viernes, 12 de noviembre de 2010
Buenos días
Queridos amigos hola buenos días, elevemos nuestro pensamiento al Padre y demos las gracias por el nuevo día, que la paz y el amor nos rodeen y sea una medicina que portemos a todas partes, para que si nos cruzamos con enfermos, aliviemos sus pesares y reconfortemos su espíritu con el bálsamo vitalizador de estas dos grandes virtudes la paz y el amor, que la desesperación del enfermo encuentre alivio en nuestras palabras edificantes, en nuestra comprensión dulce, y dirección, en nuestros consejos llenos de ternura.
Desde que el mundo es mundo, la Humanidad ha luchado contra las enfermedades más variadas. Cuando consigue controlar una de ellas, otras surgen, más crueles y amenazadoras.
Se ha luchado con ardor para extirpar las dolencias de la faz de la Tierra.
¿Mas, por qué no se consigue, con los recursos fantásticos de la moderna ciencia?
La respuesta es simple: se ha buscado curar los hechos y no las causas.
O sea, hemos enviado esfuerzos para curar los cuerpos, olvidados de que el enfermo es el Espíritu inmortal y no el cuerpo que perece.
El cuerpo es como un secante, que absorbe y exterioriza las llagas que traemos en el alma.
La mente elabora conflictos, los resentimientos, los odios que sueltan a las células de sus automatismos, degenerándolas y posibilitando el origen de tumores de varios tipos, especialmente cancerigenos, en razón de la carga mortífera de energía que las agrede.
La sed de venganza se vuelve contra el organismo físico y mental de aquel que la alimenta, facilitando la instalación de úlceras crueles y distonias emocionales perniciosas que empujan al ser para estados desoladores.
Las angustias cultivadas pueden ocasionar las crisis nerviosas, las jaquecas, entre otros males.
La envidia, la cólera, la competición insalubre provocan indigestiones, hepatitis, diabetes, artritis, hipertensión, entre otros disturbios.
El desamor personal, el complejo de inferioridad, las amarguras, la auto piedad, favorecen a los canceres de mama, en la mujer, y de próstata, en el hombre, más allá de las disfunciones cardiacas, de los infartos brutales y de otras dolencias.
La impetuosidad, la violencia, las quejas sistemáticas, los deseos insaciables dan ocasión a los derrames celébrales, a los estados neuróticos, psicosis de persecución, etc.
Como podemos percibir, la acción del pensamiento sobre el pensamiento es poderosa.
El pensamiento saludable y edificante fluye por la corriente sanguínea como tonos revigorizante de las células, pasando por todas ellas y manteniéndolas en armonía.
Al contrario ocurre con el pensamiento desequilibrado.
El hombre es lo que alienta su interior. Lo que surge en el cuerpo es la exteriorización de los males que cultiva el alma.
No es otro el motivo por el cual Jesús alertaba a aquellos a quien curaba diciendo. Ve, y no vuelvas a pecar para que un mal mayor no te acontezca.
Lo que quiere decir que la salud está condicionada al modo de vida de cada criatura.
Y que no hay enfermedades, más si enfermos, que, en mayor o menor intensidad, somos todos nosotros.
Jesús, que fue el ejemplo máximo del amor, jamás adoleció, porque era sano en Espíritu, el proporcionaba salud al cuerpo.
De esta forma, si queremos salud efectiva, cuando busquemos la cura del cuerpo, tratemos también el verdadero enfermo, que es el Espíritu.
Amigos os deseo de corazón un feliz día, procuremos aplicar estos sabios consejos a nuestro espíritu, para que día a día estemos más sanos, y podamos sanar a aquellos que desesperan de dolor, sin alivio para sus males, olvidándose la mayoría de las veces que es la salud espiritual la que aporta grandes beneficios al cuerpo.
Redação do Momento Espírita, com base no livro Autodescobrimento – uma busca interior, do Espírito Joanna de Ângelis, psicografia de Divaldo P.Franco, ed. Leal.
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