viernes, 5 de enero de 2024

Magnetismo : el Aura

 INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Morir y liberarse. Muertes violentas 

2.- Recuerdo de la existencia corporal

3.- El Tiempo

4.- Magnetismo : el Aura

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MORIR Y LIBERARSE

Muertes Violentas

Por Mercedes Cruz del libro “En las Fronteras de la Locura” de Divaldo Pereira Franco
En las muertes violentas, las lamentaciones y los improperios por la falta de fe religiosa, a la par de la angustia dolorosa y la rebeldía, promueven escenas que al espíritu del fallecido, le produce desconsuelo, porque al atravesar momentos de alta sensibilidad psíquica, automática vinculación con el cuerpo sin vida y la familia, se transforma en una lluvia de centellas ardientes, que le alcanzan, hiriéndolo y dándole la sensación de ácidos que lo corroen por dentro.
Al ser llamado y no poder comunicarse, experimenta dolores que lo hieren, además de la desesperación moral que lo domina.
La misericordia divina lo adormece en los primeros periodos para tratar de ponerlo a reposar, lo que difícilmente consigue por las exageradas lamentaciones de los familiares. Cuando logra hacerlo, al no haber sabido valorar los tesoros de la vida con la consiguiente preparación para el viaje inevitable, se siente confundido por el choque de la desencarnación y se agita en angustiosas pesadillas, que son la liberación de imágenes perturbadoras de las zonas profundas del inconsciente…
Para que se pueda completar una reencarnación desde el principio de la fecundación, transcurren años que se extienden hasta la primera infancia. Es natural que el proceso de la desencarnación necesite de tiempo suficiente para que el espíritu se desprenda de los fluidos más groseros, en los cuales estuvo sumergido…
La violencia en la forma como ocurre en un accidente, mata solamente el cuerpo físico, sin que ello signifique la liberación del ser espiritual.
Las enfermedades de larga duración, soportadas con resignación, ayudan a liberar al espíritu de la materia, teniendo el espíritu tiempo para pensar en las legitimas realidades de la vida., despegarse de las personas, pasiones y cosas, pensar con más propiedad en lo que le aguarda más allá del cuerpo, movilizar el pensamiento en círculos de aspiraciones superiores.
Al evocar a los familiares que ya partieron, se vincula a ellos por los delicados hilos de los recuerdos y recibe de los mismos inspiración y ayuda para el desprendimiento del organismo fisiológico.
Los dolores morales, siendo bien aceptados, proveen aspiraciones y ansias de paz en otras dimensiones, liberando las fuerzas constrictoras que lo atan al mundo de las formas.
El conocimiento de los objetivos de la reencarnación y el comportamiento correcto en el ejercicio de las funciones físicas contribuyen también, al desprendimiento en el fenómeno de la muerte.
Debemos entrenarnos para enfrentar el instante de la muerte que inevitablemente nos llegará a todos.
El Espíritu en el Más Allá, viene a ser el conjunto de sus experiencias vividas.
Nadie puede desperdiciar los dones de Dios y permanecer libre de la reparación.

Tomado del Blog "El Espírita Albaceteño"

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RECUERDOS DE LA EXISTENCIA CORPORAL

304 – ¿Recuerda el Espíritu su existencia corporal?
Sí; es decir, que habiendo vivido muchas veces como hombre,
recuerda lo que ha sido, y te aseguro que a veces se ríe con lástima de sí mismo.
Como el hombre que, llegado a la edad de la razón, se ríe de las locuras de la adolescencia o de las puerilidades de su infancia.


305 – El recuerdo de la existencia corporal, ¿se presenta al Espíritu, después de la muerte, de un modo completo e inesperado?
No, le aparece poco a poco, como algo que sale entre las brumas y a medida que fija en ello su atención.

306 – ¿Recuerda el Espíritu detalladamente todos los sucesos de su vida, o abraza el conjunto de una ojeada retrospectiva?
– Recuerda las cosas en proporción a las consecuencias que producen a su estado de Espíritu; pero comprenderás que hay circunstancias de su vida a las que no da importancia alguna y de las cuales ni siquiera procura acordarse.

– ¿Podría acordarse de ellas si quisiera?
Puede recordarse de los detalles y de los incidentes más minuciosos, bien sea de los acontecimientos o hasta de los pensamientos; pero cuando eso no trae utilidad, no procura recordarse.

– ¿Entrevé el Espíritu la finalidad de la vida terrena en relación con la vida futura?
Ciertamente que la ve y le comprende mucho mejor que cuando estaba encarnado; comprende la necesidad de purificarse para alcanzar el infinito y sabe que en cada existencia se libra de algunas impurezas.

307 – ¿Cómo se plasma la vida pasada en la memoria del Espíritu? ¿Por un esfuerzo de su imaginación o como un cuadro que tiene ante los ojos?
– De una y otra manera; pues todos los actos cuyo recuerdo le interesa viven en él como si estuviesen presentes. Los otros permanecen más o menos en la vaguedad de su mente o totalmente olvidados.

Cuanto más se desmaterializa, menos importancia atribuye a las cosas materiales. Con frecuencia, evocas a un Espíritu errante, que acabó de dejar la Tierra y que no recuerda los nombres de las personas que amó, ni los detalles que te parecen importantes; es que poco le interesan y caen en el olvido. Lo que recuerda muy bien son los hechos
principales que lo ayudan a mejorarse.

308 – ¿Recuerda el Espíritu todas las existencias precedentes a la última que acaba de vivir?
Todo su pasado se descorre ante él como etapas del camino que ya recorrió el viajero. Pero dijimos que no se recuerda de manera absoluta de todos sus actos, sino en razón de la influencia que tienen sobre su estado presente. Respecto a las primeras existencias, las que pueden considerarse como la infancia del Espíritu, se pierden en
la vaguedad y desaparecen en la noche del olvido.


309 – ¿De qué manera considera el Espíritu el cuerpo que acaba de dejar?
Como un vestido incómodo que le molestaba, sintiéndose feliz, por estar libre de él.

– ¿Qué sentimiento le despierta el espectáculo de su cuerpo descomponiéndose?
– Casi siempre de indiferencia, como por una cosa que ya no tiene.

310 – Al cabo de cierto tiempo, ¿reconoce el Espíritu los huesos u otros objetos que le han pertenecido?
– Algunas veces, lo que depende del punto de vista más o menos elevado bajo el cual considera las cosas terrestres.

311 – El respeto que se tiene de las cosas materiales que quedan del Espíritu, ¿llama su atención acerca de ellas y ve con gusto semejante respeto?
– Siempre se considera feliz el Espíritu de que se acuerden de él. Las cosas que de él se conservan le recuerdan a vuestra memoria; pero el pensamiento es lo que le atrae a vosotros y no sus objetos.

Allan Kardec.

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                                                   El Tiempo

El tiempo es, en cierto modo el único tesoro del hombre. Todas las riquezas están expuestas a perderse; los honores, el vaivén de la fortuna los arrebata en brevísimos segundos; la libertad, el menor atropello puede destruirla; la salud, un cambio atmosférico la quebranta y la aniquila; si somos amados, la volubilidad o la ingratitud pueden desheredarnos y dejarnos solos sin una ilusión que sonría en nuestra mente; si grandes conocimientos científicos nos enorgullecen, un descubrimiento nuevo nos prueba que no sabíamos nada.

Todo lo que podemos perder en la vida; la riqueza, el renombre, la libertad, la virtud, nuestro mísero cuerpo, todo, menos el tiempo taquígrafo del infinito, que nunca se cansa de tomar notas en el libro eterno de la existencia universal.

El nos recibe cuando llegamos a la vida, y nos despide cuando la dejamos, para recibirnos otra vez a nuestra llegada a la región ignota de las almas. Es nuestra sombra; porque donde quiera que vamos nos sigue, es nuestra luz, es nuestro progreso, es nuestra esperanza y es nuestra felicidad.

¿Qué seria el hombre sin el tiempo ilimitado? El tiempo es el símbolo de “DIOS"

Amalia Domingo Soler

Del Libro “La Luz del Porvenir”
“Un alma que se despierta y ve la luz es un nuevo sol irradiando el universo”

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MAGNETISMO : EL AURA


Cada persona, encarnada o desencarnada, está envuelta por una irradiación luminosa que refleja los estados anímicos que atraviesa, la cual se detecta por sus coloraciones, intensidad o alteraciones. El Aura es como un manto de fuerzas electromagnéticas, por el que circulan las corrientes mentales de cada ser. Un espejo fluídico que refleja nuestro campo psíquico y espiritual, en el que se proyecta toda la gama de pensamientos, emociones y sentimientos.

En dibujos y pinturas muy antíguas, se representa a los maestros y guías espirituales rodeados de auras luminosas y en la hagiografía cristiana, se observa una aureola brillante que rodea la cabeza de los santos.

La vibración del aura ocupa una porción del espectro electromagnético, que resulta poco accesible a la visión física, aunque con ciertos ejercicios puede ser percibida visualmente. Los sujetos dotados de videncia o clarividencia observan el aura de las personas con facilidad.

En 1911, Walter John Kilner, miembro del Real Colegio de Física de Londres, publicó su obra "The Human Atmosphere", dando cuenta de haber comprobado experimentalmente, la visibilidad del aura por cualquier sujeto, sensitivo o no, mirando a través de una solución alcohólica de diacinina. Según las observaciones de este experimentador, el aura se presenta en forma oval y dividida en tres zonas: la primera, de sombra muy estrecha y ceñida al cuerpo; la segunda o interior entre 3 y 8 cm de anchura, cruzada por estrías perpendiculares, sin color determinado, y la tercera o exterior, que no tiene contornos definidos y se difumina en el espacio.

La captación del aura del paciente es de gran ayuda para el magnetizador, porque le permite detectar ciertos problemas que le están afectando, convirtiéndose en un parámetro del mayor interés. La interpretación de las auras, es también un excelente recurso, del que puede valerse el director de sesiones mediúmnicas para identificar la calidad del Espíritu manifestante, En las fotografías Kirlian se ha observado que una vez que se ha suministrado el pase, el aura del receptor se ha fortalecido, haciéndose más ancha y brillante, mientras que la del magnetizador se ha debilitado,

El aura varía según los diferentes temperamentos, inclinaciones, alegrías, penas y disposiciones de cada uno, y también según los estados de desarrollo espiritual,

- Jon Aizpúrua- ( de su obra "Tratado de Espiritismo").

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