martes, 28 de junio de 2011

Violencia y/o abandono de la pareja


ABANDONO, VIOLENCIA E HIJOS, ¿CÓMO ACTUAR?

(Ítem 8, del Cáp. XIV, de “EL Evangelio Según el espiritismo”.


Entre los casados, surge comúnmente el problema del abandono, por el cual el compañero dañado es compelido a la carencia afectiva. Criaturas integradas en la comunión reciproca, el alejamiento una de la otra provoca, naturalmente, en numerosas circunstancias, el colapso de las fuerzas más intimas en la que se vio relegada al escarnio u olvido.

    Es justo observar que toda criatura perjudicada usufructuó el derecho de solicitar esfuerzos en la propia recuperación. Análogo principio prevalece en las conjunciones del sentimiento, siempre efectuados con fines determinados a la vista. El compañero o compañera menospreciada en el círculo doméstico guarda la facultad de rehacer las condiciones que juzgue necesarias para la propia  autoestima, con base en la conciencia tranquila.
     No existen obligaciones de cautiverio para nadie en los fundamentos morales de la Creación. Un ser no dispone de inmunidad para abusar impunemente de otro, sin que la victima se vea espontáneamente liberada de cualquier compromiso para con el agresor. En materia afectiva, sin embargo, si la unión sexual trae hijos al paisaje terrestre, es razonable que las Leyes de la Vida reconozcan en la criatura dañada la licencia de restablecer la armonía vibratoria en su mundo emotivo, lógicamente dentro de la ética que sustenta la tranquilidad de la vida intima; entre tanto, esas mismas Leyes de la Vida ruegan, sin imponer, a las victimas de la deslealtad o de la prepotencia que no renuncien al deber de amparar a los hijos, especialmente si esos hijos aun no alcanzaron la pubertad que les trazará el comienzo para la comprensión de los problemas sexuales que afligen a la Humanidad.

     Sobreviviendo a semejantes crisis  hay en el compañero alejado con desprecio, una revisión minuciosa del propio comportamiento para verificar hasta que punto habrá provocado él mismo la agresión moral sufrida y sin embargo, se reconozca culpable o no, que se rinda  ante todo, a la disculpa incondicional  ante el ofensor, fundiendo en el corazón los títulos eternos que tenia concedido al compañero o a la compañera de la comunión sexual en titulo de hermano o hermana, una vez que somos todos espíritus inmortales, ínter ligados ante Dios, a través de los lazos de la fraternidad real.

    Aprenda el compañero moralmente dañado que solo por el olvido de las faltas de los unos de los otros, es como nos enderezaremos para la definitiva sublimación y que ninguno de nosotros, los hijos de la Tierra, estamos en condiciones de acusar en los dominios del sentimiento, por cuanto los virtuosos de hoy pueden haber sido los caídos de entonces y los caídos de hoy serán posiblemente los virtuosos de mañana a quien tengamos tal vez que rogar apoyo y bendición, cuando la Justicia Eterna nos venga a descubrir la inmensidad de nuestros debitos, acumulados en existencias que dejamos atrás en los archivos del tiempo.

    El hombre o mujer abandonado, si tiene hijos pequeños, que se vuelvan, por encima de todo, hacia esas aves aun tiernas del pábulo domestico, agasajándolas bajo las alas del entendimiento y de la ternura, por amor a Dios y a si mismos, hasta que se habiliten a los primeros contactos conscientes con la vida terrestre, antes de aventurarse a la adopción de nueva compañera; esto porque pueden usar la atribución natural que les compete, en lo que se refiere a posibles renovaciones, sin arriesgarse a agravar los problemas de los hijos necesitados de ayuda y sin complicar la propia situación ante el futuro.

EMMANUEL

(Del libro Sexo y Vida, “Hijos” , 10, FCXavier, FEB)

( Ver el blog "El espírita albaceteño".-   elespiritadealbacete.blogspot.com

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