Herminio C.Miranda |
RESPONSABILIDAD Y CONOCIMIENTO DE TU HIJO
La generación de un cuerpo humano para que en él se instale un espíritu es una decisión grave, llena de implicaciones y consecuencias. Representa una invitación formal a alguien que existe en una dimensión que escapa a nuestros sentidos habituales, a quien proponemos recibirlo, criarlo y educarlo, ofreciéndole una nueva oportunidad de vida. El bebé no debe ser fruto de una decisión de momento, de un impulso impensado, de una unión fortuita y como alienada. Hombre y mujer, generalmente jóvenes, que se unen, aunque no sea más que por una única y pasajera vez en la vida, han de estar atentos al hecho de que puede surgir de aquel momento fugaz una nueva existencia para alguien.
Cada ser es único en su estructura psicológica, preferencias, inclinaciones e idiosincrasias, solamente las características físicas son genéticamente transmisibles, como es, el color de la piel, de los ojos o de los cabellos, la tendencia a cierta conformación física, la predisposición a alguna enfermedad, o a una salud más estable, los rasgos fisionómicos y cosas así. Por tanto lo que hay que tener claro es que ellos no heredan características psicológicas, como inteligencia, dotes artísticas, temperamento, buen o mal gusto, simpatía o antipatía, dulzura o agresividad.
Padres inteligentísimos pueden tener hijos mediocres, lo mismo que padres aparentemente poco dotados pueden tener hijos geniales. Personas pacíficas engendran hijos turbulentos y, viceversa, padres desarmonizados producen criaturas excelentes, equilibradas y sensatas.
Cada persona, cada niño, es único, es diferente, y aunque dos o más puedan tener ciertas características en común o muy semejantes, cada uno de ellos es un universo propio, individualizado. Incluso los gemelos univitelinos, o sea, engendrados a partir del mismo huevo, traen en la similitud de ciertos rasgos físicos, diferencias fundamentales de temperamento y carácter que los identifican con precisión como individuos perfectamente autónomos y singulares.
Los hijos que traemos al mundo, esos espíritus o almas que nos son confiados, ya empaquetados en cuerpos físicos que nosotros mismos les proporcionamos, a través del proceso generador, ¡no son creados nuevecitos, sin pasado y sin historia! Ellos ya existían antes, en algún lugar, tienen una biografía personal, traen vivencias y experiencias y arriban aquí para revivir y no para vivir. Están, por tanto, renaciendo y no únicamente naciendo.
El propio Cristo enseñaba que Juan Bautista era el profeta Elías renacido, aunque no fuese reconocido por sus contemporáneos. En otro pasaje, hablando a Nicodemo, se admiró de que el ilustrado miembro del Sinedrio ignorase verdad tan elemental, o sea, la de que es preciso nacer de nuevo para alcanzar la paz espiritual, a la que Jesús daba el nombre de Reino de Dios o Reino de los Cielos.
Todos somos seres creados por Dios sí, pero hace mucho, mucho tiempo, y no en el momento de la concepción o en el instante del nacimiento, para “ocupar” un nuevo cuerpo físico.
Lo cierto es que todos al traer un hijo al mundo tenemos una responsabilidad sea cual fuere el hijo o hija, brillante o deficiente, amigo o no tan amigo, sano o enfermo, comprensivo o rebelde.
Por algún motivo, que un día llegarás a conocer, él fue encaminado, atraído o invitado a venir para tu compañía. Difícilmente será un extraño total, cuyos caminos jamás se hayan cruzado con los tuyos en el pasado. No olvides que también tú eres un ser renacido. El niño es un espíritu que nos ha sido confiado durante cierto tiempo. Raramente es un ser moralmente perfecto y acabado. No es, tampoco, a no ser en casos raros, un demonio de maldad espantosa. La condición de ángel y los más tenebrosos grados del descarriamiento moral son extremos que, al revés de lo que solemos decir, no se tocan. Aquel que se pasa milenios, vida tras vida, en la sistemática práctica del error deliberado, acaba por descender tan hondo en la escala de los valores morales, que habrá de recorrer un larguísimo y penoso camino para retornar. Es difícil, pero no imposible, la tarea de la conquista de la paz.
No hay ángeles, ni demonios, únicamente criaturas que mucho se han perfeccionado o se descarriaron, pero que siguen siendo seres humanos. Las almas o espíritus designados para animar los cuerpos físicos de nuestros hijos son seres en evolución, como nosotros mismos, y por alguna razón estamos ligados a ellos por ciertos vínculos o compromisos.
El niño tiene que emprender un nuevo aprendizaje de la vida en las condiciones en que ha renacido. Tendrá, en fin, que readaptarse al medio en que ha venido a vivir, lo mismo que a las personas que le rodean como padres, hermanos, parientes, vecinos, amigos, etc., muchos de los cuales puede que incluso ya los conozca de vidas pasadas.
Es inevitable y necesario ese nuevo aprendizaje porque el recuerdo inconsciente del pasado se va borrando, para él, en el momento en que empieza a despertar en el cuerpo físico. La conciencia de un lado de la vida generalmente se conecta cuando se apaga la del otro lado. Es como si estuviésemos dotados de un interruptor con dos terminales. Al encender una lámpara, automáticamente apagas la otra. Para acordarte de tu pasado, es preciso desligarte del cuerpo físico, cuando duermes, por ejemplo, o cuando estás desmayado. En esos momentos la conciencia no está presente. A decir verdad, la conciencia no se apaga en un lado para encenderse en el otro, sino que únicamente se desplaza de uno al otro lado, o sea, va juntamente con el espíritu, que tiene la costumbre de desligarse parcial y temporalmente del cuerpo físico que le sirve de albergue y de instrumento.
No asumas, para ante el hijo que está por nacer, una actitud hostil, negativa, de rechazo o de desamor e indiferencia. Si se ha iniciado el proceso de gestación, sean cuales fueren las condiciones, alguna razón habrá para que aquel espíritu se haya aproximado para acoplarse al cuerpo físico en formación en el vientre de su futura madre.
La gestación de un cuerpo físico puede resultar de una aventura irresponsable, pero el espíritu que en él ha venido a habitar no resulta de un mero juego de imponderables y casualidades – es una criatura humana preexistente, que se prepara para una nueva pasantía en la carne. No lo despaches de vuelta, no empieces a agredirlo con pensamientos negativos de rechazo y desamor, no lo hostilices.
Sea cual fuere la situación, no es por casualidad que un espíritu se acerca a ti, en busca de la oportunidad del renacimiento.
El compromiso maternal y paternal, no pueden ser dejados de lado, Dios siempre te pedirá cuentas de los espíritus que dejo a tu cargo y por los cuales deberás responder frente a la tarea que te compete ante ellos.
Extraído por Merche del libro “Nuestros Hijos” de HERMÍNIO C. MIRANDA
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EL COLECTIVO DE LOS ESPÍRITUS SUPERIORES
Los Espíritus superiores forman, por así decirlo, un todo colectivo, cuyas individualidades son para nosotros,
con raras excepciones, absolutamente desconocidas. Lo que nos interesa no es su persona, sino su enseñanza. Ahora bien, si la enseñanza es buena, poco importa que quien la imparte se llame Pedro o Pablo. Lo juzgamos por su calidad y no por sus insignias.
Si un vino es malo, la etiqueta no lo hará mejor. No sucede lo mismo con las comunicaciones íntimas, porque ahí se trata del individuo: es su persona la que nos interesa. Así, es lógico que, en esas circunstancias, procuremos cerciorarnos de que el Espíritu que atiende nuestro llamado es realmente aquel que deseamos.
EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC.
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Cuidar el cuerpo y el espíritu
La vida en el cuerpo se presenta bajo variados aspectos, que constituyen su realidad existencial. Sin embargo, no siempre esa realidad significa el legitimo vivir, el expresarse con seguridad, el disfrutar plenamente la oportunidad y avanzar jubilosamente, sin remordimientos que resultan del pasado, ni ansiedades que marcan las ambiciones del futuro.
Una existencia feliz no es, necesariamente, aquella que es breve o larga, sino aquella que se transforma en mensaje de alegría y bienestar para la propia persona, así como para todos aquellos que la rodean. Cada existencia es un mensaje, cuyo contenido debe ser positivo, de forma que dignifique a otras, enriqueciéndolas de esperanzas. La enfermedad, los problemas, no son aspectos de infelicidad, sino convites del organismo y de la vida, para decir que es necesario estar lucido y consciente. Por eso mismo, la muerte no es un fracaso de la vida, sino una nueva admirable experiencia.
El ser psicológicamente maduro sabe discernir cuales son los valores
auténticos, para su realización y aquellos que apenas se presentan
como indumentaria transitoria para el elenco de los movimientos
existenciales.
El
desarrollo del ser en cada aspecto, es lento, pasando de una fase a
otra, sin marcas inquietantes de insaciedad, de manera que en el
próximo estadio se viva con las manifestaciones del anterior, de
aquel que ya deberá estar superado y consolidado en los cimientos de
la individualidad.
Sin
embargo, cada individuo alcanza la plataforma de la madurez por medio
de diversas experiencias. Unos consiguen crecer bajo el estimulo de
los ideales y de las aspiraciones que guardan interiormente; otros lo
hacen bajo la inspiración de la belleza, que se exterioriza en las
artes, en la literatura, en la cultura general; muchos son atraídos
por la tecnología y los diferentes recursos de las modernas
conquistas; innumerables son conducidos por el amor, por la necesidad
de fraternidad que cultivan con acrecentado cariño; sn embargo,la gran
mayoría, es impulsada por el sufrimiento, ultima alternativa para el
desarrollo de los recursos internos que dormitan en su íntimo.
No
obstante, no hay nadie que este impedido para desarrollar su Ser
superior, oprimido momentáneamente por los peligrosos adversarios de
sí mismo, que son el primitivismo, la ignorancia, el egoísmo y todo
su séquito sórdido.
El ser
humano sigue un destino grandioso: la auto realización total, bajo
la atracción del Pensamiento Divino que todo lo invade y domina. Su
origen trascendental lo lleva ineludiblemente a su Causalidad
Superior. No obstante, en cuanto no se da cuenta de ese obstinado
destino, transita en un círculo de estrecho ámbito emocional, sin
que la fuerza de atracción de la Vida le produzca cualquier
influencia.
Son
valiosos todos los aspectos diferentes de la vida, durante la
existencia física que deben ser experimentados de forma total.
La vejez se
torno antológica en el ser, este la considera como decadencia,
amargura, soledad, dolencia y muerte, es la visión de la inmadurez
psicológica. Para el ser, vivir es abrigar sueños permanentemente
juveniles, sensaciones embrutecedoras y de efecto rápido, pasando de
una a otra entre insatisfacciones y conflictos íntimos.
La
juventud no es solamente un estado biológico que cambia con el tiempo, sino también todo el periodo
en que se puede amar y sentir, esperar y vivir, construir y
experimentar necesidades nuevas y edificantes.
El periodo
juvenil, limitado entre la infancia y la edad de la razón, es de
mucha significación para el desarrollo real del individuo, porque
abre los espacios existenciales para el aprendizaje, fijación de los
conocimientos, ansiedades de conquistas y realizaciones, en un
calidoscopio fascinante. Es también, el periodo de la inmadurez, del
desperdicio de oportunidades, porque todo parece tan distante y
abundante, que los perjuicios de tiempo y producción no tienen un
significado profundo, dando nacimiento a futuros conflictos que
necesitan ser vencidos.
Sin
embargo, es joven todo aquel que aspira a los ideales de
ennoblecimiento humano, no importando el periodo existencial por el
cual esté transitando.
Manteniendo
la capacidad de realizar y realizarse, de producir y multiplicar, de
renovar y renovarse, disfruta del largo plazo de la juventud real.
La vejez se
presenta cuando el individuo se considera inútil, cuando experimenta
el desprestigio de la sociedad preconceptuosa, que elaboró juicios de
vida en patrones torpemente materialistas, hedonistas.
La ciencia
médica está comprobando a cada instante que los periodos de la vida
son ricos en oportunidades para aprender, para crecer y desarrollar
la capacidad de la fijación de los valores humanos. Los conceptos
ortodoxos de los límites para el inicio de la vejez, cuando surgen
las señales de decadencia orgánica, están totalmente, están
totalmente superados.
En ese
contexto, la mente es un factor importante que genera energías
incesantes, en uno y otro sentido, de forma positiva o destructiva y
en cuanto se puede pensar con autoestima y confianza, los límites
impuestos por la edad desaparecen, para facilitar la continuación de
la existencia enriquecedora. Así también, cuando el joven se deja
abatir y pasa a pensar destructivamente, se encarcela en las
mazmorras de la decadencia psicológica y se degrada.
El cerebro,
que antes era poco identificado en sus incomparables producciones,
como la mayor glándula del cuerpo humano, hoy es conocido como un
extraordinario y nada común conjunto armónico de setenta y cinco
a cien billones de neuronas en circuito especializado y complejo,
como la más notable computadora que la mente aun no puede concebir.
Sus encimas, cerebrinas, globulinas y otras secreciones comandan las
reacciones de todo el cuerpo, trabajando por la vida física y
psíquica. Sin embargo, esa mente no es el fruto de la propia
elaboración, procediendo de una fuente generadora que lo antecede y
sucede al proceso del conjunto natural. Pesando en promedio, un kilo
y trescientos gramos, absorbe oxigeno en cantidad importante, es
decir, el veinte por ciento de todo aquel que necesita el cuerpo
total.
Cuando
ocurre la muerte de cada célula nerviosa y la mente trabaja,
investiga y se esfuerza para mantener los equipos en orden, se
amplia, transformando sus extremidades en árboles (demeritas), que
facilitan el flujo de las informaciones, sin ninguna solución de
continuidad, produciendo las maravillosas sinapsis (contactos)
electroquímicas, que mantienen todo el equilibrio de él mismo y del
organismo en general.
A semejanza
de los músculos que, al no ser activados por el ejercicio, tienden a
la fragilidad, a la flacidez, cuando no es movilizado por las
energías mentales renovadoras, pierde las posibilidades de
producción, porque, al morir células nerviosas, las restantes, sin
nuevos estímulos no se amplían , fallando en la transmisión de
mensajes que les cabe registrar, encaminar y responder.
Durante
milenios permaneció casi desconsiderado por la Ciencia, habiendo
sido estudiado y descubierto, prácticamente por Gall, médico y
anatomista, padre de la Frenología, como Lamark lo fue del
transformismo. Hasta entonces, los conceptos se dividían entre los
filósofos, los padres de la Medicina y de la Patristica religiosa,
con sus supersticiones y conceptos ultramontanos.
Pasando por
extraordinarios estudiosos, entre muchos otros citaremos a Cabanis y
Broca, la sonda de la investigación fue penetrando la masa grisácea
y descifrando sus protuberancias, que hoy nos dan una idea aunque
muy imperfecta de su mundo de infinitas informaciones aun por
detectar.
Por tanto,
en él están las disposiciones de la juventud y de la vejez,
dependiendo sobretodo de la mente que lo vitaliza y lo moviliza, que
lo acciona y mantiene.
Muchos
creen que vejez es señal de pérdida de memoria, de deterioro del
raciocinio, del desequilibrio de las emociones...
Sin dudas,
con el suceder de los años, la maquinaria orgánica sufre el
desgaste y seguramente, disminuye la capacidad de producción y
eficiencia de resultados. Entretanto, la pérdida de memoria no es el
síntoma exclusivo del envejecimiento, por cuantos muchos factores
contribuyen para ese acontecimiento en cualquier edad, como las
enfermedades sutiles, tales como las infecciones urinarias, las
intoxicaciones por medicamentos, la depresión, etc. Lo importante es
el estado psíquico del individuo, quien le determina cual es la fase
en que se encuentra y le agrada permanecer; si en la juventud que se
prolonga o en la vejez que llega precozmente.
La acción
del trabajo en ese comportamiento, es de extraordinario resultado,
posibilitando la prosecución de los deberes, de los estudios, de las
búsquedas y realizaciones nuevas, sin fatigas ni justificativas de
imposibilidad para crecer y permanecer joven. La humanidad, en
general vive en estado de sueño, en letargo, padece de la
enfermedad más dominante, que es la ignorancia de si, del destino de
cada uno, del significado de la existencia.
Nos
quejamos de la situación en que nos encontramos, pero no hacemos
casi nada para cambiar los factores degradantes del conjunto social,
normalmente presentes en nosotros mismos, nos lamentamos, por
necesidad masoquista de inspirar compasión, nos entregamos a los
hechos por comodismo, no esforzándonos realmente, para conseguir
superar todo obstáculo aparente que surge como amenaza o impedimento
a nuestro progreso. El apóstol Pablo estaba tan seguro del valor del
despertar de la conciencia, que en una memorable carta a los Efesios,
conforme se encuentra en el capitulo, versículo catorce, con clamo:
Despierta tú que duermes, levántate entre los muertos y el Cristo
te esclarecerá. Esto es porque, el sueño es una forma de muerte, de
desperdicio de la oportunidad educativa, esclarecedora, terapéutica,
enriquecedora. Cuando se está despierto, Jesús lo esclarece, a fin
de que avance con arrojo en la búsqueda de su auto identificación.
Cuando se
está despierto, las conquistas y encuentros son internos,
resplandecientes y calmos, poderosos como el rayo y suaves como la
brisa del amanecer.
Estar
despierto significa encontrarse construyendo, libre de preconceptos,
y de límites, abierto al bien y a la verdad de la que se torna
vanguardista y divulgador.
La vida es
un poema de belleza, cuyos versos están constituidos de propuestas
de luz, escritas en la partitura de la Naturaleza, que exalta su
presencia en todas partes.
El destino
de la criatura es la libertad, hacia donde sigue con los ojos puestos
en el futuro.
Ser libre
significa no depender, no tener pasado ni inquietarse por el futuro,
viviendo ampliamente el presente en transporte de paz y alegría.
La alegría
de vivir es una invitación para una existencia rica en producciones
morales, espirituales, artísticas, culturales, estéticas y nobles.
El destino
de nuestra existencia deja de ser vivir bien, que es una de las metas
humanas, para bien vivir, que es una conquista personal
intransferible, especial, que jamás se altera o se pierde,
fomentando la felicidad y trabajando por la paz que todos aspiran.
Narra una
historia, que un príncipe chino se enorgullecía de su colección de
porcelana, de cuan rara como antigua procedencia, constituida por
doce platos resaltados por una gran belleza artística y decorativa.
Cierto día, su celador, en un momento infeliz, dejo que se quebrase
una de las piezas. Tomando conocimiento del desastre y poseído por
la furia, el príncipe condenó a muerte al dedicado servidor, que
había sido víctima de una circunstancia fortuita. La noticia tomo
cuenta del imperio y en la víspera de la ejecución del
desafortunado servidor, se presento un sabio bastante viejo que se
comprometió a devolver el orden a la colección. Emocionado, el
príncipe reunió a su corte y acepto la ofrenda del venerable
anciano. Este solicitó que fuesen colocados todos los platos
restantes sobre un mantel de blanquísimo lino, bordado
cuidadosamente y que los pedazos de la preciosa porcelana fuesen,
esparcidos en torno de la mesa. Atendido en su solicitud, el sabio se
acerco a la misma y en un gesto inesperado, tiró del mantel con las
preciosas porcelanas, arrojándolas bruscamente sobre el piso de
mármol, rompiéndolas todas. Ante el estupor que domino al soberano
y a su corte, muy sereno dijo:
_ Ahí
están, señor, todas iguales conforme prometí. Ahora podéis mandar
a matarme. Dado que esas porcelanas valen más que las vidas y
considerando que ya soy viejo y ya viví más allá de lo que
debería, me sacrifico en beneficio de los que Irán a morir en el
futuro, cuando cada una de esas piezas fuera quebrada.
De esta
forma, con mi existencia, pretendo salvar doce vidas, ya que ellas
delante de esos objetos, nada valen.
Pasado el
choque, el príncipe conmovido, libero al anciano y al siervo,
comprendiendo que nada hay más precioso que la vida en sí misma y
la humana en particular.
La vida
ofrece las lecciones más severas, invitando a los individuos a la
reflexión.
Cuando se
adquiere madurez psicológica, a pesar de que se preserven los bienes
materiales, se valorizan más aquellos que son del Espíritu, de la
realidad perenne, expresiones elevadas de la vida.
Lo que
poseemos de precioso, es la oportunidad de la existencia, ella nos
brinda los acontecimientos y conquistas, permaneciendo como
patrimonio inalienable del ser en su curso evolutivo. Cuando es
lúcido, vive intensamente su momento, cada momento, floreciendo
donde se encuentra, sin atormentarse por realizarse en esa o aquella
otra parte, creando raíces y desarrollándolas, libre de las
imposiciones de la ambición desmedida, de las pasiones
perturbadoras, de las fijaciones inquietantes, abierto a las nuevas
realizaciones que armonizan. De ese modo, nos tornamos parte
integrante del Universo, en el cual nos encontramos y donde somos
invitados a conquistarlo.
Para
conseguir ese estado y aprender las lecciones de la vida, debemos
trabajar interiormente, educarnos, ya que a través de esa
contribución nos modificamos y perfeccionamos, liberándonos de los
atavismos perniciosos y de los factores degradantes que aún
permanecen en nosotros.
La
educación es un valioso instrumento para el trabajo de construcción
de la persona feliz, que se convierte, a su vez en una lección viva
de la vida para los demás, que siguen en la retaguardia
Todo
individuo enfrenta desafíos para crecer. La propia existencia
terrestre es una invitación al esfuerzo. La mejor solución para
enfrentar los problemas es intentar resolverlos en sus fuentes,
evitando las actitudes que los postergan, retornándolos más
complicados. Lo que no hagamos hoy, seguramente mañana será, más
difícil de ser conseguido.
Solamente
las actitudes correctas, basadas en la honradez y en la lealtad,
consiguen zanjar en forma definitiva las dificultades y los
acontecimientos desagradables de la marcha evolutiva.
Vivir la
vida es un desafió sublime y realizarlo con sabiduría es una
bienaventuranza que se encuentra a disposición de todo aquel que
decididamente se resuelve a avanzar, auto superarse y alcanzar la
comunión con Dios.
Gracias al
valioso concurso de las doctrinas psíquicas en general y de la
psicología espirita en particular, existen excelentes contribuciones
y se encuentran disponibles para todos aquellos que están
sinceramente, interesados en la construcción de una conciencia
saludable, de un ser responsable y lucido de una sociedad feliz.
Todo
depende de cada persona, de su esfuerzo, de su perseverancia y de su
acción confiada.
Lo que no
consigamos en un momento, mediante la sana insistencia, lo
alcanzaremos después.
No nos
encontraríamos encarnados en la tierra, si nuestra existencia física
no tuviese una finalidad superior. Somos el producto de un largo
proceso de desarrollo de los infinitos valores que duermen latentes,
dentro de nosotros, aguardando los medios propiciatorios para su
manifestación.
Etapa a
etapa, paso a paso realizamos progresos que se fijan mediante los
hábitos que se incorporan a la individualidad, que resulta de la
suma de las vivencias de variadas reencarnaciones.
Somos
adultos, hemos crecido y casi todos los que nos encontramos aquí
encarnados podemos pensar que nuestras realizaciones de ahora en
adelante pueden ser pocas.
Nos vamos
haciendo cómodos, porque nos sentimos justificados, y sin darnos
cuenta dejamos pasar la vida, contemplándola, sin esperar un puesto
de trabajo, ya que cada vez podemos menos.
La gente
que nos rodea, nos lo hace notar, tratándonos ya de mayores, los
primeros suelen ser los hijos. No obstante estas lecciones nos
demuestran que no es así, que lo mismo que debemos cuidar el cuerpo,
debemos cuidar el alma, y esta puede estar activada y creciendo
siempre.
Debemos
sentir la vida y participar de ella, no contemplándola y con
palabras solo pues estas se las lleva el viento, sino con hechos,
sin ningún miedo ni temor. Si obramos con conocimiento y guardamos
el equilibrio en todas las cosas, no nos dañaran el efecto que estas
causen.
Hemos de
cargar nuestras maletas para que nada nos falte, pero nunca quedemos
parados, temiendo lo que nos pueda suceder, siempre la regla del bien
por medida, nos lleva a puerto seguro. Si activamos el cuerpo con una
vida sana y unos buenos hachos, el organismo nos responderá.
Por eso
trabajadores de la viña del Señor, activemos nuestros conocimientos
y animo a la obra, no nos acomodemos en la silla y en la vida
contemplativa, el movimiento espirita nos necesita, colaborar no
significa oír la doctrina, es trabajar en ella, enseñarla,
divulgarla, compartirla, tolerar, estudiar, perdonar, olvidar etc.,
tenemos un amplio campo, ante los jóvenes que nos reemplazan y que
siguen nuestros pasos.
No dejemos
la labor que nos compete a otros más jóvenes, ellos ya tienen la
suya. Jóvenes somos, hemos de alargar los arbolitos de nuestro
cerebro él es incansable, si nosotros lo activamos el crecerá más
deprisa y ira generando vida a todo nuestro alrededor.
-Extraído por Merche del libro VIDA, de Divaldo Pereira
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