martes, 17 de mayo de 2011

Nuestra religión



Para que en esta materia podamos llegar a conclusiones verdaderas y satisfactorias, es preciso partir de una base firme, clara y unanimamente
aceptada.

¿Es necesaria la religión?. Todas las que el hombre ha establecido y practicado en el transcurso de la historia,¿obedecen a un hecho real y positivo que él interpretó a su manera en cada época, o son simplemente juegos de imaginación, combinaciones fantasmagóricas?.

La verdad casi nunca está en los extremos; así es que respondiendo a esas preguntas, es de decir que de todo hubo en esa sucesión progresiva de religiones. Si bien es cierto que la fundación de dichos sistemas religiosos obedece a  existencia de un hecho real e innegable, no lo es menos que tal vez por errores de apreciación, por necesidades de la época o por escasez de conocimientos,los propagadores de estas diversas religiones las convirtieron mas de una vez en  arma de combate o instrumento de dominación.

No cabe duda que si estudiamos con imparcialidad la naturaleza humana y la historia de la humanidad, tenemos que convenir que la Religión como lazo expontáneo de unión entre el hombre y Dios, entre lo relativo y lo absoluto, entre la criatura y su Creador, es una cosa necesaria que obedece a leyes tan obligatorias y precisas como la afinidad molecular o la gravitación universal.

 Por muchos esfuerzos que hagan en contra, jamás podrá evitarse que los cuerpos pesados se dirijan al centro de la Tierra al ser lanzados al espacio, siempre que una causa opuesta no lo impida. Puede el hombre acudir a toda clase de recursos ingeniosos, queriendo impedir la combinación química de los cuerpos gaseosos, pero nunca logrará que dejen de formar agua dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, puestos en contacto en condiciones apropiadas.

 Por más que luchen y discutan los llamados ateos, jamás  lograrán que el valeroso marino ante la tempestad que le amenaza; que la madre ante la muerte del hijo de sus entrañas, o el poderoso multimillonario ante la ineficacia de sus tesoros para salvar su vida, no levanten su frente clamando justicia, pidiendo misericordia o renegando de su suerte, pero siempre reconociendo la existencia de Alguien que todo lo dirige y todo lo puede: En esto consiste la esencia de la Religión.

Le podremos dar el nombre que se quiera, fatalidad, destino,providencia, ley de la naturaleza o fenómeno universal, pero en todo caso existirá el reconocimiento mas o menos consciente de una Causa superior a nosotros, a quien nos dirigimos en los trances difíciles de la vida, a cuya relación llamamos nosotros Religión, porque de algún modo habríamos de apellidarla.

Luego ya vemos que según todo esto,que podemos comprobar en la vida ordinaria, tan ley de la naturaleza es la Religión, como la gravedad, la combinación química y las demás leyes del mundo físico; y por consiguiente todas las religiones conocidas, a pesar de sus muchos errores, se han fundado siempre en un hecho positivo que nadie podrá negar sin faltar temerariamente a la verdad.

Ante la observación de un fenómeno tan repetido como reconocimiento de un Poder supremo que dispone de nosotros con arreglo a sus sabios planes,el hombre trató de darse una explicación de ello, e inventó el primer sistema religioso, la más rudimentaria de las religiones llamadas positivas. Ve a este Poder superior en el Sol y le adora y le bendice; lo encuentra en el trueno, en el fuego, en las fuerzas naturales, y atemorizado, a todas ellas se dirige pidiendo clemencia, dando lugar por este sencillo  procedimiento a las distintas religiones que figuran en el progreso de los siglos.

En realidad todas ellas vienen a ser manifestaciones de una misma cosa, diversos matices que toma la Religión con arreglo al estado de civilización de los hombres que las fundaron, variando únicamente en la forma de practicar un culto externo y aparatoso como pública manifestación del sentimiento religioso.

Esto es lo que la crítica historia ha venido a demostrar en nuestros días, tratando de explicar las diferencias y aparentes contradicciones que se observan en las distintas religiones. Y ante tales conclusiones, hijas del raciocinio y de la imparcialidad,¿ se atreven todavía los representantes de cualquier religión positiva, de creerse poseedores de la Única y Absoluta verdad que exista en la materia?. Cuando la Ciencia, sagaz investigadora de la Verdad relativa, está rectificando continuamente sus teorías y conocimientos, siempre perfectibles, cualquier religión, que en el fondo es una fase de esa misma Verdad universal, ¿ va a tener el desmedido orgullo de creerse inviolable e inamovible?.

Se dirá que la Religión, como revelación divina, tiene que ser absolutamente cierta y eterna en sus dogmas fundamentales; pero nosotros rechazamos de plano esta conclusión, pues además de reconocer que también la Ciencia también  tiene ciertas verdades axiomáticas tan invariables como las de la Religión, sabemos que esa revelación de los libros santos con que tanto se adornan las religiones positivas para atribuirles un origen privilegiado, no es otra cosa que la comunicación espiritista con los seres de ultratumba, fenómeno comprobado por los experimentadores modernos, que está sujeto a leyes inquebrantables de afinidad y que puede ser observado por todo aquel que se ponga en las circunstancias que dicho efecto requiere.

Esta comunicación o revelación, podrá tener lugar con espíritus de muy distinta elevación, pero siempre lo será con seres limitados y perfectibles como nosotros, que además de estar expuestos a equivocaciones, no siempre les es permitido exponer las verdades que revelan con la claridad que se nota luego al completar su explicación con los descubrimientos científicos. Además, como la comunicación directa con la Causa Suprema es tan imposible como innecesaria, no hay por qué pensar siquiera que ninguna verdad revelada sea artículo de fe ciega, eterna e inviolable.

El Espiritismo, por lo tanto, no es otra cosa que una Ciencia religiosa, la Religión significa que exige el actual desarrollo de los conocimientos humanos. No enseña un credo fijo e inmutable como todas las anteriores, sino que además de ser hija de una época más culta y progresiva de la sociedad, posee sobre todas las demás, la esencial e incomparable ventaja de admitir en su seno toda la Ciencia que el hombre haya formado y la que pueda descubrir en lo sucesivo.

Estudiando su admirable filosofía, irrefutable hasta el momento presente y examinando sus teorías acerca del por qué de la vida y de la muerte, del origen y fin de los seres, de la justicia de los sufrimientos y de la probada efectividad de la existencia ultraterrena, se siente uno transportado a un mundo nuevo de las ideas, con horizontes inexplorados por la mente humana que llenan nuestra débil naturaleza de plácido consuelo.

Nuestra religión, como manifestación más exacta de la Verdad, que tiene como punto de apoyo a la observación científica y como indestructible palanca a la tolerancia bien entendida, no puede admitir dogmas ni verdades absolutas; todo en ella es relativo y los conocimientos de hoy son rectificados y ampliados con las explicaciones de mañana, por lo que nunca dirá su última palabra.

Aquí no existe la Gracia divina, ya que todo se obtiene dentro de una Justicia matemática que se mide por quilates. Las recomendaciones dirigidas a la Divina Misericordia, no sirven para otra cosa que para tender una mano cariñosa e infundir la esperanza en los seres que por su causa sufren justamente, sin que jamás pueda torcerse esta justicia con rutinarios cánticos ni pagadas oraciones.

Eso es el Espiritismo que aquí defendemos, el Cristianismo práctico, comentado con arreglo a los descubrimiento; de todas las ciencias, sin dogmas cerrados ni templos reducidos; sin culto externo e inútil y sin sacerdotes asalariados.

Y como estamos convencidos de que la Religión es un hecho natural que se dará en el mundo mientras existan los hombres con sus limitaciones y flaquezas, y la Causa que rige nuestro destino con su infinito Poder, nosotros admitimos al Espiritismo como una nueva manifestación de esa Religión que, nacida al calor del librepensamiento, acepta todas las morales y explica claramente los llamados milagros, sin necesidad de acudir al errado concepto de lo sobrenatural.

(Art. de la revista Fraternidad Cristiana espírita y de recto pensar,nº31 de enero/feb de1991)

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