jueves, 3 de febrero de 2022

Reencarnación y karma

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Reencarnación y karma

2.- La experiencia espírita de Víctor Hugo

3.- Empatía

4.- Caracteres de la Ley Natural




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REENCARNACIÓN Y KARMA

  Edgar Cayce


¿Qué dicen las lecturas de Edgar Cayce sobre la reencarnación y el karma?

Edgar Cayce realizó su primera lectura en 1901, acerca de un problema de salud, que le concernía personalmente. Luego dictó muchas más, pero el concepto de la reencarnación no apareció hasta 1923, en una sesión ejecutada para Arthur Lammers, impresor en Dayton, Ohio. Conviene mencionar que una lectura había abordado la cuestión doce años antes; no obstante, la alusión se ignoró durante mucho tiempo, pues nadie en el entorno de Cayce conocía el concepto en aquel entonces. A fin de cuentas, la reencarnación fue el objeto de casi dos mil lecturas psíquicas, denominadas "lecturas de vida". Constituye el segundo gran tema evocado por Cayce en trance.


    En esencia, ¿ qué es la reencarnación? Es la creencia de que cada uno de nosotros pasa por vidas sucesivas, con el propósito de crecer en espíritu y de recobrar la plena conciencia de su naturaleza divina. El punto de vista de Cayce excluye la metempsicosis o transmigración de las almas, según la cual los humanos pueden reencarnarse en forma animal. A la vez, provee un marco filosófico para el pasado, poniendo especial énfasis en la manera de asumir nuestra existencia actual: debemos vivir el momento presente, procurando desarrollarnos espiritualmente y ayudarnos los unos a los otros. Las lecturas enseñan que el recorrido que hemos efectuado nos ha traído al punto en que nos encontramos. Sin embargo, lo esencial no es quiénes hemos sido o qué hemos hecho antes, sino cómo reaccionamos frente a las oportunidades y a las pruebas que surgen ahora mismo, dondequiera que nos hallemos. En efecto, nuestras elecciones y conducta del momento, provenientes de nuestro libre albedrío, son las que realmente importan. La perspectiva de Cayce, para nada fatalista, abre horizontes casi ilimitados.


    En las lecturas, Cayce señaló también el peligro de comprender incorrectamente la reencarnación. Indicó que ciertas teorías alteraban su verdadero significado. En particular, todas las que no reconocían la libre voluntad creaban lo que llamó "un monstruo kármico", es decir una idea errónea que no tomaba en cuenta los hechos auténticos, ni la estrecha conexión existente entre el karma, el libre albedrío, el destino y la gracia.


 Aún hoy en día, mucha gente interpreta, de manera equivocada, la reencarnación como un eslabonamiento o una concatenación de experiencias y de relaciones que nos impone nuestro karma. Si así fuera, nuestras decisiones anteriores nos obligarían a seguir una trayectoria marcada con acontecimientos específicos, y nuestro porvenir ya estaría fijado. Esta visión difiere totalmente de la de Cayce, pues las lecturas destacan que el pasado no proporciona sino una coyuntura posible o probable. Muestran que, lejos de ser meros espectadores, a veces reticentes, desempeñamos un papel dinámico en el desenvolvimiento de nuestra propia existencia.


    La palabra "karma" es un término sánscrito que significa "obra, hecho o acto". A menudo se le da el sentido de "causa y efecto". Las lecturas concuerdan con esta acepción, pero añaden la noción filosófica inédita y exclusiva de que el karma puede definirse como una memoria. Por ende, no se trata de una "deuda" que tenemos que pagar conforme a algún criterio universal, ni de una serie de experiencias determinadas por nuestras previas acciones, buenas o malas. El karma es sólo una memoria, una fuente de información que incluye elementos 'positivos' y otros aparentemente 'negativos', en la cual el subconsciente busca los datos que utiliza en el presente.

 

Esto explica, por ejemplo, las afinidades o las animosidades espontáneas que sentimos por ciertas personas. Aunque esa memoria subconsciente se refleja en nuestra fisonomía e influye en nuestros pensamientos, reacciones y decisiones, siempre podemos recurrir al libre albedrío para orientar nuestra vida.


 Las lecturas de Cayce mencionan que cuando fallecemos, no nos reencarnamos de inmediato. Puesto que lo que llamamos subconsciente en el plano físico viene a ser nuestro consciente en el más allá, el alma recapitula todo lo que ha atravesado y escoge, entre las lecciones que debe aprender, las que se siente capaz de asumir ahora a fin de seguir su evolución. Entonces aguarda el momento propicio para renacer en la tierra. Ordinariamente, elige un entorno que ha conocido antes. En cada nueva vida, opta por un cuerpo masculino o femenino, según el objetivo de su encarnación. Además, selecciona el ámbito y las condiciones (padres, familia, lugar, época, etc.) que le permitirán perfeccionarse y cumplir con lo que espera realizar. Sin embargo, sus experiencias dependerán de la forma en que emplee su libre albedrío dentro de ese contexto. En efecto, podemos considerar nuestras tribulaciones como obstáculos e impedimentos o, por el contrario, transformarlas en situaciones beneficiosas, en oportunidades de elevar nuestro nivel de conciencia. El proceso de reencarnación continúa hasta que logremos personificar el amor universal en el mundo y expresar nuestra esencia divina en todos los aspectos de la vida terrenal.


    Conviene notar que talentos y cualidades nunca se pierden, de modo que las facultades cultivadas en cada encarnación se suman al capital del futuro. Por ejemplo, el don de los niños prodigios es el resurgimiento de un talento ejercitado en una o varias existencias previas. Asimismo, un excelente profesor de literatura podría haber sido escritor, historiador y copista en vidas anteriores. De hecho, nuestras aptitudes se manifiestan en función del motivo de nuestra encarnación actual.


    Las lecturas revelan que el karma no se instaura entre los individuos, sino únicamente con uno mismo. En otras palabras, "uno siempre se enfrenta a sí mismo" . En consecuencia, el curso de nuestra existencia se basa en las decisiones que tomamos a fin de responder a la coyuntura que nosotros mismos hemos suscitado. No obstante, la noción más difícil de entender es que, en general, se nos brinda la posibilidad de resolver nuestros propios problemas kármicos a través de nuestras interacciones con los demás. Por esta razón, en lugar de aceptar la plena responsabilidad de nuestros fracasos y decepciones, tendemos a imputárselos a otros.


   Así nuestro karma nos es personal, pero nos sentimos constantemente atraídos, por la gente o los grupos que nos ofrecen ocasiones favorables de asumirlo. De manera similar, ellos se acercan a nosotros en su recorrido individual para satisfacer su memoria kármica. Por lo tanto, nuestras relaciones con los demás nos permiten enfrentarnos a nosotros mismos y vivir sucesos que nos enseñan y nos ayudan a avanzar en el sendero espiritual. Con frecuencia, los episodios vividos en grupo reaparecen, en encarnaciones posteriores, como vínculos familiares, profesionales, culturales o étnicos. Las lecturas subrayan que nunca nos encontramos con alguien accidentalmente, porque las coincidencias no existen. Del mismo modo, no experimentamos de entrada una profunda simpatía o antipatía sino hacia personas que hemos conocido antes.


 Debemos atenernos a las consecuencias de nuestras decisiones y actitudes previas, ya que cosechamos inevitablemente lo que hemos sembrado. La Biblia dice: "Todo lo que sembrare un hombre, eso mismo cosechará".  Los adeptos de la reencarnación suelen afirmar: "Atraemos lo que es semejante a nosotros". Esto implica que, algún día, tendremos experiencias análogas a las que nuestras elecciones han producido en la vida de otros.


  A diferencia de las doctrinas fatalistas que nos reservan una suerte inmutable, la teoría de Cayce asevera que somos dueños de nuestro destino. En efecto, podemos controlar nuestros pensamientos, palabras y acciones, y escoger nuestro comportamiento ante las circunstancias que nosotros mismos hemos engendrado. Comprendamos que todo lo que acontece en nuestra existencia es el fruto de nuestra propia creación, y que nuestras tribulaciones siempre contribuyen a nuestro desarrollo cuando las consideramos como oportunidades de corregir los errores del pasado o de adquirir sabiduría y entendimiento.


 Descubrir por qué nos hallamos en una u otra situación no es necesariamente fundamental: lo primordial es cómo nos disponemos a hacerle frente, pues de nuestras reacciones nacen nuestras experiencias futuras. Así, dos personas podrán adoptar una actitud muy distinta en casos comparables, por ejemplo con respecto a la pérdida de un empleo. Mientras que una se angustiará y amargará, la otra verá una ocasión inesperada de reconstruir su vida y de dedicarse a alguna actividad que le apasiona desde hace mucho tiempo.


    La reencarnación es un concepto que figura en las grandes religiones del mundo y no se limita a las filosofías orientales. Profesa la tolerancia y la compasión, contesta numerosos interrogantes y da sentido hasta a los más mínimos aspectos de la existencia. Algunos la encuentran provechosa, otros controversial. De cualquier forma, lo que los demás opinan no es pertinente. Los adeptos serios saben que todos hemos experimentado varios ámbitos, condiciones y circunstancias en el transcurso de nuestras vidas sucesivas. Ellos se sirven de la reencarnación, no para detenerse en el pasado o enorgullecerse de quizás haber gozado de notoriedad anteriormente, sino para crecer en espíritu y contribuir a mejorar el mundo en el que vivimos. Cayce ilustra esta idea en la siguiente lectura:


"Determine por qué razón está buscando esa información. Si es a fin de oír que ha vivido, fallecido y ha sido enterrado, al pie del cerezo al fondo del jardín de su abuela, ¡ esto no le hará un mejor vecino, ciudadano o padre ! En cambio, si es para saber que ha pronunciado palabras hirientes, de lo cual se ha sentido culpable, y que ahora puede redimirse actuando de manera justa, ¡entonces sí, vale la pena!"
[Lectura 5753-2]


Libros recomendados:

·        "Múltiples moradas" ("Many Mansions" ) - Gina Cerminara

"Reencarnación: Conociendo su pasado, Creando su futuro" ("Reincarnation: Claiming Your Past, Creating Your Future" ) - Lynn Elwell Sparrow- Tres enfoques sobre la Reencarnación, de Sebastián de Arauco

  Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta



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LA EXPERIENCIA ESPÍRITA DE VICTOR HUGO




Victor Hugo tenía fe en el Plan Divino del Universo por cuya razón asentaba su lirismo sobre esa profunda convicción. 


Confiaba en la ley del progreso y admitía que todo evoluciona a pesar de las incertidumbres humanas. 


Cuando el hombre en su orgullo llega a considerarse “el fin y la meta del universo”, el poeta exclama: “¿Crees que esa vida universal, que va desde la rosa hasta el árbol, desde el árbol hasta el animal, que asciende insensiblemente desde la piedra hasta ti, se detiene ante la escarpadura del abismo del hombre?

 No, prosigue invencible y admirable, entra en lo invisible y en lo imponderable, se desvanece para ti, llena el azur de un mundo deslumbrador, penetra en seres que están cercanos al hombre y en otros seres que están lejos de él, en espíritus puros, en ángeles, formados de rayos, como el hombre está formado de instintos. 

Continúa a través de cielos siempre encendidos, ascendiendo por escalas de estrellas; desde los demonios desencadenados, asciende hasta los seres alados, ata al astro espíritu con el arcángel sol; liga, salvando millones de leguas, los grupos de las constelaciones con las legiones azules; puebla lo alto, los bordes y el centro, y en todas las profundidades se representa en Dios”.

 La visión cósmica que sobre el hombre tenía nos recuerda este hermoso escrito mediúmnico: “Habitante del espacio, fénix que renace de la materia, peregrino de los mundos que deja en cada uno de ellos un ser que fue y es él, cuenta sus horas por duraciones de vida. Guerrero incansable, se viste de organismo para luchar y añadir a sus dominios más verdad y a su poder más luz”. – Daniel Suárez Artazu: Marietta y Estrella. Paginas de dos existencias. 


La primera sesión mediúmnica de Victor Hugo fue publicada por Gustavo Simón (ver su libro “Les tables tournantes de Jersey”, editorial Louis Conard. París), en la cual se manifestó su hija Leopoldina, hacía poco fallecida en un naufragio. Y labró el acta correspondiente el célebre poeta y dramaturgo Augusto Vacquerie. He aquí el relato:


 “Cuando se hablaba de las mesas giratorias, nosotros dudábamos. Hablamos intentado hacerlas girar, pero sin éxito cierto. Veíamos sobre todo,


en la atención que en todas partes se dedicaba a estos fenómenos, una treta de la policía francesa para distraer el espíritu público de las vergüenzas del gobierno.

 En ello estábamos cuando Mme. de Girardin vino a Jersey para visitar a Victor Hugo. Llegó el martes 6 de septiembre de 1853. “Nos habló de las mesas. No solamente giraban: hablaban también. Se convenía con ellas que los golpes que diesen serían las letras del alfabeto y que se escribiría la letra en la cual se detuviesen. Así se obtenían, letra por letra y palabra por palabra, frases y páginas enteras. Nosotros vimos en esto una paradoja del encantador ingenio de Mme. de Girardin. Tan es así que el miércoles, mientras trataba de hacer hablar a una mesa con Victor Hugo, en el comedor, nosotros permanecimos en el salón. La mesa no habló. Mme. de Girardin dijo que el fracaso se debía a que la mesa era cuadrada y que se precisaba una redonda. No la teníamos. El jueves, ella misma trajo una mesita redonda de tres patas que había comprado en Saint Héher en un bazar de juguetes. Al día siguiente volvió a probar sin éxito. Yo, particularmente, creía tan poco en las mesas que hablaban, que me fui a acostar en cuanto se pusieron a la mesa. 

El sábado, Victor Hugo y Mme. de Girardin cenaron en casa de un señor de Jersey, M. Gordfray. Mme. de Girardin volvió a probar, pero inútilmente. El domingo por la noche he aquí lo que aconteció:


 ACTA “Asistentes Madame de Girardin, Madame Victor Hugo, Victor Hugo, Carlos Hugo, Francisco Victor Hugo, señorita Hugo, General Le Fló, Madame de Treveneue, Augusto Vacquerie. 

Mme. de Girardin y Augusto Vacquerie se ponen a la mesa, colocando la mesita redonda encima de una mesa grande cuadrada. Al cabo de algunos minutos la mesa se estremece. Mme. de Girardin: ¿Quién eres? (La mesa levanta un pie y no lo baja). Mme. de Girardin: ¿Hay algo que te molesta? Si es así, da un golpe; si no, dos golpes. (la mesa da un golpe). Mme. de Girardin: ¿Qué? -Rombo. (En efecto, estábamos formado un rombo, colocados a ambos lados de un ángulo de la mesa grande). (La mesa se agita. va y viene, rehúsa contestar. Yo me separo de la mesa. El General Le Fló ocupa mi lugar. En la mesa Carlos Hugo y el General Le Fló). 

El general Le Fló: -Dime el nombre en que pienso. Mine, de Girardin, al mismo tiempo: -¿Quién eres? -Hija. (El General Le Fló no pensaba en su hija. Yo pienso en mi sobrino Ernesto y pregunto:) -¿En quién pienso? -Muerta. Mme. de Girardin, muy emocionada: ¿Hija muerta? (Yo vuelvo a decir:) -¿En quién pienso? -Muerta. (Todos piensan en la hija que Victor Hugo ha perdido). Mme. de Girardin: -¿Quién eres? -Ame soror (Mme. de Girardin había perdido a una hermana. La mesa dijo soror, en latín para decir que era hermana de un hombre?). El General Le Fló: -Carlos Hugo y yo, que tenemos la mesa, hemos perdido una hermana cada uno. ¿De quién eres hermana? -Duda. El General Le Fló: -¿Tu país? -Francia. El General Le Fló: -¿Tu ciudad? (Ninguna respuesta. Todos sentimos la presencia de la muerte. Todo el mundo llora). Victor Hugo: -¿Eres feliz? -Sí ; Victor Hugo: -¿Dónde estás? -Luz. Victor Hugo: -¿Qué hay que hacer para ir a ti? -Amar. (A partir de este momento, en que todos estamos emocionados, la mesa, como si se viera comprendida, ya no vacila más. En cuanto se la interroga responde inmediatamente. Cuando tardamos en hacerle una pregunta se agita y va de derecha a la izquierda). Mme. de Girardin: ¿Quién te envía? -Buen Dios. Mme. de Girardin, muy emocionada: -Habla tú misma. ¿Tienes algo que decirnos? -Sufrid para el otro mundo

Yo no estaba convencido en absoluto. No es que creyese precisamente que Mme. de Girardin se burlaba de nosotros y daba voluntariamente los golpes. Pero yo me decía que a fuerza de deseo y de tensión de espíritu, podía dar a su mano una presión involuntaria. 

Vamos a buscar otra, mesa, sobre la cual colocamos la pequeña. Mme. de Girardin y Carlos Hugo se colocan de manera que cortan la mesa-soporte en ángulo recto. La mesa se agita. El General Le Fló: Dime qué pienso. -Fidelidad. (El General Le Fló pensaba en su mujer. Yo estaba algo menos convencido. Me parecía tan ingenioso y espiritual responder “fidelidad” a un marido que piensa en su esposa, que atribuía la respuesta a Mme. de Girardin).

 Victor Hugo escribe una palabra en un papel y lo coloca, cerrado, encima de la mesa. Augusto Vacquerie: ¿Puedes decirme el nombre escrito ahí dentro? -No Victor Hugo: -¿Por qué? -Papel. Todas estas respuestas comenzaban a extrañarnos un poco. Para estar más seguro que no era Mme. de Girardin quien actuaba, solicito ponerme a la mesa con Carlos Hugo. Me pongo con él. La mesa se mueve. Pienso en un nombre y digo: ¿Cuál es el nombre en que pienso? -Hugo. En efecto, éste era el nombre. En este momento empecé a creer. Hacía un rato que Mme. de Girardin estaba emocionada y nos decía que no perdiéramos el tiempo con preguntas pueriles. Presentía una gran aparición, pero nosotros, que dudábamos, nos obstinamos en desafiar a la mesa a que respondiese a palabras escritas o pensadas. 

Mme. de Girardin: -¿Te burlas de nosotros? -Sí. Mme: -¿Por qué? -Absurdo. Mme. de Girardin: -Pues bien, habla tu mismo. -Molestia. Mme. de Girardin: -¿Qué te molesta? -Uno sólo. Mme. de Girardin. -Nómbralo. -Rubio En efecto, Mr. de Tréveneue, muy rubio, era el más incrédulo de nosotros. Mme. de Girardin: -¿Quieres que salga? -No. Victor Hugo: -¿Ves el sufrimiento de los que te aman? -Sí. Mme. de Girardin: -¿Sufrirán mucho tiempo? -No. Mme. de Girardin: -¿Regresarán pronto a Francia? (No contesta). Victor Hugo: -¿Depende de ellos que puedas volver? -No. Victor Hugo: -Pero, ¿volverás? -Si. Victor Hugo: -¿Pronto? -Si. (Terminado a la una y media de la madrugada). 

Nota: Todo lo que antecede ha sido escrito inmediatamente después de la sesión por Augusto Vacquerie. A partir de este día decidimos escribir las respuestas de la mesa en el mismo momento en que se producían y todas las actas siguientes fueron recogidas durante el transcurso de las sesiones mismas”.

 Extraído del libro “Victor Hugo. El Poeta del Más Allá” por Humberto Mariotti.

( Trabajo obtenido de Zona Espírita )


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                                                      EMPATÍA

                                                                     


 Según el diccionario de la lengua española, “empatía” significa la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. En un tono más coloquial, yo lo expresaría como la capacidad para ponerse en el punto de vista del otro. Viene esto a cuento porque el otro día tuve una experiencia muy positiva al respecto que no hace sino confirmar muchos de los postulados del Espiritismo.

 No hace mucho, al ser fechas en las que se reciben regalos, me dirigí a una tienda a comprar uno de ellos para un familiar. Al entrar en el comercio, la chica que atendía y a la que no conocía de antes, estaba hablando por teléfono, no habiendo allí nadie más. Al principio me sentí algo contrariado pues tenía algo de prisa y pensé que dicha llamada podía retrasar mi tiempo en aquel establecimiento. Sin embargo, tan pronto se cruzaron nuestras miradas, la dependienta me observó gentilmente y me hizo un gesto breve con sus manos como disculpándose y advirtiéndome para que esperara tan solo unos segundos.

 Al percibir su semblante cálido y simpático, curiosamente mi urgencia desapareció y aunque me dediqué a explorar algunos objetos que había en el mostrador, no pude evitar oír el diálogo que mantenía con la otra persona en la distancia. Aunque tan solo podía enterarme de la mitad de la charla, la verdad es que me hacía una idea bastante aproximada del tema sobre el que versaba la misma.

 El tono de voz de la vendedora no podía ser más acogedor. Sabía escuchar a la otra parte con atención suficiente y cuando llegaba su turno de réplica, tan solo tenía palabras de ánimo y de apoyo hacia el que estaba al otro lado del auricular. Aquella situación debió prolongarse como unos diez minutos más y yo trataba de no mirar fijamente a la trabajadora para no agobiarla mientras me entretenía con lo que había en los estantes, no sin perder el hilo de la conversación.

 Finalmente, aquella mujer, antes de colgar el aparato, comentó que tenía que atender a un cliente, que la disculpara y que volvería a llamar algo más tarde. Recibiéndome de nuevo con una grata y sincera sonrisa, me pidió excusas por la espera y se dispuso a ocuparse de mi asunto. Intentando entrar en el tema con delicadeza, le indiqué si lo que yo había advertido era un problema familiar o de salud. La dependienta, con total naturalidad y como si me conociera de toda la vida, me dio todo tipo de información al respecto.

 Se trataba de una amiga y compañera de trabajo cuya hija de ocho meses, había tenido una complicación digestiva grave debiendo ser intervenida en la mesa de operaciones de modo urgente. Por fortuna, parecía que el problema de salud se había reconducido y que ahora tan solo restaba esperar por la recuperación completa de la niñita.

 Desde la percepción del sentimiento fraterno que se había instalado en la atmósfera de aquel local, me sentí empujado a felicitarla por los términos que utilizó durante la comunicación con su compañera, y le expresé que ya quisieran todos, en una coyuntura similar, recibir los mensajes de ánimo que ella había transmitido desde su corazón.

 En ese momento, restaba una segunda parte al relato de lo sucedido en ese día y resultó ser la forma en que aquella muchacha simpática, más joven que yo, iba a aconsejarme con respecto al objeto que deseaba comprar.

  Por mi ocupación, entiendo algo sobre ventas, formas de publicidad y en general, acerca de las técnicas que todo profesional utiliza para promocionar sus productos y optimizar sus ganancias. No fue este el caso, ya que el comportamiento de aquella persona resultó ejemplar y decidió cambiar la cantidad por la calidad, en otras palabras, escogió la satisfacción del cliente por encima de sus potenciales beneficios. De entre todas las opciones que tenía, me describió con detalle los pros y contras de cada regalo hasta caer en la cuenta, gracias a sus explicaciones, que no siempre pagar más implica que el producto que adquieras sea el mejor.

 Había algo allí flotando en el ambiente que me indicaba que dos almas similares habían coincidido y que se estaban entendiendo a la perfección. Esta semejanza entre nosotros, que nada tenía de material y mucho de espiritual, me confirmaba cómo a veces, se establecen las corrientes de comunicación entre las personas y cómo estas te proporcionan un sentimiento de felicidad difícil de apreciar en otras circunstancias.

 Cuando yo entré en aquella tienda, a los pocos segundos, pude comprobar cómo la dependienta poseía unas dotes de empatía nada habituales. Con su actitud receptiva, con su forma de escuchar y responder a su amiga, practicó el bien, se puso en la piel del otro, compartió su punto de vista, en este caso, el sufrimiento que aquella, como madre, estaba experimentando por la súbita enfermedad de su pequeña hija.

 Conecté con ella precisamente por el modo que tuvo de conducir aquella conversación y después me conquistó con su procedimiento a la hora de explicarme las ventajas e inconvenientes de cada uno de los productos por los que yo estaba interesado, hasta que amparándome en mi libre albedrío, me incliné por elegir aquel que consideraba más oportuno. Ella dispuso hacia mí una empatía fuera de lo usual, por unos instantes se situó dentro de mi mente, supo leer mis pensamientos, mis dudas e indecisiones sobre lo que quería, en definitiva, su espíritu enlazó con el mío, nos descubrimos como almas similares y no hubo palabras para describir lo dichoso que me sentí en ese episodio aparentemente tan simple. Nuestras profesiones no tenían nada que ver y sin embargo había sucedido algo muy parecido a lo que ocurre cuando departes con alguien de un tema laboral. Si la otra persona desempeña tu mismo oficio, conoces ya de antemano que el entendimiento será más fácil porque ambos sabéis de lo que estáis hablando y no cuando la otra parte desconoce por completo la materia sobre la que estás conversando.

 Ella ganó mi atención con su empatía y supo que a partir de ese momento, recomendaría a cualquiera acudir a su establecimiento. Hay aspectos en la vida humana como la consideración y la afabilidad que no tienen precio, revelando la identidad del que las practica y denotando su preocupación por los demás.

 En su misión terrenal, nuestro querido Maestro insistió mucho en el ejercicio del amor al prójimo como pilar fundamental del quehacer diario. La vida en el planeta adoptaría otro cariz si todos pusiéramos en marcha este conocido precepto de Jesús. Cuando actuamos con empatía, nos estamos poniendo en el punto de vista del otro. ¿Cómo podemos aspirar a amar al prójimo si somos incapaces de asimilarnos a él por unos instantes? ¿Cómo puede existir interés por el otro si ni siquiera queremos ver por sus ojos o sentir por su corazón?

  La chica de esta historia real, hizo de madre preocupada al hablar con su compañera y por eso “entendía” la angustia por la que esta estaba pasando. Asimismo, no solo ejerció de vendedora conmigo sino también de compradora porque supo pensar por mí, sentir por mí, intentó ponerse en mi piel para conocer lo que yo percibía de la situación. Era como si estuviera a uno y otro lado del mostrador al mismo tiempo. Su espíritu se aproximó al mío y más allá de lo racional, intuitivamente, conectó con mi ser y reconocimos juntos la común procedencia de la que todos venimos. Me compartió y yo la compartí, al igual que todos debemos compartirnos. Fue algo mágico, en todos los sentidos.

    El amor es el motor maravilloso que mueve al mundo pero hay que crear las condiciones idóneas para practicarlo. La empatía es una de ellas y sin esta, difícilmente podrá existir el otro. La existencia se nos muestra en muchos casos como compleja y enrevesada. Sin embargo, esta experiencia me sirvió para comprobar, una vez más, que en las situaciones más ordinarias, más sencillas de la vida, se reciben las lecciones más extraordinarias de cómo funciona el perfecto sistema que un día puso en marcha nuestro Padre celestial. No hace falta escalar el Everest para acercarse al cielo. Incluso el hecho más corriente, si le prestamos la adecuada atención, nos puede llevar a una toma de conciencia formidable sobre cómo operan los mecanismos de la realidad. Concentrémonos pues en lo cotidiano y extraigamos de ello las enseñanzas más apropiadas para nuestra evolución.

- Jose Manuel Fernández- Psicólogo, escritor, poeta y sobre todo amigo


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              Caracteres de la ley natural 

. ¿Qué se debe entender por la ley natural? 

- La ley natural es la ley de Dios. Es la única verdadera para la felicidad del hombre. Le indica lo que debe hacer o no hacer, y sólo es desdichado porque de ella se aparta. 

*. ¿Es eterna la ley de Dios? 

- Es eterna e inmutable, como Dios mismo.

. ¿Ha podido Dios prescribir a los hombres, en una época lo que les hubiera prohibido en otra? 

Dios no puede equivocarse. Son los hombres los que están obligados a cambiar sus leyes, por ser ellas imperfectas. Pero las leyes de Dios son perfectas. La armonía que rige al universo material y al universo moral está basada sobre las leyes que Dios estableció de toda eternidad. 

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS.
ALLAN KARDEC


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