¿
Las manifestaciones mediúmnicas, son de carácter sobrenatural?
No existe nada en la Naturaleza que no pertenezca a la
misma, por lo que todo fenómeno existente no se produce al azar ni
a capricho de nada ni de nadie, sino que obedece a unas leyes
naturales, aunque estas puedan ser ignoradas todavía por el ser
humano actual.
El fenómeno mediúmnico siempre se ha producido
espontáneamente a lo largo de la historia humana, en todos los
lugares y entre tantas y tantas personas, pero estas manifestaciones
se producen siempre dentro de unas leyes o normas que se encuadran en
lo natural. Por eso la manifestación de los espíritus, no es
contraria a ninguna ley natural, ni tienen nada de maravillosas ni
de sobrenaturales. Existe la mediumnidad en la que intervienen
seres espirituales, como existen otro tipo de fenómenos
clasificados como anímicos, esto es, causados por las facultades
psíquicas de algunas personas, sin intervención alguna de ningún
espíritu.
La comunicabilidad de los Espíritus a través de la
mediumnidad, es como una bendición de Dios tanto para los humanos
como para los Espíritus, porque a veces también ellos recuerdan y
añoran a sus seres queridos tras la muerte. Esta clase de
facultades que permiten la relación evidente entre ambos planos de
la vida, como ya se dijo anteriormente, nada tienen que ver con la
magia ni con el ocultismo.
Sobrenatural significa “sobre la Naturaleza”o
“fuera de la Naturaleza”, por lo que en realidad lo
sobrenatural no existe, ya que todos los
fenómenos de la clase que sean, normales o paranormales, siempre
están sujetos a leyes dentro de la Naturaleza. Otra cosa distinta es que no
conozcamos las leyes por las que se rigen ciertas manifestaciones o
fenómenos y en nuestra asombrada imaginación los achaquemos al
concepto de lo sobrenatural , mágico o misterioso.
La mediumnidad sin embargo, sí que entra en el
terreno de lo llamado Paranormal,
que significa más allá de lo normal, entendiendo como normal
aquello habitual que conocemos, y esta no solo es estudiada por el
Espiritismo de la mano de Allan Kardec, sino también por la moderna
Parapsicología, que aunque algo reticente con la idea de lo que demuestra claramente este fenómeno universal, no le queda
otra opción que aceptarla como una realidad demostrada y de
manifestación habitual por los cuatro puntos cardinales de la
Tierra.
- Jose Luis Martín -
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“Estos
fenómenos, fundados en una ley de la naturaleza, no tienen nada de
maravilloso ni de sobrenatural en el sentido vulgar de estas
palabras.”
- El
Libro de los Mediums -
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ESPÍRITU Y MATERIA ¿ANTAGONISTAS ?
Dos elementos, o si se prefiere, dos fuerzas gobiernan el Universo: el elemento material y el elemento espiritual. De la acción simultánea de estos dos principios nacen aquellos fenómenos especiales cuya naturaleza es inexplicable si se hace abstracción de uno de los dos, tal como ocurriría si se sustrajera uno de los dos elementos que constituyen el agua: el oxígeno y el hidrógeno.
Al demostrar la existencia del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo material, el Espiritismo nos brinda la comprobación de una infinidad de fenómenos incomprensibles que son considerados, por tal motivo, inadmisibles por ciertos pensadores. Estos fenómenos abundan en las escrituras, y en razón del desconocimiento de la ley que los gobierna, los tratadistas de ambos bandos antagónicos han girado sin cesar en el mismo círculo de ideas: unos omitiendo los
descubrimientos positivos de la ciencia, y otros ignorando el principio espiritual, de modo que no han podido llegar a una solución racional y convincente.
La solución se encuentra en la acción recíproca del espíritu y la materia, y, de tal manera, se libera del carácter sobrenatural que se atribuía a la mayor parte de los fenómenos. Pero, ¿qué es más positivo: admitir los hechos como resultantes de las leyes de la Naturaleza o rechazarlos totalmente?
Su desestimación absoluta lleva a la destrucción de la base misma de todo edificio, mientras que su aceptación, aun limitada, no suprime más que lo accesorio, dejando intacta la base. Esa es la causa por la cual el Espiritismo induce a mucha gente a aceptar verdades consideradas antes meras utopías.
Esta obra es, entonces, como ya lo hemos dicho, un complemento de las aplicaciones del Espiritismo desde un punto de vista especial.
El material estaba listo, casi elaborado, desde hace mucho, pero el momento adecuado para su publicación no había llegado. Era necesario, en primer término, que las ideas que debían servir de apoyo madurasen, y además, había que esperar el momento propicio. El Espiritismo no tiene misterios ni teorías secretas, todo debe esclarecerlo para cual pueda juzgarlo con conocimiento de causa, mas cada cosa debe llegar a su tiempo para ser comprendida. Una solución a la ligera, prescindiendo de la elucidación completa de la cuestión, sería más un motivo de retraso que de adelanto.
EL GENESIS ALLAN KARDEC.
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ESPÍRITU Y MATERIA ¿ANTAGONISTAS ?
Dos elementos, o si se prefiere, dos fuerzas gobiernan el Universo: el elemento material y el elemento espiritual. De la acción simultánea de estos dos principios nacen aquellos fenómenos especiales cuya naturaleza es inexplicable si se hace abstracción de uno de los dos, tal como ocurriría si se sustrajera uno de los dos elementos que constituyen el agua: el oxígeno y el hidrógeno.
Al demostrar la existencia del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo material, el Espiritismo nos brinda la comprobación de una infinidad de fenómenos incomprensibles que son considerados, por tal motivo, inadmisibles por ciertos pensadores. Estos fenómenos abundan en las escrituras, y en razón del desconocimiento de la ley que los gobierna, los tratadistas de ambos bandos antagónicos han girado sin cesar en el mismo círculo de ideas: unos omitiendo los
descubrimientos positivos de la ciencia, y otros ignorando el principio espiritual, de modo que no han podido llegar a una solución racional y convincente.
La solución se encuentra en la acción recíproca del espíritu y la materia, y, de tal manera, se libera del carácter sobrenatural que se atribuía a la mayor parte de los fenómenos. Pero, ¿qué es más positivo: admitir los hechos como resultantes de las leyes de la Naturaleza o rechazarlos totalmente?
Su desestimación absoluta lleva a la destrucción de la base misma de todo edificio, mientras que su aceptación, aun limitada, no suprime más que lo accesorio, dejando intacta la base. Esa es la causa por la cual el Espiritismo induce a mucha gente a aceptar verdades consideradas antes meras utopías.
Esta obra es, entonces, como ya lo hemos dicho, un complemento de las aplicaciones del Espiritismo desde un punto de vista especial.
El material estaba listo, casi elaborado, desde hace mucho, pero el momento adecuado para su publicación no había llegado. Era necesario, en primer término, que las ideas que debían servir de apoyo madurasen, y además, había que esperar el momento propicio. El Espiritismo no tiene misterios ni teorías secretas, todo debe esclarecerlo para cual pueda juzgarlo con conocimiento de causa, mas cada cosa debe llegar a su tiempo para ser comprendida. Una solución a la ligera, prescindiendo de la elucidación completa de la cuestión, sería más un motivo de retraso que de adelanto.
EL GENESIS ALLAN KARDEC.
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MIEDO A PERDER
Uno de los mayores obstáculos para una vida plena, armónica, expresiva y significativa, es el miedo a perder; sobre todo, el miedo de perder a alguien, el miedo de perder a alguien que nosotros decimos que amamos, el miedo a perder la pareja, a los hijos, a los amigos, al patrón, al empleado, al cliente.
Esta emoción es la principal responsable por nuestro sufrimiento vital. El miedo de perder es el miedo de nos volvernos indispensables para la persona con la cual nos relacionamos. El miedo de perder se reviste de mil y una formas, aparece bajo mil disfraces: miedo de ser criticados por alguien, miedo de que hablen mal de nosotros, miedo de que nos humillen, miedo de ser abandonados, miedo de ser rechazados, miedo de no ser importantes, miedo de no ser ilustres, miedo de ser menospreciados, miedo de no ser amados, miedo de la soledad. Y todo esto puede ser designado más claramente por una palabra: celos.
Los celos es el miedo de no tener a alguien, de no poseer a alguien, de no venir a ser dueño de alguien. En la relación celosa, nos colocamos nosotros y al otro como objetos.
En este tipo de relación, persona y objeto son la misma cosa. En los celos, tenemos miedo de ser algún día considerados inútiles, y dispensables para la otra persona.
Esta es la emoción del sufrimiento, la emoción suplicante, la emoción de la relación confusa, dependiente. Y lo que empeora es que en nuestra cultura aprendemos a mirar los celos como señal de amor. Y los celos son justo lo contrario.
Los celos son lo contrario del amor. En la relación amorosa, existe identidad: "Yo soy, independiente de ti!" En la relación celosa, por otro lado, se pierde la identidad: "Yo, sin ti, no soy nada. ¡Eres todo para mi!"
El amor es independiente, es libre, viene de quererse íntimamente, está directamente relacionado al sentido de libertad, de la opción, de la elección. Los celos prenden, atan, condicionan, determinan.
"Con esta emoción, Yo ya no soy. Yo; soy lo que lo otro quiere que Yo sea. Y Yo soy lo que el otro quiere que Yo sea, para que el también sea, lo que Yo quiero que el sea."
En los celos, hay un pacto de destrucción mutua, en que cada cual usa al otro, como garantía de que no estará solo: "Yo me abandono para que el otro no me abandone, Yo me desprecio para que el otro no me desprecie, Yo me falto al respeto, para que el otro no me falte al respeto, Yo me destruyo, para que el otro no me destruya.
Los celos son el miedo de ser no ser indispensable a alguien, y lo más grave quizás este aquí: pasamos la vida entera con miedo de volvernos para los otros algún día, lo que nosotros ya somos ahora, - totalmente dispensables.
El hombre es, por definición, dispensable, transitorio, efímero, de paso, - y esto es bastante real.
En todas las relaciones que tenemos hoy somos reemplazables
El mundo siempre existió sin nosotros, sigue existiendo y sé que continuará existiendo sin nosotros. Somos necesarios aquí y ahora, pero seremos dispensables antes y después. El miedo de ser dispensable a alguien es lo mismo miedo de la muerte, que también es real. El miedo de la muerte es por celos de la vida. Es la voluntad falsa, irreal, de ser, permanentes y inmutables. El miedo de perder nos lleva a entender que las cosas solamente valen la pena si son eternas, permanentes, durables. Una relación solamente tiene valor, en este caso, si tenemos garantía de que siempre será así como es. Y como todo es transitorio, como todo es mutable, como todo es de posible transformación, el miedo de perder nos lleva a un estado continuo de sufrimiento.
Las consecuencias de los celos son muy claras: "Si yo tengo miedo de que me abandonen, de volverme dispensable para alguien, de que no me amen, en lugar de hacer ser cada vez mejor.
Yo voy gastar toda mi vida, todas mis energías para probar a los otros que Yo soy lo máximo, lo mejor, que soy el primero.
En vez de empeñar esfuerzos para ser un marido, por ejemplo., cada vez mejor, un hijo cada vez mejor, una pareja cada vez mejor, un padre o madre cada vez mejor, un chef cada vez mejor, una empleada cada vez mejor, Yo gasto mis energías para enseñar a mi pareja, a mis amigos, a mis hijos, a mi pareja, a mi chef, a mi empleado, que Yo soy lo mejor padre del mundo, lo que es mentira; el mejor marido del mundo, lo que es mentira; el mejor amigo del mundo, lo que es mentira; el mejor chef del mundo, lo que es mentira; el mejor empleado del mundo, lo que es mentira!"; y así en adelante.
Los celos nos conducen al delirio de la omnipotencia. Nuestros actos, nuestras iniciativas, nuestra conversación, o nuestro comportamiento, o nuestras consideraciones, son para mostrar a los otros que nosotros somos buenos, fuertes, capaces y perfectos. Aquí está la diferencia básica, fundamental, entre el miedo de perder y las ganas de vencer.
El miedo de perder es así: "Si no ganamos, nadie nos va a querer. Gastaremos todas energías para defender lo que nosotros ya poseíamos, para conservar lo que ya ganamos. Nosotros ya llegamos al punto máximo, solo tenemos que perder". La voluntad de ganar, por otro lado, es así: "Estaremos siempre activos, descubriendo las oportunidades de victoria.
Procuraremos ganar cada vez más, en vez de preocuparnos con posibles pérdidas. Lo que nosotros tenemos de más sagrado es nuestra propia vida, y esta, nosotros ya la vamos perder de todas formas.
Todas las otras perdidas son secundarias. El miedo de perder es reactivo, defensivo, justificativo. Las personas celosas están siempre con un pie atrás y otro adelante.
Siempre precaviéndose para no perder, siempre preparando, siempre conservando. Las personas con ganas de vencer están siempre activas, siempre optando, arriesgando. El miedo de perder es la vivencia del futuro, es la vivencia anticipada del futuro, es preocupación.
La ganas de vencer, por otro lado, es la vivencia del presente, es la vivencia de la belleza del presente. En todo, a cada momento, existen riesgos y existen oportunidades. En el miedo de perder, la persona solamente ve los riesgos. En la gana de vencer, la persona ve los riesgos pero, sobre todo, ve también las oportunidades. Cada momento de la vida es un desafío para el crecimiento. La gana de vencer, a la que nos referimos, no significa ganar a alguien, sino vencerse a si mismo, ser cada vez más, estar siempre dispuesto a dar un paso adelante, estar siempre dispuesto a crecer un poco más.
Es importante tener siempre presente que hoy podemos crecer un poco más de lo que éramos ayer; descubrir que nadie llego a su limite máximo, y que la edad adulta no significa que llegamos al máximo de nuestra potencialidad.
No existe persona madura. Existe, si, la persona en maduración. Todo nuestro sufrimiento viene de una paralización del crecimiento personal y cada uno de nosotros sabe muy bien donde se paralizó, en donde nuestra energía está bloqueada, en donde no está habiendo expansión de nuestra propia energía.
Todavía no vimos, hasta hoy, una relación en el deterioro, entre una presencia fuerte de lo celos, por el deseo de ser dueños de otra persona, de una ansia de más poder y control sobre los pensamientos, los sentimientos y las acciones de la persona a quien decimos querer. Los celos son la enfermedad del amor, es un profundo desamor a si mismo y, consecuentemente, un desamor al otro.
Por celos, se establece una relación dominador/dominado. Los celos es el dolor de la incertidumbre con relación a los sentimientos de alguien en el futuro. Es la rabia de no poseer la seguridad absoluta de la relación, del futuro. Es la tristeza de no saber lo que va pasar mañana. Por cierto, lo que duele en los celos es la inseguridad del futuro, es la inseguridad del desconocido.
La locura esta ahí: ¡Pasamos la vida entera intentando conseguir lo que jamás conseguiremos - seguridad! La seguridad no existe, no existe nada. Ser seguro no significa acabar con la inseguridad, pero si aceptarla como inherente a la naturaleza del hombre. Nadie puede acabar con el riesgo del amor. Por esto, solamente es posible estar en estado de amor, si sabemos estar en estado de riesgo.
Desperdiciamos el único momento que tenemos, que es el ahora, en función de un momento inexistente, o futuro. Parece que las personas solamente valen para nosotros en el futuro. Nosotros no disfrutamos hoy la relación con la pareja, con los hijos, con los amigos, sufriendo con la posibilidad de un día no ser queridos por ellos.
El hijo, por ejemplo, parece que solamente nos es importante mañana, cuando haya crecido, se haya formado, cuando se case, cuando trabaje, etc. Hasta hoy todavía no conocemos un padre preocupado con el futuro de los hijos que estuviese jugando con ellos. En general, no tiene tiempo porque están muy preocupados en asegurarles un futuro brillante.
Los celos es la incapacidad de vivenciarnos hoy la gratuidad de la vida. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas, queramos o no. Hoy estamos empezando, y vivir es considerar cada segundo de nuevo.
Cada día tiene su propio cuidado o como diría Jesús: - A cada día le basta su propia contrariedad" (Mt 6, 33).
El miedo de aquello que me puede pasar quita mi alegría de estar aquí y ahora, el miedo de la muerte me quita las ganas de vivir, el miedo de perder alguien me quita la belleza de estar con él ahora.
Por cierto, cuando tenemos miedo de perder a alguien, es porque imaginamos que las personas sean nuestras. Nadie puede perder lo que no tiene y nosotros sabemos que nadie es de nadie. Cada persona es única y exclusivamente de ella misma. Esta es otra falsedad. Podemos perder un libro, un mechero, una baraja, una bolsa, pero jamás un ser humano.
El sinónimo del miedo de perder, es la obsesión del primer lugar. ¿Que es la obsesión del primer lugar? Es empeñarnos en hacer para los otros la tarea imposible de ser siempre los primeros en todos los lugares y en todas las circunstancias.
Se es en casa, queremos ser el primero; en el trabajo, queremos ser el primero; en una reunión, queremos ser el primero; en el fútbol, queremos ser el primero; en un asunto especifico, queremos ser el primero; y en otro asunto cualquiera, siempre el primero.
El primer lugar es opaco, triste, al paso que el segundo lugar está lleno de esperanza, es fértil, pues cuando alguien llega a la cumbre de la montaña, solamente le resta un camino: empezar a bajar.
En el segundo puesto, todavía tenemos para donde ir, para donde crecer. La posición de segundo lugar nos lleva al crecimiento, al crecimiento continuo.
¿Por que tú no te estableces en el segundo puesto, aun cuando esté ocupando socialmente y eventualmente el primer lugar? El segundo lugar, no en relación al prójimo, pero sí en relación a ti mismo, o sea, todavía tenemos por donde crecer y mejorar. Tu sabes por que el mar es tan grande, tan inmenso, tan poderoso? Es porque ha tenido la humildad de colocarse algunos centímetros abajo de todos los ríos del mundo. Sabiendo recibir, se volvió grande. Si quisiera ser el primero, algunos centímetros por encima de todos los ríos, no seria el mar, sino una isla. Toda su agua iría para los otros y él estaría aislado.
Y, además, la perdida hace parte, la caída hace parte, la muerte hace parte. Es imposible vivir satisfactoriamente si no aceptarnos la perdida, la caída, el error y la muerte. Precisamos aprender a perder, a caer, a errar y a morir. No es posible vencer sin saber perder, no es posible andar sin antes caer, no es posible acertar sin saber errar, no es posible vivir sin saber morir. En otras palabras, si tenemos miedo de caer, andar será mucho mas doloroso; si tenemos miedo de la muerte, la vida es muy molesta; si tenemos miedo de la pérdida, el engaño nos llena de preocupaciones.
Esta es la figura del fracasado dentro del éxito. Personas que cuanto más ganan, cuanto más mejoran en la vida, más sufren. Para la persona que tiene miedo de quedar pobre, cuanto más dinero tiene más preocupado se queda; para la persona que tiene miedo del fracaso, cuanto más sube en la escala social, más desgraciada es su vida.
Por otro lado, si tú comprendes lo que es perder, caer, errar, nadie te controlará más. Pues lo máximo que te puede pasar a ti es caer, es errar, es perder, y esto tú ya lo sabes.
Bien aventurado aquellos que ya consiguen recibir, con la misma naturalidad, el gaño y la perdida, el acierto y el error, el triunfo y la caída, la vida y la muerte.
Antônio Roberto Soares
Desarrollo del Comportamiento nº 2Traducido y adaptado por Cassio Lopes,basado en la obra“Desenvolvimiento Comportamental”
Readaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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