Queridos amigos, hola buenos días, seguimos caminando, y la vida continua, todos los que aun permanecemos en este planeta, seguimos estructurando unas reglas y métodos en los cuales nos hemos sumergido, intentando conseguir la paz interior y exterior de nosotros y de todos aquellos que amamos y que viven a nuestro alrededor.
Para ello, salvo los ateos, abrazamos una religión, en la cual nos sentimos sumergidos e identificados, y tratamos de aplicar bien los preceptos para no tener una peor vida cuando llegue a hora final, termine nuestra estancia aquí en la tierra, y tengamos que pasar al otro lado de la vida.
La religión es la expresión de las leyes eternas, es necesaria e indestructible porque tiene su razón de ser en la naturaleza del ser humano. La religión bien entendida, debería ser un vinculo que uniese a los hombres entre si y los estrechase con un mismo pensamiento al principio superior de todas las cosas.
La verdadera religión no es una manifestación exterior; es un sentimiento, y es en el corazón humano donde está el verdadero templo de lo Eterno. No necesita formulas ni imágenes; se preocupa poco de los simulacros y de las formas de adoración, y no juzga a los dogmas sino por su influencia en el perfeccionamiento de las sociedades. La verdadera religión abarca todos los cultos, todos los sacerdocios; se eleva por encima de ellos y les dice “¡La verdad está más alta!”
Sin embargo no todos los hombres se encuentran actos para alcanzar esas cifras intelectuales. Es por eso que se imponen la tolerancia y la benevolencia.
El número de creyentes sinceros disminuye día a día. La idea de Dios, en otro tiempo sencilla y grande en las almas, ha sido desnaturalizada por el temor al infierno; ha perdido eficacia. La ficción y la fantasía han engendrado el error, y este, condensado en el dogma, se ha erguido como un obstáculo en el camino de los pueblos. La Luz ha sido velada por aquellos que se consideraban como los depositarios de ella, y las tinieblas se ha hecho en ellos y alrededor de ellos. Los dogmas han pervertido el sentido religioso, y el interés de casta ha falseado el sentido moral. De aquí un cumulo de supersticiones, de abusos, de prácticas idolatras cuyo espectáculo han lanzado a tantos hombres a la negación.
Vemos claro que la idea que los hombres se forman de la verdad, se modifica con el tiempo. Hemos llegado al momento de la historia en que las religiones envejecidas se derrumban sobre sus bases; y una renovación filosófica y social se prepara. El progreso material e intelectual llama al progreso moral.
La religión debe perder su carácter dogmatico y sacerdotal para mostrarse científica; la ciencia se separará de los escollos materialistas para iluminarse como un rayo divino.
El mundo y los seres, descendientes de Dios, vuelven a Dios por una evolución constante. Los males con los que afligimos a nuestro prójimo nos persiguen como nuestra sombra sigue a nuestro cuerpo. Las obras inspiradas en el amor a nuestros semejantes son las que más pesan en la balanza celeste.
Si trabajamos con los buenos, nuestros ejemplos serán inútiles; no debemos temer vivir entre los malos para conducirlos al bien. Pues el hombre virtuoso es semejante al árbol gigantesco cuya sombra bienhechora da a las plantas que lo rodean la frescura y la vida.
Nada cuanto existe puede perecer, pues todo cuanto existe está contenido en Dios. Así, pues, los sabios no lloran a los vivos ni a los muertos. Porque saben que nadie deja de existir más allá de la vida presente.La ciencia y el amor son los dos factores esenciales del Universo. Mientras el ser no adquiera amor, se halla condenado a proseguir la cadena de las reencarnaciones terrenales.
La hora presente es una hora de crisis y de renovación. Para elevar el nivel moral, para detener la superstición y el escepticismo que conducen a la esterilidad, el hombre necesita una concepción nueva del mundo y de la vida que, apoyándose en el estudio de la naturaleza y de la conciencia, en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia y regularice nuestra marcha hacia adelante. Lo que necesitamos es una enseñanza de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento, una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.
Esta enseñanza ya existe y se vulgariza todos los días. En medio de las disputas y de las divagaciones de las escuelas, una voz se ha dejado oír la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que nunca; ante sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos dan llega a reconciliar todos los sistemas encontrados, y de las cenizas del pasado llegan a hacer brotar una nueva llama. En la filosofía de los Espíritus encontramos la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina las hace revivir, reúne los restos esparcidos y los adhiere unos a otros con un poderoso cemento para reconstituir un monumento capaz de amparar a todos los pueblos y a todas las civilizaciones. Para asegurar su duración. La sienta sobre la roca de la experiencia directa, del hecho renovado sin cesar. Gracias a ella, la certidumbre de la vida inmortal se precisa a los ojos de todos, con las innumerables existencias y los incesantes progresos que nos reserva en la sucesión de las edades.
Semejante doctrina puede transformar a pueblos y a sociedades, llevando la claridad a todas partes donde existe la noche, haciendo que se funda con su calor todo lo que hay de hielo y de egoísmo en las almas, revelando a todos los hombres las leyes que los unen con los vínculos de una estrecha solidaridad.
Bendigamos la Doctrina Espirita, estudiémosla, para poder comprender este nuevo sentido de la vida, alcanzando así, ese progreso que nos eleva por encima de las cosas materiales.
Os deseo un lindo viernes, con mucho amor y cariño, vuestra hermana Merchita.
Trabajo extraído del libro “Después de la muerte” de León Denis.
(Ver el blog elespiritadealbacete.blogspot.com)
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