Emmanuel |
El problema de la expiación no es privativo de los hermanos encarcelados en los calabozos del mundo. La justicia humana, en verdad, apenas corrige al compañero infeliz que cayó, desprevenido,en las mallas del delito espectacular. Entretanto, en las concavidades de cada instituto doméstico, la crueldad oculta yergue trincheras de odio y separación, tanto como desabotona tormentas de sangre y lágrimas,generando las garras de la enfermedad, tantas veces mensajeras de la muerte. Aquí es la ingratitud para con los entes más queridos, allí, es la calumnia retajando la esperanza ajena. Más allá, es la deserción del deber, haciendo que los hombros del prójimo sangren, heridos, al peso de cargas acumuladas; más allá, es la actitud agresiva sustentada con dureza y pasión, exterminando la sementera de paz en aquellos que a veces nos piden únicamente una sonrisa de bondad o un gesto de perdón para que se renueven ante Dios. Es ahí, en esos reductos silenciosos de la batalla de cada día, que, muchas veces engañamos y traemos, indiferentes al dolor que implantamos en aquellos que nos comparten la marcha, juntando hiel e inquietud, mezcladas con las bendiciones de amor y trabajo que procuramos atesorar. No obstante, la Justicia Divina sabe encaminar nuestros actos. Y, nosotros mismos, aunque el cariño de los bienhechores abnegados que nos acogen, en el Más Allá, sin recursos para disculparnos, en la intimidad de la conciencia, suplicamos volver a comenzar, renaciendo en la Tierra, junto a aquellos que se nos hacen acreedores en los caminos de la vida. Sean cuales fueren nuestras dificultades en el campo íntimo, sepamos aceptarlas con el ánimo firme, incinerando en el crematorio de la renuncia nuestros propios deseos para que la felicidad de los demás nos asegure nuestra propia felicidad, por cuanto, al ser conducidos por la muerte al imperio de la Gran Luz, nos reconocemos, tal cual somos, aplicando a nosotros mismos la ley del equilibrio que determina a quien debe el reajuste preciso en la base recta del centavo por centavo. |
Autor: Emmanuel (Espíritu), del Libro Nacer y Renacer, psicografiado por Fco.Cándido Xavier
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