domingo, 21 de septiembre de 2014

¿ Qué es un sensitivo ?


                    ¿ Qué es un Sensitivo ?

Es una persona de gran sensibilidad nerviosa y psíquica que le capacita para desarrollar determinada clase de mediumnidad. Al medium también se le llama por este motivo, sensitivo.
El sensitivo puede serlo hasta el punto de desarrollar una mediumnidad, y se caracteriza porque es capaz de percibir la presencia de Espíritus cerca de él , como una impresión mas o menos clara o vaga, general o local. Asimismo el sensitivo cuando lo es en grado mas avanzado, puede captar la clase de energías psíquicas que le rodean.
Fue Allán Kardec, el codificador de la Doctrina Espírita quien empleó la denominación “mediumnidad” por ser la mas adecuada a la función a que se refiere. El afirmó que “ toda persona que siente en un grado cualquiera la influencia de los Espíritus, es por eso mismo un médium.”
Todos los seres humanos en mayor o menor medida tenemos cierto grado de desarrollo de sensibilidad psíquica de carácter mediúmnico, o que se puede transformar en una mediumnidad propiamente dicha . Por eso todas las personas somos médiums mas o menos incipientes o desarrollados, porque todos tenemos cierto grado de sensibilidad psíquica, lo que nos hace sentir, aunque no siempre comprender, las influencias de los Seres del Plano Espiritual , que habitualmente tenemos mas cerca de nosotros de lo que pensamos , y que nos suelen influir mucho más de lo que nos imaginamos, para bien o para mal.
Por lo dicho vamos a diferenciar al médium propiamente dicho como canal transmisor de otro espíritu , del sensitivo como persona con capacidad psíquica para desarrollar una mediumnidad, pero que no siempre la ha desarrollado; sin embargo sí poseen capacidad para detectar y desarrollar energías psíquicas por sí mismos con las que percibir ciertas informaciones de origen “paranormal”, o sea, no percibidas normalmente a través de los sentidos físicos. Así podemos decir para diferenciar, que todo médium es sensitivo, pero que el sensitivo no siempre es médium.
El médium lo es siempre por un motivo de carácter espiritual, cual es el apoyar y ayudar a otros seres espirituales, tanto a humanos en este mundo, como a espíritus desencarnados. En todos los casos, la disposición psíquica y neurológica de estas personas extremadamente sensibles, determina el que la facultad de la clase que sea, se manifieste de modo mas o menos evidente.
La facultad sensitiva de carácter mediúmnico está dentro de lo natural y no es algo que se pueda aprender, aunque cuando se posee sí se debe educar y encauzar debidamente para obtener de ella buenos resultados bajo la dirección de algún Centro Espírita con miembros experimentados en el uso y buen manejo de estas facultades.
A veces se ha dado el caso, de personas, que llevadas por una desinformación sobre el tema, han venido a confundir a los mediums con parapsicólogos. El parapsicólogo es la persona que estudia o experimenta la parapsicología, que entre otros diversos fenómenos llamados paranormales, también estudia el de la mediumnidad , reconociéndola como fenómeno en la que intervienen inteligencias no visibles o espíritus. Se puede ser realmente parapsicólogo y médium, o cualquiera de las dos cosas sin poder calificarse de la otra. El Espiritismo, sin embargo, si tuvo claro desde sus comienzos este tema, que fué estudiado a fondo por Allan Kardec, apoyado en las informaciones que recibió desde el mundo espiritual, precisamente a través de diversas mediumnidades que colaboraron con él.

- José Luis Martín -
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La providencia ayuda a quienes ayudan al prójimo”

-Rudyard -Kipling

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Decisiones
Nelson Oliveira e Souza

Nuestra vida es una secuencia infinita de decisiones.
A cada instante, para vivir, cada uno de nosotros tiene que tomar decisiones, con variados grados de importancia, que pasan a modelar nuestro comportamiento de forma significativa, generando consecuencias para los otros y para nosotros mismos, automáticamente, pues el hombre no vive de forma aislada, pero si en sociedad, con dependencia de unos para con los otros.
Es el uso del libre albedrío, de la libertad de vivir, que Dios sabiamente nos concede.
El acto decisorio está íntimamente conectado, a las elecciones selectivas que hacemos en las acciones de cada segundo.
Involucra pequeñas y grandes cosas como, por ejemplo, decidir el tipo de alimento que vamos ingerir diariamente; el tipo de transporte que vamos a utilizar para irnos de casa para el trabajo (autobús, taxi, tren o metro), o si vamos o no, a cazar con esta o aquella persona; si vamos optar por esta o aquella carrera profesional, y así por ejemplo.
Tomada la decisión, elegido lo que vamos hacer, solamente nos resta aguardar las consecuencias de nuestros actos, en su debido tiempo.
Algunas decisiones son tomadas casi que instintivamente y ni siquiera nos enterarnos que estamos decidiendo, o sea, haciendo una elección.
Otras veces, la decisión es compleja y por eso mismo, causa en nosotros preocupaciones serias, pudiendo causar stress y no raras veces depresión, por no conseguir descubrir, de inmediato, cual es la mejor decisión.
El libre albedrío nos es concedido por Dios, como una verdadera dádiva, pero la utilización de esa libertad de vivir tiene que si fundamentar en decisiones responsables, o sea, nadie tiene el derecho de perjudicar nadie y de esa forma, la libertad de acción que todos poseemos, no es totalmente absoluta, muy por el contrario, es relativa, poniendo limites que necesitan ser bien visualizados.
Esas barreras divisorias están colocadas en la posición exacta en donde los derechos de una persona terminan y los derechos de sus semejantes empiezan.
Siempre que esos límites de libertad son invadidos, acabamos perjudicando a alguien, consciente o inconscientemente y por la ley de justicia divina, pasamos a ser infractores, delante la armonía del Universo, condición que tendrá que ser reparada, oportuna y convenientemente, para que la ley de causa e efecto se cumpla.
De ahí una de las razones del dolor y sufrimiento aquí en la Tierra, ya que no son eternos, pero exactamente proporcionales a los dolores y sufrimientos que hemos causado a nuestros semejantes.
Allan Kardec explica en el libro EL CIELO Y EL INFIERNO, que los deslices que cometemos, crean como manchas en el Espíritu, de mayor o menor intensidad, de acuerdo con la extensión del mal que creamos.
Solo hay un medio de borrar estas manchas del Espíritu; el cual está compuesto de tres etapas fundamentales: Arrepentimiento, Expiación y Reparación.
El primer paso es el arrepentimiento sincero, esto es, el reconocimiento de que hicimos algo errado. Esta fase del proceso es importantísima, pues significa que el discernimiento entre el bien y el mal ya existe. Hay personas que, infelizmente, practican el mal, pensando que están haciendo un bien. Estas personas todavía no despiertan la conciencia para distinguir correctamente, el bien del mal. Es nuestro deber supremo practicar, única y exclusivamente el bien, pero si, por cualquier motivo, no pueda realizar el bien, jamás debemos practicar el mal.
La depuración en cuanto a los errores cometidos, empiezan con el arrepentimiento.
Pero solo el arrepentimiento, no es suficiente para borrar la mancha creada por el error cometido. Es necesario pasar por la expiación, esto es, sufrir conforme hicimos nosotros sufrir.
Es verdad que esta fase del proceso puede ser atenuada, después que el infractor la practique, por libre y espontánea voluntad, usando la  Caridad, en beneficio de sus semejantes, anulando para eso, su propio egoísmo, lo que no siempre es tarea fácil.
Llamamos la atención por otro punto especial, pues podría parecer que el arrepentimiento, seguido de la expiación de las faltas, fuese suficiente para librarnos de los estragos que causamos con nuestros errores. Y no es así.
Es necesaria una tercera y ultima etapa: la reparación, que consiste en nosotros hacer el bien, a quien hicimos el mal. Solo después que pasamos por tal procedimiento es cuando conseguimos librarnos totalmente de los nudos de nuestros errores.
Por lo tanto, usar mal el libre albedrío, es decidir de forma equivocada, no es un buen negocio, pues las consecuencias para el Espíritu son desastrosas, exigiendo mucha comprensión, determinación, coraje, fuerza de voluntad y resignación, además de disponer de mucho tiempo para la realización de las tres etapas signadas: Arrepentimiento, Expiación e Reparación.
Autor: Nelson Oliveira e Souza - Presidente do CETJ
Fonte: O Mensageiro
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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LA EVOLUCIÓN DEL ESPIRITISTA


En algunas ocasiones he encontrado algunas dificultades, en muchas personas, a la hora de aceptar otros conocimientos que no sean los establecidos dentro del Espiritismo.
Hace años me era difícil comprender porque, algunos que estudian el Espiritismo, eran reacios a asimilar otros conocimientos más allá de los expuestos en las obras clásicas.
Una vez alguien me dijo: “Si no somos capaces de poner en práctica los conocimientos elementales de la doctrina de Kardec ¿por qué debemos aceptar otros nuevos?” Este razonamiento es totalmente absurdo.
Cuando Jesús vino a enseñar un nuevo concepto de Dios, una nueva ley espiritual, hacia varios milenios que Moisés había enseñado sus famosas leyes.
Pero ¿todo el mundo ponía en práctica estas leyes? Evidentemente que no. Matar, robar, mentir, el adulterio estaban tan a la orden del día hace 2.000 años, como ahora y, sin embargo, la Providencia no ha esperado a que todos los humanos acaten un concepto espiritual para aportar otro nuevo.
Además, si el Espiritismo es considerado como una ciencia, es preciso pensar entonces “¿qué ciencia se estanca en unas investigaciones, en un tiempo, en un investigador, en unos conocimientos y no desarrolla otros nuevos ni se actualiza sabiendo que no todos la utilizan como deben?”
La gente comete atropellos por doquier en nombre de la ciencia. Fueron científicos los que crearon la bomba atómica, fueron científicos los que desarrollaron la guerra química. ¿Cuántos médicos han cometido todo tipo de abusos y tropelías haciendo mal uso de la medicina? Y, sin embargo, las ciencias no se han detenido a pesar de estos pésimos ejemplos.
Porque en el mundo ha habido científicos de frontera, investigadores que gracias a su trabajo, han ido más allá de lo establecido, más allá de la ortodoxia.
De lo contrario después de 60.000 años seguiríamos viviendo en cuevas como en la Prehistoria.
Pero gracias a estos científicos de mente abierta, a estas mentes preclaras, que rompieron una lanza a favor de encontrar nuevos horizontes sin menospreciar lo establecido, es que las ciencias han evolucionado y todos nos hemos beneficiado.
De hecho hubo un cisma entre las practicas espiritas hasta entonces practicadas y la nueva ciencia y filosofía que Kardec aportó.
Arthur Conan Doyle, llamó a ese cisma con dos apelativos distintos: Espiritismo Antiguo, que abarca a todas las manifestaciones y practicas invocatorias realizadas y conocidas hasta ese momento, y Espiritismo Moderno, a la ciencia, filosofía y doctrina que comenzó a partir de entonces. Incluso muchos lo llamaron El Nuevo Espiritualismo.
Es decir, que ya en aquel tiempo se abrazó una nueva espiritualidad tildada y nadie le molestó que le añadieran los apelativos de “Moderno” o “Nuevo”.
Si lo pensáis bien, el mismo Allan Kardec fue un pionero, una mente preclara, un adelantado a su tiempo que rompió moldes y esquemas yendo más allá de lo conocido y establecido con referencia a las manifestaciones espirituales.
Aportó nuevos conceptos de la vida espiritual, impensables en aquel tiempo.
Y por ello se creó numerosos enemigos.
No es que Kardec no fuera un ejemplo de virtudes, por su puesto que si.
Todos deberíamos aprender de su empeño, honestidad, espíritu de sacrificio, valentía, conocimientos… admirar muchas de sus cualidades, imitarlas, adquirirlas.
Pero una cosa es seguir las virtudes de un hombre y otro estancarse en su pensamiento y obra.
Por eso mismo yo prefiero seguir su ejemplo, no su estela que no es lo mismo. De lo contrario iría a remolque de su figura y no es que eso este mal pero su ejemplo nos convierte en espiritistas de frontera, en investigadores de la ciencia espírita extrayendo lo que no está escrito, ni establecido, ni muchas veces admitido para los que no ven más allá de lo que admiten como oficial y ortodoxo.
Ved un ejemplo. Un médico dedicado a la investigación de los agentes patógenos.
Su más admirado es Luís Pasteur, descubridor de la Penicilina.
Lo admira, lee todas sus obras, las divulga por doquier, lo cita constantemente, le rinde homenajes. Pero como científico sabe que no puede pasarse la vida aferrándose a la penicilina, como único medicamento válido para luchar contra las enfermedades. Porque la ciencia ha descubierto también otras sustancias, otros remedios.
Cuando os enfermáis y os sentís mal o incluso peligra vuestra vida, por mucho que admiraseis a Pasteur, a Mari Curie, a Thomas Alba Edison no se os ocurriría pedir que os administraran sus descubrimientos por mucho que fueran reconocidos antaño y que hicieran un bien a la humanidad. Diríais con toda premura: “Ponedme lo último que haya salido, aplíqueme las técnicas más novedosas” y seguramente no os importaría probar con ciertos medicamentos experimentales
Si vierais peligrar vuestra vida.
¿Quien diría estando desesperado que le visitara el médico egipcio Imhotep para efectuarle una trepanación o ser operado por el anatomista y cirujano griego Herófilo de Calcedonia?
¿Quien se aferra hoy en día a la medicina de Hipócrates, Galeno de Pérgano o del romano Aulio Cornelio Celso?
¿Dejarías que el famoso médico árabe Al-Razi que fue el primero en identificar la viruela y el sarampión os hiciera una sangría como en tiempos de la Edad Media?
No todas las personas sienten tanta necesidad en su espíritu, para buscar esas novedades, esos revolucionarios adelantos, esas innovaciones del alma y del espíritu, esa sed de conocimientos y de renovación constante.
En todo ello hay un problema crucial. Los que siguen la estela de otros, se convierten en seres que van a remolque. Sí, cumplen con los preceptos, viven bajo la filosofía de la doctrina, pero olvidan que un verdadero iniciado tiene otras labores que realizar, otros recursos que desarrollar, más allá de lo fundamental.
De lo contrario si todos fuésemos a remolque ¿qué sucedería? Pues que el Espiritismo se convertiría en una religión, una ciencia o una filosofía estancada como las demás.
Y entonces la llamaríamos Kardecismo, porque no saldríamos de los preceptos de Kardec, no admitiríamos más que lo que dijo, estudio, investigo este ilustre pensador, padre e iniciador del pensamiento espírita moderno.
Igual que otras filosofías como el Budismo de Buda, el Mesmerismo de Mesmer, Marxismo de Marx… Ninguna ciencia se la define por el nombre de nadie.
Decimos Química, Física, Matemáticas, Astronomía. Pero nunca decimos Neutonismo, ni Einstenismo, ni Curieismo, ni Freudidismo… porque la ciencia está por encima de cualquier descubridor, inventor o investigador ya que los contempla a todos como medios bajo los cuales estas disciplinas han evolucionado.
La ciencia espiritual es igual. El Espiritismo es una realidad que ha llegado a nuestros días gracias a una serie de personas que a lo largo de la historia lo han extendido, practicado, desarrollado y perfeccionado, no solo su codificador.
Platón hablaba de las mesas parlantes en la Grecia clásica, la maga del Valle de Endor, es conocida por sus trances con el Rey Saúl, las hermanas Fox popularizaron el Espiritismo en Estados Unidos, con el famoso caso del buhonero y Allan Kardec, junto con un elenco de pensadores e investigadores lo modernizaron dándole un cuerpo de doctrina a finales del siglo XIX.
¿Y después que? ¿Terminó este curso evolutivo del Espiritismo? ¿No hay más que añadir, que descubrir, que perfeccionar, que complementar?
Si es así, no tiene sentido llamarlo ciencia, porque una ciencia está constantemente en movimiento, evolución, investigación.
Y ¿que me decís del termino con el que más se le conoce? codificador.
Una codificación es la formación de un cuerpo de leyes metódico y sistemático.
En este caso la codificación del Espiritismo responde a la formación de un cuerpo de doctrina que reúne las leyes y principios divinos.
Ahora bien; ¿se encuentran todas las leyes, todos los principios y todos los conocimientos espirituales en las obras de Kardec?
Naturalmente que no.
Kardec inicio la codificación, le toco el trabajo más duro, más difícil, más sufrido: la iniciación de un movimiento y la formación de sus fundamentos y principios.
A la humanidad le toca completar esta codificación a través del tiempo. El Espiritismo nos abre la visión del mundo espiritual. Un mundo que es ilimitado en todos los elementos, fuerzas, saber y criaturas que lo pueblan. Su estudio, descubrimiento y aplicación en la vida humana es bastísimo y todo aquél que profundice en él, extraerá nuevos elementos, nuevos conceptos, nuevas realidades, nuevos enfoques.
Pero se logrará, como os digo, siempre y cuando se profundice sobre el, haciendo un ejercicio, un esfuerzo, un trabajo  interior.
De lo contrario leyendo y aferrándose a unas obras, sin admitir nada más, es imposible acercarse a esas nuevas realidades, a esos nuevos elementos y conocimientos.
Por otra parte cabe preguntarse ¿que empuja al Espiritismo a evolucionar?
Lo mismo que utilizó su codificador, Allan Kardec, para actualizarlo: las comunicaciones mediúmnicas y los trabajos de investigación de los pensadores de frontera.
¿Creéis que los seres desencarnados no tienen nada nuevo que añadir, instruir y enseñar a los humanos de cada tiempo? Por supuesto que sí. Pero lógicamente no lo harán con todo el mundo, no lo harán en todas partes porque no todos los seres humanos se encuentran en la misma posición evolutiva de comprensión y lucidez. Si no los descubrimientos de las ciencias se hubieran hecho simultáneamente en todos los investigadores y todos los rincones del mundo.
Y no ha sido así. Sólo en aquellos que han abierto su mente a nuevas realidades, que han aceptado como posible lo imposible de concebir por parte de la mayoría, los que han ahondado para buscar más, son en quienes se relevan las fuerzas del mundo invisible para dar una nueva información, un nuevo conocimiento, el descubrimiento de una nueva realidad espiritual.
¿Sabéis cual es la razón por la cual el ser humano se aferra tanto a los ídolos, a las figuras, a los iniciadores? Por el miedo. No saben ir de la mano solos para buscar más allá de lo conocido. No han encontrado todavía la valentía, el arrojo y el coraje de aventurarse en la vida para ir más allá.
Tal y como nos dejó el ejemplo de célebres figuras como Allan Kardec.
Tomad un grupo de niños y dejadlos en un lugar desconocido. ¿Cuántos de ellos dirán: “veamos que hay más allá de este lugar, investiguemos, exploremos los alrededores a ver que encontramos”?
Sólo unos pocos valientes. Los demás al sentir miedo permanecerán quietos en el lugar donde los han dejado, porque es un punto conocido donde piensan que están a salvo.
Ved pues, mis queridos hermanos, que toda esta cuestión es sólo algo que tiene que ver con la sana ambición de explorar la vida espiritual, de investigar los misterios de la vida.
Ello no supone un desprecio por los que antaño nos marcaron una dirección a seguir. Todo lo contrario, se les hace más  dignos si seguimos su ejemplo.
Pero todo esto es imposible hacerlo si os quedáis siempre en el punto de partida.
Os deseo a todos paz, amor y progreso.
 Hermano Francisco
 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta


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