jueves, 19 de diciembre de 2024

Espiritismo sin fronteras

 INQUIETUDES ESPÌRITAS

1.- Asimilación de corrientes mentales

2.- Cómo deben dirigirse las plegarias al Padre

3- El perdón

4.- Espiritismo sin fronteras

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ASIMILACIÓN DE CORRIENTES MENTALES



En cualquier estudio mediúmnico no debemos olvidar que la individualidad espiritual, en el cuerpo físico, mora en la ciudadela  atómica carnal  que está formada por recursos tomados provisionalmente del ambiente del mundo. Sangre, encéfalo, huesos, nervios, piel y músculos son elementos materiales que se aglutinan entre si para la manifestación transitoria  del alma en la Tierra, constituye  una vestimenta temporal, según las condiciones y pruebas que tiene que pasar.

Cada recipiente recibe conforme a su capacidad. Los mundos actúan los unos sobre los otros por las irradiaciones que despiden, y las almas se influyen mutuamente  por intermedio de los agentes mentales que producen. El campo de la mente  ofrece un amplio panorama para el estudio de sus combinaciones… pensamientos de crueldad, rebeldía, tristeza, amor, comprensión, esperanza o alegría, tiene una naturaleza diferente  con características y pesos propios, haciendo más densa al alma  o utilizándola, además  de poderse definir  sus cualidades magnéticas… La onda mental poseerá determinados coeficientes de fuerza,  tanto en la concentración silenciosa como en el verbo exteriorizado o en la palabra escrita…

Comprendemos con esto, que somos victimas o beneficiarios  naturales  de nuestras propias creaciones, según las corrientes mentales qué proyectamos, nos esclavizamos  a compromisos contraídos  por el equivoco de nuestras experiencias  o liberamos con el bien  hacia el progreso, según nuestras determinaciones  y obras en armonía  o desacuerdo con las leyes eternas…

Casi todos los hechos mediumnicos son ejercidos  por el fenómeno  de la perfecta asimilación de corrientes mentales. El organismo  es como un aparato receptor donde se condensan  los pensamientos  y la voluntad con profusiones de rayos que alcanzan el campo interior del médium, primeramente por los poros, que son como miríadas  de antenas sobre las cuales  esa emisión adquiere el aspecto de impresiones débiles e indecisas. Esas impresiones  se afirman en los centros del cuerpo espiritual, los que funcionan  a modo de condensadores  y alcanzan de inmediato los enlaces del sistema nervioso desempeñando el papel de preciosas bobinas de inducción, acumulándose allí en un instante y reconstituyéndose automáticamente en el cerebro, en donde poseemos centenares de centros motores semejantes a un milagroso teclado de electroimanes ligados los unos a los otros. En esos núcleos dinámicos se procesan las acciones y las reacciones mentales que determinan  vibraciones creativas a través del pensamiento o de la palabra, considerándose el encéfalo  como una poderosa  estación emisora y receptora  y a la boca como un valioso auto parlante.  Tales estímulos  se expresan también a través del mecanismo  de las manos y de los pies, o por las sensaciones de lo sentidos y de los órganos que trabajan al igual que elevadores  y conductores, transformadores y clasificadores bajo el comando directo de la mente.

El pensamiento que nos pertenece con exclusividad, fluye incesantemente de nuestro campo cerebral, al igual que las ondas magnéticas acalóricas que nos son peculiares y lo utilizamos normalmente  accionando los recursos de que disponemos.

En los asuntos de este orden es imprescindible tener mucho cuidado para juzgar, porque si se basa el criterio sobre la medida de expresión terrena, se posee una  vida mental parasitaria y restringida, ya que ocultamos  la onda de pensamiento  que nos es propia para reflejar  y actuar con los preconceptos  consagrados   o con la pragmática de las costumbres  preestablecidas, que son cristalizaciones mentales  producidas en el tiempo. Basta que se ejerza la meditación, al estudio edificante y a la vocación de discernir,  para comprender con nitidez cual es la calidad de nuestros pensamientos y poder identificar  claramente a las corrientes espirituales que asimilamos.

La mediumnidad es un don inherente a todos los seres, al igual que la facultad de respirar, cada criatura asimila las fuerzas superiores o inferiores con las cuales se haya en sintonía. Por eso mismo el Divino Maestro nos recomendó la oración y la vigilancia  para no caer en las sugestiones del mal,  porque la tentación es la corriente  de fuerzas vivas que irradiamos nosotros y que, llegando hasta los elementos afines, tejen entre si, alrededor  de nuestra alma, una espesa red de fuerzas impulsivas que se tornan a veces irresistibles.

Estudiemos trabajando. El tiempo utilizado en el bien de nuestro prójimo  es una bendición que atesoramos para siempre en nuestro propio provecho.


 Extraído de el libro: “En los Dominios de la Mediumnidad” de Chico Xavier.

Realizado por Merchita



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CÓMO  DEBEN  DE DIRIGIRSE LAS PLEGARIAS AL PADRE ( Comunicado)


                                          

Jaén, 8 de marzo de 1973

- Dios nos guarde a todos y nos perdone si no fuésemos dignos de Su bendición.

- Hemos estado oyendo atentamente el artículo que habéis leído sobre el modo de pedir a Dios en favor de la humanidad, mediante oraciones literales, mantras, etc. Nosotros tenemos la costumbre de sacar de todas las cosas lo bueno que tienen y aconsejaros, si hubiese lugar, lo más beneficioso.

  Todas las creencias religiosas han creado sus modalidades, sus formas de  orientación, de representación y ejecución en todo lo que corresponde a las peticiones o súplicas a los Seres de altura, y sobre todo a Dios. A todas las respetamos y a todas les decimos que sigan adelante, porque si en estas modalidades hay algo que deba suprimirse, van unidas a cosas que merece la pena practicar y creer firmemente.

  Cuando necesitamos pedir al Padre, porque tenemos problemas, bien materiales o espirituales, elevamos nuestra plegaria y solicitamos lo que creemos que nos es necesario, pero, ¿ nuestra plegaria la hemos dirigido en perfectas condiciones?

  Si todos fuésemos observadores y atentos y nos sustentáramos en una fe ciega, sin influencias externas y apoyásemos siempre nuestras peticiones siempre justas y con el mayor desinterés personal, veríamos que todas son escuchadas por nuestro Padre bendito. Cuando las plegarias son sostenidas por esta sólida fe no hace falta programar el modo de hacerlas. Esto aun es necesario cuando creemos más en la forma que en el contenido.

  Apoyándonos siempre en la fe pura y santísima, tal como Dios la ha puesto en lo más profundo de nuestros corazones, ella será nuestro timón y nuestra luz en la andadura de los tiempos.

  Y entre los muchísimos ejemplos que diariamente se pueden referir a este tenor, permitirme que os cuente un hecho rigurosamente cierto: El hijo de una familia de gran posición material y espiritual, tiene un accidente cuando montaba a caballo y a consecuencia del mismo pierde la vista cuando solo tenía doce años.  A pesar de ello tiene una fe inquebrantable y lejos de ofender a la Providencia, maldecir su destino y llorar y sufrir, se engrandece su alma porque dice y cree firmemente que aquello ha ocurrido porque tendría que ocurrir y que si Dios así lo ha dispuesto, bien dispuesto está, aunque ya no vea la luz en toda su existencia.

  Decide el destino que en una recepción en la el ciego tocaba el piano, asiste una joven y se enamora de ella. La joven, de momento y por compasión, se enamora de él. Los padres del uno y del otro, toleran esa amistad, que poco a poco se infiltró en sus almas con verdadero amor. La una, admirando al que no veía, y el otro, intuyendo la belleza de la que veía, porque él la veía con su alma y no con las atracciones materiales. Pero como pidió, se resignó y vivió con su fe inquebrantable, conforme y feliz; la Providencia lo mandó un día a un magnífico cirujano oculista, que sin ser llamado, se presentó en su domicilio, exponiéndole a sus padres que había visto en la iglesia al chico y él creía que se le podía hacer una operación, sin asegurar resultado alguno, pero que mal tampoco recibiría, en caso de que fracasaran sus intenciones. Como aquel oculista fue enviado por QUIEN todo lo sabe y todo lo puede, preparó los corazones de aquellos padres y aceptaron la operación. Por aquellos días ya se había fijado la fecha en que se celebraría la boda y el cirujano ( enviado por Dios, repetimos), eligió el día que le pareció oportuno para efectuar la operación antes de la boda.

  Una vez intervenido y pasados varios días, llegó el de la boda. Asistieron a la misma, Obispos, Generales, Mariscales, etc, toda la grandeza de aquella nación. En la sacristía estaba también el médico cirujano, vestido de etiqueta, y cuando se iba a celebrar la ceremonia, se acercó al ciego con unas tijeras y cortó las vendas que aún tenía sobre los ojos el novio. Quedaron sorprendidos todos los presentes al ver aquella intervención del doctor y el resultado al quitarle las vendas, fue que el ciego vio que en su cerebro entraba un rayo de luz roja de las vidrieras que adornaban la Iglesia.  Después miró a la novia y comprobó estupefacto que la belleza que su alma presentía era exacta y que su rostro era el de un ángel, y comprobó también que su plegaria había sido escuchada porque la sustentó con una fe inquebrantable, firme y limpiamente pura, como lo es la luz inigualable que envuelve el trono del Sumo Hacedor. 

  Por eso hermanos, no son precisas fórmulas o modalidades para hacer peticiones y elevar las plegarias, sino efectuarlas con verdadera fe, libre de egoísmos e interferencias, para que lleguen directas al Padre.

  Que Dios nos bendiga a todos.

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                  EL PERDÓN


                       

       Todos sabemos que debemos perdonar las ofensas, tal como nos enseñó y ejemplificó  Jesús, pero vamos a hacer una reflexión mirando  hacia nuestro interior, pulsando la verdad de nuestra alma, porque a Dios no se le puede engañar por mucho que ocultemos o disimulemos. Y esto es así, porque Su Esencia está en el alma de cada uno de nosotros, lo llevamos dentro con nosotros, y como es consiguiente, el ocultarle algo o engañarlo, sería imposible.

    Yo planteo aquí: ¿ De verdad somos sinceros cuando perdonamos a alguien y cuando llega el caso lo hacemos de corazón y convencidos de que esta es la  respuesta necesaria ante ciertos momentos de la vida cuando sufrimos  la incomprensión o la maldad de otros?.
     Una cosa es la teoría moral  muy bonita de lo que se debe hacer, que más o menos todo el mundo la conoce, y otra es la práctica que en este caso, tantas veces llama a las puertas de nuestra conciencia reclamando suavemente pero con insistencia, porque a veces no actuamos como debiéramos con arreglo a la bella teoría del perdón y pese a saber que nosotros siempre somos perdonados por Dios por nuestros continuos errores, pero lo somos en la medida en que realmente nosotros somos capaces de  perdonar de corazón, desterrando resentimientos o rencores, aunque es humano sentir un rescoldo de dolor después de sufrir una ofensa o una injusticia,  ese rescoldo  puede terminar  convirtiéndose en una llama de resentimiento que puede alcanzar las proporciones tremendas de un gran incendio de odio y deseos de venganza, del cual, los grandes abrasados seremos nosotros mismos.
      Si hay  odio o resentimiento después de una ofensa, se podría afirmar que nos han perjudicado por doble vía:
    Una, la que se ve o se nota, que es la más inmediata, la ofensa o perjuicio en sí mismos, que de inmediato nos hiere o nos duele como una puñalada o un puñetazo moral o anímico que malamente encajamos.
    Y esta herida o este dolor, cuando nos lo infieren, es algo inevitable y natural que lo sintamos, porque el hecho en sí mismo no depende de nosotros y no podemos hacer nada para impedir que eso suceda. Pero después de un tiempo,  con “la cabeza fría”, enseguida notamos que el hecho nos ha dejado una impresión o recuerdo doloroso o negativo, y  aunque hayamos deseado perdonar, solo lo hemos hecho de labios hacia afuera, pero no hacia dentro, o sea, de corazón. Y es que este recuerdo  que quisiéramos olvidar, sigue vivo en nuestra mente,  esta es la otra vía del perjuicio, o "efecto secundario" del dolor inicial de la ofensa, porque  olvidar las ofensas para perdonar, no supone padecer un ataque de amnesia, sino que lo que  requiere es un voluntario y fuerte deseo de bien para la persona que nos hirió, dejándonos una sensación nefasta que  finalmente suele  crecer con el paso del tiempo y desembocar en un sentimiento  claro de  odio, rencor y  hasta deseos  más o menos ocultos de venganza.
    Y llegados a este punto, enseguida  podemos comprender  que esa  situación interna nuestra, mientras la mantengamos viva, nos supone un malestar o un tormento añadidos al  que nos causó el sentirnos víctimas de  la violencia, maltrato o injusticia  de otra persona,  y este recuerdo amargo actúa  como un veneno de  acción lenta, que  nos va minando y  nos va amargando la vida, haciendo  poco a poco, más y más daño añadido al primer dolor que sufrimos con la ofensa desencadenante  de  todo el proceso interno   que le siguió.
    No dependió de nosotros el poder evitar el impacto negativo ante la agresión o el insulto, pero sin embargo el veneno del resentimiento si lo podemos manejar de modo que mediante un acto de voluntad, no le demos cabida en nuestro interior y así nos podremos librar de él para que no nos afecte.
    Y es que para perdonar, el primer paso imprescindible para conseguirlo, es el de querer firmemente hacerlo, aun a pesar de que  por dentro estemos con tentaciones de venganza o de convertirnos en "justicieros", dolidos por la ofensa sufrida, porque  con el perdón nos estamos evitando un dolor añadido posteriormente.
    A nadie debemos otorgar el privilegio de poder robarnos la paz, la  armonía y equilibrio interno, pues  eso es nuestro más  preciado tesoro íntimo, y esto lo podemos y debemos defender mediante un acto de voluntad que nos proteja, queriendo, por encima de todo y a pesar de todo, perdonar siempre.
    Como ya se ha dicho, perdón no significa olvido, porque eso sería  un caso patológico  de  amnesia. Una mente normal y equilibrada no tiene por qué olvidar los actos buenos y malos que acontecen en su vida, pues todos ellos  aportan  valiosas lecciones que fortalecen y depuran nuestro espíritu. Hay que considerar que los actos de los demás, son de ellos y no nuestros, por lo tanto si han estado mal, o nos han afectado negativamente, en cualquier caso estos son  siempre un problema  de ellos y no nuestro, pero si ante la agresión o la ofensa  nos dejamos llevar por el bajo sentimiento o resentimiento , con ciertos deseos de venganza, entonces estaremos sintonizando  con el agresor, poniéndonos a su altura, y es cuando además de la agresión, después tenemos que sufrir el estado en que nos deja .    El rencor o el odio, entonces   sí  que  suponen  un problema nuestro, del que nos deberemos liberar lo antes posible para evitar las consecuencias del sufrimiento que por ellos tendremos que padecer con arreglo a la Ley de Acción y Reacción.

    Mientras no comprendamos la necesidad de perdonar siempre cualquier ofensa o daño sufrido, el resentimiento que mantenemos es una cadenas psíquica que nos mantiene ligados a nuestro ofensor, por lo tanto el perdón sincero y verdadero, nos supone una liberación del mismo. y si nos queremos librar de él y sentirnos libres, este es el camino correcto, aunque a veces nos parezca muy difícil.

    No  seamos torpes con nosotros mismos, añadiendo un sufrimiento innecesario a nuestro dolor o desengaño. 
     Pensemos que tantas veces, el ofensor es una persona necesitada de amor o de comprensión, que Dios ha puesto en nuestro camino, precisamente como prueba para ayudarnos a crecer espiritualmente.
    Aunque solo  sea  por propio  interés  personal, perdonemos siempre y mantengamos  nuestra mente y espíritu  por encima de las torpezas de los demás a quienes no debemos otorgar la llave de nuestra paz y nuestra felicidad.  Recordemos  que   quién  escupe  al  cielo, le  es salpicado en su cara, por lo cual , llegado el caso, deberemos  recordar a Jesús de Nazaret cuando se vio  agonizando en la cruz por la crueldad e incomprensión de tantas personas que le escupieron y pidieron su muerte, rogando a Dios: “ Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen”.

José Luis Martín

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                    ESPIRITISMO SIN FRONTERAS

         

 

                                                                 

                                                               

Las voces del infinito vinieron a dar tea a nuestra oscuridad. Con sus voces de fuego, reavivaron la chispa de nuestra eternidad. Como un nuevo Pentecostés, libre de la censura eclesiástica, libre de su intento de dominio, como si sólo fuera cosa de santos o propio del genio maligno. Estas voces amigas, hermanas, queridas, son las de los seres que abandonaron esta vida antes de nosotros. Que nos aguardan.

Ellos hablaron a los corazones, trajeron luz al siglo de la incertidumbre, de la incredulidad, el de la muerte de Dios, la muerte del dios que ya no servía, pues es el fin de la época de sumisión y vana servidumbre. La humanidad ha crecido y se rige por su propio raciocinio. Tiene cultura, cosa que no tenía antes. Tiene posibilidad de verificar lo que les dicen, cosa que antes era imposible; el dogma acampaba por todas partes.

Estas voces queridas, libres ya para la comunicación continua, trajeron a la humanidad el clamor de la nueva esperanza. La que tanto había sido sepultada y que sólo unos pocos conocían. Fuera logias, fuera secretismos. ¡A plena luz del día!

Las religiones que violaron su mensaje de amor fraternal, cerniendo muros insondables, se desquebrajaban ante las verdades que ellas en sí contienen. Recordadas por los seres de ultratumba.

Nació el espiritualismo moderno, Espiritismo bautizado por Allan Kardec, el codificador de los mensajes que llegaban por doquier. Y las viejas pasiones reprimidas rompieron los yugos que las mantenían subyugadas. Europa se cernía en múltiples revoluciones y guerras. Pues todo era cambio en el siglo XIX, el siglo de su nacimiento.

Se habló de la religión de los espíritus, craso error, nada nuevo traía el espiritismo, sino desbancar las falsedades añadidas a los credos ya existentes, debidos a la mano humana, interesada en mezclar los intereses políticos con las directrices de sus religiones. Los espíritus hablaron del fin de la esclavitud, del fin de la pena de muerte, de verdadera igualdad entre hombres y mujeres, de la necesidad de un mundo más justo a través de la educación universal, la cual había de asentarse más en la comprensión y estimulación emocional, que en la adquisición alocada de conocimientos impersonales.

No habló de un credo superior a ninguno, ni de la necesidad de ser religión; filosofía espiritualista puso Kardec en el frontispicio del libro clave: Libro de los Espíritus; y dijo que era ciencia, pues los nuevos tiempos ya eran llegados.

Cualquier persona, sea cual sea su credo o no credo, podía abrazar los postulados base del espiritismo. Pues su voz era clara y contundente, maciza; lejos de la melifluidad de otras doctrinas.

Hoy día hay corrientes que se engañan y tratan de hacer religión al espiritismo. Cuando éste es de todos y todas, no sólo de un credo, sea el que fuera. Jesús es un modelo a seguir según la respuesta 625 del Libro de los Espíritus, pero ello no indica nada más al respecto. Para el espiritismo no es Dios, sino un enviado. Y se nos presenta su doctrina depurada de los intereses mundanos, como una base racional para guiar nuestra conducta. No como la única posible, sino que en ella, tal cual la explicaban los espíritus, se halla la esencia de todas las demás habidas. Pues se va a la pureza de la enseñanza: la pureza del mensaje de Jesús, la del profeta Mahoma, la de las máximas de Confucio, o de la sabiduría de Buda, etc. Sin ser ninguna tal cual las conocemos lo que el espiritismo nos revela. Siendo todas respetables, pero con la mira puesta en la existencia clara de un mundo extracorpóreo; que el espiritismo demostraba con fehacientes hechos y datos, dado su carácter científico: en los investigadores serios que no se arredraban ante las inconveniencias de un paradigma científico todavía precario, para poder abarcar toda la riqueza que nos proponían los efectos investigados.

Dados estos hechos, la posibilidad de la comunicación con nuestros seres queridos, éstos se comunicaban según habían sido, pero con su concepción un tanto maravillada ante los nuevos hechos que vivenciaban en el otro plano. Ahí al comunicarse, seguían con sus antiguas creencias, pero con matices diferenciados. Algunos se sentían engañados, por su falso celo en actitudes premiadas por los humanos, pero no acordes con la “justicia divina”; justicia muchas veces de sentido común, que cualquiera lejano del fanatismo sabe aprehender cabalmente. Y muchos sentían liviandad, al ver que era todo mucho más hermoso de lo que pensaban. O sentían pesar si su actitud había sido mezquina para sus allegados.

He aquí la grandeza de esta gran enseñanza espiritual. El Consolador Prometido, en palabras de Jesús. Pero no únicamente para los cristianos, sino para todos, sean cuales fuera su credo. Pues la hermandad más allá de la muerte, la libertad de elección del libre albedrío, la posibilidad de comprender, conocer y estudiar, hacen esta filosofía espiritualista, todo un compendio que aglutina el buen hacer de todo librepensador/a.

Corazones listos para el amor, mentes dispuestas para la comprensión. Ser humano en evolución.

Jesús Gutiérrez Lucas

( art. procedente de El Ángel del Bien, noviembre/14)


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