Carlos Campetti |
Hay aún muchas personas que piensan que el Espiritismo es cosa de locos o del diablo y llegan a afirmar que el estudio de esa doctrina puede llevar al suicidio.
Este razonamiento es fruto de la ignorancia de lo que es, en realidad, el Espiritismo. El resultado de su estudio es todo lo contrario de lo que suponen los que no le conocen en profundidad y que juzgan esta filosofía de vida solo de oídas o lecturas superficiales.
Por muchas razones, el Espiritismo es hoy uno de los mayores obstáculos para que la gente que lo conoce cometa suicidio. Entre esa razones está la convicción de que la vida continua en el más allá, después de la muerte del cuerpo físico. Pero no es una convicción religiosa que se apoya en la fe solamente.
Por muchas razones, el Espiritismo es hoy uno de los mayores obstáculos para que la gente que lo conoce cometa suicidio. Entre esa razones está la convicción de que la vida continua en el más allá, después de la muerte del cuerpo físico. Pero no es una convicción religiosa que se apoya en la fe solamente.
El Espiritismo presenta innumerables mensajes de los que ya desencarnaron y vuelven a través de la mediumnidad a comentarnos sus experiencias. Especialmente nos presenta, de forma cruda y real, la situación de los que se han suicidado. Sus sufrimientos son narrados por ellos mismos en comunicaciones que están en diversos libros, como por ejemplo, en “El Cielo y el Infierno”, de Allan Kardec.
En diferentes obras podemos verificar que hay otras razones suficientes para que las personas no cometan ese crimen bárbaro que es el suicidio. El Espiritismo ofrece la certeza de que el resultado del suicidio es justo el opuesto de lo esperado. No es el fin de todo, pues la vida no termina porque uno lo desee, sino que continúa. Y después del suicidio, el dolor y el sufrimiento aumentan aún más, pues sobreviene el terrible arrepentimiento.
También, en contra de lo esperado, la persona que se suicida no encuentra los entes queridos que partieron antes de ella, pues ese crimen le quita las oportunidades de convivir con ellos, por mucho tiempo, tanto que a veces parece ser por siempre. En el Libro “El Evangelio Según el Espiritismo” nos presenta el razonamiento de que el espírita tiene en su favor diversos motivos para no recurrir jamás al suicidio. Primero, la tranquilidad con que ve la vida en el cuerpo físico, su transitoriedad, la certeza de que los problemas y sufrimientos son todos pasajeros. Después la convicción de que mejores situaciones vendrán si uno vive bien las oportunidades que recibe en este mundo.
Si analizamos más profundamente, podremos verificar que, en el fondo, lo que lleva a una persona al suicidio es cobardía moral, o sea, la falta de coraje para enfrentar los problemas que, a veces, parecen insuperables. Junto a esto está la incredulidad o la simple duda en cuanto al futuro, estos si son incitantes al suicidio, pues el que duda ¿qué puede esperar además de los dolores y sufrimientos presentes? Por incredulidad o por incerteza en cuanto a la posibilidad de un cielo beatífico y la mayor probabilidad de un infierno eterno, algunos llegan a la errónea conclusión de que es mejor intentar romper con los sufrimientos lo antes posible.
Se puede concluir, entonces, que el suicidio es resultado de una visión distorsionada de la realidad que lleva a uno, en un momento de vacilación, a cometer uno de los más grandes crímenes que se puede producir en contra de la Justicia Divina.
En resumen, el espírita tiene motivos justificados para no recurrir jamás al suicidio: la certeza de que la vida continúa más allá de la muerte del cuerpo físico; el conocimiento de que la otra vida es consecuencia de esta, o sea, en el más allá el hombre sigue siendo igual como fue aquí, ni peor ni mejor, pero sigue su camino de progreso siempre; la certeza de que el suicidio lleva al resultado opuesto al esperado, pues no tiene éxito en acabar con su vida ni encontrarse con los seres amados que partieron antes.
Por Carlos Campetti
( Ver el blog elespiritadealbacete.blogspot.com )
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