jueves, 16 de junio de 2011
Conciencia estética
Puede considerar que las funciones extraterrenas de la conciencia estética no pasan de suposiciones imaginables.
Kardec sustentó siempre la necesidad de investigar para la comprobación de ciertos datos transmitidos por vía mediúmnica. Él no aceptó las informaciones dadas por Mozart y Bernard Pallissy a través del médium Camille Flammarion, y tampoco consideró verídico los diseños famosos de Victoreen Dardou sobre la posible vida en Júpiter. Acató las manifestaciones curiosas de la mediumnidad y sugestión de lo que podría haber en mundos superiores a la condición de la Tierra. Explicaba siempre que la Ciencia Espírita tiene por objeto el mundo espiritual que se revela a través de fenómenos susceptibles de control y de las repeticiones necesarias para verificar la realidad. Pero, como vimos, los problemas de la conciencia estética son puramente terrenos, obviado a la condición humana. Eso, mientras tanto, no excluye la posibilidad de las deducciones posibles, que constituyen una tendencia natural de la mente en sus procedimientos racionales. Kardec aceptó como hipótesis una información mediúmnica sobre la Luna y su posición en la órbita de la Tierra. Hasta hoy lo acusan de haber aceptado un absurdo. Pero él y Flammarion explicaron anticipadamente que aceptaban la información en términos de teoría, pues hasta aquel momento no había ninguna teoría científica capaz de explicar la posición lunar.
Informaciones de Georges, un espíritu curioso, sobre Marte, fueron también aceptadas minimamente, bajo la expectativa de la verificación científica en el futuro. Por señal que esas informaciones se ajustan a los principales aspectos de Marte, observados actualmente a través de sondas espaciales enviadas a aquel planeta. Georges decía que Marte era un mundo inferior a la Tierra, teniendo una atmósfera diferente de la nuestro, agua y vida rudimentaria, inclusive vida humana también rudimentaria, más o menos semejante a la condición física y vital de los pigmeos africanos. Las informaciones minuciosas sobre la vida en Marte, hoy divulgadas en el medio espírita, no pasaron por el criterio de Kardec y no serían aceptadas por él ni incluso como hipótesis. Como acentuó Richet, Kardec nunca se desvió de su orientación científica en sus investigaciones espíritas.
Los adversarios gratuitos de la Doctrina, que siempre los hubo para todas ellas, criticaron la línea científica de Kardec, entendiendo que él procuraba explotar el prestigio de la Ciencia de la época. Pero la posición metodológica del maestro respondió a esas tonterías y a su influencia sobre los científicos probó lo contrario. La serena firmeza y el coraje moral de ese hombre acabaron por atraer el interés de los exponentes de la cultura mundial. La casa humilde de la Calle de los Mártires, en París, donde vivía, era constantemente visitada por los príncipes, científicos y artistas de toda Europa, ansiosos por conocer de cerca sus actividades para descifrar racional y experimental del enigma de la Efigie. Pero la prueba mayor y contundente de su seriedad fue su propia obra, cuya claridad, coherencia lógica y comprobación científica de la época y posterior continúa influyendo en nuestro siglo, en esta antivísperas de la Era Cósmica. Su teoría de la evolución sirvió de amparo a Rusell Wallace para corregir los excesos materialistas de Darwin, y su teoría de la Humanidad Cósmica, que no se limita a la Tierra pero se expande en la pluralidad de mundos habitados tiene hoy la sanción teórica de grandes figuras de la Ciencia. Su teoría de los mundos interpenetrados superó en nuestros días las hipótesis sobre los mundos paralelos, surgidas con el descubrimiento de la antimateria en la cosmogonía paracientífica de Teilhard de Cardin. Es visible el interés que Kardec despertó recientemente entre los científicos soviéticos – provocando una crisis ideológica en la URSS, lo que prueba la solidez de su obra. Él descifró el misterio de la vida y de la muerte.
En lo tocante a los métodos de investigación, enseñanza y divulgación de la doctrina, es increíble lo que él hizo, prácticamente solo.
(Extraído del libro El Misterio del Ser ante el Dolor y la Muerte, de Recula Pires)
( Recomiendo visitar el blog elespiritadealbacete.blogspot.com )
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