sin aquel trabajo a que están sujetos otros durante largos años? ¿Por qué son recompensados sin haber podido hacer el bien, o privados de perfecta dicha sin haber hecho el mal?
3. - ¿Cuál es la suerte de los cretinos y de los idiotas que no tienen conciencia de sus actos?
4. - ¿Cómo se justifican las miserias y enfermedades al nacer, no siendo resultado de la Vida presente?
5. - ¿Cuál es la suerte de los salvajes y de todos los que forzosamente mueren en el estado de inferioridad moral en que se hallan colocados por la misma naturaleza, si no les es dado progresar ulteriormente?
6. - ¿Por qué crea Dios almas más favorecidas que otras?
7. - ¿Por qué llama a Sí prematuramente a los que hubieran podido mejorarse si hubiesen vivido más, puesto que no les es permitido progresar después de la muerte?
8. -¿ Por qué ha creado Dios ángeles, llegados sin trabajo alguno a la perfección, mientras otras criaturas están sometidas a las más rudas pruebas, y en las cuales tienen más probabilidades de sucumbir que de salir victoriosa?
Podríamos hacer muchas otras preguntas que también quedarían sin respuestas.
Es incomprensible, por lo tanto, la existencia de los materialistas y de los incrédulos. Dicen los Espíritus Amigos que a bien poca cosa se reducirían nuestras convicciones si creyéramos tan solamente en las cosas que pudiéramos ver o observar con el testimonio de los sentidos.
Sin embargo, existe una Doctrina que tiene todas las respuestas, pues ella posee la llave con la cual podemos comprender todas las cosas de manera muy fácil. Evidentemente estamos hablando de la DOCTRINA ESPIRITISTA
La Doctrina Espirita prueba con hechos irrefutables y sin sofismas posibles que el principio inteligente es independiente de la materia. Hay en nosotros algo más que materia, o sea, el Alma o Espíritu que preexiste y sobrevive al cuerpo físico.
Uno mismo es el punto de partida de las al almas sin excepción; todas son creadas sencillas e ignorantes, y están sometidas al progreso indefinido. No hay criaturas privilegiadas ni más favorecidas unas que otras. Los ángeles son seres que han llegado a la perfección, después de haber pasado, como las otras criaturas, por todos los grados inferiores. Las Almas o Espíritus progresan más rápidamente en virtud de su libre albedrío, mediante el trabajo y la buena voluntad. La Vida espiritual es la normal. La Vida corporal es una fase temporal de la Vida del Espíritu, durante la cual reviste momentáneamente una envoltura material de la que se despoja al morir.
El espíritu progresa en estado corporal y en estado espiritual. El corporal es necesario al Espíritu hasta que ha alcanzado cierto grado de perfección. En él se desarrolla por el trabajo a que le obligan sus propias necesidades, y adquiere conocimientos prácticos especiales. Siéndole insuficiente una sola existencia corporal para adquirir todas las perfecciones, vuelve a tomar cuerpo tantas veces como le es necesario, y vuelve cada vez con el progreso alcanzado en las existencias anteriores y en la Vida espiritual. Cuando ha adquirido en un mundo todo lo que en él puede adquirirse. Lo deja para ir a otros más adelantados moral e intelectualmente, menos y menos materiales, y así sucesivamente hasta la perfección relativa de que es susceptible la criatura.
Por lo tanto, el estado feliz o desgraciado de los Espíritus es inherente a su estado moral. El castigo es consecuencia de su contumacia en el mal, de manera que, perseverando en él, se castigan por sí mismos. Pero nunca se les cierra la puerta del arrepentimiento, y pueden, queriéndolo, entrar nuevamente en el camino del bien y llegar con el tiempo a todos los progresos.
Los niños que mueren en edad temprana pueden estar más o menos adelantados, porque han vivido ya anteriores existencias en las que han podido hacer el bien o cometer malas acciones. La muerte no les libra de las pruebas que han de sufrir, y en tiempo oportuno dan comienzo a una nueva existencia en la Tierra o en mundos superiores, según su grado de elevación.
El alma de los cretinos e idiotas es de la misma naturaleza que la de los otros encarnados. Normalmente su inteligencia es superior, y la insuficiencia de medios en que se hallan para entrar en relación con sus compañeros de existencia les hace sufrir, como a los mudos, el no poder hablar. Los cretinos abusaron de su inteligencia en anteriores existencias, y para expiar el mal que cometieron, han aceptado voluntariamente el verse reducidos a la impotencia, etc.
Leemos aún en El Cielo y el Infierno: (1ª parte, cap. I, ítems 10 hasta 14)
El razonamiento nos lleva a admitir la individualidad del Alma y también nos acerca a otra consecuencia: que la suerte del alma ha de depender de las cualidades personales, dado que sería irracional suponer que el Alma atrasada del salvaje y la del hombre perverso pudiesen estar en el mismo nivel que la del hombre sabio y la del hombre bueno. De acuerdo con la justicia, las Almas deben responsabilizarse por sus actos; pero para ser responsables deben poder optar entre el bien y el mal y tener libre albedrío, ya que sin él imperaría la fatalidad y, por lo tanto, no habría responsabilidad individual.
Todas las religiones -continúa enseñando Kardec - aceptan la suerte futura del Alma, es decir, el principio de las penas y recompensas futuras. Este principio se resume en la doctrina del Cielo y del Infierno, que se halla en todos los cultos. Pero en lo que se difiere es en la definición y en la naturaleza de las penas y recompensas y esencialmente, en los motivos que llevan a unas y a otras. De ello surgen creencias y contradicciones que, a su vez, dan origen a los diferentes credos y a los deberes especiales que cada uno de ellos impone para honrar a Dios, ganar el Cielo y evitar el Infierno.
En sus orígenes, todas las religiones han debido estar organizadas según el grado de adelanto moral e intelectual de los hombres. Éstos, todavía demasiado materializados para comprender el mérito de las cosas puramente espirituales, hicieron que la mayor parte de los deberes religiosos recayesen en el cumplimiento de fórmulas exteriores. Durante un cierto tiempo, ampliaron sus horizontes y comenzaron a sentir el vacío que esas formas dejaban, por lo cual, al no satisfacer sus necesidades, las abandonaron por la filosofía. Si la religión, adecuada en sus comienzos a los limitados conocimientos humanos, hubiese seguido el progreso constante del Espíritu humano, no existirían hoy incrédulos, porque la necesidad de creer es inherente a la naturaleza humana. El hombre creerá si se le brinda el alimento espiritual que armonice con sus necesidades intelectuales. Quiere saber de dónde viene y hacia dónde va, mas si la meta que se le señala no responde a sus aspiraciones ni a la idea que tiene de Dios, si ella contradice los descubrimientos científicos y si, además, se le imponen condiciones ilógicas para alcanzarla, negará todo. El materialismo y el panteísmo le parecerán más racionales, porque aceptan la controversia y el razonamiento, y, si bien es cierto el razonamiento de éstos se fundamenta sobre premisas falsas, prefiere raciocinar erróneamente a dejar de hacerlo totalmente.
Pero si se le presenta un porvenir condicionado lógicamente y digno de la grandeza, justicia e infinita bondad divinas, abandonará al materialismo y al panteísmo, doctrinas que presiente vacías y a las que había aceptado por no conocer otra mejor.
El Espiritismo le ofrece más, y por eso es aceptado rápidamente por quienes sufren el tormento de la incertidumbre y no hallan, ni en las religiones ni en las filosofías vulgares, lo que buscan; tiene a su favor la lógica del razonamiento y la sanción de los hechos, razón por la cual es combatido inútilmente.
El hombre posee instintivamente fe en el porvenir, pero, al carecer de bases ciertas para definirlo, ha imaginado sistemas diversos que han llevado a la creación de diferentes credos. La Doctrina Espírita sobre el futuro no es una obra imaginaria concebida con una determinada dosis de ingenio, sino el resultado de la observación de hechos materiales que ocurren ante nuestros ojos. El Espiritismo será el receptáculo de las opiniones divergentes o aisladas y, poco a poco y por la fuerza de las cosas llevará a la unidad de las diferentes creencias, y esa creencia resultante no se basará ya en hipótesis, sino en certezas.
La unificación, en lo que respecta a la suerte futura de las Almas, será el primer punto de acercamiento entre los diferentes cultos, un paso inmensamente importante hacia la verdadera tolerancia religiosa y, posteriormente, hacia la integración.
En el capítulo II de la primera parte del libro El Cielo y el Infierno, ítem 10, Allan Kardec nos ha enseñado lo siguiente:
La Doctrina Espirita tiene una manera totalmente distinta de considerar el futuro. La Vida futura no es una mera hipótesis, sino una realidad. El estado de las Almas después de la muerte no se explica por medio de un sistema, sino como el resultado de la observación. El velo se ha descorrido; el Mundo Espiritual se nos aparece en toda su realidad viviente. No son los hombres quienes lo han descubierto, sirviéndose de una concepción ingeniosa, sino los mismos habitantes de ese mundo quienes vienen a nosotros para describirnos su situación. Así es como vemos seres de todos los niveles en la escala espiritual, en todas las etapas de dicha o desdicha, y asistimos a todas las peripecias que presenta la Vida de ultratumba. Ese es el motivo por el cual los Espiritas enfrentan serenamente a la muerte y viven con calma sus últimos instantes sobre la Tierra. Lo que los sostiene no es solamente la esperanza: es la certeza. Saben que la Vida futura es sólo la continuación de la existencia presente en mejores condiciones, esperan su llegada con la misma confianza con que aguardan la salida del Sol después de una noche tormentosa. La causa de esa confianza la hallamos en los hechos mismos de los que ellos son testigos y en la conjunción de esos hechos con la lógica, la justicia, la bondad de Dios y las apariciones más íntimas del hombre.
Para los Espiritas, el Alma no es una mera abstracción: tiene un cuerpo etéreo que hace de ella un ser definido capaz de ser concebido por el pensamiento. Esto ya es mucha ayuda para poder fijar las ideas sobre su individualidad, aptitudes y percepciones. Los recuerdos de quienes nos son queridos reposan sobre algo real. Ya no se los representa como llamas fugitivas que nada dicen al pensamiento, sino como formas definidas similares a la de los seres vivos. Por otra parte, en lugar de estar perdidos en la inmensidad del Espacio se sabe que están al nuestro alrededor, ya que ambos mundos están en contacto constante y se asisten recíprocamente. La incertidumbre sobre el porvenir ya no es posible y, en consecuencia, el miedo a la muerte ya no tiene razón de ser; se ve venir a la muerte sin temores, pues ella nos liberará y abrirá las puertas de la Vida y nunca las del olvido y de la nada.
Ese tiempo futuro ya fue previsto por Jesús cuando afirmó: (Juan, 10:16.)
Tengo otras ovejas que no son de este redil. También a ellas tengo que apacentarlas. Ellas escucharán mi voz, y habrá un sólo rebaño y un sólo pastor.
En esta nueva fase de la evolución humana en la Tierra, al psiquismo humano en marcha ascensional hace falta respuestas más positivas, claras, transparentes. A más de esto o aquello, hay menester de soluciones diferentes de las que hasta hoy haya conocido el hombre, casi todas ellas frutos de la ignorancia.. .
La humanidad necesita un nuevo tiempo de nutrición.
Rogério Coelho, Brasil
Recopilación de Merchita
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Imagine que placenteramente escucha una de sus canciones favoritas. Todo un entorno de relajamiento y hasta placer, estas concentrado escuchando esa melodía, unos momentos de recreo para el alma y el cuerpo, ya sea en casa, en el auto, o caminando. Llega un momento que se ve en la obligación de apagar la música. De golpe apretando ese botón, han vuelto a la cabeza y al corazón las preocupaciones, dolores, sufrimientos y angustias que por unos instantes desaparecieron… Se ha acabado el recreo, volvemos nuestra realidad, la que muchas veces tanto nos cuesta.
Cuando la música se acaba queda lo mismo que estaba antes de que comenzara… nuestra realidad de vida. Las luchas del diario vivir, el constante ajetreo necesario para llevar las cosas básicas de nuestra existencia.
Por momentos, nos sentimos agobiados, depresivos, hasta desconforme de nuestra existencia actual.Aquí comienza el verdadero esclarecimiento y necesario, del verdadero motivo de nuestro existir. Las luchas, los temores, las angustias, las privaciones suelen ser moneda corriente en nuestra existencia. Los momentos de placer desaparecen como niebla ante la salida del sol, después queda la realidad. No obstante, la vida vista desde este punto de vista, suele ser un tormento. Nadie tiene la culpa, pues, Dios nos creó para ser felices, aunque esa felicidad no se encuentre en este mundo, y nosotros mismos la forjamos En las dos etapas más importantes del espíritu, la encarnada y desencarnada, el ser se agita ante cuanta situación se presente. Las luchas se manifiestan demostrándonos lo lo mucho que debemos trabajar por nuestro adelanto espiritual y acercaros a Nuestro Padre Celestial Ya sabemos el motivo de nuestro existir. Las luces se abren ante nuestros ojos, y vislumbramos la felicidad eterna. Los espíritus del señor nos hablan por diferentes medios para recordarnos nuestras obligaciones, nuestras luchas en la Tierra y los beneficios de saber sufrir con Paz y resignación, de todo aquello que se presente. Volviendo al inicio, la música terminó y la realidad se manifiesta. Este hecho, me hace recordar al Espíritu en estado de libertad, es decir, lejos de la materia, y aun preparándose para una nueva existencia, siente la libertad y felicidad, que le será dada en todas su totalidad cuando sea meritoria en acciones y pensamientos. Nos resta aprender a progresar y comprender cómo aprovechar cada momento, tanto de sosiego, paz y felicidad, como de lucha manifestada de tantas formas, pero todas llevándonos al camino del progreso, al cual no debemos temer, nada hay que temer,solo al estancamiento; Dios nunca nos abandona, para eso tenemos las luces divinas!. Un saludo Fraterno Claribel ******************** Pensando en la brevedad de la vida corporal, en comparación con la espiritual, que es infinita, he de considerar de qué corta duración son los males terrestres para aquel que hace lo que debe a fin de no merecer otro castigo después de esta existencia. Emmanuel ********************* |
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