sábado, 28 de febrero de 2015

Escollos de lo paranormal

EN LAS FRONTERAS DE LA EPILEPSIA

Dostoiewisk y Machado de Assis, portadores de epilepsia,  se sirvieron de las protagonistas de sus romances para describir sus propias crisis. Personajes ilustres de la Historia padecieron de epilepsia, más, para el hombre común, es en las aceras de las calles en donde el acostumbra a tomar contacto y se asustan  con la violencia de la crisis convulsiva.
Aunque Hipócrates había hecho en sus escritos una brillante descripción de la crisis  del Gran Mal, indicando el cerebro como el responsable por toda esa sintomatología, la Epilepsia fue tenida  como una dolencia mental a través de los siglos y solo después del surgimiento de la Neurología, en el siglo pasado, es que la Epilepsia pasó a ser comprendida  como un síndrome proveniente de una lesión orgánica en el cerebro.
Hoy se entiende la epilepsia como una descarga eléctrica desorganizada que atiende < los neuronios cerebrales, provocando síntomas correlacionados con el área cerebral afectada.
Aunque los relatos mediúmnicos del porte de En el Mundo Mayor y En los Dominios de la Mediúmnidad dictados por el Espíritu André Luiz, hagan descripciones  inconfundibles  de la sintomatología  epiléptica en sus protagonistas, sometidos a interferencia espiritual francamente obsesora, la medicina de hoy rechaza cualquier presencia espiritual en la génesis de la crisis epiléptica, especialmente por el temor de ver resurgir la nefasta participación de “demonios” de los antiguos textos bíblicos, versión de la cual la Edad Media y la Inquisición  supieron sacar provecho.
Los exámenes sofisticados de hoy identifican los traumas, las infecciones, los tumores y las degeneraciones entre otras diversas causas de naturaleza orgánica para la etiología de la epilepsia, sin embargo, ninguno de esos exámenes está apropiado  para detectar las vibraciones del plano espiritual que nos harían comprender más profundamente la naturaleza esencial del problema de la Epilepsia.
Ni siquiera desde lejos pretendemos excluir la génesis cerebral de la manifestación eppileptica, más la visión exclusivamente materialista de la Medicina tradicional la envuelve de un obscurantismo estúpido que no le permite identificar otro  universo de interferencia situado en la dimensión espiritual que, como causa o como agravante, interfiere en la frecuencia y en la constelación de síntomas que el epiléptico manifiesta.
Negando la interferencia del espíritu, la Medicina no consigue observar que, a través del propio estudio de la epilepsia, ella tendría mucho que aprender, por ejemplo, con lo que los pacientes epilépticos vivencian durante las llamadas “crisis epilépticas”, en las cuales se observa una riqueza de expresión clínica cognitiva, que el simple desglose de neuronios en “corto-circuito” no tiene argumentos para justificar.
En la clasificación de las crisis epilépticas, la Neurología destaca un tipo de crisis llamada Crisis Focal o Parcial en la que no hay comprometimiento de la conciencia y la sintomatología será proveniente del local en el cerebro afectado por la descarga neuronal desorganizada. En el área motora, el paciente irá a presentar contracciones musculares en la mano, en el brazo, en la pierna o en cualquier parte del cuerpo correspondiente a la región motora del cerebro afectado.
En un área sensitiva, los síntomas serán referidos como adormecimientos, sensaciones extrañas o deformaciones en el miembro alcanzado.
En el grupo de las crisis focales es que están incluidas las crisis psíquicas en las cuales el paciente relata sensaciones subjetivas que experimenta espontáneamente, pudiendo tener una duración de minutos, horas o días.
Las descripciones clásicas de las crisis psíquicas hacen referencia más comúnmente a las crisis de "Deja Vu "  y de “jamáis Vu ". Esos dos cuadros son reconocidos como  provenientes de lesiones en la base del cerebro en la región de los lobos temporales.
En el “Deja Vu”  (ya visto), el paciente relata una sensación de familiaridad con el ambiente o con las personas, aunque le sean extrañas y que el las este viendo por primera vez. En un local que le sea completamente desconocido, el paciente, al tener su crisis, siente una fuerte impresión de que ya conoce o ya estuvo en aquel lugar.
En la crisis del “Jamáis Vu” (jamáis visto), el paciente manifiesta sensación de extrañeza en lugares conocidos o por personas de su convivencia.


Ambas situaciones que describimos pueden ocurrir ocasionalmente con cualquier persona normal, más, en el epiléptico, esas sensaciones son comúnmente repetitivas y duraderas.
Muchos epilépticos presentan crisis psíquicas frecuentes, pero han recibido poca atención debido a que parecen triviales, tales como cambios repentinos de humor, un entristecimiento súbito o una agresividad  inmotivada o desproporcional que puede virar hacia la violencia.
En este articulo, estoy interesado en relatar otros tipos de crisis psíquicas, relativamente raras, en la que los propios pacientes tienen mucha dificultad en hallar términos adecuados para describirlas. Ellas merecen, a mi ver, un estudio meticuloso, procurándose valorizarlas verdaderas sensaciones de esas experiencias subjetivas, que los pacientes procuran pasarnos, sintiendo inclusive, con frecuencia, la incredulidad que la mayoría de los médicos manifiesta al oírlos.
Los relatos de esas crisis, a primera vista, parecen inconscientes, inverosímiles, superficiales, mezclándose  con los síntomas de la propia ansiedad con la que los pacientes conviven cuando son victimas de ese tipo de crisis convulsivas. No hay  una afectación de la conciencia más si de la percepción de funciones complejas como la de la noción del tiempo, del espacio, de la realidad, del movimiento, de la noción del Yo y hasta del pensamiento.
Esas variadas sensaciones en el nivel de vivencia psíquica del individuo, a mi parecer ofrecen preciosa observación de la frontera entre las experiencias vividas física o espiritualmente por esos pacientes.
Algunos relatos que hicieron esos pacientes me ayudaron a confirmar que el mundo mental de cada uno de nosotros transita en una dimensión espiritual que trasciende a la experiencia física.
Uno de ellos es médico, frecuenta mi consultorio  desde joven, por tener convulsiones provenientes de neurocisticercosis y, me procuró, acompañado de la esposa, con una cierta inquietud, intentando relatar  que, en los últimos dos días, había perdido la capacidad de seguir el paso del tiempo. No era la identificación del tiempo, de las horas o del día y de la noche. el decía ser una pérdida de la “noción del tiempo”. Los acontecimientos se procesaban en su mente  y cuando el se daba cuenta, esos acontecimientos ya habían acabado de ocurrir. Al dirigirse para su consultorio, conduciendo su coche por el camino, hacia las curvas, más siempre con la idea de que eso no le tomaba tiempo, porque ocurría en su mente, literalmente hablando, antes de acontecer físicamente. Lo que tenía en mente, del trayecto que recorría, no era una imaginación, era el propio acontecimiento. Decía que no tenía sentido el antes o el después, porque, todo  lo que ocurría en secuencia, el lo vivenciaban ocurriendo simultáneamente. Su esposa lo auxiliaba como auxiliar de anestesia y en la entrevista me contaba que a pesar de permanecer todo el tiempo con esas sensaciones que describía, el procedía normalmente mientras anestesiaba a sus pacientes, apenas decía que toda actitud que tomaba ya le parecía haber ocurrido no como una premonición, más si como un acontecimiento “Ya ocurrido”, si así podemos decir, por el,  y, al terminar la anestesia, para su mente, los hechos le parecían continuar aconteciendo.
La neurología describe, también un estado de crisis psíquica en la que el paciente tiene la sensación constante de estar viviendo un sueño. El llamado de "Dreamy States" por los clásicos.
Tuvimos dos pacientes que nos relataron episodios en los que sentían una alteración en la que ellos llamaban de “realidad”. Una joven señora refería que esas sensaciones la perturbaban hacia años, principalmente  por la noche  y si estaba cerca de muchas personas. Esto la dejaba insegura. Parecía hacer las cosas por instinto. Insistía en decir que en las crisis tenía la sensación de estar viviendo en una “etapa antes de la realidad”.
Otro paciente con crisis semejantes acrecentaba que también tenía la impresión de “no estar viviendo la realidad” y todo lo que hacía, para el, “no tenia contenido emocional”.
Dos niños y dos adultos jóvenes que ya acompañábamos por antecedentes  de convulsiones, nos relataron episodios de percepción alterada en el movimiento de los objetos y del propio pensamiento.

O de ellos expresiones del tipo. “los movimientos de las cosas y de las personas parecen acelerados”: “cuando extiendo las manos para pegar un objeto, parece que mis gestos son muy rápidos”; las personas atraviesan la calle muy deprisa”; queda muy difícil atravesar la calle con los coches todos corriendo” ;todo alrededor parece estar acelerado”; “las personas parecen hablar muy rápido”. Uno de los chicos decía ser acordado por la crisis. Para uno de ellos, su propio pensamiento, cuando estaba con la crisis, parecía acelerado.
En esas horas el evitaba el dialogo con recelo por demostrar a los otros alguna perturbación. Uno de esos pacientes, con 23 años, es pintor y decía que en las crisis sentía que todo pasaba lentamente, sus propios gestos al trabajar con el pincel le parecía ser hecha en cámara lenta, aunque sus colegas no confirmaban esa lentitud. El sentía así por más de una semana seguida, entrando y saliendo de las crisis sin cualquier motivo aparente.
Una señora que también acompañábamos por tener desmayos, tenía un eletrencéfalo con alteraciones focales en el hemisferio izquierdo y una tomografía cerebral típica de neurocisticercosis. Ella contaba que venía teniendo episodios en los que parecía moverse, se sentía estar muy lejos, “como en otro mundo”, “ocupando otro espacio”. Esos episodios duraban 20 minutos y, a continuación, manteniéndose  siempre muy lucida, ella sentía la cabeza vacía, quedaba pálida y sin aliento. Otros cuadros, más complejos y algunas veces mucho más elaborados, han sido rotulados como alucinatorios y comúnmente relacionados con las dirimías del lóbulo temporal o trastornos del sueño.
Algunos pacientes dicen sentirse fuera del cuerpo, sensación que la neurología llama  de “despersonalización”. Para otros los objetos que ven  o los sonidos que oyen, están aumentados, disminuidos o distorsionados. Algunas veces hay una concentración de escenas y episodios memorizados y el paciente, en un relance, recapitula toda su existencia. Se da el nombre de “visión panorámica” de la vida.
Tuvimos, entre muchos otros, el caso de una chavala de nueve años  que nos consultaba debido a manifestaciones comunes de epilepsia.
Ella nos relato que en algunas ocasiones, estando absolutamente despierta, se siente saliendo de su cuerpo  en completa lucidez. En una de esas ultimas crisis estaba sentada en el sofá, viendo la televisión cuando, súbitamente, se ve, al lado del cuerpo físico. Pregunte sobre sus miedos en la actualidad y cuál era su actitud al verse en esa duplicidad.
Ella nos respondió con mucha simplicidad que, asustada, procuró dirigirse para cerca de la televisión para ver si su cuerpo allí sentado la acompañaba.
Los cuadros que describimos no sorprenderían a cualquier Neurologista habituado a atender casos de epilepsia. Seguramente serán atribuidos a la presencia de disturbios  de actividad neuronal, especialmente del lobo temporal y la mayoría de ellos va a verse libre de esas crisis con la medicación disponible para actuar específicamente en las diritmías de esa región.
Es curioso, entre tanto, que, esas descripciones, los relatos de cómo esos pacientes vivencian o “descodifican” la noción del sentido del tiempo, de la aprensión de la realidad, de la relación espacio-tiempo en el desplazamiento de los objetos, de la síntesis y proyección del pensamiento, nos permite  des pretensiosamente conjeturar una serie de semejanzas con ciertas descripciones no académicas en la literatura espiritualista.
 Los textos especializados en descripciones sobre técnicas de meditación, por ejemplo, revelan que los “grandes maestros” y “místicos” que atienden  los grados más profundos de interiorización de la conciencia, hacen interesantes descripciones en relación al sentido del tiempo, al espacio ocupado  por la materia, la velocidad de las  partículas de materia/energía que sintonizan, así como, el torbellino del flujo del pensamiento, descripciones estas, que a mi forma de ver, tienen correspondencia muy provocativa con las de los epilépticos que aquí registramos.
Para nosotros, los espiritas, los conceptos del tiempo en el mundo espiritual, de espacio en la dimensión extra-física, de proyecciones del pensamiento, des desplazamiento del cuerpo espiritual pueden ser fácilmente reconocidos en esa serie de historias que registramos. Las lesiones objetivas  que la masa cerebral evidencia en esos cuadros son, para mí, nada más que puertas de intercesiones entre las dos dimensiones, la expresión física de una realidad que el cuerpo nos permite palpar y la percepción espiritual que Vivenciamos sin percibirlo los sentidos .
 Traducido por: M. C. R.
Núbor Orlando Facure

                                  ************************************

El secreto de la salud prosperidad y dicha consiste en el estricto cumplimiento del deber.
Orison Sweet Marden

********************************************




LOS ESCOLLOS DE LO PARANORMAL
Jacques Peccatte

En los medios espiritualistas de la videncia o de la New Age, existen efectos de moda que se suceden a partir de diferentes conceptos extraídos de antiguas creencias, y que acaban por confundir a todo el mundo. Y entre estas ideas que están en boga, recordemos una que es propagada por videntes, médiums o curanderos, la de una supuesta influencia de los Espíritus y que se resume más o menos así: “Ustedes están perturbados, deprimidos, tienen la piel enferma… Pues bien, son Espíritus parásitos que se pegan a ustedes y les sacan toda su energía”.
Por supuesto, la información habrá sido dada por un vidente o médium patentado que no duda en afirmar a su consultor que está bajo la influencia de varios Espíritus perturbadores, por lo general en número de cuatro, cinco o seis. Eso significaría entonces en lenguaje espírita, que estas personas serían víctimas de la obsesión de muchas entidades, sin que se puedan determinar las razones. Nos sucede que encontramos a estas personas supuestamente víctimas de obsesiones plurales y después del análisis, a menudo comprobamos la existencia de desórdenes psíquicos, perfectamente identificables en cuanto se conoce bien la trayectoria de vida de la persona. Y fuera de verdaderas perturbaciones con efectos físicos (Poltergeist, raps o apariciones fantasmales) con la mayor frecuencia se ven verdaderos problemas psico-afectivos que se traducen en desagradables sensaciones o malestares físicos.
Sin contar con que el entusiasmo por lo paranormal puede inducir a las personas frágiles a imaginar que sufren de persecuciones espirituales, y condicionarse así a una forma inconsciente de autosugestión; lo cual puede conducir a sensaciones o visiones totalmente subjetivas. El papel del espírita “cazador de fantasmas” es entonces separar el desorden psíquico de la manifestación obsesiva, lo que a veces parece complejo en el primer intento. De todas maneras, el desconocimiento del sujeto dentro de la mala interpretación que se hace, conduce a muchos desórdenes psíquicos, donde se esperarían manifestaciones más objetivas.
No obstante, en algunos casos estas últimas existen, allí donde muy a menudo hay efectos físicos externos a la persona y que igualmente son comprobados por el entorno. Puede tratarse entonces de manifestaciones provocadas por el espíritu de un antiguo arrendatario o propietario, que no comprende o no soporta, la presencia de nuevos habitantes en los lugares a los cuales se ha quedado apegado y que sigue frecuentando. Ocurre igualmente, que los fenómenos se desencadenan después de una tentativa de comunicación con el más allá, que ha atraído a un espíritu perturbador. Y si a veces hay obsesión de una influencia que subyuga a la persona involucrada, eso se manifiesta por desórdenes de la personalidad y el comportamiento.
Cuando se trata de picor, hormigueo en todo el cuerpo, zumbidos y silbidos en los oídos o sentir como una presión sobre un lugar del cuerpo, una opresión, etc., es preciso ser más cauteloso en la medida en que por estos no son propiamente los signos distintivos de una obsesión. La mayoría de los testimonios toma en cuenta todos estos tipos de sensaciones que, en general, no son acompañados por desórdenes de la personalidad. Entonces el único inconveniente es el temor que engendra, luego de un condicionamiento auto sugestivo que puede provocar diversas sensaciones (subjetivas en cuanto a su origen).


Los malos consejeros
El problema en esta circunstancia, es que los llamados videntes o médiums, solicitados por las personas perturbadas, tienen para cada una el mismo discurso, para una conclusión fácil: “Si están perturbados, es porque son médiums y los Espíritus están pegados a ustedes”. Por supuesto, no se trata de una información recibida sino de una deducción apresurada que se acompaña de algunos consejos como las tradicionales protecciones con agua bendita, sal u otros amuletos. O bien otros consejos más turbadores:
Déjense ir a la escritura automática y pregunten al espíritu lo que quiere”. En cuyo caso, si la persona tiene cierta sensibilidad, se arriesga a abrir la puerta a una presencia importuna que ya estaba allí… o que no estaba. Y cuando se conoce la realidad de los Espíritus en turbación o mal intencionados, ellos son incapaces de la menor coherencia en sus palabras pudiendo arrastrar al intermediario humano a falsas interpretaciones.
Además, no es tratando de comunicarse con un espíritu que se consigue su liberación, y no se hace sino atraerlo más sin saber qué hacer con él. Es obvio lo que ciertos videntes y médiums ignoran, incitando a los que consultan a lanzarse en la boca del lobo sin darles la solución, pero agravando el problema.
He aquí la situación para una persona sensible que realmente haya vivido los fenómenos o sufrido una obsesión. Y luego, hay los casos de personas cuyas perturbaciones son únicamente psicológicas, a quienes se les dice que tienen varios Espíritus pegados a ellas. Y este error de diagnóstico agrava aún más la situación, pues el miedo a los Espíritus conllevará una amplificación de los desórdenes psíquicos.
Detengámonos un instante en esta palabra “pegado” que se ha convertido en común. ¿Habría que imaginar entonces que los Espíritus, varios, estarían prendidos de alguna manera a una persona como sanguijuelas o vampiros que se nutren con la energía vital de su víctima? Con lo que se ha sugerido, uno se aproxima, con una imagen chocante que tiene con qué desestabilizar las personas frágiles, pues al oír la palabra “pegado”, la gente genera naturalmente una terrible angustia, igual que lo haría el anuncio de una enfermedad irremediable.
Sería pues deseable que los profesionales de la videncia asumieran sus responsabilidades a partir de un verdadero conocimiento de los principios espíritas. Y puesto que han aceptado un papel, que éste sea por lo menos el de tranquilizar antes que asustar, que sea una ayuda que ofrecer a las personas desamparadas y no decirles que son médiums perturbados por entidades, sino dando muestras de un espíritu de análisis, y luego hacerse cargo si realmente hay un problema.

Los escollos del elitismo

Dentro de la complejidad de estos asuntos, también se ha visto surgir otro tipo de problema. Personas atraídas por lo paranormal, o a quienes se les hecho creer en una sensibilidad mediúmnica, muy a menudo desean que las cosas no se detengan allí y que una perturbación pasajera pueda abrir otras posibilidades de contactos más tranquilos con los Espíritus. Y allí, nuestros consejos espíritas de prudencia son muy mal aceptados. Nuestro principio de precaución consiste en indicarles no intentar el contacto, o suspenderlo si ya se ha entablado. Se observa entonces una rebelión por parte de las personas que, persuadidas de su mediúmnidad, ante todo no quieren abandonarla, deseando sólo que se venga en su ayuda para quitarles los Espíritus que las perturban. Estas mediumnidades, reales o supuestas, son como regalos del cielo que habría que preservar a toda costa. Se ve entonces a personas “pegadas” (no ya en el sentido anterior) sino aferradas a lo que les daría una función particular, singularizándolas respecto a las demás. “Tener un don”, eso se convierte entonces en sentirse portador de una misión especial, eso se convierte en parte integrante de una nueva personalidad que se le da, es una aptitud que no puede ser abandonada. Y entonces, cuando aconsejamos detener todo, tenemos la impresión de que se despoja a la gente de lo que le es más precioso. Se entra allí en una fase psicológica que se explica muy simplemente: singularizarse por una facultad, es darse una personalidad diferente, es alcanzar lo que parecía transforma en complejo de superioridad, lo que más sencillamente se llama el orgullo del que finalmente puede decirse:
Pero existir como médium, es muy diferente, es la aceptación de lo bueno y de lo menos bueno, y es también una pesada carga que debe ser acompañada por otros y controlada en el seno de un grupo espírita. Ahora bien, los candidatos a médiums, a quienes algunos han hecho creer que tienen grandes posibilidades, mayormente no quieren ser objeto de análisis ni control dentro de un grupo, sino que quieren bastarse a sí mismos con la certeza de que, por sus propias sensaciones e intuiciones, la verdad se liberará por sí misma. Estamos frente a una desviación que, desde luego, no data de ayer sino que, a través de varios médiums o pseudo-médiums, ha dado lugar a toda una literatura en la que un espírita ya no puede reconocerse.
En todo eso se han olvidado los principios básicos que fueron definidos por el fundador del espiritismo. Allan Kardec insistía en el conocimiento de la filosofía espírita antes de todo otro paso. Ponía el acento sobre la formación de los espíritas, significando con ello que se necesitaban espíritas instruidos, conscientes, reflexivos y comprometidos con una causa a ser defendida. Y si había mediúmnidad que desarrollar, era necesario de antemano que las personas involucradas fueran ya verdaderos espíritas. Y es allí donde duele, cuando nuestros contemporáneos desinformados se imaginan que primero hay que convertirse en médium para asegurar mejor su avance espiritual. He aquí todavía un concepto que desnaturaliza completamente el sentido de una verdadera espiritualidad. ¿Habría pues que ser médium para sentirse evolucionar? Por consiguiente, ¿habría entonces que suponer que si no se es médium, la evolución se nos escapa? Tenemos que descartar esta idea turbadora que revela insidiosamente una forma de elitismo espiritual a partir de facultades. Los principios espíritas son los mismos para todo el mundo, médium o no médium; son humildad, donde sí, compartir, sin que se tenga que venerar a un médium que desempeñaría el papel de guía de pensamiento. Las mediumnidades, en su diversidad, son particularidades inherentes a las sensibilidades humanas. Pueden corresponder a misiones elegidas antes de la encarnación pero, de todas maneras, deben inscribirse dentro de un marco colectivo adecuado, a saber, el marco espírita, no conocemos otro.
Por supuesto podemos excusar a las personas que, ingenuamente, imaginan que la mediúmnidad les haría hacer un gran bien en la evolución, en la medida en que eso se dice y se escribe en todas partes en palabras espiritualistas influenciadas por diferentes modelos: son las altas espiritualidades de la canalización, son las creencias en una evolución rápida y artificial para llegar más pronto a las puertas del Nirvana. No, la evolución no será el fruto de un método personal para llegar más rápido a la serenidad. Muy por el contrario (y, además, no se trata de serenidad) la ley de la evolución universal enseñada por el más allá, es el camino áspero y difícil de la lucha en la humanidad y por la humanidad. Es volver a poner los pies bien sobre la Tierra, aunque se mantenga la cabeza en las estrellas, a fin de participar en el avance de una idea esencial.
Hay allí un principio espírita de fondo que no tiene que ser pervertido por la influencia de espiritualidades elitistas y personales. Y para volver a los médiums, pero “los verdaderos”, evidentemente su función forma parte de su evolución, de su camino elegido en esta vida para esa función. Lo que no significa que eso sea la calle real para alcanzar el absoluto divino más pronto que los demás. No hay calle real para nadie, sino la de un progreso lento y difícil para todo el mundo, que se realiza de vida en vida. Realizarse en esta vida haciendo lo que se debe, es una etapa importante para el progreso de cada uno, pero esa no es la realización total y trascendente de la pureza del espíritu.

                                           *******************************

Si cada cual cumpliera con sus deberes, este mundo no seria un valle de lagrimas, seria el verdadero paraíso terrenal.
Rodríguez Rubi

******************************************

AMOR, CELOS Y PASIÓN
ALGUNAS CONSIDERACIONES CRISTIANAS

¿Por qué  los hombres y las mujeres son capaces de transformar el Amor, el más sublime  de los sentimientos, en combustible de un crimen? ¿Será creíble que una persona pueda matar por Amor? ¿Será  el crimen pasional un tipo de reacción violenta  al fin del “Amor”? Cualquier persona que se apasione puede tener una reacción pasional, pues la pasión es un sentimiento intrínseco del ser humano. Con todo, eso puede ser perfectamente  controlado. En una violencia pasional, se pierde la razón y, por vía de consecuencia, el control de si mismo. Indudablemente, la pasión nos torna agresivos peligrosos. Es la erupción del lado primitivo del ser, y muchos son pasibles a eso cuando no vigilan los sentimientos. Una cosa, no en tanto, es cierta: la sensación de posesión es la causante de la mayoría de las tragedias pasionales.
Para los espiritas, el crimen pasional puede ser definido como un proceso de obsesión o posesión anímica, esto es, el criminal es subyugado por una entidad desencarnada o por su personalidad arcaica, en razón de la falencia de su personalidad actual en cipoal y delirio de las sensaciones inferiores. Los crímenes de “Amor” nada tienen  que ver con el Amor. A titulo de rigor, son consecuencias de desarreglos  sensoriales, con la perdida de equilibrio emocional y perturbaciones espirituales. Las obsesiones están relacionadas  a la ansiedad creada en respuesta a una situación muy estresante, oprimida  y dolorosa. La frustración Amorosa y el consecuente sentimiento de pérdida, de auto desvalorizació n, crean perturbaciones obsesivas y un trastorno de Amor obsesivo vinculados a un celo patológico. La necesidad obsesiva crea  mecanismos y estrategias para seducir al otro, originando en una atracción fatal que busca la posesión de forma a incluir al otro en su propia vida, intentando el máximo de control, pues la falta de este irá a provocar intenso dolor. Pueden ocurrir manifestaciones de celos patológicos donde las conexiones  entre fantasías y realidades se pierden, facilitando episodios psicóticos en la que la acción se torna real. La persona propensa a un Amor obsesivo tiene dificultades de relacionamiento saludable, ligándose a comportamientos complicados, repletos  de peleas, desconfianzas y celos, muchas veces con  finales tensos y violentos. El trastorno obsesivo compulsivo es un disturbio debilitante y destructivo. No en tanto, el puede ser minimizado con la terapia medicamentosa y psicoterapia cognitiva comportamental y por los recursos espiritas de desobsesión.
El celo (1) voraz es el gran motivo de muchas dolores morales. En verdad, ese sentimiento egoísta está presente en nuestras vidas tanto como el dolor, o sea, casi todo el ser humano siente. Toda vez que un dolor nos afecta el ser es porque hay algo errado en nosotros,  y lo mismo acontece con el celo: alguna cosa está errada en nosotros mismos, en el otro o en la relación. La expresión “el pecado del Amor” es tan absurda como  ilógico: “matar por Amor”
Cuando no somos capaces de discernir juicios opuestos  y continuemos hasta confundirlos, no estaremos en condiciones de reformular nuestra concepción del legitimo sentido del Amor.
¡Asómbrense! Hay quien defiende que “matar por Amor no es crimen”. Creen algunos que el principio del ser humano es el sentimiento, y cuando esa emoción es traída, abultada, el practica, entonces, esos actos llamados criminales. Y en esa confusa tesis, se afirma el “Amor es la mayor debilidad del ser humano”, se argumenta que tanto el honesto, el trabajador, el culto, no importa, todos son posibles de un único crimen: de “Amor”. No comulgamos en esa cartilla, obviamente, pues que nadie mata por Amor, más si por odio. Estudios apuntan que el criminal pasional no tiene raza, faja etérea o clase social, más en la inmensa mayoría de los casos tiene sexo: el masculino. Se dice que la impulsividad del hombre, al matar, una vez que en el sistema patriarcal, hace cinco mil años, y durante mucho tiempo, el marido tenía derecho a pegar a la mujer, a  punirla, a matarla  y eso era muy común.
Una criatura que ama no agrede y ni hiere al ser amado, que es para ella objeto de veneración. El celo no procede del Amor, más si del apego animal al plano sensorial. El animal es el que ataca e hiere por celos, nunca el hombre, pues, en el, el Amor se manifiesta  con ternura, adoración  y conciencia del valor del ser amado. Las criaturas de sensibilidad humana no se dejan arrastrar por las pasiones, que pertenecen al plano de los instintos.
Luiz de Camoes decía que el “Amor es un fuego que arde sin verse” (2) Según Aurelio Buarque “el Amor puede ser un sentimiento que predispones a alguien a desear el bien de otro, o de alguna cosa. Puede ser un sentimiento tierno o ardiente de una persona por otra, y que engloba también atracción física, o aun inclinación o apego profundo a algún valor  o alguna cosa que proporciones placer; entusiasmo, pasión”. Podemos considerar el Amor como una forma de energía cósmica aun no investigada y conocida por las Ciencias. ¿Sin embargo, y el Amor al prójimo? Bien, ese es un sentimiento de dedicación absoluta de un ser a otro ser o a una cosa; devoción extrema. Todo lo que podamos idealizar sobre el Amor puede consustanciarse como parcela de este sentimiento, más el es mucho mayor y más atrayente, hasta porque, el bienquerer, toda la bondad, la tolerancia, la alegría, la proximidad, solo podrán ser un fragmento del Amor cuando no tuvieran lazos en el apego, en la imperiosa necesidad de permuta, en el egoísmo que exige siempre condiciones y reglas.
Preocupados con el Amor humano, psicólogos y filósofos hasta hoy se interesan, casi que exclusivamente, por esa forma lirica y dramática del Amor entre dos criaturas. La Psicoanálisis, en los principios de la teoría freudiana, colocó el problema del Amor en la dimensión de lo patológico. En verdad, Freud hubo de entrar en el estudio  y en la investigación del Amor por el Movimiento clandestino de la psicopatologí a. El aspecto patológico es el más dramático del Amor y el que más toca al interés humano. “El Amor es la fuerza más abstracta y, también, la más poderosa que el mundo posee.” (Mahatma Gandhi).
Cara a los conceptos espiritas, aprendemos que, en los albores de su evolución, predominan en el hombre las cargas instintivas. En la medida en que avanza en la escala de la evolución, surgen las sensaciones. Con el pasar de los milenios, irrumpen los sentimientos –punto fundamental para desarrollar el Amor. Expuesto esto, analicemos  los sentimientos que advienen de las tendencias electivas y de las afinidades familiares. En la primera condición, están las expresiones complejas del deseo, del sensualismo; en otra situación, se sedimentan la fraternidad y éxtasis conyuga, en una simbiosis mágica, químico-electro- magnética, en la entraña del ser.
En la cuestión 938-a, de “El Libro de los Espíritus”, aprendemos lo siguiente: “La Naturaleza dio al hombre  la necesidad de amar y de ser amado. Uno de los mayores gozos que le son concedidos en la Tierra es el de encontrar corazones que simpatizan con el suyo”. (3) El Amor debe ser el objetivo excelso en el derrotero  humano para la conquista de la paz en su expresión apoteótica. Aunque, diversas veces, nuestro sentimiento es meramente desear, y tan solamente con el “desear”, desfiguramos, instintivamente, los más promisores proyectos de vida.
En los días de hoy, se habla y se escribe mucho sobre sexo y poco sobre el Amor. Ciertamente, porque ese sentimiento no se deja descifrar, repeliendo toda tentativa de definición. Por eso, la poesía, campo mítico por excelencia, encuentra, en la metáfora, la traducción mejor de la  pasión, como si esta fuese el Amor. El desenvolvimiento de los centros urbanos creó  el “síndrome de la multitud solitaria”. Las personas están lado a lado, más su relaciones son de contigüidad.
La pasión es exclusivista, egoísta, dominadora, es predominante deseo. Para algunos pensadores, ese sentimiento es la tentativa por capturar  la conciencia del otro, desenvolviendo una forma posesiva, donde surge el celo y el deseo de dominio integral de la persona “amada”. El legitimo Amor es el convite para salir de si mismo. Si la persona fuera muy centrada en si misma, no será capaz de oir el apelo del otro. Eso supone la preocupación de que la otra persona crezca y se desenvuelva como ella es,  y no como queramos que ella sea. El Amor representa la libertad, y no  el psicótico sentimiento de posesión. Es la ley de atracción y de todas las armonías conocidas, siendo fuerza inagotable que se renueva sin cesar  y enriquece, al mismo tiempo, quien da es quien recibe.
 Jorge Hessen
                            *********************

No hay comentarios: