INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-Bajo un concepto espírita, ¿ qué son los milagros?
2.- Chismes malévolos de espíritus
3.- El gran enigma
4.- El espírita y la cuestión sexual
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BAJO UN CONCEPTO ESPÍRITA, QUÉ SON LOS MILAGROS ?
Divaldo Franco Responde : |
En su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa “cosa extraordinaria”; “cosa admirable de ver”, pero esta palabra, como tantas otras, se ha separado de su sentido originario, y hoy día se dice (según la Academia) “de un acto de la potencia divina contrario a las leyes comunes de la Naturaleza. Tal es en efecto su acepción usual, y sólo por comparación y por metáfora se aplica a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya causa es desconocida. No entra, de ninguna manera, en nuestras miras examinar si Dios ha podido juzgar útil en ciertas circunstancias, derogar las leyes establecidas por Él mismo; nuestro fin es únicamente demostrar que los fenómenos espiritistas, por extraordinarios que sean, no derogan de ningún modo estas leyes, no tienen ningún carácter milagroso, como tampoco son maravillosos o sobrenaturales. El milagro no se explica; los fenómenos espiritistas, al contrario, se explican de la manera más racional; éstos no son, pues, milagros, sino simples efectos que tienen su razón de ser en las leyes generales. El milagro tiene además otro carácter, el de ser insólito y aislado. Luego, desde el momento que un hecho se reproduce, por decirlo así, a voluntad y por diversas personas, éste no puede ser milagro. La ciencia hace todos los días milagros a los ojos de los ignorantes; he aquí porque en otro tiempo, los que sabían más que el vulgo pasaban por hechiceros; y como se creía que toda ciencia sobrehumana venía del diablo, se les quemaba. Hoy día que se está mucho más civilizado, se contentan con enviarles a los manicomios.
Que un hombre realmente muerto, como hemos dicho al principio, vuelva a la vida por una intervención divina, eso sería un verdadero milagro, porque es contrario a las leyes de la Naturaleza. Pero si este hombre tiene sólo las apariencias de la muerte, si hay todavía en él un resto de “vitalidad latente”, y que la ciencia o una acción magnética consigue reanimarle, para las gentes ilustradas, es un fenómeno natural; pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho pasará por milagroso, y el autor será apedreado o venerado, según el carácter de los individuos. Que en medio de ciertas aldeas un físico lance un cometa eléctrico y haga caer el rayo sobre un árbol, este nuevo Prometéo será ciertamente mirado como armado de una potencia diabólica; y sea dicho de paso, Prometéo nos parece singularmente haber adelantado a Franklin; pero Josué deteniendo el movimiento del Sol, o mejor, de la Tierra, he aquí el verdadero milagro, porque nosotros no conocemos ningún magnetizador dotado de tan gran potencia para operar tal prodigio. De todos los fenómenos espiritistas, uno de los más extraordinários es, sin contradicción, el de la escritura directa, y uno de aquellos que demuestran de manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero aunque el fenómeno sea producido por seres ocultos, no es más milagroso, que los otros que son debidos a agentes invisibles, porque estos seres ocultos, que pueblan los espacios, son una de las potencias de la Naturaleza, potencia, cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral. El Espiritismo ilustrándonos sobre esta potencia nos da la llave de una porción de cosas inexplicadas e inexplicables, por cualquier otro medio, y que han podido en tiempos anteriores pasar por prodigios; revela lo mismo que el magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida; o por mejor decir, se conocían los efectos, porque se han producido en todo tiempo, pero no se conocía la ley, y la ignorancia de esta ley es la que ha engendrado la superstición. Conocida esta ley, lo maravilloso desaparece, y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí porque los espiritistas no hacen milagros haciendo girar una mesa o escribir a los difuntos, como el médico haciendo revivir a un moribundo, o el físico haciendo caer el rayo. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería, o un ignorante de la cosa o una farsante.
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CHISMES MALÉVOLOS DE ESPÍRITUS
17a. ¿Pueden los Espíritus, por medio de las comunicaciones escritas inspirar desconfianza injusta sobre ciertas personas y hacer que riñan los amigos?
Los Espíritus perversos y celosos, en cuanto a mal pueden hacer lo que hacen los hombres; por esto es menester tener cuidado.-
Los Espíritus superiores son siempre prudentes y reservados cuando tienen que reprender; no hablan mal de nadie; advierten con miramiento. Si quieren que, en su interés, dos personas dejen de verse, harán nacer incidentes que les separarán de una manera natural.
Un lenguaje propio para sembrar la turbación y la desconfianza es siempre el hecho de un Espíritu malo, cualquiera que sea el nombre que tome. Así, pues, no acojáis sino con circunspección lo malo que un Espíritu puede decir de cualquiera de vosotros, sobre todo cuando un Espíritu bueno os ha hablado bien de él, y desconfiad de vosotros mismos y de vuestras propias prevenciones..
En las comunicaciones de los Espíritus no toméis sino lo que tengan de bueno, de grande, de racional, y lo que vuestra conciencia apruebe.
El libro de los médiums
Allan kardec
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EL GRAN ENIGMA
En la vida del Espacio, el pensamiento es una imagen brillante.. Haciendo una comparación del pensamiento en esos dos estados y expresándola con palabras humanas, sería lo que una joven radiante de vida y de belleza y la misma joven, tendida en el ataúd, son la expresión rígida y helada de la muerte.
Sin embargo, a pesar de nuestra impotencia para expresarla en su trascendente significado, la idea de Dios se impone -hemos dicho- pues es indispensable a nuestra vida. Acabamos de ver que el bien, lo verdadero y lo bello se nos escapan en su esencia, porque son de naturaleza divina. Nuestra propia inteligencia, nos es incomprensible, precisamente porque encierra en sí una partícula divina que la dota de facultades augustas. Y solamente penetrando el misterio del alma humana llegaríamos un día a resolver el enigma del Ser infinito.
Dios está en nosotros y nosotros estamos en Él. Dios es el gran foco de vida y de amor, del cual cada alma es una chispa, o, mejor dicho, un pequeño foco aún oscuro y velado que contiene en estado embrionario todas las potencias. A tal punto que si supiésemos todo lo que hay en nosotros y qué obras grandiosas podemos realizar, transformaríamos el mundo, nos elevaríamos de un salto en la inmensa vía del progreso.
Para conocernos es preciso, pues, estudiar a Dios, ya que todo lo que está en Dios, existe en nosotros en estado de germen. Dios es el Espíritu universal que se expresa y manifiesta en la Naturaleza, y el hombre, la expresión más alta de la vida.
EL GRAN ENIGMA. DIOS Y EL UNIVERSO. LEÓN DENIS.
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EL ESPÍRITA Y LA CUESTIÓN SEXUAL
Los hombres hicieron del sexo un motivo de escándalo. Convirtieran el sexo en una cosa impura y repelente. Pero el sexo es una manifestación del poder creador, de las fuerzas productivas de la Naturaleza. El espírita no puede encarar la cuestión sexual como un asunto prohibido. El sexo es la propia dialéctica de la Creación y existe en todos los Reinos de la Naturaleza. El paganismo llegó a hacer del sexo motivo de adoración. Los pueblos primitivos manifiestan un gran respeto y asumen una actitud religiosa delante del sexo. Mas para esos pueblos, todavía bien próximos de la Naturaleza, el sexo no está sujeto a los reglamentos, a los abusos y a la perturbación, del mundo civilizado.
El cristianismo condenó el sexo e hizo de él la fuente de toda perdición. Mas el Espiritismo reconsidera la cuestión, colocándose en un medio término entre las exageraciones de paganos y cristianos. El espírita sabe que el sexo es un gran campo de experiencias para el espíritu en evolución, y que es a través de él que la ley de reencarnación se procesa, en la vida terrena. ¿Cómo, pues, considerarlo impuro y repelente?
En El Libro de los Espíritus, Kardec comenta: «Los Espíritus se encarnan hombres o mujeres, porque no tienen sexo. Como deben de progresar en todo, cada sexo, como cada posición social, les ofrece pruebas y deberes especiales, y nuevas ocasiones de adquirir experiencias». Como vemos, el sexo es considerado por el Espiritismo en su justo lugar, como un medio de evolución espiritual. El espírita, por eso mismo, no puede continuar a encarar el sexo como lo hace el común de los hombres. No puede abusar del sexo, ni despreciarlo. Debe antes considerar su valor y su importancia en el proceso de la evolución. Todavía existe, en el medio espírita, mucha prevención contra los asuntos sexuales. Mas es necesario que esa prevención sea alejada, a través de una comprensión más precisa del problema.
No hay motivo para hacerse del sexo un asunto-tabú, mas también no se debe exagerar en ese terreno, pues muchas criaturas se escandalizarían. Debemos acordarnos de que, por millares de años, a través de generaciones y generaciones sucesivas, el sexo fue considerado, en la civilización cristiana en que nacimos y vivimos, un campo de depravación, de perdición de las criaturas. La simple palabra sexo provoca en mucha gente una situación de ambivalencia: interés oculto y repulsión instintiva. Por eso mismo, la educación sexual debe ser encarada seriamente en los medios espíritas y no puede ser dejada al margen de la pedagogía espírita. La mayor dificultad para la cuestión sexual está en el hogar, en la vida familiar. Los padres espíritas no saben, generalmente, como preparar a los hijos para la llamada «Revelación del sexo». El régimen del silencio continúa a imperar en nuestros hogares, creando mayores dificultades para la solución del problema. La simple prohibición del asunto crea un clima de misterio en torno de la cuestión sexual, aumentando los motivos de desequilibrio para los adolescentes.
Los padres a su vez, sufren también de inhibiciones, decurrentes de un sistema equivocado de educación, a que estuvieran sujetos. En la familia, la actitud más acertada es la de no responderse con mentiras doradas a las indagaciones de los niños sobre cuestiones sexuales. Mas no se debe, tampoco, responder de manera cruda. Sería una imprudencia queremos salir de un sistema de tabúes para una situación de franca rudeza. Hay muchas maneras de hacer a la criatura sentir que el problema sexual no es más importante ni menos importante que los demás. Cada madre o padre tienen que descubrir la manera más conveniente a emplear en su medio familiar. La regla más cierta es la respuesta verdadera, de manera indirecta. Si la criatura pregunta: «¿Cómo la gente nace?», se debe responder, por ejemplo: «De la misma manera que los gatitos». Comenzando así, poco a poco, los propios padres van descubriendo la técnica de vencer las dificultades, sin considerar que crearían un ambiente de excitación peligrosa. En las escuelas espíritas, el problema debe ser colocado con el mayor cuidado, pues la situación es aún más melindrosa; los niños de cada clase pertenecen a diversas familias, con diferentes costumbres.
Es peligrosa la llamada «actitud científica», generalmente seguida, en los bachilleratos, por los profesores de ciencias. La frialdad científica no tiene en consideración las sutilezas psicológicas del problema. Lo ideal sería que el asunto fuese discutido previamente en reuniones pedagógicas, entre los profesores de ciencias, de psicología, de moral , el orientador pedagógico y los propios padres. En realidad, el problema es más de pedagogía que de ciencias. El buen pedagogo sabrá conducirlo con el tacto necesario, sin producir choques peligrosos y sin permitir que el asunto caiga nuevamente en el plano del misterio. En cuanto a los jóvenes, se deben promover cursos y seminarios concernientes a la cuestión tratada, siempre con la asistencia de un profesor experimentado, de moral elevada y reconocido buen sentido. Los jóvenes tienen una gran necesidad de buena orientación sexual, pues están en la fase de mayor manifestación de esas exigencias y, si no son bien orientados, podrán caer en lamentables equivocaciones.
El joven espírita, empero esclarecido por la doctrina, no está menos sujeto a desequilibrios sexuales. Sabemos que esos desequilibrios tienen dos fuentes principales: los abusos y vicios del pasado, en encarnaciones desregladas, y las influencias de entidades peligrosas, muchas veces ligadas a los jóvenes por el pasado delictivo. Por eso mismo, el problema sólo puede ser tratado de manera elevada, con gran sentido de la responsabilidad. Los médicos espíritas pueden ser grandes auxiliares de las Juventudes Espíritas en ese sector. En cuanto a los espíritas adultos, estos no están menos libres de que los jóvenes. Son víctimas de una educación defectuosa, de un ambiente moral dominado por la hipocresía en materia sexual, y traen a veces agravadas por ese ambiente las herencias del pasado. Precisan acostumbrarse, en el medio espírita, a encarar el problema sexual de una manera seria, evitando las actitudes negativas, que dan entrada a las influencias peligrosas. Encarando el sexo sin malicia, como una función natural y una necesidad vital, el espírita; al mismo tiempo, se corrige y modifica el ambiente en que vive, alejando del mismo los espíritus viciosos y maliciosos, que no encuentran más pasto para sus abusos.
El mejor medio de ahuyentar esos espíritus, y de encaminarlos también a una reforma íntima, es la creación de una actitud personal de respeto por los problemas sexuales y el cultivo de un ambiente de comprensión elevada en el hogar. Esa misma actitud debe ser llevada para los ambientes de trabajo, por más contaminados que ellos se encuentren. El espírita no debe huir despavorido delante de las conversaciones impropias, pues con eso demostraría incomprensión del problema y provocaría mayor interés de los otros en perturbarlo. Pero no debe, tampoco, estimular esas charlas, con su participación activa. Su actitud debe ser de completa naturalidad, de quien conoce el problema y no se espanta con las conversaciones del mal gusto, pero también de quien no encuentra motivos para alimentar esas conversaciones y de ellas participar. Siempre que sea posible, y con sentido de la oportunidad, debe procurar mudar el rumbo de la conversación, para asuntos más provechosos, o mismamente para los aspectos más serios del problema sexual. La mente viciosa se complace en las conversaciones deletéreas, en las imágenes grotescas, en las expresiones carentes de respeto. Escandalizarse delante de esas cosas, o rechazarlas con violencia, es siempre perjudicial y anticaritativo, pues esas personas son las que más necesitan de amparo y orientación. Lo más cierto es procurar un medio de ayudarlas a libertarse de ese viciamiento. Y lo más eficaz es orientar la conversación viciosa hacia aspectos respetables, como las consecuencias de los vicios, las situaciones dolorosas en que se encuentran personas conocidas y la conveniencia de tratar el sexo con el respeto como una fuerza de la Naturaleza.
En los casos dolorosos de inversión sexual, el espírita se ve generalmente en dificultad. Lo más cierto es apelar al conocimiento doctrinario y al poder de la oración. Ayudar al hermano desequilibrado a luchar corajosamente para su propia recuperación, procurando corregir la mente viciosa y mantenerse lo más posible en actitud del que espera y confía en la ayuda de los Espíritus Superiores. Los trabajos mediúmnicos pueden favorecer grandemente esos casos, cuando son realizados con médiums serios, conscientes de su responsabilidad y con una recta conducta moral. No disponiéndose de elementos así, de absoluta confianza, es mejor abstenerse de esos trabajos, insistiendo en la educación progresiva del hermano infeliz, a través de oraciones, lecturas y estudios, conversaciones instructivas y pases espirituales, aplicados de manera metódica, en días y horas señalados. Si el hermano enfermo colabora, con su buena voluntad, los resultados positivos pronto se harán sentir. Porque nadie está condenado al vicio y al desequilibrio, a no ser por su propia voluntad o falta de voluntad para reaccionar.
Nuestro destino está vinculado a la manera por la que encaramos el sexo. Bastaría eso para demostrar la importancia del problema. Inútil es que queramos huir a él. Lo necesario es modificar profundamente las viejas y viciosas actitudes que traemos del pasado y que encontramos de nuevo en la sociedad terrena, todavía pesadamente enredada en sus propias imperfecciones. Encaremos el sexo como una manifestación del poder creador, tratándolo con el debido respeto, y nos cambiaremos a nosotros mismos, a los demás y a la sociedad en general . El espírita debe ser el elemento siempre dispuesto para promover ese cambio, y nunca un acomodado a las situaciones viciosas que dominan a las criaturas y las esclavizan, por todas partes, en la tierra y en el espacio.
En conclusión: El problema sexual debe ser encarado por el espírita con naturalidad, en vista de la naturalidad de la función creadora; el sexo debe ser considerado como fuente de fuerza, vida y equilibrio, debiendo por eso mismo ser respetado y no deturpado; entre el libertinaje del pagano y el preconcepto del cristiano dogmático, el espírita debe mantenerse en el equilibrio de la comprensión exacta del valor del sexo; las fuentes de la vida no pueden ser des-respetadas y afrontadas por la malicia y la impureza de los hombres.
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