domingo, 25 de marzo de 2012

La lección del amor





Muchas obras ya fueron escritas a respecto del odio entre las personas, familia o comunidades.



La literatura celebró romances como Romeo y Julieta. La tragedia de un amor con el paño de fondo del odio  de dos familias.
Las cintas cinematográficas y las novelas de la televisión vitalizan con colores muy vivos dramas en los que el odio pasa de generación en generación.
Lo que nos quiere decir que la criatura, al nacer, pasa a ser alimentada con la información de la necesidad de odiar a aquel o aquellos que sus abuelos y padres odian.
 A pesar de que vivimos en el inicio del Tercer Milenio, tales hechos  no pasan solo en los teatros, cines o novelas.
Se observa que, en lo cotidiano, existe mucho odio siendo alimentado y transmitido de padre para hijo.
No es de extrañar, así, que haya tantas guerras, desentendimiento, discordia entre los pueblos. Pues todo viene desde la cuna.
Desde la gestación, el Espíritu que anima el cuerpo del bebe en formación pasa a ser sofocado con las emociones del odio  del que se nutren los familiares. Padre y madre en especial.
Seria mucho más digno de los que nos decimos cristianos, si no consiguiésemos perdonar el desafecto, no pasásemos a los hijos tal problema.
Si la problemática es nuestra, nosotros las debemos resolver y jamás pasarla  adelante. Aun mismo porque, en la secuencia del tiempo, lo que era motivo de odio mortal se diluye.
Muchas veces, hasta los que dicen no recordar con exactitud porque proceden así. Se disculpan diciendo que son motivos graves, de épocas anteriores a la suya, que la cuestión es familiar, etc.
Recientemente, podemos observar un caso que nos emocionó. Un joven de familia abastada, se casó con una joven pobre y sin nombre de familia expresivo.
Contrariada, la madre del rapaz  lo desheredó y el partió para otros lugares para rehacer su vida.
Construyó su hogar sobre las bases de la honestidad y el trabajo y pasó tales valores para su hija. Muriendo muy joven, dejo a la viuda con pocos recursos.
Ella, a su vez, no se intimido. Trabajó y educo a la hija.
Cierto día, la abuela la buscó deseando ver a la nieta. Recelosa, temía que la nuera hubiese envenenado a la nieta contra ella. Cual no fue su sorpresa al ser abrazada por la nieta de ocho años, y oír de su boca:
¡Abuela, que bueno que la señora vino! Tenía tantos deseos de conocerla. Mi madre siempre me dice que la señora es una persona muy buena, como mi padre.
Durante años, la madre simplemente pasó a la chavala la lección del amor. Consciente de que las cuestiones que decían al respecto a ella y su marido no deberían proseguir en el tiempo.
La lección del amor conmovió a vieja abuela, que retornó a su hogar  después de la visita, para mediar la propia actitud.
 Los padres son responsables por los Espíritus de los hijos. Así, si ellos fallaran, por culpa de los padres, estos tendrán que prestar cuentas a Dios.
La maternidad y la paternidad son dos de las misiones más grandiosas que Dios confía a los hombres.
Por eso vale la pena emplear todos los esfuerzos para merecer la confianza del Creador.
 Redacción de Momento Espirita

El espírita Albaceteño.-
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