lunes, 6 de julio de 2015

León Denis, pionero del Espiritismo


           
Racismo

¿Por el hecho de no proceder de un solo individuo la especie humana, deben los hombres dejar de considerarse hermanos?
Todos los hombres son hermanos en Dios, porque son animados por el espíritu y van para el mismo fin…

Cuestión nº 54

Recuerdo de una caricatura en que se veía un matrimonio de nobles ingleses, ambos snobs y orgullosos, contemplando una galería de retratos de sus antepasados, donde habían reyes, príncipes, lords, duques… Sobre sus cabezas un inmenso árbol genealógico mostraba bandidos, piratas, bárbaros, indios, trogloditas, hasta llegar a sus orígenes, un matrimonio de macacos. No eran seres especiales los vanidosos británicos. Descendían, como todo el género humano, de los simios antropoides.

Las diferencias del tipo físico, color de la piel, estructura, altura, comportamiento, costumbres, guardan su génesis en factores geográficos, climáticos, de alimentación y cultura… No llegamos a percibir esas mutaciones porque son extremamente lentas. Ocurren a lo largo de los milenios. Por otro lado, hay una tendencia para la fijación de determinadas características que identifican las razas. Es como si Dios hubiese preparado vestimentas variadas para los Espíritus que reencarnan, diversificando sus experiencias evolutivas, en aprendizaje compatible con sus necesidades.

***
El amplio conocimiento acumulado sobre nuestros orígenes y la evidencia de que tenemos en común el hecho de que nuestros ancestros vivían en los arboles, no han sido suficiente para eliminar uno de los males más lamentables de la sociedad humana, el preconcepto racial. Se inspira en la pretensión de que un hombre es mejor, superior al otro por causa del color de su piel, estructura física, nacionalidad…

En los Estados Unido fue necesario, una guerra civil para acabar con el deshumano régimen esclavizador. Hasta la década de los sesenta el país más rico y poderoso de la Tierra, que siempre se arbolaba como el campeón de la democracia, practicaba la segregación racial. La mayoría blanca imponía humillantes restricciones a los negros, que no podían frecuentar las mismas escuelas, sanitarios públicos, clubs, hospitales…

En áfrica del Sur, en pleno continente africano, una minoría de origen europeo sustento durante décadas la separación racial, apartando a los dueños de la casa a posiciones de inferioridad. En Brasil, no obstante, la índole fraterna de nuestro pueblo, durante más de tres siglos muchos encontraban natural la existencia de hombres transformados en bestias de carga. Estamos libres de la mancha de la esclavitud, pero no del preconcepto racial, que corre suelto, con pocas oportunidades para los negros librarse de una condición racial inferior.

En los Estados del Sur los del nordeste brasileño son marginalizados y menospreciados, como si no fuesen brasileños, como si perteneciesen a una raza inferior. Algo semejante ocurre en países ricos de Europa, como Francia y Alemania, donde hay fuerte resistencia contra minorías que vienen de países pobres buscando mejores condiciones de vida. Sanseis y niseis, descendientes de colonos japoneses que van a trabajar al Japón, enfrentan el mismo problema, relegados al ejercicio de tareas de trabajo físico.

Otro ejemplo marcante envuelve a los judíos. No obstante su cultura e inteligencia fueron discriminados y perseguidos a lo largo de la Historia. En la Alemania de Hitler, la población acepto pasivamente su iniciativa de exterminarlos, cuando sería mucho más razonable encaminar al dictador para el manicomio. Los descendientes de Abraham, a su vez, no lo hicieron mejor. Imbuidos en la idea del pueblo elegido por Jehová, cultivaron un insuperable racismo. Eso esta tan entrañado en su mentalidad que desde el año 70 de la era cristiana, cuando Jerusalén fue arrasada por Tito y fueron dispersados por el Mundo, los judíos conservaron su nacionalidad, aun sin tener un territorio, lo que solo aconteció en 1948, con la proclamación del Estado de Israel. Hoy discriminan a los árabes, particularmente los palestinos, a los cuales niegan el derecho elemental de tener su propio país.

La Doctrina Espirita tiene una valiosa contribución a favor de la extinción de los preconceptos raciales, revelando que somos todos Espíritus en evolución, sometidos a la experiencia reencarnatória. Y que podemos resurgir en la Tierra como negros, blanco o amarillos, en cualquier continente o región, de conformidad con nuestros compromisos y necesidades. No hay porque cultivar discriminaciones, no solo porque tenemos todos el mismo origen, que se pierde en la noche de los tiempos, pero sobretodo porque la Ley Divina determinara inexorablemente que reencarnemos entre aquellos que discriminamos. Hay innúmeros relatos en obras mediúmnicas, dándonos noticias de hacendados que judaizaban a los negros. Retornaban como esclavos africanos. Anti-semitas vuelven como judíos para sentir en la propia piel lo que es ese preconcepto. De la misma forma, judíos convencidos de que pertenecen a una raza superior, escogida por Dios, resurgen en el seno de los pueblos que juzgan inferiores.

Aprendemos con Jesús que el amor al prójimo equivale a amar a Dios. Eso significa que es absolutamente imposible reverenciar al Creador discriminando a sus criaturas. Además, no hay por qué menospreciar a alguien por causa de su color, raza, nacionalidad. Al final, por más que eso nos disguste y constriña, aun  vinculados a movimientos segregacionistas, somos todos hermanos. Descendientes de los primates como hombres perecederos…  Hijos de Dios como Espíritus eternos. Y a la luz de la reencarnación queda siempre la idea de que el preconcepto racial es, sobre todo, insensato o, más popularmente, un ejercicio de estupidez. Toda discriminación es víspera de transferencia compulsiva para el lado discriminado, *( lo que significa que nos veremos en el papel de los que menospreciamos por este u otros motivos)* 

Richard Simonetti
 *La anotación entre paréntesis es mía)
Extraído del libro “A Presença de Deus”

                                                      ***************************


LÉON DENIS, PIONERO DEL ESPIRITISMO

Jean Luis Petit

Para comprender al hombre, escuchemos primero un extracto de su testamento moral: “Llegado al atardecer de la vida, en esta hora crepuscular donde una nueva etapa finaliza, donde las sombras suben a porfía y cubren todas las cosas con su velo melancólico, considero el camino recorrido desde mi infancia, dirijo luego mi mirada hacia adelante, hacia esa salida que pronto se abrirá para mí, sobre el más allá y sus claridades eternas. A esta hora, mi alma se recoge y se despoja de antemano de las trabas terrestres; comprende el objetivo de la vida, consciente de su papel en este mundo, agradecida de los favores de Dios, sabiendo por qué ha venido y por qué ha actuado”.

Este extracto de una de las últimas páginas de Léon Denis ubica bien al personaje: un estilo suntuoso, como ya no se acostumbra, al servicio de una gran voz, de una hermosa alma. ¿Qué retener de esta vida tan austera y tan colmada, que no se apaga sino a más de los ochenta y un años? Él mismo nos lo va a decir, en el mismo texto: “He dedicado esta existencia al servicio de una gran causa, el espiritismo que será ciertamente la creencia universal, la religión del porvenir”. Ni una sola duda, ni una sola aflicción en este momento decisivo; es la voz de un gigante que va a callar, después de la misión cumplida.

En su tiempo fue adulado por su público y tratado por la Iglesia como un diablo en una pila de agua bendita.

Examinemos su vida, se descubrirá allí a un hombre humilde y autodidacta llamado a la extraordinaria misión de ser portavoz del espiritismo.

Un hombre humilde y un autodidacta realizado

Nació el 1º de enero de 1846, en Foug, de padres pobres. El padre, albañil asalariado, sin empresa personal, no podrá darle la posibilidad de seguir los estudios que su inteligencia muy vivaz y su gusto por el saber podían permitirle. La madre se ocupa del hogar y de los niños. Sus maestros intervendrán a su favor, pero la familia tiene demasiada necesidad de su salario, y sería incapaz de pagar sus gastos de matrícula. Al ritmo de los empleos del padre que es primero obrero en Estrasburgo y después en Burdeos, antes de un puesto de jefe de una estación muy pequeña en las Landas, luego en el Jura, Léon Denis multiplica las tareas de obrero, aprendiz o ayudante de su padre. Durante sus noches, se impone un segundo empleo: lee y prosigue, solo o con la ayuda del instructor local, los estudios primarios y secundarios que no puede seguir. En 1852 la familia se establece en Tours y de allí no se moverá más; su situación económica permanece precaria siempre. Léon trabaja entonces más que nunca, primero en una industria de loza, luego una casa de cueros donde realiza pesadas labores manuales. Destacado por su inteligencia, accede rápidamente a puestos de empleado administrativo y contable, mejor remunerado y donde va a sobresalir. Se convierte en viajante de comercio itinerante, en Francia y luego en el extranjero. Se inscribe en cursos nocturnos que le ofrecen un complemento, y desgasta sus ojos leyendo sin cesar para adquirir una cultura universitaria. Se apasiona por la geografía y la historia, pero también por la filosofía, las artes y las letras, etc. En algunos momentos considera llevar una vida normal, casándose, en el marco de un amor compartido, pero comprende que toda su vida deberá mantener económicamente a sus padres que viven con él. Renuncia entonces al matrimonio permanece célibe; se consuela en la lectura y los estudios. Se apasiona por las grandes cuestiones de la filosofía. Dios le atrae, pero rechaza los dogmas y la pequeñez de las Iglesias. Como lee todo lo que se incluye en las vitrinas de las librerías, un día encuentra en Tours un título que le llama la atención: El Libro de los Espíritus, por Allan Kardec. Tiene dieciocho años, lo adquiere enseguida y devora el libro a escondidas de su madre, a quien teme inquietar con una literatura poco ortodoxa. Su convicción es un hecho: el espiritismo es la clave que buscaba de la comprensión del mundo. Se volverá pues espírita. Para su gran alegría, su madre, de quien es muy cercano, también lee el libro a escondidas de su hijo y manifiesta el mismo entusiasmo. Su padre se adherirá posteriormente. Toda la familia alienta al hijo pródigo a entrar al servicio del espiritismo que se difunde rápidamente en Francia. Desde 1862 se forman varios grupos espíritas en Tours, con él, luego alrededor de él, pues allí también se destaca rápidamente por su cultura y sus múltiples talentos. A partir de allí ha encontrado su vocación; desde Tours se convierte en uno de los faros del espiritismo de su época. En adelante su carrera acumula responsabilidades y éxitos nacionales e internacionales. Tours le permite a Léon Denis conocer las escuelas de pensamiento que lo prepararán para una admirable carrera de orador.
La educación le apasiona: rápidamente se convierte en militante de la Liga de la enseñanza que difunde en Tours, así como en otras partes, el programa de la escuela republicana gratuita, laica y obligatoria. El militante convencido se convierte en un propagandista muy apreciado. Combina sus viajes de negocios con un ciclo de conferencias, a veces con Jean Macé, presidente de la Liga de la enseñanza, en favor de poner en marcha la escuela republicana.
Igualmente, en 1869, es admitido en el seno de la Francmasonería en la logia de los “Démophiles”, (los amantes del pueblo), cuyas ideas laicas y republicanas complementan la doctrina de la Liga de la enseñanza.
Rápidamente se convierte en el orador de su logia, es decir el que cierra los debates y pronuncia los discursos. Esto se corresponde bien con su gusto por una cultura humanista, y le obliga a leer aún más y a preparar sus intervenciones. Con mucho es el espiritismo el que predominará en su preferencia, con su práctica personal en el seno de los círculos espíritas de Tours. Lee todos los libros y artículos que puede encontrar sobre el tema; y rápidamente se convierte en una enciclopedia espírita.
En vida se reunirá poco con Allan Kardec: tres veces en total, a partir de 1867, pero será recibido por él en París, antes del deceso del Maestro en marzo de 1869. La guerra de 1870 pone fin a este aprendizaje, en pro del compromiso patriótico. Primero es exonerado y más tarde, después de la derrota de Sedan, es aceptado en los ejércitos de la República donde obtiene rápidamente sus galones de suboficial y luego de oficial. El fin de la guerra lo reintegra a Tours y a su destino marcado por las sesiones espíritas; es alentado por los Espíritus para que se dedique a la propaganda y la difusión del espiritismo. A partir de 1873, comienza a escribir para este trabajo de difusión que lo lleva a aceptar conferencias en las ciudades, hasta cuarenta y cinco por año, y donde ejerce también su trabajo de representante de comercio. Será cerca de Tours, luego en Francia, en Córcega y finalmente en el extranjero: Italia, Túnez, África del Norte. Para él, estos viajes son también fabulosas oportunidades de descubrir paisajes, hábitos y costumbres de vida. Por ejemplo, surcará a pie el Alto Atlas, casi solo, yendo a lugares por donde ningún europeo había pasado. Desarrolla un amor muy particular por la naturaleza, los animales y los humildes. Se convierte en un apasionado de la montaña, que también incita a la elevación del espíritu, hacia las realidades del más allá que le apasionan.
Sus cualidades de orador lo hacen cada vez más apreciado. Un notable local le propone, a los treinta y cinco años, convertirse en su sucesor en la Asamblea Nacional. Declina cortésmente la invitación, alegando principalmente sus problemas de salud. Sufre una operación luego de una oclusión intestinal. Su vista continúa decayendo regularmente. A pesar de todo, se convierte en representante nacional e internacional de los espíritas.
En diciembre de 1882, lógicamente es nombrado miembro de un congreso nacional destinado a crear la Fundación de Estudios Espíritas, encargada de la difusión de las ideas espíritas, especialmente con un periódico, Le Espiritismo. Desde entonces frecuenta hasta su muerte a Amélie Boudet, viuda de Allan Kardec, a Pierre-Gaétan Leymarie, célebre librero y más tarde editor en París, que se ha puesto al servicio del espiritismo, igualmente a Gabriel Delanne, otro hijo espiritual de Allan Kardec, y a muchas otras personalidades. Es reconocido como orador tanto como colaborador regular de las revistas espíritas, y luego como autor de obras de doctrina espírita, en la más estricta línea de la enseñanza de Allan Kardec. Durante el Congreso Internacional Espírita de 1889, donde los numerosos adversarios del espiritismo le hacen la vida imposible a los espíritas, defiende brillantemente las tesis. Igual que Kardec, aparece como un brillante defensor del espiritismo experimental y científico. También sostiene regularmente el destino divino del hombre, más allá de los dogmas y las pequeñeces de las religiones. En conjunto, gusta mucho su estilo brillante y poético al servicio de ideas muy cercanas al mensaje de Jesús; los críticos lo exaltan, o bien lo demuelen, cuando están al servicio de ideas tradicionales como las del clero católico oficial. Hasta la Gran Guerra, proseguirá conferencias, congresos espíritas y encuentros con todos los auditorios: mineros belgas, obreros del Norte, pequeños y medianos burgueses, universitarios, aristócratas y gente modesta, sobre todos los temas vinculados con el espiritismo: espiritismo e idea de Dios, espiritismo y cuestiones sociales, materialismo y espiritualismo, el ser y el destino, etc. Atrae a sus ideas a numerosas personalidades, aun entre el clero. Pasa por todas las ciudades, incluyendo Nancy, donde fue todo un éxito evocando sus orígenes loreneses y su admiración por Juana de Arco, sobre quien se volverá inagotable.
Es presidente del Congreso Espírita Internacional de 1900 y comienza a combatir las ideas de la metapsíquica, antecesora de nuestra actual parapsicología, que reconoce los fenómenos paranormales, pero rechaza toda noción del más allá. Según esta teoría no habría sino fenómenos humanos, aún no aclarados. Él, defiende brillantemente los fenómenos espíritas y su vínculo con el mundo de los espíritus. También es muy brillante en los Congresos de Lieja en 1905, como presidente honorario y luego en el Congreso de Bruselas en 1910, finalmente en el Congreso Internacional de Ginebra en 1913. Termina los Congresos en 1925, en plena gloria y siendo largamente aclamado por el Congreso entero.

Su amigo Gastón Luce lo describe así: “Léon Denis era de estatura mediana, de ancho de espalda un tanto macizo. Caminaba balanceando los hombros como un viejo lobo de mar. Todo en su persona daba impresión de robustez y solidez… Afanoso, el intenso trabajo cerebral acapara la mayor parte de sus fuerzas. Su salud seguía siendo delicada pero eso no le impedía ser un intrépido caminante… Se sentía que la voluntad reinaba soberana en él… Bajo la frente inclinada en forma de torre, a lo Hugo, el rostro que corta el mostacho galo, irradia inteligencia”. Después de la muerte de sus padres, cuando ha vivido mucho tiempo con su madre, se encuentra solo, desde 1903 y cada vez más invidente. Los amigos y relacionados compensarán un poco la soltería forzada. Durante un tiempo vive también con la Sra. Forget, su médium preferida, que falleció en 1917. El anciano cambia completamente de apariencia, y cada vez más recuerda a un druida con su frondosa barba; sus contemporáneos evocarán un parecido con Tolstoi. Palia su soledad con una sólida red de amistades y relaciones. Su reputación se torna inmensa; tenderá sin embargo a chocar con la pequeñez de los hombres y especialmente con sus celos. En 1906 se gana enemigos suplementarios al intervenir vigorosamente en el caso del médium Miller, de excelente reputación hasta entonces, pero pillado in fraganti en simulación de un espíritu, durante una sesión de espiritismo en París. Léon Denis condena firmemente toda estafa, pero igualmente recuerda que no por ello hay lugar para considerar como trampas todas las manifestaciones obtenidas, cuya seriedad y veracidad han sido demostradas con gran frecuencia. El mundo católico tradicional ataca regularmente, calificando a los fenómenos espíritas de satánicos. Siempre salta con ímpetu a la palestra y desarma las cábalas. Lo cito: “La Iglesia haría bien en pensarlo dos veces antes de lanzar sus anatemas contra la gente honrada, buenos y leales obreros de la verdad… Podríamos citar más de un caso de locura religiosa, de histeria mística que han causado resonantes escándalos… ¿Nos ha venido la idea, a los espíritas, de explotar contra la Iglesia un delito parecido…? Sabemos que en este mundo el hombre abusa de todo, hasta de las cosas más sagradas. El espiritismo tiene sus simuladores y sus exaltados, como la ciencia tiene sus charlatanes y como la religión tiene sus impostores”.

Seduce a numerosas personalidades, que pasan a verlo y mantienen correspondencia con él. Será el caso de Arthur Conan Doyle, que lo traducirá y difundirá en el mundo anglosajón. Jean Jaurès lo recibirá personalmente en Tolosa y le testimoniarán su amistad.
El viejo luchador se cansa. Abandona el extenuante ciclo de conferencias pero escribe mucho para las revistas de espiritismo. En 1910 renuncia a la Sociedad Francesa de Estudios de los Fenómenos Psíquicos, luego de pérfidos ataques internos que lo agobian. Y, por más que se afligió Gabriel Delanne, que dirigía junto con él esta realización, mantuvo su renuncia, conservando toda su amistad por Delanne. Sobreviene la gran guerra, que suspende totalmente los progresos del espiritismo. Léon Denis, que en 1914 tiene sesenta y ocho años, va a sufrir profundamente por ese retorno a la brutalidad, sin desesperar nunca de la salida favorable del conflicto. Termina casi ciego y muy disminuido físicamente, pero su espíritu y su determinación están intactos. Aprende el braille y debe tomar una secretaria hasta el final de su vida, para dictarle correspondencia y libros. Permanece en el trabajo en favor del espiritismo.
Jean Meyer, próspero empresario convertido al espiritismo, pondrá toda su fortuna y toda su alma en esta obra de renacimiento. Pide ayuda a Léon Denis que le promete una colaboración regular en la nueva Presse Spirite. Rechaza en cambio el cargo de presidente de la nueva Unión Espírita, a pesar de la insistencia de Meyer. Su salud, su casi ceguera, así como su edad y su deseo de no dejar más Tours, prevalecen sobre el deseo de ser todavía útil. Acepta a lo sumo una honrosa “Presidencia honoraria”. El Congreso Internacional de 1925 en París, que es su último mandato, dedica una casa a los espíritas así como al Instituto Metapsíquico Internacional. Observa con satisfacción este ascenso y se retira definitivamente en su casa de Tours, para no dedicarse más que a la escritura, para las revistas y para sus últimos libros. Fallece el 12 de abril de 1927, apenas un mes después de haber terminado El Genio Celta, ampliamente inspirado por el espíritu de Allan Kardec.
Encontrémosle durante la redacción de su testamento filosófico. Se le percibe orgulloso de la vida que ha vivido: “Por la causa del espiritismo he renunciado a todas las satisfacciones materiales, pero en definitiva soy feliz de acercarme a los que me esperan allá arriba en la luz divina… Quiero que los recursos que dejo sean dedicados al servicio de esta misma causa”. Ni un solo arrepentimiento, y una fe tan ardiente como al comienzo de su apostolado. Parte en plena gloria, persuadido de que, después de él, el espiritismo no puede sino crecer y embellecerse especialmente en Francia. Pero, por el contrario, hubo un creciente retroceso con la metapsíquica y luego con la parapsicología que cortó los puentes con el más allá. Finalmente, las ideologías totalitarias engendraron la última gran guerra y abrieron un bulevar al materialismo dominante.

¿Habría Léon Denis luchado en vano? Felizmente podemos afirmar que nada de eso. Desde el más allá, sigue con entusiasmo el renacimiento del espiritismo, especialmente a través de nuestro grupo espírita conforme a la teoría y la práctica de Allan Kardec. Escuchémosle, en mensaje espírita: “El espíritu se incorpora, se une entonces a un cuerpo extraño (en este caso se trata de una sesión de incorporación) para encontrarse con las sensaciones pasadas a fin de proponerles (en el sentido de discutir con los espíritas) sobre la verdad, sobre su supervivencia, sobre su vida, sobre su amor, sobre sus envidias y, en fin, sobre su deseo de decirles: No, yo no estoy muerto, vivo como viven ustedes, simplemente que en un plano distinto”. ¿De qué nos habló? De espiritismo, evidentemente. Cito otro mensaje: “Espiritismo viviente, espiritismo que es preciso afirmar siempre en su definición, espiritismo que es preciso revelar siempre a aquellos que aún no saben, espiritismo vivido entre los hombres, espiritismo que vengo a seguir viviendo con ustedes”. Se le encuentra siempre en su inmenso amor a Dios; cito otro mensaje: “Nosotros somos la filosofía del infinito. Somos la filosofía de Dios, de Dios que ya no es más un misterio, sino de Dios que es preciso saber mirar, sino de Dios que es preciso saber escuchar, sino de Dios que es preciso saber amar”. Este mensaje de esperanza está acorde con toda su vida: el espiritismo sigue siendo para él el porvenir filosófico y social del mundo y su renovación está siempre en marcha luego de las traiciones y los olvidos materialistas. Es por esa metamorfosis que Léon Denis sigue expresándose.

                                         **********************************

    
           
PROVOCACIONES 

Toda provocación es un morbo que genera contagio, y cuando se la acepta se transforma en desequilibrio. 
Quienes provocan polémicas actúan con insensatez. Están siempre contra todos aquellos que no los homenajean. Su ceguera está repleta de presunción. Sólo ellos, que se denominan a sí mismos sus guardianes, creen ser los poseedores de la verdad, de la sabiduría, y se olvidan de que están de paso en la Tierra, y que no permanecerán en el puesto de vigilancia que dicen resguardar. 
Allan Kardec, atacado por adversarios gratuitos y amigos que no correspondían a su afecto, nunca se defendió, debatió o polemizó en el ámbito de la vulgaridad. Cuando respondió a las críticas, siempre lo hizo con lenguaje elevado, con argumentación sólida y clara, con respeto por el opositor. Mantuvo el nivel de la discusión en la órbita de las ideas, y no en el de la agresión a las personas. 
Jesús, constantemente provocado, permaneció en un alto nivel cuando hizo algún comentario y aplicó la terapéutica de la compasión a favor de sus perseguidores. 
La Divina Energía todo lo penetra suavemente, y enriquece de vitalidad a todos los organismos que la reciben. 
Cuando alguien se desvía emocionalmente hacia las áreas de la perturbación, de las discusiones inútiles, de los campeonatos del ego, deja de beneficiarse con su esencia y pasa a producir toxinas y venenos, que desarmonizan los delicados equipamientos orgánicos. 
Nunca faltan motivos para que se produzcan reñidas disputas de resultados perturbadores. 
La sabiduría de aquellos que se elevan por encima de las mezquindades de la vanidad y la presunción, no se detiene en los lodazales que producen intoxicación y muerte. 
Ceder espacios y tiempo de la emoción para justificarse, imponerse o responder críticas constituye un recurso dañino, que muy pronto se convierte en un trastorno interior. 
La conciencia de la acción correcta no es compatible con la anarquía, con la persecución gratuita de la ociosidad. Se mantiene inalterable, en sintonía con las fuerzas que vitalizan el Bien, que proporciona salud y paz. 
Toda provocación es un morbo que genera contagio, y cuando se la acepta se transforma en desequilibrio. 
El provocador está mal consigo mismo y sale de la celda oscura en la cual vive para perturbar, irradiar mal humor y proponer la anarquía. Ignóralo y prosigue tu marcha. 
Si eres asediado por él, ten en cuenta las desventajas de la empresa y aplica tu tiempo en forma productiva.
Tienes un compromiso con tu propia conciencia, que te enseña el respeto al prójimo, a quien le debes amistad pero no obediencia ni sometimiento. 
Debes realizar tu tarea conforme la abrazaste. 
La opinión de los otros merece la consideración que le das. 
De este modo, no te detengas en justificativos o discusiones inútiles, que sólo aumentarán las desarticulaciones del trabajo y establecerán alboroto, perturbación. 
Quienes provocan polémicas actúan con insensatez. Están siempre contra todos aquellos que no los homenajean. Su ceguera está repleta de presunción. Sólo ellos, que se denominan a sí mismos sus guardianes, creen ser los poseedores de la verdad, de la sabiduría, y se olvidan de que están de paso en la Tierra, y que no permanecerán en el puesto de vigilancia que dicen resguardar. 
La polémica que nace de la falta de respeto, de la amargura, de la pasión, solamente produce desarmonía y tinieblas, nunca escalarece. 
Adoptaste el comportamiento de constructor de la esperanza, de iluminador de conciencias, de mensajero del amor. 
Allan Kardec, atacado por adversarios gratuitos y amigos que no correspondían a su afecto, nunca se defendió, debatió o polemizó en el ámbito de la vulgaridad. Cuando respondió a las críticas, siempre lo hizo con lenguaje elevado, con argumentación sólida y clara, con respeto por el opositor. Mantuvo el nivel de la discusión en la órbita de las ideas, y no en el de la agresión a las personas. 
Jesús, constantemente provocado, permaneció en un alto nivel cuando hizo algún comentario y aplicó la terapéutica de la compasión a favor de sus perseguidores. 
El tiempo es siempre el mejor medicamento para todos los males. Nadie se exime de su marcha inexorable. 
A los polémicos que te acusan, respóndeles con el silencio y las acciones que habrán de desmentirlos. 
Son ociosos que observan lo que consideran que son fallas ajenas, y no se dan cuenta de las propias. 
Además, todos desencarnarán, y cada uno enfrentará a su conciencia, a la cual no es posible anestesiar en razón de que las "Leyes de Dios están inscritas en ella" 
Enseña, persevera en el ideal, pero no te consideres dueño de la verdad; sirve con amor, y no te detengas para recoger resultados u observar frutos. 
Tu tarea es la de ampliar los horizontes del bien en la Tierra, en nombre del Amor no amado, hasta hoy incomprendido. 
Juana de Angelis (Espíritu) - Divaldo P. Franco (Médium

                                              *********************************

                        
 
 MANIFESTACIONES ESPÍRITAS



La idea que las personas se forman acerca de los espíritus vuelve a primera vista incomprensible el fenómeno de las manifestaciones. 

Como esas manifestaciones no pueden ocurrir sin la acción del espíritu sobre la materia, los que consideran que el espíritu es la ausencia absoluta de materia se preguntan, con cierta apariencia de razón, cómo puede obrar materialmente. Ahora bien, ahí está el error, pues el espíritu no es una abstracción, sino un ser definido, limitado y circunscripto. 
  
     El espíritu encarnado en el cuerpo constituye el alma. Cuando lo abandona, en ocasión de la muerte, no sale de él desprovisto de toda envoltura. Todos los espíritus nos dicen que conservan la forma humana y, en efecto, cuando se nos aparecen, los reconocemos con esa forma. Observémoslos con atención en el instante en que acaban de dejar la vida. Se encuentran en un estado de turbación: todo es confuso alrededor suyo. Ven su cuerpo, entero o mutilado, según el tipo de muerte que han sufrido. Por otra parte, se reconocen y se sienten vivos. Algo les dice que ese cuerpo les pertenece, y no comprenden cómo pueden estar separados de él. Continúan viéndose con la forma que tenían antes de morir, y esa visión produce en algunos de ellos, durante cierto lapso, una singular ilusión: la de creerse todavía vivos. Les falta la experiencia del nuevo estado en que se encuentran, para convencerse de la realidad. Cuando se ha superado ese primer momento de turbación, el cuerpo pasa a ser para ellos una vestimenta inútil, de la que se han desembarazado y que no echan de menos. Se sienten más livianos y como si se hubieran liberado de un fardo. No experimentan ya los dolores físicos, y se consideran dichosos de poder elevarse y surcar el espacio, como tantas veces lo hicieron en sus sueños, cuando estaban vivos. No obstante, a pesar de que les falta el cuerpo, constatan su personalidad; tienen una forma, pero que no les molesta ni les incomoda. Por último, conservan la conciencia de su yo y de su individualidad. ¿Qué conclusión extraeremos de ello? Que el alma no deja todo en la tumba, sino que algo se lleva consigo.

- El Libro de los Médiums -

                                  ************************************


No hay comentarios: