viernes, 11 de febrero de 2011

Amor en familia

Familia de Jesús


                                UNA BELLA HISTORIA

El nació en el año 1961, durante el gobierno de Mao Tse Tung. Sexto hijo de un total de siete.

La hora de las refecciones era siempre triste, cuenta el. Porque su madre, muchas veces, no tenia que cocinar.

Pan seco era la base de la alimentación la mayor parte del año.

Ocasionalmente, había pan de mijo y harina, artículos especiales y, por eso, guardados para ofrecer a las visitas importantes.

A la hora de las refecciones, las siete criaturas quedaban esperando que el padre comenzase a comer.

Comían trigo seco, cocido en el agua o en vapor, día tras día, mes tras mes, año tras año.

Después de la primera mordida del padre es que ellos se servían. Los padres comían muy desopacio para que sobrase comida para los hijos.

La madre decía a los hijos que dejasen la mejor porción para el padre, pues era el quien garantizaba el sustento.

Mas el padre siempre arrojaba disculpas y pedia que dejasen la mejor porción para la madre. Si no fuese por ella, enfatizaba, nada tendría para comer sino, “viento noreste”. Raramente comían carne. Una vez al mes, después de enfrentar largas filas, podrían comprar un pedazo de cerdo gordo.

Y Li Cunxin narra, en sus memorias, que una tarde, su madre lo mando comprar carne en el matadero de la comuna donde moraban. Las filas eran enormes. Tres filas. El esperó más de una hora y finalmente consiguió comprar un pedazo pequeño de carne gorda del cerdo. Salio corriendo y saltando de felicidad por su conquista. Su madre cortó la carne en pedazos pequeños, igualmente feliz por la carne que iría a durar, con certeza, un buen tiempo.

En aquella noche, cuando fue servida la carne con acelgas, todos podían ver el óleo precioso flotando en el mojo.

Uno de los niños encontró un pedazo de carne de cerdo en su porción.  Sin pestañear, lo colocó en el plato del padre. Esté paso rápidamente la carne al plato de la madre. Ella lo devolcio, diciendo:

¡No sea tonto! Hice la comida principalmente para usted. ¡Usted precisa estar fuerte para trabajar!

Próximo al padre, estaba el hijo más joven. El padre miró pará el, lo llamÓ por el nombre y dijo:

Dejeme ver los dientes:  Antes que alguien pudiese decir alguna cosas, el colocó el pedazo de carne de cerdo en la boca del hijo.

El silencio que siguió fue quebrado apenas `por el largo suspiro de la madre.

Siempre era así. Un raro pedacito de carne en una cazuela de vegetales era pasado de uno para otro. Los ojos ansiosos pedían más. Más nunca hablaban. Todos sabían que era difícil conseguir comida.

No había más, simplemente. Y los padres no sabían de donde vendría la próxima refección.

Así era la vida en aquella familia, donde le padre trabajaba dede la madrugada al atardecer, por una miserable paga mensual.

Cuando la madre lavaba, limpiaba, cocinaba, cosía y aun iba a trabajar al campo, para conseguir un poco más de recursos.

Cuidando uno de los otros – eso es lo que el hecho narrado nos enseña.

  Y nosotros en nuestro hogar, ¿ Estamos pasando esos valores para nuestros hijos: de preocuparse con el hermano, o con nosotros, sus padres?

Leyendo esta historia de la miserable vida por Li Cunxin, podemos pensar que jamás seremos tan pobres, a punto de disputar por el alimento.

No importa. Lo importante a resaltar es que cultivemos el amor. Ese amor que se demuestra con pequeños gestos, con preciosas donaciones.  Puede ser ofreciendo una flor, un dulce, un mimo. Puede, con dulzura resumirse en fijar los ojos en el otro y preguntar.

Piense en eso


Redacción de Momento Espirita con base en el capítulo 1º del libro Adiós, China

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