domingo, 22 de mayo de 2011

La venganza








LA VENGANZA




La venganza es el último vestigio abandonado por las costumbres bárbaras, que tienden a borrarse de entre los hombres.


   Como el duelo, es uno de los últimos vestigios de esas costumbres salvajes bajo las cuales se debatía la Humanidad al principio de la era cristiana. Por eso la venganza es un indicio cierto del estado atrasado de los hombres que se entregan a ella y de los Espíritus que pueden inspirarla aún. Por tanto, mis amigos, ese sentimiento nunca debe hacer vibrar el corazón de quien se diga o afirme ser espírita. Vengarse, vosotros lo sabéis, es de tal modo contrario a esta prescripción de Cristo: “Perdonad a vuestros enemigos”, que el que se rehusa a perdonar, no sólo no es espírita, sino que tampoco es cristiano. La venganza es una inspiración tanto más funesta, cuanto que la falsedad y la bajeza son sus asiduas compañeras; en efecto, el que se entrega a esa fatal y ciega pasión casi nunca se venga a cielo abierto. Cuando es el más fuerte, seprecipita como un animal feroz sobre el que llama su enemigo, cuando la vista de éste viene a inflamar su pasión, su cólera y su odio. Pero lo más a menudo, reviste una apariencia hipócrita,disimulando en lo más íntimo de su corazón los malos sentimientos que le animan; toma caminos extraviados, sigue en la sombra a su enemigo, que no abriga desconfianza y espera el momento propicio para herirle sin peligro; se oculta de él espiándole sin cesar; le tiende emboscadas odiosas y llegada la ocasión, le derrama el veneno en la copa. Cuando su odio no llega hasta esos extremos, entonces, le ataca en su honor y en sus afectos; no retrocede ante la calumnia y sus insinuaciones pérfidas, hábilmente sembradas por todas partes, van creciendo por el camino. 

Por eso, cuando aquél que se persigue se presenta en los lugares donde el soplo envenenado pasó, se sorprende de encontrar rostros fríos donde encontraba otras veces los encontraba amigos y benévolos; queda estupefacto cuando las manos que buscaban la suya se niegan ahora a apretarla; en fin, queda anonadado cuando sus más queridos amigos y sus parientes se desvían y huyen de él. ¡Ah! El cobarde que se venga de ese modo es cien veces más culpable que el que va derecho a suenemigo y le insulta cara a cara.

¡Atrás, pues, esas costumbres salvajes! ¡Atrás esos uso de otro tiempo! Todo espírita que pretendiese hoy tener aún el derecho de vengarse, sería indigno de figurar por más tiempo en la falange que tomo por divisa: ¡Fuera de la caridad no hay salvación! Pero no, no debo abrigar la idea de que un miembro de la gran familia espírita pueda nunca, en lo sucesivo, ceder al impulso de la venganza, más que para perdonar. (JULES OLIVIER, París, 1862).
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