lunes, 26 de noviembre de 2012

LA HIPOCRESIA Y LOS FALSOS PROFETAS



La hipocresía es el acto de pretender constantemente tener creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que uno en realidad no tiene. La hipocresía es un tipo de mentira.

Vivimos tan pendientes de la opinión ajena que con frecuencia incurrimos en simulaciones, fingimientos, y hasta mentiras.A la hipocresía se la entiende como el discurso o conducta explícita o implícita en el que se dice o se hace de modo incongruente con lo que se piensa o se desea hacer. Hipocresía no es otra cosa que la capacidad para disimular o simular defectos y virtudes que tenemos o no tenemos -respectivamente- con el objetivo personal de ganar espacios en un mundo ante el cual, si nos presentamos como somos, quedaríamos fuera de lugar.

Este vicio, no es innato en los individuos, sino que se trata simplemente  de un aprendizaje social que puede  hacerse algunas veces con dolor, y otras sin él. Pero que se incorpora  a las pautas sociales  de aprendizaje,  que permite ganar espacios y recompensas –materiales y simbólicas – que gratifican al narcisismo frente  a la escala de valores expuestos en vidriera por la cultura contemporánea. El acceso a estos valores por parte del Yo sería imposible, o muy difícil de  de alcanzar, si no se recurre a estrategias hipócritas que son las que facilitan la accesibilidad a la parafernalia de valores contradictorios que conviven de manera promiscua  en la misma estantería.

En la mentira hay una expresa y consciente falsificación de la verdad, ya sea para ocultar un hecho o bien para deformarlo. En este sentido suelen ser inteligentes los códigos penales contemporáneos que, al incorporar la figura del "falso testimonio", solo encuadran bajo su capítulo las falsedades de la realidad que pueden ser demostradas con intencionalidad del acusado, o del testigo, por falsificar el relato de los hechos.
En la hipocresía no existe la intencionalidad descripta en términos de la realidad objetiva externa, sino que lo que se oculta, exagera o deforma, son contenidos de la realidad objetiva interna que -normalmente- entran en el ámbito de las relaciones interpersonales directas y no mediatizadas por otras personas, hechos o elementos del ambiente. Además de los contenidos no conscientes que existen en el actuar hipócrita, aparecen también los contenidos conscientes al igual que en la mentira. Más, en general no se encontrará en la hipocresía la intención expresa de provocar un daño a otro, sino que apunta a producir beneficios a sí mismo u objetos ligados al actor.
Se puede afirmar que mientras en la mentira hay una alteración del orden de los hechos externos, en la hipocresía hay una alteración de los estados afectivos que vive el actor de la conducta hipócrita.
En definitiva, debe quedar claro que en absoluto han podido dejar aclaradas las diferencias entre la hipocresía y la mentira. Las diferencias no son claras por que las mismas no tienen la magnitud que permita diferenciarlas como entidades absolutamente diferentes. La hipocresía y la mentira son dos constructos que tienen límites poco claros y con una superposición que facilita la confusión. Pese a todo, la hipocresía no es más que una de las formas que puede llegar a asumir el constructo mayor mentira.
Un acto hipócrita es "mentir" hacia adentro y hacia afuera. Al Yo y hacia los Otros. El sí mismo se construye y sostiene sobre la base de mentiras sistemáticas y coherentes, aunque esto que se describe no se da necesariamente siempre así. Las mentiras sistemáticas y coherentes, se venden, ofrecen, entregan a los Otros para facilitarles a ellos usarlas como un espejo donde reflejar la imagen de ése sí mismo que, ya devuelta por los Otros, se incorpora nuevamente al sí mismo que originalmente la emitió, pero reelaborada y digerida por el proceso de amagamiento y prefiguración que han hecho quiénes la devolvieron al poseedor originario. Es decir, hay una mentira hacia los Otros que se reelabora como una verdad -sobre base falsa- que se refleja como una mentira hacia el sí mismo.
Ser hipócrita no consiste simplemente en simular o fingir, mentir incluso, sino en hacerlo de una manera muy peculiar, a saber: para aparentar, precisamente, excelencia moral.

«Hay que decir, por tanto –escribe Tomás de Aquino–, que la hipocresía es simulación, pero sólo una clase de simulación: aquella en que una persona finge ser distinta de lo que es, como en el caso del pecador que quiere pasar por justo.»
Esta comienza y acaba en sí misma o, si se quiere, en el interés del hipócrita. Se trata, pues, de un vicio o de un mal en estado puro, en el sentido de que a ninguna otra finalidad puede servir –ni siquiera accidentalmente– que no sea la de imitar la virtud, lo que acaso resulte útil al hipócrita, pero a nadie más que a él. Hay gente que miente sobre sus posesiones o sobre sus logros, sobre sus amistades o sobre sus amores: el hipócrita miente sobre su bondad; y con sus actitud ningún bien puede alumbrar –ni siquiera de forma casual o involuntaria– y sí, a menudo, mucho mal. De todas las modalidades de simulación, fingimiento y mentira –modalidades que recorren una amplia gama, que va desde lo risible o ridículo hasta lo francamente perverso–, la hipocresía es, probablemente, la más miserable y la más ruin.

El objeto de la mentira del hipócrita no es otro que él mismo, pero no en relación a lo que tiene, sino a   lo que es en su más profunda interioridad; mentira, pues, respecto a su forma de ser, a su condición moral. La falsedad sobre el ser es propio y exclusivo del hipócrita, sin que eso sea óbice, para que alguien sea hipócrita y vanidoso al mismo tiempo.

El hipócrita jamás se engaña a sí mismo: el destinatario y la víctima de su engaño es siempre el otro. San Agustín, aprovechando el origen del término (hipócrita significa en griego comediante o actor), compara acertadamente al hipócrita con aquél que al actuar hace en su papeles de lo que no es (como el actor que sin ser Agamenón finge serlo); del mismo modo, el hipócrita es aquél individuo que aparenta ser lo que no es.

Y si el vanidoso o el narcisista se conforman con ser admirados, el hipócrita no anhela tanto la admiración como el beneficio, la culminación de un determinado interés. Y si la falsedad del vanidoso puede desplegarse en una amplísima gama de ámbitos, la del hipócrita se halla anclada por completo en el de la moralidad. La hipocresía consiste, pues, en un procedimiento para conseguir determinados beneficios que de ningún otro modo podrían alcanzarse más que aparentando ser moralmente lo que no se es.

Lo verdaderamente preocupante es que se trata, seguramente, de vicio más extendido de lo que acaso pudiera pensarse. Tanto que tal vez en mayor medida lo padecemos todos, y quizás hasta tal punto interiorizado que acabamos por no advertirlo ni ser conscientes de ello. Si se pregunta a la gente que califique su grado de bondad o de amabilidad, difícilmente podremos esperar que alguien se suspenda; y, sin embargo, diversos estudios demuestras que existen sensibles diferencias entre lo que la gente dice y lo que hace.

El hipócrita se parece al fariseo, muy dado a las prácticas exteriores, y al culto de las ceremonias. La religión para ellos, es una apariencia de virtudes, prefieren  siempre la letra de la ley, que mata, al espíritu que vivifica. Son hipócritas, enemigos encarnizados  de las innovaciones, llenos de orgullo y de excesivo amor al poder.

El objeto de la religión es conducir al hombre a Dios, y el hombre no llega a Dios hasta que es perfecto, toda religión  que no consigue hacer al hombre mejor, no consigue su objeto, y aquella en la cual cree apoyarse para hacer el mal, es o falsa, o falseada en su principio. Tal es el resultado de todas aquellas  cuya forma  altera el fondo. La creencia en la eficacia de las formas exteriores  es nula si no impide cometer asesinatos, adulterios, robos, calumniar y hacer daño al prójimo de cualquier modo que sea. Hace supersticiosos, hipócritas o fanáticos, pero no hace hombres de bien.

Jesús reunido con sus discípulos, atendió a unos escribas y fariseos de Jerusalén que le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos  traspasan  la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.

Y  El les respondió: ¿Y vosotros, porque traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre. Y: Maldice al padre  y a la madre, muera de muerte – Mas vosotros decís: cualquiera que dijera al padre, o a la madre. Todo don que yo ofreciere, a ti aprovechará – Y no honrara a su padre o a su madre: habrá hecho en vano el mandamiento por vuestra tradición.

Hipócritas, bien profetizo de vosotros Isaías, diciendo: este pueblo  con los labios me honra; mas el corazón de ellos lejos  está de mi – Y en vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres.

Y habiendo convocado a las gentes, les dijo: Oíd y entended. No ensucia  al hombre  lo que  entre  en la boca; más si  lo que sale de la boca, eso ensucia al hombre.

Entonces Jesús les dijo a sus discípulos que los fariseos se habían escandalizado  con sus palabras, pero que “toda planta  que no ha sido plantada por el Padre, será arrancada de raíz”. Dejadlos, son ciegos que guían a otros ciegos y si ambos son ciegos caerán en el hoyo. Y respondiendo Pedro le dijo: Explícanos esta parábola. ¡Jesús les dijo vosotros también estáis sin entendimiento! ¿No comprendéis  que toda cosa  que entra en la boca, va al vientre, y es echado en lugar secreto? Más lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas son cosas que ensucian al hombre. Más el comer con las manos sin lavar no ensucia al hombre.

Y cuando estaba hablando un fariseo le rogo que fuera a comer a su casa. Y cuando entro se sentó a la mesa y el fariseo empezó a pensar  y a decir dentro de sí, ¿Por qué nos e habrá lavado las manos antes de comer? Y el señor le dijo: ahora vosotros  los fariseos, limpiáis lo de fuera del vaso y del plato: más vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. Necios ¿el que hizo lo que está fuera, no hizo también lo que está de dentro? (San Lucas cp. XI)

Los judíos habían descuidado los verdaderos mandamientos de Dios, para observar la práctica de los reglamentos establecidos por los hombres y cuyos rígidos observadores se hacían de ella un cargo de conciencia; el fondo, muy sencillo, Había concluido por desaparecer  bajo la complicación de la forma. Era mucho más cómodo observar los actos exteriores  que el reformarse moralmente “lavarse las manos que limpiarse el corazón”.

Así nos sucede en la actualidad, hay muchos hermanos que solo dan la imagen, pero que no son nada dentro.  Se creen en paz con Dios porque dicen trabajar en su nombre, pero permanecen con los mismos defectos, nada hacen por superarlos. La doctrina  moral de Cristo, ha hecho a muchos cristianos,  que a ejemplo de los antiguos judíos, creen su salvación con las prácticas  exteriores  que con las de  la moral. A estas adiciones  hechas por los hombres a la ley de Dios, son a las que Jesús  hacía alusión cuando dijo “Toda planta que mi padre celestial  no ha plantado, será arrancada de raíz”.

Hay dos fundamentos  en la vida  para  el que escucha las palabras de Jesús: el primero  es aquel que  las pone en práctica y de ellas se beneficia, es como construir una casa sobre una roca y cuando vienen las lluvias, los vientos,  se desbordan los ríos  y pese a todo eso, la casa no se cae, porque está cimentada sobre la roca. La segunda  es cuando el hombre las escucha y no las pone en práctica,  es como construir la misma casa pero en la arena y cuando llegan las inclemencias la casa cae  sin dejar nada útil, totalmente arruinada.

Con esto comprendemos que hay dos creencias  la verdadera y la falsa.

Todo el que quiera construir a de buscar un buen terreno, cavar buenos cimientos,  hecha sobre él una buena base para que soporte el peso de la casa.

En cambio todo el que  viva despreocupado, y al construir no tome en cuenta todos esos requisitos, su casa no ofrecerá ninguna garantía volviéndose peligrosa para sus habitantes.

Jesús en la parábola de la higuera seca, cuando Pedro le señala que la higuera que maldijo se seco , le respondió “tened fe en Dios”  - En verdad os digo,  que cualquiera que dijera a este monte: Levántate y échate al mar; y su corazón no dudase de ello  en su corazón, y creyese firmemente  en cuanto dijese, todo le será hecho. (San Marcos cap. 21)

La higuera seca es el símbolo de las gentes  que solo son buenas en apariencia, pero que en realidad  no producen nada bueno; oradores que tienen  más brillo que solidez, sus palabras  tienen el barniz de la superficie, agradan al oído, pero cuando se les analiza nada sustancial se encuentra en su corazón; después de haberlos escuchado uno se pregunta  qué partido se ha sacado de sus oraciones.

Por el fruto se conoce al árbol y no es buen árbol el que cría malos frutos. El hombre bueno, aquel que no finge, de su corazón saca el bien. Porque de la abundancia de su corazón habla su boca. Igual sucede con el hombre malo, del mal tesoro que guarda en su corazón, habla su boca.

El espiritismo nos dice también algo muy significativo:”Guardaos de los Falsos profetas” que vienen vestidos de ovejas y por dentro son lobos ladrones; Jesús  dijo “Guardaos que no os engañe alguno – Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán: Yo soy el Cristo: y a muchos engañaran.

 Profeta se llama  a todo enviado de Dios con la misión de instruir a los hombres y revelarles las cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual.

En todos los tiempos los hombres han explotado, en provecho de su ambición, ciertos conocimientos que poseían, con el fin de adquirir  el prestigio de un poder digamos sobrehumano, o de una pretendida misión divina. Estos son los falsos Cristos y falsos profetas; la difusión del conocimiento sobre las cosas mata su crédito, y por esto disminuye su número  a medida que los hombres se ilustran. El Hecho de obrar aquello que para ciertas mentes parece prodigioso, no es señal de una misión divina,  puesto que puede ser resultado de los conocimientos  que cada uno puede adquirir, o de las facultades  orgánicas especiales  que el más indigno puede poseer, lo mismo que el más digno. El verdadero profeta  se conoce por caracteres más formales y exclusivamente morales.

El Espiritismo, no acredita en los falsos profetas ni en los falsos Cristos, el declara formalmente  que no produce milagros; que él viene a revelar las leyes del mundo  desconocidas, las que rigen las relaciones  del mundo corporal y del mundo espiritual, a explicar cierto orden  de fenómenos incomprensibles  hasta ahora destruyendo lo que quedaba  aún en el dominio de lo maravilloso. Aquellos pues que intenta explotar esos fenómenos en provecho suyo haciéndose pasar por mesías de Dios, no podrán abusar por mucho tiempo de la credulidad  y muy pronto serán descubiertos.  La ciencia al igual que el espiritismo averigua la causa de ciertos fenómenos, levanta el velo de muchos misterios.

Los que prefieren la oscuridad, la hipocresía, a la luz y el esclarecimiento, son los que se obstinan en combatirla; pero la verdad es como el sol: disipa las más densas tinieblas.

El Espiritismo  descubre además de los falsos Cristos y los falsos profetas, otra categoría  mucho más perniciosa entre los desencarnados, son los espíritus embusteros, hipócritas, orgullosos y pretendidos sabios  que de la tierra han pasado a la Erraticidad y toman nombres venerados para procurar  a favor de la máscara con que se cubren, para así dar credibilidad  a ideas extravagantes y absurdas. Muchos son los espíritus que se han manifestado a través de la inspiración, la mediúmnidad inconsciente, auditiva, parlante, como  antiguos profetas, por Cristo, por María, incluso por el mismo Dios. el espiritismo da los medios de probarles, enseñando las características por las que se reconocen a los buenos espíritus caracteres siempre “mortales y jamás materiales”

Para discernir  los buenos de los malos espíritus debemos aplicar las palabras de Jesús: Se conoce la clase del árbol por su fruto; un buen árbol no puede dar malos frutos y viceversa como ya mencionamos antes. Por la calidad de sus obras se juzga a los espíritus.

Son las obras las que se deben examinar. Si los que son sinceros están acompañados  de todas las señales de la misión que dicen desempeñar, si poseen las virtudes cristinas  y eternas; si son caritativos, si son amorosos, indulgentes, bondadosos, si en apoyo a sus palabras, unen los actos; entonces se puede decir: verdaderamente son enviados de Dios.

Se debe desconfiar de los escribas y fariseos que hablan en las plazas públicas vestidos con largos ropajes ¡desconfiemos de todos aquellos que dicen tener  el solo  y único monopolio de la verdad! Todo lo que revela un átomo de orgullo, debemos separarlo de nosotros como una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Recordando, que cada criatura lleva en su frente, sobre todo en sus actos, el sello de su grandeza o decadencia.”

El verdadero misionero de Dios debe justificar su misión por su superioridad, por sus virtudes, por su grandeza por el resultado y la influencia moralizadora de sus obras. Mirando si por su carácter, por sus virtudes, por su inteligencia, está fuera del papel que quiere representar, o del personaje cuyo nombre tome, no sabiendo copiar ni siquiera al modelo.

No fiarnos de los falsos profetas, sobretodo en un tiempo de renovación, porque muchos impostores se llamaran enviados de Dios; se procuran una vana satisfacción en la tierra, pero una terrible  justicia les espera. Erasto, Paris 1862.

Los falsos profetas no solo están entre los encarnados, son mayor número entre los espíritus orgullosos que bajo la apariencia de amor y caridad, siembran la desunión y retrasan  la obra emancipadora de la humanidad, emitiendo a diestro y siniestro sistemas absurdos a los médiums, fascinando  a aquellos que quieren engañar para dar más peso a sus teorías, apropiándose de nombres que solo con respeto pronuncian. Ellos son los que siembran  los principios  de antagonismos en los grupos, que les inducen a  aislarse los unos de los otros y a mirarse con mal ojo.

Si la verdad no es siempre apreciada por los individuos,  lo es por el buen sentido de las masas,  esto también es un criterio. Dios, queriendo que la verdad llegue para todos, no la concreta a un círculo estrecho y limitado; la hace brotar  en diferentes puntos con el fin de que por todas partes la luz esté al lado de las tinieblas.

Esos espíritus que se presentan  como consejeros exclusivos predicando la división y el aislamiento casi siempre son espíritus vanidosos y medianos, que procuran imponerse a los hombres débiles y crédulos prodigándoles alabanzas exageradas, con el fin de fascinarles y ponerles bajo su dominio, esta clase de espíritus deben ser rechazados, son espíritus hambrientos de poder, desconfiando de sus comunicaciones  que suelen tener  un carácter de misticismo y extrañeza.

Hay que escuchar los sabios consejos del apóstol San Juan, cuando dijo: “No creáis  a todo espíritu, más probad si los espíritus son de Dios”. Que aprendiésemos, a distinguir a los malos de los buenos espíritus para que nosotros mismos no fuésemos  a ser falsos profetas (Luoz, espíritu protector.)

 Chico Xavier, nos aclara en el libro “Religión de los Espíritus” en una Reunión pública el 30 de marzo de 1959 lo siguiente:

Ten cuidado de no atribuir a los falsos profetas el fracaso de tus emprendimientos morales.

Cada uno somos tentados según  la índole de nuestras imperfecciones.

No despertarás el hambre del pez con un señuelo de oro, ni atraerás la atención del caballo  con un plato de perlas, pero si lo lograras si ofrecieras  a su percepción un pequeño bocado  sanguinolento o algún cuenco de maíz.

De esa mismo modo, todos somos inducidos al error según las características de nuestra necesidad.

Dominados por el orgullo creemos en los que incitan nuestra vanidad y sedientos de poder asimilamos las sugerencias infaustas  de cuantos se proponen explotar nuestra hipocresía, insensatez y codicia.

Dentro de nuestro traje físico, si ya somos aprendices de Cristo,  tenemos la obligación de recurrir a su ejemplo como la medida ideal para nuestra conducta.

Busquemos, pues al Maestro de los maestros como luz para nuestro camino. Si cotejamos  los avisos, las novedades, los mensajes y las advertencias que recibimos, desde tal o cual sector  de información, aprenderemos sin sombras que la humildad y el servicio son nuestros deberes de cada hora, para que la verdad nos ilumine y el amor puro nos regenere, para estar definitivamente preservados del asedio del mal.

El mundo distingue ruidosamente a los hipócritas, a los expositores  de fantasías.

En todas partes, es común observar la victoria de los hombres con labia, que prometen milagros y maravillas. Esos merecen de las criaturas gran crédito. Basta encubrir la enfermedad, la debilidad, la ignorancia o el defecto  de los hombres, para que reciban acatamiento. No acontece lo mismo a los cultivadores de la verdad, por más simple que esta sea. A través de todos los tiempos, para esos últimos, la sociedad reservó la hoguera, el veneno, la cruz implacable.

Intentando huir a la angustiosa situación espiritual que le es propia, invento el hombre la “buena dicha”, imponiendo, con todo, a los adivinadores el disfraz dorado de las realidades  negras y duras. El charlatán más hábil en la fabricación de mentiras brillantes será el señor de la clientela más numerosa y brillante.

En el intercambio con la esfera invisible, urge que los nuevos discípulos se percaten  contra los peligros de esa índole.

La técnica del elogio, la disposición de parecer mejor, el prurito de caminar al frente de los demás, la presunción de convertir conciencias  ajenas,  son grandes fantasías. Es necesario no creer en eso. Más razonable es comprender que el servicio de iluminación es difícil, comenzando del esfuerzo de regeneración de nosotros mismos.

Es indispensable que no nos perdamos en conclusiones ilusorias. Agucemos los oídos, guardando la palabra del apóstol a los gentiles. Es imprescindible que nos esclarezcamos, individualmente, sobre  nuestra realidad, pues hay mucha gente esperando las alas de ángel que no le pertenecen.

Si te encuentra en servicio edificante, si tu conciencia está limpia ¿Qué e importan las opiniones livianas o hipócritas?

Cumple tu deber y camina.

Examina el material de los ignorantes y calumniadores como provechosa advertencia y acuérdate de que no es posible conciliar el deber con la liviandad, ni la verdad con la mentira.

 Trabajo realizado por Merchita
Extraído del Evangelio Según el Espiritismo de Allan Kardec
De Internet y de el Libro Camino Verdad y Vida de Chico XAVIER
Y DE Religión de los Espíritus de Chico Xavier.

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 SABIDURÍA DE LA VIDA

Con el paso del tiempo todas las personas envejecen, pero muy pocas maduran. Hay dos formas de vivir: sabiamente o neciamente, no hay término medio. Para que Dios pueda enseñarnos a vivir, tenemos que estar dispuestos a aprender.
¿Cómo llevar sabiduría a nuestra vida? 
Reconociendo la soberanía de Dios y buscando su dirección antes de actuar.
Aplicando los principios de su Palabra en cada área de nuestra vida.
Aprendiendo de los aciertos y de los errores. Rodeándonos de gente sabia.
Este es el gran desafío en la vida, desarrollar sabiduría en nuestra forma de vivir, para ser bendecidos nosotros, para que sean bendecidos aquellos que nos rodean y para poder ser de testimonio a los que Dios ponga en nuestro camino.
Busquemos la sabiduría de Dios antes de actuar y pongamos en práctica los principios de su Palabra más allá de nuestro parecer y nuestra propia opinión.
Desarrollemos humildad en nuestra vida para convertirnos en un alumno permanente, sabiendo que cuando uno deja de aprender también deja de crecer.
Nuestra vida está bendecida con sabiduría de parte de Dios, recordemos que si se la pedimos, Él nos la dará abundantemente y sin reproche!!!!!


Marilys Fernandez Rodriguez





Y además recomiendo los Blogs : el espirita albaceteño.-  elespiritadealbacete.blogspot.com
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