lunes, 26 de marzo de 2012

Merche os saluda




Queridos amigos, hola buenos días, todos necesitamos realizar nuestro trabajo de auto iluminación y después de hacerlo nunca volvemos a ser los mismos.
¿Habéis  sentido alguna vez odio?
¿Os habéis  sentido odiados, alguna vez?
¿Sabeís lo que es el odio?
El odio  es el remanente  de las más sórdidas pasiones  del primitivismo salvaje, que permanece en una lucha  titánica con la razón y el sentimiento de amor innato en todos los seres.
De acción maléfica, solamente desaparece mediante la terapia  del amor, incondicional, que lo diluye, ya que ambos se enfrentan  en el mismo campo de batalla,  que no es otro que el de la conciencia.
Ese amor que no negocia,  tampoco engatusa,  ni se preocupa con cualquier tipo de carácter retributivo, es espontaneo y donador  desinteresado, rico en generosidad, lleno de misericordia.
El odio en cambio funciona  como un automatismo violento, llamarada voraz que deja a su paso la destrucción que surgirá de los escombros.
El amor de Dios es un sentimiento también de compasión que socorre, pero no se detiene  en exigencia de ninguna naturaleza.
Los seres sensibilizados tienen necesidad del amor,  es para ellos un alimento irrecusable y quien  no lo acepta puede tornarse  en la simbólica  “higuera seca” retratada en la parábola de la inutilidad, de la falta de objetivo por la existencia.
La Divinidad no se preocupa con el culto externo, con el sacrificio para la reparación de las faltas,  con promesas de renovación,  con el comercio de las indulgencias a cambio de monedas  u otros títulos, por  entender su no validez, por ser el Absoluto Poseedor no Poseído.
Jesús nunca hará la tarea de otro o de otros. Todo Su amor es disciplinante y engrandecedor, nunca volviendo a ser pigmeo  ante Su grandeza moral, empero, desciende  al  nivel del hombre  para elevarlo hasta donde le sea posible alcanzar.
 Jesús siempre recomendó la búsqueda de Dios, como El mismo lo hizo en el desierto, en larga vigilia; en la montaña, durante  la incomparable sinfonía  de las bienaventuranzas o en medio de las multitudes, hambrientas, inquietas, agresivas, insaciables y sobre todo ingratas….
Jesús conocía a los hombres; no fueron pocas las provocaciones a las que se sometió,  a fin de enseñarnos el amor y deshacer las enbestidas del odio, de la animosidad y de la envidia, a través de los diluyentes  del amor  incesante,  de la compasión sin término.
El odio permanece en el mundo en la condición de locura que el tiempo, amorosamente irá deshaciendo, fertilizando las semillas de la misericordia, que es el germinar  de ese amor en el suelo de los sentimientos.
Cuando domine el odio nuestro mundo y lo llene de sombras, será necesario que nos llenemos de misericordia, así como está lleno  de misericordia Dios, con todas las criaturas.
Os deseo, con mucho amor y cariño, que tengáis un feliz inicio de la semana, que el Señor nos colme de bendiciones, para seguir caminando y consiguiendo cada día, ser mejores personas, consiguiendo nuestra redención por encima de todas las tribulaciones, que constituyen las lecciones de nuestro día a día. 
Merchita
 Trabajo extraído del libro “Jesús y el Evangelio”
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