martes, 3 de febrero de 2015

Cuidar el cuerpo y el espíritu

Herminio C.Miranda

RESPONSABILIDAD  Y CONOCIMIENTO DE TU HIJO

La generación de un cuerpo humano para que en él se instale un espíritu es una decisión grave, llena de implicaciones y consecuencias. Representa una invitación formal a alguien que existe en una dimensión que escapa a nuestros sentidos habituales, a quien proponemos recibirlo, criarlo y educarlo, ofreciéndole una nueva oportunidad de vida. El bebé no debe ser fruto de una decisión de momento, de un impulso impensado, de una unión fortuita y como alienada. Hombre y mujer, generalmente jóvenes, que se unen, aunque no sea más que por una única y pasajera vez en la vida, han de estar atentos al hecho de que puede surgir de aquel momento fugaz una nueva existencia para alguien.
Cada ser es único en su estructura psicológica, preferencias, inclinaciones e idiosincrasias, solamente las características físicas son genéticamente transmisibles, como es, el color de la piel, de los ojos o de los cabellos, la tendencia a cierta conformación física, la predisposición a alguna enfermedad, o a una salud más estable, los rasgos fisionómicos y cosas así. Por tanto lo que hay que tener claro es que ellos no heredan características psicológicas, como inteligencia, dotes artísticas, temperamento, buen o mal gusto, simpatía o antipatía, dulzura o agresividad.
Padres inteligentísimos pueden tener hijos mediocres, lo mismo que padres aparentemente poco dotados pueden tener hijos geniales. Personas pacíficas engendran hijos turbulentos y, viceversa, padres desarmonizados producen criaturas excelentes, equilibradas y sensatas.
Cada persona, cada niño, es único, es diferente, y aunque dos o más puedan tener ciertas características en común o muy semejantes, cada uno de ellos es un universo propio, individualizado. Incluso los gemelos univitelinos, o sea, engendrados a partir del mismo huevo, traen en la similitud de ciertos rasgos físicos, diferencias fundamentales de temperamento y carácter que los identifican con precisión como individuos perfectamente autónomos y singulares.
Los hijos que traemos al mundo, esos espíritus o almas que nos son confiados, ya empaquetados en cuerpos físicos que nosotros mismos les proporcionamos, a través del proceso generador, ¡no son creados nuevecitos, sin pasado y sin historia! Ellos ya existían antes, en algún lugar, tienen una biografía personal, traen vivencias y experiencias y arriban aquí para revivir y no para vivir. Están, por tanto, renaciendo y no únicamente naciendo.
El propio Cristo enseñaba que Juan Bautista era el profeta Elías renacido, aunque no fuese reconocido por sus contemporáneos. En otro pasaje, hablando a Nicodemo, se admiró de que el ilustrado miembro del Sinedrio ignorase verdad tan elemental, o sea, la de que es preciso nacer de nuevo para alcanzar la paz espiritual, a la que Jesús daba el nombre de Reino de Dios o Reino de los Cielos.
Todos somos seres creados por Dios sí, pero hace mucho, mucho tiempo, y no en el momento de la concepción o en el instante del nacimiento, para “ocupar” un nuevo cuerpo físico.
Lo cierto es que todos al traer un hijo al mundo tenemos una responsabilidad sea cual fuere el hijo o hija, brillante o deficiente, amigo o no tan amigo, sano o enfermo, comprensivo o rebelde.
Por algún motivo, que un día llegarás a conocer, él fue encaminado, atraído o invitado a venir para tu compañía. Difícilmente será un extraño total, cuyos caminos jamás se hayan cruzado con los tuyos en el pasado. No olvides que también tú eres un ser renacido. El niño es un espíritu que nos ha sido confiado durante cierto tiempo. Raramente es un ser moralmente perfecto y acabado. No es, tampoco, a no ser en casos raros, un demonio de maldad espantosa. La condición de ángel y los más tenebrosos grados del descarriamiento moral son extremos que, al revés de lo que solemos decir, no se tocan. Aquel que se pasa milenios, vida tras vida, en la sistemática práctica del error deliberado, acaba por descender tan hondo en la escala de los valores morales, que habrá de recorrer un larguísimo y penoso camino para retornar. Es difícil, pero no imposible, la tarea de la conquista de la paz.
No hay ángeles, ni demonios, únicamente criaturas que mucho se han perfeccionado o se descarriaron, pero que siguen siendo seres humanos. Las almas o espíritus designados para animar los cuerpos físicos de nuestros hijos son seres en evolución, como nosotros mismos, y por alguna razón estamos ligados a ellos por ciertos vínculos o compromisos.
El niño tiene que emprender un nuevo aprendizaje de la vida en las condiciones en que ha renacido. Tendrá, en fin, que readaptarse al medio en que ha venido a vivir, lo mismo que a las personas que le rodean como padres, hermanos, parientes, vecinos, amigos, etc., muchos de los cuales puede que incluso ya los conozca de vidas pasadas.
Es inevitable y necesario ese nuevo aprendizaje porque el recuerdo inconsciente del pasado se va borrando, para él, en el momento en que empieza a despertar en el cuerpo físico. La conciencia de un lado de la vida generalmente se conecta cuando se apaga la del otro lado. Es como si estuviésemos dotados de un interruptor con dos terminales. Al encender una lámpara, automáticamente apagas la otra. Para acordarte de tu pasado, es preciso desligarte del cuerpo físico, cuando duermes, por ejemplo, o cuando estás desmayado. En esos momentos la conciencia no está presente. A decir verdad, la conciencia no se apaga en un lado para encenderse en el otro, sino que únicamente se desplaza de uno al otro lado, o sea, va juntamente con el espíritu, que tiene la costumbre de desligarse parcial y temporalmente del cuerpo físico que le sirve de albergue y de instrumento.
No asumas, para ante el hijo que está por nacer, una actitud hostil, negativa, de rechazo o de desamor e indiferencia. Si se ha iniciado el proceso de gestación, sean cuales fueren las condiciones, alguna razón habrá para que aquel espíritu se haya aproximado para acoplarse al cuerpo físico en formación en el vientre de su futura madre.
La gestación de un cuerpo físico puede resultar de una aventura irresponsable, pero el espíritu que en él ha venido a habitar no resulta de un mero juego de imponderables y casualidades – es una criatura humana preexistente, que se prepara para una nueva pasantía en la carne. No lo despaches de vuelta, no empieces a agredirlo con pensamientos negativos de rechazo y desamor, no lo hostilices.
Sea cual fuere la situación, no es por casualidad que un espíritu se acerca a ti, en busca de la oportunidad del renacimiento.
El compromiso maternal y paternal, no pueden ser dejados de lado, Dios siempre te pedirá cuentas de los espíritus que dejo a tu cargo y por los cuales deberás responder frente a la tarea que te compete ante ellos.

Extraído por Merche  del libro “Nuestros Hijos” de HERMÍNIO C. MIRANDA

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 EL COLECTIVO DE LOS ESPÍRITUS SUPERIORES

Los Espíritus superiores forman, por así decirlo, un todo colectivo, cuyas individualidades son para nosotros,
con raras excepciones, absolutamente desconocidas. Lo que nos interesa no es su persona, sino su enseñanza. Ahora bien, si la enseñanza es buena, poco importa que quien la imparte se llame Pedro o Pablo. Lo juzgamos por su calidad y no por sus insignias.
Si un vino es malo, la etiqueta no lo hará mejor. No sucede lo mismo con las comunicaciones íntimas, porque ahí se trata del individuo: es su persona la que nos interesa. Así, es lógico que, en esas circunstancias, procuremos cerciorarnos de que el Espíritu que atiende nuestro llamado es realmente aquel que deseamos.
EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC.

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  Cuidar el cuerpo y el espíritu

La vida en el cuerpo se presenta bajo variados aspectos, que constituyen su realidad existencial. Sin embargo, no siempre esa realidad significa el legitimo vivir, el expresarse con seguridad, el disfrutar plenamente la oportunidad y avanzar jubilosamente, sin remordimientos que resultan del pasado, ni ansiedades que marcan las ambiciones del futuro.
Una existencia feliz no es, necesariamente, aquella que es breve o larga, sino aquella que se transforma en mensaje de alegría y bienestar para la propia persona, así como para todos aquellos que la rodean. Cada existencia es un mensaje, cuyo contenido debe ser positivo, de forma que dignifique a otras, enriqueciéndolas de esperanzas. La enfermedad, los problemas, no son aspectos de infelicidad, sino convites del organismo y de la vida, para decir que es necesario estar lucido y consciente. Por eso mismo, la muerte no es un fracaso de la vida, sino una nueva admirable experiencia.
El ser psicológicamente maduro sabe discernir cuales son los valores auténticos, para su realización y aquellos que apenas se presentan como indumentaria transitoria para el elenco de los movimientos existenciales.
El desarrollo del ser en cada aspecto, es lento, pasando de una fase a otra, sin marcas inquietantes de insaciedad, de manera que en el próximo estadio se viva con las manifestaciones del anterior, de aquel que ya deberá estar superado y consolidado en los cimientos de la individualidad.
Sin embargo, cada individuo alcanza la plataforma de la madurez por medio de diversas experiencias. Unos consiguen crecer bajo el estimulo de los ideales y de las aspiraciones que guardan interiormente; otros lo hacen bajo la inspiración de la belleza, que se exterioriza en las artes, en la literatura, en la cultura general; muchos son atraídos por la tecnología y los diferentes recursos de las modernas conquistas; innumerables son conducidos por el amor, por la necesidad de fraternidad que cultivan con acrecentado cariño;  sn embargo,la gran mayoría, es impulsada por el sufrimiento, ultima alternativa para el desarrollo de los recursos internos que dormitan en su íntimo.
No obstante, no hay nadie que este impedido para desarrollar su Ser superior, oprimido momentáneamente por los peligrosos adversarios de sí mismo, que son el primitivismo, la ignorancia, el egoísmo y todo su séquito sórdido.
El ser humano sigue un destino grandioso: la auto realización total, bajo la atracción del Pensamiento Divino que todo lo invade y domina. Su origen trascendental lo lleva ineludiblemente a su Causalidad Superior. No obstante, en cuanto no se da cuenta de ese obstinado destino, transita en un círculo de estrecho ámbito emocional, sin que la fuerza de atracción de la Vida le produzca cualquier influencia.
Son valiosos todos los aspectos diferentes de la vida, durante la existencia física que deben ser experimentados de forma total.
La vejez se torno antológica en el ser, este la considera como decadencia, amargura, soledad, dolencia y muerte, es la visión de la inmadurez psicológica. Para el ser, vivir es abrigar sueños permanentemente juveniles, sensaciones embrutecedoras y de efecto rápido, pasando de una a otra entre insatisfacciones y conflictos íntimos.
La juventud no es solamente un estado biológico que cambia con el tiempo, sino también todo el periodo en que se puede amar y sentir, esperar y vivir, construir y experimentar necesidades nuevas y edificantes.
El periodo juvenil, limitado entre la infancia y la edad de la razón, es de mucha significación para el desarrollo real del individuo, porque abre los espacios existenciales para el aprendizaje, fijación de los conocimientos, ansiedades de conquistas y realizaciones, en un calidoscopio fascinante. Es también, el periodo de la inmadurez, del desperdicio de oportunidades, porque todo parece tan distante y abundante, que los perjuicios de tiempo y producción no tienen un significado profundo, dando nacimiento a futuros conflictos que necesitan ser vencidos.
Sin embargo, es joven todo aquel que aspira a los ideales de ennoblecimiento humano, no importando el periodo existencial por el cual esté transitando.
Manteniendo la capacidad de realizar y realizarse, de producir y multiplicar, de renovar y renovarse, disfruta del largo plazo de la juventud real.
La vejez se presenta cuando el individuo se considera inútil, cuando experimenta el desprestigio de la sociedad preconceptuosa, que elaboró juicios de vida en patrones torpemente materialistas, hedonistas.
La ciencia médica está comprobando a cada instante que los periodos de la vida son ricos en oportunidades para aprender, para crecer y desarrollar la capacidad de la fijación de los valores humanos. Los conceptos ortodoxos de los límites para el inicio de la vejez, cuando surgen las señales de decadencia orgánica, están totalmente, están totalmente superados.
En ese contexto, la mente es un factor importante que genera energías incesantes, en uno y otro sentido, de forma positiva o destructiva y en cuanto se puede pensar con autoestima y confianza, los límites impuestos por la edad desaparecen, para facilitar la continuación de la existencia enriquecedora. Así también, cuando el joven se deja abatir y pasa a pensar destructivamente, se encarcela en las mazmorras de la decadencia psicológica y se degrada.
El cerebro, que antes era poco identificado en sus incomparables producciones, como la mayor glándula del cuerpo humano, hoy es conocido como un extraordinario y nada común conjunto armónico de setenta y cinco a cien billones de neuronas en circuito especializado y complejo, como la más notable computadora que la mente aun no puede concebir. Sus encimas, cerebrinas, globulinas y otras secreciones comandan las reacciones de todo el cuerpo, trabajando por la vida física y psíquica. Sin embargo, esa mente no es el fruto de la propia elaboración, procediendo de una fuente generadora que lo antecede y sucede al proceso del conjunto natural. Pesando en promedio, un kilo y trescientos gramos, absorbe oxigeno en cantidad importante, es decir, el veinte por ciento de todo aquel que necesita el cuerpo total.
Cuando ocurre la muerte de cada célula nerviosa y la mente trabaja, investiga y se esfuerza para mantener los equipos en orden, se amplia, transformando sus extremidades en árboles (demeritas), que facilitan el flujo de las informaciones, sin ninguna solución de continuidad, produciendo las maravillosas sinapsis (contactos) electroquímicas, que mantienen todo el equilibrio de él mismo y del organismo en general.
A semejanza de los músculos que, al no ser activados por el ejercicio, tienden a la fragilidad, a la flacidez, cuando no es movilizado por las energías mentales renovadoras, pierde las posibilidades de producción, porque, al morir células nerviosas, las restantes, sin nuevos estímulos no se amplían , fallando en la transmisión de mensajes que les cabe registrar, encaminar y responder.
Durante milenios permaneció casi desconsiderado por la Ciencia, habiendo sido estudiado y descubierto, prácticamente por Gall, médico y anatomista, padre de la Frenología, como Lamark lo fue del transformismo. Hasta entonces, los conceptos se dividían entre los filósofos, los padres de la Medicina y de la Patristica religiosa, con sus supersticiones y conceptos ultramontanos.
Pasando por extraordinarios estudiosos, entre muchos otros citaremos a Cabanis y Broca, la sonda de la investigación fue penetrando la masa grisácea y descifrando sus protuberancias, que hoy nos dan una idea aunque muy imperfecta de su mundo de infinitas informaciones aun por detectar.
Por tanto, en él están las disposiciones de la juventud y de la vejez, dependiendo sobretodo de la mente que lo vitaliza y lo moviliza, que lo acciona y mantiene.
Muchos creen que vejez es señal de pérdida de memoria, de deterioro del raciocinio, del desequilibrio de las emociones...
Sin dudas, con el suceder de los años, la maquinaria orgánica sufre el desgaste y seguramente, disminuye la capacidad de producción y eficiencia de resultados. Entretanto, la pérdida de memoria no es el síntoma exclusivo del envejecimiento, por cuantos muchos factores contribuyen para ese acontecimiento en cualquier edad, como las enfermedades sutiles, tales como las infecciones urinarias, las intoxicaciones por medicamentos, la depresión, etc. Lo importante es el estado psíquico del individuo, quien le determina cual es la fase en que se encuentra y le agrada permanecer; si en la juventud que se prolonga o en la vejez que llega precozmente.
La acción del trabajo en ese comportamiento, es de extraordinario resultado, posibilitando la prosecución de los deberes, de los estudios, de las búsquedas y realizaciones nuevas, sin fatigas ni justificativas de imposibilidad para crecer y permanecer joven. La humanidad, en general vive en estado de sueño, en letargo, padece de la enfermedad más dominante, que es la ignorancia de si, del destino de cada uno, del significado de la existencia.
Nos quejamos de la situación en que nos encontramos, pero no hacemos casi nada para cambiar los factores degradantes del conjunto social, normalmente presentes en nosotros mismos, nos lamentamos, por necesidad masoquista de inspirar compasión, nos entregamos a los hechos por comodismo, no esforzándonos realmente, para conseguir superar todo obstáculo aparente que surge como amenaza o impedimento a nuestro progreso. El apóstol Pablo estaba tan seguro del valor del despertar de la conciencia, que en una memorable carta a los Efesios, conforme se encuentra en el capitulo, versículo catorce, con clamo: Despierta tú que duermes, levántate entre los muertos y el Cristo te esclarecerá. Esto es porque, el sueño es una forma de muerte, de desperdicio de la oportunidad educativa, esclarecedora, terapéutica, enriquecedora. Cuando se está despierto, Jesús lo esclarece, a fin de que avance con arrojo en la búsqueda de su auto identificación.
Cuando se está despierto, las conquistas y encuentros son internos, resplandecientes y calmos, poderosos como el rayo y suaves como la brisa del amanecer.
Estar despierto significa encontrarse construyendo, libre de preconceptos, y de límites, abierto al bien y a la verdad de la que se torna vanguardista y divulgador.
La vida es un poema de belleza, cuyos versos están constituidos de propuestas de luz, escritas en la partitura de la Naturaleza, que exalta su presencia en todas partes.
El destino de la criatura es la libertad, hacia donde sigue con los ojos puestos en el futuro.
Ser libre significa no depender, no tener pasado ni inquietarse por el futuro, viviendo ampliamente el presente en transporte de paz y alegría.
La alegría de vivir es una invitación para una existencia rica en producciones morales, espirituales, artísticas, culturales, estéticas y nobles.
El destino de nuestra existencia deja de ser vivir bien, que es una de las metas humanas, para bien vivir, que es una conquista personal intransferible, especial, que jamás se altera o se pierde, fomentando la felicidad y trabajando por la paz que todos aspiran.
Narra una historia, que un príncipe chino se enorgullecía de su colección de porcelana, de cuan rara como antigua procedencia, constituida por doce platos resaltados por una gran belleza artística y decorativa. Cierto día, su celador, en un momento infeliz, dejo que se quebrase una de las piezas. Tomando conocimiento del desastre y poseído por la furia, el príncipe condenó a muerte al dedicado servidor, que había sido víctima de una circunstancia fortuita. La noticia tomo cuenta del imperio y en la víspera de la ejecución del desafortunado servidor, se presento un sabio bastante viejo que se comprometió a devolver el orden a la colección. Emocionado, el príncipe reunió a su corte y acepto la ofrenda del venerable anciano. Este solicitó que fuesen colocados todos los platos restantes sobre un mantel de blanquísimo lino, bordado cuidadosamente y que los pedazos de la preciosa porcelana fuesen, esparcidos en torno de la mesa. Atendido en su solicitud, el sabio se acerco a la misma y en un gesto inesperado, tiró del mantel con las preciosas porcelanas, arrojándolas bruscamente sobre el piso de mármol, rompiéndolas todas. Ante el estupor que domino al soberano y a su corte, muy sereno dijo:
_ Ahí están, señor, todas iguales conforme prometí. Ahora podéis mandar a matarme. Dado que esas porcelanas valen más que las vidas y considerando que ya soy viejo y ya viví más allá de lo que debería, me sacrifico en beneficio de los que Irán a morir en el futuro, cuando cada una de esas piezas fuera quebrada.
De esta forma, con mi existencia, pretendo salvar doce vidas, ya que ellas delante de esos objetos, nada valen.
Pasado el choque, el príncipe conmovido, libero al anciano y al siervo, comprendiendo que nada hay más precioso que la vida en sí misma y la humana en particular.
La vida ofrece las lecciones más severas, invitando a los individuos a la reflexión.
Cuando se adquiere madurez psicológica, a pesar de que se preserven los bienes materiales, se valorizan más aquellos que son del Espíritu, de la realidad perenne, expresiones elevadas de la vida.
Lo que poseemos de precioso, es la oportunidad de la existencia, ella nos brinda los acontecimientos y conquistas, permaneciendo como patrimonio inalienable del ser en su curso evolutivo. Cuando es lúcido, vive intensamente su momento, cada momento, floreciendo donde se encuentra, sin atormentarse por realizarse en esa o aquella otra parte, creando raíces y desarrollándolas, libre de las imposiciones de la ambición desmedida, de las pasiones perturbadoras, de las fijaciones inquietantes, abierto a las nuevas realizaciones que armonizan. De ese modo, nos tornamos parte integrante del Universo, en el cual nos encontramos y donde somos invitados a conquistarlo.
Para conseguir ese estado y aprender las lecciones de la vida, debemos trabajar interiormente, educarnos, ya que a través de esa contribución nos modificamos y perfeccionamos, liberándonos de los atavismos perniciosos y de los factores degradantes que aún permanecen en nosotros.
La educación es un valioso instrumento para el trabajo de construcción de la persona feliz, que se convierte, a su vez en una lección viva de la vida para los demás, que siguen en la retaguardia
Todo individuo enfrenta desafíos para crecer. La propia existencia terrestre es una invitación al esfuerzo. La mejor solución para enfrentar los problemas es intentar resolverlos en sus fuentes, evitando las actitudes que los postergan, retornándolos más complicados. Lo que no hagamos hoy, seguramente mañana será, más difícil de ser conseguido.
Solamente las actitudes correctas, basadas en la honradez y en la lealtad, consiguen zanjar en forma definitiva las dificultades y los acontecimientos desagradables de la marcha evolutiva.
Vivir la vida es un desafió sublime y realizarlo con sabiduría es una bienaventuranza que se encuentra a disposición de todo aquel que decididamente se resuelve a avanzar, auto superarse y alcanzar la comunión con Dios.
Gracias al valioso concurso de las doctrinas psíquicas en general y de la psicología espirita en particular, existen excelentes contribuciones y se encuentran disponibles para todos aquellos que están sinceramente, interesados en la construcción de una conciencia saludable, de un ser responsable y lucido de una sociedad feliz.
Todo depende de cada persona, de su esfuerzo, de su perseverancia y de su acción confiada.
Lo que no consigamos en un momento, mediante la sana insistencia, lo alcanzaremos después.
No nos encontraríamos encarnados en la tierra, si nuestra existencia física no tuviese una finalidad superior. Somos el producto de un largo proceso de desarrollo de los infinitos valores que duermen latentes, dentro de nosotros, aguardando los medios propiciatorios para su manifestación.
Etapa a etapa, paso a paso realizamos progresos que se fijan mediante los hábitos que se incorporan a la individualidad, que resulta de la suma de las vivencias de variadas reencarnaciones.
Somos adultos, hemos crecido y casi todos los que nos encontramos aquí encarnados podemos pensar que nuestras realizaciones de ahora en adelante pueden ser pocas.
Nos vamos haciendo cómodos, porque nos sentimos justificados, y sin darnos cuenta dejamos pasar la vida, contemplándola, sin esperar un puesto de trabajo, ya que cada vez podemos menos.
La gente que nos rodea, nos lo hace notar, tratándonos ya de mayores, los primeros suelen ser los hijos. No obstante estas lecciones nos demuestran que no es así, que lo mismo que debemos cuidar el cuerpo, debemos cuidar el alma, y esta puede estar activada y creciendo siempre.
Debemos sentir la vida y participar de ella, no contemplándola y con palabras solo pues estas se las lleva el viento, sino con hechos, sin ningún miedo ni temor. Si obramos con conocimiento y guardamos el equilibrio en todas las cosas, no nos dañaran el efecto que estas causen.
Hemos de cargar nuestras maletas para que nada nos falte, pero nunca quedemos parados, temiendo lo que nos pueda suceder, siempre la regla del bien por medida, nos lleva a puerto seguro. Si activamos el cuerpo con una vida sana y unos buenos hachos, el organismo nos responderá.
Por eso trabajadores de la viña del Señor, activemos nuestros conocimientos y animo a la obra, no nos acomodemos en la silla y en la vida contemplativa, el movimiento espirita nos necesita, colaborar no significa oír la doctrina, es trabajar en ella, enseñarla, divulgarla, compartirla, tolerar, estudiar, perdonar, olvidar etc., tenemos un amplio campo, ante los jóvenes que nos reemplazan y que siguen nuestros pasos.
No dejemos la labor que nos compete a otros más jóvenes, ellos ya tienen la suya. Jóvenes somos, hemos de alargar los arbolitos de nuestro cerebro él es incansable, si nosotros lo activamos el crecerá más deprisa y ira generando vida a todo nuestro alrededor.


-Extraído por Merche del libro VIDA, de Divaldo Pereira

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