lunes, 9 de enero de 2017

¿ PARA QUÉ SIRVEN LAS RELIGIONES?


                                                                            

                                          EL  PODER DEL ALMA

Todo el poder del alma se resume en tres palabras: - Querer, Saber y  Amar!

Querer, o sea, hacer converger toda la actividad, toda la energía, hacia el
blanco que se tiene que alcanzar, desarrollar la voluntad y aprender a
dirigirla.
Saber, porque sin el estudio profundo, sin el conocimiento de las cosas y de las
leyes, el pensamiento y la voluntad pueden desviarse en medio de las fuerzas
que buscan conquistar y de los elementos a quien aspiran gobernar.
Por encima de todo, es preciso amar, porque sin el amor, la voluntad y la
ciencia serian incompletas y muchas veces estériles. El amor las ilumina, las
fecunda, les centuplica los recursos. No se trata aquí del amor que contempla
sin actuar y sí del que se dedica a esparcir el bien y la verdad por el mundo. La
vida terrestre es un conflicto entre las fuerzas del mal y las del bien. El deber de toda alma valiente es tomar parte en el combate, traerle todos sus impulsos, todos sus medios de acción, luchar por los otros, por todos aquellos que se agitan aun en la vía oscura.
      El uso más noble que se puede hacer de las facultades es trabajar por
engrandecer, desarrollar, en el sentido de lo bello y del bien, a la Civilización, a la sociedad humana, que tiene sus llagas y fealdades, sin duda, más que es rica de esperanzas y magníficas promesas; esas promesas se transformarán en realidad vivaz el día en que la Humanidad haya aprendido a comulgar, por el pensamiento y por el corazón, con el foco de amor, que es el esplendor de Dios.
      Amemos, pues, con todo el poder de nuestro corazón; amemos hasta el
sacrificio, como Juana de Arco amó a Francia, como Cristo amó a la
Humanidad, y todos aquellos que nos rodean recibirán nuestra influencia, se
sentirán naciendo para una nueva vida.
      El hombre, busca alrededor de ti las desgracias a socorrer, los males a curar, las aflicciones a consolar.
      Ensancha las inteligencias, guía los corazones extraviados, asocia las fuerzas y las almas, trabaja para ser edificada la ciudad elevada de paz y de armonía que será la ciudad del amor, la ciudad de Dios. Ilumina, levanta, purifica. ¿Qué importa que se rían de ti?. ¿Qué importa que la ingratitud y la maldad se levanten a tu frente?. Aquel que ama no recula por tan poca cosa; aunque coja espinos y silbidos, continúa su obra, porque ese es su deber, sabe que la abnegación lo engrandece.
      El sacrificio propio también tiene sus alegrías; hecho con amor, transforma las lágrimas en sonrisas, hace nacer en nosotros alegrías desconocidas por el
egoísta y el malo.
      Para aquel que sabe amar, las cosas más vulgares son interesantes; todo
parece iluminarse; mil sensaciones nuevas despiertan en él.
      Son necesarias la sabiduría y la Ciencia, largos esfuerzos, lenta y penosa
ascensión para conducirnos a las altas regiones del pensamiento. El amor y el
sacrificio allá llegan de un solo salto, con un único entrechocar de alas.
      En su impulso conquistan la paciencia, el coraje, la benevolencia, todas las
virtudes fuertes y suaves. El amor depura la inteligencia, engrandece el
corazón y es por la suma de amor acumulado en nosotros por lo que podemos evaluar el camino que tenemos andado hacia Dios.
 Merchita
Extraído del libro de León Denis “El Problema del Ser y del Destino



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                                 Reflexiones  sobre  la  muerte

” En el instante de la muerte a algunos espíritus les resulta fácil separarse de su cuerpo físico. Otros necesitan que los ayuden activamente para la transición. Algunos muy materialistas tienen un periespíritu muy pesado y les será más difícil separarse de su cuerpo físico ya inservible”.
(  Idea  común procedente de diversos espíritus )

Si nos paramos a meditar lo que es la vida y la muerte,  podemos llegar a la  comprensión de que  la  muerte solo es un espejismo o ilusión más, como casi todo lo que nos rodea en el mundo material.
Voy a tratar de  aclarar esta afirmación.   Este suceso natural  que nos afecta a todos los seres vivos de la Naturaleza, considerado  en su más amplio sentido, no existe en realidad; se trata solamente de  una apariencia física en la que muere solo la parte material  del Ser humano, la que los humanos vemos y palpamos, pero no es el Ser en sí mismo, pues el Ser no es materia, solo energía, y la energía no puede morir, si acaso se transforma. Entonces, en realidad el ser querido no murió, no desapareció; si acaso solo su forma física y material con las que se desenvolvía entre nosotros.
La muerte, sin embargo, es causa de dolor y tristeza en las personas que aman al ser querido que ha  fallecido, pues con el Amor se suelen mezclar con  los apegos, y el dolor natural que sienten los que quedan, más que por la muerte del que se ha ido, es por la pérdida  del mismo, al que saben que ya no lo volverán a ver en este mundo; por eso se dice que algo se muere en el alma cuando  alguien querido se nos va, y este algo lo notamos por  la sensación de nostalgia y de tristeza que nos queda a los vivos tras esa  separación natural.
    La muerte sabemos que  solamente supone un cambio en la modalidad de Vida del Ser, porque realmente nada muere: el Ser, como todo en la Naturaleza,  experimenta a lo largo de su historia continuos cambios en sus formas de existir. La Vida del Ser es eterna y en su transformación evolutiva ascendente, atraviesa  múltiples etapas, fases y modalidades.
Hay quien  argumenta en contra de la inmortalidad del alma humana, afirmando que el Ser humano, como todo en la Naturaleza, se destruye y disuelve tras su muerte; sin embargo, ni tan siquiera el cuerpo  de materia podríamos afirmar  que muere, porque el cuerpo  por sí solo no es ningún Ser que pueda finalizar.  Si lo pensamos fríamente, veremos que, al fin y al cabo, el cuerpo carnal es tan solo   una extraordinaria máquina formada por millones de células con vitalidad. Para morir o finalizar algo, primero tiene  existir por sí mismo como entidad propia, y el único Ser o Entidad  que  en realidad existe en el cuerpo carnal, es el Espíritu, y cuando por el proceso de la muerte  abandona  el cuerpo, este  deja de funcionar al desvitalizarse sus células y disgregarse para su reintegración en la Naturaleza,  pero  insisto: no mueren los cuerpos, porque el cuerpo por si solo no es nadie ni es nada, tan solo un montón de carne y huesos sin fundamento de existencia por sí solos, tal vez por eso se desintegran  tras el fenómeno de la muerte, y  la Naturaleza  dispone que se reintegren  al reino mineral  las sales minerales que componían las piezas orgánicas,  de donde un día fueron tomadas a través de  la alimentación  de ese  cuerpo que acompañó al espíritu  durante su andadura  humana.
       La realidad permanente de la muerte del ser humano, nos lleva a reflexionar sobre los por que de nuestra existencia y sobre el sentido que tiene la vida.
    La persona espiritualmente adelantada, vislumbra que en  realidad  existen dos categorías de “muertos”: los que han dejado su vestimenta carnal y los que todavía  están  en este mundo, pero están muertos para la vida espiritual, pues solo viven una vida material como lo hace cualquier animal.  Para el mundo, “muertos” son los que dejaron la carne de su cuerpo, y una vez desaparecido este ,dejando credos religiosos aparte, ya consideran perdido para siempre al Ser que se fue, aunque  no se sabe muy a donde…. Sin embargo para nosotros, como dijo Jesús de Nazaret, muertos son los que viven inmersos en la materia alejados de la primitiva vida del espíritu, que es vivir ligados a la Voluntad Divina y al Amor del Padre.
       Los muertos en este caso son muchas veces las personas que habitan este mundo atrapados en la materia y en los vicios, pero que no están vivos para el Mundo Espiritual., pudiendo ser llamados  “muertos-vivos” y  cuando después de  la muerte del cuerpo dejan la materia, se les podría llamar con razón, los muertos, pues  ya estaban espiritualmente muertos cuando vivían en este mundo, y después continúan muertos también para la vida espiritual, hasta que por misericordia Divina y por imperativos de la ley de Evolución, se les ofrece una nueva oportunidad de existencia terrestre.  Sin embargo los  vivos en cuanto a vivir una vida espiritual de relación con Dios , cuando pasan  al más allá   continúan viviendo plenamente  felices en los planos y mundos  de Luz; a estos  por el contrario se les podría llamar  “vivos-muertos”, o sea muertos aquí, pero bien vivos y felices allá, en la otra dimensión.
       Por lo analizado en el punto anterior, ya comprendemos que el sentido básico de nuestra vida es el de aprender y madurar espiritualmente con la experiencia de cada día y esto  lo hacemos inmersos en la Ley de Consecuencias, cosechando de aquello que antes sembramos voluntariamente  mientras con nuestras actuaciones de ahora,  vamos a su vez  sembrando el bien o los errores que deberemos continuar  cosechando en el futuro.
       De lo expuesto se deduce que tiene mucha más importancia el mantener una vida espiritual consciente y  provechosa , haciendo el bien a los demás , evolucionando y aprendiendo cada vez más lo que afecta al espíritu , y sobre todo esforzándonos por ser cada vez mejores personas, aceptando la Voluntad Divina del Padre, plenos de Su Amor,  en lugar de una vida a semejanza con cualquier ser del reino animal, apegados al medio físico y a todo lo que sea material, sin otro horizonte que satisfacer las apetencias  corporales para esta vida  que el medio físico nos reclama.
        En la medida en que la Humanidad vaya teniendo más claro  este tema tabú de la muerte, tan importante y trascendente,  el temor a la misma se irá perdiendo.
       El experimentar nostalgia por la separación de los Seres queridos  es humanamente normal y natural , porque las separaciones de seres queridos siempre duelen,  pero eso no justifica la desesperación,  porque el conocimiento espiritual o la fe religiosa  nos  deben aportar  la seguridad y la  certeza de que antes o después habrá un reencuentro con el  Ser que se fue primero .
- Jose Luis Martín-


    “Es mejor el día de la muerte que el día del nacimiento”
                 - La Biblia (Eclesiastes 7:1)-
                                           
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   ¿Para qué sirven las religiones? 

A veces las personas dicen que viven muy bien sin estar vinculadas a ninguna creencia. Que la religión no les hace falta. Por ello, no asisten a ningún culto o templo, no se involucran en esas cuestiones, como afirman. 
Verificamos que, mientras todo va bien, la vida es vivida con abundancia. El empleo está garantizado, el sueldo es bueno, la familia sigue sin dificultades. 
Los hijos están en la escuela, algunos ya conquistaron la alegría de pasar la prueba de acceso y asisten a la universidad. Sin embargo, la vida en la Tierra pasa por fases. Nada es permanente, incluso porque vivimos en un mundo de cosas transitorias. De esa forma la salud que hoy nos abraza, mañana podrá emigrar a estancias lejanas. 
Los amores que comparten con nosotros las alegrías del hogar pueden ser los pasajeros que abandonan la nave Tierra, muchas veces de forma intempestiva y trágica. 
Estamos paseando tranquilos y, de repente, un accidente puede obstaculizar nuestra libertad de movimientos físicos para el resto de nuestros días. 
Nos sentimos muy bien disfrutando los días en el trabajo, con los amigos, en el entretenimiento y, de repente, una enfermedad nos sorprende llenando de sombras los meses futuros. 
Cuando esos hechos ocurren y no disfrutamos del amparo de una creencia en la verdadera vida, en la inmortalidad del alma, en la existencia de un Dios justo y bueno; cuando todo lo que estaba bueno se vuelve malo, como si fuera una acumulación de lo que llamamos desgracias; aquellos que no hemos tenido esclarecimiento sobre los objetivos de la vida en la Tierra y vivíamos como si hubiese perennidad en este mundo, nos sentimos sin suelo bajo los pies. 
Entonces, la desesperación se convierte en nuestra compañera constante, porque no conseguimos aceptar la separación de un ser querido arrebatado por la infame llamada muerte. Si nos acordamos de Dios en esos momentos es para quejarnos y rebelarnos contra Él, porque el dolor es inmenso, casi insoportable. 
Cuando un diagnóstico que nos habla de la muerte inminente nos sorprende, cuando nuestras posibilidades de amplia libertad se ven limitadas, todo se vuelve oscuro. 
Es para esos momentos que la religión se hace importante. La religión que esclarece que todos fuimos creados por el Amor de un Dios Padre, todo justicia y misericordia. 
Que somos Espíritus en tránsito por un cuerpo carnal, con los días contados sobre la faz del planeta. Que nuestro objetivo es progresar y que, para ello, contamos con dolores y dificultades que ponen a prueba nuestra fortaleza. 
Es en esos momentos que la oración, que aprendimos a pronunciar en alabanza y gratitud a ese Padre, se convierte en un ruego. 
Nuestro dialogo con Él no es de revuelta ni rebeldía, es la conversación del hijo con el Padre demandando fuerzas. 
Conscientes de que a cada uno le es dado según sus obras, guardamos la certeza de que existe un motivo grave para que el sufrimiento nos envuelva, sea cual sea la forma en la que se presente. 
Es para eso que sirve la religión. La que esclarece el porqué de encontrarnos en este planeta, que nuestra estancia aquí es pasajera, que luego nos adentraremos, nuevamente, en el mundo espiritual de donde hemos venido. Y entonces diluiremos la añoranza en el reencuentro con todos los amados que se fueron antes. Allí llegaremos también con la palma de la victoria de quien supo vencer el dolor, la enfermedad y la muerte con el honor del hijo que confía. 
Pensemos en eso y agradezcamos a Dios la bendición de la fe que conduce nuestros días y de la religión que ilumina nuestra conciencia. 

Redacción del Momento Espirita.

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MUNDOS SUPERIORES Y MUNDOS INFERIORES                   

 En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes que las de la Tierra. La forma del cuerpo es siempre, como por todas partes, la forma humana, pero embellecida, perfeccionada y sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre y por consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos, más delicados, tienen percepciones que lo grosero de los órganos sofoca en este mundo; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se deslizan, por decirlo así, por la superficie, o se suspenden en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de su voluntad, así como se pintan los ángeles y como los antiguos representaban a los manes en los Campos Elíseos. Los hombres conservan a voluntad los rasgos de sus emigraciones pasadas y aparecen a sus amigos tal como les conocieron, pero iluminados por una luz divina, transfigurados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos, demacrados por los sufrimientos y por las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
    La poca resistencia que ofrece la materia a los Espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea más rápido y la infancia corta o casi nula; la vida, exenta de inquietudes y de angustias, es proporcionalmente mucho más larga que en la Tierra.       En principio la longevidad es proporcional al grado de adelantamiento de los mundos.       La muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición; lejos de ser un motivo de espanto, es considerada como una transformación feliz, porque la duda sobre
el porvenir no existe. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia compacta, irradia y goza de una lucidez que la coloca en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.
     En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo,siempre amigables, nunca se turban por la ambición de dominar a su vecino, ni por la guerra consecuencia de aquella. Allí no hay ni señores, ni esclavos, ni privilegios de nacimiento; sólo la
superioridad moral e inteligente establece la diferencia de las condiciones y de la supremacía, La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al mérito y porque siempre se ejerce con justicia.
    El hombre no procura elevarse sobre el hombre, sino sobre sí mismo, perfeccionándose. Su objetivo es alcanzar el rango de los Espíritus puros, y este deseo incesante no es un tormento sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a igualarles. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana se encuentran allí aumentados y purificados;los odios, los celos mezquinos y las bajas codicias de la envidia son desconocidos; un lazo de amor y de fraternidad reúne a todos los hombres, y los más fuertes ayudan a los más débiles. Poseen más o menos según lo que han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
    En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; en los mundos superiores, esos contrastes no son necesarios; la eterna luz, la eterna belleza, la eterna serenidad del alma, proporcionan una eterna alegría que no es turbada ni por las angustias de la vida
material, ni por el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto es lo que el espíritu humano tiene más dificultad en comprender, pues,siendo ingenioso para pintar los tormentos del infierno, nunca pudo representarse los goces del cielo. Y eso, ¿por qué será? Porque siendo inferior sólo soportó penas y miserias, y no entrevió los esplendores
celestes; sólo puede hablar de lo que conoce; pero, a medida que se eleva y se depura, el horizonte se ilumina, y comprende el bien que tiene ante sí, como comprendió el mal que dejó atrás.
     Sin embargo, estos mundos afortunados no son mundos privilegiados, porque Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y las mismas facilidades para alcanzarlos; a todos hace partir de un mismo punto, y no dota
a unos más que a otros; las primeras posiciones son accesibles a  todos: a ellos corresponde conquistarlas por medio del trabajo, alcanzarlas lo más rápido posible, o arrastrarse durante siglos y siglos en las clases bajas de la Humanidad. (Resumen de la
enseñanza de todos los Espiritus Superiores)
ALLAN KARDEC
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO


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              ACCIÓN DE LA POTENCIA CREADORA SOBRE EL FLUIDO UNIVERSAL

Del mismo modo que los fenómenos de incorporación nos inician en las leyes profundas de la psicología, la reconstitució n de las formas de espíritus va a familiarizarnos con los estados menos conocidos de la materia. Al mostrarnos la acción que la voluntad puede ejercer sobre los imponderables, nos descubrirá los más íntimos secretos de la creación, o mejor aún, de la eterna renovación del Universo.
Sabemos que el fluido universal o fluido cósmico etéreo representa el estado más simple de la materia; es tan grande su sutileza que escapa a todo análisis. Y no obstante, de este fluido proceden, mediante condensaciones graduales, todos los cuerpos sólidos y pesados que constituyen el fondo de la materia terrestre. Estos cuerpos no son tan densos ni tan compactos como a primera vista nos parece; son atravesados  con la mayor facilidad por toda clase de fluidos, y aun los mismos espíritus los atraviesan sin dificultades. Éstos, por la concentración de su voluntad, ayudados por la fuerza psíquica, pueden disgregarlos, disociar sus elementos, volverlos al estado fluídico, trasladarlos y reconstituirlos luego en su primer estado. Así se explican los fenómenos de traslación de objetos materiales a través de obstáculos materiales también.      Recorriendo estos grados sucesivos de rarefacción, vemos a la materia pasar del estado sólido al líquido, de éste al gaseoso y finalmente al fluídico.   Los cuerpos más duros pueden de este modo volver al estado  invisible y etéreo.   En sentido inverso, también el fluido más sutil  puede cambiarse, gradualmente, en un cuerpo opaco y tangible.  
    La Naturaleza entera nos demuestra el encadenamiento de las transformaciones que conducen a la materia desde el estado etéreo más puro al más grosero estado físico.
A medida que se verifica y se hace más sutil, la materia va adquiriendo propiedades nuevas, fuerzas de una intensidad creciente. Los explosivos, las radiaciones de ciertas substancias, la potencia de penetración de los rayos catódicos, la acción a grandes distancias de las ondas Hertz, nos dan de ello abundantisimos ejemplos, llevándonos a considerar el éter cósmico como medio en que la materia y la energía se confunden, constituyendo el gran foco de las actividades dinámicas, la parte de las fuerzas inagotables que la voluntad divina dirige y de donde surgen en ondas incesantes las armonías de la vida y el pensamiento eternales.     
¡Pues bien!  y aquí la cuestión va a tomar una no esperada amplitud, la acción ejercida por la potencia creadora sobre el fluido universal para dar vida a sistemas de mundos, vamos a encontrarla en manifestaciones más modestas, aunque sometida a leyes idénticas, en la acción del espíritu reconstituyendo las formas pasajeras que han de establecer, a los ojos de los hombres, su existencia y su identidad.       
Las mismas nebulosas, agregados de materia cósmica condesada, germen de mundos, que nuestro telescopio nos muestra en el fondo de los espacios, van a aparecer también en la primera fase de las materializaciones de espíritus.  Por este camino vemos cómo la experimentació n espirita nos conduce a las más amplias consecuencias.  La acción del espíritu sobre la materia puede hacernos comprender de qué modo se elaboran los astros y se desenvuelve la obra gigantesca del Cosmo.
LEÓN DENIS

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