En la actualidad social / moral del planeta Tierra, en torno a dos fenómenos de las relaciones humanas nos hacen notar expresamente el colectivismo y el individualismo.
En el primer caso, conforme señalan diversos estudiosos de la conducta, hay una necesidad de relaciones colectivas, donde el individuo su identidad, consumido por las aspiraciones y, sentimientos de él mismo dominante en el grupo actuante. Su capacidad de decidir y de opinar es asfixiada en la avalancha del todo, eliminando la posibilidad de profundizar mejor la investigación en torno de las cuestiones presentadas, facilitándose su divulgación apresada, no pocas veces, insensatas…
Se asumen idénticas posturas, se elaboran con semejantes objetivos las extravagancias sobreponiéndose a los nobles proyectos del idealismo saludable, siguiéndose la ola dominadora del todo igual.
Rápidamente las novedades toman cuerpo y son divulgadas, igualando los comportamientos y los hábitos sociales, lamentablemente, en sus expresiones menos elevadas, no en tanto, más cómoda y placentera.
La globalización social normaliza lo que es cierto y programa dentro de sus esquemas de intereses negociables o conveniente y seductor, anestesiando las mentes soñadoras e independientes que terminan por ser vencidas cara al volumen de la masa que triunfa y por la algazara de las voces en desaliño…
Desaparece el espacio para la iluminación personal, la introversión edificante y el análisis de la situación ante los acontecimientos que se suceden rápidamente.
Se tiene la impresión de que el vivir y el gozar ahora son esenciales, y que, una vez más, todo se sumerge en el caos…
Los hábitos sanos, la ciudadanía, lo ético son nivelados falsamente y vulgarmente por los multiplicadores de opinión, por los lideres de audiencia en los vehículos de comunicación de masas, en la insensatez y en la alucinación de los sentidos.
Son presentados como legítimos los comportamientos anteriormente tenidos como alineados, más que, de súbito ganan prestigio, porque son propuestos por personalidades famosas, pero las cuales alcanzaron el destaque por medios poco recomendables.
Las conquistas colectivas igualan ejecutivos y trabajadores, políticos y artistas, comerciales y juristas en padrones extraños, que son aceptados, de forma para no diferenciarlos, en cuyos grupos son exaltados el egoísmo, el inmediatismo, el poder de cualquier manera, licita o deshonestamente.
Es cierto que hay significativas excepciones, que se constituyen modelos para el futuro de la sociedad, cuando zozobre este periodo de avalanchas de desequilibrios.
Los encuentros sociales casi siempre están vacios de contenido, en los cuales se discute mucho y se oye poco, por cuanto cada cual está fijado en su propio interés, lográndose realizar voluminosos contactos con personas solitarias, evocándose a los grupos antiguos que se reunían en las hoy decadentes cortes, conforme a las ambiciones, apoyándose unos a los otros o sonriendo y conspirando unos contra otros por la hipocresía y por la desconfianza.
El segundo grupo, evadiéndose del alboroto, pretende que sean evitados los problemas individuales refugiándose en la intimidad de sus hogares o gabinetes, de sus escritorios, sospechosos e irascibles, como sirviéndose de mecanismos protectores de defensa en la que se encasillan.
Otros tantos individuos, escamoteando los trastornos socio fóbicos, recurren a la comunicación virtual y se alinean a la familia, de aquellos que se les aficionan, así como de los demás compañeros de jornada, para las incursiones enfermas en el fantástico y maravilloso mundo de internet, en el cual ocultan las dificultades personales y exhiben los anhelos frustrados de gloria y de realización personal.
Olvidándose del instinto gregario que reúne a todos los animales alrededor uno de otros, se aíslan, perturbándose muchos en los sombríos guetos en que se acogen.
La facilidad de la convivencia fraternal, los júbilos de los encuentros amigos, los diálogos edificantes entre aquellos que se estiman, el intercambio de ideas en el calor de la vivencia con el prójimo ceden lugar a las fugas espectaculares, que permiten ampliar el miedo a la muerte, a la enfermedad, al desempleo, a la traición, más principalmente a los recelos absurdos de la vida y del amor.
Teme amar, recelando en el no ser correspondido, lo que representa inseguridad personal y desequilibrio emocional, por impedirse la inefable alegría de intercambiar sentimientos dignificantes.
Ambos grupos, poco a poco, se distancian perdiendo la facultad del relacionamiento saludables, del calor de la convivencia, de la emoción resultante de la permuta de ideas y de aspiraciones.
Naturalmente permanece expresiva e inatacable faja de personas saludables, que se sustentan en la comunicación personal acogedora, en la búsqueda de las más adecuadas soluciones para los problemas y desafíos del momento, interesados en el bienestar de todos y ciertamente en el progreso individual y social.
En los referidos grupos colectivos e individualistas, aun mismo cuando parecen regir sentimientos religiosos, helos ahí asignados a los significados egoísta que abrazan, insensibles a las necesidades de la humanidad que sufre y aguarda ayuda para desarrollarse.
Como la vida pertenece al espíritu, encontrándose en el cuerpo o fuera de él, sus sentimientos y pensamientos se mezclan en perfecto intercambio con aquellos que les son afines.
Predominando las pasiones inferiores en la gran mayoría de los reencarnados y desencarnados que pueblan el orbe planetario y su entorno, es comprensible que terminen identificándose psíquica y moralmente, dando lugar a las infecciones y obsesiones tanto individuales como colectivas…
Sutilmente, participando de los intereses de los incautos en el viaje carnal, sus enemigos desencarnados les inspiran ideas enfermizas hasta posesionarse de su raciocinio, haciéndolos caer inermes en sus hábiles trampas.
En otras ocasiones, nos agreden con violencia, produciéndonos brotes de morbidez que nos avasallan, arrastrándonos indefensos a sus objetivos infelices.
Se generan trastornos emocionales, psíquicos, y con igual intensidad enfermedades simulacros.
Los fluidos morbídos ingeridos psíquicamente por el reencarnado se mezclan con los complejos mecanismos de las neuro comunicaciones cerebrales, de la mitosis celular, dando lugar a desorganizaciones fisiológicas, agrediendo el sistema inmunológico a través del cual agentes destructivos de la fauna microbiana atacan el organismo, instalando enfermedades reales o provocando síntomas perturbadores.
La divinidad siempre proporciona los recursos hábiles para la precaución al terrible flagelo y para su recuperación cuando ya está instalado.
Desatentos, sin embargo, y complaciéndose en la inferioridad de los sentimientos, perseguidores y perseguidos optan por el combate sin gloria de la ignorancia, ampliando el área de los que son víctimas de la obsesión.
Los estímulos exagerados al placer y no al conocimiento abren las compuertas morales para la simbiosis emocional y se torna difícil establecer la frontera separativa de lo que es lícito y se puede hacer en relación al todo conseguir, debiendo el máximo fluir.
Los espectáculos, pues, de la obsesión pandemica, choca y conmueve, sensibilizando el inefable amor a Jesús, que promueve las reencarnaciones de nobles mensajeros para el esclarecimiento de la sociedad a respecto de la situación angustiante, a través de la conquista ética del amor, del deber, de la fraternidad, del perdón, de la oración y de la caridad…
Las trompetas del más allá suenan y convocan a los servidores del Bien para que clamen y canten el poema de salud y de paz, aunque la algazara generalizada, consiguiendo sensibilizar muchos que aun pueden ser despertados y liberados de la situación deplorable.
El vigilad y orad se torna de incomun significado terapéutico, en este momento, a fin de prevenir la sociedad a respecto de la infeliz pandemia, así como para liberar a los que están prisioneros en las amarras y prisiones de la momentánea enfermedad moras/espiritual.
Libro: MEDIUMNIDAD DESAFIOS Y BENDICIONES (2º12) DIVALDO Pereira Franco
Traducido al español por: M. C. R
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Convéncete de que no existen males eternos.
- Emmanuel a través de Francisco Cándido Xavier-
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