lunes, 7 de agosto de 2023

Niveles de consciencia

 INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- Felicidad sin culpa

2.- Consecuencias del suicidio.

3.- El orgullo

4.- Niveles de consciencia

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FELICIDAD SIN CULPA


La mayoría de las personas se sienten infelices o postergan su felicidad por interiorizar un poderoso mecanismo, sea social, moral o religioso, introductor de culpa. El ser humano se estructura dentro de la sociedad sin la debida reflexión sobre los valores que asimila. Ni siempre percibe que, aquellos recibidos en sus orígenes deben, en la edad adulta, merecer reflexión y consecuente liberación de los que no condicen más con su madurez. Ni siempre las personas consiguen liberarse de la presión ejercida por la sociedad de la cual forman parte. Esa presión no es tan sólo proporcionada a través de normas y leyes, sino principalmente a partir de aquello que no es dicho ni explícito. Las leyes de la convivencia entre las personas, las cuales, no siempre forman parte de algún código escrito, promueven sanciones que psicológicamente imponen culpa y necesidad de alivio psíquico.

En este contexto, se suman los preceptos extraídos de las interpretaciones humanas a los códigos religiosos, muchas veces usados como mecanismos  represores, para limitar todavía más las posibilidades del ser humano a entender su propia vida y alcanzar la felicidad.

El gran generador de la infelicidad es la culpa, que nos permite, cuando está instalada, esperar algún tipo de punición para alivio de aquello que consideramos una transgresión. Vivimos siempre a la espera de que esa punición ocurra, generando ansiedad y postergando nuestra felicidad.

Es claro que, todo eso ocurre también como un mecanismo que posibilita la percepción de la propia libertad individual. Hay personas que necesitan límites para administrar mejor su libertad, empero, esa regla es utilizada de forma excesiva y castradora, en virtud del miedo que tiene el ser humano de perder el control sobre sí mismo.

El propósito de todo ser humano es alcanzar la felicidad posible sin perder la noción de la responsabilidad individual por los propios actos. Ser feliz sólo es posible a través de la libertad con responsabilidad. Quien no fuera capaz de asumir las consecuencias de sus actos, no conseguirá vivir con la conciencia en paz y armonía.

Religiones y filosofías fueron – y todavía lo son – utilizadas como mecanismos de dominación colectiva bajo el argumento de que el pasado de la humanidad demuestra su necesidad de imponer límites. Es necesario que se perciba al espíritu como ser presente que, aunque asentado sobre su pasado, está siempre mirando hacia el futuro. Sin olvidar el pasado, es preciso vivir el presente con la mirada en el futuro. Las religiones valoran más el pasado que el futuro del ser humano, imponiéndole que cargue siempre alguna culpa.

De la manera como son practicadas las religiones, sirven para determinadas clases de creyentes. Para otras, ellas necesitan interpretaciones y comprensiones más avanzadas bajo pena de extinguirse. Ellas deben ser entendidas de formas distintas y de acuerdo con el nivel de evolución del espíritu.

En la mayoría de ellas, el concepto de felicidad pasa por la culpa y por la negación a la vida en la materia. Entender que ella, la felicidad, solamente podrá ocurrir en otro lugar, después de la muerte, es negar el sentido de la existencia, consecuentemente el presente.

No entregue su felicidad a la crítica de las religiones, de las filosofías, de los demás o de los errores que cometió. La religión, por naturaleza, debe facilitar el proceso de crecimiento del ser humano. Tome la suya como auxiliar de su equilibrio psicológico y espiritual. No coloque su felicidad a merced de las contingencias accidentales de su vida, o inclusive, de una fase de turbulencia por la que esté pasando. Recuerde que vivir no es un acto separado de un ser humano. Es un contexto, una conexión y un sentido. En la unión de esas realidades se junta el Espíritu que es usted. Asuma el comando de su vida y colóquela al servicio del propósito de ser feliz. Siga aquél dictado que dice ‘viva y deje también a los demás vivir‘

Nadie en el mundo está irremediablemente condenado a sufrir o a penar  eternamente, ya sea en la vida o en la muerte. Las teorías que llevaron al ser humano a creerse perdido o condenado a sufrir por los actos, lo distanciaron de su propia felicidad. El ser humano está ‘condenado’ a ser feliz y esa conquista es realizada individual y colectivamente. Él fue obsequiado por Dios que le dio la Vida.

Por eso el hombre debe despojarse de conceptos, y penetrar en su propio corazón  pensando  en la felicidad  como  en un estado de espíritu.. Recuerde que el corazón y la razón son dos caras de una misma moneda, que representa al ser humano. Intentar separarlas es una tontería infantil. Deje a un lado sus culpas  y sus miedos, con el fin de que pueda adquirir instrumentos que le posibiliten alcanzar la paz que desea.

Retire el velo que cubre su visión de sí mismo, deshágase de la ropa que el mundo le ayudó a tejer y vístase con el manto de la simplicidad y de la pureza de corazón, con el fin de  que se encuentre con su esencia. Recuerde que no hay nada en el mundo que valga más que su paz interior. Y que ella, para ser real, debe manifestarse al mundo en su práctica diaria y en su vida de relaciones con los demás. La felicidad real y la paz verdadera son vividas en el mundo.

Reúna sus más íntimos propósitos, junte sus mayores intenciones, fortalézcase con las mejores energías y entre en contacto con el Dios que habita en usted., para encontrar su plena felicidad. No se olvide de repartirla por donde pase y con quien esté, ya que ello es garantía de perpetuidad.

Adenáuer Novaes

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       CONSECUENCIAS DEL SUICIDIO 

 


     Necesario es aclarar, que no todos los casos de suicidio son iguales, aun cuando el mismo procedimiento haya sido empleado; pues, cada caso varía según hayan sido los motivos que hayan impulsado al individuo a tal determinación. 
     Aquella persona que, por enfermedad, haya recurrido al suicidio en la creencia de que, con la muerte del cuerpo dejará de sentir el dolor, que descansará para siempre, despertará muy pronto sintiendo los mismos dolores, y una gran angustia se apoderará de ella, al comprobar que no puede morir. Porque, el suicidio no libera de los dolores. Y en algunos de los casos, el alma del suicida continúa ligada a su cuerpo carnal, sufriendo lentamente las fases de la descomposición y las sensaciones dolorosas aumentan en vez de disminuir. Siendo que, lejos de abreviar su sufrimiento, lo prolongan. 
     Aquel que, por mala situación económica u otro motivo, cometiere el error de suicidarse por falta de valentía en afrontar la situación, dejando el hogar abandonado y los hijos sin amparo, en la creencia de que con la muerte se verá libre de sus preocupaciones; despertará viendo el cuadro de dolor que causa, y a su esposa e hijos en peor condición por su abandono, y el dolor moral de no poder apartarse de su familia, porque sigue imantado a ese ambiente, y su impotencia para poder remediarlo, a la vez que la tortura de su arrepentimiento por su cobarde acción. 
     Como puede apreciarse claramente, EL SUICIDIO NO ES UNA SOLUCIÓN. Muy por el contrario, empeora la situación. Más aún, tendrá que volver a encarnar, cuando le sea permitido, y pasar por las mismas vicisitudes anteriores al suicidio, hasta superarlas; porque el suicidio es un crimen contra sí mismo, es una fuerte violación a las leyes de la vida.
     Y esta violación, este crimen, es el resultado del desconocimiento de la realidad de la vida y de la ignorancia de las consecuencias. Porque, si alguien en un momento de ofuscación y por desesperado que esté, sabe que la vida no termina con la muerte física, que seguirá existiendo; si ese hombre o mujer llega a conocer que la muerte no le liberará del recuerdo de sus problemas, y que por el contrario, su conciencia libre del cuerpo carnal será más clara, más intensa; y que, a más de esto, con el suicidio crea las causas que producirán sufrimientos horribles; ¿no os parece, amable lector, que ese hombre o mujer reaccionará y se sobrepondrá al motivo de su desesperación, superando la crisis? 
     Psicológicamente, el suicidio es un intento de evasión de la vida, debido a un falso concepto de la realidad. 
     Jamás se suicidará quien tenga la convicción plena de su inmortalidad como ser pensante. Como dice Unamuno en uno de sus «Ensayos». «Los más de los suicidas, no se quitarían la vida, si tuvieren la seguridad de no morirse nunca sobre la Tierra». 
     Y una buena parte de responsabilidad corresponde a las religiones positivistas, que con sus conceptos creados en épocas de oscurantismo e inadmisibles a la razón del hombre de hoy, y en su práctica del culto externo y abandono de los principios fundamentales de la religión, han llevado indirectamente a la pérdida de la fe en la realidad espiritual. 
     Amable lector. Tú y yo, arrastramos deudas por errores en el pasado y aun en el presente. Tú y yo, podemos redimir viejas deudas salvando una vida, salvando a alguien del suicidio. Lleva este conocimiento entre tus amistades, pues entre ellas puede haber alguien que esté próximo a caer en esa obsesión. 

Sebastián de Arauco.


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                                                     El orgullo

Disertación moral dictada por san Luis a la señorita Ermance Dufaux. (19 y 26 de enero de 1858)


I
Un soberbio poseía algunos acres de buena tierra; estaba envanecido con las pesadas espigas que cubrían su campo, y sólo tenía una mirada de desdén para con el campo estéril del humilde. Éste se levantaba con el canto del gallo y pasaba todo el día curvado sobre el suelo ingrato; recogía pacientemente las piedras y las arrojaba al borde del camino; removía profundamente la tierra y extirpaba penosamente las zarzas que la cubrían.

Ahora bien, su sudor fecundó el campo, que se convirtió en un puro trigal. Entretanto, la cizaña crecía en el campo del soberbio y sofocaba al trigo, mientras que el dueño se vanagloriaba de su fecundidad y miraba con ojos de piedad los esfuerzos silenciosos del humilde. En verdad os digo que el orgullo es semejante a la cizaña que sofoca al buen grano. Aquel de vosotros que se crea más que su hermano y que se vanaglorie de sí mismo es insensato; pero es sabio el que trabaja en sí mismo como el humilde en su campo, sin envanecerse de su obra.

II
Había un hombre rico y poderoso que tenía el favor del príncipe; vivía en el palacio, y numerosos sirvientes se apresuraban en sus pasos para satisfacer sus deseos.

Un día en que su jauría asechaba a un ciervo en las profundidades de un bosque, percibió a un pobre leñador que caminaba penosamente bajo el peso de un haz de leña; lo llamó y le dijo:

– ¡Vil esclavo! ¿Por qué caminas sin inclinarte ante mí? Soy igual a tu señor: mi voz decide en los consejos de paz o de guerra, y los grandes del reino se curvan ante mí. Debes saber que soy sabio entre los sabios, poderoso entre los poderosos, grande entre los grandes, y mi rango es obra de mis manos.

– ¡Señor! – respondió el pobre hombre –, tuve recelo que mi humilde saludo fuese una ofensa para vos. Soy pobre y el único bien que tengo son mis brazos, pero no deseo vuestras engañosas grandezas. Duermo mi propio sueño, y no temo como vos que el placer del señor me haga caer en mi oscuridad.

Ahora bien, el príncipe se cansó del orgullo del soberbio; los grandes humillados se irguieron sobre él, y fue precipitado de lo alto de su poder, como la hoja seca que el viento barre de la cima de una montaña; pero el humilde continuó pacíficamente su rudo trabajo, sin acongojarse por el día de mañana.

III
¡Soberbio, humíllate, porque la mano del Señor doblegará tu orgullo hasta el polvo! ¡Escucha! Has nacido donde el destino te ha colocado; has salido débil y desnudo del seno de tu madre, como el último de los hombres. Entonces, ¿por qué levantas tu frente más alto que la de tus semejantes, tú, que has nacido como ellos para el dolor y para la muerte?

¡Escucha! Tus riquezas y grandezas – vanidades de la nada – escaparán de tus manos cuando llegue el gran día, como las aguas impetuosas del torrente que el sol seca. No llevarás de tu riqueza sino las tablas del ataúd, y los títulos grabados en tu lápida sepulcral serán palabras sin sentido.

¡Escucha! El perro del sepulturero jugará con tus huesos, que serán mezclados con los del mendigo, y tu polvo se confundirá con el suyo, porque un día ambos seréis polvo. Entonces maldecirás los dones que has recibido, viendo al mendigo revestirse de su gloria, y llorarás tu orgullo. Humíllate, soberbio, porque la mano del Señor doblegará tu orgullo hasta el polvo.

– San Luis, ¿por qué nos hablas por parábolas?
– Resp. El Espíritu humano ama el misterio; la lección se graba mejor en el corazón cuando se la ha buscado.

– Parecería que hoy la instrucción nos debe ser dada de una manera más directa, y sin que haya necesidad de alegoría.
– Resp. La encontraréis en el desarrollo. Deseo ser leído, y la moral tiene necesidad de estar disfrazada bajo el atractivo del placer.

Allan Kardec
Revista Espirita 1858


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              NIVELES  DE CONSCIENCIA

                                


La actividad mental del Ser encarnado, abarca tres niveles o compartimentos: Consciente, Subconsciente e Inconsciente. La conciencia corresponde al estado de vigilia, en el que se manifiesta el Yo, es decir. sus actuales pensamientos y sentimientos, que se expresan a partir de una memoria inmediata. Con el paso del tiempo, los conocimientos y experiencias que no se usan continuamente ni se refuerzan, se van desplazando hacia el Subconsciente: han sido olvidados, pero no han desaparecido, ni han perdido su dinamismo. En caso de necesidad, la mente es forzada a un esfuerzo mnemónico y los trae de vuelta al Consciente.

  Las experiencias Conscientes y Subconscientes se sintetizan en el espíritu, y en cada existencia se amplían en un proceso acumulativo, formando el nivel Inconsciente. Los reflejos condicionados o aprendidos, son adquiridos en la vida social, pertenecen a la conciencia y subconsciencia, y se van haciendo condicionados o innatos, alojándose en el Inconsciente.. Así, la memoria cerebral abarca los niveles consciente y subconsciente, y la memoria espiritual es el propio inconsciente; en él se van acumulando conocimientos y experiencias de las múltiples vidas, con sus gratas realizaciones y amargas frustraciones, las cuales se muestran sintetizadas en la idiosincrasia que revela cada espíritu encarnado o desencarnado.

   Es fácil comprender así, el por qué no recordamos habitualmente las vidas anteriores, pues la memoria extracerebral no posee esa información. Sin embargo, cuando se ejecuta una regresión hipnótica, que lleva al sujeto a retroceder en el tiempo, si se profundiza en su memoria espiritual o inconsciente, allí están archivados los recuerdos de sus existencias previas.

   De acuerdo con la evolución física, la Biología, la Psicología y otras Ciencias, ya en el siglo XXI, cada vez concebimos menos un universo material, de más pensamiento y energía, de más espíritu.

- Jon Aizpúrua -

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