INQUIETUDES ESPÌRITAS
1.- Asimilación de corrientes mentales
2.- Cómo deben dirigirse las plegarias al Padre
3- El perdón
4.- Espiritismo sin fronteras
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CÓMO DEBEN DE DIRIGIRSE LAS PLEGARIAS AL PADRE ( Comunicado)
Jaén, 8 de marzo de 1973
- Dios nos guarde a todos y nos perdone si no fuésemos dignos de Su bendición.
- Hemos estado oyendo atentamente el artículo que habéis leído sobre el modo de pedir a Dios en favor de la humanidad, mediante oraciones literales, mantras, etc. Nosotros tenemos la costumbre de sacar de todas las cosas lo bueno que tienen y aconsejaros, si hubiese lugar, lo más beneficioso.
Todas las creencias religiosas han creado sus modalidades, sus formas de orientación, de representación y ejecución en todo lo que corresponde a las peticiones o súplicas a los Seres de altura, y sobre todo a Dios. A todas las respetamos y a todas les decimos que sigan adelante, porque si en estas modalidades hay algo que deba suprimirse, van unidas a cosas que merece la pena practicar y creer firmemente.
Cuando necesitamos pedir al Padre, porque tenemos problemas, bien materiales o espirituales, elevamos nuestra plegaria y solicitamos lo que creemos que nos es necesario, pero, ¿ nuestra plegaria la hemos dirigido en perfectas condiciones?
Si todos fuésemos observadores y atentos y nos sustentáramos en una fe ciega, sin influencias externas y apoyásemos siempre nuestras peticiones siempre justas y con el mayor desinterés personal, veríamos que todas son escuchadas por nuestro Padre bendito. Cuando las plegarias son sostenidas por esta sólida fe no hace falta programar el modo de hacerlas. Esto aun es necesario cuando creemos más en la forma que en el contenido.
Apoyándonos siempre en la fe pura y santísima, tal como Dios la ha puesto en lo más profundo de nuestros corazones, ella será nuestro timón y nuestra luz en la andadura de los tiempos.
Y entre los muchísimos ejemplos que diariamente se pueden referir a este tenor, permitirme que os cuente un hecho rigurosamente cierto: El hijo de una familia de gran posición material y espiritual, tiene un accidente cuando montaba a caballo y a consecuencia del mismo pierde la vista cuando solo tenía doce años. A pesar de ello tiene una fe inquebrantable y lejos de ofender a la Providencia, maldecir su destino y llorar y sufrir, se engrandece su alma porque dice y cree firmemente que aquello ha ocurrido porque tendría que ocurrir y que si Dios así lo ha dispuesto, bien dispuesto está, aunque ya no vea la luz en toda su existencia.
Decide el destino que en una recepción en la el ciego tocaba el piano, asiste una joven y se enamora de ella. La joven, de momento y por compasión, se enamora de él. Los padres del uno y del otro, toleran esa amistad, que poco a poco se infiltró en sus almas con verdadero amor. La una, admirando al que no veía, y el otro, intuyendo la belleza de la que veía, porque él la veía con su alma y no con las atracciones materiales. Pero como pidió, se resignó y vivió con su fe inquebrantable, conforme y feliz; la Providencia lo mandó un día a un magnífico cirujano oculista, que sin ser llamado, se presentó en su domicilio, exponiéndole a sus padres que había visto en la iglesia al chico y él creía que se le podía hacer una operación, sin asegurar resultado alguno, pero que mal tampoco recibiría, en caso de que fracasaran sus intenciones. Como aquel oculista fue enviado por QUIEN todo lo sabe y todo lo puede, preparó los corazones de aquellos padres y aceptaron la operación. Por aquellos días ya se había fijado la fecha en que se celebraría la boda y el cirujano ( enviado por Dios, repetimos), eligió el día que le pareció oportuno para efectuar la operación antes de la boda.
Una vez intervenido y pasados varios días, llegó el de la boda. Asistieron a la misma, Obispos, Generales, Mariscales, etc, toda la grandeza de aquella nación. En la sacristía estaba también el médico cirujano, vestido de etiqueta, y cuando se iba a celebrar la ceremonia, se acercó al ciego con unas tijeras y cortó las vendas que aún tenía sobre los ojos el novio. Quedaron sorprendidos todos los presentes al ver aquella intervención del doctor y el resultado al quitarle las vendas, fue que el ciego vio que en su cerebro entraba un rayo de luz roja de las vidrieras que adornaban la Iglesia. Después miró a la novia y comprobó estupefacto que la belleza que su alma presentía era exacta y que su rostro era el de un ángel, y comprobó también que su plegaria había sido escuchada porque la sustentó con una fe inquebrantable, firme y limpiamente pura, como lo es la luz inigualable que envuelve el trono del Sumo Hacedor.
Por eso hermanos, no son precisas fórmulas o modalidades para hacer peticiones y elevar las plegarias, sino efectuarlas con verdadera fe, libre de egoísmos e interferencias, para que lleguen directas al Padre.
Que Dios nos bendiga a todos.
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EL PERDÓN
Todos sabemos que debemos perdonar las ofensas, tal
como nos enseñó y ejemplificó Jesús, pero vamos a hacer una reflexión
mirando hacia nuestro interior, pulsando la verdad de nuestra alma,
porque a Dios no se le puede engañar por mucho que ocultemos o disimulemos. Y esto
es así, porque Su Esencia está en el alma de cada uno de nosotros, lo llevamos
dentro con nosotros, y como es consiguiente, el ocultarle algo o engañarlo,
sería imposible.
Yo planteo aquí: ¿ De verdad somos sinceros cuando
perdonamos a alguien y cuando llega el caso lo hacemos de corazón y convencidos
de que esta es la respuesta necesaria
ante ciertos momentos de la vida cuando sufrimos la incomprensión o la
maldad de otros?.
Una cosa es la teoría moral muy bonita de lo que se debe hacer, que más o
menos todo el mundo la conoce, y otra es la práctica que en este caso, tantas
veces llama a las puertas de nuestra conciencia reclamando suavemente pero con
insistencia, porque a veces no actuamos como debiéramos con arreglo a la bella
teoría del perdón y pese a saber que nosotros siempre somos perdonados por Dios
por nuestros continuos errores, pero lo somos en la medida en que realmente nosotros
somos capaces de perdonar de corazón, desterrando resentimientos o
rencores, aunque es humano sentir un rescoldo de dolor después de sufrir una
ofensa o una injusticia, ese rescoldo
puede terminar convirtiéndose en una llama de resentimiento que puede
alcanzar las proporciones tremendas de un gran incendio de odio y deseos de
venganza, del cual, los grandes abrasados seremos nosotros mismos.
Si hay odio o resentimiento después de
una ofensa, se podría afirmar que nos han perjudicado por doble vía:
Una, la que se ve o se nota, que es la más
inmediata, la ofensa o perjuicio en sí mismos, que de inmediato nos hiere o nos
duele como una puñalada o un puñetazo moral o anímico que malamente encajamos.
Y esta herida o este dolor, cuando nos lo infieren,
es algo inevitable y natural que lo sintamos, porque el hecho en sí mismo no
depende de nosotros y no podemos hacer nada para impedir que eso suceda. Pero
después de un tiempo, con “la cabeza fría”, enseguida notamos que el
hecho nos ha dejado una impresión o recuerdo doloroso o negativo, y
aunque hayamos deseado perdonar, solo lo hemos hecho de labios hacia afuera,
pero no hacia dentro, o sea, de corazón. Y es que este recuerdo que
quisiéramos olvidar, sigue vivo en nuestra mente, esta es la otra vía del perjuicio, o "efecto secundario" del dolor inicial de la ofensa, porque olvidar las
ofensas para perdonar, no supone padecer un ataque de amnesia, sino que lo
que requiere es un voluntario y fuerte deseo de bien para la persona que
nos hirió, dejándonos una sensación nefasta que finalmente suele
crecer con el paso del tiempo y desembocar en un sentimiento claro
de odio, rencor y hasta deseos más o menos ocultos de
venganza.
Y llegados a este punto, enseguida podemos
comprender que esa situación
interna nuestra, mientras la mantengamos viva, nos supone un malestar o un
tormento añadidos al que nos causó el sentirnos víctimas de la
violencia, maltrato o injusticia de otra persona, y este recuerdo
amargo actúa como un veneno de acción lenta, que nos va
minando y nos va amargando la vida, haciendo poco a poco, más y más
daño añadido al primer dolor que sufrimos con la ofensa desencadenante de
todo el proceso interno que le siguió.
No dependió de nosotros el poder evitar el impacto
negativo ante la agresión o el insulto, pero sin embargo el veneno del
resentimiento si lo podemos manejar de modo que mediante un acto de voluntad,
no le demos cabida en nuestro interior y así nos podremos librar de él para que
no nos afecte.
Y es que para perdonar, el primer paso
imprescindible para conseguirlo, es el de querer firmemente hacerlo, aun a
pesar de que por dentro estemos con tentaciones de venganza o de
convertirnos en "justicieros", dolidos por la ofensa sufrida, porque con el perdón nos estamos evitando un dolor
añadido posteriormente.
A nadie debemos otorgar el privilegio de poder
robarnos la paz, la armonía y equilibrio interno, pues eso es
nuestro más preciado tesoro íntimo, y esto lo podemos y debemos defender
mediante un acto de voluntad que nos proteja, queriendo, por encima de todo y a
pesar de todo, perdonar siempre.
Como ya se ha dicho, perdón no significa olvido,
porque eso sería un caso patológico de amnesia. Una mente
normal y equilibrada no tiene por qué olvidar los actos buenos y malos que
acontecen en su vida, pues todos ellos aportan valiosas lecciones
que fortalecen y depuran nuestro espíritu. Hay que considerar que los actos de
los demás, son de ellos y no nuestros, por lo tanto si han estado mal, o nos
han afectado negativamente, en cualquier caso estos son siempre un
problema de ellos y no nuestro, pero si ante la agresión o la
ofensa nos dejamos llevar por el bajo sentimiento o resentimiento , con
ciertos deseos de venganza, entonces estaremos sintonizando con el agresor, poniéndonos a su altura, y es
cuando además de la agresión, después tenemos que sufrir el estado en que nos
deja . El rencor o el odio, entonces sí que suponen
un problema nuestro, del que nos deberemos liberar lo antes posible para evitar
las consecuencias del sufrimiento que por ellos tendremos que padecer con
arreglo a la Ley de Acción y Reacción.
Mientras no comprendamos la necesidad de perdonar siempre cualquier ofensa o daño sufrido, el resentimiento que mantenemos es una cadenas psíquica que nos mantiene ligados a nuestro ofensor, por lo tanto el perdón sincero y verdadero, nos supone una liberación del mismo. y si nos queremos librar de él y sentirnos libres, este es el camino correcto, aunque a veces nos parezca muy difícil.
No seamos torpes con nosotros mismos,
añadiendo un sufrimiento innecesario a nuestro dolor o desengaño.
Pensemos que tantas veces, el ofensor es una
persona necesitada de amor o de comprensión, que Dios ha puesto en nuestro
camino, precisamente como prueba para ayudarnos a crecer espiritualmente.
Aunque solo sea por propio
interés personal, perdonemos siempre y mantengamos nuestra mente y
espíritu por encima de las torpezas de los demás a quienes no debemos
otorgar la llave de nuestra paz y nuestra felicidad. Recordemos
que quién escupe al cielo, le es salpicado
en su cara, por lo cual , llegado el caso, deberemos recordar a Jesús de
Nazaret cuando se vio agonizando en la cruz por la crueldad e
incomprensión de tantas personas que le escupieron y pidieron su muerte,
rogando a Dios: “ Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen”.
José Luis Martín
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ESPIRITISMO SIN FRONTERAS
Las
voces del infinito vinieron a dar tea a nuestra oscuridad. Con sus voces de
fuego, reavivaron la chispa de nuestra eternidad. Como un nuevo Pentecostés,
libre de la censura eclesiástica, libre de su intento de dominio, como si sólo
fuera cosa de santos o propio del genio maligno. Estas voces amigas, hermanas,
queridas, son las de los seres que abandonaron esta vida antes de nosotros. Que
nos aguardan.
Ellos hablaron a los corazones, trajeron luz al
siglo de la incertidumbre, de la incredulidad, el de la muerte de Dios, la
muerte del dios que ya no servía, pues es el fin de la época de sumisión y vana
servidumbre. La humanidad ha crecido y se rige por su propio raciocinio. Tiene
cultura, cosa que no tenía antes. Tiene posibilidad de verificar lo que les
dicen, cosa que antes era imposible; el dogma acampaba por todas partes.
Estas voces queridas, libres ya para la
comunicación continua, trajeron a la humanidad el clamor de la nueva esperanza.
La que tanto había sido sepultada y que sólo unos pocos conocían. Fuera logias,
fuera secretismos. ¡A plena luz del día!
Las religiones que violaron su mensaje de amor
fraternal, cerniendo muros insondables, se desquebrajaban ante las verdades que
ellas en sí contienen. Recordadas por los seres de ultratumba.
Nació el espiritualismo moderno, Espiritismo
bautizado por Allan Kardec, el codificador de los mensajes que llegaban por
doquier. Y las viejas pasiones reprimidas rompieron los yugos que las mantenían
subyugadas. Europa se cernía en múltiples revoluciones y guerras. Pues todo era
cambio en el siglo XIX, el siglo de su nacimiento.
Se habló de la religión de los espíritus, craso
error, nada nuevo traía el espiritismo, sino desbancar las falsedades añadidas
a los credos ya existentes, debidos a la mano humana, interesada en mezclar los
intereses políticos con las directrices de sus religiones. Los espíritus
hablaron del fin de la esclavitud, del fin de la pena de muerte, de verdadera
igualdad entre hombres y mujeres, de la necesidad de un mundo más justo a
través de la educación universal, la cual había de asentarse más en la
comprensión y estimulación emocional, que en la adquisición alocada de
conocimientos impersonales.
No habló de un credo superior a ninguno, ni de
la necesidad de ser religión; filosofía espiritualista puso Kardec en el
frontispicio del libro clave: Libro de los Espíritus; y dijo que era ciencia,
pues los nuevos tiempos ya eran llegados.
Cualquier persona, sea cual sea su credo o no
credo, podía abrazar los postulados base del espiritismo. Pues su voz era clara
y contundente, maciza; lejos de la melifluidad de otras doctrinas.
Hoy día hay corrientes que se engañan y tratan
de hacer religión al espiritismo. Cuando éste es de todos y todas, no sólo de
un credo, sea el que fuera. Jesús es un modelo a seguir según la respuesta 625
del Libro de los Espíritus, pero ello no indica nada más al respecto. Para el
espiritismo no es Dios, sino un enviado. Y se nos presenta su doctrina depurada
de los intereses mundanos, como una base racional para guiar nuestra conducta.
No como la única posible, sino que en ella, tal cual la explicaban los
espíritus, se halla la esencia de todas las demás habidas. Pues se va a la
pureza de la enseñanza: la pureza del mensaje de Jesús, la del profeta Mahoma,
la de las máximas de Confucio, o de la sabiduría de Buda, etc. Sin ser ninguna
tal cual las conocemos lo que el espiritismo nos revela. Siendo todas
respetables, pero con la mira puesta en la existencia clara de un mundo extracorpóreo;
que el espiritismo demostraba con fehacientes hechos y datos, dado su carácter
científico: en los investigadores serios que no se arredraban ante las
inconveniencias de un paradigma científico todavía precario, para poder abarcar
toda la riqueza que nos proponían los efectos investigados.
Dados estos hechos, la posibilidad de la
comunicación con nuestros seres queridos, éstos se comunicaban según habían
sido, pero con su concepción un tanto maravillada ante los nuevos hechos que
vivenciaban en el otro plano. Ahí al comunicarse, seguían con sus antiguas
creencias, pero con matices diferenciados. Algunos se sentían engañados, por su
falso celo en actitudes premiadas por los humanos, pero no acordes con la
“justicia divina”; justicia muchas veces de sentido común, que cualquiera
lejano del fanatismo sabe aprehender cabalmente. Y muchos sentían liviandad, al
ver que era todo mucho más hermoso de lo que pensaban. O sentían pesar si su
actitud había sido mezquina para sus allegados.
He aquí la grandeza de esta gran enseñanza
espiritual. El Consolador Prometido, en palabras de Jesús. Pero no únicamente
para los cristianos, sino para todos, sean cuales fuera su credo. Pues la
hermandad más allá de la muerte, la libertad de elección del libre albedrío, la
posibilidad de comprender, conocer y estudiar, hacen esta filosofía
espiritualista, todo un compendio que aglutina el buen hacer de todo
librepensador/a.
Corazones listos para el amor, mentes dispuestas
para la comprensión. Ser humano en evolución.
Jesús Gutiérrez Lucas
( art. procedente de
El Ángel del Bien, noviembre/14)
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