miércoles, 2 de agosto de 2023

La fatalidad y los presentimientos

 

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1,. Reencarnaciones iniciales

2.- Aprendamos a perdonar

3.- El principal escollo de los médiums principiantes

4.- La fatalidad y los presentimientos

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REENCARNACIONES INICIALES


 

El mundo animal y el vegetal están formados de los mismos elementos constitutivos en el sentido material.

 

El elemento espiritual y el elemento material son dos principios constitutivos del Universo. El elemento espiritual es individualizado, es el de los Espíritus. El elemento material individualizado  constituye los diversos cuerpos de la naturaleza, orgánicos e inorgánicos.

 

Todos los fenómenos de la naturaleza pueden ser explicados por las leyes naturales. Las leyes físicas, químicas y biológicas que nos dan el mecanismo de la vida, del microscopio celular o sobre la magnitud del microcosmos.

 

Estas leyes, que son automáticas, son regidas por la ley Universal. Esta ley omnipresente, la llamamos Dios. Siendo perfecta, ha de ser inmutable, pues solo lo imperfecto sufre cambios buscando el perfeccionamiento progresivo. Por eso al ser inmutable la Ley Universal, se concibe su acción constante y uniforme.

 

Por la regularidad y constancia de la ley Universal, concluimos que no hubo un momento de la creación. Dios irradia constantemente y proyecta centellas divinas o principios espirituales que proviniendo de un ser perfecto solo podrán tener un destino: la evolución, infinita rumbo a la perfección.

 

Dios crea siempre. Un ser perfecto, omnipresente e inmutable, Ley universal omnisciente no tienen un grafico de creación o un momento para crear, más si una acción creativa constante y eterna.


La encarnación primera  por tanto  fue para nosotros, hoy seres humanos, hace incontables millones de años, cuando las centellas divinas se sumergían en la dimensión física uniéndose a las expresiones de la organización material.


El espíritu durmió en los átomos y pasó el gran sueño por el reino mineral, soñó en las organizaciones vegetales, se agito por las especies animales, para despertar en la especie humana, rumbo a la conciencia superior en seres futuros.

 

Todo sirve, todo se encadena  en la naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que también comenzó por ser   átomo.


La distancia entre minerales, vegetales y animales es simplemente  consecuencia del mayor o menor camino recorrido en el camino evolutivo del ser.

 

El origen de la vida, si recordamos las condiciones existentes antes de su aparición, vemos que la edad calculada según varios métodos, es de cuatro billones y medio de años. El examen de los fósiles  y otros materiales muestran que la vida ha existido hace dos billones de años atrás, lo que significa que hubo una espera o un trabajo de dos billones de años para que tras  el nacimiento del planeta, este estuviese adecuado para recibir a los primeros seres vivos en la concepción de la vida biológica.

 

La Tierra en sus fases  primitivas se presenta a temperaturas incandescentes y llegó hasta los 2ooo grados centígrados de temperatura, al lado de continuas descargas eléctricas. En determinada época comenzó  el enfriamiento, que continuó por millones de años. Durante ese proceso, los materiales más pesados, pasaron a ocupar la región más central de la Tierra, concentrándose en  su núcleo, y los más leves permanecieron  por encima, formando la parte externa.

 

La Tierra fue sufriendo modificaciones acentuadas en su aspecto, por los movimientos de rotación y traslación, además del enfriamiento. Las fuerzas de la atracción del Sol estabilizaron la órbita del planeta. El movimiento de rotación determinó el achatamiento de los polos. El nacimiento de la luna, hija de la Tierra, pasó a ser un ancla magnética, actuando en el equilibrio del movimiento de traslación terrestre.

 

El satélite de la Tierra influenciaría por intermedio de su luz polarizada (indirecta), el despertar de la vida y la reproducción de los futuros seres vivos. En todo ese proceso admitimos la presencia de una fuerza mayor, o Ley, como un impulso determinista para orientar  en el sentido de la organización creciente del orbe..

 

Los océanos, generados en parte por las erupciones volcánicas, de rocas fundidas y en parte por las colosales lluvias motivadas por la evaporación continua, se salaron por la descomposición de las sales minerales de las rocas descompuestas por las altas temperaturas.

 

Las aguas calientes y después templadas formaron el caldo adecuado para el surgimiento de la vida.

 

Por causa de su tamaño, la Tierra ejerció fuerza gravitacional suficiente para mantener presos los gases que quedaron girando a su alrededor y que, de otro modo, habrían escapado al espacio. Estos gases eran en esa época diferentes de los encontrados hoy, actualmente, en la atmósfera del planeta.

 

Según evidencias científicas, la antigua atmósfera estaba compuesta de vapor de agua, hidrogeno, metano y armoniaco. Las combinaciones de estos elementos existentes en la atmósfera, estimulados por las abundantes descargas eléctricas, generaron los primeros aminoácidos.

 

Todos los seres vivos, desde el virus y las amebas hasta los de constitución superior, son constituidos de proteínas. Las proteínas son moléculas gigantes que son resultantes de la combinación de cien a tres mil aminoácidos. Si imaginamos una proteína con un muro de ladrillos, cada ladrillo corresponde a un aminoácido. A medida que las moléculas de aminoácidos, durante millones de años se acumulaban en los océanos, algunas reaccionaban químicamente formando moléculas mayores y más complejas.

 

A medida que los compuestos minerales o gases primitivos fueron obrando internamente, pasaron a ser capaces de asimilar una energía o fluido llamado vital, no existente en los minerales más solamente en las composiciones orgánicas.

 

La energía vital o fluido vital existente en todo el universo, da a los seres vivos, o confiere a la materia orgánica el atributo de la vida o principio vital.

 

Es intangible, no ha podido ser definida, parece activa en el ser vivo, y extinguido en el ser muerto.

 

La química pude descomponer los cuerpos inorgánicos, ha podido descomponer los orgánicos; pero nunca ha llegado a reconstruir ni una hoja muerta, lo cual prueba que hay en los cuerpos orgánicos algo que los otros no tienen.

 

Hay cuatro elementos: el oxigeno el hidrogeno el azoe y el carbono, que combinándose, sin el principio vital forman minerales o cuerpos inorgánicos, sin vida. El principio vital modificando la contextura molecular de un cuerpo, le da propiedades particulares, y en lugar de una molécula mineral, se tiene una molécula orgánica.

 

Los principios espirituales iniciales, expresión de la Ley Cósmica Universal, Dios, pasaron a sumergirse, o reencarnarse, en la materia animada por el principio vital.

El fluido vital, estableció el hilo dimensional necesario para la fijación de la estructura espiritual a la estructura física.

Los primeros seres vivos, surgidos de los minerales, eran cristalizables, como los virus, intercambiando poco con el medio externo. Enseguida surgieron  los primeros seres unicelulares realmente libres, que se multiplican prodigiosamente en la temperatura templada de los océanos; las amebas y las bacterias primitivas. Estos seres rudimentarios solo revelan  un sentido: el tacto, que dio origen a todos los otros en función del perfeccionamiento de los organismos superiores. Los seres iniciales se movían a lo largo de las aguas, donde encontraron el oxigeno para la vida, pues en la tierra firme todavía no existía este gas en proporción suficiente para su desenvolvimiento.

Los reinos vegetal y mineral parecían confundidos en las profundidades oceánicas. No existían formas definidas.

Las primeras bacterias pasan  a labrar los minerales en la construcción del suelo, preparando el surgimiento de los vegetales.

Colonias de protozoarios, surgen de la asociación de amebas. Colonias estas que se constituyen en las primeras sociedades vivas.


 

Trabajo extraído del libro:

Reencarnación y evolución de las Especies

 

De Ricardo di Bernardi

 

Adaptación: Oswaldo. Porras Dorta


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 APRENDAMOS A PERDONAR

                          


Aun estamos vinculados a este mundo, porque todavía tenemos muchas cosas por aprender y por reparar, pero también, este mundo nos sirve para que poco a poco, al igual que una escuela, entendamos la importancia de querernos como hermanos y esto es muy importante, porque dentro de la escala evolutiva del espíritu, podríamos decir que aun estamos en el primer curso.
Tenemos que poner especial cuidado en este punto, pues Jesús nos enseñó hace más de dos mil años como aprender y cómo lidiar con los embates de la vida, entretanto, nos enseñó la lección más sublime. Querer al Padre por encima de todo y a nuestros hermanos como a nosotros mismos.
Tenemos que entender que esto es importante y que tenemos que tenerlo como nuestra piedra angular de nuestra construcción moral, los cimientos donde se apoya la moral cristiana. Aun en la actualidad, puede ser difícil perdonar a los enemigos, comprendiendo que ellos también cometen errores y tenemos que esforzarnos para comprender eso, pero, es muy importante nunca odiarlos. A las personas que nos hacen mal, siempre tenemos que tener la templanza de comportarnos cristianamente, sin responder con violencia, pues responder con lo mismo que el agresor, denota una inestabilidad moral y un desajuste, donde, sin duda, debemos de trabajar para corregirlo.
Recordemos al Maestro Jesús, como Él delante de las agresiones, actuaba con calma, ahí podemos percibir la grandeza de su espíritu. Es más difícil guardar silencio delante de una agresión que enfrentarse.
Es importante que vayamos construyendo dentro de nosotros esa grandeza espiritual, que seamos capaces de controlar nuestro interior, que seamos capaces de construir dentro de nosotros esa armonía interna que solo espíritus comprometidos con el bien son capaces de conseguir. Por eso tenemos que tener siempre la voluntad de hacer el bien, si hoy no hemos podido, en próximas oportunidades volvamos con coraje para lograr mantener esa clama dentro de nosotros.
Esforcémonos para lograr querer a nuestros hermanos, deseándoles el bien en todo y nunca desearle el mal a nadie, ni odiar a nadie, pues eso nos unirá a esa persona, pues las criaturas que se odian mutuamente quedan unidas entre sí, hasta que aprendan a quererse mutuamente. De ahí, que haya hijos que aborrecen a sus padres, padres que odian a sus hijos, en fin, un sinfín de odios mutuos de toda índole, donde la bondad divina junta a esos espíritus que se odian para que se reconcilien.
Nuestra principal asignatura es querer a todas nuestros hermanos deseándoles el bien, a todos sin excepción al igual que el Padre nos quiere a todos, que hace salir el sol a justos e injustos todos los días por igual. Por eso, intentémoslo, hagamos todo esfuerzo para que podamos conseguir esta verdad espiritual. Esforcémonos a cada instante, no permitamos que pensamientos mal sanos invadan nuestra intimidad mental, que jamás dejemos que malos pensamientos se instalen en nuestra mente como parásitos mal sanos, pidamos al Padre asistencia, elevemos nuestro pensamiento al bien en oraciones al Padre, recordemos siempre al Maestro Nazareno como Él en todo momento oraba fervientemente pidiendo al Padre creador ayuda y asistencia para poder enfrentarse siempre con coraje y confianza en el Creador, pues es así, como todos nosotros, podremos entender la grandeza de nuestro amado Padre celestial.
Espíritu Rafael.
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EL PRINCIPAL ESCOLLO DE LOS MÉDIUMS PRINCIPIANTES
    El escollo de la mayor parte de los médiums principiantes está en tener comunicaciones con Espíritus inferiores y deben tenerse por dichosos cuando sólo son Espíritus ligeros. Toda su atencíón debe fijarse en no dejarles tomar pie, porque una vez han echado el áncora no siempre es fácil desembarazarse de ellos. Este punto es tan capital, sobre todo al principio, que sin las precauciones necesarias puede perderse el fruto de las más bellas facultades.    
   Lo primero que debe hacerse es ponerse con una fe sincera bajo la protección de Dios y reclamar la asistencia del ángel de la guarda; éste es siempre bueno, mientras que los Espíritus familiares, simpatizando con las buenas o las malas cualidades del médium, pueden ser ligeros y también malos. Después es preciso dedicarse con cuidado escrupuloso a reconocer por todos los indicios que suministra la experiencia, la naturaleza de los primeros Espíritus que se comunican, y de los cuales es siempre prudente desconfiar. Si estos indicios son sospechosos, debe hacerse una evocación ferviente al Ángel de la guarda, y rechazar con todas sus fuerzas al Espíritu malo, probándole que uno no es un juguete, a fin de desanimarle. Por esto es indispensable el previo estudio de la teoría si se quiere evitar los inconvenientes inseparables de la inexperiencia; sobre este asunto se encontrarán instrucciones muy extensas en los capítulos de la Obsesión y de la identidad de los Espíritus.
      Limitándonos ahora a decir que además del lenguaje se pueden tener como pruebas ( infalibles)de la inferioridad de los Espíritus, todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles, toda escritura extravagante, truncada y torcida con intención, de dimensiones exageradas o afectando formas ridículas e inusitadas; la escritura puede ser muy mala , aun poco legible, lo que depende más bien del médium que del Espíritu, sin tener nada de insólito. hemos visto médiums de tal modo engañados, que median la superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres, dando gran importancia a las letras de molde como caracteres de imprenta, puerilidad evidentemente incompatible con una superioridad real.
      Es muy importante no caer sin quererlo bajo la dependencia de los Espíritus malos, pero lo es más aún hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmoderado de escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al primero que se presenta, del que se podrá desembarazar más tarde, si no conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu impunemente, pues que éste hace pagar caros sus servicios. Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad medianímica, demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, aunque fuese malo, contando poderlo despedir en seguida. Muchos han sido servidos a su gusto y han escrito inmediatamente; pero el Espíritu, haciendo poco caso de que le llamasen porque no podía escribir, no ha sido tan dócil en irse como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias materiales, y las crueles decepciones por creerse bastantes fuertes para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego, abiertamente malvado , después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión o en la pretendida potencia del subyugado, para echarle a su voluntad.

EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC
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LA FATALIDAD Y LOS PRESENTIMIENTOS

(Instrucciones dadas por el Espíritu San Luis)


Un corresponsal escribe lo siguiente en la revista:

«En el mes de septiembre último, una embarcación menor, que  hacía la travesía de Dunkerque a Ostende, fue sorprendida por un  temporal durante la noche; el pequeño barco naufragó, y de las ocho  personas que lo ocupaban, cuatro perecieron; las otras cuatro, entre  las cuales me encontraba yo, consiguieron mantenerse sobre la  quilla. Permanecimos toda la noche en esa horrible posición, sin otra  perspectiva que la muerte, que nos parecía inevitable y de la cual  sentimos todas las angustias. Al amanecer, el viento nos había  empujado hacia la costa, y pudimos alcanzar la tierra a nado. 

«¿Por qué en ese peligro, igual para todos, sólo cuatro personas  han sucumbido? Notad que, por mi parte, es la sexta o la séptima  vez que escapo de un peligro tan inminente, y más o menos en las  mismas circunstancias. Soy realmente llevado a creer que una mano  invisible me protege. ¿Qué he hecho para esto? No sé gran cosa, no  tengo importancia ni utilidad en este mundo y no me jacto de valer  más que los otros; lejos de eso: había entre las víctimas del accidente  un digno eclesiástico –modelo de virtudes evangélicas– y una  venerable hermana de la congregación de San Vicente de Paúl, que  iban a cumplir una santa misión de caridad cristiana. La fatalidad  parece desempeñar un gran papel en mi destino. ¿No estarían allí los  Espíritus para alguna cosa? ¿Sería posible obtener de ellos una  explicación al respecto, preguntándoles, por ejemplo, si son ellos los  que provocan o desvían los peligros que nos amenazan?...»

De conformidad con el deseo de nuestro corresponsal, dirigimos  las siguientes preguntas al Espíritu san Luis, que consiente en  comunicarse con nosotros todas  las veces que hay instrucciones  útiles para dar.

1. –Cuando un peligro inminente amenaza a alguien, ¿es un  Espíritu el que dirige el peligro? Y cuando la persona escapa del  mismo, ¿es otro Espíritu el que lo desvía? 76

Respuesta. –Cuando un Espíritu se encarna, elige una prueba; al  elegirla se traza una especie de destino que no puede impedir más,  una vez que a la misma se ha sometido; hablo de las pruebas físicas.  Al conservar su libre albedrío sobre el bien y el mal, el Espíritu es  siempre dueño de soportar o de  rechazar la prueba; un Espíritu  bueno, al verlo flaquear, puede venir en su ayuda,  pero no puede  influir en él adueñándose de su voluntad. Un Espíritu malo, es decir,  inferior, mostrándole y exagerándole un peligro físico, puede  hacerlo vacilar y asustarlo, pero la voluntad del Espíritu encarnado  no queda por ello menos libre de toda traba.

2. –Cuando un hombre está a punto de perecer por accidente,  parece que el libre albedrío no interviene en nada. Por lo tanto,  interrogo si es un Espíritu malo el que provoca  este accidente,  siendo de cierto modo su agente;  y, en el caso en que escape del  peligro, pregunto si un Espíritu bueno ha venido en su ayuda.

Respuesta: El Espíritu bueno o el Espíritu malo no pueden sino sugerir pensamientos buenos o malos, según su naturaleza. El accidente está  marcado en el destino del hombre. Cuando tu existencia ha sido  puesta en peligro, es una advertencia que tú mismo has deseado, a  fin de desviarte del mal y de volverte mejor. Cuando escapas de ese  peligro, todavía bajo la influencia del mismo, piensas de manera más  o menos firme en volverte mejor, según la acción más o menos  firme de los Espíritus buenos. Al sobrevenir el Espíritu malo (digo  malo sobrentendiendo  el mal que aún hay en él), piensas que  escaparás del mismo modo a otros peligros y dejas nuevamente desencadenar tus pasiones. 

3. –La fatalidad que parece presidir a los destinos materiales de  nuestra existencia, ¿aún sería, pues, el efecto de nuestro libre albedrío?  

Respuesta. –Tú mismo has elegido tu prueba: cuanto más ruda sea y  mejor la soportes, más te elevas. Aquellos que pasan su existencia  en la abundancia y en la satisfacción humana son Espíritus débiles que permanecen estacionarios. De  esta manera, el número de  desafortunados aventaja  en mucho al de los felices de este mundo,  teniendo en cuenta que los Espíritus buscan en su mayoría la prueba  que les será más fructífera. Ellos perciben muy bien la futilidad de  vuestras grandezas y de vuestros goces. Además, la existencia más  feliz es siempre agitada, siempre movida, aunque  no sea por la ausencia del dolor.

4. –Entendemos perfectamente esta doctrina, pero eso no nos  explica si ciertos Espíritus tienen una acción directa sobre la causa  material del accidente. Supongamos que en el momento en que un  hombre pasa por un puente, éste se derrumbe. ¿Quién ha llevado al hombre a pasar por ese puente? 

Respuesta. –Cuando un hombre pasa por un puente que debe romperse,  no es un Espíritu el que lo lleva a pasar por ese puente: es el instinto  de su destino el que lo conduce. 

5. – ¿Quién ha hecho romper el puente? 

Respuesta. –Las circunstancias naturales. La materia tiene en sí misma  las causas de su destrucción. En el caso tratado,  el Espíritu, teniendo necesidad de  recurrir a un elemento extraño a su naturaleza para mover fuerzas  materiales, más bien ha de recurrir a la intuición espiritual. De este  modo, si ese puente debía romperse, ya que el agua había desunido  las piedras que lo componen y el óxido había corroído las cadenas  que lo suspenden, el Espíritu –decía– insinuará más bien al hombre  para pasar por ese puente, en lugar de hacer romper otro bajo sus  pasos. Además, tenéis una prueba material que os adelantaré: cualquier accidente sucede siempre naturalmente, es decir, que las  causas que se vinculan unas a otras, lo conducen insensiblemente.

6. –Tomemos otro caso en el que la destrucción de la materia no  sea la causa del accidente. Un hombre mal intencionado me da un  tiro; la bala me roza,  pero no me alcanza. ¿La habría desviado un Espíritu benévolo?

Respuesta. No. 

7. – ¿Pueden los Espíritus advertirnos directamente de un peligro?

He aquí un hecho que parecería confirmarlo: Una mujer salía de su  casa y seguía por el bulevar. Una voz íntima le dijo: Detente, vuelve a tu casa. Ella titubea. La misma voz se hace escuchar varias veces;  entonces, ella volvió sobre sus pasos; pero, cambiando de parecer, se  dijo: ¿Qué he de hacer en mi casa? Seguiré; sin duda, es un efecto de  mi imaginación. Entonces ella continuó su camino. A algunos pasos  de allí, una viga que se desprendió de una casa la golpea en la  cabeza y la deja caída sin conocimiento. ¿Qué era esa voz? ¿No era  un presentimiento de lo que iba a suceder a esa mujer?

Respuesta. Era la  voz del instinto; además, ningún presentimiento tiene tales  caracteres: son siempre vagos. 

8. – ¿Qué entendéis por la voz del instinto?

Respuesta. Entiendo que el  Espíritu, antes de encarnarse, tiene conocimiento de todas las fases  de su existencia; cuando éstas tienen un carácter saliente, conserva  una especie de impresión en su fuero interno, y esta impresión, al  despertarse cuando el momento se aproxima, se vuelve  presentimiento.

Nota – Las explicaciones precedentes se relacionan con la  fatalidad de los acontecimientos materiales. La fatalidad moral está  tratada de una manera completa en El Libro de los Espíritus.


(De  la  Revista Espirita de 1958)


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