EL
DOLOR
“Bienaventurados los
que lloran,
Porque ellos recibirán
consolación”
JESÚS
Jorge Luis Borges, el notable escritor
argentino, señalaba que “el ser humano
sólo conoce chispazos de lo que verdaderamente es la felicidad”. Parecería
que estamos destinados a sufrir. Sufrimos por culpa de otros, por culpa de nosotros
mismos; sufrimos por lo que hacemos hoy o por lo que hemos hecho tiempo atrás;
sufrimos, también, por razones que no corresponden a esta existencia, sino a
otras, ya que somos viajeros siderales en la evolución de nuestras almas.
Dolor y alegría, he aquí la gran
dicotomía. La historia de la humanidad nos habla de que la existencia de uno de
ellos anula al otro, lo cual no es así. El Espiritismo ha venido a contribuir
al esclarecimiento del debatido tema del dolor.
La escuela existencialista ha sostenido que
vivir para sufrir es una condena. Otros han argumentado que un Dios que pone el
dolor en nuestras vidas es alguien cruel. Y las religiones, en su mayoría, han
expresado que el dolor es el castigo para las almas culpables: sufre quien ha
pecado o quien se ha alejado de Dios, en sus actos o en sus sentimientos.
El dolor es una percepción sensitiva en
lo físico y una manifestación emotiva vinculada al Espíritu y a las vivencias
pasadas de quien sufre. Existen dolores sin base orgánica, que se manifiestan
en un cuerpo sano luego de una situación emotiva. Otros, en cambio, tienen un
aspecto psíquico, emocional como consecuencia de un accidente o problema
corporal, y perduran aún después de haber encontrado la cura orgánica.
No existe condición humana que esté
exenta del dolor, y sólo quien está ausente completamente de la realidad de la
vida, está inmune al dolor. El dolor, pues, puede ser considerado como una
línea sensible que une al Espíritu con el cuerpo. Freud (1) ha señalado que la
angustia “tiene una innegable conexión con la espera de un peligro que puede
ser indeterminado”. Schopehauer ha expresado: “Nosotros experimentamos el
dolor, pero no la ausencia del dolor” (2), y con sus dichos ha contribuido al
desarrollo del psiquismo entre los hombres.
Muchos sostienen que la eliminación
total o definitiva del sufrimiento está relacionada con la pérdida del propio
cuerpo, ignorando que el dolor no es sólo corporal. El doctor Leriche (3) con
justa razón ha manifestado que “no existe una condición anatómica que permita
aparecer el dolor” y que al interrogante sobre qué cosa es el dolor, sólo
podemos responder: “no lo sabemos”. A pesar de la lucha emprendida por la
medicina contra el dolor, éste sigue siendo en gran parte un desconocido.
Uno de los grandes interrogantes de la
humanidad fue siempre saber por qué sufrimos, cuál es la razón que nos lleva de
una u otra forma a convivir con el dolor. El Espiritismo ha llegado para
responder a este misterio, y para ello se ha valido, ni más ni menos, de los testimonios
de quienes han sufrido no sólo en la vida física, sino luego de la muerte. A su
vez, Las Voces de los Cielos han
venido ha darnos múltiples enseñanzas al respecto. Enseñanzas que no han
perdido vigencia, sino que más bien han sido admitidas y reconocidas desde
distintos sectores de la ciencia, la filosofía, la religión y la cultura.
¿Por qué el dolor?
Dice el doctor Felix D’Onofrio: “A pesar de formar parte del ciclo biológico
de cada ser viviente, el dolor sigue siendo bastante desconocido (…) En el
dolor, el hombre puede encontrarse consigo mismo y, en ese sentido, la
experiencia dolorosa adquiere toda su potencialidad de la realidad humana. Al
mismo tiempo, se transforma en pedagógico y reparador, ya que nos recuerda el
sentido de finitud que llevamos en nosotros (4).” El dolor no sólo es un llamado de atención para enseñarnos lo
precaria que es nuestra vida. Como afirma el licenciado Daniel Gómez Montanelli (5): “El
dolor es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento espiritual”. Todo padecimiento físico o moral tiene por
finalidad hacer tomar conciencia al alma de sus deberes. Un dolor físico,
producto de una enfermedad, sin duda nos hará replantear el grado de
responsabilidad que tenemos en él. Nos llevará a repasar nuestros actos,
nuestros pensamientos. Motivará que ahondemos en la razón de nuestro padecer. Y
es para dejar de sufrir que buscaremos conocernos para perfeccionarnos, para
salir de la angustia que nos asfixia, para construir un mañana más saludable.
El dolor es el único estado que doblega nuestro orgullo, que pulveriza nuestra
soberbia, que nos enfrenta con la posibilidad de morir y de nacer a la vez. De
allí que es pedagógico, como lo indicara el doctor D’Onofrio. De allí que es
una oportunidad para aprender, como bien lo afirma el licenciado Gómez
Montanelli. El dolor, como dijera Emmanuel (6), “promueve el luminoso trabajo del perfeccionamiento y de la redención”.
¿Por qué las
enfermedades?
Dice Diego de la Cruz , a través de la sublime
mediumnidad de Chico Xavier: “Cada vez
que nos dejamos llevar por la cólera o la crueldad, contrariando los
dispositivos de la ley de Dios, que es Amor, exteriorizamos corrientes de
enfermedad y de muerte, que alcanzando o no el blanco de nuestra liviandad, se
vuelve fatalmente en contra nuestra, por el principio ineludible de atracción
que podamos observar en un imán común”. El desequilíbrio de la vida
interior genera enfermedades. Así lo han demostrado el Profesor Harol Sexton
Burr de la Universidad
de Yale, y el Profesor Ravitz Junior de la Universidad de Duke,
Estados unidos. Casi todos los estados mórbidos surgen como fenómenos
secundarios sobre las zonas de predisposición enfermiza que formamos en nuestro
propio cuerpo. El desequilibrio de nuestras fuerzas mentales genera rupturas
entre el cuerpo y el espíritu, y, debido a las predisposiciones naturales que
tenemos, conformadas por el bagaje karmático, una invasión de microbios asalta
nuestro organismo. El abuso de nuestros
estados emocionales produce perturbaciones en los intercambios vitales del
organismo. Y esa invasión de microbios se hace presente en la zona
periespiritual más comprometida. Así, por ejemplo, la tuberculosis, el cáncer,
la lepra y la ulceración aparecen como fenómenos secundarios, estando la causa
principal, la raíz de la enfermedad, en el desequilibrio de la vida interior.
Hoy en día el estrés es una de las enfermedades del momento. Con una
sintomatología heterogénea, esta enfermedad es generada por el desequilibrio
emocional y nervioso, producto de la angustia, el trabajo excesivo, la tensión,
la desesperación, etc. Como vemos, hay una inestabilidad de la vida interior
que genera las distintas dolencias.
Pero a diferencia del estrés, que
responde a una situación presente, existen enfermedades que obedecen a razones
provenientes de otras existencias espirituales. La Psicología Transpersonal
busca la salud de las personas mediante la exploración de ese pasado
espiritual. En estos casos, como afirma el ingeniero Ney Prieto Peres: “En cada enfermedad hay un proceso, una
etiología, un origen en el psiquismo, es decir, la enfermedad señala una
trasgresión; es un resultado, un efecto de una causa que tiene que ver con
comportamientos nuestros, la manera de ser, de reaccionar, en esta vida o en
otras pasadas”. Lo que nosotros llamamos enfermedad, no es otra cosa que la
manifestación a nivel material y emocional de tendencias psicológicas
preexistentes, de una historia y de un estilo de vida, que irrumpen tanto en el
organismo como en la psiquis, provocando un desequilibrio. Dice el doctor
norteamericano Carl Simonton, especializado en radioterapia oncológica y
Director del Centro de Terapia y de Investigación sobre el Cáncer en Dallas,
Texas: “La enfermedad puede ser originada o agravada
como resultado de los procesos psicológicos del individuo. Esto no significa
que la enfermedad sea menos real por el hecho de que no sea simplemente
física…” Como se ve, Simonton ratifica la tesis espírita de que las
enfermedades siempre obedecen a una razón espiritual. Es el Espíritu quien, con
su accionar, ha dejado las huellas de la trasgresión de la Ley de Dios en el periespíritu
y es preciso, para lograr la salud espiritual, comenzar a transitar rutar de
probaciones y dificultades orgânicas que logren el equilibrio vital. A este
respecto, el Lic. Daniel Gómez Montanelli nos dice: “El periespíritu y el cuerpo físico no son otra cosa que niveles de
energía en distinto grado de condensación. La actividad mental del espíritu se
asemeja a un foco de luz, cuya irradiación atraviesa al periespíritu y al
cuerpo físico. Cualquier alteración a nivel espiritual se reflejará
primeramente en el plano periespiritual, y finalmente en el plano físico
(7)”. De allí que el origen de las
enfermedades está en el pensamiento.
Las enfermedades, entonces, obedecen
siempre a un desequilibrio del pensamiento y del sentimiento, que generan en el
organismo fluidos tóxicos que, si continúan, invaden, como si fueran microbios,
las células orgánicas, desatando una serie de variadas dolencias.
Tomando como
base la pluralidad de existencias, podemos afirmar que las enfermedades
presentes pueden responder a desequilibrios mentales y emocionales del pasado
espiritual, de otras existencias corporales, como del presente. Siempre,
entonces, en toda enfermedad hay responsabilidad de nosotros.
Hacia la curación
¿Cómo escapar al dolor, esa experiencia
común entre los hombres? ¿Existe realmente la felicidad? ¿Somos concebidos por
Dios para sufrir? Según el preclaro espíritu de Emmanuel (8), si todo Espíritu
lleva consigo la noción de la dicha, es porque ella existe y aguarda a todas
las almas en algún lugar del tiempo. Ahora bien, si ella no reina en nuestro
mundo no es porque sea un castigo de Dios, sino porque los seres humanos
todavía nos encontramos lejos de disfrutar de las verdaderas alegrías del
Espíritu y transitamos por el mundo embanderados en el odio, en el egoísmo, en
la crueldad; preferimos disfrutar de los placeres fugaces antes que trabajar
por la construcción de la verdadera felicidad. Felicidad que no es de otro
mundo, que está aquí, en el deleite que nos proporciona observar lo maravilloso
de la naturaleza en nuestro planeta; conmovernos con el bienestar de otros;
esforzarnos por no pensar solamente en aquello que nos interesa o en quienes
nos interesan, sino ver más allá y dar de nosotros una porción de amor a quien
carezca de él.
El dolor es parte de la esencia del
hombre. Sin embargo, a nosotros nos cabe el esfuerzo y la capacidad para
sobreponernos a él. La verdadera salud no nos llega solamente con el
restablecimiento del equilibrio orgánico, sino por la lucha, el coraje y la
constancia que tengamos a la hora de lograr la armonía del Espíritu. Somos
responsables de tener mayores dolores, pues no somos entes pasivos que en nada
influimos para el desarrollo de una enfermedad. Quizá, por las razones
enumeradas en párrafos anteriores, no podremos erradicar la enfermedad, pero si
sobrellevarla de la mejor forma posible. En una palabra, podemos atenuar,
eliminar o incrementar nuestros dolores, tanto en el plano emocional como
orgánico. Pero veamos que nos dice al respecto el Lic. Gómez Montanelli: “Se sabe que el cáncer empieza con una
célula que contiene información incorrecta, por lo cual se vuelve incapaz de
realizar su función. (…) Si esta célula origina otras con la misma información
genética, empieza a formarse un tumor, que no es otra cosa que un conjunto de
células enfermas. (…) El sistema inmunológico está compuesto por varios tipos
de células, diseñadas para atacar y destruir a los organismos extraños,
incluyendo a este tipo de células enfermas. Este proceso de autocuración tiene
lugar constantemente en todos los niveles. (…) Ahora bien, para que (…)
cualquier tipo de enfermedad pueda tener lugar, es necesario que el sistema
inmunológico se encuentre inhibido. (…)” Recientes estudios demostraron “que el sistema inmunológico está
estrechamente relacionado con la vida emocional. (…) Las diferentes posiciones
hacia la vida pueden estar asociadas a enfermedades específicas.”
“Vosotros sois dioses”, decía el Dulce Pastor de Almas, y la ciencia hoy nos
demuestra la verdad de esa afirmación. En nosotros existe todo un potencial de
fuerzas renovadoras que nos pueden conducir, si nos atrevemos a valernos de ellas,
a la salud, tanto del Espíritu como del cuerpo. No existen recetas mágicas ni
curas milagrosas que nos alejen del dolor. Sólo acercándonos a Dios mediante la
comprensión, la solidaridad, la sofocación del odio y del resentimiento,
desarrollando una vida sana física y mentalmente, comenzaremos a transitar el
verdadero camino hacia la curación. Una curación que no se la puede vincular
sólo con lo orgánico o con las dolencias del presente, sino con una mejoría de
nuestro Espíritu de cara a su futuro.
Conclusión
Si todo lo que vive en la Tierra - la naturaleza, el
animal, el hombre – sufre, ¿cómo es posible que el amor sea la Ley del Universo y que por
amor Dios haya dado forma a los seres? Job, el profeta de Israel, ha dicho: “¿Por qué Dios se enfurece en contra del
hombre? (Jb. 14, 1-2) ¿Por qué
asustar a una hoja que arrastra el viento o perseguir a una paja seca? (Jb.
13,25).” En primer lugar, como ya hemos dicho, Dios no
es el culpable de nuestros males. Nos dice al respecto Allan Kardec: “Todas nuestras acciones se hallan sometidas
a las lees de Dios. (…) Si sufrimos las secuelas de dicha violación, sólo a
notros mismos debemos atribuirlo, siendo así que nos convertimos en artesanos
de nuestra dicha o de nuestra desgracia venideras (9).” Las palabras de Job siguen siendo un gran interrogante sin
respuestas posibles. El Espiritismo, mediante el aporte de las informaciones
transmitidas por los Espíritus y de la revelación acerca de la pluralidad de
existencias (10), ha brindado una nueva visión acerca del dolor. El
sufrimiento, moral o físico, no es un castigo sino una consecuencia. No es un
mal, sino un elemento educativo para el Espíritu, a quien perfecciona,
haciéndolo reflexionar sobre distintas cuestiones de la vida interior. Nos dice
León Denis (11) “Detrás del dolor hay
algo invisible que conduce su acción, según las necesidades de cada uno, con un
arte, una sabiduría infinita, trabajando así para aumentar nuestra belleza
interior, jamás concluida, siempre proseguida de luz en luz, de virtud en
virtud, hasta que nos hayamos transformados en espíritus celestiales.” El
dolor siempre actuará en provecho nuestro, sea avisándonos los malestares
propios de una futura enfermedad o indicándonos que algo no está bien en
nosotros, y que debemos esforzarnos para superar ese mal trance. Por supuesto
que existirán quienes se dejarán abatir, quienes renegarán de Dios y del mundo.
Para ellos el dolor sólo ha servido como espejo que refleja la ausencia de la
paz, de la fe, de la alegría. Es que por medio del dolor, inclusive, uno
intenta vincularse a Dios. Hasta en ello es bueno. ¿Cuántos se acercan a una
religión en las horas de angustia, para entender qué les sucede y apaciguar
tanto dolor? De allí las más que nunca actuales palabras del Maestro Jesús: “Bienaventurados los que sufren, porque ellos
recibirán consolación”. Dios es Amor y nunca dejará de velar por el
bienestar de sus hijos. En las horas de infortunio no pensemos solamente en
nosotros, sino también en tantos otros que sufren igual o mucho más. Elevemos
una plegaria también por ellos y, si está a nuestro alcance, brindémosle
también una caricia, una sonrisa, afecto, solidaridad. De esta manera
mitigaremos también nuestros pesares y caminaremos confiados a nuestra próxima
recuperación.
FABIAN
LAZZARO
(Grupo
Espírita “Buena Nueva”, Buenos Aires, Argentina)
(1)
FREUD, S; “Inhibición, síntoma y
angustia”, Obras Completas, Altaza, Madrid, 1998.
(2)
A.A.V.V; “La Filosofía ayer, hoy y
mañana”; Losada S. A, Buenos Aires, 1951.
(3)
ANTONELLI, F; “Para morir viviendo,
psicología de la muerte”, Citta Nuova, Roma, 1981.
(4)
D’ONOFRIO, Félix; “El dolor: un compañero
incómodo”, Ediciones San Pablo, Buenos Aires, 1993.
(5)
GÓMEZ MONTANELLI, Daniel; en revista de Espiritismo “La Idea ”,
Año LXX, Nº 596, Buenos Aires, 1993.
(6)
EMMANUEL / F. C. XAVIER; “El Consolador
que prometió Jesús”, 18 de Abril, Buenos Aires, 1973.
(7)
GÓMEZ MONTANELLI, Daniel; obra citada.
(8)
EMMANUEL / F. C. XAVIER; Obra citada.
(9)
KARDEC, Allan; “El Libro de los
Espíritus”, 18 de Abril, Buenos Aires, 1983.
(10)
No es que solamente el Espiritismo dio a conocer la existencia de la Reencarnación , pues
casi todas las religiones nos hablan de ella. Lo que sucede es que la mayoría
de ellas nos dan ideas muy vagas y simbólicas al respecto. Sólo con Allan
Kardec hemos tenido acceso a informaciones lógicas, precisas, aceptadas cada
vez más por la practica de la medicina y la psicología.
(11)
DENIS, León, “El problema del ser y del
destino” , Editorial Maucci,
Barcelona, 1923.
*************************************************
EL ESPIRITISMO EN SU MÁS SIMPLE EXPRESIÓN
“Creed que aquellos a quienes llamáis muertos, están más vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis, oyen lo que no oís, reconoced en aquellos que os vienen a hablar, a vuestros padres, a vuestros amigos y a todos aquellos que amasteis en la Tierra y que creíais perdidos sin retorno; infelices aquellos que creen que todo acaba con el cuerpo, porque serán cruelmente desengañados; infelices
aquellos que tuvieren falta de caridad, porque sufrirán lo que hubieren hecho sufrir a
los otros! Escuchad la voz de aquellos que sufren y que vienen a deciros: “Nosotros sufrimos por haber desconocido el poder de Dios y dudado de su misericordia infinita; sufrimos por nuestro orgullo, egoísmo, avaricia y de todas las malas pasiones que no reprimimos; sufrimos por todo el mal que hicimos a nuestros semejantes por el olvido de la caridad.”
¡Decid si una doctrina que enseña semejantes cosas es risible, si es buena o mala! No encarándola sino desde el punto de vista del orden social, ¡decid si los hombres que la practicasen serían felices o infelices, mejores o peores!
ALLAN KARDEC.
**********************************
NIÑOS DEL SIGLO 21
Las niños de la actualidad sorprenden por la increíble capacidad de lidiar con artefactos tecnológicos. Asustan a los adultos de más de treinta años que sienten algún tipo de incomodidad delante de la computadora, de botones y m áquinas electrónicas sofisticadas.
Los muchachos de hoy ven en tiempo real lo que ocurre en locales distantes de donde se encuentran y están acostumbrados a conquistas científicas.
Todo eso lleva a que los padres se consideren superados, endiosando a los hijos o considerándolos verdaderos genios.
Por más que actúen con alguna autonomía, las niños de hoy, como los de ayer, sienten necesidad de los adultos para decirles qué hacer y qué no hacer.
Los pequeños genios se encaprichan, patalean e incluso hacen “huelga” para conseguir lo que desean.
Precisan oír un "basta" que interrumpa su diversión con el game cuando llega la hora de las comidas, de bañarse o de ir a la escuela. Necesitan recibir un "no" para regular su rutina y su salud.
Precisa de disciplina. Y disciplina se hace con límites. Es un error tratar a los niños sencillamente como cerebros ansiosos por más y más conocimientos.
Ellos necesitan experiencias afectivas, por lo que no pueden despreciar los juegos con otros niños.
Así como ellos precisan de límites, necesitan de los conflictos con sus amiguitos para aprender a relacionarse con personas y cosas.
Algunos estudios más recientes sobre el aprendizaje señalan que se debe pensar en contenidos intelectuales solamente después de los siete años, cuando los niños consolidan su
estructura neurológica, que los capacita a operar ciertas informaciones.
El desarrollo emocional debe venir antes que el intelectual. Proceder de forma contraria, puede causar problemas como el desinter és por los estudios, con el pasar de los años.
El mundo necesita de hombres capaces de amar, de respetar al semejante, de reconocer las diferencias, de pensar, mucho más que de genios sin moral, fríos y calculistas.
La ciencia, sin sentimiento, ha causado males y tragedias.
Preocupémonos, pues, en atender la búsqueda afectiva de nuestros hijos. Permitamos que ellos convivan con otros niños, que creen juegos, usando su creatividad.
Tratemos de enseñarles, a través de la experiencia diaria, las ventajas del afecto verdadero, abrazándolos, besándolos, valorando sus pequeños gestos, escuchándolos con atención.
El niño aprende lo que vivencia. El hogar es la escuela primera y fundamental. Es allí que se forma al hombre de bien que ampliará los horizontes del amor, en los días futuros, o al tirano de mal genio que piensa que el mundo debe girar alrededor suyo y solamente por su causa.
¿ Usted sabía?
¿Que incluso el niño considerado un genio precisa de cuidados elementales para crecer emocionalmente?
¿Que para convertirse, de hecho, en una persona con la capacidad de crear, producir y disfrutar junto con los otros, el niño necesita de afecto?
Los niños de la actualidad maduran emocionalmente más rápido que los de antaño.
Pero a pesar de ello, siguen teniendo miedo de lo desconocido, alegr ándose con pequeñas cosas, sintiéndose infinitamente tristes por la pérdida de un animal de estimación.
Son todas experiencias importantes para la formación y el aprendizaje emocional del ser humano, y se debe valorarlas en todos sus detalles.
Juan Carlos Mariani-
****************************************
PARA REFLEXIONAR
DIOS está en todas partes, por lo que también está dentro de nosotros y de todas las personas que nos rodean, buenas o malas.
Todo proviene de Dios.
Todo es manifestación divina.
Aun aquello que nos parece un mal o un error, puede ser causa de un beneficio futuro.
Nuestro sufrimiento resulta del desconocimiento de la verdad básica: Dios dirige todos los acontecimientos, porque está en todo.
**********************
El valor del cuerpo
El desconocimiento del tema lleva a muchas personas a pensar que en el Espiritismo el cuerpo material es menospreciado. Al contrario de eso, el cuerpo es valorado como instrumento de trabajo indispensable a la evolución del espíritu.
Condena, sí, el envilecimiento del cuerpo, el apego a él para fines puramente hedonistas. Los que hacen del cuerpo un simple instrumento de placer desvirtúan su finalidad. Por otro lado, los que lo desprecian o lo someten a torturas inútiles, asfixiando sus impulsos vitales en la búsqueda de una superioridad espiritual ilusoria y egoísta, se tornan mezquinos y atentan contra las leyes de Dios.
Los trastornos de la afectividad, los desvíos sexuales, las frustraciones y los impedimentos en el campo genético, en la vida presente, son consecuencias de abusos y comportamientos perversos del pasado, en el plano de la reencarnación.
Quien hoy los soporta está sometido a procesos correctivos indispensables al reequilibrio en las futuras encarnaciones. Dios no castiga. Dios corrige a través de la ley de acción y reacción.
La sexualidad, de la que el sexo es sólo una expresión, es un complejo de potencialidad a disposición del espíritu.
El propio Freud,acusado de pansexualismo en su interpretación del hombre, reconoció la posibilidad de sublimación de las potencialidades sexuales.
El hombre que se esclaviza al sexo lo envilece. El que lo domina, puede sublimar sus poderes criadores, emplearlos en las más firmes realizaciones de la existencia.
Si alguien está impedido de tener hijos, no lo estará de criarlos en los diversos sectores de la actividad humana. Kardec y Amélie Boudet no tuvieron hijos, pero legaron al mundo la doctrina de renovación y recriación de los valores humanos.
El Espiritismo nos hace comprender la razón de las inhibiciones terrenas y la conveniencia de superarlas, en beneficio de nuestro propio equilibrio futuro.
No es el cuerpo el responsable de los trastornos, sino el espíritu, o lo que es lo mismo decir, nosotros mismos, pues no somos cuerpo y sí espíritu.
JOSÉ HERCULANO PIRES
Traducción: Pura Argelich
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
**********************************
*************************************************
EL ESPIRITISMO EN SU MÁS SIMPLE EXPRESIÓN
“Creed que aquellos a quienes llamáis muertos, están más vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis, oyen lo que no oís, reconoced en aquellos que os vienen a hablar, a vuestros padres, a vuestros amigos y a todos aquellos que amasteis en la Tierra y que creíais perdidos sin retorno; infelices aquellos que creen que todo acaba con el cuerpo, porque serán cruelmente desengañados; infelices
aquellos que tuvieren falta de caridad, porque sufrirán lo que hubieren hecho sufrir a
los otros! Escuchad la voz de aquellos que sufren y que vienen a deciros: “Nosotros sufrimos por haber desconocido el poder de Dios y dudado de su misericordia infinita; sufrimos por nuestro orgullo, egoísmo, avaricia y de todas las malas pasiones que no reprimimos; sufrimos por todo el mal que hicimos a nuestros semejantes por el olvido de la caridad.”
¡Decid si una doctrina que enseña semejantes cosas es risible, si es buena o mala! No encarándola sino desde el punto de vista del orden social, ¡decid si los hombres que la practicasen serían felices o infelices, mejores o peores!
ALLAN KARDEC.
**********************************
NIÑOS DEL SIGLO 21
Las niños de la actualidad sorprenden por la increíble capacidad de lidiar con artefactos tecnológicos. Asustan a los adultos de más de treinta años que sienten algún tipo de incomodidad delante de la computadora, de botones y m áquinas electrónicas sofisticadas.
Los muchachos de hoy ven en tiempo real lo que ocurre en locales distantes de donde se encuentran y están acostumbrados a conquistas científicas.
Todo eso lleva a que los padres se consideren superados, endiosando a los hijos o considerándolos verdaderos genios.
Por más que actúen con alguna autonomía, las niños de hoy, como los de ayer, sienten necesidad de los adultos para decirles qué hacer y qué no hacer.
Los pequeños genios se encaprichan, patalean e incluso hacen “huelga” para conseguir lo que desean.
Precisan oír un "basta" que interrumpa su diversión con el game cuando llega la hora de las comidas, de bañarse o de ir a la escuela. Necesitan recibir un "no" para regular su rutina y su salud.
Precisa de disciplina. Y disciplina se hace con límites. Es un error tratar a los niños sencillamente como cerebros ansiosos por más y más conocimientos.
Ellos necesitan experiencias afectivas, por lo que no pueden despreciar los juegos con otros niños.
Así como ellos precisan de límites, necesitan de los conflictos con sus amiguitos para aprender a relacionarse con personas y cosas.
Algunos estudios más recientes sobre el aprendizaje señalan que se debe pensar en contenidos intelectuales solamente después de los siete años, cuando los niños consolidan su
estructura neurológica, que los capacita a operar ciertas informaciones.
El desarrollo emocional debe venir antes que el intelectual. Proceder de forma contraria, puede causar problemas como el desinter és por los estudios, con el pasar de los años.
El mundo necesita de hombres capaces de amar, de respetar al semejante, de reconocer las diferencias, de pensar, mucho más que de genios sin moral, fríos y calculistas.
La ciencia, sin sentimiento, ha causado males y tragedias.
Preocupémonos, pues, en atender la búsqueda afectiva de nuestros hijos. Permitamos que ellos convivan con otros niños, que creen juegos, usando su creatividad.
Tratemos de enseñarles, a través de la experiencia diaria, las ventajas del afecto verdadero, abrazándolos, besándolos, valorando sus pequeños gestos, escuchándolos con atención.
El niño aprende lo que vivencia. El hogar es la escuela primera y fundamental. Es allí que se forma al hombre de bien que ampliará los horizontes del amor, en los días futuros, o al tirano de mal genio que piensa que el mundo debe girar alrededor suyo y solamente por su causa.
¿ Usted sabía?
¿Que incluso el niño considerado un genio precisa de cuidados elementales para crecer emocionalmente?
¿Que para convertirse, de hecho, en una persona con la capacidad de crear, producir y disfrutar junto con los otros, el niño necesita de afecto?
Los niños de la actualidad maduran emocionalmente más rápido que los de antaño.
Pero a pesar de ello, siguen teniendo miedo de lo desconocido, alegr ándose con pequeñas cosas, sintiéndose infinitamente tristes por la pérdida de un animal de estimación.
Son todas experiencias importantes para la formación y el aprendizaje emocional del ser humano, y se debe valorarlas en todos sus detalles.
Juan Carlos Mariani-
****************************************
PARA REFLEXIONAR
DIOS está en todas partes, por lo que también está dentro de nosotros y de todas las personas que nos rodean, buenas o malas.
Todo proviene de Dios.
Todo es manifestación divina.
Aun aquello que nos parece un mal o un error, puede ser causa de un beneficio futuro.
Nuestro sufrimiento resulta del desconocimiento de la verdad básica: Dios dirige todos los acontecimientos, porque está en todo.
**********************
El valor del cuerpo
El desconocimiento del tema lleva a muchas personas a pensar que en el Espiritismo el cuerpo material es menospreciado. Al contrario de eso, el cuerpo es valorado como instrumento de trabajo indispensable a la evolución del espíritu.
Condena, sí, el envilecimiento del cuerpo, el apego a él para fines puramente hedonistas. Los que hacen del cuerpo un simple instrumento de placer desvirtúan su finalidad. Por otro lado, los que lo desprecian o lo someten a torturas inútiles, asfixiando sus impulsos vitales en la búsqueda de una superioridad espiritual ilusoria y egoísta, se tornan mezquinos y atentan contra las leyes de Dios.
Los trastornos de la afectividad, los desvíos sexuales, las frustraciones y los impedimentos en el campo genético, en la vida presente, son consecuencias de abusos y comportamientos perversos del pasado, en el plano de la reencarnación.
Quien hoy los soporta está sometido a procesos correctivos indispensables al reequilibrio en las futuras encarnaciones. Dios no castiga. Dios corrige a través de la ley de acción y reacción.
La sexualidad, de la que el sexo es sólo una expresión, es un complejo de potencialidad a disposición del espíritu.
El propio Freud,acusado de pansexualismo en su interpretación del hombre, reconoció la posibilidad de sublimación de las potencialidades sexuales.
El hombre que se esclaviza al sexo lo envilece. El que lo domina, puede sublimar sus poderes criadores, emplearlos en las más firmes realizaciones de la existencia.
Si alguien está impedido de tener hijos, no lo estará de criarlos en los diversos sectores de la actividad humana. Kardec y Amélie Boudet no tuvieron hijos, pero legaron al mundo la doctrina de renovación y recriación de los valores humanos.
El Espiritismo nos hace comprender la razón de las inhibiciones terrenas y la conveniencia de superarlas, en beneficio de nuestro propio equilibrio futuro.
No es el cuerpo el responsable de los trastornos, sino el espíritu, o lo que es lo mismo decir, nosotros mismos, pues no somos cuerpo y sí espíritu.
JOSÉ HERCULANO PIRES
Traducción: Pura Argelich
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
**********************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario