Hace pocos días, un reportaje relataba los daños psíquicos del temor a Dios, en las criaturas. Estadísticamente mostraba como estas se angustian con la idea de un Dios que las está observando siempre, y que las punirá por los errores que cometan. La angustia genera stress y adultos inseguros. Una de las niñas a quienes el informe caracterizaba dijo que interpretó como castigo divino el hecho de que su hermana menor se hubiese demorado tanto para llegar.
Algunas criaturas demuestran su stress gritando en medio de la noche con terror, tienen un sentimiento de culpa exacerbado, llegan a la taquicardia, irritación y tartamudeo. Otras presentan dificultad de concentración, dolores de estomago y neurosis nocturna.
¿Al deparar en el cuadro, nos preguntamos quien colocó en los niños tales conceptos que les causan estos dañinos cuadros?
Habitualmente, son los propios padres o sus educadores quienes, por falta de autoridad moral, no consiguiendo poner límites a los niños y estudiantes, utilizan la figura de un Dios punidor y terrible.
Es un cuadro aterrador, semejante a aquel que se utiliza en la figura del guardia, del policía o hasta del Coco. Es alguien que prende a los niños, se los lleva, que los arranca de los padres, que los encierra en un local oscuro como punición por sus faltas.
El reportaje demuestra, verdaderamente, que aun nos situamos distantes de la verdadera educación. Que estamos usando los mismos moldes que fueron utilizados con nosotros o con nuestros padres. Moldes ultrapasados y que reflejan, naturalmente, una época en que el desenvolvimiento de la psicología y el conocimiento del ser humano no habían atendido los puntos actuales.
Cara a lo expuesto, nos cabe establecer dos reglas de conducta. La primera es la de educarnos para educar. Tornarnos moralmente seguros para establecer límites en la conducta a ser seguida por nuestros hijos.
La segunda es instruirnos en el campo religioso, pues desde hace dos mil años, el Divino Maestro enseñó que Dios Nuestro Padre es amor. Un Padre que ama a sus hijos y que derrama Su amor sobre justos e injustos, buenos y malos.
Un Dios que viste la hierba del campo, que providencia alimento a las aves del cielo y que, con mayor celo, ejerce su providencia en la dirección del hombre.
Un Dios que creó la tierra plena de bendiciones para que de ella obtengamos provecho y que estableció un universo sembrado de soles, estrellas y planetas para nuestras futuras moradas.
Un Dios de amor, justicia y bondad.
¡Piense en eso!
Dios permanece siempre guiando y fortaleciendo a los hombres para la felicidad.
De Dios es el lenguaje positivo del equilibrio, actuando a distancia.
No dudemos de esta verdad, ni la desconsideremos.
Dios permanece con nosotros. Basta con que Lo descubramos dentro de nosotros.
Redacción de Momento Espirita
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1 comentario:
Muy interesante y una descripción muy acertada de lo que es Dios en este articulo. Quiero compartirlo en mi muro de Facebook. Son realidades que nos toca vivir de frente a la religiosidad y la ignorancia de los padres que no saben como sembrar la idea de Dios de una manera justa y correctas. Gracias amigo por tus reflexiones que nos ponen a pensar.
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