¿Será que el tiempo pasa o somos nosotros los que pasamos por el tiempo? Ya se marcha el primer año de la segunda década del tercer milenio. Y todo continúa como antes. En medio del Apocalipsis, nosotros los actores de esta triste novela del final de los tiempos, insistimos en continuar viviendo.
¿Hay alguna alternativa? No, no la hay. Tenemos que vivir porque nuestra vida no nos pertenece, a nosotros,sino al Padre que nos creo. Si intentamos abandonar el barco en medio de la tormenta, tendremos en el futuro problemas aún peores que los que tenemos en la actualidad. Si nos queremos matar, no lo conseguiremos porque somos inmortales. ¿Qué podemos hacer entonces?
Solo nos resta una opción: seguir al frente, aprovechando la oportunidad y comprender que los males del mundo son producidos por los hombres. Dios nos creo para la felicidad y si no la encontramos es porque la buscamos de una manera y en lugar equivocado. Ya dice el poeta san Vicente de Carvalho, en uno de sus sonetos, “Vello Tema”, que “esa felicidad que suponemos como el árbol de los milagros que soñamos, todo rodeado de dorados frutos, existe, si: pero nosotros no la alcanzamos, porque ella está siempre solo donde la ponemos y nunca la ponemos donde nosotros estamos.
Al hombre le falta descubrir que la felicidad solo puede ser obtenida cuando es producida en el interior del corazón en los laberintos de la conciencia. Es inútil buscarla en el exterior, en las cosas del mundo porque ellas pueden traernos una alegría efímera,pero nunca la felicidad. El placer que nos da el coche nuevo, el diploma de doctor, la casa en la playa o el viaje al exterior, son muy pequeños cuando son comparados con la felicidad que el Plano Divino tiene asignada para nosotros. ¡Ya dijo Jesús “vosotros sois dioses”, pero nosotros no entendemos lo que El afirmó o no lo creemos .
Queremos la paz en el mundo y mientras esta no llega, tampoco conseguimos tener nuestra propia felicidad. Condicionamos nuestra paz interior a la paz colectiva y en ausencia de ella olvidamos que podemos tener la nuestra, independiente de la paz del mundo.
Vivimos presos de la aflicción, medrosos y asustados, nos sentimos víctimas de la corrupción, de la contaminación. Del trafico, de la inseguridad y del abandono ante las enfermedades. Esto impide que tengamos serenidad paciencia y esperanza, lo que demuestra nuestra poca fe. Tenemos la impresión de que el barco está a la deriva en medio de la tormenta y que el timonero perdió el control. Pero quien dirige el barco es Dios y El nunca deja el timón.
La Doctrina de los Espíritus nos dice que somos espíritus inmortales en pruebas y expiación en un planeta inferior que está, como nosotros, progresando también. Será brevemente un mundo de regeneración, habitado por espíritus un poco mejores que los actuales. Y la selección ya se está procesando.
Todos nosotros podemos calificarnos para vivir en el nuevo mundo desde que construyamos nuestra propia historia de la vida. Ella se hace por las obras que ejecutamos y también por la aceptación de la vida que tenemos actualmente. Sabedores de que nuestra historia no comenzó en la Tierra, en esta encarnación, entenderemos que muchos misterios envuelven nuestro camino espiritual. Si estamos viviendo una experiencia más, concedida por la misericordia divina, tratemos de aprovechar la oportunidad para ser mejor de lo que ya somos. Por eso debemos agradecer a Dios las pruebas porque es superando las barreras como nosotros crecemos como espíritus.
Muchas otras cosas perturban nuestra paz: la enfermedad, el pariente difícil, la dificultad financiera, el amigo ingrato. Observen que todo esto son defectos del mundo que es habitado por espíritus en aprendizaje. Unos más otros menos, somos todos alumnos de una escuela primaria tratándose de graduación espiritual. Por eso no conseguimos dirigir nuestra mente que generalmente se liga a las cosas inferiores. Un mínimo de contrariedad provoca total desequilibrio, haciéndonos errar contra los otros y contra nosotros mismos. Habitualmente decimos que alguien nos hizo perder la paciencia. ¿Pero cómo podemos perder lo que no tenemos? El verdadero paciente jamás pierde la paciencia. Somos, al máximo, controlados que nos esforzamos para ser elegantes, educados, camuflados bajo un barniz de superioridad que en verdad no muestra lo que en realidad somos.
Para tener paz es preciso que la construyamos individualmente. Para tal cosa es preciso vencer nuestras inferioridades, en una lucha titánica de nosotros contra nosotros mismos. El mayor enemigo del hombre mora dentro de él. Nadie puede hacerle mal a no ser él mismo. Los desastres del mundo son experiencias necesarias y solamente encarándolos con fe y serenidad podremos vencerlos.
El Espiritismo nos enseña que es preferible ser víctima a ser reo. Cuando somos víctimas el error es del otro y será él quien tendrá que responder por lo que hizo. Cuando somos nosotros el verdugo, el error es nuestro y nosotros tendremos que rendir cuentas. ¿No es preferible ser víctima ahora sin tener que cargar para la espiritualidad una conciencia manchada que podrá costarnos siglos de oscuridad y pruebas?
El tiempo en la Tierra es un minuto cuando es comparado al tiempo de la espiritualidad. Si allí los siglos son segundos, imaginemos lo que representan noventa o cien años de encarnación en el cuerpo físico.
Vamos a construir nuestra propia paz, esperando que podamos ser ejemplos de fe para los que nos rodean. Entre las definiciones de paz en el diccionario Aurelio, hay una que dice: “paz es ausencia de conflictos íntimos; tranquilidad del alma; sosiego”. Solo cuando las partes sean buenas es que todo será bueno. No se puede esperar un planeta feliz si sus habitantes son personas desventuradas. Ya dice el cantante Nando Cordel que “la paz del mundo comienza en mi; si yo tengo amor con certeza soy feliz
Procedente del Bloc de los espiritas
Por Octavio Caúmo Serrano - RIE – Revista Internacional de Espiritismo – Diciembre del 2011
Dios oye nuestras preces y las atiende, siempre de acuerdo con lo que sea mejor para nosotros.
Al final, muchas veces pasamos a valorar las pequeñas y preciosas cosas de la vida, cuando estas nos son retiradas.
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