Una dolorosa observación sorprende al pensador en el ocaso de la vida. Resulta también, más punzantes las impresiones sentidas en su giro por el espacio. Reconoce él entonces que, si las enseñanzas administradas por las instituciones humanas, en general (religiones, escuelas, universidades), nos hacen conocer muchas cosas superfluas, en compensación casi nada enseña, de lo que más precisamos conocer para la orientación de la existencia terrestre y preparación para el Más Allá.
Aquellos a quienes incumbe la alta misión de ilustrar y guiar el alma humana, parecen ignorar su naturaleza y su verdadero destino.
La mayor parte de los profesores y pedagogos, apartan sistemáticamente de sus lecciones, todo lo que se refiere al problema de la vida, las cuestiones de extensión y finalidad...
La misma impotencia encontramos en los sacerdotes. Por sus afirmaciones desprovistas de pruebas, apenas consiguen comunicar a las almas que le son confiadas, una creencia que ya no corresponde a las reglas de una critica sana, ni a las exigencias de la razón.
Efectivamente, en la universidad, como en la Iglesia, el alma moderna no encuentra sino oscuridad y contradicciones, en todo lo que respecta al problema de su naturaleza y de su futuro.
Es a ese estado de cosas que se debe atribuir, en gran parte, los males de nuestra época, la incoherencia de las ideas, el desorden de las conciencias, la anarquía moral y social.
La educación que se da a las generaciones es complicada; más, no les aclara el camino de la vida, no les da el temple necesario para las luchas de la existencia. Carl du Prel refiere el siguiente hecho:
"Un amigo mío, profesor de la universidad, pasó por el dolor de perder una hija, lo que le reavivó el problema de la inmortalidad. Se dirigió a los colegas, profesores de Filosofía, esperando encontrar consuelo en sus respuestas. Amarga decepción: pidiera pan, y le ofrecían una piedra; buscaba una afirmación, le respondían con un talvez!"
Sarcev, modelo completo del profesor universitario, escribía; "Estoy en la Tierra. Ignoro absolutamente como vine aquí, ni como aquí fui lanzado. Ignoro como saldré de aquí, ni lo que será de mí cuando lo haga."
El alma de nuestros hijos, sacudida entre sistemas variados y contradictorios ( el positivismo de Auguste Comte, el naturalismo de Hegel, el materialismo de Stuart Mill, el eclectismo de Cousin, etc), fluctúa incierta, sin ideal, sin fin preciso.
El eminente profesor Raoul Pictet señala ese estado de espíritu en la Introducción de su última obra sobre las “Ciencias Psíquicas”.
Habla él, del efecto desastroso producido por las teorías materialistas, en la mentalidad de sus alumnos, y concluye así:
"Esos pobres mozos, admiten que todo lo que pasa en el mundo es efecto necesario y fatal de condiciones primarias, en las que la voluntad no interviene; consideran que la propia existencia es, forzosamente, juguete de la fatalidad ineluctable, a la cual están entregados de pies y manos atadas.
Esos mozos cesan de luchar enseguida, ante las primeras dificultades. Ya no creen en sí mismos. Se tornan tumbas vivas, donde se encierran, promiscuamente, sus esperanzas, sus esfuerzos, sus deseos, fosa común de todo lo que hace latir el corazón, hasta el día del envenenamiento. He visto esos cadáveres ante sus escritorios y en el laboratorio, y me ha causado pena verlos.”
Las teorías de Reno, las doctrinas de Nietzsche, de Schopenhauer, de Haeckel, etc., mucho contribuyeron, a su vez, para determinar ese estado de cosas. Su influencia por todas partes se extiende. Se les debe atribuir, en gran parte, ese lento trabajo, obra oscura de escepticismo y de desánimo, que se desarrolla en el alma contemporánea, esa desagregación de todo lo que fortificaba la alegría, la confianza en el futuro, las cualidades viriles de nuestra raza.
Hasta aquí, el pensamiento se confinaba en círculos estrechos: religiones, escuelas, o sistemas, que se excluyen y combaten recíprocamente. De ahí, esa división profunda de los espíritus, esas corrientes violentas y contrarias, que perturban y confunden al medio social.
Aprendamos a salir de estos círculos austeros y a dar libre expansión al pensamiento, cada sistema contiene una parte de verdad; ninguno contiene la realidad entera.
La crisis moral y la decadencia de nuestra época provienen, en gran parte, de haberse inmovilizado el espíritu humano, durante mucho tiempo. Es necesario arrancarlo de la inercia, de las rutinas seculares, llevarlo a las grandes altitudes, sin perder de vista las bases sólidas que le viene a ofrecer, una ciencia engrandecida y renovada.
Esta es la ciencia del mañana, trabajamos en construirla.
Ninguna obra humana puede ser grande y duradera si no se inspira, en la teoría y en la práctica, en sus principios y en sus explicaciones, en las leyes eternas del universo. Todo lo que es concebido y edificado fuera de las leyes superiores se funda en la arena y se desmorona.
Ahora, las doctrinas del socialismo actual tienen una tara capital. Quieren imponer una regla en contradicción con la Naturaleza y la verdadera ley de la Humanidad: el nivel igualitario.
La evolución gradual y progresiva es la ley fundamental de la Naturaleza y de la vida. Es la razón de ser del hombre, la norma del Universo. Insubordinarse contra esa ley, sustituirla por otro fin, sería tan insensato como querer parar el movimiento de la Tierra o el flujo y el reflujo de los océanos.
El lado más débil de la doctrina socialista es la ignorancia absoluta del hombre, de su principio esencial, de las leyes que presiden su destino. Y cuando se ignora al hombre individual, ¿cómo se podría gobernar al hombre social?
El origen de todos nuestros males, está en nuestra falta de conocimiento y en nuestra inferioridad moral.
Toda la sociedad permanecerá débil, impotente y dividida durante todo el tiempo en que la desconfianza, la duda, el egoísmo, la envidia y el odio la dominen. No se transforma una sociedad por medio de leyes. Las leyes y las instituciones nada son sin las costumbres, sin las creencias elevadas. Cualesquiera que sean la forma política y la legislación de un pueblo, si él posee buenas costumbres y fuertes convicciones, será siempre más feliz y poderoso que otro pueblo de moralidad inferior.
Siendo una sociedad la resultante de las fuerzas individuales, buenas o malas, para mejorar la forma de esa sociedad es preciso actuar primero sobre la inteligencia y sobre la conciencia de los individuos.
Más, para la Democracia socialista, el hombre interior, el hombre de la conciencia individual no existe; la colectividad lo absorbe por entero. Los principios que ella adopta no son más que una negación de toda filosofía elevada y de toda causa superior. No se busca otra cosa sino conquistar derechos; entre tanto, el gozo de los derechos no puede ser obtenido sin la práctica de los deberes. El derecho sin el deber, que lo limita y corrige, solo puede producir nuevas dilaceraciones, nuevos sufrimientos
Las iglesias, es verdad, a pesar de sus fórmulas anticuadas y de su espíritu retrógrado, agrupan todavía a su alrededor a muchas almas sensibles; pero, se tornarán incapaces de conjurar el peligro, por la imposibilidad en que se colocaran de ofrecer una definición precisa del destino humano y del Más Allá, apoyada en hechos probados y bien establecidos. La religión, que tendría, sobre ese punto capital, el más alto interés en pronunciarse, se conserva en el vacío.
La Humanidad, cansada de los dogmas y de las especulaciones sin pruebas, se hundió en el materialismo, o en la indiferencia. No hay salvación para el pensamiento, sino en una doctrina basada sobre la experiencia y el testimonio de los hechos.
¿De donde vendrá esa doctrina? ¿Del abismo en que nos arrastramos, que poder nos librará? ¿Que ideal nuevo vendrá a dar al hombre la confianza en el futuro y el fervor por el bien? En las horas trágicas de la Historia, cuando todo parecía perdido, nunca faltó el socorro. El alma humana no se puede hundir totalmente y perecer. En el momento en que las creencias del pasado se oscurecen, una nueva concepción de la vida y del destino, basada en la ciencia de los hechos, reaparece. La gran tradición revive bajo formas engrandecidas, más nuevas y más bellas.
La tarea a cumplir es grande. La educación del hombre debe ser enteramente rehecha. Esa educación, ya lo vimos, ni la Universidad, ni la Iglesia están en condiciones de ofrecer, puesto que ya no poseen las síntesis necesarias para aclarar la marcha de las nuevas generaciones.
Una sola doctrina puede ofrecer esa síntesis, la del Espiritualismo científico; ella ya sube en el horizonte del mundo intelectual y parece que ha de iluminar el futuro.
A esa filosofía, a esa ciencia, libre, independiente, emancipada de toda presión oficial, de todo compromiso político, los descubrimientos contemporáneos traen cada día nuevas y preciosas contribuciones. Los fenómenos del Magnetismo, de la radioactividad, de la telepatía, son aplicaciones de un mismo principio, manifestaciones de una misma ley, que rige conjuntamente el ser y el Universo.
Después de algunos años de labor paciente, de experimentaciones concienzudas, de pesquisas perseverantes, y la nueva educación habrá encontrado su fórmula científica, su base esencial. Ese acontecimiento será el mayor suceso de la Historia, desde el aparecimiento del cristianismo.
Un tiempo se acaba; nuevos tiempos se anuncian. La hora en que estamos es una hora de transición y de parto doloroso. Las formas agotadas del pasado empalidecen y se deshacen para dar lugar a otras, al principio vagas y confusas, más que se aclaran cada vez más. En ellas se esboza el pensamiento creciente de la humanidad.
Se puede, todavía, en nuestra época, vivir y actuar con más intensidad que nunca; más, ¿se puede vivir y actuar plenamente, sin tener conciencia del fin a alcanzar? El estado del alma contemporánea pide, reclama una ciencia, un arte, una religión de luz y de libertad, que vengan a disiparle las dudas, liberarla de las viejas esclavitudes y de las miserias del pensamiento, guiarla hacia horizontes resplandecientes a los que se siente llevada por la misma naturaleza y por el impulso de fuerzas irresistibles.
La fe en el progreso no camina sin la fe en el futuro, en el futuro de cada uno y de todos. Los hombres no progresan y no adelantan, sino creyendo en el futuro y marchando con confianza, con certeza hacia el ideal entrevisto.
Todo nos lo dice, el Universo es regido por la ley de la evolución, es eso lo que entendemos por la palabra progreso. Y nosotros, en nuestro principio de vida, en nuestra alma, y en nuestra conciencia, estamos para siempre sometidos a esa ley. No se puede desconocer, hoy, esa fuerza, esa ley soberana ella conduce al alma y sus obras, a través del infinito del tiempo y del espacio, a un fin cada vez más elevado; más, esa ley no es realizable sino por nuestros esfuerzos.
Nuestro deber es trazar la trayectoria a la Humanidad futura, de la que somos todavía parte integrante, como nos lo enseñan la comunión de las almas, la revelación de los grandes Instructores invisibles y como la Naturaleza lo enseña también por sus millares de voces, por la renovación perpetua de todas las cosas, a aquellos que la saben estudiar y comprender.
Vamos, pues, hacia el futuro, hacia la vida siempre renaciente, por la vía inmensa que nos abre un Espiritua1ismo regenerado!
Fe del pasado, ciencias, filosofías, religiones, iluminaos con una llama nueva; sacudid vuestros viejos sudarios y las cenizas que os cubren.
Escuchad las voces reveladoras del túmulo; ellas nos traen una renovación del pensamiento con los secretos del Más Allá, que el hombre tiene necesidad de conocer para vivir mejor, actuar mejor, y morir mejor!
Paris, 1908 León Denis.- Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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LA HUMILDAD
La humildad es virtud muy olvidada entre vosotros.Son bien poco seguidos los ejemplos que de ella se os han dado.
Entretanto, ¿Sin humildad, podéis ser caritativos con vuestro prójimo?. ¡ Oh ! no, pues este sentimiento nivela a los hombres, diciéndoles que todos son hermanos que se deben auxiliar mutuamente, y los induce al bien. Sin la humildad, solo os adornáis de virtudes que no poseéis, como si os pusieseis un vestuario para ocultar las deformidades de vuestro cuerpo. Recordar a Aquél que nos salvó; recordar su humildad, que tan grande lo hizo, colocándolo por encima de todos los profetas.
(El Evangelio Según el Espiritismo, Cap.7, item 11 (parte)- Lacordaire – Constantina, 1863)
NOTA IMPORTANTE: Los lunes,miércoles y jueves a las 22,30 horas, pueden participar en el chat de la Federación Espírita Española.
Los viernes a las 23,00 horas se os invita a asistir a una conferencia en la misma sala.
Los domingos a las 21,30 horas tenemos la clase de Estudio del Espiritismo por el "Grupo espírita Sin Fronteras".dirigido por Carlos Campetti-
Y además recomiendo los Blogs:
El espirita albaceteño.- elespiritadealbacete.blogspot.com.es
Albacete espírita: espiritismoalbacete.blogspot.com.es
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marinamiesdeamor.blogspot.com
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Revista virtual AMOR, PAZ Y CARIDAD : www.amorpazycaridad.com
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