jueves, 18 de septiembre de 2014

MORAL ESPÍRITA


                                       
             
                                                             MORAL ESPÍRITA

La moral en el Hombre es la base primordial para que su pase por la vida sea un éxito. Son muy dificiles los tiempos que corren, y en sus pasiones el hombre se aleja cada día más  de Dios, careciendo de alimento espiritual, con el que dar una dirección a su vida, tomando caminos equivocados para lograr la felicidad y la paz.
Es necesario cristianizar a la Humanidad. La Doctrina Espirita exponiendo la verdad de las cosas, de la vida y de Dios, hace reflexionar al hombre  acerca de  la Verdad y construir en el bien de todos, para que en nombre de Jesús, haga  el hombre en la Tierra un sistema exento de fanatismo y de negación.
El Espiritismo que es rechazado por muchos, tanto por la Ciencia como por la Religión, ha traído en el momento oportuno importantes y nuevos  conocimientos, aportando a ambos el eslabón de unión que les faltaba, gracias al cual se pongan de acuerdo y se presten mutua colaboración, ya que si es verdad que la Religión no puede ignorar los hechos naturales  comprobados por la Ciencia, sin desacreditarse, jamás llegaría  a completarse  si continuase rechazando al elemento espiritual.
Gracias al  Espiritismo, se empieza a reconocer que el hombre, criatura compleja, formada de cuerpo y alma, no sufre solo las influencias del medio físico en el que vive, como puede ser, el clima, la alimentación, la tierra etc.…Sufre también las influencias  de la psicoesfera terrena, es decir, de las entidades espirituales – buenas o malas – que habitan en el planeta (los llamados ángeles o demonios) los cuales interfieren en su comportamiento ostensiblemente.
Por el Espiritismo sabemos que el alma es un ser individualizado, revestido de una sustancia quintaesenciada, que pese  a ser imperceptible a nuestros sentidos groseros, es posible,  cuando está encarnada, de ser afectada por las enfermedades,  por los traumatismos orgánicos, tanto  en la indumentaria de la que se sirve durante la existencia humana, ocasionándoles, con sus emociones, disturbios funcionales e incluso lesiones graves, como lo testifica la psiquiatría moderna  con la medicina psicosomática.
Tanto la Ciencia Verdadera como la Verdadera Religión, siendo expresiones de la misma Verdad Divina, se deben dar la mano, apoyándose  recíprocamente, de manera que el progreso de una  sirva para fortalecer a la otra, y, juntas,  ayuden al hombre a realizar los grandes y gloriosos destinos para los cuales fue forjado.
La Verdad para ser útil, necesita ser revelada de conformidad con el grado de entendimiento de cada ser. Los que han alcanzado un apreciable desarrollo espiritual, muchas creencias y ceremonias religiosas vigentes, les parecían absurdas. Todas  tienen su valor, ya que satisfacen  a la necesidad de un gran número de almas sencillas  que aun se apegan a ellas y en ellas encuentran su camino hacia Dios.
Esas almas sencillas no están al margen de la Ley del Progreso y, tras una serie de nuevas existencias, tiempo vendrá en el que también se liberarán de creencias populares y supersticiosas para  regirse por principios filosóficos  más avanzados.
Pablo de Tarso en su primera epístola al comprender esto (13:11) se expresó  de la siguiente forma:
“Cuando yo era niño, hablaba como un niño; cuando llegué a hombre, desaparecieron las cosas de la niñez”.
Kardec instruido por los Espíritus del bien, nos dijo que en todas las épocas  y en todas las partes de la Tierra siempre hubo profetas  (hombres de bien) inspirados por Dios para auxiliar en la marcha evolutiva a la Humanidad.
El hombre estudioso sabe que no hay ningún sistema antiguo de filosofía, ninguna tradición, ninguna religión, que sea despreciable, pues en todas hay gérmenes  de grandes verdades que, aunque parezcan contradictorias entre sí, dispersas   en medio de accesorios sin fundamento, están perfectamente coordinadas, gracias a la explicación que el Espiritismo da a una inmensidad de cosas que hasta ahora parecían sin razón alguna, y cuya realidad está irrecusablemente demostrada.
Siendo Dios la perfección absoluta, desde la eternidad “siempre reveló  lo que es perfecto”, pero los recipientes humanos de la antigüedad recibieron  imperfectamente  la perfecta Revelación de Dios, debido a la imperfección de esos humanos recipientes, ya que todo es recibido según el  recipiente. Si metemos en el océano  un dedal obtendremos no la plenitud del océano, sino la diminuta fracción que puede contener la cavidad del dedal. El recipiente no recibe  según la medida  del objeto, sino según la medida del sujeto. Si el sujeto recipiente amplia su espacio, su receptividad, recibirá mayor cantidad del objeto.
Entre la época de Moisés en la que fue escrito el pentateuco y en la de Juan que escribió el Apocalipsis, transcurrieron siglos y siglos, durante los cuales la humanidad progresó, se civilizó y se sensibilizó, aumentando con ese progreso  constante e infinito, esa revelación, que necesariamente debe ser ininterrumpida y eterna, no pudiendo usar de hecho después de la Biblia, el Antiguo Testamento y aún la Humanidad debía ser preparada para un nuevo avance, Cristo surgió proclamando “Sed perfectos, porque perfecto es vuestro Padre Celestial.”
El hombre ha de cultivar su alma ya que esta es una perla de gran precio y para ello ha de lograr la auto-realización espiritual, perfeccionando al propio ser  y con ello encontrará la plenitud de la paz  y de la alegría con la que todos soñamos.
Jesús en un dialogo amoroso con sus discípulos trata de animarles y les dice que todo aquel que le ame, guarde sus mandamientos y que Él rogaría al Padre para que mandase a la Humanidad , “a sus hermanos” otro Consolador, para que quede con nosotros eternamente  El Espíritu de la Verdad, a quien el mundo  no puede recibir, porque no lo ven ni lo conocen, sus apóstoles  lo recibieron y quedó  entre ellos. El Consolador, que es el Espíritu Santo, les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que El les había dicho”. Después de darles instrucciones, los exhortó a la práctica del amor universal.
El Consolador personifica una doctrina eminente consoladora, que en época oportuna, vendría a traer a los hombres consuelos, y esa nueva doctrina solo puede ser el Espiritismo, porque solo él, en su triple aspecto de ciencia, filosofía y religión, posee condiciones para realizar todas las promesas del Consolador.
Al mismo tiempo que el Espiritismo explica y desarrolla todo lo que Jesús enseñó por parábolas o en lenguaje velado, da al hombre el conocimiento exacto de sí mismo, de donde viene , para donde va y porque está en la tierra” , cosas que no pudieron ser reveladas antes, porque los tiempos no habían llegado.
El Espiritismo añade a las ideas vagas  e imprecisas de la vida futura, contenidos en el Evangelio, la demostración palpable e inequívoca de la existencia  del mundo espiritual; nos descubre las leyes  que lo rigen, sus relaciones con el mundo invisible, la naturaleza  y el estado de los seres que lo habitan y por consiguiente, el destino feliz o desgraciado, no por creer de esta o aquella forma, sino según el grado de pureza y perfección adquirida por el Espiritismo, sabemos también, que todos los que se aman pueden encontrarse en el Más Allá, nadie por muy ignorante que sea son olvidados  por la Justicia Divina ya que así como en la tierra hay criaturas abnegadas y generosas que se dedican a la tarea de amparar  a los que están perdidos, también en el mundo espiritual hay seres bondadosos y dedicados que socorren a las lamas infelices, guiándolas en el conocimiento de Dios.
El Espiritismo nos revela, que no hay culpas irremisibles ni penas eternas; que el sufrimiento lo podemos vencer por el arrepentimiento sincero y la debida reparación de los daños cometidos, por vía de la ley de las vidas sucesivas, ley esta sublime, que esclarece, con una lógica irrevocable.
El Espiritismo amplia  el pensamiento al hombre, descubriendo ante él un vasto y esplendido horizonte al descubrirle la vida en los planos espirituales  que junto a la vida corpórea  son dos modos de vivir, que se alternan, para la realización de su progreso. Ya que el hombre es un ser inmortal, que evoluciona incesantemente a través de las generaciones de un determinado mundo, continuando, de mundo en mundo, hasta alcanzar su perfección. El Espiritismo es, de hecho, el verdadero Consolador,  por los nuevos tesoros que ofrece al hombre, por la fe inexorable  que le transmite; por los consuelos que le da en cualquier circunstancia de la vida y por la esperanza  con que le hace enfrentar el futuro.“El Espiritismo marcha al ritmo del progreso y nunca quedará rezagado, porque si nuevos descubrimientos le demuestran que está equivocado en algo, o si se revelase una nueva verdad, El Habrá de rectificarse.” Génesis cap. I, n 55
El Espiritismo, que es el Paráclito anunciado por Cristo, contrariando las enseñanzas  de la Teología tradicional, nos esclarece que el Bien es la única realidad eterna y absoluta en todo el Universo, siendo el Mal solo un estado transitorio, tanto en el plano físico , en el campo social, como en la esfera espiritual.
El alma creada simple e ignorante, pero dotada de aptitudes para desarrollar todas las virtudes y adquirir toda la sabiduría, necesita, vida tras vida,  en este orbe y en otros, pasar por un proceso de perfeccionamiento que mucho la hará sufrir.
 Es la lucha por la subsistencia, son las enfermedades, las insatisfacciones, los conflictos emocionales, los desengaños, las imperfecciones propias  y la de las de aquellos  con los cuales convivimos; en fin, las mil y una vicisitudes de la existencia.
En ese autentico desorden, usando y abusando del libre albedrio, cada cual va recogiendo victorias o amargas derrotas, según el grado  de experiencia conquistada. Unos ríen hoy para llorar mañana y otros hoy ensalzados mañana serán humillados.
Todo ocurre para enriquecer nuestra sensibilidad, perfeccionar nuestro carácter, hacer que se desarrollen en el hombre nuevas facultades, para que se dilaten nuestros gozos y aumente la felicidad.
La Doctrina Espirita defiende que el principio de la culpa de toda y cualquier ofensa es siempre  proporcional al grado de conocimiento y a la determinación del impulso de la voluntad de quien la practica, y nunca  a la importancia de quien la recibe. Cuanto más sabemos discernir, y más libremente podemos decidir  entre el bien  y el mal tanta será nuestra responsabilidad.
Obtener provecho de una mala acción, practicada por otras personas, constituye, para nosotros, una falta grave, como si fuésemos los propios delincuentes, pues eso equivale  a aprobar el mal,  solidarizándose con él. Cuando deseamos hacer mal, y retrocedemos a tiempo, demostramos que el bien ya se está desarrollando en nuestra alma.  Si deseamos hacer el mal y la oportunidad no nos lo permite, porque no se da la ocasión propicia  para realizarlo somos tan culpables  como si lo hubiésemos practicado.
En su origen el espíritu es como el de un niño, es decir simple e ignorante completamente inexperto, adquiriendo poco a poco, los conocimientos que lo han de conducir al fin a la plenitud de la sabiduría y de la bondad.
Todos poseen, latentes, las mismas facultades, cuyo desarrollo, más o menos rápido, depende de su libre albedrio, el cual a su vez, se va ampliando y fortaleciendo a medida que cada uno toma conciencia de sí mismo en los embates de la Vida. En esa ascensión, los Espíritus están sujetos  a errar, y a permanecer estacionarios por algún tiempo: jamás, sin embargo, podrán degenerar, volviéndose peores de lo que eran, ni cristalizarse definitivamente en determinado estado evolutivo, contraponiéndose  a la orden divina que nos impulsa hacia delante y hacia lo alto.
Dios desea que todos tengamos el merecimiento del progreso moral y de la dicha a la que estamos destinados, y por eso, nos da los medios para esclarecernos, y atraernos hacia Sí, nos concede relativa libertad para que realicemos, a través  del propio esfuerzo, ese sublime desiderátum.
El Bien es la única realidad absoluta, el destino final de la Creación, y el Mal es la ignorancia de esa realidad, ignorancia que va desapareciendo, paulatinamente, a través del aprendizaje de sucesivas vidas.
Advertidos por el Dolor por calta falta que cometemos, vamos aprendiendo a evitarlas y llegar el día en que percibiendo que “ser feliz es la consecuencia natural de “ser bueno” todos cumpliremos la Ley de Amor, establecida por Dios para la felicidad de todos.
Todos podemos comunicarnos con Dios, a través de la oración. El objetivo de la oración es: alabar, pedir y dar gracias. La alabanza es un sentimiento espontaneo   y puro de admiración por Aquel que, en todas Sus manifestaciones, se revela detentor de la perfección absoluta.
La petición, trata de obtener algo que deseamos, en beneficio de otro o de sí mismo, podemos pedir todo lo que no contrarié las leyes de Amor que rigen y sustenta  la Armonio Universal.
Las gracias se suelen dar obviamente, por las bendiciones con que Dios nos alegra la existencia, por los favores recibidos, por las gracias alcanzadas, por las victorias conseguidas y por otras cosas semejantes.
La eficacia de la oración no depende de la postura que se adapte, de las palabras más o menos bonitas con que sea formulada, del lugar donde se esté, ni de las horas convencionales. Si se obtiene la eficacia en la oración por la humildad  y la fe de aquel que la emite, al lado de la sinceridad y la energía que le imprima.
No basta orar para conseguir la gracia que deseamos, ya que la oración no puede anular la Ley de Causa y Efecto, que cada cual recibe los resultados de lo que hace o deja de hacer.
La oración  es un recurso de gran valor, siempre que sea hecha con discernimiento, con las cualidades  antes referidas y sea complementada por con los movimientos  del alma o con los esfuerzos exigidos por la vicisitud que nos la haya inspirado.
Los sacrificios aunque sean ofrecidos con piadosa intención nunca fueron agradables a Dios, ni las maceraciones, ni las penitencias que ciertos religiosos continúan imponiéndose, sin que aprovechen a nadie. La Doctrina Espirita, haciendo luz sobre el asunto, nos enseña que el único sacrificio bendecido por Dios es aquel que se hace por amor y en beneficio del prójimo, y que “el mejor medio de honrar  a Dios es disminuyendo los sufrimientos de los pobres y de los afligidos.
El desarrollo de la vida del ser en la Tierra exige esfuerzos, todos a la medida de la edad. El trabajo es una ley de la Naturaleza de la que nadie se puede esquivar sin perjudicarse, pues es por medio del trabajo que el hombre desarrolla  su inteligencia y perfecciona sus facultades.
La ley del trabajo no excluye a nadie de la obligación de ser útil. Cuando Dios nos favorece, de forma que podamos alimentarnos sin verter el sudor de la propia fuente, no es para que nos entreguemos  al placer, sino para que  nos pongamos en movimiento, en la práctica del Bien,  los “talentos” que nos ha confiado.  Eso constituye  una forma de trabajo que engrandece y ennoblece nuestra alama volviéndola rica de aquellos  tesoros  que “la herrumbre  y la polilla no corroe, ni los ladrones pueden robar.
El límite del trabajo es el de las fuerzas. Siendo fuente de equilibrio físico y moral, el trabajo debe ser ejercido por tanto tiempo como nos mantengamos útiles.
El descanso es de ley que se obtenga  después de seis días de trabajo, al menos un día para descansar, consagrándolo al cultivo de los valores espirituales.
Muchos hombres en pleno siglo XX, dominados por la ambición sobrecargan con penosas jornadas  de trabajo, de sol a sol, la vida urbana hoy en día se caracteriza por una agitación continua, exigiendo un gasto excesivo de energías físicas y mentales, la necesidad de descansar  se hizo mayor y, de ahí, se ha generalizado la llamada “semana  inglesa” con cinco días de trabajo y dos de descanso, además de las fiestas anuales que ya desde hace algunos decenios se constituye un derecho universal.
El trabajo es una bendición de Dios, por tanto, trabajemos hasta el límite de nuestras fuerzas, sin embargo, cuidemos de evitar el agotamiento y la estafa, antes que esos males nos lleven a la neurastenia y al agotamiento nervioso.
La ley de reproducción de los seres vivos es la ley de la Naturaleza y cumple una necesidad en el mecanismo de la Evolución. El hombre puede adaptar ciertas medidas  para regularla, todo depende de la finalidad con que se haga.
El hombre puede limitar su descendencia, evitando la concepción, siempre que nos e oponga a la reproducción, por satisfacer  la sensualidad, dejando, claro, que hay casos  en los que se hace necesario no solo restringir, sino incluso evitar cualquier cantidad de hijos.
El hogar es “un santuario escuela”, donde los padres deben asegurar como creadores de nobles caracteres, inculcando en los hijos, a la vez que el amor a Dios, un vivencia sana, modelada en los principios de la Moral y de la Justicia, de forma que se vuelvan elementos útiles  a si mismos,  a la familia y a la sociedad.
El hombre no solo debe procrear por la fuerza del instinto sexual, como un mero reproductor, sino, que ha de dignificar el nombre de padre o de madre con el que Dios le honra la existencia.
Muchos espíritus al otro lado de la vida necesitan volver a la tierra, para reparar, ya que se hayan endeudados ante la Justicia Divina, muchos precisamente porque les faltó, la orientación espiritual que solo un hogar bien constituido puede ofrecer.
 Los ojos de Dios que todo lo juzga según las intenciones de cada uno, a veces es preferible tener pocos hijos y hacer de ellos hombres de bien, a tener muchos, pero abandonados  a la propia suerte.
Los matrimonios que evitan o limitan los hijos, por ser cómodos, obviamente se vuelven  tanto más reprensibles cuanto mayor son sus responsabilidades  de concebirlos criarlos  y educarlos.
El aborto solo está permitido, cuando el ser en formación ponga en peligro la vida de la madre. Es preferible  sacrificar al primero, y no a la madre, optando, entre los dos males, por el menor. Fuera de eso, los atentados a la vida fetal acarrean siempre, terribles consecuencias, tanto en este mundo como en el otro.
Un médico  del Mundo Mayor dice: que la mujer que promueve el aborto o que coopera en semejante delito es obligada, por leyes irrevocables, a sufrir alteraciones deprimentes en el centro genésico de su alma, predisponiéndose generalmente a dolorosas enfermedades, como la metritis, la vaginitis, la metralgia, el infarto uterino, la tumoración cancerosa, flagelos esos  con los cuales, muchas veces, desencarna y ante la Justicia Divina en el más allá por el crimen practicado.
Son también de temer la reacción del espíritu que ha sido rechazado, sintiéndose robado o traicionado pasa a sentir  un profundo odio a aquellos  que han rechazado recibirlo en una nueva cuna, y cuando no es en la tierra convirtiendo sus vidas en un infierno, a través de largos procesos obsesivos, aguardan, sedientos de venganza, que hagan el traspaso, para entonces vengarse sin compasión y sin piedad.
La Providencia Divina permite que  esto ocurra a los que huyeron al cumplimiento de sus obligaciones, pues necesitan  llorar sus propios errores,  sin lo cual no aprenderían a respetar las leyes de Dios.
Reflexionando un poco con madurez, nos preguntamos ¿Vale  la pena  pagar tan alto precio por liviandades de este orden?
La Ley de Dios refleja que el matrimonio monógamo es el instituto que mejor satisface los planes de Dios, en el sentido de preparar  a la familia  para una convivencia  de paz, de alegría y fraternidad, ese estado ha de extenderse, en el futuro, a la Humanidad entera.
El Espiritismo opina lo siguiente de los tres estados Celibato, Poligamia y Matrimonio Monógamos:
El Celibato  es empleado solo  para escapar  a las fatigas y responsabilidades de la familia, revela un gran egoísmo. En cambio el religioso es y será siempre, muy meritorio, siempre que renunciando, a las satisfacciones y al bienestar doméstico, la soltera alimente el sincero propósito de servir mejor  a la colectividad. El sacrifico de sacerdotes y monjas que, observando la castidad, se entregan totalmente al prójimo, sea en la asistencia espiritual en las tareas educativas, en el servicio hospitalario, en asilos, guarderías, orfanatos y en otros menesteres, en donde se dan al máximo sin pensar en si mismos, constituyen grandes ejemplos de amor sublimado, que los eleva muy por encima  del patrón común de los terrícolas.
Con todo el celibato no siempre puede ser considerado el estado ideal dadas las condiciones y las finalidades de la vida en este mundo.
La poligamia dada en otros tiempos, en la actualidad ya no se justifica ya que es la monogamia la que tiene por base  la unión constante de los cónyuges, permite que entre ambos se establezca una estrecha solidaridad, no solo en los momentos difíciles y dolorosos.
Sacamos en conclusión que pese a las asociaciones haber sido autorizadas por algún tiempo,  en determinadas circunstancias de la evolución social, han sido condenadas por los códigos de Derecho de los pueblos de una cultura más avanzada siendo la opción ideal  el matrimonio monógamo.
Entramos en la ley de conservación inherente a todos los seres vivos. Este instinto es maquinal en los especímenes situados  en los primeros peldaños de la escala evolutiva, se va desarrollando a medida que los seres animan organismos más complejos, y mejor dotados, volviéndose en el reino hominal, este instinto, inteligente y con  razonamiento.
La vida orgánica es absolutamente  necesaria para el perfeccionamiento de los seres, Dios dio a cada cosa su sabor especial para estimular su apetito.
Por la constitución somática con que Dios modelo a los seres,  les restringió el gozo de la alimentación al límite de lo necesario. Limite que si es observado, asegura a los seres una salud perfecta y equilibrada.
El hombre ejerciendo su libre albedrio, frecuentemente se sobrepasa, cometiendo toda clase de excesos y extravagancias, de ahí muchas de las enfermedades que lo afligen y lo conducen  a la muerte, prematuramente.
Los sufrimientos procedentes de los abusos, por no perderse nada en la economía de la evolución le dan experiencia, le fortalecen la razón, habilitándola, al final,  a distinguir el uso del abuso.
El instinto de conservación, nos dicen los Espíritus, ha sido concedido  a todos los seres contra los peligros y los padecimientos. Ellos nos dicen que fustiguemos  el Espíritu y no el cuerpo, que mortifiquemos el orgullo, sofoquemos el  egoísmo, que se asemeja  a una serpiente  que devora el corazón y así aremos más por nuestro adelanto que con rigores que no pertenecen a este siglo.
El hombre es natural que busque su bienestar Dios solo prohíbe el abuso, porque este es contrario a la conservación. No es un delito el bienestar, siempre no se adquiera a expensas de otros y si no debilita las energías  morales ni las fuerzas físicas del ser.
Dios quiere la felicidad de todos, que comprendamos Sus amorosos y sabios designios y sepamos modelar  los actos gracias a una observación de sus leyes.
Los mundos también progresan, ofreciendo así a sus habitantes moradas cada vez más amenas y apacibles.
Es un imperativo categórico, el perfeccionamiento de la estructura socio económica   de las naciones terrenales, si  en las clases privilegiadas, en cuyas manos se encuentran las riendas del poder, renunciasen espontáneamente  a algo  de lo que les sobrase, a favor del  interés colectivo. Eso evitaría  procesos violentos  y dolorosos  que hasta hoy sacuden y han sacudido a la humanidad y que aunque nos cueste comprenderlo constituye la ley de destrucción.
Cuando la humanidad aprenda a vivir según los mandamientos de Dios, modelados en el Amor, se librará de los correctivos del Dolor, como son las catástrofes naturales, las inundaciones, los terremotos etc.
La pena de muerte aplicada en otros lugares con el objetivo de eliminar a los elementos que se creen peligrosos no constituye una necesidad, ya que existen otros medios más eficaces de preservar a la sociedad, ya que no debemos olvidar que todo delincuente  es un enfermo del alma, y a los enfermos se debe curar con la medicina y no con la muerte.
¡No encontramos en todo el Evangelio, un solo pasaje que autorice el uso de la violencia, ni incluso una palabra ofensiva, cuanto más el asesinato!
La Doctrina Espirita estando conforme con toda la moral cristiana, proclama que, incluso cuando seamos agredidos y nos encontramos en una situación extremadamente difícil, el hombre solo tiene el derecho de defenderse, para preservar su vida, nunca la de atentar contra el agresor, es preferible morir a matar.
Ser bueno no lo es todo. Ser sabio no basta. Es necesario ser bueno y sabio. Urge primeramente  en virtud y después en sabiduría porque la virtud  del ignorante puede ser utilizada perfectamente, en beneficio de la colectividad, mientras que la sabiduría en las manos de un malvado puede convertirse en un arma terrible. El virtuoso sin sabiduría  es una fruta silvestre: no satisface a la vista, pero sacia el hambre. El sabio sin virtud  es una flor artificial: tiene la belleza, pero no tiene perfume.
Jesús es el prototipo de la bondad y de la sabiduría, reunido y desarrollado en grado máximo. Imitarlo, seguir sus pasos, esa es la meta del hombre. El mismo nos dijo, “Yo soy el Camino la verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es a través de mi”
La Ley de la reencarnación, por testificar la justicia  y la sabiduría de Dios, constituye el único medio a través del cual podremos alcanzar  la meta de nuestro destino, destino basado en las inmortales palabras de Cristo. “Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre Celestial.

Las buenas cualidades morales son hijas del Amor y este sentimiento sublime siempre encuentra medios de armonizarlas.
Si no veamos:
La Justicia exige que toda infracción a la Ley sea castigada, y desde el origen de los tiempos eso ha ocurrido, infaliblemente.
Moisés le daba al ofendido el derecho de vengarse, y en la proporción de la ofensa recibida, Cristo, con el hombre más avanzada evolución espiritual, trajo como misión enseñarlos a romper las cadenas del mal al que se sometían por la ley de acción y reacción.
El introdujo una nueva ética: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian y orad por los que os persiguen y calumnian “ejemplificándolas, El mismo, hasta las últimas consecuencias. El además advirtió que si perdonamos al enemigo nuestro Padre también nos perdonará. Observando las reglas de conducta del Maestro, se percibe  que ellas contienen  la misma justicia de la pena del talión, con la diferencia  de que, en lugar de “castigo igual a la culpa” inducen  con “premio igual al merecimiento”.
El que responde a su ofensor con igual ofensa, está ejerciendo la justicia, cobrando lo que le deben, pero a su vez, tendrá que pagar con la misma moneda toda injuria que hiciera a otro.
Aquel que perdona  a su ofensor, queda con crédito del mismo valor en la contabilidad celeste, crédito que le será tenido en cuenta cuando  cometa alguna falta, ¿Y quién no la comete?
Cuando aplicamos las enseñanzas de Jesús, y preferimos perdonar  en vez de usar represalias, retribuyendo el mal  con el bien, la paz y la armonía  harán morada permanente en nuestros corazones, ya estaremos entrando en “el reino de los cielos”.
Todos para mejorarnos necesitamos unos de los otros ya que para modelar  y desarrollar  nuestras facultades intelectuales y morales, solo en la convivencia social, en ese intercambio incesante de afectos, conocimientos y experiencias, es que podemos hacerlo, pues si no fuera así en nuestro espíritu solo existiría el embrutecimiento y la debilidad.
El buen orden en la sociedad depende de las virtudes humanas.
Es necesario observar ciertas reglas de procedimientos dictadas por la Justicia y la Moral, absteniéndose de todo lo que las pudiera destruir.
A medida que tomamos  conciencia de nuestros deberes para con nosotros mismos (amor al trabajo, sentido de la responsabilidad, temperancia, control emocional, etc.) y también para con la comunidad de la que formamos parte integrante (cortesía, desprendimiento, tolerancia, honradez, lealtad, generosidad, etc.) cumpliéndolas al pie de la letra menores serán los temores  y los conflictos que nos afligen; más estable será la paz  y más deleitable la armonía que deben reinar  en nuestro seno.
Otro principio es muy necesario para que cualquier sociedad funcione y este es: el de la autoridad. Un familia sin los padres seria un caos, el gobierno sin los gobernadores sería algo parecido pero aun más caótico, todo sin extralimitar sus límites hacen que la familia y la sociedad funcionen lo mejor posible.
Todos debemos respetarnos y auxiliarnos mutuamente, igual a mayor escala las naciones, haciendo todo lo posible por la concordia entre los pueblos, y la prosperidad universal. La vida social es una necesidad general y aquellos que se aíslan completamente , huyendo (según dicen) al pernicioso contacto con el mundo, para la Doctrina Espirita, tal procedimiento revela una fuerte dosis de egoísmo y solo merece reprobación, en cambio aquellos que se retiran a instituciones cerradas, con el fin de dedicarse amorosamente , al socorro de los desgraciados, aunque estén apartados  de la convivencia social, adquieren doble merito pues además de su renuncia a las satisfacciones mundanas, tiene a su favor la práctica de las leyes  del trabajo y de la caridad cristiana.
Es sagrada la misión de los padres, el amor que sentimos por los hijos  es duradero ya que dura hasta la muerte, es un amor que se manifiesta con gran intensidad, hasta el punto, de algunas veces rayar el heroísmo.
Hay padres que no tienen  por los hijos  el cariño que debieran, pues no tituben en darlos o incluso abandonarlos a la propia suerte desde la más tierna edad. Tales criaturas no se han compenetrado aun, de lo sagrada que es la misión de ser padre o madre.

Otros hacen de los hijos grandes ídolos, colocándolos por encima de todo y de todos, inclusive de Dios. En su fanatismo por ellos, los creen poseedores de las más excelsas cualidades, rechazando admitir que sean capaces de hacer algo malo.
Si los padres no controlan ese cariño que es comprensible e indispensable hasta cierto punto, se puede convertir en perjudicial,  si no es controlado por la mente, es decir, si no obedece a los dictámenes de la razón, pues no  debemos olvidar, que nuestros hijos   son como nosotros espíritus en evolución, reencarnados en nuestros hogares para que les auxiliemos a mejorarse y a despojarse de sus imperfecciones.
En el cuerpo de un niño, puede ocultarse individualidades que se desviaron del buen camino, necesitados de reajuste, exigiendo los padres  un impulso firme  para contener sus malas tendencias, además de recibir orientación cristiana  para que puedan reformar su carácter, adquiriendo  el gusto  para lo que es puro, bello y noble.
Es en la infancia, en los primeros años del niño cuando los padres  pueden ejercer una fructífera influencia a favor de la educación del niño, más que en la adolescencia, los buenos consejos, los ejemplos y el amor de los padres es la mejor dadiva que les podemos ofrecer.
Son preciosos y apreciados talentos que Dios concede a los padres,  y que deben poner en movimiento con inteligencia para que logren los objetivos que vinieron a buscar, es decir el progreso y los padres son los responsables de ello.
Tratemos de cumplir con todo rigor  los deberes que la paternidad o la maternidad nos imponen, con el fin que cuando volvamos al más allá reciban los padres la felicitación por haber realizado debidamente esa labor.
Debemos tener presente que la familia es una institución divina cuya finalidad principal consiste en estrechar los lazos sociales, proporcionándonos el mejor modo de aprender a amarnos como hermanos.
El progreso según la Doctrina Espirita  es una ley natural, cuya acción se hace sentir en todo el Universo, no siendo admisible, por consiguiente, que el hombre pueda frustrarla o contraponérsele.
El hombre está predestinado a adquirir todos los conocimientos de la Sabiduría y todas las virtudes de la Santidad.
Está bastante claro que el hombre aun se encuentra muy lejos de esa perfección, pero para los que conozcan un poco la historia de la civilización, verán el avance hasta ahora conseguido, en la técnica, y costumbres.
Es por el propio esfuerzo y libre iniciativa, otorgadas por la Providencia, que el hombre consigue el merito por elevarse, concediéndole siempre  moratoria para que corrija y perfeccione sus instituciones, mirando aquel objetivo.
Antes de condenar a la civilización, urge que cada hombre  ofrezca su contribución personal para que la humanidad se depure; y, en vez, de obstaculizar el progreso, lo acompañe, pues, resistirse a él, es correr el riesgo de ser vencido.
En cualquier plano evolutivo en que se encuentre el Espíritu está obligado, a través de la reencarnación, a revivir ciertos episodios o al volver al mismo medio social, tantas veces como sean necesarias, para sacar provecho de las experiencias  que puedan esperar.
El curso de la Humanidad, cuando sea conquistado por el hombre, este será transferido para otro más adelantado, en el cual comenzara un nuevo ciclo evolutivo, y así sucesivamente, hasta alcanzar los planos más felices de la espiritualidad, convirtiéndose, en colaborador de la Providencia, en las sublimes tareas  de la Creación.
La evolución de la Humanidad, es “palpable” no verla, es dar muestra de acentuada miopía espiritual.
El progreso de la Humanidad, sin duda, es lento, incluso muy lento, pero constante e incesante.
Aunque parezca que la Humanidad está retrocediendo, en ciertos periodos transitorios, ese retroceso no es sino el pronóstico de una nueva etapa de ascensión.
Lo que hace adelantar a la humanidad  son las nuevas ideas, las cuales, normalmente, son traídas a la Tierra por los misioneros encargados de activar su marcha.
Al Espiritismo está predestinado el ejercer una gran influencia en el adelantamiento de los pueblos, siendo muy pronto la creencia común, o mejor, el conocimiento universal porque es el propio Cristianismo  quien le abre el camino y le sirve de apoyo”.
La Doctrina Espirita enseña que, ante Dios todos los hombres son iguales, pues todos han sido creados simples e ignorantes, todos han tenido el mismo principio y el mismo fin, sin excepción, todos  alcanzaran la gloria y la felicidad.
En cualquier posición que se encuentre el hombre, “todos son obreros de la evolución” la diversidad de funciones en el complejo social es tan indispensable para su armonía como las variadas finalidades de los órganos lo son para el equilibrio de su organismo.
Todos han de buscar la Sabiduría y el Amor, que es la razón tecnológica de su existencia, dedicándose al trabajo y a la práctica del Bien, hasta sentir dentro de su corazón  el “reino de los cielos”.

    Nuestro presente no es más, que el resultado de nuestro pasado, así como ahora estamos construyendo nuestro futuro, con nuestros pensamientos, palabras y acciones de cada momento.
Es necesario que dignifiquemos  nuestra presencia en la faz de la Tierra, actuando siempre de conformidad con las leyes divinas para que nuestras amarguras de hoy se transformen, mañana, solamente en bendiciones y alegrías bienestar y tranquilidad.
Si queremos prosperar urge, antes que nada, que tengamos claro el objetivo a ser alcanzado. No podemos tener ímpetu para subir si no tenemos orientación. Si no sabemos para  donde vamos, solemos acomodarnos en la situación que estamos, dejando pasar las horas, los días, los años en la más completa pasividad.
Hemos de salir en dirección al triunfo que deseamos, sacrificándonos, desafiando contingencias, creando las oportunidades  que anhelamos, acordándonos del dicho que nos advierte: “Hay pocos bancos con sombra en el camino de la gloria”
El progreso es ilimitado, infinito, existiendo siempre mil y una posibilidades de realizaciones bien inspiradas, capaces de premiarnos con el éxito y el bienestar.
Asumamos, por tanto, una actitud de optimismo y auto confianza y marchemos, decididos hacia adelante, siempre hacia delante, con la convicción plena e inamovible  de que la vida  es bella, buena y venturosa, para todos aquellos  que la sepan vivir.
Todos traemos al nacer ciertas tendencias, aptitudes y cualidades innatas, cuyas manifestaciones, más o menos evidentes, permiten prever, hasta cierto punto, lo que seremos o lo que aremos en esta vida.
Gran parte de nuestro futuro destino aun no está ni podría estar delineado, apareciendo páginas en blanco de un libro parcialmente escrito.
Los futuros acontecimientos de nuestra existencia van a depender de lo que hagamos ahora  con las modificaciones  provocadas por aquello que vallamos haciendo a cada instante.
Las circunstancias a las que llamaríamos inevitables,  unidas a nuestro Carma (débitos de encarnaciones anteriores) tampoco pueden sernos reveladas “Si conociéramos el futuro, trataríamos con negligencia  el presente y no obraríamos con la  libertad que lo hacemos, porque nos dominaría la idea  de que si una cosa tiene que ocurrir, sería inútil ocuparnos  de ella, o impediríamos que ocurriese.
Dios no ha querido que sea así, para que cada uno concurra a la realización de las cosas, hasta de aquellas a las que desearíamos oponernos.
Algunas veces, no obstante, el futuro puede ser revelado, y lo ha sido. Es cuando la revelación es la consumación de algo en beneficio de la Humanidad.
Nadie está obligado, de forma absoluta, a obrar de esta o aquella, manera y nadie jamás, ha sido predestinado a practicar un crimen o cualquier otro acto delictuoso que conlleve responsabilidad  moral.
Lo que sucede es que “cada uno somos tentados según las propias inclinaciones.” Todos los hombres tienen los mismos derechos naturales, desde los más humildes hasta los de posición más elevada. Dios no hizo a unos  de barro más puro que a los otros, y todos ante El somos iguales. Estos derechos son eternos. En cambio los que el hombre establece  perecen con sus instituciones. La subordinación  no se verá comprometida, cuando la autoridad sea concebida  a la sabiduría.
A media que el hombre progresa en moralidad, mejores concepciones va teniendo a cerca de todo, la Doctrina Espirita  nos enseña  que el derecho a vivir es “El primero de todos los derechos del Hombre” por consecuencia, también el de “acumular bienes  que le permitan descansar  cuando ya no pueda trabajar.
Propiedad legítima – lo dice el Espiritismo – solo es aquella que es conseguida  por medio del trabajo honesto, sin perjuicio de nadie.
A medida que adelantamos espiritualmente, pasamos a comprender, que en último análisis, nadie es dueño de nada,  pues todo pertenece  a Dios, somos usufructuarios  de los bienes terrenales, ya que no nos los podemos llevar, al otro lado de la vida.
Si la providencia nos los confía por cierto tiempo es para que aprendamos a utilizarlos  en beneficio de todos, dándoles función social y no los aprovechemos exclusivamente para la familia, pues las donaciones arrancadas contra la voluntad, por obligación, son limosnas sin caridad, al igual  que lo son,  los auxilios prestados con fines  de hacer propaganda, para exaltar  la propia personalidad, con las miras de adquirir fama de santo o de benemérito; los donativos hechos con total indiferencia, sin intervenir el corazón, son los que el Apóstol Pablo se refería  cuando dijo: “si yo distribuyese todos mis bienes para alimentar a los pobres  , si yo no tuviese caridad, de nada me serviría”.
El dinero transformado en toda suerte de bienes y utilidades  de consumo es, sin duda, un precioso elemento del que la Caridad suele echar mano  en la tarea del Bien; sin embargo, no siempre es, el recurso más apropiado para impedir lagrimas, curar heridas y disipar aflicciones, pues existen males, infinitos, en los que las buenas cualidades del corazón valen más o aplican mejor que todas las riquezas materiales.
Es necesario que aprendamos a dar algo de nosotros mismos en beneficio de nuestros semejantes, porque “La Caridad es el cumplimiento de la Ley”. “Cuando se practica la caridad material se da lo que se tiene. Cuando se practica la caridad moral, se da lo que se es.
La fuente de todos los vicios  que caracterizan la imperfección humana  es el egoísmo. De él dimanan la ambición, los celos, la envidia, el odio, el orgullo y toda clase de males que hacen infeliz a la Humanidad, por las amarguras que producen, por las disensiones que provocan y por las perturbaciones sociales  a que dan oportunidad.
El Espiritismo, por la poderosa influencia que ejerce en el hombre, haciéndolo sentirse un ser cósmico, destinado a  ascender por el progreso moral a las esplendorosas moradas del Infinito, es el más eficaz antídoto para el veneno del egoísmo: practicarlo es, pues, seguir el camino de la Evolución y prepararse un futuro incomparablemente más feliz.
La mayor y más profunda aspiración del hombre es la felicidad, no existe nadie que no desee conquistarla, tenerla como una compañera inseparable de su existencia.
El hombre, en su mayoría, no la han conseguido, al no conocerse a sí mismos,  como “Imagen y semejanza de Dios”, e ignorando los altos destinos para los que fueron creados, no comprenden aun que  la verdadera felicidad no consiste en poseer y disfrutar de las cosas del mundo.
“El reino de Dios está dentro de vosotros” proclamó Jesús.
Es importante que el hombre cultive su alma, como si de una perla se tratara, pues es de gran valor y merece sacrificar todos los demás tesoros, y ponerse con esmero  a conseguir pulirla, perfeccionar nuestro propio ser , que es donde realmente encontraremos la plenitud de la paz y de la alegría con la que soñamos.
La Doctrina Espirita nos esclarece que, tanto aquí en la Tierra, como al otro lado de la Vida, la felicidad es inherente y proporcional al grado de pureza y progreso moral de cada uno.
Toda imperfección es causa de sufrimiento y de privación de gozo, al igual que toda perfección es fuente de gozo y de alegría. No hay una sola acción, un solo mal pensamiento que no acarree funestas  e inevitables consecuencias, como no hay  una sola buena cualidad  que se pierda.
Por la naturaleza del sufrimiento y vicisitudes en la vida corpórea, cada cual podemos conocer la naturaleza de las debilidades y defectos de los que se resiente, y conociéndolos, esforzarse en el sentido de vencerlas, caminando, así, hacia la felicidad completa reservada a los justos.
El hombre debe aprender  a ser sincero consigo mismo y procurar aquilatar el valor real de sus acciones,  preguntándose como las calificaríamos  si las viésemos  practicar en los otros.
Si son censurables en otra persona, también lo será en nosotros, es por eso, que Dios no utiliza dos medidas para aplicar Su Justicia.
Habiendo analizado las leyes morales, y llegado a este punto, si tenemos el propósito firme de mejorar, de crecer para Dios, debemos procurar eliminar de uno mismo las malas inclinaciones, procurar todas las noches al ir a dormir, analizar todas las acciones que hemos realizado durante el día, examinando el bien y el mal que hemos realizado, y así adquiriremos fuerzas para perfeccionarnos.
Preguntarnos lo siguiente: ¿si Dios me llamase en este instantes, tendría el temor de encontrarme en el mundo espiritual con alguien, ya que nada se puede ocultar?
Examinar también lo que hayamos podido hacer contra Dios, con nuestro prójimo y finalmente, contra nosotros mismos. Las respuestas nos darán, o el descanso para nuestra conciencia, o la indicación de un mal que debemos corregir y curar.
Al igual que trabajamos todos los días, para obtener una economía que nos permita vivir en la ancianidad con soltura, debemos procurar por todos los medios crecer para Dios y no debemos escatimar  empeño en hacerlo, pues al otro lado de la vida necesitamos de los enseres espirituales y las malas acciones, los compromisos asumidos nos mantienen en la Tierra, como el ancla ata al barco  a la arena, sin poder salir por temor a zozobrar.
Cuanto más desarrollemos las facultades intelectuales y perfeccionemos las percepciones espirituales, más nos enteraremos de que el mundo material, esfera de acción de la Ciencia, y el orden moral, objetivo especulativo de la Religión, guardan intimas y profundas relaciones entre si, concurriendo uno y otra, para la armonía universal, merced de las leyes sabias, eternas e inmutables que los rigen, como sabio, eterno e inmutable es Su Legislador.
No pude ni debe haber, por tanto, ningún conflicto entre la verdadera Ciencia y la verdadera Religión. Ambas son, expresiones  de la misma Verdad Divina, lo que necesitan hacer es darse la mano, apoyándose mutuamente, de modo que el progreso de una  sirva para fortalecer a la otra, y juntas ayuden al hombre a realizar los grandes y gloriosos destinos para los que fue creado.

Trabajo realizado por:
Mercedes Cruz Reyes (Merchita)
Miembro Fundador del Centro espírita “Amor Fraterno”
De Alcázar de San Juan  (Ciudad Real) España 
Extraído del Evangelio y del libro “Las Leyes Morales” de Rodolfo Galligaris.

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          MEDIDAS PROFILACTICAS 
                   DE LA OBSESIÓN
     

La parasitosis en el hombre se da cuando el huésped espiritual, movido por la morbidez del odio o del amor insano, o por otros sentimientos, envuelve la esfera mental del futuro compañero _ a quien se encuentra vinculado por compromisos infelices de otras vidas, lo que le confiere receptividad por parte de este, mediante la conciencia de culpa. El arrepentimiento generador de desequilibrios, la afinidad en los gustos y aspiraciones, por ser endeudado – enviándole persistentes mensajes, en continuos intentos telepáticos, que abren el campo a incursiones más osadas y vigorosas. Se podría decir que este es un periodo en el que se aloja la entidad parasita, en el hombre descuidado y que pasa a alimentarle la germinación en sus recursos excedentes.

“La idea esporádica, pero persistente, se va fijando en el receptor que, inicialmente no se da cuenta, especialmente si posee predisposición para la morbidez; si le falta la madurez psíquica; cuando se complace en cultivar pensamientos pesimistas, derrotistas y viciosos, pasando a la aceptación y ampliación del pensamiento negativo que le llega. En esa fase ya está instalado el clima de la obsesión que, no encontrando resistencia, se expande, porque el invasor se va imponiendo a la victima que le recibe con cierta satisfacción, conviviendo en la onda mental que ha dominado. En el transcurso del tiempo, el obseso se aliena de los demás objetivos de la vida, permaneciendo en la fijación interior del pensamiento que le constriñe, cediéndole el área de la razón, del discernimiento y dejándose desvitalizar.

Cuando se infiltran las fuerzas del huésped en la savia psíquica del anfitrión, el desencarnado, igualmente cae en la trampa que preparó, porque pasó a vivir las sensaciones y las emociones, experimentando los conflictos de su subyugador, estableciéndose una interdependencia entre las dos entidades. En esa etapa la conexión raramente queda en el campo psíquico, porque el invasor se adueña de las fuerzas físicas del paciente, a través del periespiritu, humanizándose otra vez, esto es, volviendo a vivir las coyunturas de la realidad carnal. El hospedador desfallece, mientras que el huésped se abastece, facultando la instalación de enfermedades en el cuerpo somático o el empeoramiento de ellas, en el caso de que ya se encuentre enfermo.

La simbiosis se transforma, también en una obsesión física, porque al desencarnado se adhiere a la cámara orgánica, explotándole la vitalidad y acoplándose a los fulcros peri espirituales de la criatura encarnada en odioso y destruidor connubio.

La separación, simple y pura, del agente obsesivo, normalmente produce la desencarnación del paciente que sufre su falta y, además porque desfalcado de energías mantenedoras de la vida fisiológica, se le rompen los lazos que atan al espíritu a la materia provocando la muerte de esta. Por su parte, el reo obsesor cae, cargado del tono vital que fue usurpado, en un proceso parecido a una nueva desencarnación que le bloquea temporalmente o lo lleva a una hibernación transitoria. “Todo aquel que defrauda la Ley, sufre las consecuencias del acto arbitrario, que, por su parte, se convierte en automático agente punitivo, llevando al infractor al reajuste”.

Los procesos obsesivos se instalan porque los Espíritus inmaduros no se esfuerzan por adquirir una capacidad de donación, saliendo del si para ofrecer, para darse, generando relaciones efectivas, duraderas, simpaticas que producen bonos de valor moral y de paz. El hombre nacio para amar. El Espíritu es creado para amar. En las etapas iniciales, infantiles, por el egocentrismo de que se hace objeto, aun cuando se dispone al amor, casi siempre lo envilece con las pasiones subalternas. El amor, sin embargo,. Que yace innato en todas las criaturas, puede ser educado, desarrollado, ampliando su capacidad de donación, con el fin de que se pueda expresar con toda su pujanza y grandeza. Para que así suceda, se hace imprescindible que el individuo se desarrolle en plenitud, no solamente a través del área del sentimiento, sino también de la inteligencia y de la razón, madurando la personalidad. Cuando el amor alcanza este nivel, el despierta amor genera reciprocidad, inspira reacciones semejantes, e igualmente sucede, cuando la persona cultiva el odio la desconfianza, la falta de seguridad, produce en los que se le acercan sentimientos y efectos análogos. Con una capacidad interior de amar de esta manera, no hay como acoger las inducciones perniciosas de los perseguidores desencarnados, que son rechazados por el optimismo, por la reflexión y la seguridad emocional.

El individuo se vuelve presa fácil de sus antiguos cómplices, cayendo en variados procesos de alineaciones obsesivas porque, además de descuidar la observancia espiritual de la existencia, mediante actitudes edificantes; un comportamiento equilibrado y vida mental enriquecida por la oración, por la reflexión, no se esfuerza por liberarse de los disgustos y los problemas tediosos, mediante la aplicación de los recursos físicos y especialmente de los mentales, todo por su conformismo perezoso o por una dependencia emotiva, infantil, que siempre transfiere responsabilidades para los otros y placeres para si. La voluntad disciplinada y el hábito de la concentración superior arman al hombre para, y contra mil vicisitudes que enfrenta en su escalada evolutiva.

“La concentración positiva libera la mente de los clichés viciosos, propios o recibidos de otras mentes como del medio donde vive, ya que todos somos sensibles al ambiente en el cual nos movemos. La pereza mental es un polo de captación de las inducciones obsesivas por el principio de aceptación irracional de todo cuanto le alcanza. Cabe al hombre que piensa dar plasticidad al razonamiento, ampliando el campo de las ideas y renovándolas con el perfeccionamiento de la posibilidad de absorber los elementos edificantes que enriquecen su sabiduría y su paz intima. Con el tiempo, la capacidad de discernir le dota con la aptitud de elección de los valores que le impulsan para más altas aspiraciones, con plena liberación de los vicios de toda naturaleza inocente como un niño y equilibrado en las aspiraciones como un sabio que ya se decidió por la conquista, en armonía, de aquello que es para él lo mejor.

“Esa actitud la podemos llamar de psicoterapia preventiva o tratamiento para las obsesiones.

Sea cual sea el problema que descompense el equilibrio de la criatura, de orden ético, psíquico o físico en razón del pasado espiritual de la misma y en concordancia con la actual situación moral del planeta, normalmente encontramos, por leyes de afinidades y sintonía mental emocional, interferencias de Entidades enfermas, perturbadoras y vengativas con sede más allá de las fronteras físicas.

Trabajo extraído del Libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco

Realizado por Merchita
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                        PERIESPÍRITU
El lazo o periespíritu que une el cuerpo y el espíritu es una especie de envoltura semimaterial. La muerte es la destrucción de la envoltura más grosera; pero el espíritu conserva la segunda, que le constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado normal y que puede hacer visible accidentalmente, y hasta tangible. como sucede en el fenómeno de las apariciones.
»Así, pues, el espíritu no es un ser abstracto e indefinido, que sólo puede concebir el
pensamiento, sino un ser real y circunscrito que es apreciable en ciertos casos, por los
sentidos de la vista, del oído y del tacto.
»Los espíritus pertenecen a diferentes clases y no son iguales en poder, inteligencia,
ciencia y moralidad. Los del primer orden son los espíritus superiores, que se distinguen de los demás por su perfección, conocimientos, proximidad a Dios, pureza de sentimientos y amor al bien. Son los ángeles o espíritus puros. Las otras clases se alejan más y más de semejante perfección, estando los de los grados inferiores inclinados a la mayor parte de nuestras pasiones, al odio, la envidia, los celos, el orgullo, etcétera, y se complacen en el mal.
»Entre ellos, los hay que no son ni muy buenos, ni muy malos. Más embrollones y
chismosos que malvados, parece ser patrimonio suyo la malicia y la inconsecuencia. Estos tales son los duendes o espíritus ligeros.
»Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se
perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jerarquía espiritista. Este
perfeccionamiento se realiza por medio de la encarnación, impuesta como expiación a unos, y como misión a otros. La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces, hasta que alcanzan la perfección absoluta; una especie de tamiz o depuratorio del que salen más o menos purificados.
»Al ábandonar el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva existencia material, después de un espacio de tiempo más o menos prolongado, durante el cual se encuentra en estado de espíritu errante.
Debiendo pasar el espíritu por varias encarnaciones, resulta que todos nosotros hemos
tenido diversas existencias y que tendremos otras, perfeccionadas más o menos, ora en la tierra, ora en otros mundos.
»Los espíritus se encarnan siempre en la especie humana, y sería erróneo creer que el
alma o espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal.
»Las diferentes existencias corporales del espíritu siempre son progresivas, nunca
retrógradas; pero la rapidez del progreso depende de los esfuerzos que hagamos para llegar a la perfección.
»Las cualidades del alma son las mismas que las del espíritu encarnado en nosotros, de modo que el hombre de bien es encarnación de un espíritu bueno y el hombre perverso lo es de un espíritu impuro.
El Libro de los Espíritus- Allan Kardec
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