Al principio… La Tierra estaba vacía y había tinieblas sobre la faz del abismo. (Génesis, 1:1 -2)… Y Dios inició Su Obra, que conocemos…
Por más que la inteligencia humana retroceda en la búsqueda de ese principio, el primer momento desaparece en el tiempo y en el espacio, sin que cualquier concepción pueda presentar un límite, perdiéndose, en el infinito, que dimensiona a la humana ignorancia a respecto de la Causalidad Absoluta.
¿Desde que, al principio, se torna el punto de partida para el tiempo, que habría antes, si es que había? De la misma forma, asoman, a la mente, las propuestas evangélicas, cuando se refieren hasta el fin de los tiempos (1Pedro: 1-20) ocasionando margen a nuevas investigaciones al respecto de lo que ocurrirá después, si ocurre…
Aun cuando la inteligencia se profundice al máximo, a través del conocimiento, en la descodificación de la incógnita del tiempo, más complejos se tornan los fenómenos que a través de el se manifiestan y pueden ser observados.
De esta forma, la única dimensión descomprometida para elucidarla es la tácita aceptación de la Eternidad, cubriendo lo ilimitado y lo relativo, el antes no existido y el después que no existirá.
El tiempo, no obstante, solamente se torna realidad por causa de la mente, que se presenta como el sujeto, el observador, el Yo que se detiene a considerar el objeto, el observado, el fenómeno.
Ese tiempo indimensional es el real, el verdadero, existen en todas las épocas aun mismos antes del principio y después del fin.
Aquel que determina las ocurrencias, que mide, estableciendo metas y dimensiones, es el relativo, el ilusorio, que define bases y periodos denominados entonces, hoy es mañana, a través de los cuales la vida se expresa en los círculos terrenos y en la visión lógica - humana- del Universo.
La mente relaciona manifestaciones que surgen, en el Sistema Solar, en los movimientos de traslación y de rotación de la Tierra, limitando los espacios que pasan por el cribo de las convenciones establecidas y tornadas realidades, siempre sin embargo, aparentes, porque en carácter relativo y no en acontecimiento - el fenómeno es absoluto.
No obstante, aunque en el carril establecido, La variación demuestra que solamente lo real existe, siendo lo conceptual una creación-limite necesaria para la mente de cada individuo.
Ese organigrama de fases se torna una necesidad para el proceso sansarico, la infinita rueda de las encarnaciones. Cara al impositivo de la conciencia que establece las marcas temporales, el concepto de hoy asume la condición de lo que se piensa, de lo que se hace y de lo que se aspira.
Es resultado inevitable de lo ya realizado – pasado – promoviendo la construcción de lo que se realiza- el futuro.
Si, por ejemplo, alguien, en un grupo, observa cualquier situación, esta pasa a tener existencia conforme el grado de emoción del envuelto, de su discernimiento intelectual, su capacidad de identificación con el hecho, su óptica existencial. Cada uno, por tanto, de aquellos que asistieron al acontecimiento, experimenta una vivencia que difiere, las más de las veces, diametralmente con lo que el otro captó.
Ese fenómeno es observable en los testimonios presentados por personas que estuvieron presentes y acompañaron el resultado de cualquier delito o irregularidad. Aun mismo que sean honestas, sus enfoques provocan perturbación en los jurados, que quedan imposibilitados de discernir lo real de lo imaginario, exigiendo la habilidad de los abogados, quiera de la defensa, quiera de la acusación – los fiscales especialmente - para que sea establecida la verdad, siempre relativa y raramente legitima en torno a lo acontecido.
Aquel ahora del hecho, se archivo en memoria del pasado, que será resumado al futuro, cuando un nuevo presente se imponga como condición de justicia para la regularización penal necesaria.
La mente, por tanto, que piensa, establece que el acto que se fija es el presente, no en tanto, en la celeridad del tiempo en si mismo – sin movimiento, sin prisa ni despacio – a la medida que elabora o conceptúa cada percepción establecida se torna pasado, mientras desenvuelve la reflexión progresa en el futuro.
Viajar en el permanente ahora, integrándose en las experiencias que fluyen de las acciones – pensamientos condensados en actitudes – enriquece el ser humano con la sabiduría, avanzando rumbo a la perfección.
¿Tendrá límite esa conducta? Ciertamente que no, por cuanto, si lo hubiese, delinearía la borda de una espiral cada vez más amplia en un nuevo ciclo del proceso de la evolución.
El tiempo terrestre, limitado, para facultar el entendimiento del campo de su infinitud, solamente podrá ser experimentado a través de la oración y de la meditación. La primera, auxilia a romperse el círculo de los pensamientos, en los cuales la mente se mueve, concediendo el éxtasis, la anulación del tiempo y el desaparecimiento del espacio, propiciando otra dimensión emocional. La segunda, faculta la ruptura de la barrera que dimensiona y encarcela, en cuyo bulto una experiencia sucede a otra, fuera del tiempo terrestre, el Espíritu – no más el yo superficial – vuelve a su mundo de origen y participa de la vida en su plenitud, sin la prisión de las sensaciones, ni los tormentos de la emoción lineal.
Esa penetración profunda en las esferas del tiempo real es consecuencia de la conquista vertical de la experiencia que se transformará en acción, en vez de la horizontal de los actos que se suceden indefinidamente…
Ese tiempo real es el océano infinito donde el Universo, en fases y periodos, repite sus manifestaciones cósmicas. Cíclicamente, los fenómenos resurgen y se inmortalizan en el triunfo del Espíritu que fue creado simple e ignorante, mediante el esfuerzo y el trabajo edificante, iluminándose con sabiduría.
Es definida la necesidad de la reencarnación, a través de cuya rueda de sansara, emerge de las fuerzas pesadas y se halla en dulces vibraciones de luz rumbo al infinito. Mientras persevera en las amarras del pasado, que se transforman en cadenas de sufrimientos y de angustias en el presente, necesita deslindarse caminando para el futuro. Todos esos tiempos, sin embargo, se encuentran en un solo periodo de tiempo denominado hoy, que constituye la oportunidad incomparable de salir de las repeticiones de los comportamientos aflictivos.
Condenado a la plenitud, el espíritu se alza al infinito, etapa a etapa, mediante las conquistas de amor y de sacrificio que el dominaron a lo largo de las vivencias de sublimación.
Ese empeño libertador lo auxilia en la búsqueda de Nirvana, del Reino de los Cielos, de la Espiritualidad Superior, donde el tiempo y el espacio se encuentran en el infinito de la realidad hasta ahora desconocida.
Solamente a través de ese proceso es que se desenvolverá Cristo Interno, la Divina Chispa, la Simiente Sublime, El Dios interior, que predomina en germen en el cerne de todos los seres humanos.
La mente, inquieta e insegura, generando conflictos por tendencia tormentosa, herencia atávica de los periodos de transición por los cuales paso, engendra astutos- intensivos-mecanismos de fuga de la realidad –del tiempo legitimo – para la fantasía, la ilusión, el miedo, la incerteza que brota en la sucesión de la dimensión limitada, estableciendo sufrimientos en los cuales se complace…
Este fenómeno relativo hoy constituye la ampliación para el aprendizaje de la acción profunda mediante la vivencia en que se transforma la imagen del pensamiento.
Al comienzo, paso a paso, avanza por el tiempo relativo, el entonces fundiéndose en el hoy y este haciéndose el mañana que está llegando.
Mediante la legitima reflexión, más allá de la mente que raciocina horizontalmente a+b = ab, saltándose para la conexión tiempo – espacio, infinito, se vivirá en un hoy continuo, que no se transfiere para el futuro, ni tren para el pasado en el embuido, trabajando a favor del estado de paz permanente.
Muy comúnmente se afirma que el tiempo en el placer, en la alegría, en la felicidad es siempre rápido, mientras que durante la expectativa de algo, en el sufrimiento, en el testimonio, en la angustia es siempre muy demorado, no obstante sea la misma carga de segundos en que transcurren ambos estados emocionales.
Ciertamente la dimensión horaria funcionará en el ser biológico, así como en el psicológico, en la mente condicionada, desgastando el cuerpo que se consumirá, por la inevitable transformación molecular en la sepultura o en la incineración, liberando sin embargo, el espíritu, para que prosiga la experiencia de la eternidad en que se inició, desde su nacimiento, más que nunca se extinguirá…
Carlos Torres Pastorino
Psicografia de Divaldo Pereira Franco, en la sesión de la noche de 19 de marzo del 2003, en el Centro Espirita Camino de la Redención, en Salvador, Bahía.
Em16 .01.2012.
Traducido al Español por M. C. R
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Un caso de reencarnación comprobada
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