viernes, 30 de agosto de 2024

El doble etérico ( 1 )

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1,. El origen del hombre - 2ª Parte

2.- La guerra de Jesús

3.- Ante el divorcio

4.- El doble etérico ( 1 )

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EL ORIGEN DEL HOMBRE

( 2ª Parte)

CAMILO FLAMMARIÓN

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( Viene del anterior)

Ella nos demuestra que los órganos rudimentarios son partes del cuerpo que en el transcurso de los siglos han quedado gradualmente fuera de servicio. Estos órganos cumplían funciones determinadas en nuestros antecesores animales, pero entre nosotros han perdido todo valor fisiológico. Nuevas adaptaciones les han hecho inútiles, pero no han podido menos que ser transmitidos de generación en generación, habiendo retrogradado, lentamente.

No sólo los órganos rudimentarios, sino todos los demás órganos de nuestro cuerpo nos han sido legados por los mamíferos, y en último término, por nuestros antecesores simios.

La anatomía comparada confirma las anteriores manifestaciones. El cuerpo del hombre está formado exactamente lo mismo que el de los animales que le han precedido. Haeckel ha publicado, en su obra sobre La creación natural, una lámina muy instructiva representando los monos, o mejor, las extremidades interiores de nueve mamíferos distintos; el hombre, el gorila, el orangután, el perro, la foca, el tiburón, etc. En estas nueve extremidades se encuentran siempre, cualquiera que sea la diversidad de las formas exteriores, los mismos huesos iguales en número, en igual posición y agrupados en el propio orden. Parecerá natural que la mano del hombre difiera poco de la del gorila y del orangután; pero que la pata del perro, la aleta pectoral de la foca y del tiburón estén esencialmente construidas en igual sentido, parecerá más sorprendente. Sin embargo, es así. El volumen y la forma de los huesos han sufrido notables modificaciones pero su número, su disposición y su manera de articular no han variado. ¿A qué causa natural podría atribuirse esta sorprendente analogía en medio de la diversidad de las formas exteriores, sino a un parentesco universal?

La geología y la paleontología confirman todas estas conclusiones. Existe progresión continua desde los organismos más simples a los más compuestos. La animalidad se eleva como un solo árbol cuyas ramas nacen unas de otras. Entre los diversos tipos de animales fósiles se observa una gradación sucesiva, como si alguna fuerza de organización se hubiese ingeniado en añadir, modificar y complicar incesantemente para llevar el número y la variedad de las especies hasta lo infinito. Sin embargo, los rasgos de la modificación subsisten; ¿no hereda el niño la facultad esencial del mono?

Cualquiera que sea el secreto del origen de los seres, lo cierto es que las cosas se presentan como si derivasen unos de otros. Existen lagunas entre ellos, en efecto, pero el número de éstas disminuye de día en día ya por los descubrimientos imprevistos que se realizan en el seno de la tierra, en los abismos del Océano o en los lugares hasta ahora inexplorados de la tierra.

Se ha repetido hasta la saciedad que «la naturaleza no da saltos». «La especie,- escribía Lamarck, en 1809 -, varia hasta el infinito, y, considerada con la relación al tiempo, no existe. Las especies pasan de una a otra por infinidad de transiciones, lo mismo en el reino animal que en el vegetal. Nacen por vía de transformación o de divergencia. Remontando al origen de los seres, se llega así hasta un pequeño número de gérmenes primordiales, o nómadas aparecidos por generación espontánea. »El hombre no constituye ninguna excepción; es el resultado de la transformación lenta de determinados monos. La escala en la cual se comparaban anteriormente los reinos orgánicos, no existe más que para las ramas principales. Las especies, por el contrario, son como las extremidades aisladas de las ramas, formando cada una un conjunto.»

 Esta grandiosa hipótesis es hija del cerebro de Lamarck en una época en que faltaban la mayor parte de los conocimientos en historia natural, en paleontología y en embriología, que después han vertido raudales de tan viva luz. Nada más se ha añadido a este principio; se han discutido los medios de transformación, se han aportado hechos y observaciones, se han propuesto listas genealógicas, pero el fondo persiste intacto.

Los medios de Lamarck se resumen en una frase: la adaptación de los órganos a las condiciones de existencia. Sabido es que los que se dedican a la cría de animales y los horticultores obtienen casi a voluntad las formas nuevas deseadas, escogiendo, primero en una misma especie y después entre los descendientes de un primer cruce, y así sucesivamente, los individuos que poseen el mayor grado de desviación deseada; así se desarrolla una especie nueva, negando a fijarla de modo definitivo a fuerza de perseverancia.

Las divergencias del tipo primitivo que se obtienen son inesperadas; reproducen el color, la forma de la cabeza, las proporciones del esqueleto, la configuración de los músculos y hasta las costumbres del animal. Determinados cultivadores se comprometen en tres años a producir tal o cual pluma de un pájaro y en seis años tal o cual forma de pico o de cabeza. Esta es la «selección artificial», puesto que se opera por la mano inteligente del hombre sobre animales en estado doméstico. En la naturaleza, dos individuos de una misma familia, no se parecen por completo; difieren por caracteres sin importancia o por circunstancias que les dan una ventaja en la lucha sobre aquellos cuyas necesidades son las mismas o con las condiciones del medio y de subsistencia de todo género. El animal que tiene un color protector, es decir parecido al de la tierra en que vive, escapará con mayor facilidad de los dientes de sus enemigos. El animal de pelo más espeso será más favorecido en los polos; el de piel lisa lo será en el ecuador, etcétera. De consiguiente, toda ventaja adquirida desde el nacimiento, y por consiguiente más fácilmente transmisible, pone al individuo en mejores condiciones de resistencia a las causas de destrucción y de esterilidad. Los órganos se desenvuelven o se alteran según el uso que de ellos se hace.

De ahí que determinados individuos sean como escogidos por un procedimiento natural que reemplaza la acción del hombre en la selección artificial, y que estos individuos sean precisamente los que se sobreponen a los demás por algún nuevo carácter.

Repitiéndose el hecho durante algunas generaciones, se acentúan las divergencias, la tendencia a la herencia aumenta y se forman tipos nuevos, siempre más alejados del punto de partida. Los procedimientos de formación de especies, deben ser, por otra parte, numerosos. Diremos con el doctor Topinard en su hermoso libro La Antropología, que el transformismo se impone como una necesidad. O el hombre es nacido de la nada, por encantamiento, o procede de lo que anteriormente existía.

Así, todas las ciencias antropológicas se unen unánimemente para afirmar que el género humano desciende de una serie de diversos antecesores mamíferos. ¿Cuál ha sido su precursor inmediato? No puede serlo ninguna de las actuales razas humanas inferiores, ni ninguna de las razas de monos de las que al presente existen. Pero con seguridad que los orangutanes, los chimpancés y los gorilas son nuestros parientes más próximos.

Los primeros hombres, salvajes, brutales, groseros, sin lenguaje, sin familia, sin tradiciones; los hombres de los primeros tiempos – de la edad de la piedra – eran aún monos. Razas mucho más recientes, los charrúas, los cariabos, los antiguos californianos han desaparecido. El último de los tasmanienses acaba de morir. Los australianos, los esquimales, los polinesios desaparecerán pronto a su vez. La tierra da vueltas, y el progreso transforma el mundo. Hay hombres que prefieren ser hechura de un Adán a ser descendientes de un antiguo simio. Es cuestión de gusto. El más hermoso elogio que pueda hacerse de la humanidad no es quizá el que se ostenta.

 ORÍGENES DE LA VIDA - Camilo Flammarión

Adaptación: OSWALDO E. PORRAS DORTA

 

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               LA GUERRA DE JESÚS


                                                        

“ Yo no he venido a traer la paz ….......”

    Esta frase del maestro Jesús, que solía hablar siempre en parábolas y alegorías para ser comprendido por quien estuviese en condiciones de madurez espiritual suficiente como para poder comprender su mensaje, como tantas otras, esta afirmación evangélica ha sido mal comprendida a lo largo de los siglos de Cristianismo.

    Esto dio lugar a diversas interpretaciones y a que se fueran formando alrededor de ellas, grupos y sectas que se enfrentaron entre sí por sus diferentes conceptos teológicos y doctrinales, con  la razón de la fuerza en vez de solucionar sus diferencias con la fuerza de la razón, dando así lugar a tantas guerras y conflictos a lo largo de la historia, por  la hegemonía de cada religión y de cada grupo,  dando como resultado, tanta violencia, tantos crímenes y a tantas muertes, olvidando que no es eso precisamente lo que vinieron a enseñar los Profetas, ni los Enviados, como Jesús,  que vinieron a la Humanidad en diferentes épocas y lugares para enseñarnos, todos ellos,  la ley de Dios fundamental para todo el mundo: La Ley  del Amor.

    Evidentemente el odio y las luchas fraticídas no fueron en absoluto el mensaje  que nos trajo Jesús, pues el suyo fue un mensaje de Amor y Caridad, y de Perdón , como  camino a seguir por cada ser humano para el propio adelantamiento espiritual, así como el de toda la Humanidad, para que  impulsase en su conjunto a una transformación global de la sociedad humana hacia  más y mayores  niveles de convivencia, justicia y perfección.

     Tras estos veintiún largos siglos que han transcurrido desde que Jesús  Cristo  habitó fisicamente entre nosotros, vemos con preocupación como la sociedad humana sigue estancada por esa falta de comprensión y de práctica, de la Ley del Amor, fundamental,  y del  verdadero sentido fraterno, por causa de  sus viejos egoísmos, envidias, defectos morales,  malquerencias y, en definitiva, falta de caridad,  que impiden la realización de una sociedad en donde el Amor y la fraternidad sean su única ley.

     Así, nos encontramos actualmente en un momento crítico en que el natural proceso evolutivo nos empuja cada vez más fuertemente hacia un nuevo mundo de Regeneración al que nuestro planeta está llamado a ser próximamente, con una nueva sociedad impregnada de unos valores éticos que deberemos conquistar cada uno individualmente  para merecer ser parte de ella y dejar atrás como el recuerdo de una pesadilla, este mundo de expiación y de pruebas con una sociedad humana  llena de horrores y de injusticias que a nadie puede hacer sentirse plenamente feliz.  En los momentos que actualmente atravesamos, esto parece utópico, pero no olvidemos que la noche más oscura siempre da paso a un amanecer luminoso.

    El problema que nos plantea este cambio, es que podría haber sido realizado de forma gradual, sin convulsiones, violencias, ni desequilibrios planetarios, y sin embargo vemos como esto no está siendo así.  Los tiempos del final de esta vieja sociedad humana con sus defectos y vicios, así como del nacimiento de otra nueva forma de vivir y convivir, mucho más fraterna y solidaria a todos los niveles, son llegados  y desgraciadamente a nuestra Humanidad terrestre este cambio ha sorprendido con nuestros deberes de transformación y mejora  moral y social, aun sin hacer.

    Como bien señala Kardec, no es la doctrina de Jesús la que ha fallado, sino todos nosotros que enlodados por los defectos morales, no hemos querido seguir siempre la recta senda del Amor y de la fraternidad que nos dejó trazada el Divino Maestro, así como los demás Profetas y Enviados.

    Su recomendación fue el que considerásemos a todos los hombres como a nuestros hermanos y que tratásemos de  ser siempre misericordiosos los unos para con los otros, haciéndonos todo el bien posible.

    Jesús dijo también a su discípulo Pedro que el que a espada mata, a espada muere. Sencillamente estaba señalando que existe una ley natural que siempre se cumple y que hoy nosotros conocemos como  la ley de Acción y Reacción, ley de Causa y Efecto o ley de Consecuencias, conocida también como ley del Karma. Tanto para el bien como para el mal, nuestra siembra es voluntaria, pero la cosecha que recogeremos de lo mismo, es obligatoria.

    Asimismo Jesús conocía que dada la condición humana, estos enfrentamientos y guerras religiosas por la diversidad de interpretación de sus enseñanzas  acontecerían casi como una escusa  por la conquista de los poderes e influencias terrenales, y  que aun  tendrían que pasar siglos para que  estas  enseñanzas empezaran a ser bien comprendidas y aplicadas. De modo que cuando fue el momento adecuado llegó a la Humanidad el Consolador prometido y enviado por El, tal como lo anunció, para que nos esclareciese y ampliase sus enseñanzas. Este Consolador es el Espíritu de la Verdad manifestado en nombre de Jesús y  representado por diversos Espíritus Superiores que bajo la dirección del Espíritu de Verdad,  sirviéndose del pedagogo Rivail- Allan Kardec – dieron luz a la llamada Codificación Espírita.

  Jesús dijo que no vino a traer la paz sino la guerra. Guerra fraticida entre hermanos, que en Su nombre  o en el nombre del mismo  Dios han hecho correr ríos de sangre entre ellos a causa de las discrepancias de interpretación de .sus palabras y de los graves defectos morales que pesan sobre la sociedad humana en general, como lo son el egoísmo, el  y el orgullo. Y esto, Jesús lo sabía con antelación, pero esta clase de conflictos  por causa de sus palabras, serían una prueba más para la evolución espiritual de la humanidad, hasta que fuesen comprendiendo los elevados conceptos de ética y moral que Él nos legó para nuestro bien y progreso.

   Ante la profunda  e impensada situación de lo que sería el futuro de la humanidad si estos ejemplos y enseñanzas del Maestro Jesús y esa Ley principal que Él nos enseñó, la Ley del Amor, los activamos en nosotros mismos,  no podemos sino darnos cuenta de la gran superioridad moral e intelectual de Jesús, que en nuestros días continúa mostrando y comprendiendo  en todo su esplendor y grandeza.

- José Luis Martín-

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                                 Ante el Divorcio


                             

Toda perturbación en el hogar, frustrando el viaje en el tiempo, tiene una causa específica.  Tal como le acontece al  tren, cuando estaciona indebidamente o descarrila, lo más urgente  es dar la protección debida para que el tren doméstico prosiga  adelante.

En el transporte casero, aparentemente anclado en la estación de lo cotidiano (y decimos aparentemente, porque la maquina familiar está en movimiento y transformación incesantes), casi todos los accidentes se verifican por la  evidencia de fallos diminutos que, cuando se repiten indefinidamente,  desembocan, finalmente, en un desastre espectacular.

Esos fallos, sin embargo, nacen del comportamiento de los mas interesados en el sostenimiento del vehículo o, propiamente dicho, del marido y de la mujer, llamados por la acción de la vida para regenerar el pasado o para construir o futuro por las posibilidades de la reencarnación en el presente, fallos esos que se manifiestan como un pequeño desequilíbrio, hasta que se desencadene un desequilíbrio mayor.

En ese sentido, vemos cónyuges que aparentan el confort como en la plenitud del lujo y el dinero, deshaciendo el matrimonio entre caprichos locos, como se ahoga una planta por exceso de abono, y observamos aquellos otros que lo sofocan por abuso de tacañería; vemos a quienes arrasan la unión conyugal entre fiestas sociales permanentes, y señalamos a los que la destruyen por vivir en demasiada soledad; encontramos a los campeones de la testarudez que acaban con la paz de la familia, manejando actitudes de contra sistemáticas, delante de todo y de todos, e identificamos a los que la exterminan por el silencio culpable frente al mal; sorprendemos a los fanáticos de la limpieza, principalmente a muchas de nuestras hermanas, las mujeres, cuando se hacen las mártires con las escobas y las enceradoras, dispuestas a arruinar la armonía  general, por una mota de polvo en los muebles, y somos enfrentados por los que tienen el vicio de ensuciar la casa, despreciando la higiene. 

Equilibrio y respeto mutuo son las bases de trabajo de cuantos se proponen garantizar la felicidad conyugal, toda vez que, repitamos, el hogar es semejante al tren en el que hijos, padres, tutores y amigos, son los pasajeros. 

Alguno preguntará cómo situaremos el divorcio en estas comparaciones. Divorciar, a nuestro punto de vista, es dejar abandonada  la locomotora y sus vagones, Quien responde por la iniciativa de la separación, ciertamente que abandona todo ese instrumental de servicio a la propia suerte, y cada conciencia es responsable de sí misma.

No ignoramos que el tren casero circula por los carriles de la existencia terrestre, con la autorización y la administración de las Leyes Orgánicas de la Providencia Divina, y siendo así, el divorcio, expresando desasistencia o abandono de un compromiso, es una decisión lastimosa, aunque a veces necesaria, con raíces de responsabilidad del esposo o de la esposa, que en rigor, ejercen las funciones de jefe y de maquinista.

XAVIER, Francisco Cândido. Encuentro Marcado. Por el  Espíritu Emmanuel

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EL DOBLE ETERICO

                              ( 1 )                                       

                                             

Mercedes Cruz Reyes

El doble etérico  es un cuerpo o vehículo provisorio, una especie de mediador plástico o elemento de ligazón entre el periespiritu y el cuerpo físico del hombre. Está constituido del éter físico emanado de la tierra y se podría decir que se disuelve en la tumba después de la muerte física. Recibe los impulsos del periespiritu y los transfiere a la carne y también lo hace en sentido inverso.

El doble etérico es parecido  al hilo eléctrico, cumpliendo la función de transmitir al cuerpo lo que siente  el espíritu en su mundo oculto, las emociones que el alma plasma en la mente espiritual imponderable.

Es muy conocido y estudiado desde hace muchos siglos por otras doctrinas espiritualistas. El doble etérico con sus “chacras” o centros de fuerzas etéricas está situado en la periferia del cuerpo humano, y es conocido hace muchos siglos por los viejos ocultistas o iniciados hindúes, egipcios, esenios, caldeos, asirios y chinos.

Conociendo bien el doble eterico, los médiums podrán mejorar su tarea mediúmnica y dinamizar las fuerzas magnéticas; y los espíritas adoctrinadores esclarecer innumerables incógnitas y las ventajas que reportan los trabajos de materialización, voz directa, levitaciones, transportes y operaciones fluídicas. En todos esos fenómenos, en doble etérico es el principal responsable por la elaboración de ectoplasma y de la coordinación  de los fluidos nerviosos de los médiums de efectos físicos.

Es una materia de suma importancia para los adeptos. El Espiritismo al ser una doctrina evolutiva y de constantes investigaciones en el campo de la mediúmnidad, aconseja a los médiums “analfabetos” de muy “buena intención” es estudio de la mediúmnidad, siendo la humildad una virtud muy discutida entre los hombres, pues casi siempre se confunde con el servilismo,  que es el fruto de las circunstancias, que obliga a la persona hacia un comportamiento mejor, accidente sin llegar a ser el resultado de la evolución.

La estructura, el mecanismo, la fisiología del doble etérico y su funcionamiento, todavía es materia desconocida para la mayoría de los médiums, por eso, casi todos se aventuran en realizaciones imprudentes, sin el mínimo conocimiento de las funciones primarias de los diversos vehículos que conforman el periespiritu, y que sirven al periespiritu inmortal, para acondicionar la fenomenología  mediúmnica en la tierra. Ignoran su verdadera composición fisiológica cuando actúa en un campo vibratorio superior, al de la vida material.

El doble etérico envuelve al hombre como una cobertura de gas vaporoso. Es un vehículo invisible para la vista del hombre común, y desconocido para la medicina terrena, es un cuerpo invisible para los ojos carnales, en la vista espiritual, se presenta como una capa densa, algo física, sensible al perfume, al frio,  al calor, al magnetismo y también se afecta por los condimentos, ácidos, sustancias hipnóticas, sedativos, entorpecimientos y por el contacto humano en los momentos de mayor condensación.

El doble etérico, al separarse del cuerpo físico, ya sea durante el tiempo que dura el efecto anestésico, el trance mediúmnico, o cuando el espíritu de noche vaga fuera del cuerpo carnal, provoca en el hombre una considerable reducción de vitalidad física, y la bajada de la temperatura. Por eso también adquiere mayor libertad de acción, aumenta sus energías y se vuelve hipersensible, porque al estar el cuerpo dormido o en trance, se mantiene con una reducida cuota  de Prana para sustentarse. No es difícil, que el cuerpo físico, luego manifieste en su contextura material los efectos de cualquier acontecimiento ofensivo, que haya ocurrido durante  la separación de su vehículo etérico.

Los clarividentes capacitados ven el doble etérico como un vehículo vaporoso, que cubre al cuerpo en todos los sentidos y le ínter penetra los poros físicos y periespirituales.  Su configuración es transparente y su emanación etéreo física ultrapasa el cuerpo del hombre en un cuarto de pulgada en todos los sentidos. Además de su configuración, se forma un aura radiactiva semejante a un inmenso huevo, que despide, a veces, unas chispas argénteas. Es el aura de la salud” muy conocida por los ocultistas y magos, la que alcanza de cinco  a diez centímetros más allá del cuerpo físico. También se ve de un color rosa blanquecino, bastante luminoso, impregnado de tonos azules y que a veces emite fulguraciones violáceas.

Hay casos, donde su color se inclina hacia los matices del aluminio transparente o al vidrio opaco, debido a la salud del hombre o a la mayor o menos capacidad de absorción del Prana. La contextura del doble etérico varia conforme  al tipo biológico humano, siendo más sutil y delicado en los seres superiores y más densos en las personas primitivas.

La función principal del doble etérico, es la de transmitir hacia el cerebro del hombre, las vibraciones que emiten las emociones e impulsos que el periespiritu recibe del Espíritu o Alma inmortal.

Por lo tanto, también absorbe el Prana o la vitalidad del mundo oculto, emanado del Sol, conjugándolo a las fuerzas exhaladas del medio físico; enseguida las distribuye para el sistema nervioso y demás partes del organismo carnal. Aunque sea un intermediario entre los centros sensoriales de la conciencia periespiritual y los centros de conciencia cerebral física, el doble etérico es el resultado de las emanaciones radioactivas del cuerpo físico de la tierra.

No es un vehículo consciente, dado que es incapaz de actuar  por si o en forma inteligente, cuando está desligado del hombre. Aunque realice ajustes y tome providencias defensivas esto sucede por automatismo instintivo biológico del propio organismo carnal, pues este, cuando se mueve  en forma independiente de la dirección del espíritu, revela un sentido fisiológico rector y disciplinado, nutriendo y reparando las células gastadas o enfermas, sustituyéndolas por otras sanas, a fin de recuperar las pérdidas materiales.

El doble etérico, además de sus importantes funciones de intercambiar las reacciones del periespiritu y del cuerpo carnal, es una gran reserva de vitalidad indispensable.

Durante el nacimiento y crecimiento del hombre el doble etérico en la prueba de la mediúmnidad, se modela obedeciendo a la inclinación de la línea magnética del periespiritu, quedando algo apartado a la altura del bazo físico y del chacra esplénico, facilitando el trance mediúmnico, con  más frecuencia. El epiléptico es una criatura cuyo doble etérico también se aparta con cierta frecuencia de su cuerpo físico, pero no es un fenómeno disciplinado por la intervención de la técnica Sideral antes de reencarnarse, sino, que sucede por la violencia y absoluta impresión de su portador.

El trance del médium de fenómenos físicos y el ataque del epiléptico, tienen cierta semejanza entre sí. La diferencia está, en que el médium entra en trance de forma espontánea y en el momento oportuno para cumplir con su trabajo, y el epiléptico  cae al suelo ni bien su doble etérico se satura de venenos expurgados por el periespiritu, apartándolo violentamente, cuyas emanaciones quedan en medio del ambiente. En ciertos  casos, se comprueba que el epiléptico también es un médium de fenómenos físicos en potencia, pues la constante salida de su doble etérico de su cuerpo físico, termina por abrirle una senda para la fenomenología citada.

La doble inclinación del periespiritu y del doble eterico, que faculta la mediúmnidad de efectos físicos, la psicografia mecánica o la incorporación completa, nada tiene que ver con las facultades espirituales innatas del hombre superior.

A través de esa “abertura” que lo introduce en el más allá, el médium es el hombre hipersensible en contactos demorados con los fenómenos del mundo oculto. Eso también es un cuchillo de doble filo, pues en cuanto falsee sus costumbres y se dedique a las pasiones violentas y cultive los vicios degradantes, se arriesga al fracaso espiritual durante la vida física.

Los médiums, en general, son nerviosos, enfermizos, fácilmente, afectados por los fenómenos materiales del medio donde viven, de las reacciones morales emotivas y mentales de los demás seres que los rodean en el mundo. Viven súper excitados por las preocupaciones comunes, mientras que las cosas más simples se les hacen voluminosas, afligiéndolos debido a la mente hipersensible y al contacto frecuente de su doble etérico con el mundo oculto.

 El desvió parcial del doble etérico y del periespiritu que es bastante acentuado en los médiums de efectos físicos, mucho más que en las otras facultades, los mantiene en sintonía frecuente con la humanidad desencarnada, haciéndole sufrir la influencia de los sentimientos y las emociones buenas o malas proyectadas del “otro lado” por los seres desencarnados.

( Continúa .....)

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