domingo, 23 de octubre de 2011

El principiante espírita



Por dos meses, estas ideas consumieron mi tiempo. De ellas no quería ocuparme. Las ponía de lado y, tal cual boomerang, ellas retornaban, en una intermitencia, cuyo retorno siempre volvía. Sabia que podía alejarlas, mas tenía la certeza de ser algo apenas momentáneo, su retorno era cuestión de tiempo, inevitable.
Al fin me rindo, son más fuertes que yo.
El ítem a seguir, de "El principiante Espírita" de Kardec, trae elementos para reflexión que, creo yo, que el propio Kardec no se dio cuenta. Tanto es que él dejó en esta obra, en lugar de transferirla para "El Libro de los Espíritus", obra a la que dio más valor, al lado de la "Revista Espírita" su laboratorio diario.
Los Espíritus se hallan en todas partes, a nuestro lado, codeándose con nosotros, observando incesantemente. Por su constante presencia en nuestro medio son agentes de varios fenómenos, representan papel importante en el mundo moral y, hasta cierto punto, en el mundo físico. Constituyen, si así podemos decir, una de las fuerzas de la Naturaleza.  
Cuando Kardec afirmó ser los espíritus "una de las fuerzas de la naturaleza", me parece que él no se incluyó entre esas fuerzas; no incluyendo, por consiguiente, a todos nosotros. Tanto es que uso el pronombre oculto ellos, en el verbo constituir. Hizo un aparte entre nosotros y los espíritus, como si nosotros  no lo fuésemos. Tal vez por una cuestión hasta didáctica. Más así lo hizo, lo que nos permite el descubrimiento del texto.
Es importante reflexionemos nosotros, ahora; que somos una de las fuerzas de la naturaleza. Esto echa por tierra las concepciones de desvalorizació n del hombre, de los encarnados. Somos, si espíritus. Somos, si encarnados. Y por encima de todo, somos una de las fuerzas de la naturaleza, copartícipes en el proceso global de las Leyes Naturales.
Esta noción deberá tener, y tendrá por cierto, fuerte impacto en el psiquismo, y en la estructura vivencial de todos nosotros, si fuéremos suficientemente capaces de aquilatar su amplitud y profundidad.
       Si Erich Fromm está en lo cierto, al afirmar la existencia en el hombre, de una nostalgia en cuanto a su "estado de naturaleza", más cierto aún está Kardec  devolviendo a este  su verdadero estado natural, en cuanto integrante de un proceso. Un proceso armónico, donde su importancia se evidencia en la medida en que más participante sea.

En ese aspecto, y tal vez en muchos otros, Kardec fue más lúcido que Fromm. Más lógico también, pues ninguno se puede apartar de algo integrante de su esencia. Somos naturaleza. Siendo de la naturaleza una de las fuerzas, y parte de ella como un árbol, las nubes, los pájaros.
 Me gustó mucho una secuencia del filme "Giordano Bruno"[1][1]  de 1973, que transcribo en esta página
Somos naturaleza, guardadas las debidas proporciones del patamar de racionalidad conquistado por nosotros en nuestra trayectoria. Somos carbono, y somos agua, somos todos portadores de funciones fisiológicas, sistemas digestivos y excretores, como los animales.
Físicamente semejantes, más con una brutal distinción: somos dotados de sentido ético; somos dotados de sentido de justicia; nuestra razón sirve de directriz de conducta, en la toma de decisión; además de eso, nuestra sensibilidad es capaz de permitirnos alzar vuelos que ni Fernão Capelo Gaivota jamás alcanzó.
Somos hechos para la más plena felicidad, y toda la productividad que esa felicidad engendrará.
*Paulo Cesar Fernandes, formación: Periodista y  Administrador de Empresas. Frecuenta el C.E.Allan Kardec, Santos/SP.
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
"Ser el cambio que se desea ver en el mundo".
Mahatma Gandhi



(Ver el blog elespiritadealbacete.blogspot.com)

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