“Cierto que estoy presto a dejar mi tabernáculo, como efectivamente Nuestro Señor Jesucristo ya me lo revelo.”(II Pedro, 1:14)
El apóstol ya había sido avisado por Jesús de su próxima partida para el más allá, más por cierto había vencido la muerte, no temiendo nada del aviso del Señor.
Quien batalló por tantos años como Pedro, diseminando la vida por todas partes, ciertamente no temería a la muerte, que, para el, constituía un simple cambio de una casa para otra. Si daba gracias a Dios y gloria a Jesús, por alejar el viejo tabernáculo de la carne ya con grandes necesidades en si deshacerse, volver al estado de energía de donde viniera, pues si nada se acaba, nada se destruye.
¿Cómo vencer la muerte? Multitud de almas no dejan de preguntarse a si mismas a a los otros; y la respuesta es dada por la vida de los grandes hombres. Seréis vencedores de la muerte, si os vencéis a vosotros mismos. El fenómeno que llamáis muerte, fue y está siendo temido hace millones de años y, el miedo de a ella es solamente alimentado por la ignorancia. Quien teme a la muerte nunca tuvo alegría pura, nunca estuvo en paz con la conciencia. Las grandes almas, cuando en transito por la Tierra, en la hora suprema, dieron testimonios de coraje. Sócrates tomo la cicuta satisfaciendo a sus verdugos, sonriendo, sin por lo menos contraer la cara, no temía la muerte y se expresaba como para decir: “La vida me espera con más fulgor y, quien muere aquí nace para la vida eterna”
Francisco de Asís aproximó su habla al del misionero griego, diciendo: “Es muriendo que nacemos para la vida eterna”.
Buda, cierto día, dijo a sus seguidores: “Si yo temiese a la muerte, no habría dejado la vida de príncipe para procurarla”.
Y Cristo, cuantas veces afirmó que la vida continuaría después del túmulo. Y el dio pruebas de eso, porque volvió muchas veces apareciendo aquí y allí, bien para unos discípulos, bien para otros, para todos reunidos, y para la multitud en Galilea. No eran precisas más pruebas.
En este tópico evangélico que ahora nos inspira Jesús en espíritu, Pedro es avisado de que su desencarnación está próxima, y el archivo eterico nos relata que el apóstol sintió un gran regocijo con el anuncio de Nuestro Señor Jesucristo. Pedro ya había vencido la muerte, por tanto predicaba la vida; de diría que no pensaba más en la muerte, ni como medio de interrumpir sus trabajos apostólicos, por vivir solamente irradiando la vida. Y cuando fue ejecutado por los verdugos, de hecho no perdió la conciencia. Se irguió al dejar el tabernáculo terrenal, en espíritu y verdad, en la plenitud de la vida.
Espiritas hermanos vosotros sois los nuevos cristianos redivivo, no pueden temer la muerte, pues ella es la vida. La reencarnación les mostrará que la vida se expande en todas partes.
Todavía no habrá libertad sin sacrificios, dependerá mucho de cada uno, sacrificándose para tornarse libre en la vida eterna.
La muerte existe para quien duda de la vida; la muerte existe para los espíritus que desconocen el bien; la muerte existe para quien desdeña la caridad; la muerte existe para quien tiene por finalidad odiar.
Ela nunca existe para hombres y espíritus que se iniciaron con Jesús en la vivencia de la Buena Nueva de Dios. La Doctrina de los Espíritus, haciendo ingente esfuerzo al renacimiento del Cristianismo, trae pruebas irrefutables, de que la muerte no existe, habiendo desaparecido por completo de las cogitaciones de los espiritualitas. Se transmitió en vida, para la felicidad de los hombres y gloria de Dios.
El miedo a la muerte, si tuvo alguna utilidad para los espíritus primitivos, no para los hombres de razón apurada y de sentimientos elevados, como son los cristianos, que venciendo la muerte, comienzan a vivir con alegría superior, y fue para testificar que no hay muerte después del túmulo que Cristo volvió, apareciéndose a todos sus discípulos, anunciando que Él, el de la cruz, estaba vivo para la eternidad.
En el Espiritismo acontece lo mismo: seres amados que ya se fueron vuelven a tornar, en espíritu, a través medianeros, dando para sus familiares la buena nueva de que nadie muere, que la vida prosigue fulgurante por todas las latitudes de las regiones espirituales. Y que si Dios lo determina, podrán nuevamente renacer, recibiendo las bendiciones de nuevos cuerpos, en busca de la felicidad.
Hermano mió, si usted está próximo a dejar el cuerpo físico, de vuelta la mundo espiritual, no tema, porque nadie muere; procure sentir la misma serenidad de Pedro, al cerciorarse de su partida, por aviso de Cristo. Repetimos sus mismas palabras, cuando proclamaba:
Cierto es que estoy cerca de dejar este mi tabernáculo, como efectivamente Nuestro Señor Jesucristo me lo reveló.
Mensaje extraído del libro:Maestro de los Maestros
João Nunes Maia / por el espíritu Mesmez
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