miércoles, 2 de febrero de 2022

¿ Espiritismo cristiano ?

    INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Epigenética

2.- Crisis

3.- Fraternidad

    De El Libro de los Médiums

4.- ¿ Espiritismo cristiano ?




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                                               EPIGENÉTICA


“A través de la Epigenética se nos revela el eslabón perdido entre la vida cotidiana y la consciencia.” Gregg Braden

Hemos llegado a un punto de inflexión en el aprendizaje humano en que se hace imprescindible (por el mismo impositivo del progreso) una reflexión más profunda sobre la naturaleza  del ser, superando las limitadas concepciones del racionalismo y el positivismo, pues ni las posturas innatistas ni las genitistas son la única referencia a tener en cuenta en el complejo entramado biológico-espiritual de la persona;  no son la única respuesta… aunque formen parte de la misma. 

El azar, las variables múltiples, etc., nos indican ya de partida que el ser humano es una realidad ontológica, trascendente, que no se configura en exclusiva por las explicaciones de la genética o la herencia.

Según investigadores y autores como F. Capra («El tao de la física»), la Física subatómica invirtió completamente el concepto de materia de la Física clásica, y conduce a una nueva e imprescindible fase donde la Ciencia, filosofía y religión ya no se encuentran separadas. 

El principio de incertidumbre de Heisemberg y la mecánica cuántica de Bohr y otros, conecta esencial y admirablemente con la escuela de Mileto (siglo VI a. C.), las enseñanzas del Budismo o el Zen, así como el Tao de la China milenaria y por supuesto la doctrina espiritista (París, 1857).

No solo es que el hombre no está meramente limitado al quimiquismo somático o a la carga genética (por mucho que ambos influyan); es que ni siquiera la biología es el único campo de expresión humana, pues la fuente esencial que todos somos, continua expresándose en otros campos una vez finalizado el ciclo biológico. Los genes forman parte de un campo mayor, son solo una parte de la verdad, y la verdad… (o los caminos que nos llevan a ella) es multidisciplinar. La genética es determinante, pero también lo es la mente… y esto es algo que no podemos dejar pasar por alto a estas alturas del siglo XXI.

La idea aprendida (sí, porque la ciencia también adoctrina) de que nuestro destino está fatalmente escrito en nuestros genes es un derivado del anticuado concepto científico conocido como determinismo genético; por mucho que una buena parte de la ciencia y del público permanece en este punto, este concepto comenzó a ser cuestionado (y para muchos ya está totalmente obsoleto) a mediados de los 80´s, cuando se concretó institucionalmente el Proyecto Genoma Humano (PGH).

 Los genes no controlan la vida de manera absoluta; la vida (en tal caso) está controlada por un campo, un algo por encima de lo genético… Este planteamiento de cómo la vida funciona nos provee del elemento más importante en la búsqueda de nuestro propio potencial y expresa nuestro papel de coautores de la realidad universal.

Cuando alguno de nosotros tiene un padre diabético o un hermano con cáncer, en nuestro subconsciente solemos fijar que también esto nos puede pasar, y todo porque lo asociamos con algo hereditario. Si esa fijación es lo suficientemente persistente y le damos una “presencia” real, podemos transferir elementos vibratorios negativos del subconsciente al consciente (y de este al soma), y entonces podemos llegar a manifestar esa dolencia u otro tipo de desarmonía. 

Desde niños nos programan en la creencia de que lo que dice un médico es incuestionable, y sin embargo, esto no siempre es así. Tras la finalización del código del Genoma Humano en 2001, considerable número de científicos se han dado cuenta que hay mucho factores no genéticos que intervienen en el desarrollo, o no, de las enfermedades, como pueden ser el medio ambiente o nuestros pensamientos (según sean estos positivos o negativos).

Tras la finalización del código del Genoma Humano en 2001, considerable número de científicos se han dado cuenta que hay mucho factores no genéticos que intervienen en el desarrollo, o no, de las enfermedades, como pueden ser el medio ambiente o nuestros pensamientos (según sean estos positivos o negativos).

El biólogo celular Bruce Lipton, autor del best seller: «La biología de la creencia», es uno de los principales representantes de la nueva biología, aquella que apuesta por la superación del paradigma darwinista, aboga más por la tesis de Lamarck (la influencia del entorno) y considera muy relativa la idea de que los genes son el auténtico motor de la vida. Lipton enfatiza la importancia del pensamiento positivo como hábito diario, educable: “Nuestro cuerpo es energía, nuestros pensamientos son energía. Toda esta energía influye en nuestra biología, de forma directa o indirecta.”

Gregg Braden  (ingeniero y diseñador de sistemas aeroespaciales, autor de «La matriz divina») explica que genéticamente nuestro ADN cambia con las frecuencias que producen nuestros sentimientos, y demuestra cómo es que las frecuencias energéticas más altas, que son las del amor, impactan el ambiente de una forma material produciendo cambios no sólo en nuestro ADN (específicamente en lo que nuestros científicos llamaron “ADN basura” porque no encontraban su utilidad), sino en el ambiente que nos rodea, de una forma material.

Los genes son determinantes en nuestra biología… pero no de manera absoluta, pues nuestra consciencia tiene un papel no del todo imaginable si no vamos más allá del pensamiento racional-lineal. 

Por Juan Manuel Ruiz González. Publicado originalmente en la web de la Asociación Espírita José Grosso (Córdoba – España)

( Art. tomado de Zona Espírita)

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                                                            CRISIS

Queridos amigos: no disponemos de un interruptor que nos desconecte automáticamente de la realidad como si fuéramos una vulgar lámpara. Sin embargo, con el tema de la crisis económica y debido al “bombardeo” continuo que en esta materia se ejerce sobre nuestras cabezas, más de uno se hubiera desenchufado hace tiempo. No obstante, como personas en proceso evolutivo sí es necesario abordar esta cuestión, aunque quizá desde otra perspectiva ajena al punto de vista estrictamente financiero.

Como ciudadano de a pie perteneciente al mundo occidental, resumiré con brevedad los datos más evidentes que manejo sobre este asunto. ¿Y qué advierten mis ojos a simple vista? Perciben un incremento sustancial de personas en paro, precariedad laboral, disminución considerable de los salarios, máximas dificultades de emancipación para multitud de jóvenes que incluye la inviabilidad en la adquisición de vivienda propia y la imposibilidad de formación de una familia, impedimentos para “competir” con otros mercados donde resulta más barato producir todo tipo de artículos, aumento de la edad de jubilación y de las horas de trabajo, reducción drástica del “estado del bienestar” y desde un punto de vista psicológico y no menos importante que los efectos anteriores, una profunda y extendida sensación de “fragilidad” muy generalizada en casi todas las capas sociales, aunque mayor en los estratos más desfavorecidos.

Tengo un compañero de profesión que de modo irónico y cuando hablamos de este tema siempre me comenta: “no te preocupes, es solo cuestión de dinero”. Yo me sonrío por su aparente desapego, pero su afilada interpretación me ha servido para poder acotar correctamente la cuestión, al menos desde mi punto de vista. Es posible que muchos analistas y la población en general estén de acuerdo sobre los efectos de la crisis, algunos de ellos ya comentados en el párrafo anterior. Sin embargo, donde no existen tantas coincidencias es cuando debemos mirar a las fuentes, a los orígenes del problema. Para mí, aquí reside la clave del embrollo y como buenos espiritistas hemos de utilizar el método inductivo para poner un poco de luz acerca de esta recesión económica que nos “acecha”. Después de todo, el uso de la inducción no constituye un factor extraño para el espírita, ya que solemos hablar de la realidad en términos de causas y efectos. En nuestro caso, se trata de reunir todos los datos de los que disponemos para remontarnos hacia el punto inicial e intentar distinguir dónde se sitúa el germen de todo esto.

El término “crisis” procede tanto de la expresión latina como de la griega (crisis/κρίσις), que a su vez, proviene del verbo helénico “krinein” y que significa “separar”, “juzgar”, “decidir”. Es muy posible que estas tres últimas palabras nos sirvan para aclarar el horizonte, pues la actual coyuntura nos va a ofrecer un impulso definitivo para separar realmente lo esencial de lo accesorio, para juzgar acerca de lo que verdaderamente necesitamos y por supuesto, para tomar decisiones al respecto.

Pero ¿qué está en crisis? Sinceramente, creo que estamos confundiendo los efectos con las causas. Lo que vemos a diario, incluida la angustia por la incertidumbre, la poca fe en el futuro y la desesperación en muchos sectores sociales, no es más que la consecuencia de algo más profundo, aunque para concretarlo tengamos que ascender por una escalera (regla inductiva) hasta alcanzar el origen de la depresión actual. La verdadera crisis es la de los valores, es decir, la que afecta a los principios morales por los que se guía la sociedad. Hoy en día y gracias al desarrollo de las tecnologías de comunicación hablamos de un concepto de “aldea global”. Por ello, tendremos que convenir que cuando cito el término “sociedad”, este se refiere a todo el conjunto de individuos que forman la colectividad mundial (unas siete mil millones de almas). Es verdad que cada persona posee sus propias peculiaridades pero también estamos de acuerdo en que la Tierra, a pesar de las diferencias étnicas, culturales o sociales no deja de ser por ello un lugar común donde predominan las pruebas y expiaciones. Encender un televisor y sintonizar un canal de noticias nos da de bruces con la atmósfera atribulada que predomina en este planeta y a la que no podemos sustraernos ni descendiendo a la más profunda de las simas.

Mas no nos sorprendamos. De la historia de nuestro orbe podemos extraer magníficas conclusiones acerca de lo que nos está ocurriendo. Esta no es la primera crisis por la que atravesamos y por supuesto, no será la última. El trasvase de nuestro globo hacia un espacio de regeneración no nos iba a salir gratis. Salvo la vida, que generosamente nos concedió Dios al crearnos, no conozco de otra circunstancia en que nos regalen nada, ya que está escrito en la esencia del espíritu, que todo movimiento hacia la evolución debe implicar un esfuerzo. Cuanto mayor sea el desafío, más energías habrá que desplegar al respecto. No hay distinción entre el pajarillo que aprende a volar, entre la planta que extiende sus tallos hacia la luz o entre el niño que a fuerza de caer y levantarse aprende finalmente a andar. A todos les guía el mismo fin: crecer y progresar.

Verdaderamente, la sociedad en su conjunto, permanece estancada, por lo que es preciso que arrecien estos vientos de contrariedad para que despertemos. Tiene que ser la embestida de una grave crisis como la actual, la que golpee y remueva nuestro sustrato más profundo, para así mostrarnos que la verdadera carencia no es la falta de alimentos o la reducción de salarios, la ausencia de trabajo o la injusta distribución de la riqueza. Por más que nos empeñemos, estos efectos son solo síntomas pero no es la enfermedad. Podemos enmascarar la realidad con soluciones cortoplacistas tal y como se alivia un resfriado con algunas medicinas pero el catarro no cesará hasta que nuestras propias defensas (libre albedrío) destruyan el virus que se sitúa en el origen de la actual catarsis. Esta última seguirá llamando con sus potentes nudillos a la puerta de nuestra conciencia hasta que nos decidamos a actuar desde la raíz.

¿Hace falta investigar mucho para descubrir cuáles son los principios morales mayoritarios por los que se guía la sociedad global a la que pertenecemos? Sí, ya sé que también hay personas honestas, virtuosas, pero no nos engañemos: no dejan de constituir una exigua minoría de corderos en medio de una multitud de lobos hambrientos de orgullo y egoísmo. ¿No estamos ya hartos de escuchar que hay suficiente cantidad de alimentos en la Tierra para sustentar con creces a toda la humanidad? ¿Cuántas veces hemos oído en boca de cualquier experto que la inmensa mayoría de la riqueza mundial es acaparada por las manos de tan solo unos pocos? A esto no podemos considerarlo todavía regeneración, sino pruebas y expiaciones que debemos seguir atravesando hasta que la balanza entre el bien y el mal se vaya equilibrando.

Y he aquí que hace su aparición brutal la crisis, no de un día para otro ni en un solo año, sino por un largo cúmulo de errores cosechados durante mucho tiempo y que nos estalla de pronto ante nuestro atónito pensamiento. La crisis no es tal, es un insecto que se ha colado por nuestra nariz y que no deja de molestarnos por su zumbido sobre nuestra conciencia. Dispone de todo el tiempo del mundo, no se cansa y es paciente, aguarda decisiones, pues se trata de un resorte sobre el que debemos actuar volviendo los ojos del discernimiento hacia nuestro interior.

La crisis no es de dinero sino de falta de inversión en caridad, no es de trabajo sino de déficit de empatía, no es de materias primas sino de olvido de la misericordia. Son las cadenas de la ignorancia que nos atan a una realidad esculpida sobre el mármol del individualismo y la vanidad. La recesión no es escasez de actividad económica sino carencia de autocrítica, negativa al autoanálisis, pues tan solo miramos, cual becerro de oro, hacia objetos o situaciones que en efecto, podemos palpar y tocar, pero que no llenan nuestro vacío interior.

Por eso, la crisis ha destapado nuestras penurias morales. Ese hueco ha de ser inundado por la luz de la introspección, verdadero motor que encienda en nosotros la chispa de la libertad, desatando las cuerdas que nos sujetan al materialismo y penetrando por la ventana de la espiritualidad. El cuerpo, la vida física, no son más que instrumentos y no un fin en sí mismo. Mientras no caigamos en la cuenta de ello, volveremos a pensar que la crisis se solucionará con el “tener” y no con el “ser”. Hay que descorrer de una vez las cortinas del conocimiento y dejar que entre la luz que todo lo ilumina. Al principio nos dolerá e incluso entornaremos los ojos para defendernos de tamaña claridad. Sin embargo, conforme nos acostumbremos, volveremos la vista sobre el lugar en el que nos hallábamos y una nueva realidad se abrirá ante nuestras pupilas, Verdad eterna que ha de liberarnos del cautiverio de la ignorancia. Ese día, habrá llegado el momento de no mencionar más la palabra “crisis”.

Jesús dijo que la Verdad nos haría libres. Busquémosla entonces por doquier; se asemeja a una montaña, puedes escalarla por donde quieras, no sin esfuerzo, de forma vertical o a través de senderos menos escarpados, pero al final alcanzas siempre la cima y desde allí se contempla el paisaje de un modo diferente a cuando estábamos abajo, donde carecíamos de perspectiva. Seguro que entonces, desde la cumbre, las dificultades por las que pasamos se vislumbrarán desde otra óptica.

Como espírita digo: bienvenida seas tú, crisis, hija de nuestras confusiones, si con tu irrupción haces tambalear los cimientos de nuestras flaquezas, si nos arrancas de esta maldita parálisis moral en la que estamos sumidos, si nos ayudas a avanzar con mayor presteza por el camino recto, aquel que ha de llevarnos a nuestro verdadero hogar, aquel en el que “el lobo yacerá con el cordero y el becerro y el león andarán juntos” (Isaías 11,6).

-Jose Manuel Fernández- Psicólogo, escritor, poeta y amigo

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                             FRATERNIDAD    

  ¿ Qué pensador que se haya interesado por el progreso de sus semejantes, no tendría siempre en su mente la palabra fraternidad?. ¿ Qué artista que habiendo sentido el arte como una necesidad de su vida, al exteriorizar su sentimiento, habrá dejado de pensar que hacía labor de hermanos?.¿ Qué ser bueno no habría creído que el amor de su alma, era para dárselo a los demás; todo, hasta la vida?.

  Así pues, sabios, artistas y virtuosos, todos  han sido lo que fueron, por la cantidad de ese sentimiento sublime llamado fraternidad, sentimiento excelso que ha sido capaz de formar todo un código de religión y moral, con solo enunciarse de este modo: "Amaos los unos a los otros".

  Si, la fraternidad es el sentimiento que solo reina entre los que se aman, entre los que se consideran miembros de una misma familia, entre los que han suprimido las barreras entre naciones, pueblos, calles, casas, y solo ven en sus semejantes al hombre, al prójimo, al hermano, a ellos mismos.

  La fraternidad hace al ser humano, generoso, desprendido, abnegado, justo, caritativo; en una palabra, le hace vivir únicamente para los demás. Por lo que ser fraternal, es amarlo todo como se ama a sí mismo, es considerar el mundo exterior como el objeto de su vida, y es humanizar la Voluntad Divina que quiere que todas sus criaturas se amen como Él las ama.

  Mas, ese sentimiento sublime, esa expresión divina, todavía está en embrión entre los hombres; aun vive bajo forma de germen y solo destellos individualizados suelen alumbrar el campo, lleno de egoísmo, de la humanidad terrestre. Los hombres de nuestra época aspiran a realizar en las costumbres sociales este ideal que les subyuga y fascina con sus resplandores de paz, concordia y bienestar.  

  Pero cuantas resistencias han de vencerse, cuántos obstáculos hay que derribar y cuantos gritos de resurección hay que dar para que despierten la mayoría de los humanos, sumisos aún en el sueño mortal del orgullo y el egoísmo, de la ambición y la envidia; antes de que los hombres seamos hombres y nos consideremos como hermanos, que venimos a este planeta a sentarnos en el festín divino de la vida culta, racional, humanitaria, universal.

  El Espiritismo nos dice, que el primer deber de toda alma es ser fraternal, amarlo todo como amamos a nuestros hermanos. Por eso, quien tenga a galardón ser espíritista está obligado, si no quiere hacer traición a su doctrina, ser fraternal con todo el mundo, sin fijarse en quien sea, en si le injuria o le desprecia, sin importarle de donde sea, y verlo como su semejante, su prójimo, su hermano. el ser que él debe amar con toda su alma. El buen espiritista debe tener siempre presente el luminoso lema del "Amaos los unos a los otros", el de : "Quien te pida un trozo de tu manto, dáselo entero", y el de "No pienses en el día de mañana, y da cuanto sea menester en el día de hoy".

  Dichoso el que así lo hace, pues él vive la vida verdadera; él practica la ley del mundo eterno; él caminará sobre muros firmes; él es espejo constante donde se mirarán muchos; él es luz que atraerá, iluminándolos, a los hombres; él realiza en este mundo el reinado de Dios; y él, y solo él, puede decir que siente al Padre en su seno, que de Él recibe los consejos y  sobre él cae la lluvia de eterna felicidad.

  Qué mayor placer que llamar y tener por hermanos a todo el mundo. Qué dicha más grande que hacer del universo entero una familia y, esté donde esté, estrechar manos y recibir besos de hermanos.

  ¡ Fraternidad!, soplo amoroso de Dios, ¡ cuándo reinarás entre todos los seres de este microscópico mundo!

  Solo entonces, extinguidos los gritos inícuos de las guerras, violencias e injusticias, cesará de ser la nota discordante entre la armonía de los cielos, este planeta atrasado y girará por las serenas regiones donde mora el espíritu de lo Infinito, llevando sobre su superficie una sola familia universal

J.M.N.

( Art. tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 47)

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Los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, y los hombres no siendo perfectos, resulta de esto que hay Espíritus igualmente imperfectos y cuyo carácter se refleja en las comunicaciones.”

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              ¿ Espiritismo cristiano?


“El Espiritismo será una ciencia y una filosofía, o no será”.  Esta idea de Allan Kardec, trasladada a la actualidad, toma forma clara en los resultados sociales de la doctrina espírita después de tantos años de esforzarnos los espíritas de buena intención por divulgarla.

El Espiritismo será lo que hagamos de él entre todos los espíritas. Si nos empeñamos en hacer de él una religión, cuando además no lo es, estamos cortando las alas al crecimiento de una doctrina que no es religiosa, aunque si moral por su filosofía. Estamos poniendo barreras a su asimilación por las sociedades humanas, desengañadas en unos casos de las religiones, o aferradas fanáticamente a ellas aunque el  fondo de su razón no las comprendan.   Por eso, las personas en general, cuando escuchan algo que les suena a religión o religiosidad, ponen la barrera de las doctrinas y puntos de vista  materialistas, huyendo de lo religioso, y las rechazan más o menos encubiertamente.  

El Espiritismo, con los años que lleva intentando circular y expandirse en el mundo, es como para que a estas alturas ya lo hubiese logrado hace mucho tiempo, pues cuando hay una filosofía de conclusiones morales, apoyada en análisis científicos que la corroboran, la gente la puede admitir, y posiblemente la admitiría  independientemente de la religión que cada uno profese, pero si un sector importante de espíritas queremos hacer de la moral espírita una religión, poniéndole el título de “Espiritismo Cristiano”, estamos poniendo una barrera para acceder a ella, porque solo acceden los cristianos de cualquier signo ( católicos, evangelistas, luteranos, ortodoxos, etc),  así como los muchos cristianos de nombre, pero que están totalmente  fríos y escépticos con sus iglesias en las que aun se consideran pertenecientes pero de las que en el fondo pasan olímpicamente.

Siendo “Espiritismo cristiano”, está vetado a los miembros de religiones no cristianas; así, por ejemplo, no podemos imaginar nunca a un musulmán que abdique de su religión para hacerse “cristiano-espírita”. Pero si el Espiritismo fuese solo Espiritismo, sin apellidos religiosos, sí parece concebible que pudiese más fácilmente entrar a formar parte de todo el mundo que lo estudie y analice, independientemente de la religión que cada uno profese.

Yo personalmente, tengo la experiencia de que en la época en que quise acercarme al conocimiento espírita, me encontré con un grupo de compañeros, que al principio sobre todo, “olían a sacristía” por su religiosidad pegajosa, que casi se podría decir “más papistas que el Papa”. Mi fe , mis inquietudes ante el fenómeno paranormal y mis principios cristianos, no religiosos, me mantuvieron en contacto con este grupo porque lo que yo buscaba era enseñanza espírita, pero no en su aspecto de tanta religiosidad, de modo que en efecto, aquel espiritismo parecía más una religión muy beata, que un conocimiento y enseñanza espíritas de verdad.

De hecho, yo soy de los que piensan que Jesús de Nazaret no fundó ninguna religión, ni fue esa su misión; no era cristiano, ni de ninguna religión; él en principio adoptó la religión de sus padres y siendo adulto, cuando tuvo que enfrentar ciertos dogmas y costumbres religiosas, lo hizo, a pesar de que eso le costó la enemistad y la persecución de sus paisanos. Ninguna religión ha sido fundada o proclamada por un elevado ser de luz. Todas son creaciones humanas y como no hay seres humanos perfectos, ninguna es perfecta y ninguna está en posesión de verdades absolutas.

Creo, por tanto, que por el bien del verdadero Espiritismo, el que codificó Kardec de los Espíritus Superiores que se lo fueron transmitiendo, así como por el bien en general de la humanidad, pongamos las verdades en su sitio y no hagamos de algo tan importante para el cambio social y moral, una religión más, que estanque a las personas con los defectos y costumbres de siempre, y además tengamos en cuenta que la mejor prédica es la propia transformación moral de cada uno, porque el ejemplo vale más que mil palabras.

- Jose Luis Martín-

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